martes, 26 de febrero de 2019

Leyendas urbanas: La acupuntura y otras conspiraciones.

La acupuntura crea hábito La acupuntura es una técnica curativa tradicional de China. Sus efectos son conocidos a escala mundial, aunque no sea aceptada por la comunidad científica. Últimamente es famosa por ser un remedio eficaz para dejar de fumar. ¿La razón? Evidentemente, las agujas que te meten van provistas de sustancias adictivas, que sustituyen a la nicotina. Dejas una adicción y te sometes a otra.



   LOLA ORTÍ



   Valencia Que los ciudadanos chinos son unos malvados, que traicionan, que tienen tormentos insanos, que se comen todo lo que tiene patas —menos las sillas—, es bien conocido. En este libro encontrará ejemplos muy gráficos, por si le quedaba alguna duda. Lo que no podíamos sospechar cuando comenzamos este inventario sobre las leyendas urbanas que corren por España, es que en Valencia se iba a ampliar su larga lista de fechorías.
   Al parecer, la acupuntura es una formidable tapadera para convertir en peleles ambulantes y zombies de poca monta a enfermos aquejados de dolores musculares y fumadores empedernidos.

   Cuando se tumban en la mesa camilla, no sospechan nada, incluso creen notar alivio. Sin embargo, esas inocentes agujitas que les clavan en la espalda, en la nuca y en el lomo están impregnadas de una sustancia adictiva que les convierte en clientes cautivos. Que les duele un pie, agujita; que la migraña no se cura, agujita; que el trabajo les provoca estrés, más agujitas.

   A decir verdad, en Valencia parece existir un extraño síndrome relacionado con las agujas adictivas. De aquí procede, por ejemplo, la leyenda de que algunas cabinas telefónicas esconden en el receptáculo que devuelve las monedas agujas de jeringuillas infectadas de sida —cuando vas a recoger el cambio, te contagias. Incluso, algunos sostienen que el diario Las Provincias publicó alguna vez —extremo que no hemos podido confirmar— que en la playa de La Malvarrosa se encontraron jeringuillas enterradas en la arena con la punta hacia arriba.

   El folklore moderno encuadra a este género dentro de las «teorías conspirativas». Al contrario que las leyendas urbanas, de estructura más neutra cuando no conservadora —no hay que hablar con desconocidos, hay que rehusar caramelos a la puerta del colegio, tener cuidado con las autoestopistas, etc.—, las «conspiraciones» suelen enfrentarse al poder, al que consideran responsable de buena parte de los males conocidos.

   Hasta España han llegado algunas de ellas, como la que nos recuerda Vicente Domenech desde Alacuás (Valencia) quien sostiene que durante la etapa franquista el pan contenía pequeñas dosis de bromuro que disminuía el apetito sexual de quien lo comía.

   La primera noticia que se tiene del mito del bromuro data de finales de 1939, en vísperas del ataque alemán a Francia, cuando los soldados galos empiezan a quejarse de que se mezcla el bromuro a sus espaldas con café o vino. «Esto —señala Jean Noël Kapferer— disminuía de manera notoria el ardor y la capacidad amorosa de los soldados, fenómeno del que se percataban en sus días libres». Al parecer, los militares recurrían a este componente químico por pensar que la continencia amorosa facilitaba las posibilidades de victoria y potenciaba ciertas virtudes mágicas como el ardor guerrero.

   Sin embargo, la leyenda del bromuro siguió expandiendose al finalizar la guerra y caló en los cuarteles españoles a finales de la década de los sesenta. A falta de alemanes a los que combatir, aquí la explicación podría ser otra: los soldados, al fin y al cabo unos adolescentes, justificaban con el bromuro sus angustias sobre la sexualidad confinada y culpaban a la Iglesia y a los militares de cualquier eventual fracaso amatorio que pudiera darse al llegar el anhelado permiso. Sin embargo, a diferencia de Francia y tal vez fruto del opresivo régimen franquista, la idea de que el bromuro seguía muy presente en la dieta cotidiana fue una constante hasta prácticamente nuestros días.

   A su vez —continúa Domenech—, cuando se generalizó el uso de agua corriente en las casas, el líquido que salía del grifo también llevaba un componente que, sin alterar en exceso el sabor —aprovechando el del cloro—, afectaba al deseo. Estas prácticas estaban auspiciadas por la Iglesia católica, de gran poder e influencia entonces y siempre pendiente del disfrute de sus feligreses.

   Otro caso más reciente sobre manipulación gastronómica alude a los perros utilizados por la policía para encontrar droga, sobre cuya toxicomanía existe un amplio consenso en España.

   Normalmente, el estado, la policía y los políticos son los principales sospechosos de estas tramas urdidas para oscuros manejos. Aunque no los únicos. En efecto, los laboratorios farmaceúticos suelen percibirse, en España y en Estados Unidos, como bunkers deshumanizados que deciden el destino de las personas en función de sus beneficios. ¿De qué modo cabe interpretar, si no, que la gripe siga postrando en cama a millones de personas cada año?

   Son los propios laboratorios contesta Jaime Bengoa desde Castellón— los que mutan el virus para que las medicinas que año tras año inventan —más las que ya están en el mercado— no sirvan de nada.

   Simple y llanamente sirven para engordar las arcas de estas empresas. Además, estos fuertes intereses económicos implican en muchas ocasiones a los médicos, que atiborran de medicamentos a los pacientes, normalmente de forma indiscriminada y a cambio de suculentas comisiones y regalos.

   La extendida tesis de que el sida lo inventaron los norteamericanos para librarse, primero de homosexuales y reclusos, y, más tarde, del Tercer Mundo, entraría dentro de este capitulo. En Bienvenidos al mundo del sida damos más detalles al respecto.

   Sin embargo, hasta España ha llegado una maquinación más terrorífica, un plan perfecto para aniquilar a los ancianos y convertirlos en un amasijo de hierros y cristales rotos por encargo de de un organismo oficial: el INSERSO.

   Con las nuevas tecnologías y avances de la medicina —reflexiona Salvador Olmos desde El Perelló (Valencia)— es reconocible un aumento considerable de la calidad de vida de nuestros ancianos.

   Además de ventajas de todo tipo, el INSERSO facilita la labor del ocio a los mayores, programando viajes a precio de coste durante temporadas donde la escasa actividad turística permite una mejor atención. Pero, paralelamente a estas mejoras, el problema del sostenimiento de las pensiones públicas se engrandece día y a día y jubilado a jubilado. Es entonces cuando el INSERSO pone en marcha el plan B: Operación Accidentes. España es el país donde mayor número de accidentes de autobuses de jubilados se produce de media en la Unión Europea, y eso tiene que ver con el sistema público de pensiones.

   En Estados Unidos hay varios libros dedicados exclusivamente a este tipo de componendas, consecuencia lógica del alejamiento de los ciudadanos de los centros de poder, pero también de corruptelas, abusos, prevaricaciones y enriquecimientos súbitos de gobernantes y allegados. Cada una de estas teorías tiene un buen número de seguidores y es refutada periódicamente con nuevos datos.

   Algo similar parece estar ocurriendo en España. Y es que, si Luis Roldán, antiguo responsable de la Guardia Civil, apareció fotografiado en calzoncillos en Interviú, poco después de huir con una maleta repleta de dinero, por qué no creer que las quinielas futbolísticas, en realidad, no le tocan a nadie. Nos lo explicaron en Teruel y la cosa tenía su lógica. El sistema de apuestas es una fabulosa maquinaria inventada por el Gobierno para recaudar fondos. Como es imposible acertar y se impone cubrir las apariencias, el estado escoge a unos cuantos mendigos para hacerlos pasar por agraciados. A cambio de su silencio, les da algo de dinero, pero les coacciona con que, si abren la boca, les internará en un hospital psiquiátrico o los condenará por tráfico de droga. Ellos acceden a callar y el «sistema» continúa. A nosotros, al pueblo, no nos toca nada —todo lo más algún doce...— y para más inri —añadimos— consienten que los médicos chinos nos hagan adictos a la acupuntura.

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