miércoles, 27 de febrero de 2019

Otros Dioses y semidioses de la mitología griega

Además de los dioses mayores ya citados: Zeus, Hera Atenea, Apolo, Artemis, Hermes, Hefaistos Hestia Leto, Deméter, Ares y Afrodita, que residían en el Olimpo, a los que se les añaden Poseidón, soberano del Mar, Hades, rey de los infiernos, y Dionisos, divinidad de la naturaleza errante y terrestre se conocen junto a ellos innumerables dioses menores y semidioses o héroes.

  Destaquemos entre los primeros (algunos de ellos ya mencionados en nuestro relato) a la titánica Temis, diosa de la Justicia; Iris, mensajera —como Hermes— de los dioses (cuyo símbolo era el arco iris); Hebe, diosa de la eterna Juventud, que matrimoniará con Hércules al entrar este en el Olimpo; Helios, el disco solar hermano de la Aurora (Eos) y de la Luna (Selene) descendientes de los titanes; Eolo, guardián y padre de los Vientos, la divinidad marina Tetis, madre del héroe Aquiles; Ilitia, diosa de los alumbramientos; Némesis, diosa de la Venganza; Pan, divinidad pastoril y ganadera; Asclepio o Esculapio, hijo de Apolo, dios de la Salud y la Medicina, de quien se guarda una magnífica estatua en el Museo Arqueológico de Barcelona procedente de la colonia griega de Ampurias (provincia de Gerona), además de una legión de divinidades de segunda fila como las nereidas, las sirenas, las ninfas, etc., que a veces forman el séquito de algún dios de mayor importancia.

  Los semidioses eran hombres nacidos frecuentemente de un mortal y de una divinidad, que alcanzaban la inmortalidad en premio a sus hazañas. Cada ciudad griega poseía el suyo. Así, Atenas contaba con Teseo, que libró a su ciudad del pago del tributo de las jóvenes que cada año exigía el monstruoso minotauro cretense. El desgraciado Edipo era el héroe de Tebas; pero el héroe más famoso fue Heracles o Hércules, hijo del propio Zeus y de la mortal Alcmene. El rencor de la diosa Hera le obligó a realizar una serie de hazañas conocidas con el nombre de los doce trabajos de Hércules, que fueron: matar al león de Nemea, dar muerte a la monstruosa hidra de Lerna, capturar vivo al jabalí de Erimanto (antes de dar fin a este trabajo, libró a Prometeo de su ignominioso castigo), limpiar los establos de Augias, ahuyentar a las horribles aves del lago Estinfalo, domar al toro de Creta, capturar las yeguas de Diomedes, apresar a la cierva Cerinitis, llevarse el cinturón de Hipólita, reina de las amazonas, capturar los toros del gigante Gerión, robar las manzanas de oro del jardín de las Hespérides en cuya aventura abrió el estrecho de Gibraltar y, por último, traer a la tierra al can Cerbero, para lo cual realizó un viaje a los infiernos. En premio a todo ello, recibió el don de la inmortalidad, el perdón de Hera y a la hermosa Hebe como compañera celestial[6].

  EL MITO DE PROMETEO Y LA CREACIÓN DE LA HUMANIDAD

  Prometeo es primo de Zeus, hijo del titán Jápeto. Las tradiciones discrepan sobre el nombre de su madre. Según unos, es Asia, hija del Océano, para otros es Climene, otra hija del mismo. Prometeo tuvo varios hermanos: Epimeteo, que en contraste con él es torpe, Atlante y Menecio. Prometeo casó con Celeno o Climene y tuvo varios hijos; el más popular fue Deucalión.

  En la Teogonia de Hesíodo, Prometeo aparece como el bienhechor de la humanidad, a la que transmitió los secretos de la civilización y en especial el fuego. Leyendas posteriores le hicieron creador de los primeros hombres empleando para ello arcilla. Zeus receló siempre de su primo por su bondad hacia los hombres, demostrada en especial en dos ocasiones: cuando engañó a Zeus dándole a escoger entre dos bueyes sacrificados, uno que solamente contenía la piel y los huesos y otro entero. Tomando el Padre de los dioses el primero, porque arreglado de tal forma por Prometeo parecía el mejor, los hombres a partir de entonces quedaron liberados de sacrificar toda la carne de los animales a las divinidades. Entonces Zeus decidió no enviar más fuego sobre el mundo. Acudiendo de nuevo el Titán en auxilio del hombre le proporcionó tan indispensable elemento tras robarlo del Sol o de la fragua de Hefaistos.

  Zeus, a consecuencia de tales acciones, castigó duramente a los mortales y a su bienhechor. Contra aquéllos ideó enviar a Pandora, la primera mujer, que al casarse con Epimeteo y ante la insistencia de éste abrió la caja donde se guardaban todos los males. En cuanto a Prometeo lo encadenó en el Cáucaso, mientras un águila nacida de Equidna y de Tifón le roía el hígado, que se le regeneraba constantemente. Este suplicio sólo terminaría cuando un inmortal consintiese en sustituirle.

  Pasaron los siglos y allí seguía el Titán, pero el odio de Zeus había menguado considerablemente. El Padre de los dioses se había reconciliado con la raza humana a través de sus amores con las bellas mortales. De una de ellas, Alcmena, engendró a Heracles o Hércules, que mató de un flechazo al águila que roía el hígado de Prometeo y éste fue sustituido por el centauro Quirón, herido involuntariamente por el héroe, deseando morir al ser preso de agudos dolores. Vuelto Prometeo al Olimpo al ser perdonado, llevó como recuerdo un anillo fabricado con las cadenas del suplicio y una roca del lugar engarzada en él.

  Prometeo es para los hombres el personaje más simpático de toda la mitología griega. Su actuación es digna de la mejor tragedia. Poseía el don de la profecía y él fue quien enseñó a Deucalión su hijo, la forma de salvarse del diluvio en el que Zeus proyectaba anegar a la humanidad, indispuesto con ella una vez más.

  LEYENDAS HEROICAS

  Dentro de la mitología griega hay que señalar las leyendas heroicas que complementan las teogonias ya citadas. Las más importantes son las que se refieren a la guerra de Troya, cuya base son los poemas homéricos, suscitada por el rapto de Helena esposa del caudillo griego Menelao, por Paris, hijo de Príamo, rey de aquella ciudad, auxiliado por Afrodita, a quien en un concurso de belleza le había otorgado el título de la hermosura por encima de Hera y Atenea. Como compensación, Afrodita había prometido a Paris el amor de la mujer más agraciada, aunque estuviera casada, como entonces sucedía con Helena. Los griegos, conducidos por Agamenón, intentan vengar la ofensa infligida a Menelao y sitian la ciudad por espacio de diez años destacando en el asedio Aquiles por parte griega y Héctor otro hijo de Príamo, por parte troyana. Héctor muere a manos de Aquiles, que a su vez sucumbirá para cumplir con el destino. Al final, Troya será tomada gracias a la estratagema de Ulises, del caballo de madera.

  Las hazañas de Ulises u Odiseo de regreso a su patria tras la guerra son narradas en la Odisea, verdadera novela de aventuras como lo es la Expedición de los argonautas, que tiene por héroe a Jasón, caudillo de una expedición en busca del vellocino de oro, prodigiosa piel de un carnero consagrado a Zeus. Todas estas leyendas dieron lugar a magníficos ciclos literarios en ellas los dioses se dividen en bandos, tomando partido por uno u otro héroe.

  CULTO A LOS DIOSES

  Vemos pues que los dioses helénicos estaban sujetos como los hombres a necesidades semejantes a éstos. En los banquetes divinos se servían la ambrosía y el néctar, destilados de los dos cuernos de la cabra Amaltea, que sustentó a Zeus en su niñez. La ambrosía era el alimento y el néctar la bebida. Ambos recreaban los sentidos embalsamaban los aires, daban la juventud y la dicha y aseguraban la inmortalidad. La ambrosía era nueve veces más dulce que la miel y el néctar otras tantas superior a cualquier licor, poseyendo color rojo.

  Con el tiempo, los griegos no creyeron en estos mitos, especialmente los espíritus cultos e intelectuales qué buscaron la explicación a los interrogantes que el mundo, la vida y él más allá les abría en la filosofía. Por lo que pudiera ser, para calmar a las divinidades, les ofrecían sacrificios que eran, generalmente, de animales. Y como el animal sacrificado adquiría carácter sagrado, el rito acababa con un banquete en el que se comía parte de lo sacrificado (recuérdese el relato de Prometeo).

  Practicaron también la adivinación a través del vuelo de las aves, estudiando las entrañas de las víctimas de los sacrificios o interpretando los sueños, cosa que también harán los romanos. La atracción fundamental de su religión y mitología radicaba en los santuarios donde el oráculo interpretaba el porvenir. El más famoso de todos fue el que tuvo en Delfos el dios Apolo, cerca de Tebas; sentada sobre un trípode, la adivinadora o pitonisa entraba en éxtasis y el dios contestaba las preguntas de los peregrinos con palabras difíciles de entender y que los sacerdotes debían descifrar, aunque siempre poseían doble sentido. Además del de Delfos, fueron famosos los santuarios de Zeus en Olimpia y en Dodona y fue particular centro de peregrinación de los enfermos el de Epidauro, dedicado a Esculapio.

DIOSES MITOLÓGICOS GRIEGOS CON SUS ATRIBUCIONES Y EQUIVALENCIA ROMANA





    [6] En la tierra se había casado, entre otras, con Megara y Deyanira. <<

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