viernes, 22 de febrero de 2019

Bestiario H.P Lovecraft.- Tsathoggua





Hay ciudades poderosas en Yuggoth: grandes hileras de torres con terrazas de
piedra negra como la muestra que traté de enviarle. Provenía de Yuggoth.
Allí el sol no brilla más que una estrella, pero los seres no necesitan luz.
Tienen otros sentidos más sutiles, y no ponen ventanas en sus grandes casas y
templos. La luz incluso los daña, los molesta y los confunde, pero no existe en
absoluto en el cosmos negro fuera del tiempo y el espacio del que son originarios.
Visitar Yuggoth volvería loco a cualquier hombre débil; sin embargo, me dirijo allí.
Los ríos negros de brea que fluyen sobre aquellos misteriosos puentes ciclópeos —
construidos por alguna raza anterior ya extinta y olvidada antes de que los seres
actuales llegaran a Yuggoth desde los vacíos finales— tendrían que bastar para hacer
de cualquier hombre un Dante o un Poe sólo con que pudiera mantenerse cuerdo el
tiempo suficiente para contar lo que ha visto.
Pero recuerde: ese mundo oscuro de jardines fungiformes y ciudades sin ventanas
no es realmente terrible. Sólo a nosotros nos lo parecería. Probablemente este mundo
les pareciera igual de terrible a esos seres cuando lo exploraron por primera vez en la
época primigenia. Como usted sabe, estaban aquí mucho antes de que terminara la
fabulosa época de Cthulhu, y lo recuerdan todo sobre la sumergida R’lyeh cuando
estaba encima de las aguas. También han estado dentro de la tierra; hay aberturas que
los hombres ignoran por completo, algunas en las propias colinas de Vermont. Y hay
mundos enteros de vida desconocida allá abajo: el azulado K’n-yan, el rojizo Yoth, y
el negro N’kai, carente de luz. Es de N’kai de donde proviene el terrible Tsathoggua;
usted lo recuerda: la criatura-dios amorfa, parecida a un batracio, mencionada en los
Manuscritos Pnakóticos, el Necronomicón y el ciclo mítico de Commoriom
preservado por el sumo sacerdote de los atlantes Klarkash-Ton.

El que susurra en la oscuridad
1930


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