domingo, 24 de febrero de 2019

Mitos,ritos y leyendas de Galicia: Lugares mágicos y personajes de leyenda

Los lugares mágicos

Los habitantes de las tierras del noroeste peninsular desde tiempos muy
remotos han otorgado a determinados lugares un carácter mágico y en
torno a estos han constituido multitud de creencias que con el paso del tiempo
han llegado a formar parte intrínseca del «ser» gallego. Observamos en el
capítulo I cómo san Martín de Dumio1 atacaba la facilidad con la que en
Galicia se levantaban «estructuras» (milladoiros en aquel caso) que
relacionaba con cultos diabólicos. En esta misma dirección, y en el mismo
documento, denuncia la vuelta a los cultos del diablo de aquellos que los
habían abandonado y recibido el bautismo: «Pues encender velas junto a las
piedras, a los árboles, a las fuentes y en las encrucijadas, ¿qué otra cosa es
sino culto al diablo?».2
Es cierto que desde siempre algunos lugares han ocupado un puesto
fundamental en los ritos y creencias populares, ya que a ellos se les otorgó un
carácter a medio camino entre lo mágico y lo religioso. Los caminos y sus
encrucijadas, las cimas o laderas de los montes, mares, lagunas, fuentes..., un
complejo mundo habitado por creencias y ritos.



Los caminos y sus encrucijadas

Por la especial dispersión demográfica gallega, con su multitud de aldeas y
pequeños asentamientos humanos aislados, los caminos se tornan vías de
comunicación muy necesarias y frecuentadas en la vida cotidiana, y en ellos
sitúa el pensamiento popular muchas de sus supersticiones y creencias.
Aquí se ubican manifestaciones esclarecedoras relacionadas con el culto
a los muertos y el tránsito a la otra vida, pues en estos lugares se celebran no
solo ceremonias sino que también se levantan cruceiros, petos de ánima,
iglesias y ermitas en memoria de las almas de los que ya no son de este
mundo. No es por ello casualidad que en estos lugares se sitúe gran parte de
las costumbres más enraizadas en las creencias y rituales del gallego; y será
donde podremos encontrar, con mayor certeza, a las almas del Purgatorio
pues todas las noches salen por los caminos a hacer su rutinario recorrido en
esa singular agrupación de espíritus conocida como A Santa Compaña.
En las encrucijadas de caminos se venera a las almas y el levantamiento
de cruceiros o petos de ánima en dichos emplazamientos está relacionado
con la indudable importancia del Purgatorio en la vida religiosa del pueblo
gallego. Con ello se da rienda suelta a la idea consoladora y esperanzada que
del mismo se tiene en estas tierras, pues la no consecución del cielo no lleva
aparejado de inmediato el infierno sino que para el fiel queda la oportunidad
–una segunda concesión– del Purgatorio, un lugar en el que redimir sus
faltas. La exaltación misma y la búsqueda de indulgencias provocan este fervor
religioso en los intrincados caminos. Así, en ellos se depositan flores y
ofrendas, no solo en moneda sino también en productos agrícolas, y se
realizan oraciones por las almiñas, no únicamente en su memoria, ya que
también se acude a ellas para pedirles solución a algún problema terrenal. Las
ánimas no deben ser olvidadas y así se observa en algunas de estas
construcciones que llevan una inscripción de aviso al caminante para que en
sus oraciones no olvide pedir por los difuntos: «Como me ves te verán».
Además, la convicción de que por estos lugares deambulen los espíritus
puede deberse a lo que describió Castelao:1
... las cruces suelen estar en los caminos por donde pasan los entierros. En Galicia los
cruceiros de encrucijada tienen a menudo una mesa de piedra para posar al difunto
mientras se reza...
El mismo Castelao escribía que las encrucijadas, especialmente las de
tres caminos, son especialmente peligrosas según el saber popular, el lugar
por donde vagan las almas ruines, fundamentalmente la de los condenados
que buscan corazones débiles para no sufrir suplicio en soledad.


Enclave mágico de A Lanzada, Sanxenxo, Pontevedra.

La literatura no fue ajena a la presencia de personajes pertenecientes a
culturas de ultratumba o al misterioso mundo de los espíritus. Uno de los más
grandes escritores de esta tierra, Ramón María del Valle-Inclán, incluyó en
más de una ocasión ánimas en pena en sus obras tanto de teatro como de
narrativa:
… se oyen gemidos de agonía y herrumbroso son de cadenas que arrastran en la noche
oscura las ánimas en pena que vienen al mundo para cumplir penitencia. La blanca
procesión pasa como una niebla sobre los maizales.


Peto de Ánimas y cruceiro Moldes Ribeira, A Coruña, «... en la noche oscura las ánimas
en pena vienen al mundo para cumplir penitencia.» (Valle-Inclán).


Las ciudades sumergidas: un mito asentado
en el litoral atlántico

Quizás uno de los mitos bretones más populares sea el de la ciudad
sumergida de Ys. En él se narra la historia de un rey bretón que tiene una hija
de una infiel. Muerta su madre, el rey se dedica a su educación, pero su hija
reniega del cristianismo e induce a su padre a construir una ciudad, llamada
Caer Ys (la creencia popular la sitúa en la bahía de Douarnenez/Bretaña), en
una marisma protegida del mar por un dique colosal y unas gigantescas
puertas de bronce. Un santo que se dirigía a la ciudad a predicar contra sus
vanidades y su paganismo recibe la visita de Dios, quien le revela que va a
castigar a la ciudad. Advertido el rey por este hombre, huyen con su séquito
hacia las tierras altas a tiempo de contemplar cómo la ciudad pecadora es
sepultada bajo las aguas por un violento huracán que desborda el dique y
destroza las puertas de bronce.
Esta leyenda, con variantes, puede encontrarse a lo largo de todo el
mundo cultural céltico, incluida Galicia, donde son multitud los relatos de
cidades asolagadas (ciudades sumergidas). Aquí el mito se sitúa en casi
todos los lugares donde hay zonas lacustres, especialmente en los entornos de
las lagunas; así, se documentan historias en torno a la laguna de Antela, en la
de Cospeito, en la de Doniños o la de Carregal...; y en todas, básicamente, se
narra el destino de una ciudad que padeció el castigo divino por su abandono
al desenfreno y el paganismo. Y siempre quedará como testimonio el sonido
de las campanas emergiendo hacia la superficie a través de las aguas, símbolo
eterno del castigo divino al pecador.
En el caso de la laguna de Carregal (Riveira/A Coruña), la leyenda
presenta una característica distintiva, pues al estar situada la laguna dentro del
Parque Natural «Complejo dunar de Corrubedo y lagunas de Vixán y
Carregal» y presentar en su entorno la vecindad de una duna móvil, esta se
integra en la leyenda que narra el fin que sufrió la ciudad de Valverde. Una
versión de la misma nos recuerda que dicha ciudad palafítica estaba
enclavada en la laguna y se hallaba gobernada por un soberano que tenía una
hija de gran belleza. A la ciudad llegó un «mouro» experto en hechicería y
magia que se enamoró de la joven y ante su rechazo, enfurecido, invocó a las
fuerzas de la naturaleza para que se levantasen contra la ciudad. Temblores
de tierra e inundaciones asolaron Valverde, que se sumergió para siempre
entre las aguas.
Otra versión de carácter cristianizador cuenta que por estos lugares
apareció la Virgen ante la evidente vida disipada y pagana en la que estaba
sumida la ciudad, convertida en una nueva Sodoma y Gomorra. La Virgen
llegó a Valverde y solicitó posada en ella, siéndole cerradas todas las puertas,
y saliendo de ella volvió su mirada para ver cómo los elementos se levantaron
sobre la ciudad asolándola por completo, pagando así su falta de fe y
abandono moral. Aquí nuevamente el final del mito tiene dos derivaciones:
por un lado, el fin último de la ciudad de Valverde sería terminar sumergida
en las aguas de la laguna, y por otro, su enterramiento bajo las arenas de la
duna. De esta manera un entorno natural y geográfico especial (coincidencia
en el lugar de la existencia de una laguna y unas dunas) determina que el mito
tenga varios acomodos resolutivos.
Cuevas y «furnas»: las puertas del infierno
Siempre que la especie humana se encuentra ante lo desconocido su
imaginación tiende a fabular sobre aquello que le es secreto, inexplorado. Es
por ello por lo que cimas, lagunas o territorios ignorados, son depositarios de
las conjeturas populares que sitúan en estos lugares sus propios sueños o
demonizaciones, hecho acrecentado cuando ese emplazamiento es una cueva
que siempre llevará aparejada una leyenda. La capacidad imaginativa
colectiva ha creado en Galicia especialmente para todos estos lugares unos
mágicos habitantes conocidos como mouros, de gran presencia en la memoria
del pueblo gallego.
Las cuevas terrestres y las cavidades marítimas, que se conocen con el
nombre de furnas, atraen sobremanera el subconsciente popular. No solo
sirven de morada a extraños pobladores sino que son depositarias de
fabulosos tesoros: joyas, cofres llenos de monedas, llaves de oro...: «En el
camino subterráneo del castillo de Mondarín, a veinte pasos hacia el naciente,
a dos hombres de fondo un cubo de cobre lleno de medallas del tiempo de los
celtas».
La «furna» o cueva de origen marítimo de mayor fama y atractivo
popular de la costa gallega es la conocida como O burato do Inferno (El
agujero del infierno): que se encuentra en la costa de poniente de la isla de
Ons, que protege a la ría de Pontevedra de los embates del Atlántico. Situada
en una zona acantilada que sufre constantemente las acometidas
embravecidas del océano, quien desee acercarse al lugar tras un breve paseo
desde el puerto de la isla podrá observar la intrigante boca de un profundo
pozo del que se escapa el inhumano rugido de las entrañas de la tierra.
El pozo, de cerca de 40 metros de profundidad, es fruto del desplome del
techo de la caverna que la fuerza de las aguas ha excavado bajo nuestros pies
a lo largo de los siglos. En su borde se oyen los desgarrados e inquietantes
gritos de las almas en pena que sufren condena eterna en el infierno y que
provocan el pavor y el espanto a quien los escucha, y así ha sido establecido
en la mentalidad isleña que ha dado a este lugar el nombre de «Burato do
Inferno», la antesala del reino de Hades.
El tenebroso nombre y el temor que provoca su observación pueden
deberse, según Fernández de la Cigoña,2 a la comunión de los sonidos que
surgen del mismo y que son provocados por el estruendo de las arremetidas
del mar contra el roquedo del fondo de la furna y los «lastimeros» gritos de
los araos y cormoranes que anidan en las paredes verticales de la oquedad y
que semejan voces humanas atormentadas. El eco que se genera en la bóveda
rocosa incrementaría el efecto y haría prosperar el mito.
En tierra firme son multitud las cuevas o cavernas receptoras de mitos y
leyendas ya sea por ser vivienda de mágicos habitantes, por servir de
escondrijo a alimañas o animales portadores de mal fario (por ejemplo,
serpientes) o por ser escondrijos de tesoros como queda dicho anteriormente.
La cueva de mayor extensión de Galicia se encuentra en los alrededores
de Mondoñedo (Lugo) y presenta un complejo de galerías en el que su sector
principal alcanza los 150 metros de longitud. Su nombre tiene un indudable
sabor a misterio y a leyenda, Cova do Rei Cintolo, y sobre ella se han
construido muchos mitos, e incluso grandes escritores del romántico siglo XIX
gallego como Murguía nos han legado la personalidad del enigmático rey:1
«... un buen genio, guardador de la cueva, que otorgaba mercedes y merecía,
por la generosidad de la que se le creía dotado, el nombre de rey...».
Otras muchas en Galicia llevan el nombre de quien las habita, como es
el caso de Cova da Serpe (Cueva de la Serpiente) en la sierra del mismo
nombre, en las cercanías del concejo lucense de Friol, por ser cubil de este
reptil muy presente en el subconsciente gallego, icono popular de la maldad y
el peligro. En otras, son los mouros quienes moran las oquedades: Forno da
Moura, A cova da Moura, etc.; muestra de la extensión del mito de los
mouros a lo largo y ancho del territorio gallego.
El culto a las aguas: entre la fecundidad
y la purificación
Desde muy antiguo el culto a las aguas ha tenido un papel muy importante en
la sociedad gallega. No solo durante la ocupación romana se extendieron por
Galicia los centros de hidroterapia como se atestigua por la existencia de las
termas de Lugo y la abundancia de la partícula aquae en la toponimia de la
Gallaecia: Aquae Querquennae (Baños de Bande), Aquae Geminae (Baños de
Molgas), Aquae Calidae (Caldas de Cuntis), Aquae Celenis (Caldas de
Reis)..., que derivaron a su vez en la infinidad de topónimos con presencia
del nombre Caldas o Baños en la actualidad. Incluso después de la
fragmentación del imperio de Roma, el uso del agua como elemento curador
y religioso se mantiene muy extendido en la sociedad gallega, así lo
demuestra el hecho de ser este culto objeto de los ataques por parte de San
Martín de Dumio:1 «... numerosos son los diablos que, expulsados del cielo,
presiden el mar, los ríos, las fuentes y los bosques, a los que los hombres
ignorantes del Dios le hacen sacrificios...».


Cueva del Rei Cintolo, Mondoñedo, Lugo.

Posteriormente cohabitarán los cultos paganos y los usos cristianos hasta
que la aculturación cristianizadora, especialmente con la instalación de la
orden del Císter en Galicia, pase a integrar aquellas creencias en la doctrina
oficial, utilizando para ello la intercesión de un santo o la relación
purificadora de la devoción a la Virgen con dichos cultos.
Una de estas últimas soluciones se realizó en el lugar de culto pagano
que se encontraba en la playa de A Lanzada (Sanxenxo/Pontevedra), en cuyo
arenal desde muy antiguo se sitúa una serie de prácticas ligadas a ritos de
fecundidad. ¿Por qué en este sitio que mira al atardecer? Esta quizás es la
razón del carácter sagrado del enclave: situado en la costa y orientado hacia
el poniente, el hombre observaba el ritual de la «muerte» del dios sol
engullido por las aguas, acto que diariamente se repite desde el principio de
los tiempos. Además, la presencia a los pies del lugar de ese mar que
devoraba al astro-dios, pero que posibilitaba otra vez el milagro del
nacimiento del día, hizo nacer la creencia de que el lugar tenía connotaciones
religiosas, y se instauró un rito de fertilidad que ha llegado hasta nuestros
días a pesar de los intentos de cristianización que lo han convertido en uno de
los santuarios marianos de mayor devoción en Galicia. En el santuario de la
Virgen de A Lanzada aún perviven ritos provenientes quizás de cultos celtas
y romanos, entre los que destaca el ligado a la fecundidad y conocido como
El baño de las nueve olas.
Este rito ha encontrado continuidad en la tradición popular, como se
recoge en cantares de la zona:1
Ide tomar nove ondas
antes de que saia o día
e levaredes convosco
as nove follas de oliva.
Básicamente la ceremonia consiste en el baño, en las aguas fecundantes
de la playa que se encuentra a los pies del santuario, de aquellas mujeres
estériles que deseen tener descendencia en la madrugada del último sábado
del mes de agosto al domingo. Las oferentes deben ser «bañadas» (recibir el
embate) por nueve olas consecutivas, con lo que adquirirán los dones de la
fecundidad de manos de la madre naturaleza.


Nacimiento del río Miño Fonmiñá Pastoriza, Lugo, «... numerosos son los diablos que
presiden el mar, los ríos, las fuentes y los bosques...» (San Martín de Dumio).

Cumbres cubiertas de mitos. El pico sagrado
En tiempos primitivos las cimas y laderas de los montes y montañas eran
consideradas lugares sagrados por parte de las sociedades que habitaban en
sus inmediaciones. A lo largo del proceso civilizador esta concepción se ha
ido manteniendo en culturas avanzadas en su tiempo (aztecas o incas, por
poner dos ejemplos) e incluso se mantiene su vigor en la actualidad (cultura
himalayo-tibetana o japonesa, entre otras muchas). Ya hemos visto cómo en
Galicia los celtas situaron la morada de sus dioses en la cima atlántica del
monte Pindo o cómo en el monte Medulio se produjo el hecho heroico de su
resistencia contra el invasor romano; también hemos observado cómo los
antiguos pobladores de Galicia construían sus poblamientos en lugares
elevados, y en la actualidad una somera visión del paisaje gallego nos
permitirá apreciar la cantidad de ermitas y pequeñas iglesias que se han
erigido en las cimas de los montes gallegos. Es obvio que la tradición y
creencia populares han asimilado el concepto sagrado de los montes, que en
Galicia presenta un arquetipo histórico y tradicional en el promontorio rocoso
Pico Sacro, la cima sagrada en las cercanías de Compostela.
Dominando el amplio valle del río Ulla, se destaca inquietante la silueta
cónica, con su cresta de rocas blancas, del antiguo monte Illicinus. Desde
muy antiguo esta cima de cerca de 550 metros de altitud aparece rodeada de
leyendas sobre encantamientos, dragones y serpientes, tesoros y seres
mitológicos.
Llegados al Finisterre, los discípulos que traían el cuerpo del apóstol
Santiago se presentan ante la Reina Lupa, señora de estos lares, que una vez
errado el plan de enviarlos ante el rey de Duio (hombre pagano y cruel) para
deshacerse definitivamente de ellos, los envía a las laderas tenebrosas de este
monte. En él habían de encontrar una manada de bueyes mansos, en realidad
toros salvajes, con los que uncir el carro que trasladaría el cuerpo de
Santiago. Encontrándose en el monte, se les apareció un horrible dragón que
sembraba el pánico en las tierras limítrofes y ahuyentaba a todo aquel que
osase acercarse. El mitológico animal huyó ante su presencia, los toros se
acercaron desbravados y se dejaron uncir mansamente.
Más tarde la propia historia ha destacado este enclave geográfico, pues
por su carácter de atalaya que domina el valle se convirtió en lugar de
construcción de fortalezas medievales que fueron el centro de revueltas
campesinas y luchas entre señores feudales.
Además, la creencia popular ha otorgado a esta colina multitud de
virtudes, mágicas e incluso curativas, como lo demuestra la existencia de
oraciones rogativas, una de las cuales dice:
Pico Sagro, Pico Sagro,
sanneme deste mal qu’eu trago.
Este carácter mágico ha hecho correr la creencia de que en su cima las
brujas y los hechiceros de los alrededores tenían sus reuniones rituales.
La adopción del nuevo nombre de «pico sagrado» esconde,
evidentemente, el deseo de sacralizar un enclave natural receptor de multitud
de creencias y ritos paganos, lo que es remarcado por la construcción cerca de
su cumbre de una ermita en la que se venera la imagen de san Sebastián.
No solamente este monte está ligado a la tradición jacobea, pues no hay
que olvidar que el eremita Pelayo encontró el sepulcro del apóstol Santiago
en los espesos bosques de otro monte, el Libredón, gracias a unas luces que
irradiando de una estrella señalaban el enterramiento.
El Cementerio de los Ingleses
La Costa da Morte, quizás en el tramo de litoral donde muestra su rostro más
salvaje y atemorizador, se ve expuesta a las fuerzas de los vientos atlánticos
en una agreste sucesión de acantilados y roquedos, de una enorme belleza
natural. Entre los cabos Veo al este y Tosto al oeste se abre paso el «Areal do
Trece», un arenal que se niega a desaparecer ante la fuerza de los vientos del
océano que depositan su blanca arena en las laderas de los montes vecinos
que ofrecen así una sorprendente visión al espectador. Pero no solo es
conocido este arenal por su belleza paisajística, también lo es por un
dramático suceso que cubrió de cadáveres toda su extensión en una trágica
noche de invierno.
El 10 de febrero de 1893, el buque escuela de la marina británica
«Serpent» navega en condiciones de mar muy dura y viento huracanado del
oeste con dirección al cabo Fisterra, intentando guiarse por la luz del faro de
Cabo Vilán que la gran oscuridad de la noche y las condiciones
climatológicas le impedían divisar. A su mando el capitán Ross intentaba
enderezar el rumbo del «Serpent», que acusaba la fuerte deriva provocada por
las negativas condiciones de la mar y la furia desatada de los vientos. El
tramo de costa era especialmente peligroso por esconder multitud de bajos y
peñascos, por la existencia de acechantes acantilados y por la ausencia de
puertos naturales cercanos que permitieran un resguardo salvador. La
situación era angustiosa cuando la quilla del buque escuela se desgarra
fatalmente contra la Punta do Boi, un traidor bajo que a las once de la noche
hace jirones la obra viva del buque inglés.


Quintana de Mortos, Santiago, A Coruña. Antiguo cementerio. Acceso a la Puerta Santa.
Se intentaron arriar los botes salvavidas pero las condiciones de la mar
lo impidieron y en apenas una hora el buque «Serpent» pasó a ser una página
más, trágico recuerdo, en la historia de la Marina Real Británica. Perecieron
en el naufragio 172 miembros de su tripulación (de un total de 175) y sus
cadáveres fueron devueltos a la playa en los días sucesivos una vez amainado
el temporal, en lo que se consideró en su momento la mayor tragedia
marítima ocurrida en las costas gallegas.1 La colaboración de los habitantes
de la costa ayudó a la recuperación de los cadáveres.
Cuando nos acerquemos al cabo Tosto, muy cerca de los rompientes,
divisaremos los muros de una edificación que antaño fue capilla rodeada de
una pequeña muralla, también granítica, que delimita un pequeño espacio
interior. Cuando nos hayamos adentrado en su interior, nos encontraremos en
el Cementerio de los Ingleses, de los ingleses del «Serpent».

Los personajes de leyenda

Muchas son las figuras de la historia que la tradición popular ha elevado a la
categoría de personajes de leyenda y situado a la altura de héroes míticos o
simbolizado en ellas determinados valores épicos. Galicia es una tierra que ya
en la vida cotidiana ha encontrado motivos suficientes para fabular un mundo
paralelo de tradición y fantasía, por lo que no es de extrañar la generosidad
épica que emanan algunos de sus aconteceres históricos que alcanzan cotas
de trágica epopeya heroica.

Mito y tradición en la fundación de ciudades

La tradición y algunas interpretaciones de textos de origen clásico han sido
utilizadas por historiadores y multitud de investigadores para explicar el
origen y fundación de muchas ciudades. La intención era legitimizar la
antigüedad y tradición de estos establecimientos y asegurar un glorioso
pasado basado en una fundación mítica o legendaria. Son innumerables, pues,
las fundaciones de ciudades debidas a héroes clásicos o personalidades
históricas legendarias, hecho que no es extraño entre las ciudades gallegas.
La creencia popular basada en estas tradiciones mantiene que la ciudad
de Pontevedra fue fundada por el griego Teucro, hijo de Telamón y héroe de
la guerra de Troya, el mejor de los arqueros clásicos. Defenestrado por su
propio padre que lo acusó de no haber defendido ni posteriormente vengado
la muerte de su hermano Ajax, es desterrado y navegará errante hasta las
costas de Galicia. Estrabón y Plinio, entre otros, defenderán la fundación
griega de Pontevedra.

Pico Sacro, Boqueixón, A Coruña. Relacionado con innumerables leyendas, entre ellas la
de la Reina Lupa y la tradición jacobea.


Otros investigadores identifican la actual Pontevedra con el enclave
celta de Lambrica, poblamiento que fue asediado y destruido por Junio Bruto
en su expedición al norte del río Minius; aunque también es probable que la
mansión romana Ad Duos Pontes sea antecesora de la ciudad ribereña del
Lérez. El origen de su nombre mantiene abiertos numerosos interrogantes: su
naturaleza latina (Pons Veteris) como mantienen prestigiosos investigadores
gallegos, el padre Sarmiento y Murguía entre otros, o su evolución del
antiguo «Ponte da Vereda» si se acepta la explicación de Álvarez Limeses.
Otra localidad gallega que bebe en los textos antiguos para explicar su
fundación es Noia, en la provincia de A Coruña. Esta villa lleva en su
heráldica el mismísimo arca de Noé sobre las aguas y una paloma con una
rama de olivo sobrevolándola, lo que llevaría a justificar su fundación por
Galo Gafeto y la nieta de Jafet, Noela, de quien tomaría nombre.
En el capítulo anterior dedicado a los celtas nos acercamos a la
fundación de la ciudad de Brigantia (A Coruña) por parte de Breogán y cómo
en ella levantó una torre que habría de llevar su nombre. La fundación mítica
de la ciudad lleva aparejada una construcción que ha dejado una gran huella,
pues no hay que olvidar que representa la heráldica de la ciudad coruñesa.
Sin embargo, esta torre que es hoy escudo de A Coruña no lleva el nombre de
Breogán, sino el del héroe griego Hércules.
De origen romano, el más antiguo faro aún en servicio es hoy, y tras la
última reforma constructiva llevada a cabo durante el reinado de Carlos III
(1791), una torre de planta cuadrada y una altura cercana a los 68 metros.
Según la tradición, la Torre de Hércules está levantada en el solar de la
antigua torre de Breogán, y lleva asociada una curiosa historia basada en el
mito del héroe griego. En dicho lugar estaría enterrado el gigante Gerión, que
resultaría muerto en su enfrentamiento con Hércules, lo que quedaría
representado en el escudo de la ciudad herculina con la calavera situada bajo
el faro-torre.

Prisciliano: ¿el ocupante del sepulcro
de Compostela?

Sobre la figura de Prisciliano se ha creado a lo largo de los siglos una leyenda
que ha convertido a este personaje en uno de los más controvertidos de la
historia de Galicia, no solo porque exista la creencia de que su cuerpo sea el
que se encuentra enterrado en el sepulcro sobre el que se ha levantado el
hecho jacobeo y construido la tercera ciudad santa del cristianismo, sino
también por la enorme influencia que ha dejado su doctrina en la sociedad y
religión gallegas de siglos posteriores.
Su azarosa vida parece ser que comienza hacia el año 350 y mucho se ha
escrito sobre su origen, que para unos es gallego y para otros lusitano o
bético. Lo que no tiene duda es la imparable irrupción de sus ideas religiosas
en la sociedad peninsular, especialmente en la Galicia tardorromana. Su
predicamento, en el que negaba la Trinidad y atribuía a Jesús solo el cuerpo
aparente además de negarle el carácter de último profeta, fue el causante de la
introducción de la herejía y las prácticas mágicas en la religión del momento
según Sulpicio Severo. En realidad no deseaba la eliminación de la
organización eclesiástica, pero sí su regeneración mediante la exigencia de
celibato y voto de pobreza. Sus creencias se basaban en el ascetismo, predicó
la retirada periódica a las montañas y el profetismo, aunque no cerraba las
puertas a las tendencias agnósticas. Prisciliano reivindicó el papel religioso
de la mujer, pues consideraba que cualquiera de los dos sexos podía ser
vehículo de la fe.
Su arrasadora influencia consigue adeptos incluso en sectores de la
Iglesia oficial (se le llega a nombrar obispo), pero también se granjea
importantes enemigos dentro de la estructura del poder político y eclesiástico,
quienes conseguirán del emperador Graciano su expulsión y la pérdida de sus
iglesias y tierras. Ante el acoso al que se ve sometido, decide dirigirse a
Roma para entrevistarse con el Papa, y en el viaje multitud de nuevos
creyentes se unen a su causa, pues era muy grande el poder de convicción de
Prisciliano, especialmente en círculos femeninos. Ante la negativa de
recepción por parte del Papa, se encaminan a Milán para lograr el apoyo del
influyente san Ambrosio, lo que tampoco conseguirán. Sus adeptos entre los
círculos de poder consiguen la anulación del decreto imperial y posibilitan la
vuelta a la península y la recuperación de sus iglesias.
Sus poderosos adversarios denunciarán a Prisciliano ante el emperador
Máximo, que residía en la ciudad de Tréveris. En esta ciudad se realiza el
proceso contra Prisciliano, que es decapitado (385) acusado de inmoralidad y
magia, y ni siquiera la intercesión de Martín de Tours logra evitar la primera
ejecución en la historia cristiana de un condenado por herejía.
En Galicia, donde el priscilianismo había arraigado hasta las raíces del
pueblo, su figura se honra como mártir y pronto adquiere la categoría de
santidad. Su cuerpo es recogido y se trae a las tierras donde había
evangelizado para su enterramiento, ¿quizás en Compostela?
No se puede negar la similitud entre su muerte y posterior traslatio con
la del apóstol Santiago...
El nombre de Compostela viene del latín –compositum tellusque significa
cementerio... La Quintana sirvió luego de sepultura para mártires y aquí fueron
inhumados... después de ser trasladados de Tréveris. De cualquier modo, esto nunca
fue el Campo de la Estrella, que se inventaron los partidarios del Suplantador.1
El priscilianismo es condenado en el primer y segundo Concilio de
Braga, pero su influencia tardaría mucho tiempo en ser borrada de la vida
gallega.

Xelmírez: entre la cruz y la espada
Se había criado en la nueva ciudad en que cuanto le rodeaba venía a hablarle de
Dios y del postrer destino... A cada instante el incienso que ardía perpetuamente ante
el altar del Apóstol, las plegarias que resonaban a través de las naves del templo,
venían a hablar de las esperanzas de los hombres, de los supremos dolores que les
asaltaban y de sus inacabables ansias de redención.1
Si hay una personalidad clave en la conversión de Compostela como
principal centro religioso de Occidente y en el engrandecimiento y
asentamiento de la iglesia compostelana como principal foco de autoridad,
también en lo político, religioso y social, esa es en esencia la figura de Diego
Xelmírez. Todo lo que rodea a su persona está plenamente embebido en el
mito, que se encargó de crear y potenciar, quedando para la posteridad una
crónica,2 conocida como Historia Compostelana, que él mismo mandó
elaborar y en la que se glorifica su labor, temperamento y condiciones. En
ella no se relaciona ni el lugar ni procedencia de su estirpe, lo que puede ser
síntoma de su pertenencia a la pequeña nobleza gallega, y tampoco su muerte
aparece relatada en la misma, aumentando con ello el carácter cuasi mítico
del prelado. Protegido del obispo Diego Peláez, gracias a sus dotes
diplomáticas, no exentas de una gran flexibilidad para poder ajustarse a sus
necesidades políticas, lo irán convirtiendo no solo en un alto dignatario
eclesiástico sino también en un gran señor feudal de enorme poder. Gran
conocedor del clima de inestabilidad política y social en el que se desarrolla
el mundo feudal, Diego Xelmírez auspicia el ascenso de su clan familiar
dentro de la jerarquía política y religiosa, con lo que se asegura el control de
los más importantes órganos de poder.
A nivel más alto desarrolla una política de alianza con la poderosa orden
de Cluny y el papado, sabedor del cada vez mayor poder que disfrutan los
papas en el mundo cristiano medieval. Su aportación, como máxima
autoridad de una de las iglesias más ricas de la cristiandad, de enormes sumas
de oro y plata a las arcas de Roma, le hizo contar en todo momento con el
apoyo del papa. Xelmírez, que sucedió en la sede compostelana a un monje
cluniacense, percatándose también del inmenso poder de los monjes negros
de Cluny, colabora en todo cuanto puede con la orden, lo que llevará a su
nombramiento como obispo de Compostela por un Papa cluniacense, Pascual
II, y su encumbramiento arzobispal posterior y legado pontificio se debieron
en parte a los buenos oficios de los de Cluny.


Castillo de A Nogueirosa, Andrade, Pontedeume, A Coruña. Bastión de los señores de
Andrade.

Durante su mandato Xelmírez utilizó la supremacía que le otorgaban el
dinero y el tesoro de la rica sede compostelana, así como las rentas de su
señorío y dominios territoriales para asentar su influencia y poder. Ello le
generó gran cantidad de odios y envidias, por lo que se debió enfrentar a
multitud de enemigos (revueltas burguesas y disputas con importantes
señores feudales), llegando a enfrentarse con la propia monarquía, primero
contra la reina Urraca, que acabó costándole prisión. La rápida intercesión de
sus aliados, Cluny y papado, resolverá la situación, amenazando a la reina
con la excomunión e incluso una cruzada militar. Muy cerca de su muerte, ya
anciano, tuvo otro enfrentamiento real con Alfonso VII, que una vez más sus
aliados mitigaron.
El arzobispo Xelmírez fue un gran príncipe feudal y eclesiástico que
recogió los grandiosos proyectos de sus antecesores para la sede
compostelana, y será el constructor de la gran basílica catedral y potenciador
del hecho jacobeo. En su mandato se instalan en Pontecesures, puerto de
Santiago, los primeros astilleros de España para la construcción de navíos
que limpien y protejan de piratas las rutas marítimas hacia Santiago.
En cuanto a la gran basílica, se coloca, después de 44 años de la primera,
la última piedra en 1122. En su lado norte construye también su palaciofortaleza,
y engrandece urbanísticamente la ciudad y erige nuevas iglesias y
conventos, así como centros de acogida para los peregrinos (entre ellos, un
hospital), aunque muchos de sus proyectos no logró verlos acabados.
Figura controvertida e inquietante, Xelmírez aparece como personalidad
integradora entre la Galicia del norte y del sur del Miño para unos, y para
otros como uno de los responsables de la partición de Galicia (creación del
reino de Portugal en los condados del sur) y su integración en el reino de
Castilla.1 Sin embargo, en la historia compostelana él dejará su carácter de
«Padre, escudero, defensor y protector de la patria gallega».

Roi Xordo: el «Robin Hood» gallego
Los Andrade ejercieron durante la primera mitad del siglo XV la autoridad en
sus tierras con excesiva dureza y opresión hacia sus vasallos, situación que
llegó a ser insostenible cuando Nuño Freire heredó el título. Tales fueron el
horror y la crueldad que extendió por sus dominios que el pueblo le conocía
con el sobrenombre de O Mao (El Malo). Su despiadado e indiscriminado
poder y el amparo que ofrecían los caballeros y señores a los malhechores
que campaban a sus anchas en sus tierras robando, asesinando y arrasando las
posesiones de los más débiles, formaban parte de la vida cotidiana de sus
vasallos. La situación era especialmente abusiva en Ferrol2 ya que las
ejecuciones y torturas estaban a la orden del día en el barrio de la Atafona,
donde se encontraba una picota hecha de piedra en forma redonda o de
columna, que era lugar de tormento e insignia a la vez de jurisdicción de una
villa, y era el lugar donde se exponían los condenados y se realizaban los
castigos. Un hombre del que solo se conocen su nombre, Roi Xordo, y su
probable pertenencia a la clase hidalga se levantaría contra tales injusticias
aglutinando en torno a su persona el descontento popular, que derivaría en un
levantamiento popular de proporciones incalculables, lo que aconteció en el
año 1431. Los vasallos levantados en armas, conocidos popularmente como
la Irmandade Fusquenlla y dirigidos por Roi Xordo, se encaminan a
Moeche,3 una de las fortalezas de los Andrade donde se refugiará «O Mao»,
que ante la magnitud del levantamiento huirá hacia Compostela para buscar
la protección del arzobispo. En su camino hacia Pontedeume los levantados
arrasan los bienes del señor feudal que encuentran a su paso. En la villa del
Eume se instalan uniéndose a los vasallos de Ferrol y Vilalba, los de
Pontedeume, Mondoñedo y Lugo formando un gigantesco ejército popular
que marcha imparable por el señorío de los Andrade. El propio arzobispo
intenta mediar con Roi Xordo en la ciudad de Betanzos ofreciendo por única
solución el sometimiento de los sublevados al de Andrade.


Cabo Vilano, Camariñas, A Coruña. Punto de referencia en la Costa da Morte.

Ante la nula oposición encontrada los miembros de la primera Revuelta
Irmandiña deciden atacar la misma Compostela, lo que vendrá a suponer el
principio de su fin. El ejército del arzobispo, profesional, bien preparado y
mejor armado, rompe el cerco a que habían sometido a la ciudad provocando
la huida en desbandada de los de Roi Xordo. Reunidos de nuevo, se enteran
de que el señor de Andrade está con su familia en el castillo de Pontedeume y
deciden cercarlo. Las fuerzas del caballero feudal con ayuda de las enviadas
por el arzobispo esta vez no serán derrotadas y los cabecillas que no
perecieron en la batalla serían ajusticiados. El hidalgo Roi Xordo, defensor de
los campesinos, desaparece para siempre aunque no en el recuerdo del
pueblo, que, consciente de la importancia de la primera revuelta masiva de
los campesinos gallegos contra la tiranía de los señores, lo eleva a la
categoría de mito, y su leyenda continuaría viva. Tras la revuelta y la muerte
de Roi Xordo, el rey prohibiría mediante ley el amparo y cobijo a
malhechores, y la pena de muerte para aquellos que se dedicasen a estas
actividades delictivas.
Todo ello ocurrió en el mismo tiempo en que una doncella de Orleans
llamada Juana se levantó también contra la injusticia en Francia y, procesada
por herejía y brujería, fue quemada viva en Ruán.

El Mariscal y el puente del «Pasatiempo»
Héroe o truhán: la vida de Pedro Pardo de Cela, «O Mariscal», discurre sobre
una quebradiza y tortuosa senda que lo ha convertido en mártir y héroe de la
resistencia de la Galicia oprimida para unos, o uno más de los poderosos
nobles que de manera totalitaria gobernaban sus territorios en el final de la
Galicia bajo medieval para otros. Su azarosa vida y su oscura muerte han
rodeado su figura de una aureola mítica que la ha dotado de un carácter
legendario, llegando a inspirar a la literatura popular y a ser reivindicado por
pensadores y literatos de la talla de Ramón Cabanillas o Benito Vicetto.
Pardo de Cela llega a codearse con la más alta nobleza gallega tras
heredar, por la muerte de su hermano mayor, las muchas posesiones de su
padre y ayudado por su casamiento con la hija del conde de Lemos, a su vez
prima de la futura reina Isabel «La Católica». Cuando se suscita el problema
de sucesión a la corona de Castilla, se une al bando del arzobispo Fonseca
que apoya la causa isabelina frente al mayoritario apoyo que la nobleza
gallega otorga al bando beltranejo.
El turbulento, violento e intrincado siglo XV gallego encuentra en Pardo
de Cela la figura del héroe individual, inquieto y arrojado, altivo y orgulloso
que se rebela contra todo y contra todos: es enemigo acérrimo del obispo de
Mondoñedo, se enfrenta a sus coetáneos de la nobleza gallega, se levanta en
armas con el campesinado en la Revuelta Irmandiña y se opone, en fin, a la
corona de Castilla en la figura de su justicia mayor enviado a Galicia para
instaurar un férreo control sobre el territorio.


Castillo de Moeche, San Xurxo, Moeche, A Coruña. Sobrevivió a la Revuelta Irmandiña.
Sus últimos años alimentan la leyenda al verse sometido al cerco dictado
por el representante de la monarquía contra su figura indomable y que lleva al
Mariscal a refugiarse en sus tierras, donde resistirá las acometidas hasta que
se ve obligado a refugiarse en su fortaleza de A Frouxeira, en la comarca de
Valadouro (norte de Lugo), donde se verá sometido a un sangriento asedio
que terminará la traición de su propia servidumbre y que llevará aparejada la
destrucción del bastión del Mariscal, quien se ve forzado a huir hacia su
castillo y tierras vecinas de Castro de Ouro.
El principio del fin de Pardo de Cela se produce cuando es nuevamente
traicionado y apresado en la casa de Fonsa Yáñez el 7 de diciembre de 1483.
Trasladado a Mondoñedo, es juzgado y condenado a pena de muerte, lo que
intenta evitar su esposa Isabel de Castro. Esta se traslada a entrevistarse con
su prima la reina, que accederá a otorgar el indulto. Enterados los múltiples
enemigos del Mariscal del éxito de las negociaciones en la corte, intentaron
evitar la llegada del mismo, y así en un puente de entrada a la ciudad de
Mondoñedo un grupo de guardias retuvo y entretuvo a la esposa de Pardo de
Cela quien portaba el indulto salvador, mientras en la Plaza Mayor de la
ciudad el verdugo hacía caer el arma decapitadora cercenando la cabeza del
Mariscal en la puerta de la catedral.
Aquel puente es conocido, desde aquella nefasta intriga contra Pardo de
Cela, como A Ponte do Pasatempo, triste anacronismo popular para un lugar
en el que se jugaron las últimas bazas en defensa del Mariscal.
Héroe o villano, la huella dejada en la historia es alargada…
¡Teu nome será o facho luminoso
(¡Tu nombre será la antorcha luminosa)
que amostrará a vereda
(que enseñará el camino)
por onde camiñar, tempos adiante,
(por donde caminar, en tiempos venideros,)
os que sintan no peito a sagra arela
(a los que sientan en el pecho el sagrado anhelo)
de faguer libre o chán en que naceron,
(de hacer libre el suelo en el que nacieron,)
de ter patria de seu, honrada e ceiba!
(de tener su propia patria, honrada y libre!)

Hechos y andanzas de un caballero
muy madrugador

Contemporáneo del Mariscal Pardo de Cela, la figura de Pedro Álvarez de
Soutomaior entrará a formar parte de la historia y la mitología gallega con el
sobrenombre de Pedro Madruga. El origen del apodo no está muy claro
aunque parece que se debe «por que madrugaba mucho quando facia sus
cabalgadas».2 Este Pedro Madruga hijo bastardo del señor de Soutomaior,
seguía su carrera de clérigo cuando la muerte de su hermanastro sin
descendencia le puso en sus manos el título y las tierras de los Soutomaior. A
partir de aquí, el citado Pedro cambiará su hábito por la espada, con la que
mostrará una sorprendente pericia, y por la política, que le llevará a ser el
dueño absoluto de las tierras a ambos lados del río Miño.
Cuando se produce el levantamiento campesino que conseguirá la
destrucción de todas las fortalezas nobiliares en Galicia, «Logo en este
tiempo se levanto la Hermandad que todos los villanos se levantaron contra
sus señores, en que derrocaron quantas fortalezas habia en Galicia, escepto la
fortaleza de Pambre...»,1 Pedro Madruga se refugia en Portugal, donde se
unirá en matrimonio con una noble portuguesa.


Ponte do Pasatempo, Muiños de Arriba, Mondoñedo, Lugo.

En estos tiempos en que cerca de 60.000 irmandiños dominaban Galicia
y el poder de los nobles estaba en entredicho, Pedro Madruga y su ejército
penetran en Galicia y van derrotando, una tras otra, a las fuerzas irmandiñas
que encuentran a su paso, liberan Pontevedra y se plantan en los alrededores
de una Compostela ocupada por los levantados, donde se reúnen las fuerzas
nobiliares a las que organizan y lideran. La derrota de los irmandiños y la
posterior rendición de la ciudad significan el principio del fin de la revuelta.
El peso del de Soutomaior dentro de la gran nobleza gallega es ya
incuestionable, y su poderío se incrementa cuando el rey de Portugal le
otorga el título de conde de Caminha. Aunque su sino empezará a cambiar
cuando se decante totalmente en favor de la sucesión al trono de Castilla en la
figura de Juana Beltraneja, frente a la actitud del arzobispo Fonseca,
partidario isabelino.
Su actividad política se vuelve frenética: consensúa el fallido
matrimonio entre el rey de Portugal y Juana, programa la invasión portuguesa
de Castilla implicándose él mismo en un frente gallego que conllevará la
prisión del obispo de Tui y su enfrentamiento con los nobles gallegos que se
alinean en el bando fonsequino.
Madruga es hecho prisionero por el conde de Benavente durante un año,
lo que es aprovechado por sus enemigos para apoderarse de casi todas sus
posesiones, que al liberarse no tardará en recuperar. El enorme poderío
militar de Pedro Madruga estaba basado en la utilización por primera vez en
España de piezas de artillería, pequeños cañones y otras armas de fuego, todo
ello requisado en el puerto de Baiona en unas embarcaciones que habían
hecho escala en su camino hacia Flandes.
La consolidación de los Reyes Católicos en el trono y la firma de la paz
entre España y Portugal significaron un cambio en la fortuna de Pedro
Madruga, quien se ve acosado nuevamente. El hijo del de Soutomaior,
protegido de los monarcas católicos, se presenta en las posesiones gallegas de
Pedro Madruga, quien se encontraba en Portugal, y se apodera de ellas. Su
padre lo deshereda y lo maldice, pero los hechos habían dictado sentencia: el
apoyo de los reyes provoca que Álvaro de Soutomaior sea confirmado como
heredero y Pedro Madruga encontrará la muerte de manera muy oscura y
misteriosa en Alba de Tormes cuando buscaba, en un desesperado intento,
congraciarse con los monarcas.
El más «maquiavélico» de los nobles gallegos («... este Conde se
apoderó de la ciudad de Tui que era del obispo, y tomole Baiona a la corona
real de Castilla, y tomó al Arzobispo á villa de Pontevedra, y la villa de
Padrón, y las otras tres villas, Redondela, Vigo é Cangas...») 1 pasaría a
formar parte de la leyenda popular, y de las plumas de apreciados literatos
como Otero Pedrayo nos quedan historias basadas en su belicosa vida. La
memoria colectiva recuerda de este caballero tardomedieval que estando
enfrentado con los Sarmiento por el control de la villa de Ribadavia, ambos
señores deciden que cuando cante el gallo cada uno de ellos saldrá con sus
respectivas huestes de sus fortalezas, y en el lugar en el que se encuentren
establecerán las fronteras de sus dominios, lo que sellan con su palabra de
caballeros.


Castillo de Soutomaior, Soutomaior, Pontevedra, Fortaleza del legendario Pedro
Madruga.

Durante la noche don Pedro ordena a un vasallo que le retuerza el cuello
a un gallo hasta que «cante», lo que una vez realizado significa la puesta en
camino de sus huestes. Mientras tanto en el señorío rival, cuando los gallos
cantan al alba, las huestes de los Sarmiento se preparan para iniciar la marcha
y al abrir las puertas de la fortaleza se encuentran de bruces con el de
Soutomaior y su séquito. Entre lacónicos e irónicos, los Sarmiento se dirigen
al exclérigo en los siguientes términos: «Madrugas, Pedro, madrugas…».


El perfil femenino de la leyenda

Es incuestionable la importancia de la mujer en el entramado de la sociedad
gallega, pues no solo el análisis histórico nos acerca en los primeros tiempos
(como hemos advertido en el capítulo 2) a una sociedad en la que la mujer
llega a poseer la propiedad de importantes bienes, sino que su papel adquiere
mayor relevancia en el mundo intelectual como acontece en el siglo XIX
donde nos encontramos mujeres de la valía e importancia de Rosalía de
Castro, Concepción Arenal o Emilia Pardo Bazán. En relación con la
sociedad gallega, el matriarcado es la estructura sobre la que se articula dicha
colectividad, hecho que se ve fortalecido por la ausencia masculina
provocada por la emigración o el trabajo en la pesca, lo que ha echado a la
espalda de las mujeres el mayor peso de la vida familiar y social.
Pero el importante papel femenino no es solo fruto de la vida cotidiana,
pues la historia gallega presenta también mujeres, heroínas o bandoleras, que
han calado en la mentalidad popular y su recuerdo pervive en la propia
historia, en forma de cuento o leyenda, o en los dichos populares de tradición
oral. En estos parámetros se encuentran personalidades femeninas de
diferente extracción como la reina Urraca, María Castaña, Pepa «A Loba» o
María Pita.
Durante el siglo XII, conocido como «siglo de Xelmírez», la figura del
poderoso prelado compostelano tiene como antítesis una sorprendente y
conflictiva personalidad femenina en la agitada vida política gallega. El
reinado de Doña Urraca representa la lucha desesperada de esta mujer por
mantener el poder político y evitar su separación y arrinconamiento de los
centros de decisión de la corona castellano-leonesa y su incapacidad para
lograrlo.
Su vida es un continuo enfrentamiento con múltiples enemigos, y es que
la habilidad política de la reina propiciaba la proliferación de estos.
Enfrentada a su marido Alfonso de Aragón por la sucesión a la corona
castellano-leonesa, su matrimonio camina entre una continua ruptura por las
armas y breves épocas de reconciliación; unas veces asociada y otras peleada
con la poderosa clase nobiliar gallega representada en la figura de Pedro
Froilaz, el conde de Traba; ora con Xelmírez, ora contra él... El eterno vaivén
de su mandato entre el enfrentamiento y la colaboración con sus aliadosenemigos
propiciará un clima de inestabilidad política cuya más importante
consecuencia será la proclamación en las tierras del sur de Galicia del reino
de Portugal en la figura de su sobrino Alfonso Enríquez.
En su convulsiva actividad política perseguirá y cercará a su esposo y
adversario político Alfonso, encarcelará a su vez a su circunstancial aliado, el
arzobispo compostelano, siendo amenazada por ello con la excomunión y una
cruzada militar por el papado, reconocerá a su hijo como legítimo heredero
pero reclamará posteriormente su derecho a reinar en Galicia, sufrirá asedio
junto a Xelmírez en la catedral, cuyas obras serán incendiadas por una
revuelta popular y de donde intentará huir sufriendo el apedreamiento
popular. En fin, el reinado de Urraca parece más digno de una leyenda que un
hecho de la propia historia, y encarna la obstinada resistencia al abandono del
poder y la utilización de cualquier método para aferrarse al mismo.
En el incendiario y convulsivo fin de la Edad Media gallega la sociedad
estaba envuelta en un proceso de ruptura provocado por el proceso de
agotamiento del sistema feudal, lo que generaba un clima de inseguridad y
fomentaba la aparición de revueltas populares.
Como en muchas de las ciudades gallegas, en Lugo la situación solo
estaba a la espera de que un chispazo encendiese el polvorín, lo que habrá de
suceder cuando el rey Fernando II ratifique el testamento del obispo Odoario
que confirmaba el señorío de la ciudad en favor de la catedral, lo que
provocaría multitud de enfrentamientos civiles entre el ayuntamiento y los
sucesivos prelados catedralicios.
A la cabeza de una de estas revueltas contra el obispo de Lugo se sitúa
María Castaña, que protagonizó quizás una de las más sangrientas en los
años finales del siglo XIV y que terminó con la muerte del mayordomo del
propio obispo. Remitida la revuelta y una vez apresada María Castaña, esta se
verá obligada a donar sus propiedades en la parroquia de Cereixa a la Iglesia
y se le impone como parte de la condena por sus delitos el pago de una
importante cantidad en moneda.
Quiso el pueblo que el nombre de la aguerrida agitadora no cayese en el
olvido y desde aquellos lejanos hechos quedó en el subconsciente el dicho
popular «En los tiempos de María Castaña…» para designar algo acontecido
hace mucho tiempo.
Vinculado con las acciones de armas está también el caso de la heroína
por antonomasia de A Coruña, ciudad que tiene en Maria Pita la
representación de su tenacidad defensiva ante la amenaza inglesa en su
intento por conquistar la ciudad. Una vez producido el desastre de la
«Armada Invencible», la corona inglesa diseña una expedición de castigo
contra los intereses españoles y se prepara una operación que tenía como
primer y gran objetivo la toma de Lisboa y la proclamación de un rey
portugués con lo que consumar la secesión de Portugal de la corona española.
El tamaño de la empresa era tal que no se pudieron conseguir los recursos
para desarrollarla, lo que no impidió que una importante fuerza naval saliese
a la mar en busca de las naves de la gran armada que regresaban maltrechas a
los puertos españoles. Sir Francis Drake, considerando que el puerto elegido
para su resguardo era A Coruña, dirige la flota hacia la bahía coruñesa, donde
desembarcan, un 4 de mayo de 1589, importantes fuerzas de infantería al
mando de John Norris, con lo que el asedio a la ciudad se completaba por
mar y tierra.
Tomada la ciudad extramuros, solo el pequeño sector amurallado de la
misma resistía estando a punto de caer los últimos bastiones. Como
antecesora de la figura de Agustina de Aragón, la tradición otorga el
abatimiento del abanderado inglés, culminada la ascensión de la muralla, a
una joven coruñesa, María Pita, quien con su acción reactiva y levanta el
ánimo de los abatidos defensores. Ella se convertiría con su arrojo en el soplo
renovado que fortalecería la defensa y la recuperación de las fuerzas sitiadas,
lo que provocaría el empuje de los coruñeses que harían retroceder a los
soldados ingleses hacia sus barcos. Con ello, la toma de la ciudad a manos de
sir Francis Drake no se realizaría jamás.
Pero no solo los protagonistas de acciones heróicas tienen un lugar en el
recuerdo de las gentes: el bandolerismo en Galicia presenta unas
peculiaridades que le otorgan un carácter especial, entre las que destacan dos
aspectos muy interesantes: el primero, y quizás más importante, es la
importante presencia femenina entre los más afamados bandoleros gallegos.
La segunda circunstancia es el atractivo que este quehacer desarrolló entre
destacados miembros de la literatura gallega, lo que ha ayudado al desarrollo
del mito de determinadas figuras del bandidaje gallego.1 La tradición popular
mantuvo vivas a través de sus usos de transmisión oral, especialmente con los
cuentos y los comentarios en las aldeas, las andanzas y correrías de gran parte
de bandidos que fueron adquiriendo carácter legendario. A la pervivencia en
la memoria colectiva del pueblo se une el atractivo que convirtió al
bandolerismo en tema de inspiración literaria. La figura del bandolero
aparece en El bosque animado de Fernández Flórez tratada desde un punto de
vista romántico, ya que el bandido Fendetestas es presentado como el
hombre condenado a ser bueno, el salteador cuyos intentos de robo siempre
terminan en una buena acción. No es una figura aislada «el bandido de la
fraga de Cecebre», ya que los versos de Ramón Cabanillas dejan entrever la
fascinación que genera el bandolero:
E dende alí ollaban as veredas
e os camiños travesos
coa carabina ó lombo,
do paso dos civiles en axexo,
os espías da Loba e de Xan Quinto,
ladróns e cabaleiros.
Será Pepa A Loba la figura femenina más conocida y popular del
bandolerismo gallego pero no la única. Nombres como los de Juanita de
Paderne o María Costoya, entre otros, significan la presencia de la mujer
dirigiendo partidas de bandoleros en los montes gallegos. La tradición oral
mantiene el recuerdo de «A Loba» en el decir popular que manifiesta: «…
parece la cuadrilla de Pepa A Loba», para calificar a un grupo falto de orden
y uniformidad.
De Lugo a Viveiro
Según la tradición, Lucus Augusti fue un campamento fundado por orden del
emperador romano Augusto en un bosque sagrado dedicado al culto del dios
celta Lug. Esta ciudad bimilenaria permanece rodeada por la muralla que le
sirvió de defensa en época romana. Las termas, los restos de calzadas, los
innumerables yacimientos arqueológicos dentro de la propia urbe, la catedral,
la belleza de sus calles y su sabor provinciano le confieren unas
características únicas y una impronta especial que se aglutina de manera
especial durante la celebración de las fiestas y ferias de San Froilán en el mes
de octubre; el pulpo al estilo feria aquí sabe distinto.
En dirección norte se encuentra Castro de Rei, en cuyas tierras se hallan
el gran castro de Viladonga y el museo del propio yacimiento. Muy cerca está
Meira con una iglesia románica dedicada a Santa María, exponente de lo que
fue un gran monasterio. Fonmiñá presume de ser el lugar donde nace el río
Miño en perpetua discusión con los vecinos de Meira.
Mondoñedo es otra ciudad cargada de historia y de monumentos a cuya
cabeza se encuentra la catedral, que posee un magnífico rosetón vidriera y en
una de sus paredes interiores unos frescos alusivos a escenas medievales y a
la lucha contra los musulmanes. Varias iglesias en la ilustre villa y en sus
alrededores y sobre todo una magia de la que fue cantor el ínclito Álvaro
Cunqueiro, Merlín y familia desfilan a diario, desde que su pluma así lo
quiso, por esta comarca. En una de las entradas de la ciudad se encuentra el
puente do Pasatempo, relacionado con la trágica muerte del Mariscal Pardo
de Cela, y a pocos kilómetros la Cova do Rei Cintolo, paraíso de los
espeleólogos y lugar mágico por excelencia.
En Vilanova de Lourenzá se encuentra el monasterio de San Salvador
con fachada barroca diseñada por Casas Novoa. En Alfoz quedan los restos
del castillo del Mariscal Pardo de Cela, su torre del homenaje y capilla, todos
del siglo XV.
En las cercanías de Foz encontramos la iglesia, otrora catedral, de San
Martiño de Mondoñedo con partes prerrománicas del siglo IX y el resto de la
construcción románica del siglo XII; su interior es austero y sobrio pues
responde a los cánones de iglesia-fortaleza con gruesos muros y pocos y
estrechos vanos. En una de sus naves está el sarcófago del Bispo Santo, es
decir, de San Gonzalo, que fuera obispo de la diócesis y derrotara a los
normandos. Entre Foz y Viveiro el mar Cantábrico baña una agreste costa
intercalada de blancas playas y los importantes puertos pesqueros de Burela y
Celeiro. Entre ambos se encuentra la factoría de cerámica de Sargadelos.
Viveiro conserva restos de su antigua muralla y fundamentalmente la
puerta plateresca de Carlos V. También destacamos las iglesias de Santa
María do Campo, románica, y la de San Francisco. Es recomendable subir al
monte San Roque, a cuya capilla se acude en romería, para tener una amplia
perspectiva de toda la ría de Viveiro.
Por el litoral del golfo Ártabro
Las aguas del antiguo golfo Ártabro se interponen entre A Coruña y Ferrol.
Esta es una histórica ciudad departamental, cuyo motor era la marina de
guerra y alrededor de ella se construyeron fortalezas y fortificaciones entre
las que destacan los castillos de San Felipe y La Palma, baluartes defensivos
en la entrada de la ría.
Al norte, por la costa, dejando atrás Valdoviño y su espectacular playa,
se encuentra la villa de Cedeira, llena del encanto de los pueblos marineros;
la playa de A Madalena, de casi dos kilómetros de longitud, tiene una arena
fina y blanca que la hace muy atractiva para el turismo veraniego. A Cedeira
pertenece la parroquia de San Andrés de Teixido, uno de los santuarios
romeros más importantes de Galicia al que se peregrina todos los fines de
semana del año desde cualquier punto de la geografía gallega. En Teixido el
paisaje cambia y el mar se estrella contra acantilados como los Herbeira. A
fin de disfrutar del entorno conviene continuar hasta el cabo Ortegal para
luego retornar hacia el sur por San Sadurniño no sin detenerse en Moeche
para disfrutar del castillo medieval en el que cada año celebran la fiesta
irmandiña.
En la ribera sur de la ría ferrolana está Mugardos, puerto pesquero con
plato con nombre propio: «pulpo a la mugardesa». Muy cerca Ares, con
famosas alfombras florales en el Corpus.
En dirección A Coruña atravesamos Pontedeume, villa señorial de los
Andrade, de quienes permanecen en pie la torre del homenaje y a pocos
kilómetros en el cerro de A Nogueirosa su fortaleza inicial. Importancia
biológica especial tiene la fraga do Eume, una zona boscosa de árboles
autóctonos a ambos lados del último tramo del río Eume antes de desembocar
en la ría. En plena fraga se encuentra el monasterio de Caaveiro, muy
deteriorado pero de visita obligada.
La antigua Betanzos de los Caballeros no tiene muy clara su fundación,
que algunos relacionan con la Brigantium romana. Los conventos de San
Francisco y de Santo Domingo y numerosos pazos como los de Bendaña y
Lanzós son solo una muestra del carácter monumental de Betanzos, que
también se aprecia paseando por su casco antiguo y sus calles estrechas. En
agosto celebran las fiestas de Santa María y San Roque, en las que tienen
protagonismo especial el lanzamiento del globo de papel y la romería fluvial,
por el río Mandeo, llamada de Os Caneiros.
La Torre de Hércules es el elemento arquitectónico más significativo de
la ciudad de A Coruña, pero no el único; su modernidad actual se apoya en su
historia y en sus características más peculiares, como la Marina con sus
galerías acristaladas, fotografía típica como lo es también el Castillo de San
Antón, hoy Museo Arqueológico e Histórico. Pero A Coruña tiene también
un castro, el de Elviña, y museos de corte vanguardista como el de las
Ciencias, el del Hombre y el Acuario con especies propias del Atlántico, pero
también con muestras de otros mares más exóticos.


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