Mayo es el mes en el que la localidad murciana de Caravaca de la Cruz, se transforma en una enorme fiesta en la que todos sus habitantes se vuelcan en las calles y donde los que vienen de fuera se sienten como en su propia casa. Se trata de una celebración en la cual la cruz de Caravaca toma una especial, más si cabe, importancia.
Por desgracia, la cruz venerada no es la auténtica, ya que esta fue robada en extrañas circunstancias en el año 1934. Y que contenía un gran pedazo de la cruz en la que, supuestamente, fue crucificado Jesús. La actual, réplica de la primera, sólo contiene lo que serían unas pocas astillas de dicha reliquia.
La tradición nos hace remontarnos hasta el s.XII, concretamente al 1232. El escenario, el castillo de Caravaca. En el que se instaló el sayid almohade Abu-Zeit.
Entre los prisioneros cristianos del sayid, se hallaba un sacerdote llamado Gines Pérez de Chirinos que, al ser preguntado por su oficio, vino a responder que "lo suyo era decir misa".
Esta original respuesta llamó la atención del sayid, que le pidió que hiciera esta ceremonia para tener conocimiento de un ritual que se le antojaba extraño. El sacerdote dijo que sin los elementos oportunos no era posible llevar a cabo el oficio, por lo que solicitó todo aquello necesario olvidándose de algo de vital importancia, una cruz.
Llegado el momento y ante el sayid, Chirinos se percató de tal descuido provocando en él un profundo desconsuelo que se recoge en este texto:
“...Señor, una de las cosas mejores (más importantes) para decir misa me falta (mengua) y dijo el rey: que cosa es; Y dijo el clérigo: Señor, la cruz (y) es hecha de (esta) manera, y con sus dedos hizo la figura de la cruz (figuró), y entonces el rey miró hacia el altar y vio la Santa Vera Cruz y dijo ¿es esta que esta en el altar? Y entonces el clérigo miro hacia el altar y tomo la cruz y comprendió que esto era un gran milagro que venía de Dios...”.
Este hecho, milagroso o increíble, hizo cambiar la mentalidad del sayid, propiciando su conversión, la de toda su familia y siervos.
Pero es que según la tradición, la misteriosa cruz, no sólo se habría materializado por arte de magia, sino que le habría desparecido a su propietario ante varios testigos y traída por dos “Ángeles” hasta Caravaca. Según la tradición el lignum crucis que Santa Elena, madre del emperador Constantino, formo ensamblando cinco trozos del madero de la crucifixión de Jesús y que regalo al patriarca Roberto, el primer obispo que tuvo Jerusalén, fue la cruz que apareció en Caravaca. Cuando el patriarca estaba a punto de coronar al emperador Federico unos “Ángeles” bajaron del cielo y le arrebataron sin más vuelta de hoja la cruz, haciéndola aparecer en Caravaca.
Aunque, no obstante, existe otra teoría más aceptada para justificar la presencia de la cruz en la localidad murciana.
Habrían sido los templarios los que, a petición del todavía príncipe Alfonso X el Sabio, la trasladaron desde la iglesia de Veracruz de Segovia en 1234. Recibiendo también el encargo por parte del príncipe la defensa militar de la zona.
Aunque cierto es, no se sabe con seguridad el año en el que los templarios se hicieron cargo del castillo y de la cruz, algunos autores sostienen que fue en 1244.
No obstante, aunque exista un ligero baile de fechas, la presencia templaria es un hecho cierto, como queda demostrado en el símbolo cristiano presente en la fachada del castillo.
La popular fiesta conocida como “los caballeros del vino” proviene en realidad de la época templaria y de un hecho histórico acaecido cuando los moros sitiaban la localidad.
La historia cuenta que pasó largo tiempo sin que los soldados moros se fueran, y las aguas del aljibe de la fortaleza empezaron a descomponerse. Fue así que salieron del castillo a caballo atravesando todo el cerco para llegar a un paraje conocido como “el campillo”, llenaron de vino todos los pellejos (utilizado antiguamente para contener líquidos) que podían transportar, y volvieron a cruzar todo el trayecto de subida al castillo. Bañaron en vino la santa reliquia y bebieron de ella recuperando las fuerzas para sostener la defensa.
Como decíamos al principio la cruz que hoy podemos contemplar no es la auténtica, que fue robada del santuario en 1934. Quién la robo y porqué, sigue siendo un misterio, cómo su actual paradero. Lo cierto es, que este hecho ha suscitado todo tipo de opiniones, entre ellas, que se trató de un robo templario. Modernos caballeros de la Orden del Temple, que la habrían puesto a buen recaudo en previsión de la guerra que estaba por comenzar en España.
Lo cierto es, que todo lo relativo a la cruz está envuelto de misterio, como se demuestra en el hecho que el juez instructor del caso tras recibir amenazas de muerte abandonara el caso. Su suplente, Manuel Martínez Alcaina, fue asesinado de un disparo. Pero eso son otras cuestiones que veremos más adelante.
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