martes, 26 de julio de 2016

Otros seres fantasmales en la mitología japonesa

Hay seres fantasmales importados del continente asiático y modificados por los japoneses. A continuación describiremos algunas de estas concepciones japonesas originales, todas son de origen más tardío, probablemente no anteriores al siglo XIV.
Yuki-onne, «la mujer-nieve», es una joven de tez blanca, esbelta, gentil y muy atractiva. Se aparece a los que están agotados por luchar contra una tempestad de nieve. Los calma y atrae el sueño sobre ellos, hasta que pierden el conocimiento y mueren. A veces se encarna en una mujer muy hermosa y se casa con un hombre al que finalmente mata.
Myojo-tenshi, el «Ángel de la Estrella Matutina», es un joven guapo, ataviado como un príncipe. Se aparece a los hombres sabios y virtuosos y los guía en sus viajes. A menudo guía a los monjes itinerantes, por lo que esta creencia pertenece más bien al folclore budista que al folclore en general.
El folclore japonés no posee seres como las dríadas o las ninfas, pero sí tiene cuentos sobre espíritus de bosques, fuentes y lagos. Los espíritus de los bosques y las montañas son generalmente criaturas fantasmales, masculinas o femeninas, mientras que los de las aguas son peces, tortugas o serpientes. Uno de los genios de la montaña es Yama-uba, la «Mujer-Montaña», que ronda por los montes y se aparece en formas muy variadas. Su nombre parece haber sido antaño una palabra general para todos los espíritus femeninos de las montañas, pero más adelante se aplicó a un espíritu particular, del que empezaron a contarse toda clase de historias.

Uno de los cuentos referentes a los espíritus femeninos de las montañas es el de Morniji-gari, o «el Álamo itinerante»; hay una famosa versión de esta historia en un drama lírico. Un día de otoño, un guerrero subió a una montaña para gozar con el hermoso color carmesí de las hojas ya moribundas de un arce. Una vez se hubo adentrado en el bosque, se halló en compañía de unas damas que celebraban una fiesta detrás de unas relucientes cortinas de satén, que estaban corridas alrededor de ellas. El guerrero se unió a aquella compañía femenina y se sintió gratamente divertido, especialmente por la que mandaba el grupo, una joven noble. Mientras, el guerrero disfrutaba con la música y la cerveza de arroz que la damita le iba ofreciendo. En medio de la confusión, la dama se transformó en un demonio amedrentador que amenazó la vida del guerrero. Éste consiguió despertar del hechizo en el que estaba sumido y recuperando su compostura y su valor logró escapar de aquel espíritu traicionero. En esta leyenda, el genio femenino no tiene nombre[51], pero recuerda mucho a Yama-uba.
Yama-uba, la «Mujer Montaña» a veces adopta un aspecto aterrador, si bien en general se la representa como una joven muy bella, casada con un guerrero. Su hijito se llama Kintaro o Kintoki. Es un auténtico hijo de la naturaleza, robusto y valeroso; no teme a nada y juega con los animales salvajes. Podría ser considerado como el Sigfrido de los japoneses. Se dice que llegó a ser un servidor del famoso guerrero Raiko, del que hablaremos en el capítulo VI. En el drama lírico, la madre del muchacho es idealizada en una hada, la de las nubes y las nieblas, que vagan entre las montañas y visitan también las moradas humanas. A continuación damos un extracto del drama en cuestión:


Coro

La llamamos Doncella Montaña.

Pero nadie conoce su lugar de nacimiento ni su morada;

vive en las nubes y junto a todos los ríos.

No hay ningún lugar, ni en las montañas más remotas,

donde no haya huellas de su paso.



DONCELLA

Aunque no soy un ser humano.



Coro

Se manifiesta en la figura maravillosa de tamaño monstruoso,

surgida de las nubes y las nieblas,

transformándose según lo que la circunda...

Hace que las hojas del sauce nazcan verdes de los retoños,

y que crezcan las llores, de un bello color rosa,

por sí mismas, y las abandona a sí mismas.

De este modo, la Doncella Montaña siempre vaga por el mundo,

a veces consuela al leñador,

dándole un sitio en el que reposar bajo un árbol florido,

junto a los senderos de las laderas montañosas...

O bien trepa hasta una ventana,

junto a la cual una joven trabaja en su bastidor,

y ayuda a sus juveniles manos;

como el ruiseñor cantando en el sauce,

teje los hilos verdes de las colgantes ramas.



Coro

En primavera, cuando se acerca la estación de las flores.



DONCELLA

Yo vago en busca de flores.



Coro

En el otoño, cuando la noche es tranquila y el aire translúcido.



Doncella

Yo emigro de montaña en montaña,

gozando de la luz plateada de la luna.



Coro

En el invierno, cuando las nubes traen tormentas y nieves.



Doncella

Yo vuelo sobre la nieve, por picos y senderos.



Coro

Ella vaga incansablemente entre las nubes de la ilusión,

y deja ver su figura como las montañas,

aunque cambiando perpetuamente.

Vuela en torno a los picos,

su voz resuena en los valles.

La figura tan próxima hace un momento

se aleja, volando arriba y abajo,

a la derecha y a la izquierda, rodeando las cumbres,

vagando entre las cordilleras, volando y deslizándose,

y finalmente sin dejar ningún rastro.


 [50] Especie de conífera propia de Japón. Se asemeja levemente al ciprés europeo.
[51] Pero el lugar se especifica como el monte Togakushi, en Shinano.
 








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