miércoles, 27 de febrero de 2019

Venus

Divinidad itálica muy antigua, protectora de los huertos. Poseía un santuario en Ardea, antes de la fundación de Roma. En Roma se le erigieron dos templos: el primero en el bosque sagrado de Libitina y un segundo cerca del Circo Máximo. Por expreso deseo de los Libros Sibilinos, a fines del siglo III a. C. fue asociada con el dios Marte, con el que llevó a cabo la tarea de la fecundación universal. Fue entonces cuando a través de Sicilia fue asimilada a la Afrodita helénica con todas sus atribuciones. El Eros helenístico, hijo de la diosa Afrodita se convierte en Cupido. A fines del siglo II a. C. se le consagró en Roma un templo con el epíteto de Verticordia, con el significado de la que vuelve o purifica los corazones, advocación que transformó el amor erótico en un sentimiento casto.

  En la última época republicana pasó a ser protectora de los estadistas. Así Sula y Pompeyo atribuyeron su buena suerte política a las Venus Félix y Victrix. Estas advocaciones fueron pronto sustituidas por el culto oficial a la Venus Genitrix, a la que César, a través del héroe troyano Eneas, consideró como antepasada de su linaje, la gens Julia, así como protectora del Estado. También las asistentas a los partos decidieron colocarse bajo la protección de la diosa. De esta forma se estableció un vínculo que duró mucho tiempo, puesto que el templum Urbis que se erigió durante la época de Adriano (siglo II d. C.) todavía asociaba a Venus con la ciudad Eterna.

  Iconología

  Como en tantos otros casos, los artistas romanos buscaron su inspiración sobre todo en modelos griegos de Afrodita, en especial en las obras de Praxíteles, el creador más acabado del canon de belleza escultórico de la diosa, así como en los modelos de sus sucesores. Así se conocen con el apelativo único de «Venus» las obras griegas y sus réplicas o copias romanas: Venus Anadiomena («la que surge del mar», aludiendo a su r cimiento) hallada en Cirene (museo de las Termas, Roma); Venus Cíilípiga («la de las hermosas nalgas»), museo de Nápoles; Venus de Arlés (Louvre); Venus de Cnido, obra del propio Praxíteles (museo Vaticano); Venus de Medicis (Uffizi, Florencia); Venus de Milo (helenística), descubierta en 1828 en Milo, la más célebre de la «época clásica» (museo del Louvre)… Su forma de representarla ha sido completamente desnuda o con escasa vestimenta; de pie, saliendo de las aguas o del baño, sobre un carro tirado por cisnes o por palomas, sustentada encima de una tortuga o de una concha. Durante la «púdica». Edad media, la figura de Venus no fue representada.

  Al llegar el Renacimiento, la diosa vuelve a ser fuente de inspiración de los artistas. En pintura Botticelli (Uffizi, Florencia) consiguió uno de los modelos más acabados y famosos: El nacimiento de Venus. A principios del siglo XVI repitió la experiencia en Alemania L. Cranach (Leningrado, Frankfurt del Main, Berlín). También fue uno de los temas más repetidos por la pintura veneciana del siglo XVI y sus grandes maestros: Giorgione (Dresde), Tiziano (Venus de Urbino, Uffizi; Venus recreándose en la música, Prado). Temática continuada en el barroco: Velázquez, Venus del espejo (Galería Nacional, Londres).

  En escultura obras de Giambologna (jardines Boboli, Florencia), Coyscvox (Louvre), Marsy (Versallcs), Pigalle (Potsdam), Pajou (Viena), Canova (Palacio Pitti, Florencia; Munich, Galería Borghese), etcétera.

  Los romanos, con sus diversos tipos de Venus, idealizaron el modelo mediterráneo de mujer. Éste fue el que nos llegó hasta Hispania (España antigua) procedente de Roma, y los ejemplares que se han conservado dan cuenta de que los modelos tuvieron continuadores en nuestro país. Véase como ejemplo la hermosa Venus de Itálica, la Venus de Ampurias y la no tan conocida, pero de singular atractivo, la Venus de Badalona, la antigua Betulo romana, situada en la costa catalana no lejos de Barcino (Barcelona). Se trata de una escultura de mármol de pequeño tamaño: 28 cm de altura, a la que por desgracia le faltan la cabeza y los brazos, pero de una belleza destacable. Hasta es posible que el modelo fuera una de aquellas hermosas jóvenes badalonesas, al parecer famosas por su atractivo, que han sabido conservar hasta nuestra época la imagen de la joven diosa surgida de la espuma del mar, que los romanos tuvieron por suyo: el Mediterráneo o Mare Nostrum.

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