jueves, 14 de diciembre de 2017

La serpiente emplumada

En los años 700 y principio del 1300, fueron construidos gran parte de los edificios de Chichen Itza en México.
Entre ellos se encuentra la pirámide levantada en honor a Quetzalcóatl, dios de la vida y la sabiduría, representado por una serpiente emplumada llamada Kuklkán.
Por aquellos tiempos, Quetzalcóatl llegó desde el oeste a la península de Yucatán, para civilizar a los mayas. Allí permaneció durante diez años y con sus enseñanzas elevaron su cultura y mejoraron su nivel de vida.
Los indígenas llegaron a respetarlo y a quererlo y fue considerado el gran maestro, dios creador, protector y padre de la humanidad.
Mientras duró su estada fueron épocas felices, hasta que un día Quetzalcóatl debió partir hacia otras tierras.
Los mayas entonces decidieron levantar un monumento en su honor y construyeron una pirámide.
En su extremo, sobre la terraza se encontraba el templo, y para llegar a él, se eleva sobre sus cuatro lados una escalinata de noventa y un escalones que sumados hacen trescientos sesenta y cuatro, los días de un año.
Como celosa guardiana del templo, al pie de una de esas escalinatas, se encuentra la enorme cabeza de una serpiente.
Allí, todos los años, al inicio de cada ciclo agrícola, se hicieron rituales pidiendo buenas cosechas.
Pasó el tiempo y curiosamente, dos veces al año, se repite un extraño fenómeno en esta pirámide.
Durante los equinoccios del veintiuno de septiembre y del veintidós de marzo, alrededor de las 15 horas, precisamente sobre la escalinata que tiene la cabeza de serpiente, la luz del sol se va proyectando en los escalones, dibujando una serpiente emplumada de unos treinta y cuatro metros de largo.
Esta imagen luminosa, que comienza en su parte más alta, va descendiendo lentamente hasta unirse a la cabeza, completando la imagen de la serpiente emplumada.
Los lugareños dicen que es el descenso simbólico de Quetzalcóatl y que su espíritu estuvo siempre allí, para proteger a los mayas.

Leyenda de México

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