lunes, 25 de febrero de 2019

Mitos,ritos y leyendas de Galicia: Los moradores de la oscuridad

Hay creencias que, surgidas en los primeros tiempos de la civilización,
cuando la naturaleza era depositaria de las divinidades de los hombres,
han ido permaneciendo en la mentalidad popular conservándose en el
subconsciente colectivo. A lo largo del devenir histórico han ido buscando
acomodo en el proceso del aprendizaje humano realimentándose y
actualizándose, sin por ello abandonar su esencia primitiva, para llegar hasta
nosotros, como rescoldos de la ingenuidad del hombre, cuando el miedo se
esconde en el rito y lo desconocido camina paralelo a la realidad. Escenas de
un mundo que imaginamos lejano pero que palpita duradero, inalterable,
herencia de nuestros antepasados, que se transmite imperceptible pero
infranqueablemente.
Interpretaciones supersticiosas de un mundo recóndito y enigmático que
habita en la mentalidad popular, en el «otro yo» de la memoria colectiva.
Creyentes, agnósticos, ateos..., todos bajo el influjo y la quimera de la
comprensión de esos hechos impenetrables que, aunque cotidianos, se nos
escapan.

La Santa Compaña

Los pobladores de la oscuridad tienen una vinculación muy clara con la
muerte. Vuelven a tener importancia fundamental las encrucijadas de
caminos, las proximidades de los «camposantos» o cementerios, el
desplazarse por senderos entre la medianoche y el canto del gallo. La firme
creencia en las «almas del Purgatorio», las ánimas, que representan a
personas que murieron en pecado no mortal alimenta la convicción sobre la
existencia de seres inmateriales que pululan por las noches en comitiva
buscando redención para sus penas con ayuda de vivos o anunciando una
muerte inmediata. Existen varios términos para definir a estos seres, pero el
más común y generalizado es el de Santa Compaña. Esta1 es una reunión de
almas en pena, por lo menos cinco, que todas las noches hacen determinados
recorridos desde la iglesia por los lugares de la parroquia. El mínimo son
cinco porque uno lleva la cruz que recoge en la iglesia, otro el caldero con
agua bendita y el hisopo, un tercero lleva el estandarte, el cuarto lleva el farol
y la campanilla y el último porta el viático. En ocasiones van acompañados
por lo que se llama visión, que es un féretro llevado por los de la Compaña

precediendo al que va a morir.


Ante la visión de la Santa Compaña hay que estar prevenido para que
esta no sorprenda al caminante entregándole la cruz, con lo cual el que la
portaba queda liberado, o bien colocando en su mano uno de los cirios con
los que alumbran su paso; si alguna de las dos situaciones se produce, el
desprevenido pasará a formar parte de la comitiva por mucho tiempo a no ser
que tenga la suerte de entregar, a su vez, lo que porta a otro caminante que les
salga al encuentro. Hay varias formas de protegerse frente a la Santa
Compaña, una de ellas es apretando los puños a su paso como símbolo de
fortaleza no pudiendo, por tanto, agarrar nada; otra forma es cruzando los
brazos; en otras zonas de Galicia recomiendan dibujar un círculo con una
cruz en el suelo con una rama de olivo y permaneciendo en su interior
mientras transita la Compaña. Valle-Inclán1 reflejó un encuentro con la
Santa Compaña en su obra Romance de lobos:
El caballero siente el escalofrío de la muerte viendo en su mano oscilar la llama de
un cirio. La procesión de las ánimas le rodea y un aire frío, aliento de sepultura, le
arrastra en el giro de los blancos fantasmas que marchan al son de cadenas y
salmodian en latín.
Una voz.– ¡Reza con los muertos por los que van a morir!¡Reza, pecador!
Otra voz.– ¡Sigue con las ánimas hasta que cante el gallo negro!
El visionario que ve pasar la Santa Compaña puede reconocer al que va
a morir, porque como ya hemos dicho va en la comitiva detrás de su propio
ataúd. En este caso si se da prisa en advertirle yendo a su casa, aquel podrá
vivir muchos años. Existen más formas de librarse de la Santa Compaña, si
esta visita una casa hay que tener mucho cuidado en abrir la puerta porque
eso significa muerte segura, en todo caso es necesario entreabrirla un poco, lo
suficiente para dejar salir un gato negro que le liberará del maleficio.
También es bueno tener un caldero de agua bendita y un farol porque se le
pueden colgar a un perro y este quedará ligado a la Compaña; cuentan que en
más de una ocasión se ha visto a un perro con cascabel al cuello además del
farol y el caldero de agua bendita recorrer los caminos de tal forma que así
los vecinos estaban prevenidos contra la Santa Compaña.
La visión no se puede hacer en grupo, solo una de las personas es el
visionario, las demás ni siquiera se dan cuenta de lo que ocurre a no ser que
el visionario toque a sus acompañantes y entonces estos pueden ser partícipes
de la visión.1 En algunas ocasiones, la Santa Compaña finaliza su periplo con
un banquete en las puertas del cementerio ante una mesa colmada de
manjares; el que participe del festín debe evitar ingerir cualquiera de esos
alimentos, pues sería su perdición; debe tratar de engañar a las ánimas
haciendo ver que come o ingiriendo los propios alimentos que uno pueda
llevar consigo.
Todos estos hechos son corroborados por costumbres populares que,
para evitar males, disponían de los remedios en prevención de posibles visitas
o encuentros no deseados. Era importante tener perro o gato negro, en
muchas casas del medio rural aún se mantiene la costumbre de guardar en
botellas agua bendita, algún pequeño farol o linterna y cascabeles. Si hay que
caminar de noche por senderos lúgubres es bueno llevar un palo de olivo y
algún pedazo de pan en los bolsillos, pero también son buenos los mismos
remedios que se emplean contra las brujas y meigas, como son los dientes de
ajo, los cuernos de un escornabois,2 etc. También es frecuente el uso de
escapularios con la imagen de la santa o santo bajo cuya advocación se
encuentra la iglesia parroquial a la que pertenece el individuo, lógicamente
bendito.
En muchas ocasiones la visión puede ser de una sola luz surgiendo de
los dedos de la mano de una única ánima; en este caso se trata de personas
que murieron sin saldar sus deudas y quieren presentarse ante alguien para
que le ayude a hacerlo, bien devolviendo algo a quien pertenece, un animal o
una propiedad, bien solicitando la ayuda de alguien que rece por él unas
oraciones o incluso pague una misa por su alma; en tal caso, esa ánima no
regresará jamás al mundo de los vivos pues su deuda quedará saldada.


Puente romano sobre el Arnoia, Freixo, Celanova, Ourense. Los puentes fueron lugares
mágicos para muchas culturas.

En algunos casos ocurre que determinadas personas se sienten acosadas
por los espíritus de algún ser que ha muerto y no consiguen desprenderse de
su visión; para ello es recomendado por la tradición acudir a medianoche al
cementerio y presentarse ante la tumba del difunto cuyo espíritu le persigue,
debe llamar tres veces en su panteón como si de una puerta se tratara, ya que
esa es la fórmula mágica para que los muertos respondan a los vivos,
pronunciando el nombre del difunto, que a la tercera vez contestará y
entonces se le dice:1
Sácame o aire do morto
e dame o do vivo;
o aire do morto non ten conforto,
e o do vivo é confortivo.
La gran poetisa gallega del romanticismo Rosalía de Castro, que supo
plasmar en poesía muchas de las querencias y tradiciones del sentir gallego,
también habla de la muerte, siempre presente en la idiosincrasia gallega, en
sus versos:
Cala can negro, no oubees
á porta de quen ben quero:
corvos non voés por riba
do sobrado onde está enfermo.
Co teu resprandor, Compaña,
vaite, non lle poñas medo.
Se é que queres que alguén morra,
eu sei dun san que contento
por él déravola vida
e irá convosco aos infernos.

Brujas y meigas

Hablar de brujería es complejo debido principalmente a la dificultad de
determinar el significado de «brujería». Brian P. Levack define el término
como «la práctica de la magia nociva, negra o maligna, la realización de actos
dañinos por medio de algún tipo de poder extraordinario, misterioso, oculto,
preternatural o sobrenatural».2 Los iniciados en brujería representan lo
opuesto, lo contrario al bien. La antítesis de la religión. Dios frente al diablo.
La maldad enfrentada a la bondad. Lo otro, lo que no es como nosotros. Esto
último es quizás el rasgo definitorio, lo que motivó el arrinconamiento y
persecución de la brujería en siglos pasados. Quien no era miembro de una
comunidad, quien no se movía en unos determinados parámetros era «el
otro». Y los brujos no solo practicaban una doctrina nociva para la
comunidad y sus creencias, además establecían un pacto con el diablo, al que
homenajeaban en sus celebraciones. Esta acusación sería la principal prueba
en los procesos inquisitoriales o «caza de brujas». Sin embargo, en territorio
galaico no se ha producido una persecución y acoso desmesurado contra los
supuestos casos de brujería, no se ha desencadenado una cruzada
inquisitorial, pues como hemos visto a lo largo de este análisis las
«especiales» prácticas religiosas y la concepción teológica del gallego
siempre han sido «muy a su manera». No obstante en 1620 un juez en Cangas
do Morrazo (Pontevedra) condenó a varias mujeres a la hoguera, condena que
no se cumplió porque fueron puestas en libertad tras un leve castigo por el
tribunal de Compostela.1 Este proceso que Henningsen minimiza puede ser el
derivado del saqueo y destrucción provocado por los piratas turcos en 1617.
La tradición gallega mantiene que numerosas mujeres perdieron la razón por
las tropelías que cometieron los piratas. Los convecinos las tomaron por
brujas e incluso se creía que acudían a los aquelarres en la playa de Areas
Gordas. Alguna de esas «malditas» fue quemada en la hoguera. Quizás fue
este el mejor ejemplo de cómo una comunidad realiza una expiación
colectiva y una quema de sus propios demonios.
En Galicia bajo la acepción del término general meiga se engloban
normalmente dos variantes: por un lado, se define así a las meigas
curanderas, y por otro, a la bruxa, mujer relacionada con el mal, con el
diablo. ¿Cómo puede ser que en un mismo nombre se integren dos figuras tan
encontradas: una que hace el bien y otra el mal? Pues debido a que el bien o
el mal se relaciona con la persona que ejerce ese poder, y atendiendo a su
naturaleza, hará el bien o caerá en el lado oscuro, será un brujo blanco o uno
negativo, maligno.
La meiga curandera, de tanta tradición en Galicia, es una mujer que
puede conocer la medicina natural o utilizar los remedios naturales como
complemento de la sugestión, pues realiza sus curaciones con hierbas y
plantas: prepara los hechizos, los filtros amorosos y las recetas curativas. Las
que recurren a oraciones, sortilegios y demás invocaciones divinas poco más
pueden ofrecer que no se haya encontrado en la religión: devoción de un
santo o rezos tradicionales. Sin embargo, usarán estos ruegos o exconxuros en
medio de símbolos sagrados y parafernalia sacerdotal.
Pero solo el poder no basta. La meiga debe aprender su trabajo, pues una
vez comprobado que tiene «dones» debe ser instruida en el oficio por un

maestro que le enseñe a utilizar esas cualidades.


Corredoira. Por los viejos caminos transita la Santa Compaña.

La meiga en su otra variante, o bruxa, es una figura instalada en la
mentalidad popular y a la que, en último lugar se le echa la culpa de todos los
males; cuando una situación no tiene fácil explicación siempre se justificará
tomando como referencia este icono de la mentalidad popular colectiva:
parece cosa de meiga. Tiene el don de la transformación y recibe el de la
brujería de varias formas: por herencia familiar, por una maldición o por
renuncia de Dios y adiestramiento del propio Demonio.1
Antón Fraguas tiene recogidos los siguientes remedios para no ser
molestados por las brujas: llevar una cruz al cuello, una medalla del Santo
Ángel de la Guarda, un escapulario, una bolsa con una castaña de Indias, un
diente de ajo, cuernos de ciervo volador,2 un colmillo de cerdo, una flor de
artemisa, etc.
¿Por qué aceptamos sin embargo lo sobrenatural de la religión de
manera más fácil que de la magia? En la religión acudimos a los espíritus o
los dioses suplicando una bendición, esperando y confiando en que nuestros
ruegos sean concedidos; ellos determinarán el final de nuestras peticiones. No
hay maldad en ello, no se genera algo negativo. En la magia, el iniciado en su
destreza tiene un poder y el uso que haga del mismo determina sus
resultados. Una práctica correcta dará los resultados apetecidos, si se genera
desgracia es por un uso malintencionado. Es una práctica que tiene en sí
misma un peligro, la propia naturaleza del practicante.
Antón Fraguas dice que «bruja» es la mujer capaz de ocasionar daño a
otros sin ser vista y sin dejar el menor rastro de su actuación:3 la bruja se
puede transformar en una serie de animales o «bichos» para realizar sus
maléficas acciones sin ser descubierta, tanto puede ser un moscardón como
una mosca rayada, un gato, una avispa o una araña. Uno de los males más
frecuentes producidos por las brujas en tiempos pasados era el de hacer
enfermar e incluso matar yuntas de bueyes de algún vecino o las vacas de la
persona a quien se quería perjudicar. En este caso, aunque la bruja haya
actuado con diligencia cortando la leche a una vaca, por ejemplo, se puede
saber quién hizo el daño, pues poniendo la ropa interior de un hombre
ensartada en los cuernos de la vaca, esta no parará hasta detenerse delante de
la persona que le produjo el daño a través de un hechizo o sortilegio.
Hemos mencionado elementos protectores contra los hechizos de las
brujas y demás seres maléficos, protectores para las personas que los llevan,
pero existen otros para proteger los bienes: la hacienda, los animales, la casa.
Plantar ruda en la huerta significa protección para cosechas y animales, y
colocar una herradura en la puerta o bien la cornamenta de un carnero en la
pared protege la casa. Lógicamente, llevar una medalla bendita, un crucifijo o
un escapulario frena a las maléficas, pero también se detienen delante del
agua bendita o de la persona que se ha santiguado mojando previamente los
dedos en la pila del agua al salir de la iglesia. Muchas son las personas que
hoy en día siguen llevando a los santuarios, los días de romería, botellas con
agua que generalmente llenan en las fuentes «santas» próximas a las ermitas,
para que el cura oficiante las bendiga. Esa «agua bendita» conserva las
prerrogativas y los poderes del santo patrono de la romería en la que fue
bendecida el agua y, por tanto, podrá ser usada en beneficio del ofrecido o de
sus familiares y bienes cuando el sujeto crea necesaria su utilización, por
ejemplo, tras la Pascua de Resurrección se recorren las fincas rezando un
sortilegio al tiempo que se salpican los lindes del terreno con una rama de
olivo mojada en agua bendita:
Sapos e ratos,
bruxas e meigas,
fora das miñas veigas.
Sapos y ratones,
brujas y meigas,
fuera de mis tierras.
Las brujas son, por tanto, la antítesis de la religión, lo opuesto al
cristianismo; no aceptan el bautismo ni comulgan en misa pero sí pueden
acudir a ceremonias religiosas en los templos, corriendo el riesgo de ser
identificadas. Vaqueiro1 y Fraguas2 recogen sendos casos sobre brujas
descubiertas tras asistir a una misa; el caso es que habiendo oído el cura que
existía alguna bruja en la parroquia, al finalizar los actos religiosos dejó
deliberadamente el misal abierto, todos los fieles abandonaron el templo
menos las brujas; al comprobar esto, el párroco entró de nuevo y cerró el
misal, momento que aprovecharon las brujas para marchar. El misal abierto
es una de las maneras de descubrir y controlar a una bruja.
Pero las brujas ¿nacen o se hacen? La respuesta es doble también.
Algunas personas pueden ser brujas desde el momento de nacer porque
durante el parto esté presente otra bruja que le transmita el «mal fado» antes
de ser bañada con la moneda de cobre o plata y de ser bautizada, o por
convertirse en la séptima hermana sin varones de por medio. Pero contra esto
hay también remedio si la madrina del recién nacido le pone un nombre de
las sagradas escrituras en el bautismo.

Peto de Ánimas, San Cristovo, Ribadavia (Ourense).
Por lo general, la brujería se transmite de madres a hijas. Cuando la
madre cree que su hija está en condiciones de adquirir conocimientos sobre la
materia, aquella se los va enseñando para que en el momento de la muerte de
la madre ésta pueda trasmitir sus poderes a su hija con un simple apretón de
manos. Otro método para convertirse en bruja es por inducción de otra meiga
que esté interesada en transmitir sus poderes y ciencias a alguien en quien
confía y cree preparada para ello. En este caso la prueba final es dura, pues
consiste en situarse tendida en medio de un camino esperando que pase una
cabalgadura o un carro por encima: si la «novicia» no invoca a Jesús, se
convierte en bruja.
Entre las brujas más famosas de la historia de Galicia figura María
Soliña, ajusticiada por la Santa Inquisición en 1621 bajo acusación de
brujería con resultado de muerte de niños. A pesar de que siempre lo negó,
sus respuestas aparecen como afirmativas en los documentos del proceso.
Bajo tormento, reconoció ser bruja desde 25 años atrás, más o menos desde
que tenía 40 años, pero en este caso, como en muchos otros procesos llevados
a cabo por la Inquisición, los motivos reales eran poco claros y los intereses,
que beneficiaban a los denunciantes puesto que se quedaban con los bienes y
posesiones del hallado culpable, muy claros. Todos los casos de acusación de
brujería acaecidos a finales del siglo XVI y comienzos del XVII tienen un
trasfondo histórico: por aquellos años, la península del Morrazo, en la que se
encuentra la localidad de Cangas, era centro de los ataques de los piratas
berberiscos cuando estos hacían incursiones atlánticas. Sus «razzias» eran
temibles: sembraban las playas de cadáveres de marineros de la zona,
raptaban a los niños y violaban a las mujeres dejando, además, un rastro de
cenizas y humo al quemar las viviendas de los lugareños. Muchas de las
víctimas se volvían locas y lloraban sus penas en la playa en la que habían
perdido a sus seres queridos. María Soliña era una de ellas; al morir su
familia, marido, hermano y sobrino, su hacienda se incrementó y fue
codiciada por alguien que la denunció por brujería. La leyenda dejó a esta
mujer por bruja y pasó a formar parte de la tradición popular incluso en las
canciones, los romances y poemas:


Cruceiro de O Corpiño, Santa Baia de Losón, Lalín, Pontevedra. La permanente lucha
contra las fuerzas del Mal.
Nos areales de Cangas
muros de noite se erguían:
ai, qué soliña quedache,
María Soliña.
… As gueivotas sobre Cangas
soños de medo tecían:
ai, que soliña quedache,
María Soliña

El meigallo y otras maldiciones
El fruto más popular de las brujas y meigas es el meigallo, una especie de
hechizo que afecta fundamentalmente a la psique humana y semeja un
trastorno mental. Esta perturbación rige y gobierna al ser que la posee, siendo
este incapaz de actuar libremente. Es como un espíritu que se mete en el
cuerpo del afectado2 y manda en él; si es demoníaco puede durar toda la vida,
pero también se puede tratar de un meigallo causado por la ingestión de una
pócima preparada por una bruja, en este caso los remedios son más
asequibles. En muchas ocasiones los meigallos se deben a los filtros
amorosos que, suministrados al afectado, buscan una reacción positiva hacia
la persona solicitante de favores, o negativa si anteriormente se produjo un
rechazo.
Heiche de dar o meigallo,
heiche de dar o feitizo;
heiche de dar o meigallo
no pemento do chourizo.3
Te voy a hechizar,
te voy a hacer el hechizo;
te voy a hechizar.
en el pimiento del chorizo.
Dos romerías permiten la cura de estos males, son la de San Campio y la
del «Corpiño». San Campio es un santo mártir cuyos restos fueron traídos
desde Roma en el siglo XVIII e instalados en la parroquia de San Ourente de
Entíns; desde entonces se celebran dos romerías anuales en su honor, una el
primer domingo de julio y la segunda el 29 de septiembre. San Campio es
bueno con los que sufren el meigallo. Los hechizados deben beber y lavarse
en la fuente de la Virxe do Rial, donde se supone existía un culto pagano
posteriormente cristianizado; luego ha de dar varias vueltas alrededor del
cruceiro y rezar unas oraciones desde el atrio de la iglesia diciendo:
Bota o demo, bota o mal cativo, que San Campio bendito te axude.
Bota o demo, bota o mal cativo e bica o Santo.
Los afectados deben bajar de nuevo al cruceiro de la Virxe do Rial, dar
siete vueltas a su alrededor, beber agua de la fuente y regresar a San Campio;
en la iglesia beben un sorbo del aceite que alumbra al santo, repiten todo el
proceso desde el principio y vuelven para besar a San Campio; si se niegan,
sus familiares deben forzarlos. El meigallo desaparece entonces del cuerpo
del afectado. En algunos casos, si el hechizado vomita antes, se deben
recoger los pelos que contenga el vómito para ser inmediatamente quemados:
así queda deshecho el encantamiento.
Para los endemoniados el lugar adecuado es la parroquia de Santa Baia
de Losón, a pocos kilómetros de Lalín (Pontevedra), donde se celebra la
romería del «Corpiño» los días 23 y 24 de junio de cada año. Aquí acuden
miles de peregrinos en busca de sosiego físico y psíquico, algunos de los
cuales necesitan un exorcismo para curar sus males. Los afectados participan
de la celebración eucarística por la mañana, acompañados por sus familiares;
son frecuentes las escenas de histerismo con insultos graves y maldiciones,
juramentos y gritos sin sentido. Si aquellos besan a la santa, al finalizar los
actos religiosos se curan, recobrando sus facultades normales anteriores al
encantamiento. El rito completo lo cuenta Vicente Risco y lo recoge
Fraguas:1
La misa mayor es antes de la procesión: a ella son llevados los enmeigados y
endiablados. Después de la misa los pasan por delante del altar mayor. Luego, según
marca la tradición, el sacristán les aplica una reliquia y les mete por la boca el hisopo,
empapado en aceite, para expulsar los diablillos y el meigallo, mientras los familiares
le golpean la espalda al enfermo diciendo: «¡Échalo fuera! ¡Échalo fuera!». Dicen que
los echan en forma de ovillos de pelos o de erizos. Después los llevan en la procesión.

Necrópolis de San Pedro de Rocas, Esgos, Ourense.

Durante la procesión son miles las personas que pretenden acercarse a la
santa para tocar su manto, pasar por él un paño, un sombrero u otra prenda,
prender dinero en él, etc. Además de curar a los endemoniados, son muchos
los que acuden pidiendo un servicio militar favorable y en tiempos de guerra
protección absoluta.
Además del meigallo existen otros tipos de encantamientos entre los que
destaca el mal de ollo (mal de ojo), de características similares en diversos
países. Este «mal» se sufre cuando una persona con poderes mira con maldad
a otra persona que a partir de ese momento empieza a sufrir las consecuencias
nefastas de tal mirada. No son necesariamente meigas y brujas las causantes
de estos males, pero sí con frecuencia. Simplemente la persona con mirada
intensa y abrasiva acompañada de un carácter malicioso, lleno de envidias y
rencores, puede, posando su mirada sobre otra persona, animal o cosa, hacer
que todo se tuerza y genere maldad. Una persona que sufre mal de ojo puede
empeorar su estado de salud física y anímicamente; una vaca puede dejar de
dar leche y en su lugar dar sangre al ser ordeñada; incluso las cosas pueden
dejar de realizar su función y desempeñarla a la inversa. El antropólogo
Mariño Ferro1 recoge varios casos, entre ellos uno que cuenta cómo una
mujer acudía al molino a recoger su harina y, al sospechar que el molinero le
había escatimado en el peso, al salir posó su mirada sobre la rueda del
molino; esta dejó de girar correctamente para dar vueltas en sentido contrario;
para solucionar tal problema, el molinero acudió a un cura de una parroquia
vecina que entendía de sortilegios, el cual le hizo recitar una plegaria; cuando
regresó, su molino trabajaba perfectamente. El poder de la mala mirada puede
producir enfermedades a las personas y animales, puede estropear cosechas,
secar árboles frutales, destrozar inmuebles y muebles y un largo etcétera de
maldades.
Son varios también los remedios y los protectores contra el mal de ollo,
desde una castaña de Indias, un cuerno de buey o de macho cabrío, de ciervo
volador, una rama de hinojo, un diente de jabalí, una cuerda de siete nudos,
etc. Para curarse, algunas personas pagan misas a las que acuden a rezar en
ofrecimiento para la cura del mal.
Otro «mal» ciertamente complicado es el mal do aire, que también
produce graves molestias y problemas físicos y psíquicos a las personas. Se
puede adquirir de muchas maneras, en las encrucijadas, cruzando ríos,
pasando ante fuentes o lugares mágicos, en los caminos, pero también se
puede uno afectar ante el paso de un entierro por el aire do difunto; las
mujeres embarazadas o con la menstruación también pueden dejar un «aire»
que afecte a otros negativamente. La luna y el sol pueden, en ocasiones, dejar
su «aire» afectando a humanos, de igual manera que algunos animales como
los alacranes, los lagartos, los gatos, las arañas y las perras recién paridas.
Para curar estos males es conveniente lavarse bien con agua que haya pasado
por siete molinos o por la de fuente santa.


Criaturas fantásticas
Desde las primeras civilizaciones los animales han tenido una gran
importancia en las manifestaciones culturales, pues se han utilizado para
interpretar los hechos venideros (vuelo de aves, lectura de sus vísceras...), la
reencarnación de almas que tienen una misión que cumplir (Teixido, sin ir
más lejos), como talismán protector o incluso como representaciones
sagradas o dioses. Además, la mentalidad popular ha creado una serie de
animales fantásticos que solo existen en su propio subconsciente y a los que
ha dotado de características humanas. Así acontece en Galicia con esta fauna
legendaria y particular:
• Los trasnos son unos diablillos que se entretienen tratando de engañar a
los humanos y que no buscan el daño más allá de sus pequeñas
gamberradas. Son capaces de aparecer convertidos en forma humana o
animal y con la resolución de mostrarse siempre, pues no pueden dejar
de certificar su presencia. El trasno acompaña la mudanza, si se produce,
de la familia a la que está haciendo sus travesuras. Engaños y enredos
son sus diversiones favoritas. Es muy difícil desprenderse de ellos; la
solución está en dejarles por la noche un recipiente lleno de trigo o de
maíz que llamará su atención por ser un ente muy curioso, querrá
contarlo y no podrá porque solo sabe hasta diez y, además, los granos se
le escurrirán constantemente por los orificios que tiene en sus manos; la
desesperación y el aburrimiento le harán marchar.
• Los biosbardos son unos enigmáticos seres que no tienen una descripción
precisa ni un rasgo definitorio. Vagan por los caminos y no se dejan
sorprender fácilmente. Son fruto del magín popular, que define «andar a
los biosbardos» para designar a una persona que solo vive de fantasías,
en un mundo irreal e inexistente.
• Los mouros1 son unos seres extraños de carácter mágico, identificados
casi siempre con pueblos extranjeros que realizaron incursiones en
territorio gallego. Sus atribuciones son las de vivir en otra dimensión y
aparecer en determinados momentos propicios por voluntad propia o por
ser convocados. Se les relaciona con todo cuanto lugar mágico se
conoce: dólmenes, pedras fitas, castros, cuevas, encrucijadas,
petroglifos, etc., haciéndoseles responsables de su construcción o
manufactura. Los mouros protegen tesoros ocultos pero engañosos, lo
que parece oro puede no serlo e, igualmente, cualquier cosa sin
importancia puede ser en realidad un tesoro oculto y transfigurado para
no ser descubierto. Las mouras son mujeres noctámbulas de gran belleza
que generalmente son vistas cerca de fuentes, ríos o castros, lugares en
los que aparecen peinando sus cabellos con peines de oro.
• El alacrán es un animal temido y relacionado con brujas y meigas y con
sus pócimas y brebajes. Se le teme por su picadura venenosa que en la
tradición muchos consideran mortal.
• El cuco es un pájaro adivino que llega a Galicia en primavera, por lo que
se le llama también Benitiño, «por san Bieito entran os cucos a eito».1
Su poder adivinatorio se refiere a temas de casamiento y de longevidad;
al cuco hay que preguntarle:
–Señor cuco, Cuco Rey, cando me casaréi?
El cuco seguirá cantando y el que interroga debe contar las veces que
lo hace determinando así el tiempo que falta para la boda. El cuco no
debe faltar a su cita anual porque en tal caso lo que anuncia es la
proximidad del fin del mundo.
• Las pegas o urracas son pájaros relacionados con los viajes y la fortuna.
Se debe controlar su vuelo cuando uno está viajando o trasladándose de
un lugar a otro a pie; si la pega se cruza en nuestro camino volando
hacia la derecha indicará buena fortuna en el viaje, si se cruza volando
hacia la izquierda se producirán retrasos y con los negocios habrá
problemas.
• El lagarto es un animal que puede traer fortuna a los hombres en los
juegos de azar, de tal manera que al ser capturado e introducido en un
recipiente con harina escribirá los números de la suerte de la lotería, eso
sí, bajo una simbología extraña que habrá que saber descifrar. De la
misma manera que es muy amigo de los hombres, pues los advierte de la
proximidad de una culebra por ejemplo, es enemigo acérrimo de las
mujeres, sobre todo si se encuentran en período de menstruación y el
lagarto en celo. Son especialmente buscados por los hombres los
lagartos de dos y hasta tres colas, pues emanan buena suerte solo con ser
vistos.
• La serpe o serpiente tiene una importancia especial, pues está muy
relacionada con tesoros y riquezas, al igual que los mouros, ya que es
cuidadora de tesoros encantados, y en algunos casos los tesoros son ellas
mismas que al ser desencantadas se convierten en arcas llenas de oro.
Cerca de las serpientes suele haber lagartos por si estas se vuelven
agresivas; entonces el lagarto advierte al hombre, no a la mujer, de la
presencia de una serpe peligrosa. En San Andrés de Teixido las
serpientes van y vienen del mundo de los vivos al de los muertos con
facilidad pasmosa, ya que son las portadoras de las ánimas del
Purgatorio en su peregrinar al santuario.
• El gallo predice con su canto a deshora malos presagios, incluso la
muerte; advierte de los cambios de tiempo si canta antes de entrar en el
corral y si por las noches emite un silbido profundo y agudo es que en
las proximidades hay brujas, dando así la posibilidad a sus dueños de
preparar las medidas de protección contra aquellas. Se le conoce como el
animal guardián y protector de la casa.
• El lobo es otro de los animales con gran presencia en la mitología popular
gallega. Su fuerza no es solamente el temor que infunde a las personas el
hecho de encontrarse con él o con una manada, o simplemente el
escuchar su «oubeo» (aullido), sino que se teme la fuerza de su mirada,
que puede hechizar a las personas que la sufren, como si quedaran
hipnotizadas. Lo que atemoriza al lobo es la luz, por eso sale a cazar de
noche; el fuego es otro elemento que le produce pavor, y la música, que
amansa las fieras, también tiene un efecto amortiguador de la maldad de
este animal tan temido, y si proviene de una gaita1 mucho mejor. La
presencia del lobo en tantas y tantas historias y leyendas hace de él un
animal mítico y estrechamente relacionado con el hombre. El ser
humano teme la maldición de convertirse en uno de los elementos más
destacados de la noche mágica y misteriosa: el lobishome (el hombrelobo).
Una leyenda de los Ancares lucenses dice: «Un padre muy
enfadado maldecía continuamente a su hijo, más preocupado por ir
detrás de las chicas y a las fiestas que de hacer los deberes de la casa;
por eso su padre le maldecía diciendo: Como vas tras-las mozas quéra
Deus que andes tra-las lobas. Así que un día el mozo desapareció y se
convirtió en un lobo que vagaba por los montes de Cervantes. El padre
arrepentido pidió ayuda a una meiga que le dijo que debía herirlo pero
no matarlo. El padre puso un cebo y el lobo acudió, así pudo clavarle la
punta de un cuchillo; de la herida que poco a poco se agrandaba salió su
hijo, que al liberarse de la piel de lobo se liberó también de la
maldición». Esta leyenda es un ejemplo, pero son muchas las referidas a
lobishome que sufren la maldición de la transformación en lobos por la
noche y en humanos por el día.

Necrópolis de Tines (detalle), Santa Baia de Tines, Vimianzo, A Coruña.


La muerte y sus creencias
Morre o Rei e morre o Papa; pero de morrer ningúen escapa, dice el
refranero gallego y es evidente, pero además hay creencias que defienden que
la muerte avisa, que se puede ver. Hay determinados indicios que anuncian la
llegada de la muerte: el canto de un determinado animal o su vuelo, la
presencia de un olor característico, etc.
Se conoce como la visión la observación de una comitiva fúnebre hacia
una iglesia o camposanto. Los que ven la «visión» no distinguen a sus
componentes, ni quién será el muerto, pues incluso se puede llegar a observar
el propio cortejo fúnebre. Esta percepción que anticipa un suceso puede
aparecer durante el sueño de una persona que habitualmente tiene imágenes
oníricas con los sucesos de su propia vida. Además son depositarias de esta
cualidad aquellas personas a las que en el bautismo les impusieron los Santos
Óleos de los Difuntos.1 Otra forma de visión percibe gritos de llanto y luces
que se dirigen a la casa en la que va a producirse un fallecimiento.


Fachada de la iglesia de Ánimas (detalle), Santiago.
Una curiosa creencia popular mantiene que es posible que en un
momento dado una persona viva entre en contacto con los difuntos. Esto se
producirá cuando se participe en una misa de ánimas, es decir, cuando el
asistente sin saberlo participe en una celebración eucarística en la que
posteriormente descubrirá que todos los asistentes eran difuntos. Hay otro
convencimiento más curioso, la posibilidad de que un muerto visite a los
vivos aprovechándose del cuerpo de uno de ellos. Esto es lo que Mariño
Ferro cataloga como corpo aberto,2 pues el espíritu utilizará el cuerpo como
una puerta abierta. Entrará en dicho cuerpo cuando el «propietario» del
mismo reciba un susto, para cumplir así la promesa hecha a un santo y que no
pudo llevar a efecto en vida. Naturalmente para recuperar su cuerpo, el
«desahuciado» debe cumplir las promesas que el difunto dejó incumplidas.
Las apariciones son otra manera de relación entre el mundo de los
muertos y el mundo de los vivos. Múltiples son las causas que provocan
dichas apariciones y son el mejor ejemplo de lo unido que está al mundo real
el del Purgatorio en la memoria colectiva gallega: pedir el cumplimiento de
una ofrenda realizada en vida a los familiares o amigos, cuidar de familiares
desprotegidos (niños o ancianos), indicar el escondite de un tesoro o dinero,
restituir lo robado...
Pueden también presentarse los espíritus en forma de animales, como
hemos visto para cumplir la promesa a San Andrés, o en forma de pequeños
puntos luminosos que se aprecian en la noche.

A noite dos vivos e dos mortos
De polvo y fango nacidos,
fango y polvo nos tornamos
¿por qué, pues, tanto luchamos
si hemos de caer vencidos?1
Estos versos de Rosalía de Castro en el camposanto de Ferrol dejan
entrever, no solo la imposibilidad de derrotar a la parca, sino también la
especial relación del gallego con la muerte. Aunque poco sabemos de los
ritos mortuorios de los antepasados castreños, pues el hábito de la
incineración no ha permitido la existencia de enterramientos colectivos, sí
sabemos que a lo largo de la historia el gallego ha ido construyendo una
relación muy cotidiana con la muerte, que tiene una gran presencia en su
sociedad.
La observación de un velatorio ancestral en Galicia presenta en un
primer término, como característica principal, una tradición fuertemente
ligada al mundo celta y con enormes similitudes con Irlanda, Escocia y
demás países de ámbito céltico: aun en el mayor dolor provocado por la
muerte de un ser querido, la familia del fallecido no olvida ni elude un hábito
fundamental de la comunidad: la hospitalidad. Con el cuerpo presente, la
familia recibe los pésames de sus convecinos, a los que agasaja con los
mejores alimentos y vinos o licores para hacer la velada del muerto más
llevadera. Era común que las mujeres se situasen en torno al cuerpo rezando
o simplemente aprovechando la reunión para ponerse al día de las novedades
acaecidas en el lugar o comarca con un café como testigo, mientras los
hombres glosaban las virtudes del fallecido o también ponían en común los
últimos acontecimientos vecinales, entre trago y trago de un buen aguardiente
o un vino del país. Con ello un velatorio se convertía, además de en una
expresión del culto a los muertos, en un motivo de reunión comunitaria en la
que la gastronomía volvía a servir de nexo en la relación social.
Una familia agradece la visita de sus convecinos en tan triste momento
ofreciendo, dentro de sus posibilidades, lo mejor que tiene: abriendo su casa
y compartiendo sus mejores viandas.1 En algunas comarcas los familiares
cocían una hornada de pan que llevaban en cestas durante el cortejo fúnebre
para agasajar a los acompañantes del entierro y entregar al sacerdote una
bolla: la bola do enterro.2
La reunión en torno a un muerto llegó a tener tanta importancia social
que incluso alrededor del velatorio se desarrollaron actividades de carácter
festivo, juegos de prendas y de naipes entre otros, en un divertimento
conocido como el abellón. Un juego que tuvo tanto predicamento que el
hábito hizo costumbre y terminó incluso por confundirse como parte del rito
funerario. En palabras de Alfredo Brañas:
Non hai festa sin gaita nin foguetes,
nin capa vella que non teña setes
nin morto sin enterro nin abellón...3
El «otro mundo» es un espacio muy próximo, no solamente porque es
cita inevitable, sino también por estar presente en nuestras vidas: los muertos
no están solo en los cementerios. Sus espíritus, como hemos visto, pueden
caminar en esa inquietante procesión de ánimas conocida como «A Santa
Compaña», pueden dirigirse anónimos en cuerpos de reptiles a Teixido,
pueden hacerse presentes a través de múltiples aspectos y fenómenos. Cada
conmemoración de la defunción es costumbre realizar una misa de
aniversario que se conoce como o cabodano, y el día de Difuntos es el
momento en que se honra a los muertos. Cuando cae la noche se encienden
cirios y lámparas de aceite para que los que nos han abandonado sepan que
tienen una luz que vela por ellos, que no han sido olvidados. En algunos
lugares se deja pan en la mesa o alimentos porque esa noche los finados
visitan a sus familias, comparten la cena.

Petroglifo Pedra da Serpe, Casto de Penalba, Campo Lameiro, Pontevedra. Las serpientes
van y vienen del mundo de los vivos al de los muertos.

Una celebración que no ha sido muy bien estudiada, quizás porque había
desaparecido de los hábitos y costumbres relacionados con el día de Difuntos
son los festejos de A noite do Samaín.1 Básicamente está relacionada con la
noche de Halloween anglosajona, que no hay que olvidar que es fruto de la
influencia de la emigración irlandesa, principalmente, y escocesa hacia
Estados Unidos a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y primeras
décadas del XX. Esta noche de los espíritus del folclore americano es, pues,
una fiesta basada en las tradiciones y creencias funerarias celtas, llevadas por
los emigrantes al continente americano. Hemos visto las importantes
similitudes culturales entre usos y costumbres gallegas con prácticas y ritos
de los países del área céltica; sin embargo, esta variante festiva de la noche de
Difuntos, en la que los niños son parte fundamental de la misma, pertenece a
ese grupo de ceremonias que subyacen en nuestro pasado pero que han sido
olvidadas o suplantadas por otros rituales institucionalizados. En la comarca
de Ferrolterra los niños preparan las tradicionales calabazas huecas con una
vela en el interior, que mantendrán encendidas durante la noche para espantar
a las meigas, en un intento de recuperación de una tradición relacionada con
el culto a la muerte que nos han legado nuestros antepasados celtas: durante
esta noche, la más peligrosa del año, en la que los celtas creían que las
puertas que comunican este mundo con el más allá se abrían y los espíritus
iban y venían a su antojo. Por ello los guerreros celtas colocaban una pequeña
vela en las calaveras de sus enemigos derrotados, para ahuyentar sus
espíritus.
Por tierras de O Salnés y O Morrazo

Estas dos penínsulas que separan las rías de Arousa, Pontevedra y Vigo tal
vez incluyan lo más publicitado de la oferta turística veraniega que de Galicia
se ofrece. Son el corazón de las afamadas Rías Baixas y múltiples sus
atractivos, pues solo con seguir el litoral encontraremos multitud de encantos.
Los viejos rincones de Vilagarcía nos recuerdan su antigua importancia, y no
se deben escapar las posibilidades de sus alrededores: el placer culinario de
los moluscos de Carril y la impresionante panorámica desde el monte
Lobeira. Cambados no es solamente la capital del vino Albariño sino también
una excepcional muestra de la arquitectura señorial gallega: sus pazos e
iglesias así lo atestiguan.
La península de O Grove es un lugar geográfico destacado desde el
punto de vista de las tradiciones y costumbres populares, entre las que
sobresalen la romería de A Lanzada y sus ritos. El ocio tiene su punto de
encuentro en la isla de A Toxa y los amplios arenales grovenses.


Castro de Borneiro, Cabana, A Coruña. Tesoros ocultos y seres fantásticos se asociaban a
los castros.

Sanxenxo y Portonovo son el característico ejemplo de típicos pueblos
marineros que se han convertido en centros de animación veraniega. También
en el litoral se encuentra una de las postales más difundidas del paisaje
gallego: el conjunto histórico de Combarro con sus construcciones típicas y
hórreos junto al mar. Un poco antes de entrar en la capital provincial se
encuentra el monasterio de San Xoán de Poio y una vez cruzada la
desembocadura del Lérez está Pontevedra, la ciudad que según la tradición
fue fundada por Teucro. Su parte antigua es de un encanto singular, sus calles
estrechas o asoportaladas se abren a viejas plazas de profundo sabor popular
(de la Leña, de la Verdura, de la Ferrería...).
La visita al valle del Lérez es necesaria por dos motivos: el primero, por
el santuario de San Benito de Lérez, y el segundo, por ser este cauce pródigo
en grabados rupestres ya que en Campo Lameiro está parte de los más
importantes petroglifos gallegos.
Ya en tierras de O Morrazo, Marín tiene en la Virgen del Carmen una de
sus principales fiestas y camino de Bueu se encuentra en Mogor el petroglifo
del Laberinto relacionado con profundas tradiciones y creencias celtas. Desde
Bueu se puede acceder a la isla de Ons y visitar el Burato do Inferno, y en el
itinerario de Cangas se discurre junto a la hermosa ensenada de Aldán y se
encuentra en Hío uno de los más famosos cruceiros de Galicia. En Moaña,
puerto de tradición marinera y que celebra el «Festival Intercéltico» (reunión
musical del mundo celta) en verano, se atraviesa la ría por el puente de Rande
sobrevolando el estrecho donde están hundidos los célebres galeones citados
por Verne en su epopeya submarina. Redondela preside la ensenada de San
Simón cantada por la lírica medieval, y camino de Pontevedra se deben
visitar el castillo de Soutomaior, solar de Pedro Madruga, y el entorno natural
del lago Castiñeiras, después de habernos detenido en Arcade para degustar
sus más preciados productos: las ostras.

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