martes, 2 de abril de 2019

EL FLAUTISTA EN EL INFIERNO

Erase un labrador que tenía tres hijos. Vivía cómodamente, porque ganaba mucho dinero,
tanto, que pudo llenar dos tinajas, una dé las cuales enterró en un rincón del huerto y la otra
debajo de la puerta de la granja. Ahora bien: el labrador murió sin decir una palabra á nadie
sobre su tesoro. Cierto día celebrábase una fiesta en el pueblo, y un flautista estaba en camino
para tomar parte en ella, cuando de pronto se hundió en la tierra y fué á caer en el infierno,
precisamente donde el rico labrador era atormentado.
— ¡ Hola, buen amigo! exclamó el flautista.
— Mal viento te ha traído aquí, contestó el otro; éste es el infierno.
— ¿ Y cómo os halláis aquí?
—Por causa del dinero; yo tenía mucho, nunca di nada á los pobres y enterré dos tinajas
llenas de oro; pero en castigo me atormentaron, destrozando mi cuerpo con tenazas y
garfios.
— ¿Y qué haré yo? exclamó el flautista. Tal vez me quieran atormentar á mí también.
— Si vas y te sientas sobre la estufa, detras del cañón, y no comes nada durante tres años,
te verás libre.
El flautista se ocultó detras del cañón de la estufa , y poco después, llegando los demonios
, comenzaron á martirizar al labrador, diciéndole al mismo tiempo:
—Toma, toma, tú, el hombre rico que enterraba las tinajas llenas de oro, pensando que
estarían bastante ocultas para que nosotros no las viésemos; pero nosotros estamos en todas
partes y nada se nos escapa.
Tan pronto como se habían ido los demonios, el labrador dijo al flautista:
—Si consigues salir de aquí, di á mis hijos que desentierren el dinero: una tinaja está sepultada
debajo de la puerta y la otra en un ángulo del huerto; cuando las hayan encontrado,
que distribuyan el contenido entre los pobres.
Al poco rato volvieron los demonios y preguntaron al labrador:
—¿ Qué tienes aquí, que huele á ruso ?
—Es que vosotros habéis estado en Rusia y conserváis el olor del país, repuso el labrador
.
—¿Cómo puede ser eso? replicaron. No nos engañarás.
Y comenzaron á buscar por todas partes, hasta que, dando con el hombre oculto, exclamaron
:
—¡Hola! ¡hola! Aquí tenemos un flautista.
Y, sacándole del rincón, obligáronle á tocar la flauta, sin dejarle descansar durante tres
años, aunque á él le parecieron sólo tres días. Entonces se levantó cansado y dijo:
—Esto sí que es un milagro. Después de tocar una sola noche solía encontrar antes mi
flauta descompuesta; pero esta vez he tocado tres noches sin descanso y veo que en nada se
ha resentido. Que el Señor me otorgue su bendición.
Apenas hubo pronunciado estas palabras, todas las llaves de la flauta saltaron.
—¡Muy bien! exclamó el músico. Ahora podéis ver, hermanos, por vuestros propios ojos
que no me es posible tocar más.
—Espera un poco, dijo uno de los demonios; yo tengo otras llaves nuevas y te las traeré.
Así diciendo, corrió á buscarlas y poco después se las presentó al músico, el cual murmuró
al tomarlas:
—El Señor me conceda su bendición.
En el mismo instante rompiéronse las llaves.
—Ya lo veis, hermanos, dijo el músico: vuestras llaves no sirven; pero yo tengo algunas
en casa, y con vuestro permiso iré á buscarlas.
Los demonios no querían dejarle marchar, alegando que no volvería.
—Pues si no confiáis en mí, repuso el músico, que me acompañe uno de vosotros.
Los demonios eligieron uno de los suyos para acompañar al músico, y éste volvió al pueblo
en el momento en que, según le dijeron, celebrábase una boda en la cabana más lejana.
—Vamos allá, dijo á su acompañante.
—No hay inconveniente, contestó el extraño guardián.
Entraron en la cabana, y como todos reconociesen al músico, gritaron á una:
—¿ Dónde habéis estado oculto estos tres años ?
— En el otro mundo, contestó.
El músico y su acompañante tomaron asiento; pero no tardó el segundo en decir que ya
era tiempo de marcharse.
—Esperemos un poco más, repuso el músico. Quiero tocar un poco y alegrar esta gente.
Así pasó el tiempo, hasta que al fin se oyó el canto del gallo, en cuyo momento el
demonio desapareció.
Entonces el músico comenzó á conversar con los hijos del rico labrador difunto, y díjoles,
entre otras cosas:
— Vuestro padre os ordena desenterrar el dinero. Una tinaja está sepultada debajo de la
puerta de la granja y la otra en un ángulo del huerto; cuando las tengáis, debéis distribuir
entre los pobres todo lo que contienen.
Los hijos del difunto practicaron excavaciones, y, descubiertas las tinajas, distribuyeron el
dinero como lo había indicado su padre; pero cuanto más daban más iba en aumento. Entonces
llevaron las tinajas á un camino, permitiendo á todos los que pasasen por allí tomar tantas
monedas como pudiesen coger con una mano. A pesar de esto, el dinero no se acababa, y en
su consecuencia, presentaron una petición al rey para que ordenase lo que se debía hacer. En
aquel tiempo había una ciudad á la que no se podía llegar sin un gran rodeo; tenía unas cincuenta
verstas de largo, y si sé hubiera construido en línea recta habría quedado reducida á
cinco. El rey ordenó, pues, que se construyera un puente de cinco verstas de longitud, y con
esta obra se gastó al fin todo el dinero de las tinajas.
En aquella época cierta mujer que tenía un niño lo abandonó en su infancia. La pobre
criatura no comió ni bebió en tres años; pero un ángel del Señor le protegía. Este niño llegó
ún día al puente y oyósele exclamar:
— ¡ Ah! ¡ qué puente tan magnífico! ¡ Dios conceda el reino de los cielos al que costeó
esta obra!
El Señor oyó aquella invocación y ordenó á sus ángeles sacar de las profundidades del
infierno al rico labrador.

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