viernes, 22 de febrero de 2019

Bestiario H.P Lovecraft.-Hongos de Yuggoth



Hongos de Yuggoth

  el folklore antiguo, aunque confuso, evasivo y en general olvidado por la generación actual, era de un carácter muy singular, y resultaba obvio que reflejaba la influencia de historias indias aun anteriores. Yo lo conocía bien, aunque nunca había estado en Vermont, a través de la muy rara monografía de Eli Davenport, que incluye material oral recogido antes de 1839 entre los habitantes más antiguos del estado. Por otra parte, este material coincidía con historias que había oído en persona en boca de viejos montañeses de New Hampshire. Brevemente resumido, sugería que una raza de seres monstruosos vivían ocultos en algún lugar de las colinas más remotas, en los bosques profundos de los picos más altos y en los valles oscuros donde corren arroyos de origen desconocido. Rara vez se llegaba a ver a estos seres, pero había testimonios acerca de su presencia aportados por aquellos que se habían atrevido a subir más de lo normal por las pendientes de ciertas montañas o se habían adentrado en gargantas profundas, cortadas a pico, que incluso los lobos evitaban.

  Había extrañas huellas de garras en el barro a la orilla de las corrientes de agua y en los terrenos desnudos, y curiosos círculos de piedra, rodeados de hierba desgastada, que no parecían haber sido del todo dispuestos o formados por la Naturaleza. Había, además, ciertas cavernas de considerable profundidad en los flancos de las colinas, con las bocas cerradas por rocas de un modo que difícilmente se podía considerar accidental, y con una proporción más que considerable de aquellas extrañas pisadas, tanto de ida como de vuelta… si es que la dirección de esas huellas podía calcularse con certeza. Y lo peor de todo eran los seres que la gente aventurada había podido ver muy de vez en cuando en el crepúsculo de los valles más remotos y en los densos bosques perpendiculares que estaban por encima de los límites normales de ascensión.

  Todo habría sido menos inquietante si las descripciones dispersas de esos seres no hubieran concordado tan bien. Casi todos los rumores tenían varios elementos en común. Aseguraban que las criaturas eran una especie de enormes cangrejos rosados con varios pares de patas y con dos grandes alas membranosas en medio de la espalda. A veces caminaban sobre todas las patas, y a veces sólo sobre el par trasero, utilizando los demás para transportar objetos de naturaleza indeterminada. En una ocasión, alguien los había visto en cantidades considerables, todo un destacamento de a tres en fondo que vadeaba las aguas poco profundas de un arroyo en una formación evidentemente disciplinada. Otra vez vieron un espécimen que volaba, se había lanzado en medio de la noche desde la cima de una colina solitaria y había desaparecido en el cielo después de que sus grandes alas batientes se recortaran por un instante contra la luna llena.

        El que susurra en la oscuridad

        1930

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