miércoles, 27 de febrero de 2019

Mitología Etrusca

La dominación etrusca en el Lacio que comportó como, hemos visto, la organización de Roma como ciudad-Estado, imprimió lógicamente una huella profunda en la Mitología latina. Esa influencia no terminaría con la expulsión de los reyes etruscos, por el contrario, alcanzaría el siglo I a. C., cuando se extinguieron los últimos vestigios de su civilización. El problema se plantea el considerar el carácter complejo del legado cultural de este misterioso pueblo, puesto que en él se mezclan elementos propiamente asiáticos de su hábitat primitivo, aportes helénicos y características autóctonas de los pueblos que encontraron en la península a su llegada. Los eruditos intentan analizar que corresponde a cada uno de ellos.

  Los etruscos tuvieron fama de ser muy religiosos. A este respecto Arnobio denominó a Etruria «engendradora y madre de todas las creencias».

  Como suele acontecer, la imprecisión que parece rodear la figura de los dioses en la mitología de los pueblos primitivos nos hace pensar que los etruscos creyeron también en la existencia de una sola divinidad, que se manifestaba en múltiples personificaciones o espíritus, masculinos o femeninos. Al concretarse estas elucubraciones, surgió un dios supremo poseedor del rayo, Tin; la diosa del amor, Turan, con significado de la señora; la diosa Lasa, de la que derivaron los genios femeninos lasae.

  La influencia helénica aceleró procesos de unificación y de creación de grandes divinidades. De esta forma el genio o dios telúrico de la vegetación de la Etruria meridional se convirtió en el dios nacional: Veltha, Veltune o Volthumna. El Veltumnus o Vertumno romano, que es calificado como príncipe principal de los dioses etruscos. Otro caso semejante es el de Letha, Laran y Maris, que como genios de la guerra se concretan en el Marte etrusco-romano, tomando como modelo el Ares griego.

  Al propio tiempo, la helenización contribuye a la antropomorfización de las divinidades etruscas, estableciéndose el siguiente paralelismo:













Otros parecen derivar de forma directa de los dioses helénicos. Así por ejemplo:

Varios de los dioses etruscos son propios de un panteón común con los pueblos itálicos, tales como: Uni = Juno; Menerva, Maris, Nethuns, Selvans, Ani = Jano, Sastre = Saturno, Vesuna, etc. Típicamente etruscas serían Notia, divinidad del destino, y Mantus, divinidad infernal.

  Los autores romanos refieren que los etruscos veneraban a doce dioses superiores y misteriosos que aconsejaban a Tinia cuándo y cómo lanzar el rayo y movían además el destino. Se trataba de los doce dioses Consentí, cómplices o auxiliares que los romanos tomaron, seis masculinos y seis femeninos, y que pasados por el tamiz de la influencia helénica, fueron:


















Sin embargo, la agrupación más corriente de las divinidades fue en tríadas. De ellas la más importante es la clásica de Júpiter, Juno y Minerva, cuyo origen propiamente etrusco se halla en discusión. Existen también muchas parejas como Aita y Fersipnai, Mantus y Mania o gemelos como los Dióscuros.

  En la Cosmogonía etrusca se fijan seis fases de la creación en seis milenios sucesivos. El cielo se hallaba dividido en dieciséis regiones, cada una de ellas con su propia divinidad.

  Los etruscos creían en la supervivencia del alma humana y una vida de ultratumba. Utilizaron la inhumación y la incineración de los cadáveres. Hasta nosotros ha llegado en número extraordinario de urnas funerarias con la representación del difunto o del difunto y su esposa. Se trata de verdaderos retratos en los que se trataba de conservar la imagen del ser querido, cuya vida de ultratumba se intentaba continuar por medio de determinadas ceremonias.

Banquetes y juegos funerarios constituyen la base de un complicado ritual. Parece ser que hallaba arraigado un concepto terrible de la vida de ultratumba, sobre todo en época avanzada, en la que la serena idea de la supervivencia del alma se conmueve ante las penas y sufrimientos de un mundo subterráneo sin esperanza de redención y habitado por monstruos. Señores del inframundo son Charum (Caronte) y Tuchulcha.

  Los etruscos dispusieron de una poderosa clase sacerdotal que se organizaba en colegios. Se elegía en pontífice máximo por espacio determinado. El culto se realizaba mediante oraciones e imprecaciones, inmolación de animales, procesiones, danzas, juegos y ejercicios de gladiadores que luego tomaron con tanto ahínco los romanos.

  Fueron también maestros en el arte adivinatorio por medio de los arúspices, augures y fulguratores, agrupados también en colegios. Disponían de libros adivinatorios. La aruspicina intentaba escudriñar la voluntad divina mediante el examen de las vísceras de la víctima y singularmente del hígado (que suponían asiento del alma) de becerro o de oveja; según su aspecto se deducían toda clase de vaticinios. Los rayos también eran objeto de interpretación.




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