Poco a poco vamos descubriendo una Murcia insospechada, plagada de misterios, leyendas. El abanico de historias que abundan en esta tierra no podía hacer otra cosa que llevarnos, en este caso, hasta el mar, a la costa murciana. También aquí podemos encontrar un fatídico episodio que precedería en el tiempo al conocido Titanic. Curiosas son las conexiones entre ambos casos, distantes en el calendario por tan sólo seis años.
El Sirio era un trasatlántico a vapor de 7.000 toneladas de peso. Perteneciente a la Compañía General de Navegación Italiana La Veloce de Génova, realizaba sus viajes ordinarios entre su puerto de origen y América, teniendo como principales destinos Brasil, Argentina y Uruguay.
Con 115 metros de eslora, tenía una esbelta y elegante silueta, como casi todos los barcos italianos de la época, que llamaba poderosamente la atención. El Sirio fue construido en Glasgow durante el año 1882 en los astilleros Robert Napier e Hijos y botado el 26 de marzo del año siguiente. El 19 de junio de 1883 partió rumbo al que sería su puerto, Génova, y de allí zarparía el 15 de julio hacia Río de Janeiro, Santos y Buenos Aires en su primer viaje oficial. Un año después, el 21 de julio de 1884, empezaría sus viajes regulares con destino a América.
En 1887 el gobierno italiano, emprendía su política colonial en Etiopía, y la Marina italiana se sirvió de 16 buques mercantes, entre ellos el Sirio, para el transporte de las tropas. A esta etapa pertenece el episodio del abordaje al Sirio por la fragata argentina Presidente Sarmiento que en diciembre de 1899 realizaba un largo viaje por los mares.
Tras este paréntesis, el Sirio volvería a su línea regular entre Génova y las Américas con escalas en los puertos españoles de Barcelona y Cádiz, en torno a 1904 .
La tarde del 4 de agosto de 1906 el Sirio se aproximaba a las costas de Cabo de Palos navegando a toda máquina con el objetivo de ganar tiempo. La mar estaba calma, y el sol comenzaba a flaquear a estribor del buque. Los pasajeros descansaban en sus camarotes.
A las cuatro se escuchó un fortísimo sonido producido por el vientre de hierro del barco. Después de una violenta sacudida, el trasatlántico quedó varado entre las rocas del bajo que hay en las Islas Hormigas, a tan solo de tres millas de distancia de la costa cartagenera.
Primero fue un golpe seco que levantó la proa del buque y la hizo salir del agua. Luego fue un gran chirrido, un estruendo ensordecedor ocasionado por las planchas del fondo que se abrían. En la sala de máquinas y cuartos de calderas el personal de guardia no tuvo la menor opción de salvarse. Murieron aplastados por las planchas del fondo que se abrían a sus pies y la tromba de agua que entraba a toda velocidad. Durante unos segundos el Sirio quedó completamente frenado, inmóvil en un equilibrio inestable sobre las aristas de la piedra en la que había embarrancado. La mayor parte de los pasajeros cayó al suelo debido a la colisión.
En escasos cuatro minutos, un tercio del buque quedó completamente sumergido en las aguas por su popa. Aprovechando el revuelo general el capitán, José Piccone, y sus oficiales fueron los primeros en abandonar el Sirio, en un bote salvavidas, dejando a los pasajeros del vapor abandonados a su suerte. Algunos miembros de la tripulación se despojaron de sus uniformes para confundirse con el pasaje y salvarse más fácilmente. Los viajeros intentaron ponerse a salvo pero, al no tener a nadie que organizara la maniobra, les dio por correr como locos por todo lo largo y ancho del buque.
A bordo del barco iban dos obispos, algunas monjas y varios frailes carmelitas. Cuando se desencadenó la catástrofe, uno de los obispos comenzó a bendecir a los pasajeros que encontraba a su paso.
En otra escena que relataron algunos testigos, un hombre que, ajeno a las idas y venidas, a los gritos y a las carreras de los demás pasajeros, sacaba tranquilamente su revólver y se disparaba un tiro en la sien, escena que nos recuerda algunos de los testimonios sobre un oficial del Titanic.
Viajaban aquella tarde de agosto en el Sirio varios artistas de renombre en la época: los directores de orquesta, maestros Eberna y Hermoso, el tenor italiano de ópera Maristani.
Lo que motivó que el Sirio encallase pudo ser un error de ruta debido a la poca pericia o al descuido de quien en aquel momento pilotara el buque. El oficial que en ese momento dirigía el buque era el tercero, pero conocía su misión y, además, el propio capitán estaba junto a él en el momento del embarrancamiento. El capitán del barco, Piccone, llevaba 46 años navegando y 26 en la Compañía La Veloce, de la que era decano. Conocía a la perfección el oficio y las costas mediterráneas españolas ya que había realizado la travesía más de 20 veces. Por supuesto, y como era de imaginar, todas las cartas de navegación de la época ya recogían la existencia del bajo de las Hormigas.
Piccone atribuyó el naufragio a una desviación de la ruta debido a las corrientes marinas, a una alteración de la brújula u algún otro fenómeno externo. Pero la tarde del 4 de agosto la mar estaba en calma y el buque obedecía correctamente a su gobierno, y no consta nada que haga sospechar avería alguna.
Fuera como fuera el naufragio del Sirio se llevó consigo 400 almas, el reguero de cadáveres comenzó a sucederse arrastrados por la corriente. A continuación, el fétido y penetrante olor se extendió por la zona e hizo imposible la permanencia en los alrededores. Aparte de las decenas de cadáveres que fueron apareciendo en la costa de Cabo de Palos, también se encontraron otros tantos cuerpos en puntos lejanos, y distantes entre si, al siniestro:
- En la playa del Cequión, en Torrevieja, apareció el cadáver de una mujer delgada y elegante. Vestía blusa obscura de seda con adornos blancos y morados, con encajes, y llevaba las iniciales D.M. bordadas. Fue identificada como la tiple Dolores Milanés.
- El domingo 19 unos bañistas encontraron en la playa de Guardamar, en Alicante, otro cuerpo que no pudo ser identificado.
- Varios días después aparecieron en la playa de Águilas los cadáveres de tres mujeres y un niño. No pudieron ser identificadas por encontrarse en avanzado estado de putrefacción.
- El sábado 25 de agosto llegó hasta la Algameca, en Cartagena, el cadáver de un joven de unos quince años.
Durante las semanas siguientes continuaron apareciendo más cadáveres en playas de Santa Pola, Torrevieja y otros puntos de las costas alicantina y cartagenera. Pero el hallazgo más sorprendente fue la aparición de un sacerdote que llevaba una sotana con vivos morados y que no podía ser otra persona que el obispo de San Pablo del Brasil. Su cadáver apareció en la costa africana, cerca de la población de Marsa-El-Kebir (Puerto Grande), en el Golfo de Orán.
Más de cien años después el Sirio forma ya parte de los fondos marinos de Cabo de Palos, observando tranquilo, como su compañero de suerte el Titanic, el paso inexorable del tiempo.
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