miércoles, 27 de febrero de 2019

ARTEMIS [DIANA], LA HERMANA GEMELA DE APOLO

Aunque algunos micos pretendan hacerla hija de Deméter, la versión más corriente la hace hija de Leto y de Zeus, hermana gemela de Apolo. Artemis nació primero y entonces ayudó a venir al mundo a su hermano (cosa sólo comprensible entre dioses…). Testigo de los dolores maternos, concibió tal aversión al matrimonio que obtuvo de Zeus la merced de la virginidad como su hermana Atenea. Artemis terminó por ser así el prototipo de doncella arisca eternamente joven y cuyo único placer es la caza. En cierto sentido podría ser símbolo de cualquier movimiento feminista malentendido.

  Zeus armó a su hija con el arco y el carcaj y le concedió el dominio de los bosques, junto con un séquito de ninfas a las que impuso una inviolable castidad. Artemis escoge como víctimas en especial a los ciervos, con quienes compite en veloz carrera y a quienes hace blanco de sus mortíferas flechas, pero también se complace a veces en lanzarlas contra los humanos. Los helenos creían que era ella la que enviaba a las mujeres la dolencia que las hacía perecer de sobreparto por haber roto, lógicamente, la castidad. También se le atribuía las muertes repentinas, si bien la mayoría de éstas son tan indoloras como el certero disparo de una flecha al corazón, y por añadidura emponzoñada.

  No perdonaba a su séquito cualquier veleidad amorosa. Así expulsó a la ninfa Calisto cuando se enteró de sus devaneos con el propio Zeus. Celosa de su castidad y sintiéndose indignada por haber sido contemplada por Acteón cuando se bañaba desnuda en un manantial, convirtió a éste en ciervo, a fin de que los propios perros del desgraciado le devoraran, como así sucedió en efecto. Los perros entonces buscaron en vano por todo el bosque a su amo, llenándolo con sus gemidos lastimeros, hasta que habiendo escuchado los lamentos el centauro Quirón, moldeó una estatua de Acteón para consolar a tan fieles animales. Algunos mitólogos han querido ver en esta historia la pasión del hombre arruinado por el hobby de la caza.

  Celosa de su hermosura, no permitía que nadie la desconociera o intentara sobrepasarla. Chiome, que se vanaglorió de ser más bella que la diosa, terminó asaetada por ésta. Vengativa como la que más, envió contra el rey de Calidonia un enorme jabalí por haber olvidado éste el ofrendarle las primicias de los campos, jabalí que terminó siendo muerto por Meleagro, aunque también a él le alcanzó el sino trágico por la maldición de la diosa.

  Entre las víctimas de Artemis figura también Orion, el cazador gigante. Si bien Orion incurrió en la ira de ésta por haberla desafiado al lanzar el disco, también el motivo pudo muy bien ser el intento de forzar por parte de Orion a una de las compañeras de la diosa, y hay quien dice que fue la misma diosa la que estuvo en un tris de ser violentada. Artemis envió a su perseguidor a un enorme escorpión, cuya picadura le fulminó en el acto. El nombre de Orion coincide con una de las más brillantes constelaciones.

  Artemis tuvo un papel destacado en la Gigantomaquia. Su rival fue el gigante Gratión, al que venció ayudada por Heracles. También causó la pérdida de los Aloadas y se le atribuye igualmente la muerte de un monstruoso ser que devoraba los bueyes de la Arcadia.

  Quizás a la única que amó con veneración fue a su madre Leto. Cuando la mortal Níobe se jactó de ser más bella que la titánida por haber dado a luz una numerosa prole, mientras que Leto solamente había tenido dos hijos, Artemis, ayudada por su hermano Apolo, fue matando uno a uno a toda la descendencia de la infeliz Níobe por el insulto realizado y a fin de que Leto no sufriera más humillaciones de la mortal.

  Algunos mitos identifican a Artemis con Selene (la Luna), a semejanza de lo que hacían con Apolo Febo (el Sol). Sin embargo, otros la despojan de este carácter de señora de la noche y le asignan sólo de «Señora de los bosques y de las fieras», siendo llamada Diana por los latinos. Lógicamente las Amazonas, guerreras y cazadoras como ella, la tenían por su protectora. Sus templos se emplazaban en las regiones más agrestes y montañosas de la Hélade, así por ejemplo en Esparta. En Efeso, en Asia Menor, también tuvo un templo importante.

  En las representaciones artísticas se ve a la diosa en traje de cazadora anudados los cabellos por detrás, la ropa recogida con un segundo ceñidor y el carcaj terciado a la espalda, un perro al lado y el arco tirante presto al disparo. Lleva las piernas y los pies desnudos o va con borceguíes, y aparece frecuentemente con un seno descubierto en parte. Toda ella tiene un encanto exótico ante tan fiera belleza. Su templo de Efeso pasaba por ser una de las maravillas del mundo, hasta que el pastor Eróstrato —ávido de fama— le puso fuego con el fin de inmortalizar su nombre el año 336 a. C. Dícese que la misma noche del nacimiento del gran emperador macedónico Alejandro Magno. Cuenta la leyenda que el incendio tuvo lugar mientras la diosa Artemis estaba fuera del templo asistiendo en el parto a Olimpia, madre del gran conquistador.

  Indignados, los efesios promulgaron un decreto por el que prohibían pronunciar el nombre del incendiario para que éste fuera olvidado. Sin embargo, por severa que fuera aquella ley, no fue suficiente y la Historia nos ha legado el nombre de aquel demente. Años después los efesios erigieron en honor de la diosa un nuevo templo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario