miércoles, 20 de febrero de 2019

La casa de los descabezados

Sería el cronista romántico, Ivo de la Cortina, el que recogiera con hábil descripción la que fue conocida como la Casa de los Descabezados y que fue propiedad de la familia de los Guzmanes. Diciendo de ella que poseía “un pórtico de bellas proporciones, dos columnas audazmente truncadas por su base flanqueando el balcón, y sobre ellas sendas peanas que sustentaban dos caballeros tallados en piedra y misteriosamente decapitados, que constituían la esotérica ornamentación de la fachada”.

 

  En tiempos de Alfonso X el Sabio, el señor del palacio anteriormente descrito, entró con violencia en un cercano convento de clausura para llevarse consigo una bella novicia allí recluida por voluntad propia, hecho que la historia ha interpretado como un arrebato de amor. Las monjas del convento acudieron al rey para darle cuenta de lo sucedido. El monarca respondió ordenando a sus tropas acudir a la casa del presunto raptor de la joven, con órdenes de liberarla a ella y apresarlo a él.

  Aquel hombre hizo frente, como  pudo, a los hombres del rey, encerrándose en el palacio y decidido a aguantar cuanto pudiera.

  Cuando se vio cercado, y en clara situación de derrota, fue en busca de la joven y con su propia espada la degolló con violencia, arrojando la cabeza sobre los soldados que querían darle presa. Al parecer, seguidamente y como fruto del enfrentamiento, una madeja de llamas y humo dio muerte al asesino.

  Cuando el rey vio la imposibilidad de dar justicia al incauto raptor, ordenó el destierro de familiares y servidumbre. Como no fue posible encontrar a sus dos únicos hijos varones, se dispuso que fueran decapitadas las dos estatuas que en la fachada principal los representaba.

 

  Este palacete estuvo situado en la calle que llevo por nombre, De los Descabezados, hasta 1893 cuando fue rebautizada como calle Siervas de Jesús. Años antes del cambio de nomenclatura, en 1832, fue demolida la misteriosa casa, hundiéndose con ella el extraño pasado que siempre la rodeó.

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