El Resplandeciente se dirigió al Príncipe de las Tinieblas:
“Tú has envenenado el aire. Tú has contaminado las aguas. Tú has agotado la Tierra. Mas al fuego tú no lo has tocado. Tampoco el fuego te ha tocado a ti. Y el fuego te quemará como la luz aniquila la obscuridad.
“La Gran Llama es incansable. Y tú no te atreverás a salir de tu madriguera. Desde el espacio evocaré nuevos fuegos que marchitarán tus trabajos.
“Como hendidura estéril. Como huesos disecados. Así tú serás abominado, desterrado; retírate.
El muro de fuego se te aproximará; allí tampoco encontrarás tus marcas. Yo cuidaré la llama para los mundos distantes. Tú no la puedes envenenar, tampoco la puedes contaminar, ni la puedes apagar. Yo convocaré las huestes ardientes, nacidas en medio del fuego. Ellas no sucumbirán. Y las aguas convocadas por ti no extinguirán su ardor.
“Príncipe de las Tinieblas, ¡ten cuidado con el Fuego!
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