miércoles, 27 de febrero de 2019

ATENEA, LA DIOSA VIRGEN DE LA SABIDURÍA

Además de los más variados monstruos no personalizados con claridad, Atenea es la única diosa que nació ya adulta, tal como ya explicamos, engendrada de la unión de Zeus con Metis, diosa de la inteligencia, la Reflexión y la Meditación. Urano y Gea, envidiosos de la felicidad de Zeus, le pronosticaron que si tenía un hijo varón, éste se rebelaría contra su padre y Le arrebataría el imperio del Cielo. Entonces el dios de dioses se tragó a su esposa, que estaba encinta. Cierto día Zeus sintió un agudo dolor de cabeza y llamó a Hefesto para que se la abriese de un hachazo. Hecho esto, Atenea surgió majestuosa de la cabeza de Zeus con casco, coraza y lanza, y con la apariencia de una mujer de unos veinte años. Naturalmente a Zeus, como ser inmortal, no le pasó absolutamente nada y además, como vulgarmente se dice, «debió quedar muy descansado», pues el dolor de cabeza se le marchó mejor que si hubiera tomado cualquier analgésico.

  Por su aspecto, Atenea se convirtió pronto en patrona de guerreros y defensora de las ciudades, y por su madre y el lugar en que fue gestada (la cabeza divina del Tonante) fue la diosa de la sabiduría y del ingenio. Gran protectora de héroes y semidioses, en especial griegos. Ayudó a Heracles en alguno de sus trabajos, auxilió a Perseo para vencer a Gorgona y liberar a Andrómeda. Sugirió a Ulises la estratagema del famoso «caballo» para entrar en Troya y destruirla, y protegió a Ulises u Odiseo en su vuelta al hogar de las múltiples trampas preparadas por Posidón, ebrio de venganza por haber visto su templo troyano y su sacerdotisa profanados por Ulises y sus aqueos.

  Uno de los mitos más atractivo sobre Atenea es su disputa con Posidón por el culto de una ciudad situada en la comarca de Ática. El dios del mar utilizó su tridente para golpear en una roca y acto seguido salió una fuente de agua salada. Por su parte, Atenea hizo producir el olivo, uno de los elementos de la trilogía mediterránea (los otros dos son el trigo y el vino) que haría cambiar la economía del mundo antiguo, pues fue uno de los primeros productos agrícolas industriales que impulsaron el comercio. Un tribunal nombrado por Zeus concedió el triunfo a Atenea, si bien en un relato más moderno se narra que fueron los propios habitantes de aquella ciudad los que dictaminaron al respecto: los varones lo hicieron a favor de Posidón y las mujeres se inclinaron por Atenea, pero ganaron sólo por un voto. Entonces el rencoroso Posidón anegó con sus aguas toda la región y no las retiró hasta que las mujeres renunciaron a votar en lo sucesivo. Sea como fuere, aquella ciudad se denominó Atenas y llegó a ser el faro de la cultura occidental (Atenas = derivado de la diosa Atenea). (También en este caso se habla de que Posidón no hizo brotar un manantial sino un caballo).

  Se atribuye a Atenea el invento de la flauta, la trompeta, la olla de barro, el arado, el rastrillo, el yugo para bueyes, la brida, el caballo, el carro y el barco. También sería la primera en enseñar la ciencia de los números y todas las artes femeninas propias del hogar: tejido, hilado, la cocina, etc. En el combate es valiente y esforzada, pero en realidad no le agrada luchar sino dirimir las disputas por medios pacíficos, y por eso en tiempos de paz se despoja de sus armas, que con gran aprecio se las guarda el propio Zeus.

  Además de la ciudad a la que había otorgado su nombre Atenea contaba con templos en las principales ciudades: Esparta, Megara, Argos… En Troya se la veneraba simbólicamente en la figura de un ídolo-amuleto denominado Palladio, cuya posesión aseguraba su perennidad. Diomedes y Ulises, con objeto de que los griegos pudieran tomar Troya, se introdujeron de noche y robaron el Palladio, y Troya fue destruida.

  Atenea es la diosa Parthenos, es decir parthenos = virgen, la diosa virgen por excelencia. Muchos dioses, titanes y gigantes pretendieron su mano, pero ella rechazó siempre sus requerimientos amorosos. En cierta ocasión deseó tener un equipo de guerra propio y no el que siempre le prestaba Zeus, el cual se había declarado neutral en el conflicto helénico-troyano. Se lo pidió a Hefesto y éste le dijo que se lo haría sólo por amor. Atenea entró en la fragua de Hefesto deseosa de ver como adelantaba el trabajo, sin sospechar ninguna reacción por parte del dios del fuego, a quien Posidón había engañado cruelmente, pues le hizo creer que Atenea se entregaría sólo si la violentaban. Hefesto, que nunca se comportaba en forma tan grosera, abrazó a Atenea cuando se encontraba desprevenida con objeto de perpetrar su acción. Forcejearon y el pobre Hefesto eyaculó en parte sobre el muslo de la diosa. Cuando ésta pudo desasirse, se limpió con gran repugnancia el semen con un trapo de lana y lo arrojó enfurecida contra el suelo.

  En el cúmulo de casualidades pasaba entonces por allí la Madre Tierra y engendró por ello a Erictonio, pero no quiso responsabilizarse de él de ninguna forma. Atenea, que nunca se reveló como una diosa con malos instintos exclamó: «Yo misma me encargaré de su crianza». Erictonio, en parte hombre y en parte serpiente, llegó con el tiempo a ser un justo rey de Atenas, que instituyó el culto a su protectora y enseñó a sus conciudadanos el uso de la plata. Como hubiera introducido también la utilización del carro tirado por cuatro caballos, su imagen subió al firmamento y se colocó entre las estrellas con el nombre de la constelación del Auriga.

LA FÁBULA DE ARACNE

  Érase una vez una doncella de Lidia (Asia Menor) llamada Aracne, cuyo padre atendía por Idmón de Colofón. La joven había alcanzado un grado de perfección tan extraordinario en el arte de tejer y bordar que parecía que nadie pudiera superarla. Deseosa Atenea (que había enseñado a las mortales tan difícil arte) de conocer a tan aventajada discípula, se presentó ante ella disfrazada de anciana y, aunque alabó su técnica, le aconsejó que fuera más modesta. Sin embargo, Aracne se engreyó todavía más y llegó a desafiar a la misma diosa. Ésta se dio a conocer y la competición comenzó. Atenea representó en la tela varias historias en las que revelaba una maravillosa pericia y originalidad. Le tocó el turno a Aracne y llegó a superar, si cabe, a la propia diosa, pero sus temas representados eran verdaderas caricaturas con tintes burlescos de los amores de Zeus y los olímpicos. Encolerizada Atenea por su impiedad y en parte también por no querer reconocer su derrota, propinó a Aracne un tremendo golpe de lanzadera en la cabeza y la locura anidó en Aracne, que poco después intentó ahorcarse. Atenea, que era justa pero no apuraba nunca su venganza, impidió el suicidio y metamorfoseó a Aracne en araña. La joven no cambió de gustos y continuó tejiendo sin cesar sus telas.

  CONSIDERACIONES FINALES SOBRE ATENEA

  Atenea era muy severa en cuestiones que atentaran contra la moral. Así por ejemplo, castigó a Medusa por haber osado hacer el amor con Posidón dentro del templo dedicado en su honor. Como consecuencia de ello los cabellos de Medusa se transformaron en serpientes y otorgó a sus ojos propiedades de petrificar a todo aquél que los mirara. Perseo, protegido por Atenea, logró cortar la cabeza de Medusa, ayudándose con un espejo para no quedar petrificado y se la ofreció a su estimada diosa. Desde entonces la cabeza del monstruo figuró grabada bien en el escudo, bien en la coraza de Atenea, a quien frecuentemente la acompaña una lechuza, por animal que simboliza la sagacidad a causa de su penetrante mirada.

  Atenea llevaba también la égida en su coraza, en la que destacaba la cabeza de Medusa. Esta égida no es la misma que la de Zeus, sino que proviene según unos de la piel del gigante Palas, al que había matado por haber intentado también forzarla, según otros es la piel de una monstruosa cabra surgida del seno de la tierra en Frigia (Asia Menor), que vomitaba torrentes de fuego por la boca. Entre los latinos recibió el nombre de Minerva y junto con Júpiter y Juno formaron la Tríada Capitolina.

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