martes, 2 de abril de 2019

LOS DOS AMIGOS

En una remota época vivían en cierto pueblo dos jóvenes que eran muy amigos, hasta el
punto de considerarse como hermanos y haberse convenido los dos en serlo el uno para el
otro. El que antes se casase debía convidar á su compañero a l a boda, aunque ya hubiese
muerto.
Un año después uno de los jóvenes enfermó y murió; y á los pocos meses su compañero,
deseando casarse, comenzó á buscar novia, la cual encontró pronto. Un día, que se paseaba
con ella por el cementerio, la joven le recordó la promesa hecha á su amigo, y entonces el
novio, deteniendo los caballos, contestó:
— Es verdad; voy á visitar la tumba de mi compañero, y le rogaré que asista á mi
boda.
Así diciendo, dirigióse á la tumba y comenzó á gritar:
—Querido hermano, vengo para convidarte á mi boda.
De repente el sepulcro se abrió, incorporóse el muerto y contestó:
— Te doy gracias, hermano, por haber cumplido así tu palabra; y ya que se presenta la
ocasión, entra en mi morada y beberemos algo bueno.
•—Lo haría con mucho gusto, repuso el otro; pero la comitiva está esperándome.
— Eso no importa, replicó el muerto. No necesitaremos mucho tiempo para apurar una
copa.
El novio saltó en la tumba; el muerto le dio una copa de licor, y cuando la hubo bebido
pasaron cien años.
— Bebe otra copa, amigo mío, dijo el muerto.
El vivo bebió y pasaron doscientos años.
— Ahora, hermano mío, apura la tercera copa, dijo el muerto, y después ya puedes ir en
nombre de Dios á celebrar tu boda.
El vivo bebió y pasaron trescientos años.
Entonces el muerto se despidió de su hermano y la tumba quedó cerrada.
El novio miró á su alrededor; pero, en vez de ver un cementerio, no encontró más que un
páramo, sin caminos, ni gente, ni caballos; en todas partes crecían las altas yerbas.
Entonces corrió al pueblo; pero éste había dejado de ser lo que era: tenía casas muy diferentes
, y todas las personas que encontraba eran extrañas para él. Sin explicarse tales cambios
, corrió á casa del cura; mas ya no estaba el mismo de antes; y como le refiriese lo que
le sucedía, el sacerdote buscó en los registros y díjole que habían trascurrido trescientos años
desde la fecha de qué el joven hacía mención, añadiendo que en aquella época un novio había
ido al cementerio el día de su boda, y que como desapareciese, su novia se casó con otro después
de esperar algún tiempo.

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