domingo, 24 de febrero de 2019

Mitos,ritos y leyendas de Galicia:Los referentes del calendario

La cultura tradicional popular tiene en la fiesta el escenario más
importante en el que desarrolla la mayor parte de sus relaciones sociales.
Y en una sociedad agrícola mayoritaria como lo es la gallega, las fiestas están
vinculadas con lo marcado por el calendario agrario. Esto es, la mayor parte
de las fiestas en un principio venían determinadas por las celebraciones
derivadas de las faenas del campo. De esta manera la llegada de la primavera,
la vendimia, la época de la recolección de castañas o la matanza, por poner
unos ejemplos, tenían como punto álgido de conmemoración la celebración
de festejos a propósito de dichos momentos estacionales.
Con el aumento de la influencia cristiana en la vida social, estas
celebraciones fueron ampliadas, cuando no solapadas, por las fiestas
religiosas. Jornadas como el día del Corpus, las celebraciones patronales o
romerías marianas, entre otras, han ido convirtiéndose en puntos de referencia
en las festividades comunitarias populares.
Otro tipo de festejos con claro pasado pagano y con origen que se
remonta a los más ancestrales momentos pretéritos, posteriormente resituados
en la órbita cristiana, gozan de gran predicamento y seguimiento entre el
pueblo gallego: el carnaval galaico (Antroido)1 o los festejos de san Juan se
encuadran en esta asociación.


Acantilados de Herbeira, Cedeira, A Coruña. El percebe prolifera en los acantilados más
agrestes.
«O Antroido»: el carnaval y la tradición


Parece que el origen del término antroido se sitúa en el vocablo latino
«introitus» (entrada) por señalar esta fecha la posterior entrada del período de
Cuaresma. En las raíces del carnaval están presentes tres temas
fundamentales: comida, sexo y violencia.1 El primer aspecto es evidente,
pues la comida es la reina de estas celebraciones; y es indudable que la
prohibición de «comer carne» en los cuarenta días posteriores significa
«carnalidad», y es obvia la carga sexual de estas fiestas; y en cuanto al tercer
componente, la violencia, tiene una presencia aunque mitigada en la
tolerancia de la agresión verbal o el acoso de determinadas figuras
carnavalescas como son en el caso de Galicia los cigarróns, peliqueiros, etc.
Estos festejos siempre gozaron de gran seguimiento popular, pues la
doctrina cristiana exigía en el subsiguiente período de Cuaresma una rígida
penitencia y abstinencia. No solo en cuanto a la prohibición de comer carne,
sino en la suspensión de todo tipo de festejos y celebraciones en los cuarenta
días que duraba este período litúrgico cristiano.
Por todo ello, en los días anteriores a la entrada de la Cuaresma, en los
que se celebra el Antroido o carnaval, se realizan grandes rituales
gastronómicos en los que la carne de cerdo, presente en todas las fiestas
gallegas que se realizan alrededor de una mesa, tiene una presencia esencial.
El cerdo en todas sus variantes: cacheira,1 lacón, chicharrones, tripas,
botelo,2 chorizos y demás embutidos..., exquisitos postres de carnaval como o
bolo de antroido,3 las filloas,4 las orellas y flores,5 entre otros muchos;
excesos, en fin, de la cocina y del buen comer.
Pero no solo gastronomía es la fiesta del Antroido. Sin lugar a dudas
estamos ante la fiesta popular de mayor trascendencia a lo largo del año.
Antiguamente era la época preferida para la representación de obras teatrales,
pues el Antroido en sí mismo es una gran pieza teatral. Durante la misma se
puede decir, por una vez y con relativa impunidad, lo que pensaba no solo un
reducido grupo sino lo que era «vox populi» entre la comunidad. Antaño las
fiestas del carnaval empezaban en enero, es decir, con bastante antelación a lo
que hoy se conoce como domingo de carnaval. Con dos domingos de
antelación se celebraba en algunos lugares de Galicia el fareleiro o día en que
los más jóvenes esparcían el farelo6 sobre las chicas (también se utilizaba a
veces el hollín o la ceniza). El domingo inmediatamente anterior al «de
Antroido» se conoce como corredoiro, pues en algunos lugares era
tradicional la «corrida do galo».
Los jueves anterior y posterior al «Domingo corredoiro» se conocen
como de los compadres y comadres, que simbolizan la eterna lucha de sexos:
cuando se celebra el de comadres, los representantes del sexo masculino
portaban imágenes que representaban a las mujeres y las mujeres salían a la
calle para intentar arrebatárselas y evitar su quema. Con la celebración del día
de compadres las tornas se cambiaban y eran los mozos quienes intentaban
evitar la quema de los monigotes que los representaban.

Cigarróns, Verín, Ourense. Manifestación ancestral del carnaval gallego.

Pero es el sábado y domingo de Antroido cuando comienza el esplendor
de la celebración carnavalesca: la calle se convierte en escenario esencial y
lúdico de la celebración popular. Muchos son los protagonistas del carnaval
gallego, pero sin duda los más espectaculares y atractivos son aquellos que
han llegado hasta nosotros desde las más antiguas raíces populares. Estos son
algunos de los más importantes:
• Los cigarróns (Verín), los peliqueiros (Laza), los felos (Maceda y O
Bolo) y las pantallas (Xinzo de Limia) son las más antiguas máscaras
del carnaval ourensano y gallego, formando parte de la más ancestral
forma de celebración carnavalesca de la península Ibérica. Todos
disfrutan de total inmunidad durante el carnaval (no se les puede tocar) y
van gastando bromas y golpeando a los viandantes con un latigo o una
vejiga que llevan unida a un palo.
Los cigarróns y peliqueiros llevan un curioso gorro en el que se
representan motivos animales o astrales (sol, luna...) con careta de
madera. Con vestimenta antigua formada de calzón y chaquetilla
anuncian su presencia mediante el atronador ruido de los cencerros de
gran tamaño que llevan en su cintura. Desfilan en fila india, saltando sin
parar sin que nadie pueda descubrir su identidad. A la puerta de un
vecino aguardará un poco de la tradicional comida del carnaval o un
buen vaso de vino.
• Los generales y correos son la más notoria figura del Antroido en el valle
del Ulla. Sus encuentros representan el punto culminante de las
celebraciones: una agrupación conducida por un general a caballo, y
precedida por sus «correos», se enfrenta a otra homónima y rival
produciéndose el curioso atranque: se entabla una guerra de agudeza en
la composición de versos. Primero acontece la llegada del correo que
dialoga con el centinela de la agrupación rival, para que finalmente sean
los generales de ambos bandos quienes diriman el conflicto utilizando
como armas diálogos sutiles y perspicaces con el fin de «derrotar» al
contrario:
General 1
Aquí me tienes cobarde,
frente a tus barbas tan tristes,
que solo con esta mano
te voy a romper las narices.
General 2
Su Majestad me está faltando
con palabras tan groseras.
Si no se calla la boca
le voy a cortar las orejas.
General 1
Lo que es usted un canalla,
un carota sinvergüenza,
que está engañando al pueblo
con esos chulitos cuentos.
General 2
No necesito al pueblo
que es un valiente traidor.
¡Me quiero ver cara a cara
contra su bravo sudor!1
Los generales, ante tales argumentos, firman una tregua que durará
hasta el carnaval venidero cuando la farsa vuelva a ser realizada.
• Las madamas y galanes de Cobres-Vilaboa (Pontevedra) representan el
último ejemplo en Galicia de estas representaciones carnavalísticas, en
las que el vestuario destaca por su colorido y fastuosidad: sobre una
vestimenta de color blanco lucen enorme cantidad de llamativos
complementos (mantones de manila, collares, sombreros, cintas...). Hoy
estas comparsas centran su actividad en los bailes de Antroido.
• El rey Urco y el loro Ravachol son las figuras representativas del carnaval
pontevedrés. El primero es un invento de un grupo de ilustrados
románticos que en 1876 sitúan a Urco2 como rey de la fiesta de la
burla,3 convirtiendo las fiestas en encuentros literarios y artísticos. El
rey Urco se presenta en Pontevedra con sus ejércitos, y Teucro, en vista
de su inferioridad, lo recibe amistosamente organizándole una fiesta de
tres días; muere envenenado llegado el final.
El entierro del loro Ravachol4 se celebra el sábado posterior al martes
de carnaval y sustituyó al entierro de la sardina tras la celebración del
entierro del loro que presidía las tertulias en casa del boticario Feijoo
(1913).1
• El entierro del carnaval: el carnaval termina el «miércoles de ceniza» con
el enterro da sardiña en la mayoría de los lugares. Una tradición
importada desde la meseta y que fue introducida en Galicia en la
segunda mitad del siglo XIX, pues lo tradicional en territorio gallego eran
los enterros de mecos, entroidos ou momos. Dicho entierro no deja de
ser una inhumación por el rito cristiano, en el que el difunto es la
sardina.
Según la tradición gallega cada localidad representa en un muñeco la
figura del carnaval, que tiene varias denominaciones según el lugar
(entroidos, mecos, momos...). Este muñeco-rey de los festejos es
quemado en la ceremonia con que finalizan las fiestas. Hay multitud de
representaciones carnavalescas: además de los anteriormente
mencionados, en la comarca de Barbanza (A Coruña) es «O Felipe» y
«O Felipiño»; en otros lugares, «O Marcial», «O Farruco»...
• Domingo de piñata: se celebra el domingo posterior al miércoles de
ceniza, es decir, en el primer domingo de cuaresma y es una oportunidad
para romper por un momento la penitencia y el recogimiento que se
suponen en cuaresma. Recibe el nombre de la palabra de origen italiano
piñata,2 juego infantil que se corresponde con el gallego «xogo das
olas», y que se celebraba en algunos lugares de la provincia de Ourense
durante los días de carnaval.

La fiesta de la primavera: «Os Maios»

La naturaleza tiene un ciclo anual y si hay un momento en el que se puede
situar un punto y seguido, ese es el de la floración de las plantas y la
aparición de los primeros frutos. La fiesta en la que se celebra el retorno de la
primavera se conoce como «Os Maios» y tiene una especial tradición en
Pontevedra y Ourense.
Esta es una fiesta muy ligada a las sociedades agrarias, y por lo tanto, su
origen se pierde en la noche de los tiempos. Este tipo de celebraciones tenía
una doble motivación: por un lado, festejar el fin del crudo invierno y la
llegada de la primavera, y por otro, la petición de buenas cosechas solicitando
a la madre naturaleza protección frente a las plagas de animales, los
fenómenos meteorológicos adversos o los malos espíritus. Esto se debe a que
en las raíces de «Os Maios» están antiguos cultos a divinidades campestres
protectoras de plantas y vegetales cuyos orígenes sitúan algunos
investigadores en el mundo céltico y otros en el mundo clásico, griego o
romano.
Su raigambre es muy antigua, como lo atestigua el hecho de que ya en el
Concilio de Braga (570) se prohibió colocar ramos en las casas buscando la
protección de los espíritus primaverales. Es curioso que aún hoy, en multitud
de hogares gallegos (e incluso barcos y automóviles), se colocan el primero
de mayo ramos de xestas1 con su típica flor amarilla con el fin de alejar de
los lugares o recintos en los que se emplazan cualquier tipo de desgracia o
peligro. Además, este tipo de liturgia naturista también fue denunciado por
Martín de Dumio por ser propio de seres paganos, y en concilios posteriores
se condenó este tipo de «cultos» por considerarlos contrarios al cristianismo.
Pero lo que son las cosas, el mes de mayo fue situado por la jerarquía católica
bajo la advocación de la Virgen María, lo que no habría de mitigar estas
creencias.
La presión sobre estos rituales ha conllevado que en la actualidad los
principales intérpretes de las celebraciones de «Os Maios» sean los niños,
quienes, perdida la antigua simbología, saludan la regeneración del mundo
vegetal. Pero ¿qué es un «maio»? En esencia, una figura vegetal con
estructura formada por ramas y mimbres, decoradas con frutas, plantas y
flores. Pueden ser de dos tipos: en el primero, una persona se introduce en su
interior, y en el segundo, por su tamaño solo permanece el icono vegetal. Era
costumbre robar los elementos necesarios para construirlos y dichos trabajos
eran, a menudo, temas que se trataban en las coplas.
Las representaciones vegetales se acompañan de coplas que en los
últimos tiempos se han convertido en más irónicas y satíricas, y siempre por
lo general hacen mención de hechos y sucesos acaecidos en el entorno del
lugar. Los recitados o cánticos son iniciados por una persona y continuados
por el resto que conforma el grupo que canta dando vueltas alrededor del
maio siguiendo el compás marcado por el golpeo de dos palos (fungueiros)
que portan.
Levántate Maio
que tanto durmiches
xa pasou o inverno
e non o sentiches.1
Los maios en un principio eran mayoritariamente figuras cónicas para,
en los últimos tiempos, imitar otras representaciones (cruces, cruceiros,
hórreos...).
Las lumieiras do pan son otras ceremonias ligadas a la protección de las
cosechas que se realizaban el 30 de abril (noche de Walpurgis, noche de
meigas) en algunas comarcas cercanas a Santiago: «Desde el punto mismo en
que las parroquias del circuito tocan a las ánimas, comienzan a aparecer en
los montes luces aisladas, cuyo número va aumentando a medida que
adelanta la noche. Al primer canto del gallo las luces descienden hacia la
llanura, viniendo de los cuatro puntos cardinales: primero poco a poco, más
aprisa luego y con rapidez vertiginosa por último. En el valle se juntan y
detienen un instante miriadas de ellas, formando un conjunto verdaderamente
fantástico, y después, subdivididas en infinitas fracciones, danse a correr por
los sembrados hasta que amanece el día».2
Se conocen algunas variaciones sobre estas celebraciones: en unas, los
vecinos recorrían los campos sacudiendo sobre los sembrados haces de paja
encendidos, o bien encendían hogueras en el medio de las fincas de cereales
mientras cantaban:
Alumea o pan
alumea ben
alumea o pan
para o ano que ben.3
En otra variante los vecinos cortaban un árbol (normalmente, un pino) y
lo clavaban en un sitio por lo general alto; a su alrededor se congregaban en
la medianoche para plantarle fuego y dando vueltas alrededor cantaban
coplas:
Alumea, pai,
cada grao, seu toledán!
Alumea, fillo,
cada espiga, seu pan trigo!
Alumea ó liño

cada freba, seu cerriño.1

El Corpus o la fiesta de los gremios

Parece ser que la fiesta del Corpus Christi tiene su origen en la ciudad valona
de Lieja (Bélgica), donde fue celebrada por primera vez por su obispo en el
año 1246. Es una celebración católica que conmemora la institución de la
Eucaristía y fue el papa Urbano IV quien promulgó su constitución en
festividad eclesiástica. Barcelona fue la primera ciudad peninsular en la que
se celebró dicha fiesta y su presencia en Galicia está ligada a un hecho
luctuoso: el asesinato, en una calle compostelana, del obispo de Santiago
durante la procesión en la que portaba al Santísimo.2
A pesar de que es una celebración relativamente tardía, pues no se inicia
hasta el siglo XIV, muy rápidamente comienza a ganar adeptos y seguidores.
La razón fundamental es que la festividad del Corpus se convierte en la
celebración de los gremios: con la constitución de la Cofradía del Santísimo
Sacramento, surge la preocupación por la donación de obras de arte
(custodias) y la organización de procesiones tendentes a lograr un mayor
esplendor de la celebración. En estas procesiones al paso de la custodia bajo
palio se extendían alfombras florales y vegetales, formadas por hinojo, flores
y demás hierbas, que una vez pasada la comitiva procesional eran recogidas
por los creyentes para llevarlas a sus casas. La villa de Ponteareas
(Pontevedra) ha sido la principal depositaria de esta tradición y sus alfombras
florales del día del Corpus, motivo de atracción popular por el carácter
artístico de las mismas. Hoy se vive en Galicia una recuperación de tales
actividades ornamentales, y a partir de la citada villa en otras poblaciones
como Ares y en la comarca del Barbanza (A Coruña), entre otras muchas, se
realizan ornamentos florales de conocido relieve.
En época moderna, pues, la importancia del Corpus corre paralela a la
participación de los gremios en su elaboración: cada gremio participaba con
sus respectivas danzas (danzas de espadas, de cintas, de arcos o de palillos,
entre otras), e intervenían además en los festejos agrupaciones de gigantes y
alegorías de animales míticos y monstruosos (como la Tarasca) que
representaban el mal. Estos animales fantásticos, hoy desaparecidos de la
celebración del Corpus, tienen en la Coca de Redondela el último de sus
representantes. La «Coca», un monstruo de temible aspecto con forma y
facciones de dragón alado provisto de ruedas que permiten su
desplazamiento, recorre las calles de la villa redondelana, iconografía del
animal infernal derrotado por el triunfo de la verdadera fe, el Demonio
vencido por Cristo.
El protocolo procesional estaba fuertemente establecido y cada cofradía
tenía su lugar en la procesión, en la que portaba las imágenes de su patrón y
sus insignias y pendones como se atestigua en Pontevedra:1 «El orden de
andas y gremios debía ser el siguiente: Espíritu Santo, de los toneleros; Santa
Lucía, de la cofradía y gremio de los hortelanos de una legua en contorno;
San Mauro, de los horneros y panaderos; San Cristóbal, del gremio de
molineros en una legua en redondo; San Julián, de la cofradía y gremio de
zapateros y correeiros; San Miguel, de la cofradía y gremio de mareantes;
San Antonio Abad, de la cofradía y gremio de alquiladores y tejedores; San
Sebastián, de la cofradía y gremio de mercaderes; San Nicolás de Bari, de
cerrajeros, armeros, espaderos y cuchilleros; San Juan Bautista, de la cofradía
y gremio de picapedreros y carpinteros de ribera; Nuestra Señora la Blanca o
de la Esperanza, de escribanos y procuradores «de calzón corto, medias,
zapato con hebillas, casaca y sombrero apuntado»; enda con los Santos
Apóstoles, de la cofradía y gremio de cirujanos, sangradores y barberos; y la

de la Trinidad, de los sacerdotes».

Cacharela o luminaria. El fuego es el protagonista en la noche mágica de San Juan.


Otro lugar donde los festejos del Corpus tenían y tienen gran
conmemoración es la ciudad de Lugo; no en vano, la «Ciudad del
Sacramento» tiene a gala el privilegio permanente de la exposición del
Santísimo, noche y día durante todos los días del año, desde los primeros
tiempos del cristianismo. Un hecho sin parangón en cualquiera de las iglesias
del mundo católico.

La noche meiga: la noche del fuego purificador

El fuego es un elemento regenerador y protector al mismo tiempo. Desde los
albores de la civilización el hombre ha tenido hacia el fuego una concepción
sagrada: mitos como el de Prometeo1 nos relatan la entrega del fuego, del
poder del fuego. A lo largo de la historia cada cultura ha explicado a su
manera su devoción por el fuego:
El fuego tiene su origen en el Sol, donde solo se atrevió a ir a buscarlo un papo
rubio.1 Al llegar a su destino le pidió al Sol que le diera fuego para traerlo a la Tierra,
lo que concedió, aunque advirtiéndole de que se podía quemar, por lo que no valdría
de nada su viaje. El pájaro cogió la antorcha con el pico y comenzó el regreso a la
Tierra, en la que se posó con el fuego, pero como la antorcha estaba muy consumida
se quemó las plumas de la garganta. Para reparar la pérdida de las plumas y curar la
quemadura, cada una de las demás aves le dio una pluma, excepto la lechuza que se
negó a dársela, razón por la que las aves le prohibieron volar de día.2
Varias son las fechas a lo largo del año en las que la tradición sitúa la
celebración de una serie de ritos relacionados con el fuego, que coinciden
preferentemente con determinantes momentos solares: los solsticios. En
Galicia hay una tradición conocida como O lume novo3 que se realizaba el
día de Nochebuena (noche muy cercana al solsticio de invierno), cuando se
barría bien la lareira y se encendía un tronco nuevo, generalmente de leña de
roble por ser este un árbol sagrado para los antepasados. Este «fuego nuevo»
tenía varias utilidades según las zonas: algunos mantenían el fuego de este
leño encendido hasta pasar la Epifanía, y el tizón resultante de esta lumbre se
conservaba durante todo el año, pues era protector contra la amenaza de los
truenos. En otros lugares se apagaba tras la noche y se guardaba para ser
encendido cuando la ocasión lo requiriese, pues era protector frente a las
posibles desgracias que se intuyesen.
El otro gran fuego protector es el que se realiza en el solsticio de verano,
durante la noche de San Juan. En esta ocasión, los viejos trastos se unen a la
leña para formar la hoguera (cacharela) a la que se le prenderá fuego en la
medianoche. Fuego purificador, antídoto perfecto para los conjuros de toda
clase de brujería y mal de ojo, protector contra animales dañinos y, en
algunos lugares, la mejor receta contra las enfermedades del ganado.
Al fuego se recurre de múltiples maneras: para conseguir algo con apoyo
de lo mágico (hasta nueve veces y procurando que el número de saltos no sea
par), para sanar alguna dolencia o para no tenerla (por ejemplo, el meigallo),1
o las jóvenes para conocer su futuro casamentero. Incluso cuando se va
apagando. se hace pasar al ganado por encima de la brasa para protegerlo de
enfermedades.
Es la de San Juan una noche de gran actividad entre las brujas, por ello
en algunos lugares la leña que se enciende es verde, con la intención de que
la hoguera produzca mucho humo y así ahuyentar a las meigas.
Pasade os lumes de san Xoán
para que non vos morda cadela nin can,

nin cantos males han.

La virgen de los marineros y el mes de Santiago

El mes de julio en el calendario gallego es el mes de Santiago. No podía ser
de otro modo, pues la figura del Apóstol ha significado mucho en el proceso
histórico de formación del país gallego, ya que su Camino, como hemos
visto, ha supuesto un crisol de culturas y pensamientos de indudable
ascendiente. Al mismo tiempo la propia espiritualidad emanada de su
«inventio» ha causado una enorme influencia en la propia forma del ser
gallego.
No es extraño, pues, que los gallegos celebren en el día de Santiago, el
25 de julio, su día nacional, su Día da Patria Galega.
Aunque Santiago «preste» nombre al mes de julio, hay otras
personalidades notables que requieren nuestra atención, pues su influencia es
muy grande.
Es una gran curiosidad y contradicción que la advocación de la Virgen
con mayor número de fieles y seguidores no tenga un santuario en el que
recibirlos. O quizás sí tiene el mayor del que pudiera disponer: el mar. Porque
el gran litoral de Galicia y la importancia que ha tenido tradicionalmente la
pesca en la vida cotidiana en particular y la economía gallega en general, han
originado generaciones eternas de trabajadores de la mar. Todos con una gran
y única protectora: la Virgen del Carmen.
El 16 de julio no es una onomástica más. La celebración del Carmen es
el momento en el que los trabajadores de la mar muestran su devoción por su
bienhechora. Son numerosas las localidades marineras en las que hacen sonar
sus bocinas las embarcaciones pesqueras y acompañan a su patrona en un
cortejo procesional marítimo que termina con una oración en memoria de las
víctimas del mar y con una ofrenda floral en su recuerdo. Pero no todas las
localidades marineras celebran la fiesta de la «virgen marinera» el día de su
onomástica, pues todo el verano se convierte en una continua celebración del
Carmen.
En Laxe, en plena Costa da Morte, junto a la tradicional procesión
marítima y durante las fiestas patronales se escenifica en la dársena de su
puerto el naufragio de una embarcación y la intercesión salvadora del
Carmen. Representación de gran emoción y zozobra para aquellos que han
sufrido el trance en sus carnes o en sus familias, para quienes han puesto
alguna vez sus vidas o la de seres queridos en manos de la patrona de los
marineros.
Relacionada con el mundo de la mar, se celebra la víspera del día de
Santiago una curiosa festividad en la localidad marinera de Ribeira (A
Coruña). Curiosa decimos, porque en ella se exaltan las cualidades y la
tremenda importancia que ha tenido en la historia y el desarrollo de la vida
marinera una embarcación: la dorna. De esta embarcación se sabe que es
muy antigua, probablemente sus orígenes se remonten al siglo X, y que se
construye de la misma forma que los drakkars vikingos, es decir, con una
construcción de tingladillo.1 En la actualidad la dorna aún se sigue utilizando
en las faenas pesqueras, demostrando su carácter marinero y su potencial de

navegación. Es el símbolo marinero del mar de Arousa.

Los curros: rodeos «a la gallega»
Las referencias históricas a la utilización del caballo en Galicia son muy
antiguas como atestiguan las representaciones equinas y ecuestres de los
grabados rupestres de la protohistoria gallega. En época clásica los autores
como Estrabón o Plinio mencionan su importancia y alaban sus cualidades
como animales de transporte en terrenos dificultosos como son los
montañosos. En la actualidad son pocos los caballos salvajes que se retiran
del monte y se domestican para ser utilizados en el trabajo diario; sin
embargo, hay una actividad caballar que ha despertado un creciente interés en

los últimos tiempos: A rapa das bestas.

Rapa das Bestas, Sabucedo, A Estrada, Pontevedra. Cita anual para el corte de crines y

marcado del ganado salvaje.

Por definición «A rapa das bestas» consiste en el corte de las crines al
ganado caballar, pero en sí misma es una actividad más compleja que incluye
también la clasificación y el marcado del ganado. Estos trabajos se engloban
en Galicia dentro de unas celebraciones a medio camino entre una fiesta
ganadera y una romería que se denominan «Curros». Un curro es un lugar al
aire libre y cercado donde se encierra el ganado que se cría libremente en el
monte para proceder a su clasificación, marca y corte de crines. Por extensión
un curro es dicha operación de marcaje, clasificación y corte de crines; es
decir, un curro es todo lo que está en relación con la fiesta de los caballos
salvajes.
En la madrugada de la celebración del «curro» los ganaderos se dirigen
a los montes para localizar su ganado y dirigirlo desde los lugares de pasto
hasta el cercado. Los caballos son guiados al galope por las sendas que
conducen al curro, recibiendo en su camino la llegada de nuevas manadas,
hasta conseguir que todo el ganado de los montes cercanos se encamine hacia
el corral.
Una vez introducido en el cercado, se retiran primero las yeguas
preñadas y los potrillos que se pasan a un corral menor, para posteriormente
retirar los animales más peligrosos (sementales y padres). Después empieza
la labor más espectacular ya que cada propietario debe retirar del conjunto a
sus animales e iniciar el corte y recogida de la crin. En el más famoso de los
curros gallegos, conocido popularmente como «A rapa das bestas de
Sabucedo» (Pontevedra), estas labores se realizan por hombres que, entre los
asustados y encabritados animales, sujetan al caballo y proceden al corte de
las crines sin otra ayuda más que sus propias manos. Una conjunción de valor
y destreza es suficiente para derribar al equino al suelo y proceder a su rapa y
marca. El corte de las crines se hace rápidamente a fin de recoger un producto
y no es un acto para lograr el embellecimiento de los animales. El marcaje
más empleado es la marca a fuego utilizando un hierro candente sobre la piel,
aunque también se emplea un sistema muy antiguo consistente en la práctica
de pequeñas incisiones en las orejas del caballo.
En todos los lugares y comarcas donde existe ganado equino criado en
libertad, existen «curros» o «rapas das bestas» entre los que destacan el
nombrado de Sabucedo y los de A Capelada y Barbanza (A Coruña), Xistral
(Lugo) y Galiñeiro y A Groba (Pontevedra), entre otros.


Agosto: tiempo de fiesta y celebraciones
Si hay un mes en el que se encuentra la práctica totalidad de un territorio en
fiestas y celebraciones, ese mes es agosto y ese lugar, Galicia. Agosto o el
mes de la Virgen es un continuo festivo, una sucesión de festejos y romerías.
El concepto romería, ser romero, en sentido estricto aquel que peregrina a
Roma, ha derivado en Galicia para nombrar toda aquella festividad que se
realiza alrededor de un santuario o lugar sagrado. Pero tampoco esto es
exacto, pues hay celebraciones de carácter pagano que están concebidas
como una romería, por lo que se pueden definir como celebraciones festivas
en el sentido más amplio del término.
Los santuarios están en relación con la presencia o aparición de un ser
sagrado y siempre tienen como llamada un hecho sobrenatural, viniendo
además designado por la preferencia del santo hacia un lugar exacto y
concreto donde se situará el santuario.
La mayoría de las romerías y festividades ligadas a santuarios se
desarrollan preferentemente entre los meses de julio, agosto y septiembre.
Pero es sin lugar a dudas el mes de agosto el epicentro de las actividades
festivas. Las hay de todo tipo, lúdicas y religiosas, aunque aquí abordaremos
algunas de las más conocidas entre las lúdicas ya que las religiosas serán
tratadas con mayor extensión en el próximo capítulo.
• Romería vikinga: los fieros hombres del norte, vikingos como se llamaban
a sí mismos en su lengua, fueron temidos en las costas de Galicia y la
visión de sus velas en el horizonte significaba alarma general entre los
pueblos costeros, que reunían sus pertenencias y animales para
refugiarse en los montes cercanos. La ría de Arousa era uno de sus
lugares preferidos para fondear sus barcos y su obsesión por alcanzar
Compostela les hacía remontar la desembocadura del Ulla. En este lugar
se levantaron las Torres de Oeste,1 el Castellum Honesti medieval, en
cuyos restos se rememora el primer domingo de agosto el desembarco y
asalto de las hordas normandas a la fortaleza. La multitud que asiste a la
escenificación contempla cómo una replica exacta de los temibles
drakkars remonta las aguas mientras los salvajes guerreros se aprestan al
desembarco y la toma de la fortificación cristiana.
• Festa do monte Santa Tegra: en la cima del monte Santa Tegra, una de las
más importantes atalayas naturales desde la que se puede disfrutar de las
mejores panorámicas de la geografía gallega2 con la desembocadura del
río Miño como principal atractivo, y lugar donde se encuentra uno de los
más importantes poblados prerrománicos, se celebra mediado el mes de
agosto una romería campestre en la que las familias suben al monte para
disfrutar de una jornada festiva y los jóvenes se enzarzan en «batallas»
con el vino como arma. El origen de dicha fiesta fue un voto penitencial
del siglo XIV con motivo de una sequía que duraba siete años y durante
el cual los penitentes ayunaron y rezaron a lo largo de tres días en el
monte.
• El globo de Betanzos: las fiestas patronales de Betanzos tienen como gran
acto central un inaudito evento aeronáutico: la suelta del mayor globo
aerostático del mundo fabricado con papel. Cuando el 25 de mayo de
1814 se elevó por primera vez para festejar la onomástica del rey
Fernando VII, su inventor, Claudio Pita, no podía pensar que hoy sus
descendientes, la familia Pita, continuasen siendo los constructores y
poseedores del secreto que hace volar al gigante de papel (cerca de 25
metros de altura y más de 100 kilos de peso) sobre los cielos nocturnos.
Pericia y experiencia que evitan que el papel del que está construido se
incendie antes de elevarse majestuoso ante la atenta mirada de los miles
de curiosos.
• Os Caneiros: de todos es conocida la facilidad con la que el pueblo
gallego monta una romería. Se necesitan dos cosas: una gaita y buena
comida. El motivo a celebrar no importa, y como muestra, la romería
fluvial de Betanzos. Son los de San Roque los principales festejos de la
antigua capital del Reino de Galicia, y a los betanceiros, allá por 1880,
se les ocurrió que para aprovechar la comida sobrante de los festejos
patronales lo mejor era montar otra fiesta. De esta manera dos días
después de San Roque pequeñas embarcaciones engalanadas remontan
el río Mandeo hasta llegar al lugar conocido como Os Caneiros, donde
se desarrolla una tradicional romería gallega.
• Romería de O Naseiro: el cuarto domingo de agosto en Viveiro (Lugo)
también se celebra una romería de carácter fluvial en la que los barcos
engalanados remontan el río Landro por el valle de Naseiro hasta un
paraje natural de extraordinaria belleza, muy cercano a la plantación de
eucaliptos con los ejemplares más altos de Europa.

Las fiestas en honor de Baco
El vino es un elemento básico en las fiestas y celebraciones gallegas, incluso
se ha convertido en elemento inspirador de estas. No puede entenderse una
comida con presencia de pescado o mariscos de nuestros mares sin el
acompañamiento de los renombrados blancos gallegos, especialmente
albariño y ribeiro. Además, el visitante que se acerca a Galicia observará la
pertinaz presencia del emparrado en todas las casas rurales y de labor, parras
que no solo dan el fruto sino que cobijan bajo su sombra la tradicional
reunión donde se comenta lo cotidiano y se transmiten las enseñanzas orales.
Son tres los lugares favoritos del gallego para charlar: la lareira, el banco de
piedra (influencia celta), que siempre se coloca al lado de la puerta de la casa,
y el emparrado.

Virgen del Carmen Santa María das Areas, Fisterra, A Coruña. Venerada en todos los
pueblos marineros de Galicia.
Es común la elaboración de vino para el consumo casero en casi todas
las latitudes gallegas; así, el trabajo de la vid genera una actividad de
importancia en la vida familiar. Por lo tanto, trabajos relacionados con ella
son distribuidos en la unidad familiar: la poda (O que non poda en marzo a
súa viña, perde a vendima), o más intensamente la vendimia, requiere del
esfuerzo familiar y la ayuda de los vecinos de la parroquia. Porque
normalmente la vendimia es realizada por los de casa con ayuda vecinal, pues
es normal que las labores no estén mecanizadas y haya ausencia de
maquinaria.
En la elaboración familiar del vino se mantienen fórmulas secretas,
transmitidas de padres a hijos y una elaboración basada en la tradición, por lo
que es frecuente que cada pequeño productor se jacte de un mejor vino que el
del vecino basado en una receta que le contó su padre que era de su abuelo...
La labor comunitaria de la fabricación del vino posibilita la existencia de
cantares relacionados con la vendimia y con su elaboración. La labor
tradicional del pisado de uvas se ve sustituida por el estrujado de
rudimentarias máquinas que no ha evitado la necesidad de la ayuda
desinteresada de la aldea o parroquia.
La calidad y prestigio de los vinos gallegos ha generado una industria
vitivinícola que se ha estructurado en denominaciones de origen entre las que
destacan:
• Rías Baixas: formada por las subzonas de Salnés, Condado y O Rosal, en
las que se sitúa el rey de los vinos gallegos: el albariño, nacido de cepas
que la tradición dice fueron traídas por los monjes de Cluny en el siglo
XII. Cultivado en emparrado, se realizan normalmente dos cavas: una a
continuación de la poda y otra en mayo.
A pesar de ser sus blancos de fama mundial, en la parroquia de
Barrantes (Ribadumia/Pontevedra) se elabora un vino tinto y espeso con
graduación de entre 9° y 11°, de excelente acompañamiento de las
carnes.
• Ribeiro: denominación del más tradicional de los vinos blancos gallegos,
alrededor de Ribadavia, en torno a los cauces de los ríos Miño, Avia y
Arnoia. De gran tradición, ya en la Edad Media «era el vino más
preciado que entraba en Santiago por la puerta de Mazarelos».


Torres de Oeste, Catoira, Pontevedra. El desembarco vikingo se rememora anualmente en
la romería.
• Ribeira Sacra: en los valles del Sil y el Miño, cultivados en terrazas
escarpadas que salvan el desnivel de los cañones fluviales, hecho que
dificulta su cultivo. En Amandi (Sober) se cosecha un caldo tinto de
excelente calidad, néctar de emperadores romanos, circunstancia
extraña, pues no es igualado por sus vecinos de ribera ni por los del otro
lado del río.
• Valdeorras: en el curso medio del río Sil, a partir de cepas bajas que
crecen prácticamente a ras de suelo, entre los que destacan los realizados
a partir de la variedad de uvas «godello».
• Monterrei-Verín: en la cuenca del Alto Támega ourensano, tiene a gala
ser el vino de mayor graduación de Galicia, y también se elabora a partir
de cepas bajas a ras de suelo.
Conocida la querencia del pueblo gallego por las fiestas gastronómicas,
no es de extrañar la proliferación de los festejos de exaltación de la
producción vitivinícola en cada comarca. Son ineludibles la Festa do
Albariño (Cambados/Pontevedra) en los primeros días de agosto y la Festa do
viño de Amandi (Sober/Lugo), entre infinidad de ellas.
Viñedos de la Ribeira Sacra, O Saviñao, Lugo.

Tiempo de castañas
La castaña fue el alimento tradicional del pueblo gallego y principal
acompañante de las carnes hasta la llegada de la patata y el maíz tras el
descubrimiento de América. Es por ello comprensible que el período de su
recolección tenga en el subconsciente gallego gran importancia, y por ende
las celebraciones que se realizaban en esta época adquiriesen gran
importancia en los festejos populares. Estas fiestas se conocen con el nombre
de magostos y son celebraciones que se realizan con el motivo de asar y
comer castañas, por lo que constituyen reuniones de carácter comunitario de
honda tradición en las que no faltan cánticos y cuentos alrededor de la
degustación de la castaña. Si bien se celebran esencialmente en los primeros
días de noviembre, no es infrecuente la celebración de magostos a lo largo de
todo el mes. Antiguamente era costumbre que las mozas pusieran las castañas
y los mozos, el vino.
El magosto viene definido por dos elementos fundamentales: la castaña
y el vino, aunque no es óbice para que se le añadan otras vituallas (hay
algunos lugares donde también se celebra el día de San Martiño, época de
matanza del cerdo).
El saber popular habla de facer un bó magosto1 cuando se consigue una
buena ganancia en un negocio.

Donde el cerdo es el rey
Uno de los refranes gallegos con más peso es aquel que dice: «A todo porco
chégalle o seu San Martiño» (A todo cerdo le llega su San Martín), y no solo
para recordar el doble sentido: «Siéntate a la puerta y el cadáver de tu
enemigo verás pasar», sino también para testimoniar un hecho clave de la
vida gallega: la celebración de la matanza. La matanza no es solamente una
necesidad por la importancia que desde antaño ha tenido el cerdo, y los
manjares que de él se extraen, en la dieta del país. La matanza ha devenido no
solo una necesidad alimenticia de la unidad familiar, sino que su propio
hecho se ha convertido en una fiesta social y cultural.
La propia estructura poblacional gallega articulada en torno a la aldea,
su célula base, ha propiciado que en dicho entorno la realización de la
matanza sea uno de los mayores motivos de intercambios sociales. Es
tradicional la ayuda de los vecinos en la realización del sacrificio del cerdo y
el compartir los productos de dicha carnicería.
El cerdo es un animal privilegiado dentro de la peculiaridad culinaria de
los gallegos, ya que supone el principal aporte de carne en la alimentación,
por lo que recibe los mayores cuidados alimentarios para su engorde. El
período de matanza se considera que debe estar entre el mes de noviembre
(día de San Martiño) y el de febrero, teniendo en cuenta las fases lunares,
pues existe la creencia de que con fase lunar creciente la carne aumenta y en
fase decreciente disminuye.
El mes de noviembre se convierte, pues, en el mes del cerdo ya que se
debe preparar el degüello del animal y, consecuentemente, acometer el
inmenso trabajo que conlleva. La fabricación tradicional de los productos
porcinos, dura e intensa labor, se convierte en la ocasión de intercambiar
experiencias, saberes y comentarios del entorno social aldeano.
Normalmente la matanza se realiza en la cuadra, en el alpendre o al aire
libre. En ella es figura fundamental el matachín, o persona que va a realizar el
sacrificio, y que normalmente es un convecino, «profesional de la matanza»,
que no recibe remuneración a cambio de sus servicios. La matanza, grosso
modo, es como sigue:
Una vez sujetado por varios hombres el cerdo por orejas y patas, este es
acostado en el banco de sangrar donde lo inmovilizan, atándole con cuerda el
hocico para evitar posibles mordeduras. A continuación el matachín le clava
un cuchillo en el pescuezo. La sangre se recoge en un recipiente, pues es
ingrediente en la fabricación de viandas como las filloas.
Sangrado el cerdo, se procede al chamuscado, es decir, la eliminación de
pelos y cerdas. Para ello se sitúa al cerdo en el suelo y se le aplican atadillos
de paja encendidos. Después del chamuscado se le raspa la piel con un
cuchillo y se lava, refregándola con piedras lisas hasta dejarla limpia.
Posteriormente se abrirá el cerdo, para lo que se le practica una incisión
longitudinal, y al instante se cuelga de una viga, donde permanecerá como
máximo dos días. Finalmente se hará el despiece: cabeza (cacheira), lacones,
jamones, tocinos...
Las formas tradicionales de conservación de la carne son la salazón y el
ahumado. La carne que se consume en fresco se aparta, lo que motiva la
realización de una fiesta para su consumo con la participación de familiares y
vecinos. Carne, filloas y rixóns1 son los manjares de la misma.

Cuando el comer se hace fiesta
Hay veces que el tiempo no se articula en relación con un trabajo a una
actividad (poda, siega, vendimia…), en torno a una estación o a una
festividad litúrgica. Algunas veces un producto, o la época en que dicho
producto está en su mejor momento de consumo, marca una periodicidad:
Por san Xoán a sardiña molla o pan, dice el refrán. Uno de los mayores
atractivos de Galicia es, sin lugar a dudas, la gastronomía. Por ello vamos a
contemplar el paso del tiempo basándonos en los productos más apreciados
de la cocina gallega:
• Festa do Cocido: el cocido es el rey en el fin del invierno gallego, y en
Lalín (Pontevedra) celebran con gran festejo las excelencias de tan
abundante plato. Pero ¿qué es el cocido? Las sabias palabras de
«Picadillo»2 nos asesoran: «El cocido consiste en una combinación tal
de manjares, que hace innecesaria la intervención de otro cualquier plato
en la comida en que él se presenta. Compónese de una mezcla ordenada
de garbanzos, patatas, coles, tocino, jamón magro, costilla u otros
huesos de cerdo, carne de vaca buena, gallina, chorizos y otras
pequeñeces...».3
• Festa do Augardente: mucho se ha escrito sobre el origen del aguardiente
gallego. Los románticos ven en esta bebida la herencia de una estirpe
celta que a través de un rito purificador renueva el espíritu colectivo de
un pueblo, y los más escépticos, una bebida que tuvo que esperar a la
llegada de los árabes ya que fueron quienes introdujeron el alambique en
la península. Sea como fuere, el aguardiente y su innegable ceremonia
galaica, la queimada, forman parte de la espiritualidad gallega. El
domingo de Pascua se celebran en Portomarín (Lugo) los festejos de
exaltación de tan estimulante brebaje.
• Festa do polbo:1 es otra curiosidad de la sorprendente personalidad
gallega que la mayor fiesta en honor del pulpo y sus puestos ambulantes,
tenga lugar en una población del interior. Y tan del interior como que
esto sucede en la localidad ourensana de O Carballiño, donde siguiendo
la tradición se reúnen las mejores cocineras de pulpo del mundo.
• Festa da Empanada: junto al pulpo, la empanada es el alimento que
siempre va unido a la romería o a las reuniones gastronómicas en
cualquier parte del territorio gallego. La empanada es además una receta
que acepta cualquier tipo de combinación: puede ser de carne, atún,
bacalao, vieiras, berberechos..., y acepta cualquier tipo de alimento base:
trigo, centeno, maíz... En Bandeira (Pontevedra) tiene el más popular de
los yantares gallegos su merecido homenaje.
• Festa do Marisco: esta fiesta gastronómica tiene lugar en O Grove
(Pontevedra) a mediados del mes de octubre. Sin duda alguna el marisco
es la vianda más sustanciosa y apreciada de las que se producen en
Galicia y tiene fama mundial. El marisco ha pasado de ser comida de
subsistencia de marineros a alcanzar los más altos precios entre los
manjares culinarios. Sean moluscos, crustáceos o cefalópodos, el sabor
de los mariscos gallegos basa su éxito en la excepcional riqueza de las
rías gallegas, auténticas granjas marinas salpicadas de viveros flotantes
que se conocen como bateas,2 que dan forma a un típico paisaje de la
costa gallega.
• Festa do Percebe: es el percebe para muchos el «rey de los mariscos».
Este crustáceo con seis pares de apéndices y un pedúnculo carnoso
comestible necesita estar húmedo para sobrevivir, por lo que habita en
los acantilados batidos por el mar abierto en ese escueto espacio
delimitado por las líneas de marea. Sus mariscadores, los percebeiros, se
juegan la vida recolectándolos en los despeñaderos costeros,
arrancándolos literalmente de las rocas en lucha continua con el mar
embravecido. Los cantiles de Ortegal1 y A Costa da Morte tienen la bien
ganada fama de ser los mejores bancos y en sus puertos se celebran
fiestas de degustación del más arriesgado marisco gallego.

En tierras de máscaras y cenobios
En el oriente ourensano se mantienen vivos los más ancestrales carnavales
gallegos. En cada pueblo, con su propia especificidad: cigarróns, peliqueiros,
felos..., manteniendo en cada uno de ellos su esencia, autenticidad y tradición.
Es, pues, el tiempo de Antroido, el momento adecuado para visitar estos
lugares y conocer más de cerca una tradición que se pierde en la memoria.
El Alto Támega presenta múltiples posibilidades. Estas tierras que se
conocen como Val de Monterrei, por ser desde esta antigua fortaleza desde
donde manaba el poder en tiempos medievales y modernos, tienen su
principal centro en Verín, la capital termal de Galicia ya que en ella se sitúan
tres de los más importantes centros balnearios gallegos. Es Verín tomada por
los cigarróns durante el carnaval, invadiendo sus calles y zurrando con
látigos a los curiosos. Vestidos con sus trajes tradicionales y sus peculiares
máscaras decoradas con motivos animalísticos, mueven sus cencerros,
colgados de sus cinturas, provocando un gran estruendo.
En Laza, situada a 16 kilómetros al norte de Verín, y aun manteniendo
similitudes con celebraciones vecinas, quizás permanezca en su estado más
puro la manifestación más popular del carnaval. Los peliqueiros saltan,
corren y bailan haciendo sonar sus cencerros mientras fustigan al público.
Camino de la comarca de O Bolo, las tierras de la montaña ofrecen una
gastronomía centrada en derivados del cerdo, castañas, nueces y, por
supuesto, la filloa. El magosto, la fiesta de la castaña, posee un sabor especial
en toda la provincia de Ourense.
En Viana el carnaval tiene un nombre: los felos. Acompañan con su
máscara oscura con ojos y bocas muy marcados bajo un sombrero adornado
con muchos colores la gastronomía de O Bolo: la androlla, embutido de
costilla de cerdo, y la bica, exquisito postre. En un barranco del valle del río
Bibei se encuentra As Ermidas, importante santuario mariano.
Llegados a la comarca de Valdeorras, y en dirección a Ourense, se
atraviesa la tierra de Trives, desde donde se puede tomar un desvío a la
estación de montaña de Manzaneda, en la que se pueden desarrollar diversas
actividades relacionadas con la naturaleza y los deportes de invierno.
Una vez en Castro Caldelas, donde destaca el castillo de la casa de
Lemos, nos desviaremos hacia A Teixeira para comenzar nuestra ruta a lo
largo de la vertiente ourensana de la Ribeira Sacra. Panorámicas del cañón
del Sil de excepcional belleza nos acompañan en la visita a los monasterios
de la Ribeira: Santa Cristina de Parada de Sil, San Estebo de Ribas de Sil o,
abandonando ya el desfiladero fluvial, San Pedro de Rocas, uno de los
primeros enclaves cristianos, pues fue excavado en la roca en el siglo VI.

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