jueves, 21 de febrero de 2019

Mitos de Tebas

LA historia de Tebas comienza al mismo tiempo que tiene lugar, en la antigüedad, el despoblamiento de las aldeas y de las zonas rurales. De este modo, se van consolidando núcleos urbanos de población, denominados “polis”. Tendrán sus propias y exclusivas leyes, dictadas por su legendario dios mítico y por su héroe local, todo lo cual redundará en beneficio de la mancomunidad griega ya que cada “polis” buscará, no sólo el incremento de su plena determinación hasta llegar a la total independencia como ciudad sino que también pretenderá adelantar, intelectual, social y comercialmente, al resto de las ciudades-estado. Claro que esto también redundará en la consecución de ciertos atisbos de rivalidad que se convertirán en violencia mutua. Recordase la oposición entre Esparta y Atenas, dos de las más importantes ciudades de la época clásica. Los tebanos odiaban a los atenienses y, por ello, casi siempre estaban del lado de los espartanos en la guerra que sostenían entre ambos. Incluso llegaron a unirse con los persas en su intento de conquista de Grecia, y las consiguientes luchas contra Atenas y Esparta, en las denominadas Guerras Médicas.

    Tebas, ”la ciudad de las siete puertas”, era la capital de la región de Beocia y, según la leyenda, fue fundada por el mítico héroe Cadmo, a quien se reconoce como el primer rey de esta ciudad. Los hechos se desarrollaron a causa del rapto de la bella Europa -hermana de Cadmo- por el dios Zeus, soberano del Olimpo. En cuanto Agenor, rey de Tiro y padre de la infortunada muchacha, tuvo conocimiento del triste suceso, mandó a sus cuatro hijos varones -Cadmo, Onix, Cllix y Taso- en busca de su hermana y les ordenó que no regresaran sin ella a la casa paterna. Quizá Agenor habría rebajado sus exigencias, y se hubiera mostrado menos implacable con sus hijos, si hubiera sabido que el propio Zeus era el único responsable del secuestro de su hija Europa.

CADMO

LOS cuatro hermanos de la joven Europa se disponen a poner en práctica el mandato que recibieran de su padre y, de común acuerdo, parten en cuatro direcciones distintas. Puesto que su padre les había reconvenido que no volvieran sin su hermana, algunos de entre ellos, sin salir del propio territorio, y desanimados al no hallar ni rastro de su hermana, se establecieron en ciudades famosas que ellos mismos fundaron. De este modo no volverían al lado de su padre y no recibirían reprimenda alguna por no ver fracasada su empresa. Fénix, por ejemplo, no salió de Fenicia y a él se debe el nombre de esta ciudad. Cilicia es el epónimo de Cllix. Taso se establecerá en la isla de Taso. Y, en cuanto a Cadmo, se dirigirá hacia Occidente en compañía de su madre Telefasa, que también había sido enviada por su esposo a la busca de la bella Europa. Pero el camino era duro y largo, y la misión delicada. Cuando ya habían alcanzado las costas tracias, Telefasa murió; no sólo a causa del cansancio del viaje sino porque, además, se había sentido imposibilitada para soportar la tristeza que la embargaba al no haber hallado Todavía ni rastro de su querida hija. Fue enterrada allí mismo por Cadmo y sus compañeros entre muestras de dolor. Más enseguida se sobrepusieron y dirigirán su expedición hasta el santuario de Delfos con el objeto de recabar ayuda del oráculo.

LA SERPIENTE DE LA FUENTE DE CASTALIA


SIN embargo, el oráculo no aportó -en apariencia- luz alguna acerca del paradero de la joven Europa. Antes al contrario, instó a Cadmo y a sus compañeros a que desistieran de su inútil empresa. Y es que el oráculo sabía que el rapto de Europa había sido obra del poderoso Zeus y, por lo tanto, toda búsqueda de la joven por parte de los humanos resultarla infructuosa. Además, había que tener cuidado de no provocar la ira del rey del Olimpo y, si éste llegara a enterarse de que los mortales echaban de menos a la joven Europa y lo acusaban a él de haberla raptado, se enfurecerla en exceso y podía infligirles terribles castigos. Una vez más, el oráculo había atinado en su respuesta y, aunque Cadmo y sus compañeros no la comprendieron, sin embargo, no por ello dejaron de seguir las recomendaciones del oráculo. Este, además de aconsejarles que se olvidaran de seguir buscando a la hermosa y joven Europa, les dio instrucciones en apariencia un tanto disparatadas. Por ejemplo, les dijo que deberían seguir el rastro de una vaca y allí donde se echara para descansar construirían y fundarían una ciudad. Cadmo y sus compañeros conocerían a la vaca porque a cada lado de sus ijadas tendría como una especie de mancha blanca y circular, símbolo de la Luna llena. El animal, seguido por la singular comitiva, se adentró en la región de Beocia y, dominado por la fatiga, terminó recostándose entre sus verdes valles. En aquel idílico lugar se asentarla, desde entonces, la ciudad de Tebas. A continuación, Cadmo se propuso sacrificar a la vaca en honor de la diosa Atenea y envió a sus compañeros a buscar agua, para las libaciones, al cercano manantial de Castalia, del que brotaba una fuente consagrada al dios Ares/Marte. Más una enorme serpiente que guardaba aquellas aguas devoró a la mayoría de los expedicionarios. Cadmo, al verse solo ante el monstruo, le lanzó con fuerza y rabia una piedra de bordes cortantes, y lo mató. Desde entonces, fue celebrado como héroe por todas las gentes

RARA SEMILLA Y EXTRAÑO FRUTO

MÁS no acabarían aquellas cuitas del legendario fundador de Tebas pues, a instancias de Atenea, Cadmo arrancó los dientes de la serpiente y los diseminó por entre la tierra. De las extrañas semillas germinadas brotaron unos frutos no menos raros, unos hombres armados denominados Espartoi (= ”hombres sembrados”), que tenían un aspecto amenazador. De nuevo el héroe Cadmo, asustado y sin saber que hacer, recurrió al recurso de lanzar piedras. Como los ”hombres sembrados” no supieran de donde procedían, comenzaron a desconfiar entre ellos mismos y se acusaron mutuamente de haberlas arrojado. Entonces lucharon entre sí con verdadera saña y sólo cinco de ellos vivieron para contarlo. Sus nombres quedarían registrados para siempre en la historia de la Mitología, al lado del de Cadmo. Además, los cinco supervivientes se ofrecieron para ayudar al héroe en cuantas tareas les fueran encomendadas. Pero Cadmo tenía que someterse al juicio de los dioses pues había matado a una serpiente gigantesca que el propio Ares/Marte había contribuido a crear. Las deidades mayores, reunidas en el Olimpo, acordaron condenar al fundador de Tebas a servir como esclavo de Ares por espacio de ocho años. Cuando le llegó el día de su liberación, siguió construyendo, hasta terminarla, la acrópolis de Tebas; se casó con la bella Harmonía -hija de Ares/Marte y de Afrodita/Venus- y, a sus desposorios, acudieron todos los dioses del Olimpo, quienes les ofrecieron presentes diversos. Entre los regalos dignos de mención, vale la pena destacar un collar hecho por el divino herrero Hefesto/Vulcano y un velo tejido por la diosa Afrodita.

    Los antiguos clásicos citan a Cadmo como propagador del alfabeto griego y como el mejor conocedor del trabajo en las minas y del arte de fundir metales.


    Cadmo y su esposa murieron de viejos y, muy poco antes, habían abandonado Tebas, trasía dándose a la región de Iliria en donde fundarían la ciudad de Bütoe, su último reino antes de que fueran, por fin, conducidos a los Campos Elíseos. Lugar idílico, este último, y reservado para todos aquellos mortales que habían obrado con plena rectitud durante su vida.

EDIPO

NO obstante todo lo anterior, el verdadero mito tebano se constituye en derredor de la legendaria figura de Edipo. Acerca de este héroe se ha escrito y lucubrado con exhaustividad. Incluso en nuestro tiempo sigue viva su influencia a través de la literatura, la medicina, la psicología y, en general, la cultura pues?quién no ha oído hablar, por ejemplo, del “complejo de Edipo”?


    Ya Homero, en su obra la “Odisea” y por boca de Odiseo/Ulises -que baja al mundo abisal del Tártaro-, nos describe el drama de Edipo y de su madre: “Y vi además a la madre de Edipo, Epicaste (Yocasta), que sin apercibirse, cometió una gran falta, casándose con su hijo; cuando éste, después de matar a su propio padre, la tomó por esposa. Enseguida los dioses revelaron a los mortales lo que había ocurrido y, con todo, Edipo, si bien tuvo sus contratiempos, siguió reinando sobre los cadmeos en la agradable Tebas, por los perniciosos designios de las deidades. Sin embargo, la madre, abrumada por el dolor y vencida por la desesperación, fuese a la morada de Hades, de sólidas puertas, atando un lazo al elevado techo”.
”EL DE LOS PIES HINCHADOS”
YA sabemos, en esencia, cuál es el meollo del mito de Edipo. Y, en cuanto a su gestación, todo comenzó en Tebas, ”la ciudad de las siete puertas”. Antes de que Edipo fuera concebido, sus padres se sentían muy afligidos porque, no obstante haber puesto todos los medios, aún no tenían descendencia. Decidieron, entonces, consultar al oráculo y su respuesta los llenó de perplejidad y temor: “Sobre vosotros se ceñirá la más cruel de las desgracias si llegarais a tener un hijo, pues está escrito que éste matará a su padre y se casará con su propia madre”.

    Pasó el tiempo y Layo y Yocasta tuvieron su primer hijo; entonces se acordaron de la advertencia del oráculo y Layo, a pesar de que había deseado por todos los medios tener descendencia, mandó a uno de sus mejores y más fieles vasallos que llevara al niño al monte Citerón y lo matara. El servidor, abrumado por la orden recibida de su amo, condujo al niño hasta el lugar antedicho pero no lo mató, sino que lo ató por los pies a un árbol -de aquíviene el nombre de Edipo, que en griego significa ”el de los pies hinchados”- y se alejó del lugar con apesadumbrado semblante. Los llantos y gemidos del niño fueron oídos por un pastor que no lejos de allí guardaba los rebaños del rey de Corinto. El hombre se acercó hasta el, nunca mejor llamado, árbol fatídico y con gran premura libró al niño de toda atadura y lo llevó con él hasta la corte de su amo; una vez aquíse lo presentó a Polibio, que a la sazón gobernaba la ciudad de Corinto. Este y su esposa adoptaron al niño, ya que no habían tenido hijos, y lo criaron con ternura y cariño, y le pusieron por nombre Edipo. El tiempo pasaba y el niño se hizo joven; su destreza en los juegos gimnásticos, y su fuerza y valor, causaban admiración entre sus compañeros y amigos. Pero, en una ocasión, tuvo una pelea con otros muchachos de su misma edad y uno de ellos, envidioso de las cualidades de Edipo, lo insultó de manera muy especial, ya que le echó en cara que él no era hijo de los reyes de Corinto. En cuanto Edipo oyó tal aseveración corrió a palacio y, una vez en presencia de quienes hasta entonces había tenido por sus progenitores, les inquirió para que le sacaran de dudas. El rey de Corinto le confesó todo lo que sabía de él y Edipo, consternado, partió para Delfos a preguntarle al oráculo cuál era su verdadero origen, La respuesta que el joven escuchó por parte del oráculo lo sumió aún más en la desesperación pues, en realidad, nada concreto se desprendía de una predicción tan terrible como aquélla: ”no retornes jamás a tu país natal si no quieres ocasionar la muerte de tu padre y casarte con tu madre”. Desde entonces, Edipo decidió no volver más a Corinto, pues consideraba que allí estaba su patria y, por lo demás, aún no se hacía a la idea de que quienes habían sido hasta ahora sus bienhechores, no fueran también sus progenitores.

LA ESFINGE

PERO la fatalidad quiso que Edipo se encontrara en el camino de vuelta con unas personas que le ordenaron, con modales bruscos, que se apartara. El joven, que aún no se había repuesto de su reciente consternación y que, por lo mismo, Todavía se hallaba un poco trastornado, no pudo soportar la arrogancia de aquellos desconocidos y se enfrentó a ellos. En la refriega perdió la vida el más anciano de todos que,!oh destino arbitrario!, era el propio padre de Edipo. Parte de la profecía del oráculo se había cumplido, aunque el joven aún lo ignoraba y, por ello, siguió su camino con la intención de encontrar, en algún lugar, pruebas o datos de la existencia y personalidad de sus verdaderos padres.


    Por entonces, Ia ciudad de Tebas -que ya se había quedado sin rey, pues se decía que un forastero le había asesinado sin causa justificada- y todos sus habitantes se sentían atemorizados por un extraño monstruo que asolaba aquella comarca y al que denominaban la Esfinge. Todos los días se cobraba una nueva víctima el horrendo animal pues, desde lo alto de una colina, esperaba a los viajeros para proponerles la resolución de un enigma. Si el caminante increpado por la Esfinge no era capaz de resolverlo, el horrendo monstruo lo devoraba al instante. Un gran número de tebanos había sucumbido ya ante sus garras por lo que se tomó la decisión de conceder el trono de ”la ciudad de las siete puertas” y la mano de la reina viuda a quien librara a Tebas, para siempre, de la Esfinge.

DESIGNIOS QUE SE CUMPLEN

    EDIPO, que a la sazón se había adentrado en la región de Beocia con el objeto de llegar hasta la ciudad de Tebas, se vio sorprendido en el camino por una especie de ave de gigantescas alas que tenía la cabeza y las extremidades de una mujer, el cuerpo de un león, la cola cual serpiente y las garras de un felino. Era la Esfinge que, en un santiamén, había retenido al muchacho y le planteaba el siguiente enigma: “?Cuál es la criatura que tiene cuatro pies por la mañana, dos a mediodía y tres al anochecer y que, al contrario que otros seres, es más lento cuántos más pies utiliza al andar?”

    En cuanto el joven Edipo se recobró del susto que le había producido la visión de tan horrible animal, respondió con decisión y seguridad: “!El Hombre! ”

    Cuentan las crónicas que, puesto que la respuesta fue correcta, y el enigma resuelto, la Esfinge se tiró a un precipicio desde lo alto de la misma roca en la que solía apostarse para esperar a los incautos viajeros. Nunca más se supo de ella y Edipo se convirtió al instante en un héroe celebrado por todos los ciudadanos tebanos. Se casó con Yocasta, la reina viuda, y accedió al trono de Tebas. Ya estaba cumplida la predicción del oráculo en su totalidad pues la esposa de Edipo era su verdadera madre. Y, aunque el joven héroe no lo sabía, los dioses -que conocían el verdadero origen de Edipo y las causas por las que había sido separado, apenas recién nacido, de los suyos- pronto mostrarían su ira ante el incesto que se acababa de producir entre dos mortales que eran madre e hijo.

DURA DECISION


    TRANSCURRIÓ el tiempo, no obstante, y apenas acontecimiento novedoso alguno venla a turbar la paz de los tebanos. Yocasta había engendrado cuatro hijos de Edipo, dos varones -Etéocles y Polinice-, y dos mujeres: Antígona e Ismene.

    Más, aunque tarde, los dioses permitieron que la calamidad visitará a la región de Beocia. Una enfermedad incurable comenzó a hacer mella en la población de Tebas. Nada podían contra esta peste ni la ciencia ni los sacrificios a los dioses; hombres, mujeres y animales morían indiscriminadamente. Consultado el oráculo, con el fin de hallar la causa de tanto daño, éste informó a los ciudadanos de Tebas lo siguiente: “La desolación y la muerte se alejarán de la ”ciudad de las siete puertas” cuando el asesino de Layo, vuestro anterior rey, sea expulsado de Tebas”. En cuanto los mensajeros de Edipo le comunicaron la respuesta del oráculo, el joven rey se apresuró a ordenar una investigación minuciosa sobre todos los pormenores que rodearon la muerte del anciano Layo y, hasta él mismo, se dispuso a visitar al adivino más prestigioso de la época, es decir, al ciego Tiresias. Este se negaba, en principio, a responder a las preguntas de Edipo pero, en cuanto se le advirtió que podría sobrevenirle un cruel castigo si persistía en su silencio, no tuvo más remedio que desvelar todo lo que sabía. Y, de este modo, Edipo se enteró de que él mismo había matado a su padre y, además, se había casado con su madre. Enseguida se sintió ruin y despreciable, y tan indigno de ver la luz, que se automutiló clavándose alfileres de bronce en sus ojos. A continuación fue expulsado de Tebas por sus propios hijos y sólo Antígona -la menor de todos los hermanos- le acompañó y le guió hasta Colona, en la región del Ática. Aquí le esperaba, no obstante, Teseo que acogió con hospitalidad a Edipo y a su abnegada hija Antígona. En cuanto a Yocasta, sintió tales remordimientos por haberse desposado con su propio hijo, y le asaltó tal horror ante las consecuencias de tan horrible acto, que se ahorcó con un cordón que previamente había amarrado a una viga de las salas palaciegas.

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