Don Julio Falcó y D´Adda, Barón de Benifayo, senador por Madrid con carácter vitalicio en tiempos de Amadeo I de Saboya, dio fama y nombre, a la Isla Mayor, también conocida como la Isla del Barón.
Se trata de una isla situada en el centro del Mar Menor, y como su propio nombre indica, es la isla de mayores dimensiones tanto de ese mar como de toda la región. Tiene 94 hectáreas, y una forma cónica de 104 metros de altitud. Se trata de una propiedad privada, y por tanto está prohibido desembarcar en ella. De los propietarios se puede decir que ha pasado por las manos de la familia Romanones, y Natalia Figueroa (esposa del cantante Raphael). Hoy día esta siendo fruto, como otras tantas zonas de la región, de la especulación inmobiliaria.
El mencionado Barón mandó construir en ella un palacio de estilo neomudéjar, conocido como la casa del barón, que todavía hoy se conserva.
Los viejos pescadores cuentan que a la Isla del Barón, fue a vivir una princesa rusa para casarse por compromisos familiares con Julio Falcó. Pero el caballero nunca consiguió enamorar a la joven. Al atardecer, era fácil ver a la princesa sola, sentada frente al mar, en la conocida como cala del contrabandista. Durante horas observaba en silencio el horizonte con la mirada perdida, sumida en una honda tristeza. El Barón, mientras tanto, atendía a los muchos invitados, todos ellos nobles de la época que, casi a diario, acudían a las fiestas que organizaba en la isla. La joven, sin embargo, escapaba, en cuanto podía, a pasear por la isla. Lo que producía en el Barón cada vez más rabia e impotencia. Hasta que llegó a la conclusión de que la princesa nunca sería suya, que nunca lo amaría ni respetaría como esposo.
Una noche, durante una de las fiestas, la joven rusa abandonó el bullicio de palacio para perderse en sus pensamientos en la cala del contrabandista. El Barón vio su oportunidad y mandó a un criado a matarla, ya no soportaba más sus continuos desplantes.
Nadie volvió a ver a la bella princesa con vida. Desde entonces, cuentan algunos pescadores que en los atardeceres puede verse en la cala a una muchacha rubia que, como una sombra, se desvanece al contacto con el agua
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