viernes, 22 de febrero de 2019

Popol Vuh

Aquí
comenzaremos la antigua historia llamada Quiché. Aquí escribiremos,
comenzaremos el antiguo relato del principio, del origen, de todo
lo que hicieron en la ciudad Quiché los hombres de las tribus
Quiché. Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la
aclaración de lo que estaba escondido, de lo que fue iluminado por
los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los
Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del
Día (Gran Cerdo del Alba), Gran Tapir del Alba, Dominadores,
Poderosos del Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, Los
de la Verde Jadeita, Los de la Verde Copa; así decíase. Rogábase
con ellos, invocábase con ellos, a los llamados Abuela, Abuelo,
Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Guarda Secreto, Ocultadora,
Abuela que forma parte de la Pareja Mágica de Abuelos, Abuelo de la
misma Pareja. Así está dicho en la historia Quiché todo lo que
ellos dijeron, lo que ellos hicieron, en el alba de la vida, en el
alba de la historia. Pintaremos lo que pasó antes de la Palabra de
Dios, antes del Cristianismo: lo reproduciremos porque no se tiene
ya más la visión del Libro del Consejo , la visión del alba de la
llegada de ultramar, de nuestra vida en la sombra , la visión del
alba de la vida, como se dice.


Este
libro es el primer libro, pintado antaño, pero su faz está oculta
hoy al que ve, al pensador. Grande era la exposición, la historia
de cuando se acabaron de medir todos los ángulos del cielo, de la
tierra, la cuadrangulación, su medida, la medida de las líneas, en
el cielo, en la tierra, en los cuatro ángulos, de los cuatro
rincones , tal como había sido dicho por los Constructores, los
Formadores, las Madres, los Padres de la vida, de la existencia,
los de la Respiración, los de las Palpitaciones, los que engendran,
los que piensan. Luz de las tribus, Luz de los hijos, Luz de la
prole , Pensadores y Sabios, acerca de todo lo que está en el
cielo, en la tierra, en los lagos, en el mar. He aquí el relato de
cómo todo estaba en suspenso, todo tranquilo, todo inmóvil, todo
apacible, todo silencioso, todo vacío, en el cielo, en la tierra.
He aquí la primera historia, la primera descripción. No había un
solo hombre, un solo animal, pájaro, pez, cangrejo, madera, piedra,
caverna, barranca, hierba, selva. Sólo el cielo existía. La faz de
la tierra no aparecía; sólo existían la mar limitada, todo el
espacio del cielo. No había nada reunido, junto. Todo era
invisible, todo estaba inmóvil en el cielo. No existía nada
edificado. Solamente el agua limitada, solamente la mar tranquila,
sola, limitada. Nada existía. Solamente la inmovilidad, el
silencio, en las tinieblas, en la noche . Sólo los Constructores,
los Formadores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo, los
Procreadores, los Engendradores, estaban sobre el agua, luz
esparcida. Sus símbolos estaban envueltos en las plumas, las
verdes; sus nombres gráficos eran, pues, Serpientes Emplumadas. Son
grandes Sabios . Así es el cielo, así son también los Espíritus del
Cielo; tales son, cuéntase, los nombres de los dioses. Entonces
vino la Palabra ; vino aquí de los Dominadores, de los
Poderosos del Cielo, en las tinieblas, en la noche: fue dicha por
los Dominadores, los Poderosos del Cielo; hablaron: entonces
celebraron consejo, entonces pensaron, se comprendieron, unieron
sus palabras, sus sabidurías. Entonces se mostraron, meditaron, en
el momento del alba; decidieron construir al hombre, mientras
celebraban consejo sobre la producción, la existencia, de los
árboles, de los bejucos, la producción de la vida, de la
existencia, en las tinieblas, en la noche, por los Espíritus del
Cielo llamados Maestros Gigantes. Maestro Gigante Relámpago es el
primero. Huella del Relámpago es el segundo. Esplendor del
Relámpago es el tercero: estos tres son los Espíritus del Cielo.
Entonces se reunieron con ellos los Dominadores, los Poderosos del
Cielo. Entonces celebraron consejo sobre el alba de la vida, cómo
se haría la germinación, cómo se haría el alba, quién sostendría,
nutriría . “Que eso sea. Fecundaos. Que esta agua parta, se vacíe.
Que la tierra nazca, se afirme”, dijeron. “Que la germinación se
haga, que el alba se haga en el cielo, en la tierra, porque no
tendremos ni adoración ni manifestación por nuestros construidos,
nuestros formados, hasta que nazca el hombre construido, el hombre
formado”: así hablaron, por lo cual nació la tierra Tal fue en
verdad el nacimiento de la tierra existente. “Tierra”, dijeron y en
seguida nació. Solamente una niebla, solamente una nube fue el
nacimiento de la materia. Entonces salieron del agua las montañas:
al instante salieron las grandes montañas. Solamente por Ciencia
Mágica, por el Poder Mágico, fue hecho lo que había sido decidido
concerniente a los mentes, a las llanuras; en seguida nacieron
simultáneamente en la superficie de la tierra los cipresales, los
pinares. Y los Poderosos del Cielo se regocijaron así: “Sed los
bienvenidos, oh Espíritus del Cielo, oh Maestro Gigante Relámpago,
oh Huella del Relámpago, oh Esplendor del Relámpago”. “Que se acabe
nuestra construcción, nuestra formación”, fue respondido. Primero
nacieron la tierra, los montes, las llanuras; se pusieron en camino
las aguas; los arroyos caminaron entre los montes; así tuvo lugar
la puesta en marcha de las aguas cuando aparecieron las grandes
montañas. Así fue el nacimiento de la tierra cuando nació por orden
de los Espíritus del Cielo, de los Espíritus de la Tierra, pues así
se llaman los que primero fecundaron, estando el cielo en suspenso,
estando la tierra en suspenso en el agua; así fue fecundada cuando
ellos la fecundaron: entonces su conclusión, su composición, fueron
meditadas por ellos.


En seguida fecundaron a los animales de las montañas, guardianes de
todas las selvas, los seres de las montañas: venados, pájaros,
pumas, jaguares, serpientes, víboras, serpientes ganti, guardianes
de los bejucos. Entonces los Procreadores, los Engendradores,
dijeron: “¿No habrá más que silencio, inmovilidad, al pie de los
árboles, de los bejucos? Bueno es, pues, que haya guardianes”; así
dijeron, fecundando, hablando. Al instante nacieron los venados,
los pájaros. Entonces dieron sus moradas a los venados, a los
pájaros. “Tú, venado, sobre el camino de los arroyos, en las
barrancas, dormirás; aquí vivirás, en las hierbas, en las malezas;
en las selvas, fecundarás; sobre cuatro pies irás, vivirás”. Fue
hecho como fue dicho. Entonces fueron también dadas las moradas de
los pajarillos, de los grandes pájaros. “Pájaros, anidaréis sobre
los árboles, sobre los bejucos moraréis; engendraréis, os
multiplicaréis sobre las ramas de los árboles, sobre las ramas de
los bejucos”. Así fue dicho a los venados, a los pájaros, para que
hiciesen lo que debían hacer; todos tomaron sus dormitorios, sus
moradas. Así los Procreadores, los Engendradores, dieron sus casas
a los animales de la tierra. Estando pues todos terminados,
venados, pájaros, les fue dicho a los venados, a los pájaros, por
los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los
Engendradores: “Hablad, gritad; podéis gorjear, gritar. Que cada
uno haga oír su lenguaje según su clan, según su manera”. Así fue
dicho a los venados, pájaros, pumas, jaguares, serpientes. “En
adelante decid nuestros nombres, alabadnos, a nosotros vuestras
madres, a nosotros vuestros padres. En adelante llamad a Maestro
Gigante Relámpago, Huella del Relámpago, Esplendor del relámpago,
Espíritus del Cielo, Espíritus de la Tierra, Constructores.
Formadores, Procreadores. Engendradores. Habladnos, invocadnos,
adoradnos”, se les dijo. Pero no pudieron hablar como hombres:
solamente cacarearon, solamente mugieron, solamente graznaron; no
se manifestó ninguna forma de lenguaje, hablando cada uno
diferentemente. Cuando los Constructores, los Formadores, oyeron
sus palabras impotentes, se dijeron unos a otros: “No han podido
decir nuestros nombres, de nosotros los Constructores, los
Formadores”. “No está bien”, se respondieron unos a otros los
Procreadores, los Engendradores, y dijeron: “He aquí que seréis
cambiados porque no habéis podido hablar. Cambiaremos nuestra
Palabra . Vuestro sustento, vuestra alimentación, vuestros
dormitorios, vuestras moradas, los tendréis: serán las barrancas,
las selvas. Nuestra adoración es imperfecta si vosotros no nos
invocáis. ¿Habrá, podrá haber adoración, obediencia, en los seres
que haremos? Vosotros recibiréis vuestro fardo: vuestra carne será
molida entre los dientes; que así sea, que tal sea vuestro fardo”.
Así les fue entonces dicho, ordenado, a los animalitos, a los
grandes animales de la superficie de la tierra; pero éstos
quisieron probar su suerte, quisieron tentar la prueba, quisieron
probar la adoración, mas no entendiendo de ningún modo el lenguaje
unos de otros, no se comprendieron, no pudieron hacer nada. Tal
fue, pues, el fardo de su carne; así el fardo de ser comidos, de
ser matados, fue impuesto aquí sobre todos los animales de la
superficie de la tierra. En seguida fueron ensayados seres
construidos, seres formados , por los Constructores, los
Formadores, los Procreadores, los Engendradores. “Que se pruebe
todavía. Ya se acerca la germinación, el alba. Hagamos a nuestros
sostenes, a nuestros nutridores. ¿Cómo ser invocados, conmemorados,
en la superficie de la tierra? Ya hemos ensayado con nuestra
primera construcción, nuestra formación, sin que por ella pueda
hacerse nuestra adoración, nuestra manifestación. Probemos, pues, a
hacer obedientes, respetuosos sostenes, nutridores”, dijeron.
Entonces fue la construcción, la formación. De fierra hicieron la
carne. Vieron que aquello no estaba bien, sino que se caía, se
amontonaba, se ablandaba, se mojaba, se cambiaba en tierra, se
fundía; la cabeza no se movía; el rostro quedábase vuelto a un solo
lado; la vista estaba velada; no podían mirar detrás de ellos; al
principio hablaron, pero sin sensatez. En seguida, aquello se
licuó, no se sostuvo en pie . Entonces los Constructores, los
Formadores, dijeron otra vez: “Mientras más se trabaja, menos puede
él andar y engendrar”. “Que se celebre, pues, consejo sobre eso”,
dijeron. Al instante deshicieron, destruyeron una vez más, su
construcción, su formación, y después dijeron: “¿Cómo haremos para
que nos nazcan adoradores, invocadores?” Celebrando consejo de
nuevo, dijeron entonces: “Digamos a Antiguo Secreto, Antigua
Ocultadora, Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día: «Probad de
nuevo la suerte, su formación»“. Así se dijeron unos a otros los
Constructores, los Formadores, y hablaron a Antiguo Secreto,
Antigua Ocultadora. En seguida, el discurso dicho a aquellos
augures, a la Abuela del Día, a la Abuela del Alba por los
Constructores, los Formadores; he aquí sus nombres: Antiguo
Secreto, Antigua Ocultadora. Y los Maestros Gigantes hablaron, así
como los Dominadores, los Poderosos del Cielo. Dijeron entonces a
Los de la Suerte, los de su Formación, a los augures: “Es tiempo de
concertarse de nuevo sobre los signos de nuestro hombre construido,
de nuestro hombre formado, como nuestro sostén, nuestro nutridor,
nuestro invocador, nuestro conmemorador. Comenzad, pues, las
Palabras Mágicas, Abuela, Abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo,
Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora. Haced pues que haya
germinación, que haya alba, que seamos invocados, que seamos
adorados, que seamos conmemorados, por el hombre construido, el
hombre formado, el hombre maniquí, el hombre moldeado. Haced que
así sea. Declarad vuestros nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro
Mago del Día, Pareja Procreadora, Pareja Engendradora, Gran Cerdo
del Alba, Gran Tapir del Alba. Los de las Esmeraldas. Los de las
Gemas, Los del Punzón, Los de las Tablas, Los de la Verde Jadeita,
Los de la Verde Copa, Los de la Resina, Los de los Trabajos
Artísticos, Abuela del Día, Abuela del Alba. Sed llamados así por
nuestros construidos, nuestros formados. Haced vuestros
encantamientos por vuestro maíz, por vuestro tzité . ¿Se hará,
acontecerá, que esculpamos en madera su boca, su rostro?” Así fue
dicho a los de la Suerte. Entonces se efectuó el lanzamiento de los
granos, la predicción del encantamiento por el maíz, el tzité.
“Suerte, fórmate”, dijeron entonces una abuela, un abuelo. Ahora
bien, este abuelo era El del Tzité, llamado Antiguo Secreto; esta
abuela era La de la Suerte, la de su formación, llamada Antigua
Ocultadora con Gigante Abertura. Cuando se decidió la suerte, se
habló así: “Tiempo es de concertarse. Hablad; que oigamos y que
hablemos, digamos, si es preciso que la madera sea labrada, sea
esculpida por Los de la Construcción, Los de la Formación, si ella
será el sostén, el nutridor, cuando se haga la germinación, el
alba”. “Oh maíz, oh tzité, oh suerte, oh su formación, asios,
ajustaos” , fue dicho al maíz, al tzité, a la suerte, a su
formación. “Venid a picar ahí, oh Espíritus del Cielo . No hagáis
bajar la boca, la faz de los Dominadores, de los Poderosos del
Cielo”, dijeron. Entonces dijeron la cosa recta: “Que así sean,
así, vuestros maniquíes, los muñecos construidos de madera,
hablando, charlando en la superficie de la tierra”. —”Que así sea”,
se respondió a sus palabras. Al instante fueron hechos los
maniquíes, los muñecos construidos de madera; los hombres se
produjeron, los hombres hablaron; existió la humanidad en la
superficie de la tierra. Vivieron, engendraron, hicieron hijas,
hicieron hijos, aquellos maniquíes, aquellos muñecos construidos de
madera. No tenían ni ingenio ni sabiduría, ningún recuerdo de sus
Constructores, de sus Formadores; andaban, caminaban sin objeto. No
se acordaban de los Espíritus del Cielo; por eso decayeron.
Solamente un ensayo, solamente una tentativa de humanidad. Al
principio hablaron, pero sus rostros se desecaron; sus pies, sus
manos, eran sin consistencia; ni sangre, ni humores, ni humedad, ni
grasa; mejillas desecadas eran sus rostros; secos sus pies, sus
manos; comprimida su carne. Por tanto no había ninguna sabiduría en
sus cabezas, ante sus Constructores, sus Formadores, sus
Procreadores, sus Animadores. Éstos fueron los primeros hombres que
existieron en la superficie de la tierra.


En seguida llegó el fin, la pérdida, la destrucción, la muerte de
aquellos maniquíes, muñecos construidos de madera. Entonces fue
hinchada la inundación por los Espíritus del Cielo, una «gran
inundación fue hecha: llegó por encima de las cabezas de aquellos
maniquíes, muñecos construidos de madera. El tzité fue la carne del
hombre: pero cuando por los Constructores, los Formadores?, fue
labrada la mujer, el sasafrás fue la carne de la mujer. Esto entró
en ellos por la voluntad de los Constructores de los Formadores.
Pero no pensaban, no hablaban ante los de la Construcción. Los de
la Formación, sus Hacedores, sus Vivificadores. Y su muerte fue
esto: fueron sumergidos; vino la inundación, vino del cielo una
abundante resina. El llamado Cavador de Rostros vino a arrancarles
los ojos: Murciélago de la Muerte, vino a cortarles la cabeza:
Brujo-Pavo vino a comer su carne: Brujo-Búho vino a triturar, a
romper sus huesos, sus nervios: fueron triturados, fueron
pulverizados, en castigo de sus rostros, porque no habían pensado
ante sus Madres, ante sus Padres, los Espíritus del Cielo llamados
Maestros Gigantes. A causa de esto se oscureció la faz de la
tierra, comenzó la lluvia tenebrosa, lluvia de día, lluvia de
noche. Los animales pequeños, los animales grandes, llegaron: la
madera, la piedra, manifestaron sus rostros . Sus piedras de moler
metales, sus vajillas de barro, sus escudillas, sus ollas, sus
perros, sus pavos, todos hablaron; todos, tantos cuantos había,
manifestaron sus rostros. “Nos hicisteis daño, nos comisteis; os
toca el turno; seréis sacrificados”, les dijeron sus perros, sus
pavos. Y he aquí lo que les dijeron sus piedras de moler: “Teníamos
cotidianamente queja de vosotros; cotidianamente, por la noche, al
alba, siempre: «Descorteza, descorteza, rasga, rasga» sobre
nuestras faces, por vosotros. He aquí, para comenzar, nuestro cargo
a vuestra faz. Ahora que habéis cesado de ser hombres, probaréis
nuestras fuerzas: amasaremos, morderemos, vuestra carne”, les
dijeron sus piedras de moler, Y he aquí que hablando a su vez, sus
perros les dijeron: “¿Por qué no nos dabais nuestro alimento? Desde
que éramos visto?, nos perseguíais, nos echabais fuera: vuestro
instrumento para golpearnos estaba listo mientras comíais. Entonces
vosotros hablabais bien, nosotros no hablábamos. Sin ello no os
mataríamos ahora. ¿Cómo no razonabais? ¿Cómo no pensabais en
vosotros mismos? Somos nosotros quienes os borraremos de la haz de
la tierra ; ahora sufriréis los huesos de nuestras bocas , os
comeremos”: así les dijeron sus perros, mostrando “sus rostros. Y
he aquí que a su vez sus ollas, sus vajillas de barro, les
hablaron: “Daño, dolor, nos hicisteis, carbonizando nuestras bocas,
carbonizando nuestras faces, poniéndonos siempre ante el fuego. Nos
quemabais sin que nosotros pensáramos mal; vosotros lo sufriréis a
vuestro turno, os quemaremos”, dijeron todas las ollas,
manifestando sus faces. De igual manera las piedras del hogar
encendieron fuertemente el fuego puesto cerca de sus cabezas, les
hicieron daño. Empujándose los hombres corrieron, llenos de
desesperación. Quisieron subir a sus mansiones, pero cayéndose, sus
mansiones les hicieron caer. Quisieron subir a los árboles; los
árboles los sacudieron a lo lejos. Quisieron entrar en los
agujeros, pero los agujeros despreciaron a sus rostros. Tal fue la
ruina de aquellos hombres construidos, de aquellos hombres
formados, hombres para ser destruidos, hombres para ser
aniquilados; sus bocas, sus rostros, fueron todos destruidos,
aniquilados. Se dice que su posteridad son esos monos que viven
actualmente en las selvas ; éstos fueron su posteridad porque
sólo madera había sido puesta en su carne por los Constructores,
los Formadores. Por eso se parece al hombre ese mono, posteridad de
una generación de hombres construidos, de hombres formados, pero
que sólo eran maniquíes, muñecos construidos de
madera.




No
había, pues, más que una luz confusa en la superficie de la tierra,
no había sol. Un personaje llamado Principal Guacamayo se
enorgullecía. Al principio existieron el cielo, la tierra, pero
ocultas estaban las faces del sol, de la luna. Él, pues, decía: “En
verdad, la posteridad de esos hombres ahogados es extraordinaria;
su vida es como una vida de Sabios . Yo soy, pues, grande por
encima del hombre construido, del hombre formado. Yo el sol, yo la
luz, yo la luna. Que así sea. Grande es mi luz. Por mí andan,
caminan los hombres. Mis ojos, en metales preciosos, resplandecen
de gemas, de verdes esmeraldas. Mis dientes brillan en su esmalte
como la faz del cielo. Mi nariz resplandece a lo lejos como la
luna. De preciosos metales está hecho mi sitial con respaldo. La
faz de la tierra se ilumina cuando yo avanzo ante mi sitial con
respaldo. Así pues, yo soy el sol, yo soy la luna , para la luz de
la prole, la luz de los hijos. Así es, porque a lo lejos penetra mi
esplendor”. Así decía Principal Guacamayo, mas en verdad Principal
Guacamayo no era el sol , sino que se enorgullecía de sus jadeitas,
de sus metales preciosos: pero en realidad su esplendor desaparecía
allí adonde él se sentaba , su esplendor no penetraba en todo el
cielo. No se veían aún, pues, las faces del sol, de la luna, de las
estrellas, aún no había claridad . Así, pues, Principal Guacamayo
se alababa como sol, como luna; la luz del sol, de la luna, todavía
no se había mostrado, manifestado; pero él quería sobreponerse en
grandeza. Entonces fue cuando ocurrió la inundación a causa de los
maniquíes, muñecos construidos de madera. Contaremos también cómo
murió, fue vencido. Principal Guacamayo y después, en qué tiempo
fue hecho el hombre por Los de la Construcción, Los de la
Formación.



He aquí
el origen de la derrota de Principal Guacamayo por dos engendrados,
el primero llamado Maestro Mago, el segundo llamado Brujito; los
dos eran dioses . A causa del mal que veían en el que se
enorgullecía y que él quería hacer a la faz de los Espíritus del
Cielo, aquellos engendrados dijeron: “No está bien que pase eso;
ese hombre no debe vivir aquí, en la superficie de la Tierra.
Trataremos, pues, de tirar con cerbatana contra su comida;
tiraremos con cerbatana contra ella, introduciremos en ella una
enfermedad que pondrá fin a sus riquezas, a sus jadeitas, a sus
metales preciosos, a sus esmeraldas, a sus pedrerías, de las cuales
se glorifica como lo harán todos los hombres. Los metales
preciosos, no son un motivo de gloria. Que así se haga, pues”. Así
dijeron los dos engendrados, cada uno con su cerbatana sobre el
hombro. Pero Principal Guacamayo tenía dos hijos: Sabio Pez-Tierra
era el primer hijo. Gigante de la Tierra, el segundo hijo. La que
se Torna Invisible, era el nombre de su madre, esposa de Principal
Guacamayo. A este Sabio Pez-Tierra servíanle de juguetes las
grandes montañas Chicak, Hunahpu, Pecul, Yaxcanul, Macamob,
Huliznab , se cuenta, nombres de las montañas que existieron cuando
el alba; nacieron en una noche por la acción de Sabio Pez-Tierra.
De igual modo por Gigante de la Tierra eran removidas las montañas;
por él eran agitadas las montañas pequeñas, las montañas grandes.
Los hijos de Principal Guacamayo hacían también de ello una causa
de Orgullo: “¡Vosotros! heme aquí, yo el sol”, decía Principal
Guacamayo. “Yo hice la Tierra”, decía Sabio Pez-Tierra. “Yo sacudo
al cielo, trastorno a toda la tierra”, decía Gigante de la Tierra.
Así, después de su padre, los hijos de Principal Guacamayo se
atribuían la grandeza. He aquí, pues, el mal que vieron los
engendrados. Nuestras primeras madres, nuestros primeros padres no
habían sido hechos todavía. Así fue decidida la muerte de los tres,
su pérdida, por los engendrados.




He aquí
ahora los disparos de cerbatana contra Principal Guacamayo por los
dos engendrados; contaremos ahora la derrota de aquellos que se
enorgullecían. Este mismo Principal Guacamayo tenía un gran árbol,
el Byrsonia ; era el alimento de Principal Guacamayo; cada día
iba al Byrsonia, subía al árbol; veía algunas vainas comidas por
Maestro Mago. Brujito. Por su parte, espiando a Principal Guacamayo
al pie del árbol, los dos engendrados venían a esconderse en el
follaje del árbol cuando Principal Guacamayo venía a comer las
frutas de el Byrsonia. Después fue tiroteado con cerbatanas por
Supremo Maestro Mago, quien le plantó la bala de la cerbatana en la
mandíbula; gritó a voz en cuello al caer del árbol al suelo.
Supremo Maestro Mago se apresuró, corrió aprisa para apoderarse de
él; pero entonces el brazo de Supremo Maestro Mago fue asido
violentamente por Principal Guacamayo, quien al instante lo
sacudió, lo arrancó bruscamente del omoplato. Entonces Supremo
Maestro Mago dejó ir a Principal Guacamayo. Así es, así como
hicieron, sin haber sido vencidos los primeros por Principal
Guacamayo. Llevando así el brazo de Supremo Maestro Mago, Principal
Guacamayo caminó hacia su casa, adonde llegó sosteniéndose la
mandíbula. “¿Qué te ha sucedido, pues?”, dijo entonces La que se
Torna Invisible, esposa de Principal Guacamayo. “¿Qué? Dos
engañadores me han tiroteado con su cerbatana, me han dislocado la
mandíbula. A causa de eso, se han aflojado mi mandíbula, mis
dientes, que me hacen sufrir mucho. Por de pronto traigo esto sobre
el fuego para que permanezca sobre el fuego hasta que, en verdad,
vengan a recogerlo, a tomarlo, esos engañadores”, respondió
Principal Guacamayo, suspendiendo el brazo de Supremo Maestro Mago.
Habiendo celebrado consejo, Supremo Maestro Mago, Brujito, hablaron
con un abuelo, y verdaderamente blanca era la cabellera de este
abuelo, y con una abuela, y verdaderamente era una abuela
encorvada, quebrantada por la vejez . Gran Cerdo del Alba, nombre
del Abuelo; Gran Tapir del Alba, nombre de la abuela. Los
engendrados dijeron, pues, a la abuela, al abuelo: “Acompañadnos
para ir a coger nuestro brazo en casa de Principal Guacamayo, pero
nosotros iremos detrás de vosotros. «Son nuestros nietos a quienes
acompañamos; su madre, su padre, han muerto ; por tanto, nos
siguen por todas partes adonde nos conviene permitírselo, pues
sacar los animales de las mandíbulas es nuestro oficio», diréis
vosotros. Así Principal Guacamayo nos mirará como a niños, y
estaremos allí para daros consejos”, dijeron los dos engendrados.
“Muy bien”, fue respondido. En seguida se encaminaron hacia la
punta en donde Principal Guacamayo estaba sentado en su sitial con
respaldo. La abuela, el abuelo, pasaron entonces, con dos
engendrados jugando detrás. Cuando pasaron al pie de la casa del
jefe, Principal Guacamayo gritaba a voz en cuello a causa de sus
dientes. Cuando Principal Guacamayo vio al abuelo, a la abuela y a
los que les acompañaban, “¿De dónde venís, abuelos nuestros?”, dijo
al instante el jefe. “Buscamos con qué sostenernos, oh Tú, Jefe”,
respondieron ellos. “¿Cuál es vuestro alimento? ¿Son vuestros
hijos, esos que os acompañan?” “No, oh Tú, jefe. Éstos son nuestros
nietos, pero ¿comprendes? tenemos piedad de sus rostros, les damos
y partimos la mitad de nuestro alimento”, respondieron la abuela,
el abuelo. El jefe, pues, estaba extenuado por el sufrimiento de
sus dientes, y con esfuerzo era como hablaba. “Yo os suplico, tened
piedad de mi rostro . ¿Qué hacéis? ¿Qué curáis?”, dijo el jefe.
“Solamente sacamos de los dientes los animales, curamos solamente
los ojos, componemos solamente los huesos, Tú, Jefe”, respondieron.
“Muy bien. Curadme en seguida, os suplico, mis .” dientes, que
verdaderamente me hacen sufrir. Cada día no tengo reposo, no tengo
sueño, a causa de ellos y de mis ojos. Dos engañadores me han
disparado con cerbatana, para comenzar. A causa de esto no como ya.
Tened, pues, piedad de mi rostro, pues todo se mueve, mi mandíbula,
mis dientes”. “Muy bien, Tú, Jefe. Un animal te hace sufrir. No hay
más que cambiar, que sacar los dientes, Tú”. “¿Será bueno quitarme
mis dientes? Por ellos soy jefe; mi ornamento: mis dientes y mis
ojos”. “Pondremos al instante otros en cambio; huesos puros y netos
entrarán”. Ahora, pues, esos huesos puros y netos no eran más que
maíz blanco. “Muy bien. Retiradlos pues y venid en mi ayuda”,
respondió él. Entonces se arrancaron los dientes de Principal
Guacamayo; no se le puso en cambio más que maíz blanco; al instante
ese maíz brilló mucho en su boca. Al instante descendió su
faz ; no pareció ya jefe. Se acabó de quitarle sus dientes en
pedrería que, brillantes, ornaban su boca. Mientras que se cuidaban
los ojos de Principal Guacamayo se desollaron sus ojos, se acabó de
quitarle sus metales preciosos. Pero él no podía ya sentirlo;
todavía veía cuando lo que le enorgullecía hubo acabado de serle
quitado por Maestro Mago. Brujito. Así murió Principal Guacamayo
cuando Maestro Mago vino a recuperar su brazo. La que se Torna
Invisible, esposa de Principal Guacamayo, murió también. Tal fue el
fin de las riquezas de Principal Guacamayo. Fue el médico quien
tomó las esmeraldas, las pedrerías, de las cuales, aquí en la
tierra, se gloriaba. La abuela Sabia, el abuelo Sabio, hicieron
esto. El brazo fue pegado; pegado estuvo bien. Ellos no quisieron
obrar así más que para matar a Principal Guacamayo; consideraban
como malo que se enorgulleciese. En seguida los dos engendrados
caminaron, habiendo ejecutado la Palabra de los Espíritus del
Cielo.

He aquí
en seguida la Gesta de Sabio Pez-Tierra, primer hijo de Principal
Guacamayo. “Yo hacedor de montañas”, decía Sabio Pez-Tierra. He
aquí que Sabio Pez-Tierra se bañaba al borde del agua cuando
acertaron a pasar cuatrocientos jóvenes, arrastrando un árbol para
pilar de su casa; cuatrocientos jóvenes iban caminando, después de
haber cortado un gran árbol para viga maestra de su casa. Entonces
Sabio Pez-Tierra caminó adonde estaban los cuatrocientos jóvenes.
—”Jóvenes, ¿qué hacéis?”. —”Solamente, un árbol que no podemos
levantar para llevarlo sobre nuestros hombros”. —”Yo lo llevaré al
hombro. ¿Adonde llevarlo? ¿Cuál trabajo hay en vuestro espíritu?”
“Solamente la viga maestra de nuestra casa”. —”Perfectamente”, dijo
él, y después tiró del árbol, lo cargó sobre sus hombros y lo llevó
a la entrada de la casa de los cuatrocientos jóvenes. “¡Y bien!
Estáte pues con nosotros, oh joven. ¿Tienes madre, padre?” “No
tengo”, dijo él. “¡Y bien! Nosotros te emplearemos otra vez mañana
para señalarte uno de nuestros árboles para pilar de nuestra casa”.
“Bien”, dijo él. En seguida los cuatrocientos jóvenes celebraron
consejo. “He ahí a ese joven. ¿Cómo haremos para matarlo, pues no
está bien que haga eso, que él solo levante ese árbol? Cavaremos un
gran hoyo, y después lo incitaremos a descender en el hoyo. «Vete a
agrandarlo. Toma y trae tierra del hoyo», le diremos, y, cuando
haya descendido y esté inclinado en el hoyo, lanzaremos un gran
árbol en él; entonces morirá en el hoyo”. Así hablaron los
cuatrocientos jóvenes. Entonces cavaron un gran hoyo que descendía
profundamente, y después llamaron a Sabio Pez-Tierra. “Nosotros te
estimamos. Ve pues, y cava aún la tierra, en el sitio de donde
nosotros no pasamos”, le dijeron. “Muy bien”, respondió él, y
después descendió al hoyo. Llamándole mientras que él cavaba la
tierra: “¿Ya has descendido muy hondo?”, le dijeron. “Sí”,
respondió, comenzando a cavar el hoyo, pero cavaba un hoyo de
salvamento. Él sabía que querían matarlo; mientras que cavaba el
hoyo, cavaba al lado un segundo hoyo para salvarse. “¿Está ya muy
hondo?”, le fue dicho desde arriba por los cuatrocientos jóvenes.
“Todavía estoy ocupado en mi excavación, pero os llamaré desde
abajo cuando haya acabado de cavar”, les respondió desde el fondo
del hoyo Sabio Pez-Tierra. Mas no cavaba el fondo del hoyo
destinado para su tumba; no cavaba sino el hoyo para salvarse. En
seguida Sabio Pez-Tierra llamó, no gritando sin embargo sino cuando
estuvo en el hoyo de salvamento. “Venid a buscar, a llevar la
tierra del hoyo que he cavado. Por él he descendido verdaderamente
lejos. ¿No oís mi llamada? Pero he aquí vuestra llamada que
repercute como uno, dos ecos; oigo donde estáis vosotros”, decía
Sabio Pez-Tierra en el hoyo en donde se ocultaba; y llamaba desde
el fondo de aquel hoyo. Y he aquí que con fuerza fue traído el gran
árbol por los jóvenes; en seguida lanzaron vivamente el árbol en el
agujero. “Que ninguno hable. Esperemos solamente a que grite a voz
en cuello, a que muera”, se dijeron unos a otros, mas se hablaban
en secreto, mas se cubrían la boca, mirándose mutuamente, mientras
lanzaban prontamente el árbol. Ahora, pues, he aquí que Sabio
Pez-Tierra habló, gritó a voz en cuello, pero no llamó sino una
sola vez mientras que el árbol caía. “¡Oh, cómo hemos llevado a
buen fin lo que le hemos hecho! ¡Muerto está! Si por desgracia
hubiera continuado el trabajo del cual se había encargado,
desgraciados de nosotros. Se habría introducido como el primero
entre nosotros los cuatrocientos jóvenes”, dijeron, alegrándose
aún. “Es preciso hacer durante tres días nuestra bebida fermentada,
pasar tres días más en beber por la fundación de nuestra casa,
nosotros los cuatrocientos jóvenes”, dijeron. “Mañana veremos,
pasado mañana también, si no vienen de la tierra las hormigas a
llevarse, cuando hieda, la inmundicia. En seguida nuestro corazón
estará en reposo, mientras bebemos nuestra bebida fermentada”,
dijeron. Ahora, pues, allá en el hoyo. Sabio Pez-Tierra oía lo que
decían los jóvenes. Después, al segundo día, llegaron de repente
las hormigas, yendo y viniendo en muchedumbre para reunirse debajo
del árbol. De todas partes trajeron cabellos, trajeron uñas de
Sabio Pez-Tierra; viendo esto los jóvenes. “¡Acabado está, ese
engañador! ¡Ved! Las hormigas se reúnen, llegan en multitud, traen
de todas partes sus cabellos, sus uñas. He aquí lo que hemos
hecho”, se dijeron unos a otros. Pero Sabio Pez-Tierra estaba bien
vivo: había cortado los cabellos de su cabeza, se había recortado
las uñas con los dientes, para darlos a las hormigas. Así los
cuatrocientos jóvenes lo creyeron muerto; después, al tercer día,
comenzaron su bebida fermentada; entonces se embriagaron todos los
jóvenes. Estando todos ebrios, los cuatrocientos jóvenes no tenían
ya Sabiduría; entonces su casa fue derribada sobre sus cabezas por
Sabio Pez-Tierra, y acabaron por ser todos destruidos. Ni uno ni
dos de aquellos cuatrocientos jóvenes se salvaron; fueron matados
por Sabio Pez-Tierra, hijo de Principal Guacamayo. Así murieron los
cuatrocientos jóvenes. Se dice también que entraron en la
constelación llamada a causa de ellos el Montón , pero esto no es
quizás más que una fábula. Aquí contaremos también la derrota de
Sabio Pez-Tierra por los dos engendrados Maestro Mago,
Brujito.

He aquí
la derrota, la muerte de Sabio Pez-Tierra cuando fue vencido por
los engendrados Maestro Mago. Brujito. He aquí lo que hirió el
corazón de aquellos engendrados: los cuatrocientos jóvenes matados
por Sabio Pez-Tierra. Solamente de pescados, solamente de
cangrejos, se sostenía él, se nutría, al borde del agua; ése era su
alimento cotidiano. De día erraba, buscando su subsistencia; de
noche, transportaba las montañas. En seguida un gran cangrejo fue
imitado por Maestro Mago, Brujito. Le pusieron una faz en madera de
Ek ; pues la madera de Ek se encuentra por doquiera en las
selvas; hicieron con ella las grandes patas del cangrejo; después,
de Pahac las patas pequeñas. Pusiéronle un carapacho de piedra que
acabó la faz posterior del congrejo. En seguida, pusieron a esta
“tortuga” en el fondo de una gruta al pie de una gran montaña;
Meaván , nombre de la montaña de la derrota. Después, los
engendrados fueron al encuentro de Sabio Pez-Tierra, al borde del
agua. “¿Adonde vas, oh hijo?”, dijeron a Sabio Pez-Tierra. “No voy
a ninguna parte, sino que busco mi subsistencia”, respondió Sabio
Pez-Tierra. “¿Cuál es tu alimento?”. “Solamente pescados, solamente
cangrejos; no he podido cogerlos aquí. Hace dos días que no he
comido y ya no puedo más de hambre”, dijo Sabio Pez-Tierra a
Maestro Mago, Brujito. “Allá abajo, en el fondo de la barranca, hay
un cangrejo, un cangrejo verdaderamente grande; seria un glorioso
bocado para tu subsistencia. Pero nos mordió cuando quisimos
cogerlo, y nos asustamos; por nada iríamos a cogerlo”, dijeron
Maestro Mago, Brujito. “Tened piedad de mi faz. Venid a
mostrármelo, oh engendrados”, dijo Sabio Pez-Tierra. “De ningún
modo, no queremos; solamente tú ve allá; no es posible perderse; ve
solamente al borde del agua y llegarás al pie de una gran montaña
donde resuena en el fondo de la barranca; vete, llega”,
respondieron Maestro Mago, Brujito. “¡Ah, tened piedad de mi faz!
Oh engendrados, ¿en dónde encontrarlo? Venid a mostrármelo. Hay
muchos pájaros cantores a los que podréis disparar con cerbatana;
yo sé dónde están”, dijo Sabio Pez-Tierra. Su humildad complació a
los engendrados. “¿Sabrás cogerlo si volvemos allá abajo por tu
causa? Cierto, no probamos ya más; nos mordió cuando entramos
agachados; nos asustamos cuando entramos encorvados, pero por poco
lo alcanzábamos. Es bueno, pues, que entres allí encorvado”, le
dijeron. “Muy bien”, respondió Sabio Pez-Tierra. Entonces caminó en
su compañía. Después, fue llegó al fondo de la barranca. Inclinado
de los dos lados, el cangrejo enderezaba hacia adelante su dorso.
En el fondo de la barranca estaba la añagaza de ellos.
“¡Perfectamente! Quisiera ya ponerla en mi boca”, dijo alegrándose
Sabio Pez-Tierra, porque en verdad se moría de hambre. Así, pues,
quiso intentar, quiso encorvarse, quiso entrar. El cangrejo fue
hacia lo alto. Entonces él se retiró. “¿No lo has alcanzado”?,
dijeron los dos engendrados. “No está ahí, sino que subió: pero al
principio por poco lo cogía. Quizás fuera bueno que yo entrase”,
respondió él. Después, encorvándose, entró; acabó de entrar; no
mostró afuera más que las puntas de los pies. La gran montaña acabó
de minarse, se aplastó, descendió sobre su corazón. Él ya no se
revolvió más: Sabio Pez-Tierra fue piedra. Tal fue la derrota de
Sabio Pez-Tierra por los engendrados Maestro Mago, Brujito.
“Hacedor de Montañas”, dice el relato de antaño. Primer hijo de
Principal Guacamayo. Al pie de la montaña llamada Meaván fue
vencido. No es sino por Magia como fue vencido el segundo de los
que se enorgullecían. Vamos a contar la historia de
otro.






El
tercero de los que se enorgullecían, segundo hijo de Principal
Guacamayo, llamado Gigante de la Tierra, decía: “Yo destruyo las
montañas”. Y Maestro Mago, Brujito, vencieron también a Gigante de
la Tierra. Maestro Gigante Relámpago, Huella del Relámpago,
Esplendor del Relámpago, dijeron, hablando a Maestro Mago, Brujito:
“Que también sea vencido el segundo hijo de Principal Guacamayo.
Tal es nuestra Palabra, porque no está bien lo que él hace sobre la
tierra: exaltar su gloria, su grandeza, en potencia. Que ya no sea
más así”. “Atraedlo dulcemente hacia el Oriente” , dijeron “también
los Maestros Gigantes a los dos engendrados. “Muy bien, jefes”,
respondieron éstos. “No está bien lo que vemos. ¿No sois vosotros
la Existencia, la Fundación, los Espíritus del Cielo?”, dijeron los
engendrados, recibiendo la Palabra de los Maestros Gigantes. Y en
aquel momento Gigante de la Tierra destruía las montañas. Por poco
que con el pie golpease la tierra, en seguida a causa de esto se
desgarraban las montañas grandes, las montañas pequeñas . Entonces
fue encontrado por los engendrados. “Joven, ¿adonde vas?”,
dijéronle a Gigante de la Tierra. “No voy a ninguna parte,
solamente derribo las montañas, yo soy su destructor, mientras haya
días, mientras haya albas ”, dijo él, respondió él entonces.
Después, a su vez, Gigante de la Tierra les dijo a Maestro Mago,
Brujito: “¿Por qué venís vosotros? Yo no conozco vuestros rostros.
¿Cuál es vuestro nombre?”; así dijo Gigante de la Tierra. “No
tenemos nombre. Solamente cazamos con cerbatana, solamente cazamos
con liga, en las montañas. Nosotros somos solamente unos pobres;
nada es de nosotros, oh joven. Solamente recorremos las pequeñas
montañas, las grandes montañas, oh joven. He aquí que hemos visto
una gran montaña, pero en donde está se ven precipicios; se eleva a
gran altura: es tan alta que sobrepasa a todas las montañas. No
hemos podido coger, pues, en ella uno, dos pájaros, oh joven. ¿Pero
derribas verdaderamente todas las montañas, oh joven?”, dijeron
Maestro Mago, Brujito a Gigante de la Tierra. “¿Visteis
verdaderamente la montaña que decís? ¿En dónde está? Yo la veré, la
derribaré. ¿En dónde la visteis?” “Está allá abajo, al Este”,
respondieron Maestro Mago, Brujito. “Bien. Elegid nuestro camino ”,
dijo él a los engendrados. “No, no. Te pondremos entre los dos en
medio, y uno estará a tu izquierda, uno a tu derecha, a causa de
nuestras cerbatanas; si hay pájaros nosotros les dispararemos con
las cerbatanas”, respondieron. Alegremente probaron a disparar con
sus cerbatanas. He aquí que disparando con las cerbatanas no había
bala en sus cerbatanas; solamente soplaban disparando con las
cerbatanas contra los pájaros ; Gigante de la Tierra estaba
maravillado. Entonces los engendrados frotaron fuego , asaron sus
pájaros ante el fuego. Untaron con creta alrededor un pájaro, le
pusieron tierra blanca . “He aquí lo que le daremos para excitar su
gula por el husmo que en él encontrará. Nuestro pájaro le
derrocará. De igual modo que de tierra está envuelto todo alrededor
por nosotros este pájaro, a tierra le echaremos, en tierra le
inhumaremos. Demasiada Ciencia en un construido, un formado, cuando
comienza la germinación, cuando comienza el alba”, dijeron los
engendrados. “Cierto, a causa del deseo de todos los corazones de
comer, de triturar, el corazón de Gigante de la Tierra deseará lo
mismo”, dijeron entre sí Maestro Mago, Brujito. Durante este tiempo
asaban al pájaro, el cual cocía y amarilleaba asándose; el jugo del
pájaro goteaba, fluía por todas partes, tenía un husmo muy suave.
He aquí que Gigante de la Tierra deseó comer de él y que se le hizo
agua la boca, que bostezó, que la saliva, la baba, corrió a causa
del sabroso pájaro. Entonces preguntó: “¿Qué es este alimento?
Siento un husmo verdaderamente exquisito. Dadme pues un poco”; así
dijo. Se le dio entonces el pájaro a Gigante de la Tierra, para
vencerlo. Después de que hubo acabado de comerse aquel pájaro,
caminaron de nuevo dirigiéndose hacia el Oriente, en donde estaba
la gran montaña. He aquí que va Gigante de la Tierra se desvanecía
de los pies, de las manos, estaba sin fuerzas, a causa de la tierra
con la cual se había untado todo alrededor el pájaro del que había
comido. No podía ya hacerles nada a las montañas ni acabar de
derribarlas. Y entonces, ligado por los engendrados, estando sus
manos atadas atrás, sus manos guardadas por los extranjeros, el
cuello y las piernas ligados juntamente, fue en seguida tendido en
tierra, fue inhumado. Tal fue la derrota de Gigante de la Tierra,
solamente por Maestro Mago, Brujito. Innumerables fueron sus
acciones sobre la tierra. He aquí que contaremos el nacimiento de
Maestro Mago, Brujito, pues hemos contado primeramente la derrota
de Principal Guacamayo y la de Sabio Pez-Tierra y la de Gigante de
la Tierra, sobre la tierra.






He aquí
que diremos el nombre del padre de Maestro Mago, Brujito.
Musitaremos el origen, musitaremos solamente la historia, el
relato, del engendramiento de Maestro Mago, Brujito; no diremos de
esto sino la mitad y solamente una parte de la historia de su
padre. He aquí, pues, la historia de éste. Su nombre es Supremo
Maestro Mago, como se dice. Sus padres son Antiguo Secreto, Antigua
Ocultadora. Por ellos, en la noche, fueron engendrados Supremo
Maestro Mago, Principal Maestro Mago, por Antiguo Secreto. Antigua
Ocultadora. Ahora pues, Supremo Maestro Mago engendró dos hijos:
Maestro Mono es el nombre del primer hijo, Maestro Simio es el
nombre del segundo hijo. Y el nombre de su madre, es éste: Paridora
de Monos; tal es el nombre de la esposa de Supremo Maestro Mago.
Principal Maestro Mago, sin esposa, célibe. Pero estos dos hijos
eran muy grandes Sabios; grande su Ciencia; augures aquí en la
tierra; buenos su existencia, su nacimiento. Se mostró toda la
Ciencia ante Maestro Mono. Maestro Simio, hijos de Supremo Maestro
Mago. Maestro Mono. Maestro Simio, llegaron a ser músicos,
cantantes, tiradores de cerbatana, pintores, escultores, joyeros,
orfebres. Ahora bien, Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago,
no hacían cotidianamente más que jugar al blanco, que jugar a la
pelota . Cada dos días encontrábanse cuatro, reuníanse en el juego
de pelota. Para verlos venía el Gavilán, mensajero de Maestro
Gigante Relámpago, Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago.
Ahora bien, este Gavilán, de no lejos de aquí en la tierra, de no
lejos de Xibalbá llegaba seguidamente al cielo, junto a los
Maestros Gigantes. Mientras ellos permanecían aquí en la tierra, la
madre de Maestro Mono, Maestro Simio, murió. He aquí que, caminando
hacia Xibalbá jugaron a la pelota, lo que oyeron Supremo Muerto.
Principal Muerto, jefes de Xibalbá. “¿Qué hacen sobre la tierra?
¿Quién la hace temblar? ¿Quién hace tal batahola? Que se envíe a
buscarlos, a traerlos aquí; que vengan a jugar a la pelota a fin de
que los venzamos. Verdaderamente, no somos obedecidos por ellos: no
hay obediencia, no hay respeto para nuestro ser. No hacen mas que
batallar sobre nuestras cabezas”, dijo todo Xibalbá. Entonces todos
celebraron consejo. Estos llamados Supremo Muerto, Principal
Muerto, los Grandes Decidores de Palabra . He aquí a todos los
jefes, a quienes éstos daban sus cargos de poder; cada uno jefe por
orden de Supremo Muerto. Principal Muerto. He aquí, pues, los
nombres de los jefes: Extiende Tullidos. Reúne Sangre: su cargo:
los hombres que tienen flujos de sangre. He aquí también a los
jefes Hacedor de Abscesos. Hacedor de Ictericia; su poder: dar a
los hombres tumores, darles abscesos en las piernas y amarillearles
el rostro, lo que se llama ictericia, y éste era el poder de
Hacedor de Abscesos, Hacedor de Ictericia. He aquí además a los
jefes Varilla de Huesos, Varilla de Cráneos, los de la varilla de
Xibalbá; solamente de huesos eran sus varillas; su mayordomía:
osificar a los hombres a fin de que, no siendo más que huesos y
cráneos al morir, no haya que recoger más que sus esqueletos; tal
era la función de los llamados Varilla de Huesos, Varilla de
Cráneos. He aquí también a los jefes llamados Hacedor de Traición,
Hacedor de Infortunio; he aquí sus cargos: chocar al hombre contra
la traición; sea detrás de su morada, sea delante de su morada; que
tuvo la mala suerte de caer, boca arriba, sobre el suelo: se moría;
tal era el poder de Hacedor de traición, Hacedor de Infortunio. He
aquí también a los jefes llamados Gavilán de sangre, Opresión; he
aquí su poder: el hombre moría en camino de lo que se llama muerte
súbita, viniéndole la sangre a la boca; entonces él moría,
vomitando la sangre; a cada uno correspondía el cargo de romper la
garganta, el corazón del hombre, para que muriese en camino,
haciéndole llegar de repente la sangre a la garganta mientras
marchaba; tal era el poder de Gavilán de Sangre, Opresión. He aquí
que se reunieron en consejo para combatir, atormentar, a Supremo
Maestro Mago, Principal Maestro Mago. Xibalbá quería burlarse de
Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago, de sus escudos de
cuero, de sus anillos, de sus guantes, de sus coronas y de los
cascos con que se engalanaban Supremo Maestro Mago, Principal
Maestro Mago. He aquí, pues, que contaremos su viaje a Xibalbá,
dejando permanecer aparte a Maestro Mono, Maestro Simio, hijos de
Supremo Maestro Mago y cuya madre estaba ya muerta. En seguida,
contaremos la derrota de Maestro Mono, Maestro Simio, por Maestro
Mago, Brujito.






En
seguida partieron los mensajeros de Supremo Muerto, Principal
Muerto. “En camino, oh Consejeros de los Varones. Id a llamar a
Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago. Decidles: «Venid con
nosotros —Que vengan, dicen los jefes. —Que vengan aquí a pelotear
con nosotros: que nos revivifiquemos nuestros rostros con ellos; en
verdad, admiramos sus bocas ; así, pues, que vengan, dicen los
jefes.» —Que al venir traigan lo que tienen: sus anillos , sus
guantes; que vengan también con su pelota, dicen los jefes.”
“Decidles: —Venid”. Así fue dicho a los mensajeros. He aquí a los
mensajeros Búhos: Flecha-Búho, Maestro Gigante Búho,
Guacamayo-Búho, Cabeza-Búho; así se llamaban los mensajeros de
Xibalbá. Flecha-Búho era rápido como una flecha. De Maestro Gigante
Búho la naturaleza era de gigante. De Guacamayo-Búho, la naturaleza
era tener un dorso de fuego . Cabeza Búho no tenía más que una
cabeza, no tenía piernas pero sí alas. Esos cuatro mensajeros
tenían el oficio de Consejeros de los Varones. Partidos de Xibalbá,
llegaron en seguida y se posaron en el juego de pelota. Supremo
Maestro Mago, Principal Maestro Mago, peloteaban allí, en el juego
de pelota llamado Juego de Pelota Ornado con Gran Frontón. Los
Búhos se posaron en el juego de pelota, y formaron su discurso
exactamente en el orden del discurso de todos los jefes llamados
Supremo Muerto, Principal Muerto. Hacedor de Abscesos, Hacedor de
Ictericia, Varilla de Huesos, Varilla de Cráneos, Extiende
Tullidos. Reúne Sangre, Hacedor de Traición, Hacedor de Infortunio,
Gavilán de Sangre, Opresión, que habían formado el discurso para
los Búhos. “¿Los jefes Supremo Muerto. Principal Muerto, dijeron
verdaderamente eso? ¿Dijeron verdaderamente que debíanlos
acompañaros?” —-”Que traigan sus accesorios de juegos, dijeron los
jefes.” “Muy bien. Esperadnos. Al momento nos despedimos de nuestra
madre”, dijeron ellos, Fueron en seguida a la casa y dijeron a su
madre, porque su padre ya había muerto: “Oh madre nuestra,
partimos. Los mensajeros de los jefes han venido a recogernos. —Que
vengan, han dicho ellos, dicen los que fueron enviados hacia
nosotros”. “Pero nuestra pelota quedará como testigo”, añadieron y
luego fueron a atarla en un agujero en lo alto de la mansión.
Después: “La recogeremos”. “En cuanto a vosotros, no haced más que
absorber, cantar, pintar, cincelar, recrear vuestra casa, recrear
el corazón de vuestra abuela”, dijeron a Maestro Mono, Maestro
Simio. Cuando se despidieron, su madre Antigua Ocultadora lloró de
emoción. “Nos vamos, no estamos muertos; no os aflijáis”, dijeron
Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago, poniéndose en camino.
En seguida, Supremo Maestro Mago, Principal! Maestro Mago,
caminaron precedidos por los mensajeros. Después descendieron al
camino que lleva a Xibalbá, de pendientes muy en declive. Habiendo
descendido así, llegaron al borde de los ríos encantados de
barrancos llamados Barranco Cantante Resonante, Barranco Cantante,
que pasaron sobre ríos encantados con árboles espinosos;
innumerables eran los árboles espinosos, pasaron sin hacerse daño .
En seguida llegaron al borde del río de la Sangre , y allí pasaron
sin beber. Llegaron a otro río, de agua solamente; no habiendo sido
vencidos, lo pasaron también. Entonces llegaron allí donde cuatro
caminos se cruzaban: allí fueron vencidos, allí donde cuatro
caminos se cruzaban. Un camino rojo, un camino negro , un camino
blanco, un camino amarillo ; cuatro caminos. He aquí que El
del Camino Negro dijo: “Tomadme, yo el camino-jefe”; así dijo El
del Camino. Allí fueron vencidos. He aquí que siguieron el camino
de Xibalbá. Al llegar allá donde se congregaba el gobierno de
Xibalbá, fueron vencidos. Ahora bien, los primeros sentados eran un
maniquí, y un muñeco hecho de madera, arreglados por Xibalbá. Éstos
fueron los primeros a quienes saludaron. “Salud. Supremo Muerto”,
dijeron al maniquí; “Salud, Principal Muerto”, dijeron al muñeco
hecho de madera. Éstos no respondieron. Entonces los jefes de
Xibalbá hicieron ruido de risa: todos los jefes hicieron ruido de
risa, pues en su espíritu eran victoriosos y Supremo Maestro Mago.
Principal Maestro Mago, estaban vencidos. Rieron primeramente.
Después Supremo Muerto, Principal Muerto, dijeron: “¡Muy bien!
Habéis venido. Que mañana se despierten vuestros rostros, vuestros
anillos, vuestros guantes”: así dijeron. “Sentaos en nuestro banco
”, fue dicho, pero el banco que daban era una piedra quemante; al
sentarse en el banco, se quemaron; verdaderamente se escurrieron de
aquel banco sin encontrar alivio: verdaderamente se levantaron,
aquel asiento les quemaba. Entonces los Xibalbá se rieron otra vez;
de risa tenían Ja lengua espesa; la serpiente Risa nacía en su
corazón, en su sangre, en sus huesos. Reían, todos los Xibalbá
reían. “Id a vuestra morada. Allí se os ofrecerá en el dormitorio
vuestro pino , vuestro tabaco ”, se les dijo. En seguida llegaron a
la Mansión Tenebrosa; no había más que tinieblas en el interior de
la mansión. Entonces los Xibalbá celebraron consejo.
“Sacrifiquémoslos mañana; que mueran pronto; su juego nos insulta”,
se dijeron unos a otros los Xibalbá. Ahora, pues, su pino era una
flecha redonda, del pino llamado Blanco Pedernal, el pino pedernal
sacrificatorio de Xibalbá; puntiagudo era, pues, su juego; debía
llegar aprisa a su fin y favorecer el plan de Xibalbá. Supremo
Maestro Mago, Principal Maestro Mago, entraron en la Mansión
Tenebrosa. Se les dieron sus pinos; a cada uno el pino encendido de
Supremo Muerto. Principal Muerto: con esto a cada uno llegó también
de los jefes su tabaco encendido; llegóse entonces a darlos a
Supremo Maestro Mago. Principal Maestro Mago. Estaban en la
obscuridad cuando se llegó a darles sus pinos y su tabaco; desde la
entrada los pinos alumbraron. “Que cada uno queme su pino y su
tabaco; que a la aurora vengan a darlos: pero que sin gastarlos nos
los devuelvan, os dicen los jefes”, díjose. Así fueron derrotados.
El pino se consumió, el tabaco también se consumió, que se les
había dado. Numerosas las pruebas de Xibalbá; muchas suertes de
pruebas. La primera, la Mansión Tenebrosa, toda de oscuridad al
interior. La segunda, llamada Mansión de los Calofríos, en la cual
un frío muy insoportable, un frío muy picante, llenaba el interior.
La tercera, llamada Mansión de los Jaguares, donde no había más que
jaguares entremezclándose, atacándose, enseñando los dientes,
mofándose, jaguares encerrados en la mansión. Mansión de los
Murciélagos, nombre de la cuarta mansión; en el interior de la
mansión, solamente murciélagos que gritaban, que aleteaban, que
revoloteaban en la mansión, murciélagos encerrados sin poder salir.
La quinta. Mansión de Obsidiana; no había más que vencedores, con
sus flechas, en silencio, en lucha, en la mansión. Éstas son las
primeras pruebas de Xibalbá, pero Supremo Maestro Mago. Principal
Maestro Mago, no entraron; basta con mencionar los nombres de las
mansiones de pruebas. Cuando Supremo Maestro Mago, Principal
Maestro Mago, llegaron ante Supremo Muerto. Principal Muerto.
“¿Dónde está mi tabaco, dónde está mi pino, que se os llevaron ayer
noche?”, les fue dicho. “Los acabamos, oh jefes”. “Muy bien. Ahora
acabaremos vuestros días, moriréis; seréis perdidos, seréis
cortados ; aquí vuestra faz será escondida; seréis
sacrificados”, dijeron Supremo Muerto, Principal Muerto. Entonces
se les sacrificó, se les enterró en el Juego de Pelota de los
Sacrificios, así llamado. Se cortó la cabeza de Supremo Maestro
Mago, y el primogénito fue enterrado con el segundón. “Que se ponga
su cabeza en el árbol que está en el camino”, dijeron Supremo
Muerto, Principal Muerto. Cuando se fue a colocar la cabeza en
medio del árbol, entonces el árbol dio frutas; no había frutas
antes de que fuera puesta la cabeza de Supremo Maestro Mago en
medio del árbol. Ahora bien, esta cabeza es la que llamamos ahora
Cabeza de Supremo Maestro Mago, como se dice. Supremo Muerto,
Principal Muerto, consideraron asombrados las frutas del árbol,
frutas enteramente redondas. No se veía en dónde estaba la cabeza
de Supremo Maestro Mago, fruta idéntica a las frutas del
calabacero. Toda Xibalbá vino a mirar, a ver aquello. Grande se
volvió en su espíritu el carácter de aquel árbol a causa de lo que
se había súbitamente hecho en él cuando se había colocado en medio
de él la cabeza de Supremo Maestro Mago. Entonces los Xibalbá se
dijeron entre sí: “Que ninguno coja sus frutas. Que ninguno venga
al pie del árbol”; así dijeron todos los Xibalbá, vedándose
mutuamente, prohibiéndose mutuamente. Desde entonces la cabeza de
Supremo Maestro Mago no se descubrió ya más; no formó más que un
todo con las frutas del árbol llamado Calabacero. Pero una joven
oyó ese gran relato, y he aquí, pues, que contaremos su
aventura.






Y he
aquí la historia de una joven, hija de un jefe llamado Reúne
Sangre. Y he aquí que una joven, hija de un jefe, oyó. Reúne
Sangre, era el nombre de su padre. La de la Sangre, era el nombre
de la joven. Cuando oyó la historia de las frutas del árbol, que le
fue contada por su padre, se maravilló grandemente de tal relato.
“¿Por qué no iría yo a ver ese árbol del cual se habla? Por lo que
oigo decir, esas frutas son verdaderamente agradables”, se dijo
ella. Entonces partió sola, y llegó al pie del árbol plantado en
medio del Juego de Pelota de los Sacrificios. “¡Ah, ah! ¿Son ésas
las frutas del árbol? ¡Cuan agradables las frutas de ese árbol!
¿Moriré, me perderé si cojo algunas?”, dijo la joven. Entonces el
hueso que estaba en medio del árbol habló. “¿Qué deseas? Estas
bolas redondas en las ramas de árbol no son más que huesos”, dijo
la cabeza de Supremo Maestro Mago, hablándole a la adolescente.
“¿Las deseas todavía?”, añadió. “Ése es mi deseo”, dijo la joven.
“¡Muy bien! Extiende solamente el extremo de tu mano”. “Sí”, dijo
la adolescente, alargando su mano que extendió ante el hueso.
Entonces el hueso lanzó con fuerza saliva en la mano extendida de
la joven; ésta, al instante, miró con mirada curiosa el hueco de su
mano, pero la saliva del hueso ya no estaba en su mano, “En esa
saliva, esa baba, te he dado mi posteridad. He aquí que mi cabeza
no hablará ya más; ya no es más que un hueso descarnado. Así son
igualmente las cabezas de los grandes jefes. Sólo la carne vuelve
buena la cara, de donde proviene, cuando mueren, el terror de los
hombres a causa de las osamentas. Lo mismo pasa con los hijos, cuyo
ser es como la saliva, la baba, la cual, sea de hijos de jefes, sea
de hijos de Sabios, de oradores, no se pierde sino que se extiende,
se continúa, sin que se extinga, sin que se aniquile la faz del
jefe, del Varón, del Sabio, del Orador. Tal como pasa con los hijos
que vienen, así he hecho contigo. Sube, pues, a la tierra sin
morir. Que en ti penetre mi Palabra . Que así sea”, dijo la cabeza
de Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago. Ahora bien, esta
Magia la habían hecho ellos por la Palabra de Maestro Gigante
Relámpago, Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago. La joven
volvió entonces a su casa, habiéndole sido hechas numerosas
advertencias . Y al instante, solamente por la saliva, sus hijos
nacieron en su vientre. Tal fue el engendramiento de Maestro Mago,
Brujito. La adolescente llegó a su casa. Seis lunas se acabaron.
Entonces ella fue examinada por su padre; Reúne Sangre, nombre de
su padre. Después del examen de la joven por el padre, éste vio que
allí había un hijo. Entonces los jefes Supremo Muerto, Muerto
Principal, juntaron toda su sabiduría con la de Reúne Sangre. “Oh,
jefes, he aquí que por fornicación mi hija tiene un hijo”, dijo
Reúne Sangre, al llegar junto a los jefes. “¡Y bien! Cava su boca .
Si no habla que se la sacrifique, que se vaya a sacrificarla lejos
de aquí”. “Muy bien, oh grandes jefes”, respondió él. Entonces le
preguntó a su hija: “Oh, hija mía, ¿cuál es el posesor del hijo que
hay en tu vientre? ”. Ella respondió: “Oh, padre mío, ahí no hay
hijo; no hay ningún hombre del cual yo conozca la faz”. Él
respondió: “¡Perfectamente! ¡Verdaderamente! ¡Oh fornicadora!” “Que
se la lleven. Oh Consejeros de los Varones, sacrificadla, recoged
su corazón en una copa. Volved hoy al lado de los jefes”, dijo él a
los Búhos. Entonces los cuatro Búhos fueron a coger la copa,
caminaron, transportando a la adolescente en sus brazos, llevando
el Blanco Pedernal para sacrificarla. “Oh mensajeros, no haríais
bien en matarme, pues sin fornicación concebí lo que está en mi
vientre, que se engendró cuandro fui a admirar la cabeza de Supremo
Maestro Mago, que está en el Juego de Pelota de los Sacrificios.
Así, pues, no me sacrifiquéis, oh Mensajeros”, dijo la adolescente,
“hablándoles. “¿Qué pondremos en cambio en tu corazón? Nos ha sido
dicho por su padre: «Recoged su corazón, volved al lado de los
jefes; cumpliréis, y después manifestaréis el cumplimiento; traed
prontamente en una copa, colocad en el fondo de la copa el
corazón». ¿No nos habló así? ¿Qué presentaremos, pues, en la copa?
Sin embargo, desde luego, queremos que no mueras”, dijeron los
mensajeros. “Muy bien. Este corazón no puede ser de ellos. Vuestra
casa no puede tampoco estar aquí. No solamente tendréis poder sobre
la muerte de los hombres, sino que, en verdad, vuestros serán los
verdaderos fornicadores . Míos serán en seguida Supremo Muerto,
Principal Muerto. Que sólo la sangre del Drago esté ante sus
rostros. Este corazón no será quemado ante ellos. Poned el fruto
del árbol”, dijo la joven. Y, roja, la savia del árbol salió y
fluyó en la copa; se hinchó allí y se volvió bola en reemplazo del
corazón. Brotante salió la savia del árbol rojo; semejante a
sangre; la savia salió en cambio de la sangre; entonces la sangre,
la savia del árbol rojo se formó en bola; semejante a sangre,
apareció brillante, rojiza, en bola, en la copa. Entonces el árbol
se volvió célebre a causa de la adolescente; fue llamado Árbol Rojo
de Cochinilla; fue pues llamado Sangre a causa de la sangre del
Drago, así llamado. “Allí pues seréis amados, y lo que está en la
superficie de la tierra será vuestro”, dijo ella a los Búhos. “Muy
bien, joven. Partimos, vamos a dar cuenta. Sigue tu camino. Vamos a
presentar ante los jefes la imagen, el sustituto, de tu corazón”,
respondieron los mensajeros. Cuando llegaron ante los jefes, todos
esperaban ansiosamente. “¿Se acabó?”, dijo entonces Supremo Muerto.
“Se acabó, oh jefes. He aquí ahora el corazón en la copa”. “Muy
bien. Que yo vea”, dijo Supremo Muerto. Entonces él levantó
aquello. La savia rojiza se esparció como sangre. “Animad bien el
resplandor del fuego. Poned esto en el fuego”, agregó Supremo
Muerto. Después de que se le hubo puesto en el fuego, los Xibalbá
comenzaron a oler el olor, todos comenzaron a estar aturdidos, pues
verdaderamente agradable era el perfume que olían del humo de la
sangre. Mientras que permanecían así, los Búhos, advertidos por la
adolescente, subieron numerosos a la cavidad sobre la tierra,
adonde subió también su dadora de aviso . Así fueron vencidos los
jefes de Xibalbá por esta joven que los burló a
todos.






La
abuela de Maestro Mono, Maestro Simio, estaba allí cuando la mujer
Sangre vino a casa de la abuela de Maestro Mono, Maestro Simio. En
ella vivían sus hijos, y poco faltaba para que naciesen los
llamados Maestro Mago, Brujito. Cuando la mujer llegó a casa de la
abuela, la mujer dijo a la abuela: “Llego, oh madre, yo Tu nuera,
yo Tu hija, oh Madre”; así dijo al entrar en casa de la abuela.
“¿De dónde vienes tú? ¿Dónde están mis hijos? ¿No han muerto en
Xibalbá? ¿Sus dos descendientes, el signo de su Palabra, llamados
Maestro Mono. Maestro Simio, no los ves tú? Sal de aquí. Vete”, fue
respondido por la abuela a la adolescente. “En verdad, yo soy
ciertamente tu nuera. Yo soy de Supremo Maestro Mago; helo aquí
llevado vivo. Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago, no
están muertos; su sentencia les ha hecho ilustres. Tú eres Mi
suegra. Así, ve sus rostros queridos en los que yo traigo”, dijo
ella a la abuela. En seguida, Maestro Mono, Maestro Simio, se
irritaron. No hacían más que música, más que canto; su trabajo
cotidiano no era sino pintura, sino escultura; recreaban el corazón
de su abuela. La abuela recomenzó: “Ninguna necesidad tengo de ti
para nuera mía. Sólo la fornicación hay en tu vientre. Oh
mentirosa, mis hijos de los cuales hablas, han muerto”. La abuela
dijo otra vez: “Demasiado verdaderas son mis palabras. Pero sea, tú
eres mi nuera, a lo que entiendo. Ve pues a recoger su alimento
para los que comen; ve a coger una gran red llena. Vuelve en
seguida puesto que eres mi nuera, a lo que entiendo”, le dijo a la
joven. “Muy bien”, respondió ésta, y después tomó el camino de las
sementeras que habían sembrado Maestro Mono, Maestro Simio, por
quienes había sido desmontado el campo; la adolescente lo siguió y
llegó así a las sementeras. Un solo tallo en el campo; no había dos
tallos, tres tallos; sólo un tallo manifestaba su faz. Entonces se
angustió el corazón de la joven. “Desdichada de mí, yo, deseadora
carnal. ¿Dónde recogeré la red de alimentos que se me ha dicho?”,
añadió. Entonces invocó a Guardián del Alimento para que él viniera
y para que ella llevara. “¡La de la Lluvia. La de la Madurez. La
del Cacao, vosotras que preparáis el maíz, tú, Guardián del
Alimento de Maestro Mono, Maestro Simio!”, dijo la adolescente.
Entonces tomó las barbas, las brácteas de la mazorca, las arrancó
dulcemente, sin coger la mazorca, y las arregló como mazorcas en la
red; llenó la gran red. Entonces la joven se fue. Unos animales se
encargaron de la red; al llegar fueron a poner la banastada contra
la pared de la mansión. La abuela corrió para verla. Cuando la
abuela vio una gran red llena de alimento: “¿De dónde te ha venido
este alimento? ¿Has arruinado, has acabado de coger mis sementeras?
Voy a ver”, dijo la abuela, poniéndose en camino, yendo a ver sus
sementeras. Pero había como siempre un tallo. Se veía dónde había
sido puesta la red. Por tanto, la abuela volvió aprisa a la casa; y
dijo a la adolescente: “En verdad, ése es el signo de que eres mi
nuera. Aún veré tus actos, los de los muy Sabios que están en ti”;
así le dijo a la joven.

He aquí que diremos la infancia de Maestro Mago, Brujito. He aquí que vamos
a contar su infancia. Cuando fue llegado el día del alumbramiento,
la adolescente llamada Sangre dio a luz. La abuela no asistió al
parto. Al instante nacieron los dos que fueron paridos, llamados
Maestro Mago, Brujito; en la montaña nacieron. Entonces entraron en
la morada: pero no dormían. “Vete a llevarlos afuera. En verdad
gritan sus bocas”, dijo la abuela. Entonces se les puso sobre las
hormigas, pero su sueño fue agradable. De allí se les llevó y se
les puso sobre espinas. Ahora bien. Maestro Mono. Maestro Simio,
deseaban que muriesen allá, sobre las hormigas, que muriesen allá,
sobre las espinas. Lo deseaban porque eran rivales, envidiados,
para Maestro Mono, Maestro Simio. Al principio sus hermano? menores
no fueron recibidos por ellos en la mansión; ésto? no los
conocieron y vivieron en la montaña. Ahora bien. Maestro Mono,
Maestro Simio, eran grandes músicos, cantantes. Los dos recién
nacidos crecieron, y grandes tormentos y penas los fatigaron, los
atormentaron. Habíanse vuelto grandísimos sabios: habíanse vuelto
músicos, cantantes, escultores: todo era bien hecho por ellos.
Sabían su nacimiento; sabían también que eran los sustitutos de su
padre, quien había ido a Xibalbá, adónde había muerto su padre.
Maestro Mono. Maestro Simio, eran grandísimos sabios; en su
espíritu lo habían sabido todo desde luego, cuando habían nacido
sus hermanos menores. Pero su sapiencia no se mostró a causa de su
envidia; en ellos dominó la humillación de sus corazones. Pero
ningún acto de Maestro Mago, Brujito, les había perjudicado. En
efecto, éstos no hacían cada día más que tirar con cerbatanas. No
eran amados por su abuela y por Maestro Mono, Maestro Simio. No se
les daba de comer, sino que, cuando la comida había acabado, cuando
Maestro Mono, Maestro Simio, habían comido, entonces venían ellos.
No se encolerizaban, no se irritaban, pero sufrían. Conocían su ser
y veían claro. Cada día al venir traían pájaros que Maestro Mono,
Maestro Simio, comían sin darles nada al uno o al otro, Maestro
Mago, Brujito, Maestro Mono, Maestro Simio, no hacían más que
música, canto. Ahora bien. Maestro Mago, Brujito, habían venido sin
traer pájaros; la abuela se irritó cuando entraron: “¿Por qué no
traéis pájaros?”, les dijo a Maestro Mago, Brujito. “Madre nuestra,
he aquí que nuestros pájaros se han enredado en ¡as ramas frondosas
de un árbol”, respondieron. “Abuela nuestra, no podemos subir al
árbol para cogerlos; pero que nuestros hermanos mayores suban a él,
que vengan con nosotros y que bajen los pájaros”, añadieron. “Muy
bien. Al alba iremos con vosotros , respondieron los primogénitos.
Ahora bien, la Sabiduría de Maestro Mono, Maestro Simio, estaba
muerta en ellos dos en lo concerniente, a su derrota. “No
cambiaremos sino su ser y su vientre. Nuestra Palabra obrará a
causa de los grandes tormentos que nos han infligido para que
muriésemos, que fuésemos aniquilados, que nos sobreviniese una
desgracia a nosotros sus hermanos menores. Como a sirvientes nos
han rebajado en sus corazones; nosotros los humillaremos lo mismo,
lo cual haremos como signo”, su dijeron el uno al otro mientras
iban al pie del árbol llamado Palo-Amarillo . Acompañados de sus
hermanos mayores, caminaban disparando con las cerbatanas,
innumerables eran los pájaros que gorjeaban en el árbol, y sus
hermanos mayores se maravillaban de ver aquellos pájaros. “He aquí
pájaros, pero ni uno sólo ha caído al pie del árbol; no ha caído
ninguno de nuestros pájaros; id a hacerlos caer”, dijeron a los
primogénitos. “Muy bien”, respondieron éstos. Pero cuando hubieron
subido al árbol, el árbol creció, su tronco engrosó; y cuando
Maestro Mono, Maestro Simio, quisieron bajar después, no pudieron
descender de la cima del árbol. Desde la cima del árbol dijeron:
“Oh, hermanos menores nuestros, ¿cómo ha pasado esto? Tened piedad
de nuestros rostros. He aquí que este árbol espanta a los que lo
miran, oh hermanos menores nuestros”; así dijeron desde la cima del
árbol. Y Maestro Mago, Brujito, dijeron: “Desenrrollad vuestros
taparrabos, atadlos bajo vuestros vientres, con una larga punta
colgando que echaréis por detrás, y así marcharéis cómodamente”,
así respondieron los dos hermanos menores. “Muy bien”, dijeron los
primogénitos tirando de las extremidades de sus taparrabos, pero al
instante éstas se volvieron colas, y ellos fueron metamorfoseados
en monos. En seguida caminaron por las cimas de los árboles de las
montañas pequeñas, de las montañas grandes; caminaron por las
selvas, alegrándose, balanceándose en las ramas de los árboles. Así
fueron vencidos Maestro Mono, Maestro Simio,” por Maestro Mago,
Brujito, quienes no lo hicieron sino por su Ciencia Mágica.
Volvieron entonces a su casa. Al llegar dijeron a su abuela y a su
madre: “Oh abuela nuestra, ¿qué les ha pasado, pues, a nuestros
hermanos mayores? Súbitamente sus rostros se han vuelto como los de
los animales”, así dijeron. “Si sois vosotros quienes habéis hecho
eso a vuestros hermanos mayores, me habéis hecho infeliz, me habéis
hecho desdichada. Oh hijos míos, no haced, pues, eso a vuestros
hermanos mayores”, respondió la abuela a Maestro Mago, Brujito.
Ellos respondieron entonces a su abuela: “Oh abuela nuestra, no os
aflijáis; volveréis a ver los rostros de nuestros hermanos mayores;
volverán, pero esto será una prueba para vos, nuestra abuela.
Guardaos de reír. Probad ahora su suerte”. En seguida comenzaron a
tocar la flauta, a tocar el “Mono de Maestro Mago”. Después
cantaron, tañeron la flauta, tocaron el tambor, tomando sus
flautas, sus tambores. Sentaron entonces con ellos a su abuela;
cuando tañeron la flauta, con el canto y con la música ejecutaron
el aire llamando con el nombre de “Mono de Maestro Mago”. Entonces
entraron Maestro Mono, Maestro Simio, quienes danzaron al llegar.
Cuando la abuela echó de ver sus feas caras, cuando ella los vio,
entonces la abuela se rió, la abuela no pudo contener la risa; al
instante, fuéronse; ella no vio ya más sus caras. “¡Eh, abuela
nuestra, se han ido a la selva! Abuela nuestra, ¿por qué hicisteis
eso? Cuatro veces solamente probaremos. Solamente tres veces
todavía haremos resonar la flauta, el canto. Retened vuestra risa,
y que la prueba recomience”, dijeron otra vez Maestro Mago,
Brujito; después, tocaron de nuevo la flauta. Los primogénitos
volvieron entonces, danzando, al centro de la morada, pero causaban
tanto placer, incitaban tanto a reír a su abuela, que bien pronto
la abuela se rió. Verdaderamente risibles eran sus faces de monos
con sus anchos vientres, sus colas inquietas, sus estómagos lisos;
cuando entraron, esto hizo reír a la abuela. Entonces, volvieron a
las montañas. “Abuela nuestra, ¿qué haremos? Solamente por la
tercera vez probaremos”, dijeron Maestro Mago, Brujito, quienes
tocaron una vez más la flauta. Los primogénitos volvieron de nuevo
bailando, pero su abuela se abstuvo de reír. Subieron a la terraza
del edificio; sus ojos, muy rojos, chispeaban; se acurrucaron; con
sus hocicos alargados se hicieron muecas. Entonces la abuela los
miró de nuevo, y al instante la abuela estalló en risa. A causa de
la risa de la abuela no se volvieron a ver ya más sus rostros. “Oh,
abuela nuestra, los llamaremos todavía, por cuarta vez”. Entonces
los segundones tocaron de nuevo la flauta, pero sus hermanos
mayores no volvieron a la cuarta vez, sino que se fueron al
instante a la selva. Los segundones dijeron, entonces, a la abuela:
“Abuela nuestra, habíamos probado y al principio vinieron; acabamos
aún de probar a llamarlos. No os enfadéis. Nosotros somos,
nosotros, vuestros nietos y os miramos como a nuestra madre, oh
abuela nuestra, en memoria de nuestros hermanos mayores que se
distinguieron, que se llamaron Maestro Mono, Maestro Simio, así
llamados”; así dijeron Maestro Mago, Brujito. Ahora bien, los
primogénitos eran invocados por los músicos, por los cantantes,
entre los hombres de otros tiempos; antaño también los pintores,
los cinceladores, los invocaban. Pero se volvieron animales, fueron
hechos monos, porque se enorgullecían, porque maltrataban a sus
hermanos menores. Así fueron aminorados sus corazones; así fueron
perdidos, fueron aniquilados Maestro Mono, Maestro Simio, vueltos
animales. Ahora bien, habían estado siempre en su casa, en donde se
habían hecho grandes músicos, cantantes, cuando vivían con su
abuela, con su madre.
Los
segundones comenzaron sus trabajos para manifestarse ante su
abuela, ante su madre. Primeramente hicieron su campo. “Oh abuela
nuestra, oh madre nuestra, trabajaremos en los campos”, dijeron.
“No os aflijáis. Nosotros somos, nosotros, vuestros nietos,
nosotros los sustitutos de nuestros hermanos mayores”, dijeron
Maestro Mago, Brujito. Entonces tomaron su hacha para madera, su
azadón, su coa , y caminaron, cada uno con su cerbatana al hombro.
Al salir de su casa recomendaron a su abuela que les llevara su
comida. “Oh abuela nuestra, que se nos dé a mediodía nuestro
alimento”, dijeron. “Muy bien, oh nietos míos”, respondió su
abuela. Llegaron en seguida allá donde estaba el campo. Por todas
partes en donde hundieron su azadón en la tierra, el azadón sólo
trabajó la tierra; ellos no trabajaban; el azadón sólo. Y golpearon
con el hacha los troncos de los árboles y las ramas de los árboles,
derribando, podando, derribándolo todo, árboles, bejucos; y cortaba
aquella madera, hacía todo aquello, un hacha sola. He aquí que el
azadón arrancaba mucho; innumerables las zarzas, los espinos,
trabajados por un azadón sólo; innumerable lo que fue arrancado en
las montañas pequeñas, las montañas grandes. Entonces ordenaron a
un animal llamado Paloma Torcaz; habiéndola hecho subir a un gran
tronco, Maestro Mago, Brujito, le dijeron: “Mira cuando nuestra
abuela venga a darnos nuestro alimento; arrulla luego que llegue,
arrulla y cogeremos el azadón, el hacha”. “Muy bien”, respondió
Paloma Torcaz. He aquí que ellos no hicieron más que tirar con
cerbatanas; en realidad no trabajaron el campo. Después de lo cual.
Paloma Torcaz arrulló. Al instante vinieron, el uno a tomar el
azadón, el otro a tornar el hacha. Habiéndose envuelto la cabeza,
el uno se cubrió falazmente de tierra las manos, ensuciándose el
rostro lo mismo, como un verdadero labrador; el otro se cubrió
falazmente de astillas de madera la cabeza, como si verdaderamente
hubiera podado, carpinteado. Entonces fueron vistos por su abuela.
En seguida comieron. En verdad, no habían trabajado el campo;
llegóse, pues, sin causa, a darles su comida. Cuando llegaron a la
casa: “Abuela nuestra, verdaderamente nos acostamos”, dijeron al
entrar, estirando sin motivo sus piernas, sus brazos, delante de su
abuela. Cuando al día siguiente volvieron, llegaron al campo, todos
los árboles, los bejucos, se habían vuelto a levantar, todas las
zarzas, los espinos, estaban enmarañados, cuando llegaron. “¿Quién
se ha burlado de nosotros?”, dijeron. “Los que hicieron esto son
todos los animales pequeños, los animales grandes, puma, jaguar,
venado, conejo, zorro, coyote, cerdo, puerco-espín, los pájaros
pequeños, los pájaros grandes; son ellos quienes hicieron esto y lo
hicieron en una noche”. En seguida comenzaron de nuevo a trabajar
el campo, hicieron lo mismo en la tierra para cortar los árboles;
celebraron consejo mientras cortaban los árboles, mientras
arrancaban. “Solamente velaremos nuestro campo. Quizás
sorprenderemos a quienes vinieron a hacer esto”, dijeron celebrando
consejo; después volviéronse a la casa. “¿Qué véis? ¿Se burlan de
nosotros, oh abuela nuestra? Grandes hierbas, la gran selva, hay
allá adonde estaba nuestro campo cuando de día fuimos, oh abuela
nuestra”, dijeron a su abuela, a su madre. “Volveremos, velaremos;
no está bien que se nos haga eso”, dijeron. En seguida se armaron,
en seguida volvieron a sus árboles cortados y se ocultaron en
ellos, se abrigaron a la sombra. Entonces los animalitos se
congregaron, cada especie reuniéndose, todos los animales pequeños,
los animales grandes; he aquí que a media noche llegaron. He aquí
sus Palabras: “¡Arboles, levantaos! ¡Bejucos, levantaos!”; así
dijeron al llegar, amontonándose bajo los árboles, bajo los
bejucos; entonces avanzaron, se mostraron, ante los rostros de los
dos segundones. He aquí los primeros: el puma, el jaguar; los
jóvenes quisieron cogerlos, pero no se dieron a ellos. Entonces
avanzaron, colas acercadas, el venado, el conejo; los jóvenes los
asieron pero no arrancaron más que la extremidad de la cola del
venado, del conejo, que se les quedó entre las manos: habiendo
asido la cola del venado, la cola del conejo, dichas colas fueron
acortadas. El zorro, el coyote, el cerdo, el puerco-espín, no se
dieron a ellos. Todos los animales se mostraron ante Maestro Mago.
Brujito. Los corazones de éstos fueron afligidos porque no cogieron
ninguno. Otro llegó, el último; llegó brincando. Entonces ellos se
pusieron de través en su camino, cogieron en un pañuelo a la Rata.
Habiéndola cogido le apretaron vivamente la cabeza, queriendo
ahogarla. Le quemaron la cola en el fuego; entonces la rata comenzó
a llevar así la cola, a no tener pelos en la cola; sus ojos
volviéronse saltones porque habían querido ahogarla los engendrados
Maestro Mago, Brujito. “Que yo no muera por obra de vosotros.
Vuestro oficio no es cultivar”, les dijo la rata. “¿Qué nos cuentas
tú ahora?”, respondieron a la rata los engendrados. “Dejadme un
momento. Mi Palabra está en mi vientre y yo os la contaré: dadme
ahora algo de comer”, dijo la rata. “Después te daremos de comer;
cuenta primero”, fue dicho. “Muy bien. He aquí que los bienes de
vuestros padres llamados Supremo Mago, Principal Maestro Mago,
quienes murieron en Xibalbá, existen suspendidos en lo alto de la
mansión; sus anillos, sus guantes, su pelota; pero vuestra abuela
no quiso mostrároslo, pues vuestros padres murieron por eso”.
“¿Dices la verdad?”, dijeron a la rata los engendrados. Gran
alegría hubo en sus corazones al oír la historia de la pelota.
Habiendo contado la rata, ellos dieron de comer a la rata. “He aquí
tu alimento; maíz, pimiento blanco, frijoles, cacao moneda , cacao
clase extra, serán tuyos; lo que fuere conservado, olvidado, tuyo
también y tú lo roerás”, dijeron a la rata Maestro Mago, Brujito.
“Muy bien, engendrados. ¿Qué diré si vuestra abuela me ve?”,
respondió. “Que tu corazón no tema. Aquí estamos nosotros, prestos
estamos nosotros para responder a nuestra abuela. Vamos aprisa a
subir a ese rincón de la mansión; vamos adonde es preciso ir; tú
subirás aprisa adonde aquello está suspendido; nosotros veremos en
los cordajes de la mansión; también veremos por nuestra comida”,
dijeron a la rata. Se consultaron una noche; después de haber
celebrado consejo, Maestro Mago, Brujito, llegaron a mediodía. Sin
mostrar la rata que llevaban, llegaron; el uno entró abiertamente
en la casa; el otro fue al rincón de la mansión, en donde al
instante dejó trepar a la rata. Pidieron entonces a su abuela su
comida. “Moled solamente nuestro alimento; no deseamos más que un
caldo con pimiento , oh abuela nuestra”, dijeron. Ella les preparó
al instante una copa de caldo caliente que puso delante de sus
rostros. Solamente para engañar a su abuela, a su madre. Derramaron
el agua del cántaro. “Nuestras bocas están verdaderamente secas. Id
a buscar nuestra bebida”, dijeron a la abuela. “Sí”, dijo ella
saliendo. Sin embargo, comieron, verdaderamente sin hambre; no
obraban sino por fingimiento. Mientras vigilaban el caldo de
pimiento para la rata, la rata trepaba junto a la pelota suspendida
en lo alto de la mansión. Mientras vigilaban el caldo de pimiento,
enviaron un Mosquito; el Mosquito, animal semejante a un cínife,
fue al borde del río; al instante agujereó el fondo del cántaro de
la abuela, y el agua se derramó por el fondo del cántaro; ella
trató de tapar el fondo del cántaro pero no pudo. “¿Qué hace
nuestra abuela? Nos sofocamos, por falta de agua; nos acabamos por
nuestras bocas secas , dijeron a su madre, enviándola afuera. La
rata subió en seguida junto a la pelota que cayó de las cuerdas de
la casa con los anillos, los guantes, los escudos de cuero; los
tomaron al instante y fueron a esconderlos en el camino que
conducía al juego de pelota. Después fueron a buscar a su abuela al
borde del río; su abuela, su madre, trataban cada una de tapar el
fondo del cántaro. Llegaron ellos, cada uno con sus cerbatanas, y
avanzaron hasta el borde del río. “¿Qué hacéis? Nuestros corazones
se cansan; venimos”, dijeron. “Ved el fondo del cántaro; no se
puede tapar”, respondió la abuela . Al instante ellos lo taparon.
Volvieron, marchando delante de su abuela. He aquí cómo les fue
entregada la pelota.






Ahora
bien, ellos se regocijaron de ir a pelotear en el juego de pelota.
Fueron lejos a jugar solos; barrieron el juego de pelota de su
padre. Entonces los jefes de Xibalbá los oyeron. “¿Quiénes son esos
que comienzan ahora a jugar sobre nuestras cabezas, que no se
avergüenzan de hacer temblar la tierra? Supremo Maestro Mago,
Principal Maestro Mago, que quisieron enorgullecerse ante nuestros
rostros, ¿no están muertos? Que se vaya, pues, a llamar a ésos”,
dijeron Supremo Muerto, Principal Muerto, a todos los jefes.
Enviaron. Dijeron a sus mensajeros: “Id a decirles: «que vengan»,
dicen los jefes. «Aquí queremos pelotear con ellos; dentro de siete
días jugaremos», dicen los jefes. Id a decirles eso”, fue repetido
a los mensajeros. Éstos tomaron el gran camino que los engendrados
habían desmontado hasta su casa, recto hasta su casa; por él los
mensajeros llegaron directamente hasta donde estaba la abuela, los
engendrados comían en el juego de pelota cuando llegaron los
mensajeros de Xibalbá. “En verdad, que vengan, dicen los jefes”,
dijeron los mensajeros de Xibalbá. Entonces los mensajeros de
Xibalbá indicaron el día de la venida de los engendrados. “Dentro
de siete días se les esperará”, dijeron a Antigua Ocultadora los
enviados. “Muy bien. Allí estarán, oh mensajeros”, respondió la
abuela. Y los enviados se pusieron en camino y regresaron a
Xibalbá. Entonces se angustió el corazón de la abuela: “¿A quién
enviaría yo para hablar a mis nietos? En verdad, ¿no es así como
antaño vinieron los mensajeros a coger a sus padres?”, dijo
tristemente la abuela entrando sola en la casa. Al instante por
debajo de su vestido cayó un Piojo. Ella lo asió, lo levantó, lo
puso en su mano en donde el piojo se movió, anduvo. “Oh nieto mío,
¿quieres que te envíe al juego de pelota para llamar a mis
nietos?”, le dijo al piojo. “Unos mensajeros han venido como
heraldos a decir a vuestra abuela: «Que se preparen y que dentro de
siete días vengan»; así han dicho los mensajeros de Xibalbá. Así
dice vuestra abuela”, le dijo al piojo. Entonces éste caminó, se
apresuró. Ahora, pues, sentado en el camino, encontró a un
engendrado llamado Batracio, un sapo. “¿Adonde vas?”, le dijo el
sapo al piojo. “Mi palabra está en mi vientre; voy hacia donde
están los jóvenes”, dijo el piojo a Batracio. “Muy bien. No te
apresuras, por lo que veo”, fue dicho al piojo por el sapo.
“¿Quieres que te trague? Verás cómo me apresuro. Llegaremos al
instante”. “Muy bien”, dijo el piojo al sapo, e inmediatamente fue
tragado por el sapo. Ahora bien, el sapo anduvo largo tiempo,
caminando sin darse prisa; después encontró a una gran serpiente
llamada Blanca Víbora. “¿Adonde vas, oh Batracio, oh engendrado?”,
dijo Blanca Víbora al sapo. “Soy un mensajero; mi Palabra está en
mi vientre”, dijo el sapo a la serpiente. “Por lo que veo, no te
apresuras. ¿Iré yo más aprisa?”, dijo la serpiente al sapo. “Ven
aquí aprisa”, añadió; entonces el sapo fue tragado por Blanca
Víbora. Desde entonces las serpientes toman al sapo como alimento;
se comen ahora a los sapos. La serpiente caminaba, corría. La
serpiente fue encontrada por el Gavilán, gran ave; al instante la
serpiente fue tragada por el gavilán, quien poco después llegó a lo
alto del juego de pelota. Desde entonces el gavilán tomó por
alimento, se comió a las serpientes en las montañas. Al llegar, el
gavilán se posó en el reborde del edificio del juego de pelota en
donde se divertían en pelotear Maestro Mago, Brujito. Al posarse el
gavilán gritó: “¡Gavilán! ¡Gavilán!”; su grito dijo: “Gavilán”.
“¿Qué es ese grito? ¡Pronto, nuestras cerbatanas”, dijeron los
engendrados, y después dispararon con las cerbatanas al gavilán, le
enviaron en los ojos el hueso de la cerbatana; al instante dio una
vuelta sobre sí mismo y cayó. Corrieron inmediatamente a cogerlo. |
y después lo interrogaron: “¿Por qué vienes?”, le dijeron al
gavilán. “Mi mensaje está en mi vientre, pero primero curad mis
ojos y después os lo diré”, dijo el gavilán. “Muy bien”, dijeron
ellos. Tomaron un poco de la pelota de su juego de pelota y lo
aplicaron sobre la faz del gavilán. Esto fue llamado Remedio-Pelota
por ellos. Al instante con eso curaron bien la faz del gavilán.
“Habla ahora”, le dijeron al gavilán. Entonces él vomitó a la gran
serpiente. “Habla”, le dijeron a la serpiente. “Sí”, dijo ésta, y
entonces vomitó al sapo. “¿Dónde está el mensaje anunciado?”, le
dijeron al sapo. “En mi vientre está mi Palabra”, dijo el sapo.
Entonces trató de vomitar, hizo esfuerzos, pero no vomitó; la
tentativa solamente cubrió de baba su boca, sin vomitar. Los
engendrados quisieron entonces maltratarlo. “Eres un engañador”,
dijeron pateándole el trasero : entonces los huesos de su trasero
descendieron sobre sus piernas. Probó otra vez; solamente baba
ensució su boca. Entonces abrieron la boca del sapo; fue abierta |
su boca por los engendrados; buscaron en su boca; ahora bien, el
piojo estaba junto a los dientes del sapo; estaba en su boca. No se
lo había tragado: solamente como si se lo hubiera tragado. Así fue
vencido el sapo; no se conoce la clase de alimentos que le fue
dada; no corre; no es sino carne para serpientes. “Habla”, fue
dicho entonces al piojo. Él contó su mensaje. “Oh engendrado,
vuestra abuela ha dicho esto: «Ve a llamarlos. De Xibalbá han
venido a llamarlos los mensajeros de Supremo Muerto, Principal
Muerto. —Que vengan aquí a pelotear con nosotros dentro de siete
días; que vengan también sus accesorios de juego; pelota, anillos,
guantes, escudos de cuero; que aquí se vivifiquen sus rostros,
dicen los jefes. En verdad, ellos han venido», dice vuestra abuela.
Entonces yo he venido. Vuestra abuela ha dicho eso verdaderamente.
Vuestra abuela llora, gime. Yo he venido”. “¿Es verdad esto?”,
dijeron en sus corazones los engendrados, al escucharlo. Al
instante caminaron, llegaron junto a su abuela, solamente para
despedirse de su abuela, para partir. “Oh abuela nuestra, partimos,
nos despedimos de vos. He aquí que dejamos el signo de nuestra
Palabra. Cada uno plantamos aquí una caña; las plantamos en medio
de la casa. Si se secan, signo será de nuestra muerte. «Han
muerto», diréis si se secan. Si echan yemas diréis: «Viven» . Oh
abuela nuestra, oh madre nuestra, no lloréis. He aquí el signo de
nuestra Palabra que queda junto a vosotras”, dijeron. Partieron,
luego que Maestro Mago hubo plantado una caña, y que Brujito hubo
plantado una caña. Las plantaron, no en las montañas, no en una
tierra verdeante, sino en una tierra seca, en medio de la casa en
donde las dejaron plantadas.






Entonces caminaron, cada uno con su cerbatana.
Descendieron hacia Xibalbá. Descendieron aprisa la pendiente rápida
y pasaron los ríos encantados de los barrancos; los pasaron entre
pájaros; son los pájaros llamados Congregados. Pasaron el río
Absceso, el río Sangre, en donde, en el espíritu de los Xibalbá,
debían ser vencidos; no los pasaron sino sobre sus certabanas.
Salidos de allí, llegaron a la encrucijada de los Cuatro Caminos.
Ahora bien, ellos conocían los caminos de Xibalbá: el camino negro,
el camino blanco, el camino rojo, el camino verde. Por tanto, desde
allí enviaron a un animal llamado Mosquito; éste debía recoger las
noticias que ellos le enviaban a buscar: “Pica a cada uno de ellos.
Muerde primeramente al que esté sentado primero, y después, acaba
por picarlos a todos. Tu alimento será chupar en los caminos la
sangre humana”, fue dicho a Mosquito. “Muy bien”, respondió
Mosquito. Entonces entró por el camino negro. Llegó junto al
maniquí, al muñeco labrado en madera, los primeros sentados,
engalanados. Picó al primero, que no habló. Picó al otro, picó al
segundo sentado, que no habló. Picó al tercero; el tercero era
Supremo Muerto. “¡Ay! ¡Ay!”, dijo Supremo Muerto cuando fue picado.
“¿Qué, Supremo Muerto, quién os picó?”, le dijo Principal Muerto.
“No sé”, respondió Supremo Muerto. “¡Ay!” dijo el cuarto sentado.
“¿Qué, Principal Muerto, quién os picó?”, dijo el quinto sentado.
“¡Ay! ¡Ay!”, dijo. Extiende Tullidos. Principal Muerto le dijo:
“¿Quién os picó?”. Picado, el sexto dijo: “¡Ay!”. “¿Qué, Reúne
Sangre?”, le dijo Extiende Tullidos. “¿Quién os picó?”, dijo el
séptimo, que entonces fue picado. “¡Ay!”, dijo. “¿Qué, El del
Absceso?”, le dijo Reúne Sangre. “¿Quién os picó?”, dijo el octavo
sentado que fue entonces picado. “¡Ay!” dijo. “¿Qué, El de la
Ictericia?”, le dijo el del Absceso. “¿Quién os picó?”, le dijo el
noveno sentado que entonces fue picado. “¡Ay!”, dijo. “¿Qué,
Varilla de Hueso?”, le dijo el de la Ictericia. “¿Quién os picó?”,
le dijo el décimo sentado, que fue entonces picado. “¡Ay!” “¿Qué,
Varilla de Cráneos?”, le dijo Varilla de Huesos. “¿Quién os picó?”,
dijo el undécimo sentado, que fue entonces picado. “¡Ay!”, dijo.
“¿Qué?”, le dijo Varilla de Cráneos. “¿Quién os picó?”, dijo el
duodécimo sentado, que fue entonces picado: “¡Ay!”, dijo. “¿Qué,
Opresión?”, le fue dicho. “¿Quién os picó?”, dijo el decimotercero
sentado que fue entonces picado. “¡Ay!”. “¿Qué. Gavilán de
Sangre?”, le dijo Opresión. “¿Quién os picó?”, dijo el decimocuarto
sentado que fue entonces picado. “¡Ay!”. “¿Quién os picó. Garras
Sangrientas?”, le dijo Dientes Sangrientos. Así fueron nombrados
sus nombres; todos se nombraron el uno al otro; así, manifestaron
sus rostros ; al nombrar sus nombres, siendo nombrado cada uno
de los capitanes por el otro; el nombre de uno, sentado en el
rincón, fue dicho. No hubo ninguno cuyo nombre se omitiera. Se
acabó de nombrar todos sus nombres cuando fueron picados por el
pelo de la faz de la rodilla de Maestro Mago; en realidad no era un
mosquito quien les había picado, quien había ido a escuchar todos
sus nombres para Maestro Mago, Brujito. En seguida, éstos
caminaron, llegaron adonde estaban los de Xibalbá. “Saludad a los
jefes”, se les dijo; “ésos sentados”, les dijo un tentador. “Ésos
no son los jefes, sino un maniquí, un muñeco de madera”, dijeron
ellos avanzando. Entonces saludaron: “Salud, Supremo Muerto. Salud,
Principal Muerto. Salud, Extiende Tullido. Salud. Reúne Sangre.
Salud, El del Absceso. Salud El de la Ictericia. Salud, Varilla de
Huesos. Salud, Varilla de Cráneos. Salud. Gavilán de Sangre. Salud,
Dientes Sangrientos. Salud. Garras Sangrientas”, dijeron al
avanzar. De todos descubrieron los rostros, nombraron todos sus
nombres; no hubo ni un nombre omitido. Los Xibalbá hubieran querido
que sus nombres no fuesen descubiertos por ellos. “Sentaos”, les
dijeron, deseando que se pusiesen sobre un banco, pero los
engendrados no quisieron. “Ése no es nuestro banco sino un banco de
piedra quemante” dijeron, invictos. Maestro Mago. Brujito. “Muy
bien. Id a vuestra morada”, se les dijo. Entonces invictos,
entraron en la Mansión Tenebrosa.


Ésa era
la primera prueba de Xibalbá. Entonces, en el espíritu de Xibalbá,
desde la entrada comenzaban su derrota. Primeramente entraron en la
Mansión Tenebrosa. Se fue en seguida a darles sus pinos encendidos;
entonces fue entregado a cada uno su tabaco por los mensajeros de
Supremo Muerto. “El jefe dice: “He aquí los pinos. Al alba
devolverán sus pinos y sus tabacos; los devolverán intactos”; así
dice el jefe”, dijeron al llegar los mensajeros. “Muy bien”, se
respondió. En realidad ellos no encendieron sus pinos, sino que
pusieron en su lugar algo rojo; fue una cola de guacamayo lo que
vieron, semejante a pinos encendidos, los veladores. Pusieron sobre
su tabaco solamente bestezuelas de fuego . Alumbraron con aquello
una noche. “Están vencidos”, dijeron los veladores. Pero sus pinos
no estaban acabados, tenían el mismo aspecto, y su tabaco, que no
habían encendido, la misma forma; fuese a darlos a los jefes.
“¿Cómo han hecho? ¿De dónde vienen esos Varones? ¿Quién los llevó,
quién los engendró? Verdaderamente nuestro corazón arde por esto.
No está bien lo que nos hacen. Extraños son sus rostros, extraños
sus seres”, se dijeron entre sí. Entonces todos los jefes los
hicieron llamar: “Vamos, juguemos a la pelota , oh engendrados”,
dijeron. Entonces Supremo Muerto, Principal Muerto, los
interrogaron: “Oh vosotros, ¿de dónde venís? Contádnoslo todo, oh
engendrados”, les dijeron los Xibalbá. “¿De dónde venimos? No
sabemos”, respondieron ellos sin responder nada más. “Bien.
Lancemos pues nuestra pelota, oh engendrados”, les dijeron los
Xibalbá. Ellos respondieron: “Bien. No usarnos sino nuestra pelota,
la de nosotros”. Los Xibalbá dijeron: “No usaréis la de vosotros,
sino la de nosotros”. Los engendrados dijeron: “No es ésa, es la
nuestra la que usaremos”. “Muy bien”, dijeron los Xibalbá. Los
engendrados dijeron: “Id solamente por un Chil”. Los Xibalbá
dijeron: “No, sino una cabeza de puma”. “Está dicho”, dijeron los
engendrados. “No”, dijeron los Xibalbá. “Muy bien”, dijo Maestro
Mago. Cuando el juego fue comenzado por los Xibalbá, éstos enviaron
la pelota ante el anillo de Maestro Mago. En seguida, mientras que
los Xibalbá miraban su lanzamiento de juego, la pelota se lanzó, se
fue botando por todas partes en el suelo del juego de pelota.
“¿Qué, pues?”, dijeron Maestro Mago, Brujito. “Queréis pues que
muramos. ¿No habéis enviado a decir que viniésemos aquí? ¿Vuestros
mensajeros no vinieron? En verdad, tened piedad de nuestros
rostros. Pero nos vamos”, dijeron los engendrados. He aquí lo que
Xibalbá deseaba para los engendrados: que muriesen pronto en el
juego de pelota, que fuesen vencidos. No fue así, sino que los
Xibalbá fueron vencidos por los engendrados. “No partáis, oh
engendrados. Juguemos a la pelota; admitimos la vuestra”, se les
dijo a los engendrados. “Muy bien”, respondieron éstos y después
lanzaron su pelota. Entonces cesó el juego de pelota. En seguida
apreciaron sus derrotas. “¿Cómo los venceremos?”, dijeron los
Xibalbá. “Partid pues en seguida”, se les dijo a los engendrados.
“Cogednos cuatro jarrones de flores”, dijeron los Xibalbá.
“Perfectamente. ¿Cuáles flores?”, dijeron a los Xibalbá los
engendrados. “Un ramo de rojas Crotalarias , un ramo de blancas
Crotalarias, un ramo de amarillas Crotalarias, un ramo de Grandes
Peces ”. dijeron los Xibalbá. “Muy bien”, respondieron los
engendrados. Entonces descendieron las flechas que los guardaban;
todas iguales en fuerza; numerosas las flechas que guardaban a
aquellos engendrados; pero buenos los corazones de éstos cuando se
dieron a aquellos que debían vencer a los engendrados. Los Xibalbá
se regocijaban ya de que éstos serían vencidos. “Obramos bien.
Desde luego serán vencidos”, decían los Xibalbá. “¿Adonde iréis a
coger las flores?”, decían en su pensamiento. “En verdad esta noche
nos daréis las flores. Venceremos ahora”, dijeron los Xibalbá a los
engendrados Maestro Mago, Brujito. “Muy bien”. “Esta noche
jugaremos también a la pelota”, dijeron despidiéndose de ellos.
Cuando los engendrados entraron después en la Mansión de Obsidiana,
la segunda prueba de Xibalbá, los jefes habían ordenado que fuesen
atravesados de parte a parte por las flechas; que esto sucediera
prontamente estaba en sus corazones: que muriesen estaba en sus
corazones; pero no murieron. Los engendrados hablaron entonces a
las flechas, les mandaron entonces: “He aquí. Para vosotros serán
todas las carnes de animales”, dijeron a las flechas; éstas no se
movieron ya más, todas las flechas se inclinaron. Estuvieron ellos
así toda la noche en la Mansión de Obsidiana. En seguida llamaron a
todas las hormigas. “Hormigas-Obsidianas. Hormigas Zampopos venid,
id todas, id a tomar todas las clases de flores que pidieron los
jefes”. “Muy bien”, respondieron ellas. Todas las hormigas fueron a
coger las flores del jardín de Supremo Muerto. Ya éstos habían
ordenado a los Vigilantes de las flores de Xibalbá: “Oh vosotros
que vigiláis nuestras flores, no las dejéis robar por esos
engendrados a los que venceremos. ¿Adonde irían ellos a ver en otra
parte las flores que les hemos ordenado? No hay. Velad esta noche”.
“Muy bien”, respondieron. Pero los vigilantes del jardín no oyeron
a las Hormigas. En vano gritaban entre las ramas de los árboles del
jardín, con los mismos cantos y palabras: “Se ha entrado en lo
negro, se ha entrado en lo negro”, decía el uno cantando. “Sobremos
montes, sobre los montes”, decía el otro cantando. Sobres los
Montes, nombre de los dos Vigilantes del jardín de Supremo Muerto,
Principal Muerto. Pero no supieron que las hormigas robaban lo que
ellos guardaban. Iban por filas, cortando los arriates de flores,
caminando con aquellas flores que llevaban con sus pinzas, sobre
los árboles, aquellas flores olorosas, bajo los árboles. Sin
embargo, los Vigilantes gritaban a voz en cuello, sin saber que
unas pinzas aserraban sus colas, aserraban sus alas. Era una
cosecha de flores la que cortaban las pinzas, de perfumes, la que
transportaban las pinzas. Apresuradamente se llenaron los cuatro
jarrones de flores y estaban llenos al alba. Los mensajeros fueron
en seguida a llamarlos: “Que vengan, dice el jefe, que traigan
inmediatamente aquello de que hemos hablado”, dijeron a los
engendrados. “Muy bien”, dijeron éstos. Tenían los cuatro jarrones
llenos de flores, cuando se presentaron ante los rostros del jefe,
de los jefes; éstos tomaron las flores, agradables de ver. Así fue
vencido Xibalbá. Los engendrados no habían enviado sino hormigas.
En una sola noche, las hormigas habían cogido las flores, las
habían dado | a los engendrados en los jarrones. Entonces todos los
Xibalbá palidecieron; a causa de aquellas flores sus rostros
emblanquecieron. Al instante enviaron a buscar a los Vigilantes de
las flores. “¿Por qué dejasteis robar nuestras flores? ¡He aquí que
vemos aquí nuestras flores!”, dijeron a los Vigilantes. “Nosotros
no supimos nada, oh jefes. Nuestras colas sufrieron”, respondieron
ellos. Entonces se laceraron sus bocas, en pago del robo de lo que
vigilaban. Así Supremo Muerto, Principal Muerto, fueron vencidos
por Maestro Mago. Brujito; éste fue el comienzo de sus acciones.
Desde entonces los “Se ha entrado en lo negro” tienen la boca
hendida; ahora está hendida. Después de esto se descendió a jugar a
la pelota. Todos juntos pelotearon. Entonces se previnieron para el
alba; así dijo Xibalbá. “Muy bien”, respondieron finalmente los
engendrados.


Entraron en seguida en la Mansión del Frío .
Incalculable el frío. Denso el granizo menudo en la Mansión, casa
del frío. El frío cesó prontamente por la Magia de los nietos, el
frío fue destruido por los engendrados. No murieron; vivían al
alba; Xibalbá deseaba sin embargo que muriesen, pero esto no
sucedió y buenos estaban sus rostros cuando llegó el alba. Salieron
cuando sus vigilantes fueron a llamarlos. “¡Como! ¡No han muerto!”,
dijo el gobierno de Xibalbá, maravillándose de las acciones de los
engendrados Maestro Mago, Brujito. Entraron después en la Mansión
de los Jaguares. Muchos jaguares en la casa: “No nos mordáis, somos
de los vuestros”, dijeron a los jaguares. Arrojaron en seguida
huesos ante los animales, quienes inmediatamente pulverizaron los
huesos. “Al fin, ya están pues acabados, sus corazones son comidos,
al fin se han entregado; he aquí que son molidos sus huesos”,
decían los veladores, regocijándose todos en sus corazones. Pero
ellos no habían muerto; de nuevo buenos estaban sus rostros.
Salieron de la Mansión de los Jaguares. “¿De qué naturaleza son?
¿De dónde vienen?”, dijeron todos los Xibalbá. Entraron después en
el fuego, en una Mansión de Fuego. Solamente fuego en el interior.
No fueron quemados por él, aunque asase, aunque ardiese. También
estaban buenos sus rostros cuando vino el alba. Sin embargo, mucho
se deseaba que muriesen allá por donde pasaban todavía; esto no
sucedió, y por eso desfalleció el corazón de Xibalbá. Entraron
después en la Mansión de los Murciélagos. Solamente murciélagos en
la mansión, una Mansión de los Murciélagos de la Muerte, grandes
animales que tenían el mismo aparato mortal que Punta Victoriosa,
acabando al instante a aquellos que llegaban ante sus fauces.
Estuvieron allá adentro, pero durmieron en sus cerbatanas; no
fueron mordidos por los dientes que estaban en la Mansión. Se
entregaron en seguida, pero a un Murciélago de la Muerte que vino
del cielo a manifestarles lo qué debían hacer. Los murciélagos se
interrogaron, celebraron consejo una noche, aleteando. “Brujo
Abatido, Brujo Abatido”, decían lo dijeron una noche: cesaron sin
embargo un poco. Los murciélagos no se balancearon ya más,
permanecieron en una punta de las cerbatanas. Brujito dijo entonces
a Maestro Mago: “El alba blanquea. Mira”, “Quizás blanquea. Voy a
mirar”, respondió. Cuando quiso mirar desde la boca de la
cerbatana, cuando quiso, ver salir el alba, al instante su cabeza
fue cortada por Murciélago de la Muerte , y la grandeza de Maestro
Mago permaneció débil. Brujito preguntó de nuevo: “¿No alborea?”,
pero Maestro Mago no se volvió. “¿Habrá partido Maestro Mago? ¿Cómo
hiciste eso?”. Pero Maestro Mago no se volvía, estaba solamente
extendido allí. Entonces Brujito tuvo vergüenza. “¡Ay! vencidos
estamos”, dijo. En seguida colocóse la cabeza del Maestro Mago en
el juego de pelota, cumpliendo la palabra do Supremo Muerto,
Principal Muerto. Todo Xibalbá se regocijó a causa de la cabeza de
Maestro Mago.






Después
Brujito llamó a todos los animales, puerco-espines, cerdos, todos
los animales pequeños, los animales grandes, durante la noche, y la
misma noche les preguntó lo que comían. “¿Cuál es vuestro alimento
de cada uno? He aquí que os he llamado para que vayáis a tomar
vuestro alimento”, les dijo Brujito. “Muy bien”, respondieron.
Entonces fueron a tomar el suyo, entonces todos fueron a elegir.
Hubo quienes fueron a tomar lo podrido, hubo quienes fueron a tomar
la hierba, hubo quienes fueron a tomar la piedra, hubo quienes
fueron a tomar la tierra. Diverso? los alimentos de los pequeño?
animales, de los grandes animales. Detrás de los oíros quedaba la
Tortuga acorazada: fue a tomar su parte zigzagueando, llegó al
extremo del cuerpo, y se puso en el lugar de la cabeza de Maestro
Mago; al instante se esculpieron los huesos de la faz . Numerosos
sabios vinieron del cielo. Los Espíritus del Cielo, los mismos
Maestros Gigantes, vinieron a cernerse, vinieron encima de la
Mansión de los Murciélagos. Aunque la cabeza de Maestro Mago no se
terminó en seguida, estuvo bien hecha, apareció con una bella
cabellera y también habló. Y ahora he aquí que quiso hacerse de día
que enrojeció, se coloreó el mundo, que se abrió el día. “¿El
Opossum va a existir?”. “Si”, respondió el Abuelo. Entonces abrió
sus piernas; después hubo de nuevo obscuridad; cuatro veces el
Abuelo abrió sus piernas. “He aquí que se abre el Opossum”. dicen
ahora los hombres. Cuando él iluminó, entonces comenzó la
existencia. “¿La cabeza de Maestro Mago está bien así?”, se dijo.
“Bien”, fue respondido. Así se hizo el molde de la cabeza, y
aquello fue verdaderamente semejante a una cabeza. En seguida
tomaron sus decisiones, se recomendaron no jugar a la pelota. “No
arriesgues más que tú”. “Obraré solo”, respondió Brujito. Ordenó en
seguida a un Conejo. “Ve a ponerte encima del juego de pelota, y
estáte sobre el reborde”, fue dicho al conejo por Brujito. “Cuando
la pelota llegue a ti, vete; yo obraré en seguida”, dijo al conejo
mandándole de noche. Ya venía el alba y buenos estaban los rostros
de los dos engendrados. Se descendió entonces a pelotear allá
adonde estaba suspendida la cabeza de Maestro Mago, encima del
juego de pelota. “Somos vencedores. A vosotros es dada mucha
vergüenza; vosotros os habéis entregado”; fue dicho. Entonces se
gritó a Maestro Mago: “Arranca tu cabeza de la pelota”, así se le
dijo, pero él no sufría con sus injurias. Y he aquí que los jefes
de Xibalbá lanzaron la pelota; Brujito fue en contra; la pelota se
detuvo erguida ante el anillo y salió al instante. La pelota pasó
rápidamente por encima del juego de pelota, y de un bote, se detuvo
en el reborde. Entonces salió el Conejo quien se fue brincando,
pero al instante fue perseguido por los Xibalbá quienes corrieron
tumultuosamente, quienes chillaron detrás del conejo; bien pronto
todo Xibalbá acabó por ir tras el conejo. AI instante Brujito cogió
la cabeza de Maestro Mago y la puso en lugar de la tortuga: después
fue a poner a la tortuga encima del juego de pelota. En verdad,
aquella cabeza era la cabeza de Maestro Mago, lo que les regocijó a
los dos. He aquí que los Xibalbá buscaban la pelota; habiendo
cogido después la pelota en el reborde, gritaron: “Venid. He aquí
la pelota; la hemos atrapado”: así dijeron trayéndola. Entonces
vinieron los Xibalbá. “¿Qué vimos?”, dijeron al recomenzar a
pelotear, Y se peloteó con igualdad, haciéndose puntos de los dos
lados. La tortuga fue en seguida golpeada por Brujito; la tortuga
cayó en el juego de pelota, se desparramó, habiendo estallado como
una vasija de barro ante sus rostros. “¿Quién de vosotros irá a
cogerla? ¿Dónde está el que la cogerá?”, dijeron los Xibalbá. Así,
pues, fueron vencidos los jefes de Xibalbá por Maestro Mago,
Brujito. Grandes fueron los sufrimientos de éstos pero no murieron
de todo lo que se les hizo.


He aquí
ahora el recuerdo de la muerte de Maestro Mago, Brujito; he aquí
que contaremos el recuerdo de su muerte. Habían sido advertidos de
los tormentos que se les hicieron, de los sufrimientos que se les
hicieron, sin morir en las pruebas de Xibalbá, sin ser vencidos por
todos los animales mordedores que había en Xibalbá. Llamaron en
seguida a dos augures, semejantes a videntes, llamados Adivino.
Descubridor, unos sabios. Si fuereis interrogados por los jefes de
Xibalbá acerca de nuestra muerte que ellos meditan y que ellos
preparan, acerca de por qué todavía no estamos muertos, por qué no
fuimos vencidos, no fuimos perdidos, en sus pruebas, decidles que
es solamente porque los animales no entraron en acuerdo con ellos.
En nuestro espíritu sabemos que una piedra quemante será el
instrumento de nuestra muerte. Todos los Xibalbá se reúnen para
esto. Pero en realidad no moriremos. He aquí que os decimos
vuestros consejos. Si para ellos se os interrogara acerca de
nuestra muerte, cuando seamos cortados, ¿qué diréis vosotros, oh
Adivino, oh Descubridor? Si se os dice: «Si esparciésemos sus
huesos en el barranco, ¿estaría bien?» Vosotros diréis: «Así
revivirán sus rostros». Si se os dice: «Colgarlos de los árboles,
¿estaría bien?» Vosotros diréis: «No estaría bien, pues volveríais
a ver sus rostros». Si por tercera vez, se os dice: «¿Estaría bien
que esparciésemos sus huesos en el río?», si eso os es dicho por
ellos, «Así es como morirán. Después será bueno moler en la piedra
sus huesos como es molida en harina la mazorca seca de maíz; que
cada uno sea molido; los esparciréis en seguida en el río allá en
donde cae la fuente, a fin de que se vayan a las montañas pequeñas,
a las montañas grandes», les responderéis, repitiendo las órdenes
que os damos”, dijeron Joven Maestro Mago. Brujito. Ellos
ordenaban, sabiendo que morirían. He aquí que se hizo una gran
piedra quemante semejante a un asador; Xibalbá la hizo y puso en
ellas muchas ramas grandes. Los mensajeros llegaron en seguida para
acompañarlos, los mensajeros de Supremo Muerto, Principal Muerto.
“Que se venga. Vamos con los engendrados. Que se venga a ver que
vamos a asarlos, dice el jefe, oh engendrados”, fue dicho. “Muy
bien”, respondieron. Caminaron apresuradamente. Llegaron junto al
horno semisubterráneo . Quísose que soportasen burlas. “Tomemos
pues aquí nuestras bebidas fermentadas, y que cuatro veces cada uno
de nosotros extienda los brazos, oh engendrados”, fue dicho por
Supremo Muerto. “No os burléis así de nosotros. ¿No sabemos que
moriremos, oh jefes?”, respondieron ellos. Abrazándose rostro con
rostro, alargaron sus brazos y fueron a extenderse boca abajo los
dos, sobre el horno semisubterráneo, y después murieron los dos. En
seguida todos los Xibalbá se regocijaron, por sus silbidos, por sus
ruidos. “Al fin verdaderamente somos vencedores; no es prontamente
como ellos se han dado”, dijeron. Finalmente, llamaron a Adivino,
Descubridor, a quienes los engendrados habían dejado sus órdenes.
Así, se les preguntó adonde debían ir los huesos, y, cuando
hubieron adivinado, los Xibalbá molieron los huesos, fueron a
esparcirlos en el río; pero los huesos no fueron lejos y
descendieron a instante al fondo del agua, en donde se volvieron
unos bellos adolescentes, de los cuales en verdad se manifestaron
de nuevo los rostros.






Al
quinto día se mostraron, pues, de nuevo, y fueron vistos en el agua
por los hombres. Semejantes a dos Hombres-Peces aparecieron.
Entonces sus rostros fueron vistos por los Xibalbá, y fueron
buscados en las aguas. Al día siguiente se mostraron dos pobres, de
lastimosos rostros, de lastimoso aspecto; unos lamentables vestidos
eran sus trajes; sin adorno sus rostros. Entonces fueron vistos por
los Xibalbá. Hicieron poco, pero danzaron el Búho, danzaron la
Comadreja, el Armadillo, danzaron el Ciempiés y los Zancos. Hacían
muchas maravillas. Quemaban las casas como si realmente hubieran
ardido, y después al instante renacían. Numerosos Xibalbá
asistieron a ese espectáculo. En seguida se sacrificaban, uno de
ellos matando al otro, y después el primer matado se tendía”
muerto, pero inmediatamente su rostro revivía. Los Xibalbá asistían
al espectáculo de todo lo que ellos hacían. Hacían el comienzo de
su triunfo sobre Xibalbá. En seguida el relato de sus danzas llegó
a las orejas de los jefes Supremo Muerto, Principal Muerto, los
cuales dijeron al escucharlo: “¿Esos dos pobres son verdaderamente
tan divertidos?” “Verdaderamente bello es lo que danzan y todo lo
que hacen”, respondió el que había contado a los jefes lo que se ha
dicho. Tentados por lo divertido de lo que escuchaban, éstos
enviaron a los bailarines sus mensajeros. “Que vengan para que
asistamos a lo que hacen, que nos maravillemos, que asistamos al
espectáculo”, les fue dicho a los mensajeros. “Decidles eso”, les
dijeron a los mensajeros. Éstos, al llegar junto a los bailarines,
les dijeron las palabras de los jefes. “No, no queremos, pues
verdaderamente tendríamos vergüenza. ¿No tendríamos vergüenza de
subir a la mansión de los jefes, a causa de nuestras feas caras, de
nuestros grandísimos ojos de pobres? ¿No se ha visto que solamente
danzamos? ¿Qué dirían nuestros compañeros de miseria que están allí
deseando también participar en nuestras danzas y en ellas vivificar
sus rostros? No obraremos así con los jefes. No queremos, pues, oh
mensajeros”, dijeron Maestro Mago. Brujito. Excusándose, doliente
el rostro, fueron, enfadados, atormentados, sin querer ir de prisa,
y numerosas veces los mensajeros los trataron con violencia, los
golpearon, para llevarlos ante los jefes. Llegaron así ante los
jefes, se humillaron, bajaron sus rostros al entrar, se humillaron,
se inclinaron, presentando un aspecto lastimoso al entrar, unos
verdaderos rostros de pobres. Entonces se les interrogó sobre sus
comarcas, sus tribus; se les interrogó sobre sus madres, sus
padres. “¿De quiénes venís?”, se les dijo. “No sabemos, oh jefes.
No conocimos los rostros de nuestras madres, nuestros padres;
éramos pequeños cuando murieron”, respondieron, sin hablar más.
“Muy bien. Hacednos admiraros; lo que queráis; os daremos vuestro
pago”, se les dijo. “No queremos nada. En verdad tenemos miedo”,
respondieron a los jefes. “No tengáis miedo ni vergüenza. Danzad
ahora. Ejecutad primero la danza en la que os sacrificáis. Quemad
mi casa. Haced todo lo que sabéis. Que veamos todo lo que hacéis,
es lo que nuestros corazones desean. Partiréis en seguida, oh
pobres, y os daremos vuestro pago”, se les dijo. Cuando ellos
comenzaron sus cantos, sus danzas, todos los Xibalbá vinieron a
extenderse para asistir a todo. Al instante danzaron. Danzaron la
Comadreja, danzaron el Búho, danzaron el Armadillo. El jefe les
dijo: “Sacrificad a este perro mío, y después que por vosotros
reviva su faz” . Así les dijo. “Sea”, respondieron. Sacrificaron al
perro, y después revivificaron su faz; en verdad el perro se
regocijó cuando revivió su faz, hizo danzar su cola cuando revivió
su faz. En seguida el jefe les dijo: “Ahora quemad mi casa”; así
les dijo. Entonces quemaron la casa del jefe; todos los jefes
estaban tendidos en la mansión sin arder. Inmediatamente después
volvieron buena la casa ; un instante solamente había sido
destruida la casa de Supremo Muerto. Todos los jefes estaban
maravillados, se regocijaban mucho de la danza. Entonces les fue
dicho por el jefe: “Ahora matad a un hombre, sacrificadle, sin que
muera”; así les fue dicho. “Muy bien”, respondieron. Entonces
asieron a un hombre, ¡o sacrificaron, arrancaron el corazón de
aquel hombre y, elevándolo, lo pusieron ante los jefes. Supremo
Muerto. Principal Muerto, se asombraron, pero inmediatamente
después revivió por los bailarines el rostro de aquel hombre: su
corazón se regocijó grandemente cuando revivió su rostro. Los jefes
se maravillaron: “Ahora sacrificaos vosotros mismos; nuestro
corazón desea realmente ver eso, esa danza vuestra”, les dijeron
los jefes. “Muy bien, oh jefes”, les fue respondido. Se
sacrificaron en seguida el uno al otro. He aquí que Joven Maestro
Mago fue sacrificado por Brujito; sucesivamente fueron desprendidas
sus piernas, sus brazos; su cabeza fue separada y llevada lejos; su
corazón, arrancado, fue colocado ante todos los jefes de Xibalbá.
quienes giraban embriagados. Asistían a esto: Brujito, danzando.
“Levántate”, dijo él en seguida, y revivificó el rostro de su
hermano. Se regocijaron grandemente. Lo mismo se regocijaron los
jefes, pues lo que se hacia regocijaba los corazones de Supremo
Muerto, principal Muerto, quienes lo sentían como si hubiesen
danzado ellos mismos. En fin, en el ardiente deseo, la curiosidad,
de los corazones de los jefes por la danza de Maestro Mago, Brujito
estas palabras fueron dichas por Supremo Muerto. Principal Muerto:
“Haced lo mismo con nosotros, sacrificadnos”; así dijeron Supremo
Muerto, Principal Muerto, a Joven Maestro Mago, Brujito. “Muy bien.
Vuestros corazones revivirán. ¿La muerte existe para vosotros?
Debemos regocijarnos, oh jefes, de vuestros hijos, de vuestros
engendrados”, fue respondido a los jefes. He aquí que sacrificaron
primero al jefe supremo llamado Supremo Muerto, jefe de Xibalbá.
Habiendo muerto Supremo Muerto, se apoderaron de Principal Muerto y
lo inmolaron sin hacer revivir su rostro. Entonces viendo a sus
jefes muertos, abiertos, los Xibalbá huyeron. En un instante
estaban abiertos, de dos en dos en castigo a sus rostros. En un
instante sucedía la muerte de un jefe, pero no se revivificaba su
rostro. He aquí que un jefe se humilló, se presentó ante los
bailarines, sin haber sido encontrado, sin haber sido alcanzado.
“Tened piedad de mi rostro”, dijo cuando se le reconoció. Todos sus
hijos, su prole, fueron a un gran barranco, llenando de un solo
bloque el gran abismo. Allí estaban amontonados cuando innumerables
hormigas se mostraron, vinieron a expulsarlos del barranco .
Conducidos entonces por el camino, al llegar se humillaron, se
entregaron todos; se humillaron al presentarse. Así fue vencido el
gobierno de Xibalbá; sólo los prodigios de los engendrados, sólo
sus metamorfosis, hicieron esto.

En
seguida dijeron sus nombres, se exaltaron a la faz de todo Xibalbá.
“Escuchad nuestros nombres. Os diremos también los nombres de
nuestros padres. Henos aquí nosotros: Joven Maestro Mago. Brujito,
son nuestros nombres. He aquí a nuestros padres, que vosotros
matasteis: Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago, son sus
nombres. Henos aquí los vengadores de los tormentos, de los
dolores, de nuestros padres. Nosotros sufrimos también todos los
males que les infligisteis. Por tanto os acabaremos. Nosotros,
nosotros os mataremos sin que os salvéis”, fue dicho. En seguida
todo Xibalbá se prosternó, gimiendo. “Tened piedad de nuestros
rostros, oh Maestro Mago, Brujito. En verdad, pecamos contra
vuestros padres a los que nombráis y que están enterrados en el
Juego de Pelota de los Sacrificios”, dijo Xibalbá. “Muy bien. He
aquí nuestra Palabra que decimos sobre vosotros. Escuchad todos, oh
Xibalbá. Puesto que ya no es grande vuestra gloria, puesto que
vuestra potencia ya no existe, y aunque sin gran derecho a la
piedad, vuestra sangre dominará todavía un poco, pero no vuestra
sangre de Drago en el juego de pelota . No tendréis más que tejas,
marmitas, cacharros, el desgranamiento del maíz . Vuestro juego de
pelota no será más que el hijo de las hierbas, el hijo del
desierto. Todos los hijos del alba, la prole del alba, no serán de
vosotros; sólo los grandes habladores se abandonarán a vosotros.
Los del Mal, Los de la Guerra, Los de la Tristeza, Los de la
Miseria, vosotros que hicisteis el mal, lloradle. Ya no se agarrará
a todos los hombres súbitamente como vosotros lo hacíais. Tened
cuidado con la pelota del Drago”; así fue dicho a todos los
Xibalbá. Éste fue en seguida el comienzo de su pérdida, de su
destrucción, así como de su invocación. En otro tiempo su gloria no
era grande, pero ellos deseaban la guerra a los hombres. Fueron
realmente dioses antaño; pero sus espantosos rostros eran malvados.
Los de la Enemistad. Los de los Búhos, no excitaban más que al mal,
más que a ¡a guerra. Así, eran disimulados de corazón, negros -
blancos envidiosos, opresores, se decía. También se pintaban los
rostros, se frotaban con colores. Su grandeza, su potencia, fueron
perdidas: su dominación ya no fue grande. Esto fue hecho por Joven
Maestro Mago, Brujito. Sin embargo, la abuela de éstos gemía,
lloraba ante las cañas que ellos habían plantado. Aquellas cañas
habían echado yemas, y después se habían secado; las cañas habían
echado yernas de nuevo después de que los engendrados habían sido
quemados en el borne semisubterráneo. Entonces, en memoria de
ellos, la abuela encendió, quemó copal ante las cañas. El corazón
de la abuela se regocijó cuando las cañas echaron yemas por segunda
vez. Entonces éstas fueron divinizadas por la abuela quien las
llamó Centro de la Mansión, Centro: tal fue su nombre: Cañas Vivas
en Tierra Allanada se volvió su nombre. He aquí que se les llamó
Centro de la Mansión. Centro, porque aquellas cañas habían sido
plantadas en el centro de lo casa. Ella llamó Tierra Allanada,
Cañas Vivas en Tierra Allanada, a las cañas que los engendrados
habían plantado. He aquí que fueron llamadas Cañas Vivas aquellas
cañas, porque habían echado yemas; ese nombre le fue dado por
Antigua Ocultadora a lo que Maestro Mago. Brujo, habían dejado
plantado a su abuela en recuerdo de ellas. He aquí primeramente a
sus padres que habían muerto en otro tiempo: Supremo Maestro Mago,
Principal Maestro Mago. Los engendrados vieron también allá en
Xibalbá los rostros de sus padres; los padres hablaron a sus
Sustitutos, quienes habían vencido a Xibalbá. He aquí, pues, los
funerales de sus padres hechos por ellos. Se hicieron los funerales
de Principal Maestro Mago, se fue a hacer los funerales al Juego de
Pelota de los Sacrificios. Para ello se quiso hacer su
rostro ; se buscó, pues, allá su nombre , todo, su boca, su
nariz, sus huesos, su rostro. Se consiguió primero su nombre, sin
apenas más; él no quiso decir más que eso, sin pronunciar el nombre
de los Maestros Magos; su boca no quiso decir más que eso. He aquí
además que ensalzaron el espíritu de sus padres a los que dejaban
en el Juego de Pelota de los Sacrificios. “Sed invocados en
adelante”, les dijeron los engendrados a fin de reposar sus
corazones. “Los primeros iréis, los primeros también seréis
glorificados por los hijos del alba, la prole del alba. Vuestro
nombre no se perderá. Que así sea”, dijeron a sus padres, a fin de
reposar sus espíritus. “Somos los vengadores de vuestra muerte, de
los tormentos que se os hizo sufrir”. Así se ordenaron a los que
ellos habían vencido, a todo Xibalbá. Se elevaron en seguida por
aquí, en medio de la luz; subieron de repente a los cielos. Y el
uno fue el sol, el otro la luna, e iluminaron la bóveda del cielo,
la faz de la tierra. Habitan en los cielos. Entonces también
subieron a los cielos los cuatrocientos jóvenes matados por Sabio
Pez-Tierra. He aquí que éstos los acompañaron a los cielos y en
ellos se volvieron estrellas.

He aquí
el comienzo de cuándo se celebró consejo acerca del hombre, de
cuándo se buscó lo que entraría en la carne del hombre . Los
llamados Procreadores, Engendradores, Constructores, Formadores.
Dominadores poderosos del Cielo, hablaron así: “Ya el alba se
esparce, la construcción se acaba. He aquí que se vuelve visible el
sostén, el nutridor el hijo del alba, el engendrado del alba. He
aquí que se ve al hombre, a la humanidad, en la superficie de la
tierra”, así dijeron. Se congregaron, llegaron, vinieron a celebrar
consejo en las tinieblas, en la noche. Entonces aquí buscaron,
discutieron, meditaron, deliberaron. Así vinieron, a celebrar
Consejo sobre la aparición del alba: consiguieron, encontraron, lo
que debía entrar en la carne del hombre. Ahora bien, poco faltaba
para que se manifestasen el sol, la luna, las estrellas; encima,
los Constructores, los Formadores. En Casas sobre Pirámides, en
Mansión de los Peces, así llamadas, nacían las mazorcas amarillas,
las mazorcas blancas. He aquí los nombres de los animales que
trajeron el alimento: Zorro. Coyote, Cotorra. Cuervo, los cuatro
animales anunciadores de la noticia de las mazorcas amarillas, de
las mazorcas blancas nacidas en Casas sobre Pirámides, y del camino
de Casas sobre Pirámides. He aquí que se conseguía al fin la
sustancia que debía entrar en la carne del hombre construido, del
hombre formado: esto fue su sangre: esto se volvió la sangre del
hombre: esta mazorca entró en fin en el hombre por los
Procreadores, los Engendradores. Se regocijaron, pues, de haber
llegado al país excelente, lleno de cosas sabrosas; muchas mazorcas
amarillas, mazorcas blancas; mucho cacao moneda, cacao fino;
innumerables los zapotillos rojos, las anonas, las frutas, los
frijoles Paternoster, los zapotes matasanos, la miel
silvestre ; plenitud de exquisitos alimentos había en aquella
ciudad llamada Casas sobre Pirámides cerca de la Mansión de los
Peces. Subsistencias de todas clases, pequeñas subsistencias,
grandes subsistencias, pequeñas sementeras, grandes sementeras, de
todo esto fue enseñado el camino por los animales. Entonces fueron
molidos el maíz amarillo, el maíz blanco, y Antigua Ocultadora hizo
nueve bebidas. El alimento se introdujo en la carne, hizo nacer la
gordura, la grasa, se volvió la esencia de los brazos, del los
músculos del hombre. Así hicieron los Procreadores, los
Engendradores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo, como se
dice. Inmediatamente fue pronunciada la Palabra de Construcción, de
Formación de nuestras primeras madres, primeros padres; solamente
mazorcas amarillas, mazorcas blancas, entró en su carne: única
alimentación de las piernas, de los brazos del hombre. Tales fueron
nuestros primeros padres, tales fueron los cuatro hombres
construidos: ese único alimento entró en su
carne.


He aquí
los nombres de los primeros hombres que fueron construidos, que
fueron formados. He aquí el primer hombre: Brujo del Envoltorio; el
segundo: Brujo Nocturno; después, el tercero: Guarda-Botín; y el
cuarto: Brujo Lunar. Tales eran los nombres de nuestras primeras
madres, primeros padres. Solamente construidos, solamente formados;
no tuvieron madres, no tuvieron padres; nosotros les llamamos
simplemente Varones. Sin la mujer fueron procreados, sin la mujer
fueron engendrados, por Los de lo Construido, Los de lo Formado,
los Procreadores, los Engendradores. Solamente por Poder Mágico,
solamente por Ciencia Mágica, fue su construcción, su formación,
por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los
Engendradores, los Dominadores, los Poderosos del Cielo. Entonces
tuvieron apariencia humana, y hombres fueron; hablaron, dijeron,
vieron, oyeron, anduvieron, asieron: hombres buenos, hermosos; su
apariencia; rostros de Varones. La memoria fue, existió. Vieron; al
instante su mirada se elevó. Todo lo vieron, conocieron todo el
mundo entero; cuando miraban, en el mismo instante su vista miraba
alrededor, lo veía todo, en la bóveda del cielo, en la superficie
de la tierra. Veían todo lo escondido sin antes moverse. Cuando
miraban el mundo veían, igualmente, todo lo que existe en él.
Numerosos eran sus conocimientos. Su pensamiento iba más allá de ¡a
madera, la piedra, los lagos, los mares, los montes, los valles. En
verdad, hombres a los que se les debía amar: Brujo del Envoltorio,
Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo Lunar. Fueron entonces
interrogados por Los de la Construcción, Los de la Formación. “¿Qué
pensáis de vuestro ser? ¿No veis? ¿No oís? Vuestro lenguaje,
vuestro andar, ¿no son buenos? Mirad pues y ved el inundo, si no
aparecen los montes, los valles: ved para instruiros”, se les dijo.
Vieron en seguida el mundo entero, y después dieron gracias a los
Constructores, a Los Formadores. “Verdaderamente dos veces gracias,
tres veces gracias. Nacimos, tuvimos una boca, tuvimos una cara,
hablamos, oímos, meditamos, nos movemos: bien sabemos, conocemos
lejos, cerca. Vemos lo grande, lo pequeño, en el cielo, en la
tierra. ¡Gracias damos a vosotros! Nacimos, oh Los de lo
Construido, Los de lo Formado: existimos, oh abuela nuestra, oh
abuelo nuestro”, dijeron, dando gracias de su construcción, de su
formación. Acabaron de conocerlo todo, de mirar a las cuatro
esquinas, a los cuatro ángulos, en el cielo, en la tierra. Los de
lo Construido. Los de lo Formado, no escucharon esto con placer.
“No está bien lo que dicen nuestros construidos, nuestros formados.
Lo conocen todo, lo grande, lo pequeño”, dijeron. Por lo tanto,
celebraron consejo Los Procreadores, los Engendrados. “¿Cómo
obraremos ahora para con ellos? ¡Que sus miradas no lleguen sino a
poca distancia! ¡Que no vean más que un poco la faz de la tierra!
¡No está bien lo que dicen. ¿No se llaman solamente Construidos,
Formados? Serán como dioses, si no engendran, si no se propagan,
cuando se haga la germinación, cuando exista el alba; solos, no se
multiplican. Que eso sea. Solamente deshagamos un poco lo que
quisimos que fuesen: no está bien lo que decimos, ¿Se igualarían a
aquellos que los han hecho, a aquellos cuya ciencia se extiende a
lo lejos, a aquellos que todo lo ven?”, fue dicho por los Espíritus
del Cielo, Maestro Gigante Relámpago, Huella del Relámpago,
Esplendor del Relámpago, Dominadores. Poderosos del Cielo.
Procreadores. Engendradores. Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora,
Constructora, Formadores. Así hablaron cuando rehicieron el ser de
su construcción, de su formación. Entonces fueron petrificados ojos
de los cuatro por los Espíritus del cielo, lo que los veló como el
aliento sobre la faz de un espejo; los ojos se turbaron; no vieron
más que lo próximo, esto sólo fue claro. Así fue perdida la
Sabiduría y toda la Ciencia de los cuatro hombres, su principio, su
comienzo. Así primeramente fueron construidos, fueron formados,
nuestros abuelos, nuestros padres, por los Espíritus del Cielo, los
Espíritus de la Tierra. Entonces existieron también sus esposas,
vivieron sus mujeres. Los dioses celebraron consejo. Así, durante
su sueño, los cuatro recibieron mujeres verdaderamente bellas,
quienes existieron con Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno.
Guarda-Botín, Brujo Lunar. Cuando se despertaron, sus mujeres
existieron: sus corazones se regocijaron al instante a causa de sus
esposas.

He aquí
los nombres de sus mujeres: La de la Blanca Mansión del Mar, nombre
de la mujer de Brujo del Envoltorio; La de la Mansión de los
Bogavantes, nombre de la mujer de Brujo Nocturno; La de la Mansión
de los Colibríes, nombre de la mujer de Guarda-Botín: La de la
Mansión de los Guacamayos, nombre de la mujer de Brujo Lunar. Tales
son los nombres de sus mujeres: éstas fueron jefes. Ellos
engendraron a los hombres, a las tribus pequeñas, a las tribus
grandes. Ellos fueron; nuestro tronco, de nosotros los hombres
quichés. Numerosos fueron también Los de las Espinas, Los del
Sacrificio, quienes no fueron más que cuatro pero esos cuatro solos
fueron nuestros padres, de nosotros los quichés. Diversos ¡son los
nombres de cada uno de los que ellos engendraron allá lejos, en el
Este. De sus nombres vinieron los de los hombres de Tepeu , Oloman,
Cohah , Quenech, Ahau, como se llamaban estos hombres allá lejos,
en Oriente, donde ellos engendraron. Se sabe también el comienzo de
los de Tam , de los de Iloc. Juntos vinieron de allá, lejos, del
Este. Brujo del Envoltorio, abuelo, padre de las nueve Grandes
Mansiones, de los Cavek. Brujo Nocturno, abuelo, padre de las nueve
Grandes Mansiones de los Niha. Guarda-Botín, abuelo, padre de las
cuatro Grandes Mansiones de los Ahau-Quiché. Tres fracciones de
pueblos fueron. No están perdidos los nombres de sus abuelos, sus
padres, quienes engendraron, se desarrollaron allá lejos, en
Oriente. Vinieron también los Tam, los Iloc, con las trece ramas de
tribus, las trece Aglomeraciones, con los Rabinal, los Cackchiquel,
los de Tziquinaha; después los Zacaha; en seguida los Lamak,
Cumatz, Tuhalha, Unabaha, Los de Chumilaha, con Los de Quiba-ha,
Los de Batenaba-ha, los Hombres de Acul, Balami-ha, los Canchahel,
los Balam-Col. Solamente son las grandes tribus, las ramas de
tribus, las que decimos: no contamos más que a las grandes. Muchas
otras completaban la población en cada fracción de la ciudad; no
hemos escrito sus nombres, sino solamente los de las engendradas
allá lejos, en Oriente. Muchos hombres fueron; en la obscuridad se
multiplicaron; cuando se multiplicaron, el día, el alba, no habían
sido dados a luz; todos juntos existían; importantes eran sus
seres, sus renombres, allá lejos, en Oriente. No eran sostenes,
nutridores, pero hacia el cielo erguían sus rostros. No sabían lo
que habían venido a hacer tan lejos. Allá existían numerosos
hombres de las tinieblas, hombres del alba. Numerosos eran los
rostros de los hombres, numerosos los lenguajes de los hombres; dos
solamente sus orejas . “Hay linajes en el mundo, hay regiones, en
las que no se ve el rostro de los hombres; estos no tienen casas,
sino que recorren, como locos, las montañas pequeñas, las montañas
grandes”, decíase entonces, ultrajando a los hombres de aquellos
países. Así dijeron ellos allá lejos, cuando vieron levantarse el
sol. Todos no tenían entonces más que una lengua; no invocaban a la
madera, a la piedra; en ellos subsistía el recuerdo de la Palabra
de Construcción, de Formación, de Los Espíritus del Cielo, de los
Espíritus de la Tierra. Hablaban meditando sobre lo que ocultaba el
alba; preguntaban cómo ejecutar la Palabra de amor, aquellos
amantes, aquellos obedientes, aquellos respetuosos; erguían después
sus rostros hacia el cielo, pidiéndole sus hijas, sus hijos.
“¡Salve, oh Constructores, oh Formadores! Vosotros véis, vosotros
escucháis. Vosotros. No nos abandonéis, no nos dejéis, oh dioses,
en el cielo, en la tierra, Espíritus del Cielo, Espíritus de la
Tierra. Dadnos nuestra descendencia, nuestra posteridad, mientras
haya días, mientras haya albas. Que la germinación se haga, que el
alba se haga. Que numerosos sean los verdes caminos, las verdes
sendas que nos dais. Que tranquilas, muy tranquilas, estén las
tribus. Que perfectas, muy perfectas, sean las tribus. Que perfecta
sea la vida, la existencia que nos dais, oh Maestro Gigante
Relámpago, Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago. Huella
del Muy Sabio, Esplendor del Muy Sabio , Gavilán, Maestros Magos,
Dominadores, Poderosos del Cielo, Procreadores, Engendradores,
Antiguo Secreto, Antigua Ocultadora, Abuela del Día, Abuela del
Alba. Que la germinación se haga, que el alba se haga”. Así
hablaban cuando miraban, cuando invocaban la vuelta del alba, allá
en donde el sol se levanta, contemplando a Luna-Sol gran estrella
que antes de la salida del sol ilumina en el cielo, sobre la
tierra, el camino de los hombres construidos, de los hombres
formados.

Brujo
del Envoltorio, Brujo Nocturno. Guarda-Botín, Brujo Lunar, dijeron:
“Esperemos que nazca el alba”. Así dijeron aquellos grandes Sabios.
Los de las Espinas, aquellos obedientes, como se les llama. No
había ni madera ni piedra para guardar a nuestras primeras madres,
nuestros primeros padres. Sin embargo, sus corazones se cansaban de
esperar el día. Numerosas eran ya todas las tribus, con los hombres
Yaqui . Los de las Espinas. Los del Sacrificio. “Vamos a buscar,
vamos a ver, adonde guardar nuestros signos: si tenemos esto
podremos encender fuego ante ellos. Desde hace largo tiempo que
estamos aquí no hay guardianes para nosotros”. Así dijeron Brujo
del Envoltorio. Brujo Nocturno, Guarda-Botín. Brujo Lunar. Oyeron
hablar de una ciudad, y partieron. He aquí los nombres de los
lugares adonde fueron Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno,
Guarda-Botín, Brujo Lunar, con los Tam, los Iloc. Lugar de la
Abundancia-Barranco-Siete Grutas-Siete Barrancos, es el nombre de
la ciudad adonde fueron a tomar dioses. Todos llegaron allá lejos,
a Lugar de la Abundancia; innumerables eran los hombres que
llegaron: numerosos los que entraron en orden. Se les entregaron
sus dioses. Los primeros, fueron los de Brujo del Envoltorio. Brujo
Nocturno, Guarda-Botín, Brujo Lunar, quienes se regocijaron. “He
aquí que hemos encontrado al fin lo que se buscaba” dijeron. He
aquí el primero que salió: Pluvioso, nombre del dios. Se suspendió
su cesta que se amarró Brujo del Envoltorio. En seguida salió
Sembrador, nombre del dios que descendió Brujo Nocturno. En seguida
Volcán nombre del dios que recibió Guarda-Botín. Centro de la
Llanura, nombre del dios que recibió Brujo Lunar. En compañía de
los hombres Queché, los de Tam recibieron: igualmente. Pluvioso de
los Tam es el nombre del dios que recibió el abuelo, el padre, de
los jefes de los Tam que conocemos ahora. En fin de Iloc el
tercero: Pluvioso fue también el nombre del dios que recibieron los
abuelos, los padres de los jefes que conocemos ahora. Tales son los
nombres de los tres Quichés; no se separaron, pues único era el
nombre del dios: Pluvioso entre los Quichés. Pluvioso entre los
Tam. Pluvioso entre los Iloc: único era el nombre del dios, y estos
tres Quichés no se separaron. Verdaderamente grande era la
naturaleza de aquellos tres: Pluvioso. Sembrador. Volcán. Entonces
entraron todas las tribus, los Rabinal, los Cakchequel, los de
Tziquinaha, con los hombres llamados ahora Yaquí. Allí se cambió el
lenguaje de las tribus, se diversificó la lengua. Ya no se
entendieron claramente las unas a las otras cuando vinieron de
Lugar de la Abundancia: allá se separaron: hubo algunas que fueron
al Este: muchas vinieron aquí. Solamente unas pieles eran sus
vestidos: no tenían telas perfectas para hacer vestidos, sino que
las pieles de las bestias eran su atavío. Aquellos pobres no tenían
suyo más que su naturaleza de hombres Sabios. Cuando llegaron a
Lugar de la Abundancia-Barranco-Siete Grutas-Siete-Barrancos,
dícese en el relato de antaño, habían andado mucho para llegar a
Lugar de la Abundancia.






No
había fuego. Solos estaban allá los de Pluvioso. Éste era el dios
de las tribus. El primero, él hizo nacer el fuego; este nacimiento
no se muestra, pues el fuego llameaba ya cuando lo vieron Brujo del
Envoltorio, Brujo Nocturno. “¡Ay! ya no hay nuestro fuego que había
sido hecho; nos morimos de frío”, dijeron en seguida. Entonces
Pluvioso respondió: “No os aflijáis. Vuestro es el fuego perdido
del cual habláis”; así les respondió Pluvioso. “Verdaderamente, oh
dios, oh sostén nuestro, oh nutridor nuestro, oh dios nuestro”,
dijeron, dándole gracias. Pluvioso habló. “Muy bien. En verdad, yo,
vuestro dios; que así sea. Yo vuestro jefe; que así sea”, fue dicho
por Pluvioso a Los de las Espinas. Los del Sacrificio. He aquí que
las tribus se calentaban, se regocijaban a causa del fuego.
Entonces comenzó un gran aguacero, allá adonde brillaba el fuego de
las tribus; mucho granizo menudo cayó sobre la cabeza de todas las
tribus; entonces el fuego fue apagado por el granizo; no hubo ya
fuego hecho. Entonces Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno,
pidieron otra vez su fuego. “Oh Pluvioso, en verdad morimos de
frío”, dijeron a Pluvioso. “¡Bien! No os aflijáis”, dijo Pluvioso.
En seguida produjo fuego sacando fuego por fricción de sus
sandalias. Entonces Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno.
Guarda-Botín, Brujo Lunar, se regocijaron y después se calentaron.
He aquí que, también se había apagado el fuego de las tribus; éstas
se morían de frío; entonces fueron a pedir fuego a Brujo del
Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda Botín. Brujo Lunar. Intolerables
eran sus sufrimientos por el frío, la helada; solamente se caían de
frío, se entumecían; ninguna vida en ellas; se debilitaban; sus
piernas, sus brazos, se torcían; no podían asir nada cuando
llegaron. “No nos avergoncéis si os pedimos que nos deis un poco de
vuestro fuego”, dijeron al llegar. No se fue a su encuentro;
entonces en sus corazones gimieron las tribus. Diferente del suyo
era el lenguaje de Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno,
Guarda-Botín, Brujo Lunar. “¡Ay! ¡Oh! Abandonamos nuestra lengua.
¿Cómo hicimos? Nos hemos perdido. ¿En dónde nos engañamos? Único
era nuestro lenguaje cuando vinimos de Lugar de la Abundancia;
única nuestra manera de sostener el culto, nuestra manera de vivir.
No está bien lo que hicimos”, repitieron todas las tribus, bajo los
árboles, bajo los bejucos. Entonces un hombre se mostró a la faz de
Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno. Guarda-Botín, Brujo Lunar.
Aquel mensajero de Xibalbá les dijo: “En verdad, he aquí a vuestro
dios, he aquí a vuestro sostén, he aquí al sustituto, al recuerdo,
de vuestros Constructores, de vuestros Formadores. No deis su fuego
a las tribus hasta que éstas den a Pluvioso, vuestro jefe, lo que
ellas deben daros, Preguntad pues a Pluvioso lo que ellas deben
darle para coger fuego”; así dijo aquel Xibalbá. Su ser era como el
ser de un murciélago. “Yo soy el mensajero de vuestros
Constructores, de vuestros Formadores”, añadió el Xibalbá. Entonces
ellos se regocijaron; en su espíritu crecieron Pluvioso, Sembrador.
Volcán, cuando habló aquel Xibalbá. De súbito éste se borró de
delante de sus rostros, sin irse. Entonces llegaron las tribus que
perecían de frío: mucho granizo, obscuridad, lluvia, helada;
incalculable el frío. Ahora, pues, todas las tribus se encontraron
tembló rosas, tartamudeantes de frío, al llegar allá adonde estaban
Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín. Brujo Lunar.
Grande era la aflicción de sus corazones: tristes estaban sus
bocas, tristes sus rostros. En seguida las tribus llegaron en
secreto ante los rostros de Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno.
Guarda Botín, Brujo Lunar. “¿No tendréis piedad de nuestros
rostros, de nosotros que no os pedimos más que un poco de vuestro
fuego? ¿No se ha encontrado una sola casa para nosotros, un solo
país para nosotros , cuando fuisteis construidos, cuando fuisteis
formados? Tened piedad de nuestros rostros”, dijeron. “¿Qué nos
daréis para que tengamos piedad de vuestros rostros?”, fue dicho.
“Pues bien, os daremos metales preciosos”, respondieron las tribus.
“No queremos metales preciosos”, dijeron Brujo del Envoltorio.
Brujo Nocturno. “¿Qué queréis?” “Pronto os lo pediremos”. “Bien”,
respondieron las tribus. “Vamos a preguntárselo a Pluvioso, y
después os lo diremos”, se les respondió. “Oh Pluvioso ¿qué darán
las tribus que vienen a pedir tu fuego?”, dijeron entonces Brujo
del Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín, Brujo Lunar. “Pues
bien, ¿querrán ellas estar unidas a mí bajo su horcajadura bajo su
axila? ¿Quieren sus corazones que yo las abrace, yo. Pluvioso? Si
ellas no lo quieren, no les daré fuego” dijo Pluvioso. “Decídselo
poco a poco. “Yo no quiero desde ahora su unión bajo su
horcajadura, bajo su axila”, dijo él, diréis”. Así fue dicho a
Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno. Guarda-Botín. Brujo Lunar.
Entonces ellos dijeron la Palabra de Pluvioso. “Muy bien. Bien
está, igualmente, que lo abracemos”, respondieron las tribus cuando
oyeron, recibieron, la Palabra de Pluvioso. No tardaron. “Muy
aprisa”, dijeron: entonces recibieron el fuego, y después se
calentaron.

Sin
embargo, una fracción de las tribus sacó por fricción el fuego de
la madera. Serpiente de la Fertilidad de la Mansión de los
Murciélagos, era el nombre del dios de los Cackchequel: su imagen:
solamente un murciélago. Cuando obtuvieron la madera friccionable
la frotaron todos juntos hasta que el fuego hubo prendido. Los
Cakchequel no pidieron luego, no se dieron por sometidos. Todas las
demás tribus se sometieron cuando dieron la parte inferior de su
horcajadura, la parte inferior de su axila, para ser abierta; ésa
era la abertura de la cual había hablado Pluvioso; entonces se
sacrificó a todas las tribus ante su rostro, entonces se arrancó el
corazón por la horcajadura, por la axila. No se había enseñado aún
esta: operación antes de que lo fuese por un oráculo de Pluvioso.
Murieron por la fuerza, por la dominación de Brujo del Envoltorio.
Brujo Nocturno. Guarda-Botín. Brujo Lunar. De Lugar de la
Abundancia-Barranco había venido la costumbre de no comer .
Guardaban ayuno perpetuo; pero observaban el alba, espiaban la
salida del sol, se alternaban para ver la gran estrella llamada
Luna-Sol, la primera antes del sol cuando nace el día. La magnífica
Luna-Sol estaba siempre encima de sus rostros al salir el sol,
cuando estaban en el llamado Lugar de la Abundancia-Barranco, de
don le vinieron los dioses. No fue, pues, aquí en donde recibieron
su fuerza, su poder; sino allá fue en donde se doblegó, se humilló
a las tribus grandes, a las tribus pequeñas, cuando se las
sacrificó ante Pluvioso, cuando se le dio a éste la sangre, la
savia, la horcajadura, la axila, de todos aquellos hombres. Por eso
en Lugar de la Abundancia les llegaron la fuerza, la gran ciencia,
que hubo en ellos, en la obscuridad, en la noche, y que hubo
también en lo que ellos hicieron. Vinieron pues, se desprendieron
de allá adonde dejaron el sol levante. “No es aquí nuestra casa.
Vamos a ver adonde la plantaremos”, dijo entonces Pluvioso. En
verdad, habló a Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín.
Brujo Lunar. “Ante todo dad gracias. En seguida sangrad vuestras
orejas, picad vuestros codos, sacrificaos; tal será vuestra acción
de gracias a la faz de los dioses”. “Muy bien”, respondieron,
sangrándose las orejas. En seguida comenzaron su canto de su venida
de Lugar de la Abundancia; sus corazones lloraron cuando vinieron,
cuando se desterraron de Lugar de la Abundancia, abandonándolo.
“¡Ah! No veremos aquí el alba, el nacimiento del día, cuando se
alumbre la superficie de la tierra”, dijeron. Partieron, pero
dejaron gente en el camino; hubo hombres dejados allá dormidos.
Cada tribu se levantaba siempre para ver la estrella señal del día.
Esta señal del alba estaba en sus corazones cuando vinieron del
Oriente, y con rostro igual fueron a una gran distancia de allí, se
nos dice ahora.



Entonces llegaron a la cima de una montaña. Allí
se reunieron todos los hombres Queche con las tribus. Allí se
reunieron, se consultaron, y el nombre de la montaña es ahora De la
Consulta; tal es el nombre de la montaña. Se congregaron en ella
para gloriarse. “Yo, yo hombre Queche”. “Tú, tú, Tam es tu nombre”,
díjose a los Tam. Se dijo después a los Iloc: “Tú Iloc es tu
nombre”. “Estas tres fracciones Queche no se perderán, y nuestras
Palabras serán iguales”, dijeron al aplicarse sus nombres. Entonces
se les puso nombre también a los Cackchequel: “Fuego salido de la
madera” es su nombre. Los Rabinal tuvieron también su nombre, no
perdido ahora . También estaban Los de Tziquina-ha, nombre actual.
Tales son los nombres con los cuales se llamaron unos a otros. Allí
se congregaron, esperando el alba, acechando la salida de la
estrella, la primera antes de que nazca el día. “De allá lejos
vinimos, pero nos separamos”, se decían entre sí. He aquí que sus
corazones estaban afligidos; grandes eran sus sufrimientos allá por
donde pasaban; no había comestibles, no había subsistencias; olían
solamente el tronco de sus bastones para imaginarse que comían,
pues al venir no comieron. Su pasaje por mar no aparece; pasaron
como si no hubiera habido mar, solamente sobre piedras pasaron, y
aquellas piedras sobresalían en la arena. Entonces llamaron Piedras
Arregladas-Arenas Arrancadas, nombre dado por ellos, al sitio por
donde pasaron en el mar, habiéndose separado el agua allá por donde
pasaron. He aquí que estando afligidos sus corazones, se
consultaron entre sí, pues no había para alimento más que un
bocado, un poco de maíz. Estaban amontonados allí en la montaña
llamada De la Consulta. Llevaban también a Pluvioso. Sembrador.
Volcán. Brujo del Envoltorio y su esposa llamada La de la Blanca
Mansión del Mar hicieron un gran ayuno. Lo mismo hicieron Brujo
Nocturno y su esposa La de la Mansión de los Bogavantes. Y
Guarda-Botín y su esposa, La de la Mansión de los Colibríes,
hicieron un gran ayuno. Lo mismo hicieron Brujo Lunar y su esposa
La de la Mansión de los Guacamayos. Fueron ayunos en la obscuridad,
en la noche. Grande era su tristeza cuando estaban en la montaña
ahora llamada De la Consulta, en donde los dioses les hablaron otra
vez.






Entonces fue dicho por Pluvioso. Sembrador.
Volcán, a Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín. Brujo
Lunar: “Vamonos, levantémonos, no nos quedemos aquí: llevadnos a un
escondrijo. Ya se esparce el alba. ¿No estarían tristes vuestros
rostros si fuésemos cogidos por los guerreros en sus muros a causa
de vosotros, oh Los de las Espinas. Los de Sacrificio? Llevadnos a
cada uno separadamente: así les dijeron cuando les hablaron. “Muy
bien. Solamente nos desprendemos de aquí, solamente buscamos las
selvas”, fue respondido por todos. En seguida cada uno de ellos
cargó con su dios. Entonces se colocó a Sembrador en el barranco
llamado Barranco del Escondrijo. así llamado por ellos, en el gran
barranco de la selva llamada ahora “Con Sembrador” , en donde lo
dejaron: fue dejado en el barranco por Brujo Nocturno. Orden del
abandono: el primero dejado fue Volcán, sobre una gran Mansión Roja
llamada ahora Volcán: allí existió también su ciudad en donde
estaba el dios llamado Volcán. Guarda-Botín quedóse con su dios, el
segundo dios que fue ocultado por ellos; Volcán no fue escondido en
la selva sino en la montaña deshierbada Volcán . Entonces fue
después Brujo del Envoltorio; llegó a una gran selva: Brujo del
Envoltorio fue a esconder a Pluvioso: se llama ahora con el nombre
de “Con Pluvioso” la montaña; entonces celebróse el escondrijo del
barranco, el abrigo secreto de Pluvioso: muchas serpientes y muchos
jaguares, víboras, serpientes cantíes, había allí en donde fue
escondido por Los de las Espinas, Los del Sacrificio. Juntos
estaban Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo
Lunar. Juntos esperaban el alba en el monte llamado Volcán. No muy
lejos estaban los dioses de Tam y de Iloc. Burgo de Tam, nombre del
lugar en donde estaba el dios de los Tam; allí fue su alba. Burgo
de Uquincat, nombre del sitio en donde fue el alba de los Iloc; no
muy lejos del monte estaba el dios de los Iloc. Allí, todos los
Rabinal, los Cakchequel, Los de Tziquina-ha, todas las tribus
pequeñas, las tribus grandes, se habían detenido juntas; juntas
tuvieron su alba; juntas esperaron la salida de la gran estrella
llamada Luna-Sol que sale la primera antes del día al alba, se
decía. Juntos estaban allí Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno,
Guarda-Botín, Brujo Lunar; no tenían ni sueño ni reposo. Grandes
eran los gemidos de sus corazones, de sus vientres, por el alba, la
claridad. Allí también sus rostros tuvieron vergüenza; vino una
gran aflicción, una gran angustia; fueron abatidos por el dolor.
Allí habían llegado. “Sin alegría vinimos, ¡ay! Queríamos ver nacer
el día. ¿Cómo hicimos? Único era nuestro rostro en nuestro país de
donde nos hemos arrancado”, decían cuando hablaban entre sí en la
tristeza, en la angustia, en el sollozar de la voz. Sin aliviar sus
corazones hablaban hasta el alba. “He aquí a los dioses sentados en
los barrancos, en las selvas, sentados en los Ek, en los Atziak ,
en donde están sin que se les hayan dado cajas”, decían. Ante todo,
Pluvioso, Sembrador, Volcán. Grande es su gloria, grandes son
también su potencia, su pensamiento, sobre todos los dioses de las
tribus. Importante es su Sabiduría, importantes son sus
peregrinaciones, sus victorias en el frío, en el espanto de su ser,
en el espíritu de las tribus. Su pensamiento reposaba a causa de
Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno. Guarda-Botín, Brujo Lunar. No
había ningún cansancio en sus corazones por los dioses de los
cuales se encargaron al venir de Lugar de la Abundancia-Barranco,
allá lejos, en Oriente. Estaban pues allí, en la selva. “He aquí el
alba En Lluvioso, En Sembrador, En Volcán”, se dice ahora. He aquí
que fueron hechos jefes, que tuvieron el alba, nuestros abuelos,
nuestros padres. Contaremos el alba, la aparición del sol, de la
luna, de las estrellas.
He
aquí, pues, el alba, la aparición del sol de la luna, de las
estrellas. Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín,
Brujo Lunar, se regocijaron mucho cuando vieron a Luna-Sol; primero
salió ella; con la faz iluminada, salió primero ella, antes que el
sol. Desenrollaron en seguida sus copales, venidos de allá lejos,
del Oriente, pues servirse de ellos en seguida estaba en su
espíritu. Los tres desenrollaron lo que ofrecían sus corazones.
Copal de Mixtán, nombre del copal que llevaba Brujo del Envoltorio.
Copal de Caviztán, nombre del copal que llevaba Brujo Nocturno.
Divino Copal se llamaba el que llevaba Guarda-Botín. Estos tres
eran sus copales; esto es lo que quemaron cuando llegaron danzando,
allá en Oriente. Agradables fueron sus gritos cuando danzaron
quemando copales preciosos. En seguida gimieron de no ver, de no
contemplar, el nacimiento del día. Después, cuando salió el sol,
los animales pequeños, los animales grandes, se regocijaron;
acabaron de levantarse en los caminos de las aguas, en los
barrancos; se pusieron en las puntas de los montes, juntos sus
rostros hacia donde sale el día. Allí rugieron el puma, el jaguar.
El pájaro llamado Queletzú cantó el primero. En verdad todos los
animales se regocijaron. El águila, el zopilote blanco, los pájaros
pequeños, los pájaros grandes, aletearon. Ahora bien, Los de las
Espinas, Los del Sacrificio, se habían arrodillado, se regocijaban
grandemente con Los de las Espinas, Los del Sacrificio, de los Tam,
de los Iloc, y de los Rabinal, de los Cakchequel, de Los de
Tziquinaha, y de los de Tuhalha, Uchabah, Quibah, Los de Batenha, y
de los Yaquí Dominadores; tantas tribus como ahora. Innumerables
eran los hombres. El alba efectuóse sobre todas las tribus juntas.
La faz de la tierra fue en seguida secada por el sol. Semejante a
un hombre era el sol cuando se mostró. Su faz ardiente secó la faz
de la tierra. Antes de que saliera el sol, cenagosa, húmeda, era la
superficie de la tierra, antes de que saliera el sol. Enteramente
parecido a un hombre salió el sol; sin fuerza era su calor;
solamente se mostró cuando nació; no permaneció sino como un
espejo. “No es realmente el sol que se nos aparece ahora”, dicen en
sus historias. Inmediatamente después de esto se petrificaron
Pluvioso. Sembrador, Volcán, y las divinidades Puma, Jaguar,
Víbora, Serpiente Canti, Blanco Entrechocador; sus brazos se
engancharon en las ramas de los árboles cuando se mostraron el sol,
la luna, las estrellas; por doquiera todos se petrificaron. Quizá
no estaríamos ahora desembarazados de la mordedura de los pumas,
jaguares, víboras, serpientes cantíes, blancos entrechocadores,
quizá ahora estaríamos sin nuestra gloria, si los primeros animales
no hubieran sido petrificados por el sol. Cuando sucedió esto, gran
alegría hubo en el corazón de Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno.
Guarda-Botín, Brujo Lunar; estuvieron muy alegres cuando se efectuó
el alba. Los hombres no se habían multiplicado entonces: no eran
sino unos pocos cuando estaban en el monte Volcán, en donde se
realizó el alba, y en donde quemaron los copales. Allí danzaron,
vueltos hacia el Este de donde habían venido; allí estaban sus
montañas, sus valles, adonde habían venido los llamados Brujo del
Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín, Brujo Lunar. Pero en la
montaña se multiplicaron, ella se volvió su ciudad. Estaban aquí
cuando se mostraron el sol, la luna, las estrellas; el alba, la
iluminación, existió en la faz de la tierra, del mundo entero. Allí
también comenzó su canto llamado Nosotros Vemos, que cantaron, que
gimieron sus corazones, sus vientres. En su canto decían: “¡Ay!
Perdidos fuimos en Lugar de la Abundancia, nos separamos. Nuestros
hermanos mayores, nuestros hermanos menores, quedáronse. Sí, hemos
visto el sol, pero ¿en dónde están ellos, cuando he aquí el alba?;
así decían a Los de las Espinas, Los del Sacrificio, los hombres
Yaquí. De igual modo, Pluvioso era el nombre del dios de los
hombres Yaquí, llamado Yolcuat-Quetzalcuat, cuando nos separamos
allá lejos, en Lugar de la Abundancia-Barranco. “He aquí de donde
salimos, he aquí nuestra parentela, cuando vinimos”, se decían unos
a otros. Entonces se acordaban de sus hermanos mayores, de sus
hermanos menores, de los hombres Yaquí cuya alba se hizo en el
lugar llamado ahora México. Una parte de aquellos hombres se
quedaron también allá lejos, en Oriente; Tepeu, Oliman, son los
nombres del sitio en donde se quedaron, se cuenta. Grande fue la
aflicción de sus corazones, allí, en Volcán. Lo mismo hicieron Los
de los Tam, Los de los Iloc; parecidamente estaban en la selva, en
el poblado llamado Dan; el alba existió sobre Los de las Espinas,
Los del Sacrificio, de los Tam, con su dios, también Pluvioso.
Único era el nombre del dios de las tres fracciones de los hombres
Queche. Lo mismo era el nombre del dios de los Rabinal; poco
diferente es este nombre: Suprema Lluvia, así se dice el nombre del
dios de los Rabinal: se cuenta también que había unidad con la
lengua Queche; pero había diferencia con la lengua de los
Cakchequel, pues diferente era el nombre de su dios cuando salieron
del lugar de la Abundancia-Barranco. Serpiente que se vuelve
Invisible de la Mansión de los Murciélagos, era el nombre del dios;
la lengua también es diferente ahora. Hay también los dioses de los
cuales los clanes de Ahpo-Zotzil, Ahpo-Xa, así llamados, tomaron
sus nombres. Lo mismo que los dioses, la lengua difería cuando se
les entregaron los dioses allá lejos, en Lugar de la Abundancia.
Cerca de la Piedra varió la lengua cuando vinieron de Lugar de la
Abundancia en la obscuridad. Juntas se establecieron y tuvieron su
alba todas las tribus; los nombres de los dioses se dieron según el
rango de cada fracción. He aquí que ahora contaremos su residencia,
su morada, en la montaña en donde estuvieron juntos los cuatro
llamados Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo
Lunar; sus corazones gemían ante Pluvioso, Sembrador. Volcán,
quienes por obra de ellos estaban en los Ek, en los
Atziak.

He
aquí, pues, su decisión, el origen de la colocación de Pluvioso
cuando fueron ante Pluvioso. Sembrador. Fueron a verlos, fueron a
adorarlos, dieron gracias a sus rostros por el alba. Los dioses
resplandecían entre los peñascos, en las selvas, pero su Sabiduría
habló cuando Los de las Espinas, Los del Sacrificio, llegaron ante
Pluvioso. No fue gran cosa lo que llevaron, lo que quemaron en
seguida: solamente resina, solamente resina superfina, con anís
silvestre, quemaron ante los dioses. Entonces Pluvioso habló; sólo
su Sabiduría existió cuando dio consejo a Los de las Espinas. Los
del Sacrificio: él habló, dijo: “Aquí verdaderamente están nuestras
montañas, nuestras llanuras. Nosotros somos todavía vuestros.
Nuestra gloria, nuestro esplendor, serán grandes para todos los
hombres. De vosotros serán todas las tribus. Nosotros somos también
vuestros compañeros. Tened cuidado de vuestra ciudad, nosotros os
aconsejaremos. No os manifestéis a la faz de las tribus cuando
estemos irritados por las palabras de sus bocas, por su existencia.
No nos dejéis cazar en la red, sino dadnos los hijos de la hierba
de los caminos, los hijos de los matorrales con las hembras de los
venados, las hembras de los pájaros. Dadnos un poco de su sangre,
tened piedad de nuestros rostros, dejadnos los pelos de los
venados, velad porque se descubra a los que se hayan quedado
caídos. He aquí unos símbolos, y por consiguiente nuestros
substitutos, que manifestaréis ante las tribus. Cuando ellas os
digan: “¿En dónde está Pluvioso?”, vosotros manifestaréis ante sus
rostros nuestros símbolos; no os manifestéis vosotros mismos,
tendréis otra cosa que hacer. Grande será vuestro ser. Someteréis a
todas las tribus: humillaréis su sangre, su savia, ante nuestros
rostros; los que vengan a abrazarnos serán también nuestros”. Así
dijeron Pluvioso. Sembrador. Volcán. Bajo rostros de engendrados se
disimulaban cuando íbase a verlos y a sacrificar ante sus rostros.
Entonces comenzó la caza a los hijos de los pájaros, a los hijos de
los venados, caza que recibían Los de las Espinas. Los del
Sacrificio. Cuando se habían encontrado pájaros, hijos de venados,
iban en seguida a derramar la sangre de los venados, de los
pájaros, al borde de la piedra de Pluvioso, Sembrador. Habiendo
sido bebida la sangre por los dioses, al instante la piedra hablaba
cuando llegaban Los de las Espinas, Los del Sacrificio, cuando iban
a sacrificar. Así hacían ante los símbolos, quemando resina,
quemando anís silvestre, espinas de maguey. Sus símbolos estaban
cada uno sobre la montaña en donde habían sido colocados. De día no
permanecían en sus casas sino se iban a los montes. He aquí, pues,
que no se nutrían más que de hijos de abejas, de hijos de avispas,
de hijos de abejorros, para sostenerse; no tenían ni buena
alimentación ni buena bebida. Entonces no aparecían los caminos de
sus casas, no aparecía el lugar en donde se habían quedado sus
esposas.

Numerosas eran las tribus que se habían fundado,
cada una reuniéndose, cada una de las fracciones de tribus que iban
en tropeles por los caminos, por los caminos que se manifestaban.
En cuanto a Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín,
Brujo Lunar, no se mostraban allá en donde estaban. Cuando veían
pasar tribus por los caminos, gritaban en la punta de los montes;
no gritaban sino el grito del coyote, sino el grito del zorro; no
hacían sino el grito del puma, del jaguar. Cuando las tribus al
caminar vieron aquellos: “Solamente el grito del coyote, solamente
el grito del zorro, solamente el grito del puma, solamente el grito
del jaguar”, dijeron las tribus, como si en el espíritu de: todas
las tribus no fueran hombres. Lo que hacían los cuatro no era más
que para engañar a las tribus. “Sus corazones desean algo. En
verdad lo que hacen nos asusta. Hay deseo en el grito del puma, en
el grito del jaguar, quienes gritan cuando ven a hombres que no
caminan sino uno o dos . Desean destruirnos”. Cuando iban cada día
a sus casas con sus esposas, no llevaban más que hijos de abejas,
hijos de avispas, hijos de abejorros, que daban a sus esposas. Cada
día iban ante Pluvioso, Sembrador, Volcán, y decían en sus
corazones: “He aquí a Pluvioso, Sembrador, Volcán. No les damos
sino la sangre de los venados, de los pájaros; no pinchamos sino
nuestras orejas, nuestros codos. Pedimos nuestra bravura, nuestra
valentía a Pluvioso, Sembrador. Volcán. ¿Quién habla de los muertos
de las tribus cuando los matamos uno a uno?” Así se decían entre sí
cuando iban ante Pluvioso, Sembrador, Volcán. Cuando se pinchaban
las orejas, los codos, ante los dioses, enjugaban la sangre y
llenaban con ella la escudilla al borde de la piedra. En realidad
no era entonces al borde de la piedra adonde venía cada uno de los
engendrados. Los de las Espinas, Los del Sacrificio, se regocijaban
de aquella sangre sacada de ellos cuando llegaba aquel signo de sus
acciones. “Seguid sus huellas; tal es la salvación para vosotros.
De allá lejos, de Lugar de la Abundancia, vino, cuando nos
trajisteis, la piel llamada Bandas Envolventes, dada con la sangre
que nos introdujisteis. Que se froten con sangre ante Pluvioso,
Sembrador, Volcán”; así se dijo.

He aquí
que comenzó el rapto de los hombres de las tribus por Brujo del
Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín. Brujo Lunar. En seguida
comenzó la matanza de las tribus. No cogían más que a un caminante,
que a dos caminantes, sin mostrarse cuando los cogían; en seguida
iban a sacrificarlos ante Pluvioso, Sembrador. Después, cuando
derramaban la sangre en el camino, arrojaban la cabeza en el
camino. Las tribus decían entonces: “el jaguar se los ha comido”;
no decían eso sino a causa de las apariencias de huellasde patas de
jaguar, de huellas de patas que ellos hacían sin mostrarse. Robaron
muchos hombres en las tribus; las tribus no comprendieron sino
tardíamente. “¿Son Pluvioso, Sembrador, quienes entran entre
nosotros? Sólo ellos sostienen a Los de las Espinas, Los del
Sacrificio. ¿En dónde están sus casas? Sisamos esas patas”, dijeron
entonces todas las tribus. Celebraron consejo unas con otras, y
después comenzaron a seguir las huellas del patas de Los de las
Espinas. Los del Sacrificio: no eran claras. No vieron más que
huellas de patas de venado, de patas de jaguares, no huellas
claras: aquellas huellas de patas no eran claras porque eran como
huellas de patas invertidas, para extraviarlos. Por esta
estratagema la verdadera pista no aparecía. No nacía más que una
nube, no nacía más que una lluvia tenebrosa, no nacía más que un
lodo, no nacía más que una bruma que las tribus veían ante ellas.
Los corazones de los cuatro soportaron la fatiga cuando cazaron en
los caminos, pues grande era el ser de Pluvioso, Sembrador, Volcán;
se alejaron por la montaña, al lado de las tribus a las que
mataban. Asi nació allá el rapto por los brujos cuando cogieron en
los caminos a la gente de las tribus para sacrificarla ante
Pluvioso. Sembrador, Volcán, quienes salvaron a sus engendrados
allá en la montaña. He aquí que Pluvioso. Sembrador, Volcán,
parecían tres mancebos caminando, pues su piedra era mágica. Había
allí un río. Se bañaban al borde del río, solamente para mostrarse;
el río se llamó pues El Baño de Pluvioso; éste fue el nombre del
río. A menudo las tribus los vieron; se borraban tan pronto como
eran vistos por las tribus. Entonces fue contado que Brujo del
Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo Lunar, estaban
allí. He aquí que las tribus celebraron consejo acerca de su
muerte. Ante todo las tribus quisieron celebrar consejo para la
derrota de Pluvioso. Sembrador. Volcán. Todos Los de las Espinas,
Los del Sacrificio dijeron a la faz de las tribus: “Que todos se
reúnen, se llamen; que no sea dejada una fracción, dos fracciones”.
Todas se congregaron, se llamaron, celebraron consejo entonces.
Cuando se interrogaron, dijeron: “¿Cómo vencer el proceder de los
hombres Cavek Queche, pues acaban con nuestros hijos nuestra prole?
No está clara la destrucción de los hombres por ellos. Si debemos
acabar a causa de esos raptos, entonces sea. Pero si la potencia de
Pluvioso. Sembrador, Volcán, es tan grande, entonces que ese
Pluvioso sea nuestro dios: cautivadle. No han terminado ellos su
victoria sobre nosotros. ¿No somos muchos hombres en nuestra
existencia? Ahora bien, esos Cavek no son tantos en su existencia”;
así dijeron cuando se congregaron todos. Una parte de las tribus
respondió, diciendo: “¿Quién, pues, los ha visto bañarse cada día
en el río? Si son Pluvioso. Sembrador, Volcán, entonces los
venceremos primero entonces comenzará la derrota de Los de las
Espinas. Los del Sacrificio”; así respondió aquella parte de las
tribus cuando habló. “¿Cómo los venceremos?”, díjose. “Pues bien,
he aquí nuestra victoria sobre ellos. Puesto que parecen mancebos
cuando se les ve en el río que dos doncellas vayan allá; que sean
adolescentes verdaderamente bellas, muy amables, para que venga su
deseo”, se respondió: “¡Excelente! Vamos a buscar a dos
adolescentes perfectas”, dijeron yéndose a buscar a sus hijas.
Fueron verdaderamente blancas doncellas. Se les recomendó entonces
a aquellas adolescentes: “Oh hijas nuestras, id al río a lavar los
vestidos. Si en seguida veis a aquellos tres mancebos, desnudaos
ante ellos. Si sus corazones os desean, llamadles. Si os dicen:
“¿Iremos con vosotras?”, responderéis: “Sí”. Si os preguntan: “¿De
dónde venís?”, ¿De cuáles amos sois hijas?”, que entonces les sea
dicho: “Somos hijas de jefes”, y después: “Venga una prenda de
vosotros”. Cuando os la hayan dado, si ellos desean vuestros
rostros, en verdad, daos a ellos; si entonces no os dais, os
mataremos. En seguida nuestro corazón estará bien. Cuando la prenda
exista, traedla; será para nuestro espíritu el testimonio de que
ellos han ido con vosotras”. Así hablaron los jefes cuando dieron
sus órdenes a las dos adolescentes. Éstas eran: Deseable, nombre de
una doncella; Agradable, nombre de la otra. Estas dos llamadas
Deseable. Agradable, fueron afuera, al río, al Baño de Pluvioso,
Sembrador, Volcán. Tal fue la decisión de todas las tribus. En
seguida las adolescentes fueron, se adornaron, bellas, brillantes.
Al ir adonde se bañaba Pluvioso, se adornaron. En seguida lavaron.
Cuando fueron, los jefes se regocijaron, a causa de sus hijas que
iban. Al llegar al río comenzaron a lavar, se desnudaron, las dos,
hicieron ruido, patullando ante las piedras. Entonces aparecieron
Pluvioso. Sembrador. Volcán. Llegaron allá, al borde del río, un
poco sorprendidos solamente a la vista de las dos adolescentes que
lavaban. He aquí que las jóvenes tuvieron vergüenza inmediatamente
que llegó Pluvioso. Pero a Pluvioso no le vino deseo de las dos
adolescentes. Entonces éstas fueron interrogadas: “¿De dónde
venís?”, fue dicho a las dos jóvenes; fue dicho: “¿Qué queréis, al
venir al borde de nuestro río?” Ellas replicaron: “Fuimos enviadas
por los jefes cuando vinimos. “Id a ver los rostros de esos
Pluviosos; hablad con ellos”, nos dijeron los jefes. “Que venga en
seguida una prenda, si verdaderamente visteis sus rostros”, nos fue
dicho”. Así dijeron las dos adolescentes, entregando su mensaje.
Ahora bien, las tribus querían que las jóvenes fornicasen con los
magos Pluvioso. Pluvioso, Sembrador, Volcán, dijeron, respondiendo
a las dos adolescentes llamadas Deseable, Agradable: “¡Bien! La
prenda de nuestra conversación con vosotras vendrá. Esperad. Iréis
a llevarla a los jefes”: así fue dicho. Celebraron en seguida
consejo con Los de las Espinas, Los del Sacrificio. Fue dicho a
Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo Lunar:
“Pintad tres vestidos, pintad los signos de nuestro ser ; que
éstos lleguen a manos de las tribus, que vayan con esas dos
adolescentes que lavaban. Id a dárselos”. Así fue dicho a Brujo del
Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín. En seguida estos tres
pintaron. Primero Brujo del Envoltorio pintó de los jaguares la
imagen, la pintura, en la faz del vestido. En seguida Brujo
Nocturno pintó de las águilas, la imagen, la pintura, en la faz del
vestido. Guarda-Botín pintó entonces por todas partes abejas, por
todas partes avispas; la imagen, la pintura, en la faz del vestido.
Los tres terminaron la pintura de las tres piezas de tela que
pintaban. Cuando llevaron después a las llamadas Deseable,
Agradable, los diversos vestidos, Brujo del Envoltorio, Brujo
Nocturno, Guarda-Botín, les dijeron: “He aquí la prenda de nuestra
conversación. Id pues ante las jefes. “Pluvioso nos ha hablado
realmente”, diréis. “He aquí la prenda que “traemos”, les diréis.
Que se cubran con los vestidos que les daréis”. Así hablaron ellos
a las adolescentes ordenándoles que se fueran. Ahora bien, los
vestidos pintados, llamados Xcucaah, llegaron cuando ellas
llegaron. Los jefes se regocijaron cuando vieron las manos de las
adolescentes suspendiendo las imágenes. Interrogaron a las jóvenes.
“¿Visteis el rostro de Pluvioso?”, fue dicho. “Ciertamente, lo
vimos”, respondieron Deseable, Agradable. “Muy bien. Si es verdad,
¿qué prenda traéis?”, dijeron los jefes. En realidad los jefes
pensaban que era la señal de su pecado. Entonces los vestidos
pintados fueron desenrollados por las adolescentes: por todas
partes jaguares, por todas partes águilas, y por todas partes
abejas, avispas, era la pintura en los vestidos de faz brillante:
apreciaron entonces la faz, se los pusieron. Nada fue hecho por los
jaguares colocados primero sobre el jefe. Entonces el jefe se puso
el segundo vestido pintado, la pintura de las águilas: el jefe
pensó solamente para sí mismo que estaba bien, e iba y venía a la
faz de los suyos. Desnudó sus partes secretas a la faz de todos.
Entonces el tercer vestido pintado fue colocado sobre el jefe: así
las abejas, las avispas de la superficie, fueron puestas sobre él.
Inmediatamente su carne fue mordida por las abejas, las avispas. No
pudo soportar, no pudo sufrir, la mordedura de aquellos animales:
entonces la boca del jefe gritó a causa de los animales de los
cuales sólo la imagen estaba pintada en el vestido: la pintura de
Guarda-Botín, la tercera pintura. Entonces los jefes fueron
vencidos. En seguida las adolescentes Deseable, Agradable, fueron
insultadas por los jefes. “¿Qué son esos vestidos que habéis
traído? ¿Adonde fuisteis a cogerlos, oh engañadoras?”, fue dicho a
las jóvenes, injuriándolas a causa de la derrota de todas las
tribus por Pluvioso. Ahora bien, esas tribus hubieran querido que
Pluvioso fuese a tener placer con aquellas Deseable, Agradable, que
ellas fornicasen, y en el espíritu de las tribus, que esto fuese
para tentarlo. Pero su derrota no pudo acaecer a causa de aquellos
hombres Sabios. Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno.
Guarda-Botín.

Entonces todas las tribus celebraron de nuevo
consejo. “¿Cómo los venceremos? Verdaderamente, tal como es su ser
es grande”, repitieron cuando se reunieron en Consejo. “Pues bien,
los atacaremos, los mataremos; nos adornaremos con flechas, con
escudos. ¿No somos numerosos? Que ni uno ni dos de nosotros se
queden”, dijeron también cuando celebraron consejo. Todas las
tribus se adornaron. Numerosos eran los matadores cuando para la
matanza estuvieron reunidas todas las tribus. Ahora bien. Brujo del
Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín estaban en la cima del
monte; Volcán, era el nombre del monte; estaban allí para sus
engendrados , allí en la montaña. Sus hombres no eran numerosos, no
eran una multitud como la multitud de las tribus: un pequeño número
solamente: la cima de la montaña les rodeaba . Sin embargo,
entonces fue decidida su destrucción por las tribus cuando todas se
reunieron, se congregaron, cuando todas se llamaron. He aquí, pues,
que todas las tribus se juntaron, todas adornadas con sus flechas,
con sus escudos: innumerables eran los metales preciosos de sus
ornamentos: embellecido estaba el aspecto de todos los jefes, los
Varones; todos en verdad cumplieron su palabra. “En verdad, todos
serán hechos realmente miserables. Ese Pluvioso, ese dios, es al
que adoraremos si, solamente, lo hacemos prisionero”, se dijeron
unas a otras las tribus. Pero Pluvioso sabía, y Brujo del
Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, sabían; conocían lo que
estaba decidido, pues no tenían ni sueño ni reposo desde que se
habían preparado los arqueros, los guerreros. En seguida todos
aquellos guerreros se levantaron; queriendo en sus corazones atacar
nocturnamente, fueron. Pero no llegaron, sino que en camino
aquellos guerreros se durmieron, y después fueron vencidos por
Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín. Juntos se
durmieron en el camino; sin saberlo, todos acabaron por dormirse,
en seguida comenzó la depilación de sus cejas, de sus barbas, por
los tres; entonces se desprendieron los metales preciosos de sus
gargantillas, de sus coronas, de sus collares; no fue sino el asta
de sus lanzas a la que se le quitaron los metales preciosos . Para
la humillación de sus rostros fue hecha su depilación, señal de la
grandeza de los hombres Queche. Habiéndose despertado después,
inmediatamente tomaron sus coronas y las astas de sus lanzas: no
había ya metales preciosos en las astas y en las coronas. “¿Quién
nos lo quitó? ¿Quién nos depiló así? ¿De dónde vinieron a robarnos
nuestros metales preciosos?”, dijeron todos los guerreros. “¿Serían
quizás esos engañadores que roban hombres? ¿No cesarán pronto de
espantarnos? Ataquemos su ciudad; así volveremos a ver nuestros
metales preciosos; esto es lo que les haremos”, dijeron todas las
tribus; todas obraron según sus palabras. Ahora bien, en reposo
estaban los corazones de Los de las Espinas, Los del Sacrificio,
que estaban en la montaña. Así, Brujo del Envoltorio, Brujo
Nocturno, Guarda-Botín, habiendo celebrado un gran Consejo,
hicieron fortificaciones al borde de su ciudad, no rodeándola más
que de tablas, más que de espinos, su ciudad. Hicieron en seguida
maniquíes semejantes a hombres; esto fue hecho por ellos; después
los alinearon allí, en las fortificaciones; de igual modo estaban
allí sus escudos, estaban allí sus flechas, ron los cuales se les
adornó; en sus cabezas se les pusieron coronas de metales
preciosos; se les pusieron a aquellos simples maniquíes, a aquellos
simples muñecos construidos con madera; se les pusieron los metales
preciosos que se habían ido a coger a las tribus en el camino y con
los cuales los maniquíes fueron adornados por los tres. Éstos
cavaron entonces alrededor de la ciudad. Pidieron en seguida
consejo a Pluvioso. “¿Moriremos? ¿Seremos vencidos?”. Sus corazones
recibieron la respuesta ante Pluvioso. “No os aflijáis. He aquí lo
que pondréis contra ellos. No os espantéis”, fue dicho a Brujo del
Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín.


Entonces vínose a darles avispas, abejas que
fueron a coger para erizar la muralla: llegadas, fueron puestas en
cuatro grandes calabazas que fueron colocadas alrededor de la
ciudad: se encerraron las abejas, las avispas, en las calabazas,
para combatir con ellas a las tribus. La ciudad fue espiada,
rodeada de emboscadas, juzgada por los enviados de las tribus. “No
son numerosos”, dijeron, pero no habían llegado a ver más que los
maniquíes, los muñecos construidos con madera, que dulcemente se
balanceaban, sosteniendo sus flechas, sus escudos, y parecían
verdaderamente hombres, parecían verdaderamente matadores. Cuando
las tribus los vieron, todas las tribus se regocijaron de cuán
pocos venían. Numerosas eran las tribus existentes. Innumerables
eran los hombres, los guerreros, los matadores, para matar a los de
Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín que estaban allí
en el monte Volcán, nombre, del monte en donde estaban. He aquí que
contaremos su llegada. He aquí que allí estaban Brujo del
Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín. Juntos estaban en la
montaña con sus esposas, sus hijos, cuando llegaron todos los
guerreros, los matadores; no solamente diez y seis mil. ni
veinticuatro mil , de entre las tribus. Rodearon a la ciudad;
vociferaban, adornados con flechas, con escudos; golpeaban sus
escudos, silbaban, aullaban. Vociferaron exclamaciones, silbidos,
cuando llegaron al pie de la ciudad. No había en esto nada que
pudiera espantar a Los de las Espinas. Los del Sacrificio: fueron
simplemente a mirar desde el reborde de las fortificaciones; fueron
en orden con sus esposas, sus engendrados. Sus espíritus fueron
solamente al encuentro de los actos, de la música, de las palabras
de las tribus cuando éstas subieron a la faz del monte: poco
faltaba para que acabasen de llegar hasta la entrada de la ciudad
cuando se levantaron las cubiertas de las cuatro calabazas que
estaban al borde de la ciudad; entonces salieron las abejas, las
avispas, saliendo como humo del interior de cada una de las
calabazas. Así los guerreron fueron acabados por los animales que
se pegaban a sus ojos, que se pegaban a sus narices, a sus bocas, a
sus piernas, a sus brazos. “¿Adonde han ido a coger, adonde han ido
a reunir, todo lo que hay aquí de abejas, de avispas?” Pegadas así,
mordían los ojos; las bestezuelas se abatían furiosas sobre cada
uno de los hombres. Embriagados por las abejas, las avispas, sin
poder sostener sus flechas, sus escudos, los hombres caían sobre la
haz de la tierra. Se tendían al caer ante la montaña. No sintieron
que se les traspasaba con flechas, que se les tajaba con el hacha.
Brujo del Envoltorio. Brujo Nocturno, no se sirvieron más que de
madera podrida ; sus esposas se pusieron a matar. Solamente
una parte del enemigo regresó: las tribus se fueron a la carrera.
Aquellos a quienes primero se alcanzó fueron acabados, fueron
matados: no pocos hombres perecieron: los nuestros no mataron tanto
como sus corazones perseguían, porque los animales estuvieron
también en contra de ellos No emplearon toda su valentía: sin
flechas, sin escudos, mataron. Entonces fueron humilladas todas las
tribus. Las tribus se humillaron, pues, ante la faz del Brujo del
Envoltorio. Brujo Nocturno. Guarda-Botín. “Tened piedad de nuestros
rostros. No nos matéis”, dijeron. “Muy bien. Pero debíais morir. Os
volveréis, pues, tributarias», mientras haya días, mientras haya
albas”, fue respondido. Tal fue la derrota de todas las tribus por
nuestras primeras madres, nuestros primeros padres; sucedió allá en
el monte ahora llamado Volcán. Aquellos primeros antepasados se
fijaron, se multiplicaron, hicieron hijas, hicieron hijos, en la
cima del Volcán. Se regocijaron cuando vencieron a todas las
tribus, derrotadas allá en el monte. Así hicieron: humillaron a las
tribus, a todas las tribus. En seguida sus corazones reposaron.
Dijeron a sus engendrados que su muerte había estado cercana cuando
se había querido matarlos. He aquí que contaremos la muerte de los
llamados Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo
Lunar.

Como
ellos sabían que estaba próxima su pérdida, su muerte, dieron
órdenes acerca de ella a sus engendrados. Ningún signo de
enfermedad. No gimieron, no tuvieron angustia, cuando dejaron su
Palabra a sus engendrados. He aquí los nombres de sus engendrados.
Brujo del Envoltorio engendró dos hijos: Qo Caib nombre del primer
hijo, Qo Cavib nombre del segundo hijo, hijos de Brujo del
Envoltorio, abuelos, padres, de los Cavik. He aquí también los dos
que engendró Brujo Nocturno, he aquí sus nombres: Qo Acul nombre
del primer hijo. Qo Acutec se llamó el segundo hijo, de Brujo
Nocturno, abuelos, padres de los de Niha. Guarda-Botín no engendró
más que uno, llamado Qo Ahau. Estos tres engendraron. Brujo Lunar
no tuvo hijos. En verdad, tales son los nombres de los engendrados
de Los de las Espinas, Los del Sacrificio. Entonces éstos les
dejaron sus órdenes. Juntos estaban los cuatro. Cantaron en la
aflicción de sus corazones; sus corazones gimieron mientras
cantaron: “Nosotros Vemos”, es el nombre del canto que cantaron
cuando hicieron sus recomendaciones a sus engendrados. “Oh hijos
nuestros, vamos, nos regresamos; palabras del alba, preceptos del
alba, os damos”. “Oh esposas nuestras, vosotras vinisteis también
de nuestra lejana comarca”, dijeron a sus esposas, haciendo
recomendaciones a cada una. “Ya está preparado, está manifiesto en
el cielo el Símbolo de los Jefes. Nosotros no hacemos más que
regresar: hemos cumplido nuestra tarea; nuestros días están
acabados. Pensad en nosotros, no nos borréis de vuestra memorial,
no nos olvidéis Vosotros veréis vuestra casa, vuestro país.
Prosperad. Que así sea. Seguid vuestro camino. Ved de dónde
vinimos”. Así dijo su Palabra, cuando ellos ordenaron. Y entonces
Brujo del Envoltorio dejó el signo de su existencia. “He aquí el
recuerdo mío que o? dejo. He aquí vuestra Fuerza. He ordenado,
decidido”, dijo. Dejó entonces el signo de su existencia, la Fuerza
Envuelta, así llamada: su faz no se manifestaba, sino que estaba
envuelta; no se la desenrollaba: a costura no aparecía porque se la
envolvía sin que fuese visible. Así ordenaron ellos cuando se
desvanecieron en la cima de la montaña. No fueron inhumados por sus
esposas, sus hijos. Invisible fue su desaparición, su
desaparecimiento: visibles sólo sus preceptos. El Envoltorio
volvióse preciso para los suyos, para quienes fue el recuerdo de
sus padres; inmediatamente quemaron copal ante aquel, para ellos,
recuerdo de sus padres. Entonces nacieron hombres de los jefes
cuando éstos sucedieron a Brujo del Envoltorio que había comenzado,
abuelo, padre, de los Cavik: pero sus hijos llamados Qo Caib, Qo
Cavib, no desaparecieron. Así murieron los cuatro, nuestros
primeros abuelos, padres, cuando desaparecieron, cuando dejaron a
sus engendrados, allá en el monte Volcán, allá en donde se quedaron
sus hijos. Habiendo sido humillados, habiendo sido postrada su
gloria, todas las tribus ya no tenían fuerza: no existían todas más
que para servir cada día. Los quichés se acordaban de sus padres:
grande era para ellos la gloria del Envoltorio; no la
desenrollaron, sino que estaba allí en la Envoltura, con ellos. Fue
llamada por ellos Fuerza Envuelta, cuando designaron, cuando dieron
nombre a su Secreto dejado por sus padres, lo que hicieron en señal
de su ser. Tal fue la desaparición, la pérdida, de Brujo del
Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín, Brujo Lunar, los primeros
hombres que vinieron del otro lado del mar, del Este. Hacía mucho
tiempo que habían venido cuando murieron, ancianos, los llamados
Los de las Espinas, Los del Sacrificio.

Los
tres hijos primogénitos pensaron después en ir al Oriente, pensaron
en las órdenes de sus padres, no las olvidaron. Sus padres habían
muerto hacía largo tiempo cuando se les dieron esposas de la tribu,
suegros, cuando aquellos tres tornaron mujer. Cuando partieron,
dijeron: “Vamos allá adonde el sol se levanta, de donde vinieron
nuestros padres”, lo dijeron al ponerse en camino. Aquellos tres,
los procreados: Qo Caib, nombre de uno de los engendrados de Brujo
del Envoltorio. El de todos los Cavik, Qo Acutec, nombre de uno de
los engendrados de Brujo Nocturno. El de los Niha. Qo Ahau, nombre
del único engendrado de Guarda-Botín, el de los Ahau-Quiché. Tales
son los nombres de aquellos que fueron allá lejos, del otro lado
del mar; entonces aquellos tres se fueron. Segura era su Sabiduría,
era su Ciencia; su ser no era de hombres ordinarios. Dejaron
órdenes a sus hermanos mayores, a sus hermanos menores, alegrándose
de partir. “No moriremos, regresaremos”, dijeron los tres al
partir. Ciertamente pasaron por el mar al llegar allá lejos a
Oriente, al ir a recibir sus poderes. He aquí el nombre del título
del jefe a cuyo país llegaron: el Gobierno de los Orientales.
Entonces llegaron ante el jefe Nacxit nombre del gran jefe, supremo
Decididor de Palabra, de mucho poder. He aquí que él les dio las
insignias del poder, todos sus atributos. Entonces vinieron las
insignias de Consejero.
Consejero Lugarteniente; entonces vinieron las
insignias de la fuerza del poder de Consejero, Consejero
Lugarteniente. Nacxit terminó de darles los atributos del poder. He
aquí los nombres: dosel, sitial con respaldo, flauta, tambor
cham-cham, piedras negras y amarillas, garras, zarpas de puma,
cráneo de jaguar, Búho de orejas de asno, matanza de venado,
brazaletes. Conchitas tat, cascabeles, cuna, pañales, caxcon,
chiyom, aztapulul, todo lo que trajeron después de haber ido del
otro lado del mar a recibir la escritura de Lugar de la Abundancia,
los escritos, dícese, de lo que ellos insertaron en su historia.
Cuando hubieron llegado, después, a la cima de la ciudad llamada
Volcán, todos los Tam, los Iloc se reunieron, todas las tribus se
congregaron, se alegraron de la llegada de Qo Caib, Qo Acutec, Qo
Ahau, quienes volvieron a tomar allí el poder tribal. Los Rabinal,
los Cakchequel, los de Tziquina-ha, se alegraron. Así aparecieron
ante sus rostros las insignias de la grandeza del poder. Grande era
también la existencia de las tribus antes de que ellas hubiesen
acabado de manifestar su poder. Los tres jefes estaban allí, en
Volcán. Con ellos estaban todos aquellos que habían ido al lejano
Oriente y que se extendieron por la montaña; todos eran numerosos.
Allí murieron las esposas de Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno.
Guarda-Botín. “Cuando, después de haber dejado, de haber abandonado
su país, vinieron, buscaron otros lugares de donde fijarse,
innumerables fueron los lugares en donde se establecieron,
designándolos, dándoles nombres. Allí se amontonaron, se reforzaron
nuestras primeras madres, nuestros primeros padres”, decían antaño
los hombres cuando contaban que habían abandonado, dejado su
primera ciudad llamada Volcán y que de allí habían llegado a otra
ciudad llamada Chi Quix. Se extendieron en cada cuartel de la
ciudad, hicieron hijas, hicieron hijos. Allí en donde estuvieron,
cuatro colinas llevaban juntas el nombre de la ciudad. Casaron a
sus hijas, a sus hijos, pero por sus regalos, solamente para
concluir, solamente para acabar, pusieron precio a sus hijas, lo
recibieron; así, buena era la existencia que les proporcionaban.
Entonces pasaron por cada fracción de la ciudad; he aquí los
nombres: Chi Quix, Chi Chac, Humetaha, Culba-Cavinal, nombres de
las colinas donde habitaron. He aquí que escogieron las colinas de
su ciudad, las colinas inhabitadas, que buscaron, porque todos eran
numerosos. Aquellos que habían recibido el poder en Oriente habían
muerto; eran viejos cuando llegaron allí, a cada ciudad; cada una
de éstas por donde pasaron no poseyó mucho tiempo sus rostros;
tuvieron dolores, tormentos, cuando llegaron a las lejanas
ciudades, aquellos abuelos, aquellos padres. He aquí el nombre de
la ciudad adonde llegaron.

Chi
Izmachi es el nombre de la colina en donde estuvo después su
ciudad, en donde para siempre estuvieron. Allí creció su fuerza;
pulverizaron su cal, su tierra blanca, bajo la cuarta generación de
jefes. Decidieron Conacho, Belche Queh, y también el Eminente Jefe.
Después gobernaron los jefes Cotuha e Iztayul, nombre del Consejero
y del Consejero Lugarteniente; gobernaron allá en Chi Izmachi, que
se convirtió en una ciudad perfecta que ellos hicieron. Tres
Grandes Mansiones solamente se formaron en Iznachi, las
veinticuatro Grandes Mansiones no se formaron todavía. Sus tres
Grandes Mansiones se formaron: una, la Gran Mansión de los Cavek;
otra, la Gran Mansión ante el” rostro de los Niha; otra también, la
de los Ahau-Quiché. Solamente como dos serpientes eran las dos
fracciones del pueblo. Ahora bien, en Izmachi su corazón era único;
no había alertas, no había dificultades; el gobierno estaba en
reposo; no había guerras, revueltas; solamente la calma, solamente
la paz, en sus corazones. No había envidia, no había odio; en sus
acciones, pequeña era su fuerza; no había nada importante, no había
engrandecimiento. Entonces trataron de hacer sobrepujar el escudo,
allí en Izmachi, como marca de su potencia; entonces lo hicieron el
signo de su fuerza, el signo también de su grandeza. Cuando esto
fue visto por los Iloc entonces la guerra nació, hecha por los
Iloc, que querían venir a matar al jefe Cotuha, no queriendo tener
sino un jefe suyo. En cuanto al jefe Iztayul, querían castigarlo,
querían que fuera castigado por los Iloc, que fuera condenado a
muerte. Pero su envidia no prevaleció contra el jefe Cotuha, quien
marchó contra ellos antes de que él, el jefe, fuera matado por los
Iloc, Tal fue el origen de la revuelta y del tumulto de la guerra.
Primeramente los Iloc atacaron a la ciudad, fueron a matar. Querían
la pérdida del rostro Queche: que ellos solos gobernasen era su
pensamiento. Pero no llegaron más que para morir. Fueron hechos
prisioneros, fueron hechos cautivos, sin que se salvasen muchos.
Entonces se comenzó a sacrificarlos. Los Iloc fueron sacrificados
ante los dioses: este pago de sus faltas fue hecho por el jefe
Cotuha. Muchos se convirtieron en servidores, vasallos,
tributarios, habiendo ido a entregarse a la derrota por la guerra
contra los jefes, contra los barrancos, la ciudad . Sus corazones
habían deseado la pérdida, el oprobio, de la faz de la jefatura
Quiché: esto no pudo hacerse. Asi nacieron los sacrificios humanos
ante los dioses: entonces se hizo el escudo de guerra, el origen,
el comienzo, de la defensa de la ciudad Chi Izmachi. Ahí también
estuvo el comienzo, el origen, de su fuerza, porque verdaderamente
grande fue la potencia del jefe Quiché. Por todas partes jefes
Sabios, sin que nadie los humillase, sin que nadie los decentase.
Kilos hicieron grande el poder que comenzó allí en Izmachi. Allí
aumentaron las escarificaciones ante los dioses, y el terror: todas
las tribus, tribus pequeñas, tribus grandes, se aterrorizaron
viendo la entrada de los hombres prisioneros que sacrificaron, que
mataron, para acrecentar su fuerza, su dominación, el jefe Cotuha
el jefe Iztayul, con los Niha, los Ahau-Quiché. Sólo estas tres
fracciones del pueblo estaban en la ciudad llamada Izmachi. Allí
comenzó también la comida, el festín para sus hijas, cuando éstas
se casaban. Por esto se regocijaron los llamados las tres Grandes
Mansiones; allí bebieron sus bebidas: allí comieron sus alimentos,
precio de sus hermanas, de sus hijas; se regocijaron en sus
corazones. Hicieron sus alimentos, sus calabazas cinceladas, en sus
Grandes Mansiones. “Solamente nuestras acciones de gracias,
solamente nuestras ofrendas, como signo de nuestro discurso, como
signo de nuestra palabra sobre las esposas, los esposos”, decían.
Allí designaron a sus clanes, sus siete tribus, sus barrios.
“Unámonos, nosotros los Cavik, nosotros los Niha, y nosotros los
Ahau-Quiché”, dijeron los tres clanes, las tres Grandes Mansiones.
Largo tiempo habían estado allí en Izmachi cuando encontraron,
cuando vieron otra ciudad, cuando abandonaron la de
Izmachi.

Cuando
se levantaron después para partir, fueron a la ciudad Gumarcaah,
cuyo nombre fue dicho por los quichés cuando llegaron los jefes
Cotuha, Gucumatz, todos los jefes; comenzó, entonces la quinta
generación de hombres desde el origen del alba, el origen de las
tribus, el origen de la vida, de la existencia. Hicieron allí
numerosas casas; allí también hicieron la Casa de los Dioses; en el
centro, en la cima de la ciudad, la pusieron cuando llegaron,
cuando se fijaron. En seguida su potencia creció todavía.
Numerosas, considerables, eran sus Grandes Mansiones, cuando éstas
celebraron Consejo; se reunieron, se subdividieron, porque habían
nacido sus querellas; se envidiaban por el precio de sus hermanas,
el precio de sus hijas, ya no ofrecían sus bebidas ante sus
rostros. He aquí el origen de sus subdivisiones cuando se efectuó
el lanzamiento de los huesos, de los cráneos de los muertos, que
ellos se arrojaron. Entonces se separaron en nueve clanes; habiendo
acabado la querella de las hermanas, de las hijas, se ejecutó la
decisión de que gobernarían veinticuatro Grandes Mansiones, y esto
sucedió. Hacía mucho tiempo que todos los hombres habían llegado
allá a su ciudad cuando ajustaron las veinticuatro Mansiones allí
en la ciudad de Gumarcaah. Bendecida por el Santo Obispo, esta
ciudad está vacía, abandonada . Allí llegaron a ser poderosas,
reunieron brillantemente sus bancos, sus sitiales con respaldo;
todas las faces de su fuerza habían sido distribuidas a cada uno de
los jefes: nueve clanes fueron asignados a los nueve jefes de los
Cavik, nueve a los jefes de los Niha, cuatro a los jefes de los
Ahau-Quiché; dos a los jefes de los Zakik; llegaron a ser
numerosos; numerosos también los subalternos detrás de los jefes;
éstos eran solamente los primeros a la cabeza de sus hijos, de su
prole; muchos sub clanes fueron asignados a cada uno de los jefes.
Diremos los nombres de los títulos de esos jefes, cada uno para
cada una de las Grandes Mansiones. He aquí los nombres de los
títulos de los jefes ante la faz de los Cavik. He aquí los nombres
de los primeros jefes: Consejero, Consejero Lugarteniente, El de
Pluvioso, El de los Poderosos del Cielo, Gran Elegido de los Cavik,
Hombre del Consejo de Chituy, Colector de Impuestos de Quehnay,
Hombre del Consejo del Juego de Pelota de Tzalatz, Orador
Lugarteniente. Tales son los jefes ante la faz de los Cavik, los
nueve jefes asignados cada uno a cada una de las Grandes Mansiones
de las cuales serán vistas más adelante las faces. He aquí los
jefes ante la faz de los Niha. He aquí los primeros jefes:
Jefe-Eminente, Jefe Hablador de los Hombres, Eminente
Lugarteniente, Gran Lugarteniente, Orador Lugarteniente, Gran
Elegido de los Niha, El de Sembrador, Jefe Reunidor, de los
Festines de Zaklatol, Gran Colector de Impuestos de Yeoltux; los
nueve jefes ante la faz de los Niha. He aquí en seguida a los
Ahau-Quiché. He aquí los nombres de sus jefes: Hablador de los
Hombres, Jefe Colector de Impuestos, Jefe Gran Elegido de los
Ahau-Quiché, Jefe de Los de Volcán; cuatro jefes ante la faz de los
Ahau-Quiché, asignados a cuatro Grandes Mansiones. Dos clanes de
los Zakik tuvieron también jefes: El de la Gran Mansión Florida,
Eminente de los Zakik; estos dos jefes tenían cada uno una Gran
Mansión
Así se
completaron los veinticuatro jefes, y las veinticuatro grandes
Mansiones existieron. Entonces crecieron la fuerza, la dominación,
en Quiché; entonces se ilustró, entonces dominó la grandeza de la
raza Quiché. Entonces fue pulverizada la cal, fue pulverizada la
tierra blanca, para el barranco, la ciudad. Las tribus pequeñas,
las tribus grandes, vinieron adonde estaba el nombre del jefe que
hacía la grandeza del Quiché; entonces nacieran la fuerza, la
dominación. Entonces nacieron la Casa de los Dioses y las casas de
los jefes. Éstos no las edificaron, no trabajaron en ellas, no
hicieron ellos mismos las casas; no hicieron ni siquiera la Casa de
los Dioses; todo esto no fue hecho más que por sus hijos, su prole,
quienes se habían multiplicado . Éstos no fueron tomados por
violencia, por astucia, por rapto; en verdad sobre cada uno de
ellos gobernaban sus jefes propios . Numerosos eran los hermanos
mayores, los hermanos menores. Reunieron sus existencias.
Acrecieron el renombre de cada uno de los jefes. Verdaderamente
preciosa, verdaderamente grande, era la potencia de los jefes; el
respeto hacia los jefes creció, y su gloria nació por los hijos, la
prole, cuando se multiplicaron también los del barranco, los de la
ciudad. Ciertamente, no todas las tribus vinieron a darse así, como
cuando durante la guerra se habían humillado los barrancos, las
ciudades, sino que por los jefes Sabios se ilustraron el jefe
Gucumatz, el jefe Cotuha. En verdad, aquel Gucumatz llegó a ser un
jefe Sabio. Una hebdómada para subir al cielo; una hebdómada
caminaba para descender a Xibalbá. Una hebdómada él era serpiente,
se volvía realmente serpiente: una hebdómada se hacía águila, una
hebdómada también jaguar, se volvía verdaderamente la imagen del
águila, del jaguar; una hebdómada aún, sangre coagulada,
volviéndose solamente sangre coagulada. Verdaderamente, la
existencia de aquel jefe Sabio espantaba ante su rostro a todos los
jefes. El rumor se divulgó; todos los jefes conocieron la
existencia de aquel jefe Sabio. Tal fue el origen de la grandeza
del Quiché cuando el jefe Gucumatz hizo aquellos signos de su
grandeza. Su faz no se perdió en los corazones de los nietos, de
los niños. Él no hizo aquello para que hubiese un jefe Sabio sino
para, por su existencia, hacer someterse a todas las tribus, para,
por sus actos, estar solo a la cabeza de las tribus . Aquellos
jefes Sabios llamados Gucumatz y Cotuhafueron la cuarta generación
de jefes y verdaderos Consejero. Consejero Lugarteniente. Quedó su
posteridad, su descendencia, que tuvo la fuerza la dominación
cuando engendraron hijos que hicieron mucho. Así fueron engendrados
Tepepul, Ztayul, cuyo gobierno fue la quinta generación: fueron
jefes: cada generación de jefes engendró.






He aquí
ahora los nombres de la sexta generación de jefes, los dos muy
grandes jefes: E-gag-Quicab, nombre de un jefe; Cavizimah, nombre
del otro. Quicab, Cavizimah, hicieron mucho; engrandecieron el
Quiché por su existencia verdaderamente sabia. He aquí la
humillación, la destrucción, de los barrancos, de las ciudades, de
las tribus pequeñas, de las tribus grandes, muy cercanas, entre las
cuales estaban antaño la ciudad, la colina, de los Cakchequel, la
Chuvila actual, y la colina de los Rabinal, la Pamaca , la colina
de los Caok, la Zaka-baha , así como la ciudad de Zakuleu ,
Chuvi-Migina , Xelahu , Chuva-Tzak , y Tzolohche . Quicab los
detestaba; hizo la guerra; en verdad, él humilló, destruyó, los
barrancos, las ciudades, de los Rabinal, de los Cakchequel, de los
Zakuleu. Llegó, venció, a todas las tribus. Quicab llevó lejos sus
armas. Cuando una fracción, dos fracciones, no traían el tributo de
todos sus bienes, él humillaba a sus ciudades. Las tribus trajeron
el tributo ante Quicab, Cavizimah. Entraron en servidumbre; fueron
desangradas, fueron asaetadas en los árboles; no tuvieron ya
gloria, no tuvieron ya renombre. Tal fue la destrucción de las
ciudades, al instante destruidas sobre la tierra. Como hiere el
relámpago y destruye a la piedra, Quicab aterrorizaba de súbito,
sometía a las tribus. Delante de Colché, un montículo de piedras es
hoy la señal de una ciudad; poco falta para que no esté tallada
como si él la hubiera cortado con el hacha; allá, en el valle
llamado Petatayub, está visible ahora; todos los hombres vieron al
pasar ese testimonio de la bravura de Quicab. No se le pudo matar,
no se le pudo vencer. Verdaderamente era un Varón; tomó los
tributos de todas las tribus. Cuando, habiendo celebrado consejo,
todos los jefes fueron a fortificar los contornos de los barrancos,
los contornos de las ciudades, él humilló a las ciudades de todas
las tribus. Después salieron los guerreros exploradores, fueron
creados los clanes que debían habitar en las colinas abandonadas.
“Si la tribu volviera a habitar la ciudad”, decían todos los jefes,
uniendo sus Sabidurías. Los guerreros iban entonces a los lugares
designados. “Como nuestra muralla, como nuestro clan, como nuestras
empalizadas, nuestras fortalezas, será esto. Que ésta sea nuestra
valentía, nuestra bravura”, decían todos los jefes en los lugares
indicados, cada uno para su clan, para combatir a los guerreros
enemigos. Cuando esto fue ordenado, fueron a los lugares designados
a habitar el país de las tribus; fueron para esto a aquellas
regiones. “No os asustéis si hay guerreros que marchan contra
vosotros para mataros; venid aprisa a decir me lo; yo iré y los
mataré”, les dijo Quicab cuando dio sus órdenes a todos y al
Eminente, al Hablador de los Hombres. Entonces fueron los arqueros,
los honderos, así llamados; no fueron más que los antepasados, los
padres, de todos los hombres Queche; estaban en cada colina,
solamente para guardar las colinas, solamente para velar sobre las
flechas, las hondas, para guardar las contra la guerra, cuando
fueron. Sin alba diferente, sin dioses diferentes, solamente para
fortificar sus ciudades . Entonces todos aquellos ocupantes
salieron: Los de Uvila, Los de Chutimal, Zakiya, Xahbaquieh,
Chi-Temah, Vahxalahuh, con los de Cabrakán, Chabicak-Chi-Hunahpu,
con Los de Maká, Los de Xoyabah, Los de Zakcabaha, Los de Zihaya,
Los de Migina, Los de Zelahub, de las llanuras, de los montes;
salieron a velar sobre la guerra, a guardar la tierra adonde iban
por orden de Quicab, Cavizimah, Consejero, Consejero Lugarteniente,
y del Eminente, el Hablador de los Hombres, los cuatro jefes.
Fueron enviados para velar sobre los guerreros enemigos de Quicab.
Cavizimah, nombres de los dos jefes ante los Cavik; de Quemá,
nombre del jefe ante los Niha; de Achak-lboy, nombre del jefe ante
los Ahau-Quiché. Tales son los nombres de los jefes que enviaron,
que expidieron, cuando sus hijos, su prole, fueron a las colinas, a
cada colina. Primero fueron. En seguida llegaron prisioneros,
llegaron cautivos, ante Quicab. Cavizimah el Eminente, el Hablador
de los Hombres. Los arqueros, los honderos, hicieron la guerra,
hirieron prisioneros, hicieron cautivos. Aquellos guardianes
llegaron a ser Varones; su renombre, su memoria, se acrecentaron
por los jefes cuando regresaron a darles lodos sus prisioneros, sus
cautivos. En seguida se unieron los consejos de los jefes:
Consejero. Consejero Lugarteniente. Eminente, Hablador de los
Hombres. De allí salió la Decisión de que aconteciere lo que
aconteciere, ellos serían los primeros, sus cargos representarían a
los clanes. “Yo Consejero, yo Consejero Lugarteniente: Consejero es
mi dignidad, como tú Jefe Eminente: la potencia de los Eminentes
existirá”, dijeron todos los jefes cuando tomaron su Decisión. Lo
mismo hicieron los Tam, los Iloc. De rostros iguales fueron las
tres fracciones del Quiché, cuando tomaron posesión, cuando fueron
escogidos, los primeros de sus hijos, de su prole. Tal fue la
Decisión tomada, pero no fue tomada allí, en el Queche. Los nombres
subsisten de las colinas en donde tomaron posesión los primeros de
los hijos, de la prole, estando entonces cada uno en su colina y
habiéndose reunido juntos. Xebalax, Xecamac, son los nombres de las
colinas en donde tomaron posesión en donde llegaron al poder. Esto
se hizo en Chulimal. Tales fueron su elección, su loma de posesión,
y la designación de veinte Eminentes, de veinte Consejeros, por el
Consejero, el Consejero Lugarteniente. El Eminente, el Hablador de
los Hombres. Tomaron posesión de su cargo todos los Eminentes,
Consejeros, once Grandes Elegidos. Eminente Jefe, Eminente de los
Zakik, Eminente de los Varones, Consejeros de los Varones,
Carpinteros de los Varones, Cima de los Varones; tales son los
nombres de las dignidades de Varones que ellos crearon, que ellos
escogieron, que ellos nombraron, en sus bancos, sus sitiales con
respaldo, los primeros de los hijos, de la prole, de los hombres
Quiché, los exploradores, los oidores, los arqueros, los honderos;
murallas, puertas, empalizadas, fortalezas, hubo alrededor del
Quiché. Lo mismo hicieron los Tam, los Iloc; los primeros de los
hijos, de la prole, que estaban en cada colina, tomaron posesión,
fueron escogidos. Tal fue el origen de los Eminentes-Consejeros, de
las dignidades de cada clan hoy; así fue su aparición cuando éstas
aparecieron por orden de los Consejero, Consejero Lugarteniente, y
del Eminente, del Hablador de los Hombres, cuando éstas
surgieron.

He aquí
que diremos los nombres de las Casas de los Dioses. En verdad, la
casa se llamaba con el nombre del dios. Grandísimo Edificio de
Pluvioso, era el nombre del edificio, de la casa de Pluvioso, de
los Cavik. Sembrador, nombre del edificio, de la casa de Sembrador,
de los Niha. Volcán, nombre del edificio, de la casa del dios de
los Ahau-Quiché. Mansión Florida que se ve en Cahbaha, nombre de
otro grandísimo edificio en donde estaba una piedra adorada por los
jefes Quichés, adorada por toda la tribu. La tribu comenzaba el
sacrificio ante Pluvioso; en seguida el Consejero, el Consejero
Lugarteniente, adoraba también; finalmente íbase a dar las plumas,
los tributos, ante los jefes. He aquí los jefes que ellos
sostenían, que ellos alimentaban; el Consejero, el Consejero
Lugarteniente. Ellos habían fundado la ciudad, aquellos grandes
jefes, aquellos hombres Sabios, aquellos jefes Sabios, Gucumatz,
Cotuha, así como los Sabios jefes Quicab, Cavizimah. Sabían si la
guerra se haría. Todo se les manifestaba; veían si habría muerte o
hambre o revuelta. Igualmente sabían adonde estaba la
manifestación, adonde estaba el Libro llamado por ellos Libro del
Consejo. No solamente así era grande la existencia de los jefes,
sino que grandes también eran sus ayunos, pago de los edificios,
pago del poder por ellos. Largo tiempo ayunaban, sacrificaban ante
sus dioses. He aquí su modo de ayunar. Nueve hombres ayunaban;
otros nueve sacrificaban, incensaban; trece hombres más ayunaban, y
trece sacrificaban, incensaban, ante Pluvioso, ante su dios; no
comían más que zapotillos rojos, zapotes matasanos, frutas; no
tenían tortillas para comer; o diecisiete hombres sacrificaban o
diez y siete ayunaban; no comían verdaderamente mientras cumplían
los grandes preceptos, ese signo del ser de los jefes . No tenían
esposas con las cuales dormir; permanecían solos, se guardaban de
ellas, ayunaban; solamente estaban a diario en la Casa de los
Dioses, no haciendo más que adorar, incensar, sacrificar. Allí
estaban por la tarde, al alba. Solamente gemían sus corazones,
solamente gemían sus vientres, pidiendo la felicidad, la vida, para
sus hijos, su prole, y también su potencia, levantando sus rostros
al cielo. He aquí su ruego a los dioses cuando pedían, he aquí el
gemido de sus corazones: “¡Salve, Bellezas del Día, Maestros
Gigantes, Espíritus del Cielo, de la Tierra, Dadores del Amarillo,
del Verde, Dadores de Hijas, de Hijos! Volveos hacia nosotros,
esparcid el verde, el amarillo , dad la vida, la existencia, a mis
hijos, a mi prole. Que sean engendrados, que nazcan vuestros
sostenes, vuestros nutridores, que os invoquen en el camino, en la
senda, al borde de los ríos, en los barrancos, bajo los árboles,
bajo los bejucos. Dadles hijas, hijos. Que no haya desgracia, ni
infortunio. Que la mentira no entre detrás de ellos, delante de
ellos. Que no caigan, que no se hieran, que no se desgarren, que no
se quemen. Que no caigan ni hacia arriba del camino, ni hacia abajo
del camino. Que no haya obstáculo, peligro, detrás de ellos,
delante de ellos. Dadles verdes caminos verdes sendas. Que no hagan
ni su desgracia ni su infortunio vuestra potencia, vuestra
hechicería. Que sea buena la vida de vuestros sostenes, de vuestros
nutridores, ante vuestras bocas, ante vuestros rostros, oh
Espíritus del Cielo, oh Espíritus de la Tierra, oh Fuerza Envuelta,
oh Pluvioso, Sembrador, Volcán, en el cielo, en la tierra, en los
cuatro ángulos, en las cuatro extremidades. En tanto que exista el
alba, en tanto que exista la tribu, que estén ellos ante vuestras
bocas, ante vuestros rostros, oh dioses”. Así rogaban los jefes
cuando adentro de la Casa de los Dioses ayunaban los nueve hombres,
los trece hombres, los diecisiete hombres. Ayunaban durante el día.
Sus corazones gemían sobre sus hijos, su prole, y sobre todas las
esposas, los engendrados, cuando cada uno de los jefes hacía su
oficio. Ese era el precio de su “blanca” vida, el precio de su
poder, de aquel poder de Consejero, Consejero Lugarteniente,
Eminente, Hablador de los Hombres . De dos en dos entraban en
funciones, se reemplazaban, encargados de la tribu y de todos los
hombres Queche. Única era la fuente de su historia, la fuente de su
sostén, de su alimento. Semejante era la fuente de su historia,
semejantes también las acciones de los Tam, de los Iloc, y de los
Rabinal, de los Cakche-quel, de Los de Tziquinaha, Tuhalaha,
Uchabaha; entonces única palabra y oído había entre los Queche
cuando hacían todo aquello. No solamente gobernaban así, sino que
además no ponían aparte los dones de sus sostenes, de sus
nutridores, sino que con ellos hacían alimentos, bebidas . No les
pagaban. Habían ganado, habían arrebatado su poder, su fuerza, su
dominación . No solamente se humillaron así los barrancos, las
ciudades, sino que las tribus pequeñas, las tribus grandes, dieron
de buen grado , llegaron jadeítas, llegaron metales preciosos y
llegaron ámbar, gigantescos puñados, gigantes con esmeraldas, con
piedras preciosas, llegaron verdes guirnaldas; estos tributos de
todas las tribus llegaron ante los jefes Sabios Gucumatz, Cotuha, y
ante Quicab, Cavizimah, Consejero, Consejero Lugarteniente, y ante
el Eminente, el Hablador de los Hombres. Ciertamente, aquello no
era poca cosa, y no eran pocas las tribus que aquellos jefes habían
vencido; de numerosas fracciones de tribus venía el tributo al
Queche: y ellas sintieron, sufrieron pesadumbre. No fue aprisa, sin
embargo, como nació la Fuerza de aquellos jefes Gucumatz fue el
origen de la grandeza del poder, el comienzo del engrandecimiento,
y el engrandecimiento del Quiché. He aquí que pondremos en orden
las generaciones de los jefes con sus nombres; nombraremos a todos
los jefes.
He aquí
las generaciones, el orden, de todos los gobiernos que tuvieron su
alba en Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno. Guarda-Botín, Brujo
Lunar, nuestros primeros abuelos, nuestros primeros padres, cuando
se mostró el sol, cuando se mostraron la luna, las estrellas. He
aquí que vamos a comenzar las generaciones, el orden de los
gobiernos, desde el origen de su tronco hasta la entrada en
funciones de los jefes, y cuando entraba en posesión del cargo,
cuando moría, cada generación de jefes, de abuelos, con la jefatura
de toda la ciudad, cada uno de los jefes. He aquí que se
manifestará el rostro de cada uno de los jefes, he aquí que se
manifestará cada rostro, de cada uno de los jefes
quichés.
He aquí
las generaciones, el orden, de todos los gobiernos que tuvieron su
alba en Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno. Guarda-Botín, Brujo
Lunar, nuestros primeros abuelos, nuestros primeros padres, cuando
se mostró el sol, cuando se mostraron la luna, las estrellas. He
aquí que vamos a comenzar las generaciones, el orden de los
gobiernos, desde el origen de su tronco hasta la entrada en
funciones de los jefes, y cuando entraba en posesión del cargo,
cuando moría, cada generación de jefes, de abuelos, con la jefatura
de toda la ciudad, cada uno de los jefes. He aquí que se
manifestará el rostro de cada uno de los jefes, he aquí que se
manifestará cada rostro, de cada uno de los jefes
quichés.
Grandes Mansiones
De Los Cavik

Brujo del Envoltorio, origen de los Cavik. Qo Caib,
segunda generación, después de Brujo del Envoltorio. Balam Conaché
comenzó las funciones de Consejero; tercera generación. Cotuha,
Ztayul , cuarta generación. Gucumatz, Cotuha, origen de los jefes
Sabios, fueron la quinta generación. Tepepul, Ztayul, sexto orden.
Quicab Cavizimah , el séptimo cambio del poder; igualmente Sabios.
Tepepul e Iztayub, octava generación. Tecum , Tepepul, novena
generación de jefes. Vahxaki-Caam , Quicab, décima generación de
jefes. Vukub-Noh , Cavatepech undécimo grado de jefes. Oxib-Quieh ,
Beleheb-Tzi , duodécima generación de jefes; gobernaban cuando vino
Donadiú; fueron ahorcados por el jefe Caxtilan. Tecum, Tepepul,
fueron tributarios ante los hombres Caxtilan; dejaron hijos;
decimotercia generación de jefes. Don Juan de Rojas, don Juan
Cortés, decimocuarta generación, fueron engendrados por Tecum,
Tepepul. He ahí las generaciones, el orden, del gobierno de los
jefes Consejero, Consejero Lugarteniente, ante la faz de los
Cavik-Quiché. He aquí que diremos otra vez los clanes. He aquí las
Grandes Mansiones de cada uno de los jefes después del Consejero,
del Consejero Lugarteniente; he aquí los nombres de las nueve
Grandes Mansiones y los nombres de las jefaturas de cada Gran
Mansión. Jefe Consejero, jefe supremo de Gran Mansión: Cu Ha,
nombre de la Gran Mansión. Jefe Consejero Lugarteniente: Tziquiná,
nombre de la Gran Mansión de la cual era jefe supremo. Gran Elegido
de los Cavek. jefe supremo de Gran Mansión. Jefe El de Pluvioso,
jefe supremo de Gran Mansión. Jefe El de los Poderes del Cielo,
jefe supremo de Gran Mansión. Hombre del Consejo de Chituy jefe;
supremo de Gran Mansión. Colector de Impuestos de Quehnay, jefe
supremo de Gran Mansión. Hombre del Consejo en la Sala del juego de
Pelota de Tzalatz-Xcuhxeha, jefe supremo de Gran Mansión. Dominador
de los Extranjeros, jefe supremo de Gran Mansión. Tales son los
nombres de los clanes de los Cavik. Numerosos los hijos, los
engendrados, detrás de esas nueve Grandes
Mansiones.
Grandes Mansiones
De Los Niha


He aquí las nueve Grandes Mansiones de los Niha.
Diremos primero las generaciones de su gobierno. Único fue el
tronco, el origen, antes del nacimiento del día, del nacimiento del
alba, para los hombres. Brujo Nocturno, primer abuelo, padre.
Qo-Acul, Qo-Acutec, segunda generación. Qo-Chahuh, Qo-Tzibaha ,
tercera generación. Beleheb Gih , cuarta generación. Cotuha, quinta
generación de jefe. Batza, sexta generación. Ztayul, en seguida,
séptima generación. Cotuha, octavo orden de gobierno. Beleheb Gih,
noveno grado. Quema, así llamado, décima generación. Ahau-Cotuha ,
undécima generación. Don Christóval, así llamado, gobernó ante la
faz de los hombres Caxtilan. Don Pedro de Robles , Jefe Eminente,
ahora. Éstos son todos los jefes habidos sucesivamente como Jefes
Eminentes. He aquí que diremos en seguida la jefatura de cada Gran
Mansión. Jefe Eminente, el primer jefe ante los Niha, jefe supremo
de Gran Mansión. Jefe Hablador de los Hombres jefe supremo de Gran
Mansión. Jefe Eminente Lugarteniente, jefe supremo de Gran Mansión.
Gran Lugarteniente jefe supremo de Gran Mansión. Orador
Lugarteniente, jefe supremo de Gran Mansión. Gran Elegido de los
Niha, jefe supremo de Gran Mansión. Jefe El de Sembrador, jefe
supremo de Gran Mansión. Jefe de los Festines, jefe supremo de Gran
Mansión. Gran Colector de Impuestos de Yeoltux, jefe supremo de
Gran Mansión. Tales son las Grandes Mansiones de la faz de los
Niha, tales son los nombres que designan a los clanes de los Niha.
Numerosos son también los hombres de los clanes de cada uno de los
jefes de quienes dijimos primero los nombres.
Grandes Mansiones
De Los Ahau-Quiché

He aquí también a los de los Ahau-Quiché. He aquí al
abuelo, al padre: Guarda-Botín, primer hombre. Qo-Ahau, nombre del
jefe de la segunda generación. Caklacán . Qo-Cozom. Comahcun.
Vukub-Ah . Qo-Camel . Coyabacoh. Vinak-Bam. Tales son los jefes
ante la faz de los Ahau-Quiché, y tales son las generaciones, los
grados. He aquí los nombres de los títulos de los jefes en las
Grandes Mansiones; cuatro Grandes Mansiones solamente: Hablador de
los Hombres, nombre del primer jefe, jefe supremo de Gran Mansión.
Colector de Impuestos de los Ahau Quiché, segundo jefe, jefe
supremo de Gran Mansión. Gran Elegido, de los Ahau Quiché, tercer
jefe, jefe supremo de Gran Mansión. El de Volcán, cuarto jefe, jefe
supremo de Gran Mansión. Así cuatro Grandes Mansiones de la faz de
los Ahau-Quiché. Había pues tres Grandes Elegidos como padres
escogidos por todos los jefes quichés. Juntos se reunían los tres
Elegidos, aquellos engendradores, aquellas madres, de la palabra,
aquellos padres de la palabra. Bastante grande era el ser de los
tres Elegidos . El primero, Gran Elegido ante la faz de los Niha;
el segundo. Gran Elegido de los Ahau Quiché, ante la faz de los
Ahau-Quiché; el tercero, Gran Elegido de los Cavek; tres Elegidos,
cada uno ante la faz de su clan. Tal fue la existencia del Quiché,
porque ya no hay está perdido, aquello que hacía ver lo que fueron
antaño los primeros jefes. Así, pues, es el fin de todo el Quiché
llamado Santa Cruz .

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