martes, 26 de febrero de 2019

Símbolos:La Oración de Ibn Mashish

(as-salât al-mashîshiyah)

  El sufí marroquí ‘Abd es-Salâm Ibn Mashîsh[95], maestro de Abûl-Hasán ash-Shadilí –fundador de la orden shadilí- fue el polo (qutb) espiritual de su época. Murió en el año 1228 de la era cristiana, en su ermita del monte al-‘Alam, del macizo rifeño; su tumba en la cumbre de dicha montaña es uno de los lugares de peregrinación más venerados de todo el Magreb.

  De él no se posee más que un texto, su célebre oración por el Profeta, que se recita en todas las cofradías de filiación shadilí, y que es como un resumen de la doctrina sufí del Hombre universal (al-insân al-kâmil). Vamos a dar aquí una traducción y luego comentaremos todos los pasajes difíciles.

  Recordemos que toda oración por el Profeta se refiere implícitamente a esta exhortación coránica: “Dios y Sus ángeles bendicen al Profeta; oh, los que creéis, bendecirle y deseadle la paz” (XXXIII, 55).

  El verbo árabe sallâ, que traducimos por “bendecir”, significa también “rogar”; la palabra salât, de la misma raíz, designa la oración y más particularmente la oración ritual, si la acción procede del hombre, al mismo tiempo que la bendición o la efusión de la gracia, si la acción procede de Dios.[96]

  “Oh Dios mío (Allâhumma), bendice a aquel del que derivan los secretos y brotan las luces, en el que ascienden las realidades, y sobre el cual fueron descendidas las ciencias de Adán, de modo que volvió impotentes las creaturas, y los entendimientos empequeñecen con respecto a él, de manera que nadie entre nosotros, ni predecesor ni sucesor, puede comprenderlo.

  “Los jardines del mundo espiritual (al-malakût) se adornan de la flor de su belleza, y los estanques del mundo de la omnipotencia (al-ŷabarût) rebosan por el flujo de sus luces.

  “No existe cosa alguna que no esté enlazada a él, porque, como se ha dicho: De no ser por el mediador, todo lo que de él depende desaparecería. (Bendícelo!, oh Dios mío) por una bendición tal como le corresponde por Tí de Tu parte, según lo digno que es de ello.

  “Oh Dios mío, él es Tu secreto íntegro, que Te demuestra, y Tu velo supremo puesto ante Ti.

  “Oh Dios mío, úneme a su posteridad y justifícame por su cuenta. Haz que lo conozca por un conocimiento que me salve de los abrevaderos de la ignorancia y apague mi sed en los abrevaderos de la virtud. Ponme en su camino, arropado de Tu ayuda, hacia Tu presencia. Golpea por mí la vanidad para que pueda destruirla. Sumérgeme en los océanos de la Unidad (al-ahadiyah), sácame de los cenagales del tawhîd, y ahógame en la fuente pura del océano de la Unicidad (al-wahdah) a fin de que no vea ni oiga ni sea consciente ni sienta sino por ella. Y haz del Velo supremo la vida de mi espíritu, y de su espíritu el secreto de mi realidad, y de su realidad todos mis mundos, por la realización de la Verdad primera.

  "Oh Primero, oh Ultimo, oh Exterior, oh Interior, escucha mi llamada, así como escuchaste la llamada de Tu servidor Zacarías; socórreme por Ti hacia Ti, ayúdame por Ti hacia Ti, une entre yo y Tú, y desliga entre yo y otro-que-Tú: ¡Allâh, Allâh, Allâh! En verdad, El que te ha impuesto el Corán como ley, te devolverá al término prometido." (Corán, XXVIII, 85).

  "Señor nuestro, concédenos Tu misericordia y depáranos una buena conducción de nuestra empresa." (Corán, XVIII, 10).

  "En verdad, Dios y Sus ángeles bendicen al Profeta; oh, los que creéis, bendecidle y deseadle la paz." (Corán, XXXIII, 56).

  “Que las gracias (salawât) de Dios, Su paz, Sus salutaciones, Su misericordia y Sus bendiciones (barakât) sean con nuestro señor Muhammad, Tu servidor, Tu profeta y enviado, el profeta iletrado, y sean con su familia y sus compañeros (gracias) tan numerosas como lo simple y lo impar y como las palabras perfectas y benditas de nuestro señor.

  "Exaltado sea Tu Señor, el Señor de la gloria, por encima de lo que Le atribuyen, y que la paz sea con los enviados. Loar a Dios señor de los mundos" (Corán, XXXVII, 179-182).

  * * *

  “Oh Dios mío (Allâhumma), bendice a aquel del que derivan los secretos y brotan las luces …”

  Hay complementarismo entre los “secretos” (asrâr), y las “luces” (anwâr), pues los primeros son predisposiciones latentes, del hombre o el cosmos, mientras que las segundas son “efluvios” o “fulguraciones” del Ser que responden a los “secretos” y actualizan sus potencialidades sin revelar nunca su fondo. Se llama “secreto” (sirr) a lo más recóndito del alma, “lugar” u órgano de la contemplación de las “luces”: “Las luces divinas –escribe el sufí Ibn ‘Atâi-Llâh al-Iskandârí en sus Hikam- afluyen según la pureza del secreto”. Éste es semejante a un espejo que refleja las realidades divinas y las polariza, en cierto modo, según su disposición (isti’dâd).

  En la medida en que el “secreto” se sitúa del lado de las potencialidades, desempeña un papel pasivo con respecto a las “luces”, que son como prolongamientos del fiat lux; pero por su fondo insondable, se identifica a la “esencia inmutable” (al-‘ayn aththâbitah) del ser, al arquetipo que no “sufre” ningún acto exterior a sí mismo, puesto que contiene eminente e indistintamente todo lo que la conciencia individual realiza en modo existencial y sucesivo.

  Esto nos permite considerar la relación entre “secretos” y “luces” en toda su amplitud universal, correspondiendo a los arquetipos los primeros, y las segundas a las Cualidades divinas, que son las fuentes mismas de la Existencia. Según cierto aspecto de las cosas, las “luces” dan existencia a los “secretos”, no-manifestados como tales; manifestándolos, los velan al mismo tiempo. Y según otro aspecto, complementario del primero, los “secretos” polarizan las “luces” diferenciando la luz del Ser.

  Los arquetipos, indistintamente contenidos en la Esencia divina, se distinguen primero, de una manera principal, en el Intelecto primero (al-‘aql alawwal), y por él se transparentan, en cierto modo, en el cosmos; así, “derivan” de él y se “escinden” a partir de él.[97] Del mismo modo, la Luz divina se rompe a través del prisma del Intelecto en múltiples “luces”.

  El Intelecto primero es como el “istmo” (barzaj) entre los dos mares de lo increado y lo creado, del Ser puro y la existencia, la cual es relativa. Según un dicho del Profeta, el Intelecto es la primera cosa que Dios creó; sin embargo, no difiere del Espíritu (ar-rûh), que implica a la vez un aspecto creado, angélico, y un aspecto increado o divino.[98]

  En cierto sentido, el Intelecto es como la consciencia del Espíritu, y éste es como la vida del Intelecto. Si en el Islam no se habla del “Intelecto divino”, cuando se habla, en cambio, del “espíritu divino”, es porque tan sólo este último “emana” de Dios a la manera de un aliento que atraviesa todos los grados del Ser; el Intelecto es estático, por decirlo así, y no puede definirse de otro modo que por su objeto; si éste es el universo creado, el Intelecto mismo es creado, mientras que no es ni creado ni “intelecto” en cuanto que tiene por objeto inmediato al Absoluto, pues, en este aspecto, ninguna cualidad propia lo distingue de la Esencia divina; él es lo que él conoce[99].

  Las dos “caras” del Intelecto, vuelta una hacia Dios y la otra hacia el mundo, están indicadas en este dicho del Profeta: “Lo primero que creó Dios es el Intelecto (al-‘aql). Le dijo: recibe (o: vuélvete hacia Mí, iqbal), y él recibió; le dijo luego: transmite (o: aparta la vista, idbar), y transmitió”. Citemos además el siguiente dicho del Profeta, que se refiere igualmente al Intelecto, simbolizado por el Cálamo supremo (al-qalam-al-a’lâ): “Lo primero que creó Dios es el Cálamo. Le dijo: ¡escribe! Él respondió: ¿qué voy a escribir? Díjole Dios: escribe Mi ciencia respecto a Mi creación hasta el día de la resurrección”. De esto resulta que el Intelecto es creado en cuanto instrumento cósmico, mientras que la ciencia que transcribe –o el conocimiento que refracta- es de esencia divina.

  Así, el Intelecto primero es el mediador universal, y con él se identifica el Profeta por el secreto mismo de su función.

  “… en el que ascienden las realidades, y sobre el cual fueron descendidas las ciencias de Adán”.

  El Intelecto primero es al cosmos entero lo que el Intelecto reflejado es al hombre. Así, el hombre cuya conciencia íntima es el Intelecto primero mismo, es a la vez hombre y ser cósmico total; su corazón es el corazón del universo, y todos los elementos del cosmos son como modalidades, no de su naturaleza individual, sino de su naturaleza intelectual y universal; es el “Hombre universal” (alinsân al-kâmil). En él las realidades (haqâiq) “ascienden” por la reintegración perpetuamente obrada por el Intelecto, y también en él “descienden” por la reflexión de las verdades universales en el espíritu humano: según el Corán, Dios enseñó a Adán los “nombres” de todas las cosas (II, 31).

  “… de modo que volvió impotentes las creaturas, y los entendimientos empequeñecen con respecto a él, de manera que nadie entre nosotros, ni predecesor ni sucesor, puede comprenderlo”.

  El Todo hace impotente a la parte, en el sentido de que la parte nunca puede abarcar el Todo. Ocurre lo mismo con el “Hombre universal”, que, según esta perspectiva, no es otro que Muhammad: Muhammad, en cuanto último de los profetas en el tiempo y “sello” de la función profética, representa –en virtud de la analogía inversa entre el Cielo y la Tierra- la más completa manifestación terrestre del Mediador universal, el Intelecto primero; en las demás religiones, la preminencia del fundador respectivo tiene por base otro aspecto metafísico, como la “Encarnación” o la “Iluminación”.[100]

  “Los jardines del mundo espiritual (al-malakût) se adornan de la flor de su belleza, y los estanques del mundo de la omnipotencia (al-ŷabarût) rebosan por el flujo de sus luces”.

  El Mediador universal, el Intelecto primero, es como un espejo que reverbera la Belleza divina. Con arreglo a Plotino –cuya doctrina fue confirmada y completada por los sufíes- el Intelecto primero (nous) contempla sin cesar al Uno, proyectando, sin poder agotarlos, los contenidos de su contemplación en el Alma universal, que lo contempla. En ella se sitúan los jardines del malakût. En cuanto a los “estanques” del mundo de la omnipotencia, son los “depósitos” de la no-manifestación, contenidos en el Ser puro, del que brota la existencia, que, en su pureza original, no es otra cosa que la “luz muhammadiana” (an-nûr al muhammadî). (Según un dicho del Profeta, “Dios tomó un puñado de Su luz y le dijo: ¡sé Muhammad!”.

  “No existe cosa alguna que no esté enlazada a él, porque, como se ha dicho: De no ser por el mediador, todo lo que de él depende desaparecería. (Bendícelo!, oh Dios mío) por una bendición tal como le corresponde por Ti de Tu parte, según lo digno que es de ello”.

  Según los sufíes, la bendición o la efusión de gracias (salât) de que Dios colma al Profeta, no es otra que la irradiación (taŷallî) de la Esencia divina, que se derrama eternamente en el cosmos, cuya síntesis es Muhammad. Pedir la bendición de Dios sobre el Profeta, es, pues, conformarse al acto divino y participar en él intencionadamente; por eso la tradición asegura que aquel que bendice al Profeta, se atrae la bendición del universo entero.[101]

  “Oh Dios mío, él es Tu secreto íntegro, que Te demuestra, y Tu velo supremo puesto ante Tí.

  La “realidad esencial” (haqîqah) del Mediador, su raíz en Dios, si cabe expresarse así, no es otra que la primera autodeterminación (ta’ayyûn) divina, el Ser (al-wujûd) en cuanto se separa en cierto secreto o un misterio, pues ¿cómo puede lo indeterminado determinarse a sí mismo? Por una parte, la primera determinación “demuestra” a Dios, pues lo indeterminado es incomprensible; por otra Lo vela limitándolo en cierta manera; Lo revela y Lo vela al mismo tiempo.[102]

  “Oh Dios mío, úneme a su posteridad[103] y justifícame por su cuenta. Haz que lo conozca por un conocimiento que me salve de los abrevaderos de la ignorancia y apague mi sed en los abrevaderos de la virtud. Ponme en su camino, arropado de Tu ayuda, hacia Tu presencia. Golpea por mí la vanidad para que pueda destruirla”.

  Estas últimas palabras son una paráfrasis del versículo coránico: “Pero lanzaremos la verdad (alhaqq) contra la vanidad (al-bâtil), de modo que la destroce, y he aquí que se desvanece” (XXI, 17).[104] Es como si el maestro dijese: haz que mi espíritu se identifique con la Verdad divina (alhaqq), que es lo único que trasciende y destruye la ilusión de este mundo.

  “Sumérgeme en los océanos de la Unidad (al-ahadiyah), sácame de los cenagales del tawhîd”.

  Como al-tawhîd significa normalmente la atestación de la Unidad, o por extensión, la unión a Dios, la petición de Ibn Mashîsh es paradójica; a lo que alude con ella es a la confusión de lo creado y lo increado; es como si dijese: presérvame de las trampas que la doctrina de la Unidad, mal comprendida, tiende a los embriagados, que no saben ya distinguir entre el Señor y el servidor.

  “Y ahógame en la esencia (o la fuente) (‘ayn) pura del océano de la Unicidad (al-wahdah) a fin de que no vea ni oiga ni sea consciente ni sienta sino por ella”.

  Alusión al dicho sagrado (hadîth qudsî): “Mi servidor no cesa de acercarse a Mí hasta que lo amo, y cuando lo amo, Yo soy el oído por el que oye, la vista por la que ve, la mano con la que coge y el pie con el que camina; y si algo Me pide, Yo le daré ciertamente”. Según esta parábola de la unión, el servidor no deja de ser servidor, pero su naturaleza humana está como penetrada y englobada por la Realidad divina.

  En la Unidad en el sentido de al-ahadiyah, todas las huellas de la creatura o del servidor se borran, mientras que en la Unicidad en el sentido de al-wahdah, la creatura aparece en Dios, la multiplicidad en la unidad y la unidad en la multiplicidad. El primer estado corresponde, pues, a la extinción (fanâ) y el segundo a la subsistencia (baqâ) en Dios.

  Y haz del Velo supremo la vida de mi espíritu, y de su espíritu el secreto de mi realidad, y de su realidad todos mis mundos …”

  Es decir: Haz que la primera de todas las determinaciones, el Ser, sea la esencia misma de mi espíritu, que el Mediador universal sea el secreto de mi realidad espiritual (haqîqah), y que su propia realidad espiritual se asimile todas las modalidades de mi existencia.

  “ … Por la realización de la Verdad primera”.

  De la que dice el Corán: “No creamos los cielos y la tierra y lo que hay entre los dos sino por la verdad (XV, 84). Dios mismo es llamado “La Verdad” (al-haqq).

  "Oh Primero, oh Ultimo, oh Exterior, oh Interior”. Estos nombres divinos se mencionan en el Corán en este mismo orden.

  “Escucha mi llamada, así como escuchaste la llamada de Tu servidor Zacarías”.

  Que imploró a Dios que no lo dejara sin heredero; Dios la atendió a pesar de su edad y la esterilidad de su mujer (Corán, III, 37 ss.).

  “Socórreme por Ti hacia Ti, ayúdame por Ti hacia Ti, une entre yo y Tú, y desliga entre yo y otro-que-Tú: ¡Allâh, Allâh, Allâh! En verdad, El que te ha impuesto el Corán como ley, te devolverá al término prometido." (Corán, XXVIII, 85).

  La última frase es un versículo del Corán, dirigido al Profeta cuando la huida (hiŷrab) a Medina. Aquí, se refiere al exilio del espíritu en el mundo: al que Lo invoca, Dios le promete devolverlo a su verdadera patria, la eternidad o Dios mismo.

  "Señor nuestro, concédenos Tu misericordia y depáranos una buena conducción de nuestra empresa." (Corán, XVIII, 10).

  Es la oración pronunciada, según el Corán, por los siete durmientes de Éfeso, en el momento en que se refugiaron en la caverna. Ésta es la imagen por excelencia del aislamiento (ŷalwah) del contemplativo en su propio interior.

  "En verdad, Dios y Sus ángeles bendicen al Profeta; oh, los que creéis, bendecidle y deseadle la paz." (Corán, XXXIII, 56).

  “Que las gracias (salawât) de Dios, Su paz, Sus salutaciones, Su misericordia y Sus bendiciones (barakât) sean con nuestro señor Muhammad, Tu servidor, Tu profeta y enviado, el profeta iletrado, y sean con su familia y sus compañeros (gracias) tan numerosas como lo simple y lo impar y como las palabras perfectas y benditas de nuestro señor.

  Las gracias de que colma Dios a su creatura primera y global son innumerables y sin fin como Sus palabras creadoras.

  "Exaltado sea Tu Señor, el Señor de la gloria, por encima de lo que Le atribuyen, y que la paz sea con los enviados. Loar a Dios señor de los mundos" (Corán, XXXVII, 179-182).

 
   

    Barakatu Muhammad. La bendición de Muhammad, la

 influencia espiritual del Profeta, que el sufismo transmite.
Barakatu Muhammad. La bendición de Muhammad, la

 influencia espiritual del Profeta, que el sufismo transmite

  [95] También existe la forma Ibn Bashîsh (“hijo de un hombre de rostro sereno”), que parece ser la forma árabe original de este nombre patronímico, explicándose la mim de Ibn Mashîsh (o bien Mashîsh) por la asimilación –típicamente magrebí- de la bâ a la nûn precedente. <<
  
     [96] Sobre el significado general de la oración por el Profeta ver: Frithjof Schuon, Comprende l’Islam, París, 1976, pp. 112 y ss. <<


     [97] El verbo árabe inshaqqa, que emplea nuestro texto, tiene ambos sentidos. <<
  
     [98] Sobre el aspecto angélico del Espíritu, ‘Abd al-Karîm al-Yîlî escribe: “Es el ángel que los sufíes llaman: la Verdad por la cual son creadas (las cosas). También es la Realidad Muhammadiana (al-haqiqat al-muhammadiyah). Dios miró a este ángel mirándose a Sí mismo; lo creó de Su luz y creó de él el mundo …” (Al-insân al-kâmil, capítulo sobre ar-rûh). Sobre el aspecto divino del Espíritu, escribe: “El Espíritu Santo (rûh al-quds) es el espíritu de los espíritus; trasciende la Existencia, de modo que no se lo puede llamar creado, pues es un aspecto particular de Dios, en virtud del cual subsiste el mundo. Es espíritu, pero no como los demás espíritus, pues es el Espíritu de Dios, y, es él el que fue insuflado a Adán …” (ibíd. … capítulo sobre rûh al quds). <<
  
     [99] “Has de saber que Dios manifestó este Intelecto como una esencia única subsistente por sí misma, limitada (mutahayyiz) según cierta escuela y no-limitada según otra, siendo más acertada esta última opinión …” (Muhyi-dîn Ibn ‘Arabí, ad-durrat al-baidâ, “La Perla blanca”. <<
  
     [100] En cierto sentido, el nombre de cada uno de los enviados divinos es el nombre del Mediador universal, pero ninguno lo es en el mismo aspecto que los otros. “El Hombre universal es el polo en torno al cual evolucionan las esferas de la existencia desde la primera hasta la última. Es uno solo desde que el universo existe y se manifiesta en las diversas religiones, siendo llamado cada vez a la vista de tal vestidura y con exclusión de las demás. Su nombre original es Muhammad … En cada época lleva el nombre que corresponde a su revestimiento actual; así, yo lo encontré bajo la forma de mi maestro espiritual Sharaf ad-dîn Ismâ’il al-Yabarti …” (‘Abd ad-Karîm al-Yîlî, ob. cit., capítulo sobre Alinsân al-kâmil). <<
  
     [101] Citemos a este respecto algunos dichos del Profeta, transmitidos por diversas cadenas: (El arcángel) Gabriel –la paz sea con él- vino a mí y me dijo: “Oh Muhammad, nadie te bendecirá sin que setenta mil ángeles lo bendigan; y el que los ángeles bendicen estará entre los habitantes del paraíso”. “Si alguien me bendice por veneración, Dios –ensalzado seacreará de su palabra un ángel cuyas alas se extiendan desde el oriente hasta el occidente, los pies se apoyen en la séptima tierra inferior y la nuca se pliegue bajo el trono divino, y Dios dirá a ese ángel: ¡bendice a mi servidor como él bendice a Mi Profeta!, y él lo bendecirá hasta el día de la resurrección”. “Si alguien me bendice una vez, Dios lo bendecirá diez veces; si alguien me bendice diez veces, Dios lo bendecirá cien veces; si alguien me bendice cien veces. <<
  
     [102] Lo cual puede afirmarse también de mâyâ, según la doctrina vedantina. El origen de mâyâ es un secreto insondable, ya que ni es real como el Absoluto, ni irreal como la nada. Así es como consideran los sufíes la “Realidad Muhammadiana” (al-haqîqat al-muhammadiyah) en cuanto primera determinación existencial. <<
  
     [103] Se trata evidentemente de la posteridad espiritual. Señalemos, no obstante, que el propio Abd as-Salâm Ibn Mashîsh descendía del Profeta por Idrîs, el santo fundador de Fez. La existencia de innumerables santos surgidos de la posteridad carnal del Profeta prueba que ésta puede ser como la materia primera de un parentesco espiritual, cuando la vocación y el esfuerzo personales actualizan sus potencialidades. <<
  
     [104] El-bâtil, que traducimos por “vanidad”, significa todo lo falso, efímero e ilusorio. <

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