miércoles, 27 de febrero de 2019

Zeus el divino, su culto.

No existe apenas pueblo, ciudad o región alguna del mundo helénico que no se haya vanagloriado de los amores de Zeus. Del mismo modo, la mayor parte de las familias de las leyendas heroicas se vinculan al dios, incluso los mitólogos historicistas han establecido diversas genealogías divinas y heroicas y se han atrevido a dar cronologías de las mismas. Así por ejemplo, fijan los amores de Zeus con lo en el siglo XVIII o XVII a. C., los de Zeus y Egina y Zeus y Dánae en el siglo XIV a. C…

  En cuanto a la descendencia, Aquiles y Ayax descienden del padre de los dioses por la ya citada Egina; los troyanos procedían de Dárdano, habido de Zeus y la pléyade Electra; los cretenses se decían sucesores de los hijos tenidos con Europa; los lacedemonios o espartanos se remontaban a los amores del dios con la ninfa Taigete; los aqueos provenían de Ptia, otra amante; los arcadios de Calisto y Zeus, de quien nació Arcas; los tebanos de Cadmo; y los argivos de Argos descendían como los pelasgos de Zeus y Níobe.

  Zeus interviene también en la mayoría de leyendas heroicas. Así por ejemplo, en la Iliada asistimos a una conjura tramada contra él por su esposa Hera, que debía estar harta de sus infidelidades, Atenea y Posidón: una especie de golpe olímpico que tenía por objeto encadenarlo, y del que fue salvado por Egeón, de prodigiosa fuerza. Le vemos también actuar de mediador en las querellas entre los dioses, en los famosos trabajos de Heracles, etcétera.

  Su culto fue fervoroso, al igual que el de los romanos a Júpiter, su versión latina. Le estaba consagrada la encina, porque según otra tradición había enseñado a los hombres a alimentarse con bellotas. Sus oráculos más célebres, en donde se le consultaba el porvenir, fueron los de Dodona en Grecia y Ammón en Libia. Abundaron sus santuarios y entre ellos el más famoso fue el de Olimpia o de Zeus Olímpico, que inauguró los juegos de este nombre en su honor el año 776 a. C.

  Era representado por los artistas griegos con cabeza enérgica, larga cabellera y poblada barba, empuñando un cetro rematado por un águila, cubierto a veces con la piel impenetrable de la cabra Amaltea, la cual sembraba el espanto al agitarla, y enarbolando como arma principal el rayo que para él forjaron los Cíclopes cuando luchó contra los titanes.

  Insistamos en que sus aventuras amorosas, así como las de sus «colegas», no deben escandalizarnos. A veces hemos introducido en ella un lenguaje actual, un poco para hacerlas más amenas, e incluso debemos arrepentimos por haber en algún caso ironizado en aras de una mayor amenidad y comprensión. Pensemos que la mentalidad helénica era realista y racional y si imaginó una religión antropomorfa, lo más fácil para su entendimiento por lo que respecta a poblar el Universo y el mundo de seres no era crear, sino procrear, que es la única forma como los humanos podemos semejarnos al Creador.

  Por otra parte, el erotismo de la Mitología griega nunca es ni chabacano ni pornográfico, la poesía que nos lo cuenta son piezas modelo dentro de la literatura universal, por eso han quedado como clásicas y el arte de todos los tiempos: pintura, escultura… se ha inspirado continuamente en ella, comenzando con los amores de Zeus uniéndose a Dánae en forma de lluvia, a Leda como cisne, a lo envuelta en una nube, a Europa como un hermoso toro… y a Ganimedes en forma de águila.

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