miércoles, 27 de febrero de 2019

Diana

Diana, aunque melliza de Apolo, nació la primera, y al considerar las muchas penas y molestias que había pasado su madre Latona en su consorcio, pidió a Júpiter la permitiese permanecer siempre soltera, lo que su padre le concedió, haciéndola diosa de los bosques y de la cacería en la tierra, dándole por séquito sesenta Ninfas, llamadas Océanas u Oceánidas, y veinte llamadas Asias, y en el Cielo la constituyó en Luna.

  Era la caza su constante ocupación; por lo cual se la pinta con una túnica corta recogida por un lado, llevando arcos y flechas, con la media luna sobre su frente y perros de caza a su lado.

  En una ocasión en que cazaba por los bosques, Acteón, hijo de Aristeo y de Antonea, y nieto de Cadmo, vio a Diana con sus Ninfas que estaban en el baño. La diosa, para castigar tamaño desacato, le transformó en venado, y sus propios perros le destrozaron y devoraron.

  Los poetas hablan mucho del amor que tuvo la Luna a Endimión. Era éste hijo de Etíolo y de Calisa, hija de Eolo y nieta de Júpiter. Fue recibido por éste en el Olimpo; pero habiéndole faltado al respeto a Juno, Júpiter le condenó a un sueño eterno (otros dicen que a dormir treinta años) en una gruta del monte Latmos. Como era muy hermoso, dicen que la Luna, que le vio, se enamoró de él, y que todas las noches venía silenciosamente a mirarle dormir.

  Los que todo lo quieren explicar y hallar algún fundamento a tanto dislate, dicen que Endimión fue un famoso astrónomo que se pasaba las noches en examinar los astros, y que de ahí nació la fábula de sus amores con la Luna.

  El más célebre de los templos que se erigieron a Diana fue el de Éfeso, que pasaba por ser una de las siete maravillas del mundo; su construcción duró doscientos veinte años, y contribuyó a costearle toda el Asia Menor.

  Dicen que fue el primer templo sostenido por columnas y capiteles; tenía doscientas veintisiete, y cada una había sido costeada por un rey. Su largo era de cuatrocientos veinticinco pies, y su ancho de doscientos veinte.

  Sus puertas eran de ciprés, y el armazón de su techumbre de cedro. Estaba adornado de estatuas y pinturas de un valor incalculable.

  Eróstrato, que era un hombre oscuro, pero muy vano, por el necio afán de que hablasen de él y fuese nombrado en la Historia, prendió fuego a aquel magnífico templo la misma noche en que nació Alejandro el Grande.

  Eran consagrados a Diana, como diosa de la caza, los gamos y los jabalíes.

  Diana y Minerva, únicas diosas que permanecieron solteras, fueron llamadas vírgenes blancas.

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