sábado, 23 de marzo de 2019

El féretro ambulante (Puno)

En Ayaviri, cuando las noches no eran alumbradas por
lámparas y aún no se había instalado la luz eléctrica, y la
Luna era la única que alumbraba las calles, la gente salía
solamente en las noches que había Luna.
Contaban los noctámbulos que, en ese tiempo, pasadas
las doce de la noche, el féretro que se guardaba en la iglesia,
y que era un rústico ataúd de palos, en el que se llevaba
los restos de todos los pobres que no podían costearse
el cajón; ese féretro salía de noche a recorrer las calles,
produciendo un ruido macabro, como de osamenta que
se tumba y se levanta. Cuenta un vecino antiguo que, al
tener noticia de esta leyenda, se aventuró a subir a la torre
de la iglesia, para comprobar si era efectivamente cierta
la historia de que el féretro salía en las noches de Luna; y
observó que, pasadas las doce de la noche, crujió el féretro
dando tumbos; y se dirigió al centro de la plaza. Movido
por el susto, el hombre tocó la campana y fue entonces
cuando el féretro precipitadamente regresó a la iglesia; al
poco rato nuevamente salió el féretro y avanzó hasta la esquina
opuesta de la plaza; el observador tocó la campana,
y el féretro nuevamente regresó al templo.
Por tercera vez volvió a salir el féretro; y entonces, el
observador quiso percatarse hacia qué lugar se dirigía; y
con gran asombro vio que el féretro doblaba una de las
calles y entraba en la casa de una familia apellidada Bustinza;
y que de esta salió conducido por cuatro hombres
vestidos de negro, que llevaban cuatro velas encendidas;
y traían un cadáver. El observador se retiró tembloroso y
estupefacto. Y a los ocho días murió un miembro de dicha
familia. Por esto ha quedado la tradición de que ocho días
antes de que fallezca un vecino, el féretro se anticipa.

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