Entre las doctrinas secretas sobre la «naturaleza de las cosas» que los druidas jamás
consignaban por escrito, como nos cuenta César, ¿habría algo parecido a una
cosmogonía, alguna explicación del origen del mundo y del hombre? Seguramente la
había. Sería extraño en verdad que, entre todas las razas del mundo, solo los celtas no
tuviesen un mito cósmico. El espectáculo del universo, con todos sus vastos y
misteriosos fenómenos celestes y terrestres, ha excitado la imaginación, y después la
razón especulativa, de cualquier pueblo en posesión de estas habilidades. Los celtas
poseían ambas en abundancia; sin embargo, a excepción de aquella única frase que
nos ha llegado a través de Estrabón acerca de la «indestructibilidad» del universo,
nada sabemos de sus primeras fantasías o razonamientos en torno a este tema. Irlanda
cuenta con una copiosa literatura legendaria. Todo este material, sin duda, adoptó su
forma actual en tiempos del cristianismo; pero lo que ha quedado en él de paganismo
esencial es tanto, que sería raro que las influencias cristianas hubiesen llevado a la
supresión de todo cuanto en estos textos antiguos apuntaba a una concepción no
cristiana del origen de las cosas —que los editores y transmisores cristianos no nos
hubiesen ofrecido el menor vislumbre de la existencia de tal concepción—. El hecho,
sin embargo, es que no lo tienen: en la más antigua literatura legendaria de Irlanda, la
literatura céltica más vieja que existe, no hay nada equivalente a la conquista
babilónica del Caos, o al fantástico mito nórdico de la creación de Midgard a partir
del cadáver del gigante Ymir, o a la creación egipcia del universo por Thoth, el Verbo
de Dios, a partir del Agua primordial, o siquiera a las primitivas concepciones
folclóricas que se encuentran en cualquier tribu salvaje. Es imposible dudar de que
los druidas tuviesen alguna doctrina a este respecto. Pero, al confinarla resueltamente
a los iniciados y prohibir toda especulación laica sobre este tema, parecen haber
paralizado por completo el instinto creador de mitos vinculados a cuestiones
cosmogónicas, garantizando así que al perecer su propia orden, sus enseñanzas,
cualesquiera que fuesen, murieran con ellos.
Por tanto, en los primeros relatos irlandeses del comienzo de las cosas, nos
encontramos con que los narradores no empiezan hablando del universo, sino
simplemente de su propio país, de Irlanda. Ciertamente era costumbre anteponer a
estos recuentos de antiguas invasiones y colonizaciones el relato bíblico de la
creación del mundo y del hombre y esto demuestra que se creía necesario incluirlo;
pero ignoramos y, por desgracia, probablemente nunca sabremos, qué ocupaba el
lugar del relato bíblico en los tiempos precristianos.
LOS CICLOS DE LEYENDAS IRLANDESES
La literatura mítica y legendaria irlandesa, tal como ha llegado a nosotros en su forma
más antigua, puede dividirse en cuatro partes y a ellas nos atendremos a lo largo de
este libro. Son, en orden cronológico: el ciclo mitológico o ciclo de las invasiones, el
ciclo de Ulster o conoriano, el ciclo osiánico o de Finn y una multitud de cuentos y
leyendas misceláneos que resulta difícil encajar en cualquier categoría histórica.
EL CICLO MITOLÓGICO
El ciclo mitológico comprende las siguientes secciones:
1. La llegada de Partholón a Irlanda.
2. La llegada de Nemed a Irlanda.
3. La llegada de los firbolg a Irlanda.
4. La invasión de los Tuatha Dé Danann, o Pueblo de la Diosa Dana.
5. La invasión de los milesios (hijos de Miled) de España y su conquista del pueblo
de Dana.
Con los milesios comenzamos a adentrarnos en algo parecido a la historia —ellos
representan, en las leyendas irlandesas, a la raza céltica; y supuestamente de ellos
descienden las familias gobernantes de Irlanda—. Evidentemente el pueblo de Dana
son dioses. Los colonizadores o invasores que vinieron antes que ellos son
gigantescas figuras fantasmales, que se destacan vagamente entre las nieblas de la
tradición, sin una caracterización definida. Sus versiones son muchas y
contradictorias y de ellas solo podemos ofrecer aquí la que brindan los relatos más
antiguos.
LA LLEGADA DE PARTHOLÓN
Los celtas, como nos ha dicho César, se consideraban descendientes del dios del
inframundo, el dios de los muertos. Se dice que Partholón llegó a Irlanda desde el
oeste, donde más allá del vasto e inexplorado océano Atlántico se extendía el País de
las Hadas, en la tradición irlandesa, el País de los Vivientes —o sea, la tierra de los
muertos bienaventurados—. El nombre de su padre era Sera (¿el Oeste?). Llegó con
su reina Dalny[73] y un séquito de acompañantes de ambos sexos. Por entonces
Irlanda —y esto constituye un toque imaginativo para sugerir una Antigüedad
extrema— era una tierra físicamente distinta de la actual. Sólo existían en Irlanda tres
lagos, nueve ríos y una única llanura. Otros accidentes fueron añadiéndose
gradualmente durante la dinastía de Partholón. Se dice que uno de ellos, el lago Rury,
brotó mientras se cavaba la tumba de Rury, el hijo de Partholón.
LOS FOMOIREOS
Se cuenta que los hombres de Partholón tuvieron que batallar contra un pueblo
extraño, los fomoireos, que aparecerán a menudo en posteriores páginas de este libro.
Los fomoireos eran una raza de gigantes, deformes, violentos y crueles, que
representaban tal vez los poderes del mal. Uno de ellos se apodaba Cenchos, que
significa «sin pies» y parece por tanto relacionado con Vitra, el dios del mal de la
mitología védica, quien no tenía manos ni pies. Partholón luchó contra una hueste de
tales demonios por el señorío de Irlanda, empujándolos hacia los mares del norte,
desde donde ocasionalmente asolaban el país de los gobiernos posteriores.
La raza de Partholón desapareció a causa de la peste: todos perecieron en la Vieja
Llanura (Senmag), donde se habían reunido para enterrar más convenientemente a
sus difuntos. Irlanda quedó vacía y lista para ser ocupada una vez más.
«LA LEYENDA DE TUAN MAC CARELL»
¿Quién entonces ha contado la historia? Esta pregunta nos lleva a una leyenda muy
curiosa e interesante, a uno de los numerosos relatos legendarios en que ha llegado
hasta nosotros el Periodo Mítico. Se titula «La leyenda de Tuan mac Carell» y figura
en el llamado Libro de la vaca parda, un manuscrito del año 1100.
San Finiano y el jefe pagano
Cuentan que san Finiano, un abad irlandés del siglo vi, había ido a pedir
hospitalidad a un jefe llamado Tuan mac Carell, quien vivía no lejos del monasteriode Finiano en Moville, en el condado de Donegal. Tuan se negó a dejarlo entrar. El
santo se sentó en el umbral y ayunó durante todo un domingo[74], y el hosco guerrero
pagano le abrió la puerta. Se estableció una buena relación entre ambos y el santo
regresó al monasterio.
—Tuan es un hombre excelente —les dijo Finiano a los monjes—. Él vendrá a
nosotros, nos confortará y nos contará las viejas historias de Irlanda[75].
Este interés humano por los viejos mitos y leyendas del país es una constante
sumamente agradable en la literatura del cristianismo primitivo irlandés.
Poco después, Tuan devolvió la visita al santo y lo invitó a él y a sus discípulos a
su fortaleza. Le preguntaron cuáles eran su nombre y su linaje y él dio una respuesta
pasmosa: «Soy un hombre de Ulster. Mi nombre es Tuan hijo de Carell. Pero una vez
fui Tuan hijo de Starn, hijo de Sera y mi padre, Starn, fue hermano de Partholón».
—Cuéntanos la historia de Irlanda —dijo entonces Finiano.
Tuan dijo que Partholón fue el primer hombre en asentarse en Irlanda. Después de
la gran plaga que ya hemos referido, solo él sobrevivió, «pues nunca hay mortandad
tal que ni un solo hombre sobreviva para contarlo». Tuan quedo solo en la tierra y
anduvo errante de una fortaleza vacía a otra, de peña en peña, refugiándose de los
lobos. Así vivió veinticuatro años, morando en los desiertos, hasta llegar finalmente a
una decrepitud y ancianidad extremas.
Entonces Nemed, hijo de Agnoman, tomó posesión de Irlanda.
[Agnoman] era hermano de mi padre. Yo lo vi desde los acantilados
y me oculté de él. Largos eran mis cabellos y mis uñas; me hallaba
decrépito, gris, desnudo, desdichado y miserable. Entonces una
noche dormí y cuando desperté por la mañana me había convertido en
ciervo. Era joven otra vez y mi corazón se había alegrado. Elevé
un canto a la llegada de Nemed y de su raza y a mi propia
transformación […]. «Nueva forma he adoptado, una piel dura y
gris. Fáciles me son ahora la victoria y el júbilo; hace un
momento me hallaba débil e indefenso».
Tuan ve a Nemed desde el acantilado
Tuan es el rey de los venados de Irlanda y continuó siéndolo mientras permaneció
Nemed y su raza.
Cuenta cómo los nemedianos zarparon hacia Irlanda en una flota de treinta y dos
barcas, treinta personas en cada barca. Navegaron perdidos por los mares durante un
año y medio, y la mayoría pereció de hambre y sed o naufragó. Solo escaparon nueve
—el propio Nemed, con cuatro hombres y cuatro mujeres— que desembarcaron en
Irlanda y se multiplicaron con el paso del tiempo hasta convertirse en 8.060 hombres
y mujeres. Luego todos ellos murieron misteriosamente.
Una vez más la vejez y la decrepitud cayeron sobre Tuan, pero otra
transformación lo aguardaba. “Una vez, estando delante de la entrada de mi cueva —
todavía lo recuerdo—, supe que mi cuerpo había adoptado otra forma. Era un jabalí
salvaje. Y canté una canción:
Ahora soy un jabalí […]. Hubo un tiempo en que me sentaba en la
asamblea que impartía los juicios de Partholón. Se cantaba y todos
alababan la melodía. ¡Cuán placentero el son de mi brillante
entendimiento! ¡Cuán placentero para las lindas muchachas! Mi
carro avanzaba con majestad y belleza. Mi voz era grave y dulce.
Mi paso era veloz y firme en la batalla. Mi rostro estaba lleno de
encanto. Ahora, ¡miradme!, me he transformado en un jabalí negro.
Eso es lo que dije. Sí, a buen seguro era un jabalí salvaje.
Entonces me hice joven otra vez y me alegré. Fui rey de las
manadas de jabalíes de Irlanda; y, fiel a mi costumbre, volví a
las inmediaciones de mi morada al regresar a las tierras de
Ulster, cuando la vejez y la desdicha cayeron sobre mí. Pues allí
tenían lugar mis transformaciones y por eso siempre volvía allí
para que se renovara mi cuerpo.
Tuan prosigue contando cómo se estableció en Irlanda Semion, hijo de Stariat, de
quien descendieron los firbolg y otras dos tribus que perduraron hasta los tiempos
históricos. Una vez más sobreviene la vejez, le fallan las fuerzas y sufre otra
transformación; se convierte en «un gran águila del mar» y una vez más se regocija
en su juventud y vigor renovados. Relata entonces la llegada del pueblo de Dana,
«dioses y falsos dioses de quienes, como todo el mundo sabe, nacieron los hombres
de conocimiento de Irlanda». Después vinieron los hijos de Miled, que conquistaron
al pueblo de Dana. Todo este tiempo Tuan conservó la forma de águila de mar, hasta
que un día «el sueño me abrazó y me transformé en salmón». Se regocija en su nueva
vida, eludiendo durante muchos años las redes de los pescadores, hasta que por fin es
capturado y llevado ante la esposa de Carell, el jefe de aquel país. «Aquella mujer me
deseaba y me devoró ella sola, de un solo bocado, de modo que penetré en su
vientre». Nace otra vez y adopta el nombre de Tuan mac Carell; pero los recuerdos de
su existencia anterior y de sus transformaciones, y de toda la historia de Irlanda que
presenció desde los días de Partholón, permanecen en él y enseña estas cosas a los
monjes cristianos, quienes las preservan escrupulosamente.
Este cuento fantástico, con su atmósfera de Antigüedad gris y de ingenuidad
mágica, nos recuerda las transformaciones del galés Taliesin, quien también seconvirtió en águila, y apunta a la doctrina de la transmigración del alma, tan
recurrente en la imaginación del celta.
Ahora hemos de añadir algunos detalles al bosquejo de Tuan mac Carell sobre las
sucesivas colonizaciones de Irlanda.
LOS NEMEDIANOS
Los nemedianos, como hemos visto, eran parientes de los partolanianos. Ambos
provenían de las misteriosas regiones de los muertos, aunque posteriores versiones
irlandesas, procurando reconciliar este material mítico con el cristianismo, inventaron
para ellos una ascendencia sagrada y un origen en regiones terrenales como España o
Escitia. Ambos tuvieron que batallar constantemente con los fomoireos, que en
leyendas posteriores aparecen como piratas llegados de ultramar, pero que son
divinidades que representan los poderes de la oscuridad y del mal. No hay leyendas
sobre la llegada de los fomoireos a Irlanda, ni tampoco se les consideró en ningún
momento componentes habituales de su población. Eran coetáneos de su mundo.
Nemed luchó victoriosamente contra ellos en cuatro grandes batallas, pero poco
después murió de una peste que acabó con dos mil de sus súbditos. Los fomoireos
pudieron entonces establecer su tiranía sobre Irlanda. Tuvieron en este periodo dos
reyes, Morc y Conann. La sede del poder fomoireo era la isla de Tory, cuyos agrestes
acantilados y precipicios se alzan en el Atlántico frente a la costa de Donegal —un
hogar apropiado para esta raza de misterio y horror—. Exigían un tributo devastador
al pueblo de Irlanda, dos tercios de la producción de la leche y dos tercios de los
niños del país. Finalmente los nemedianos se rebelaron. Liderados por tres jefes,
desembarcaron en la isla de Tory, tomaron la Torre de Conann, y el propio Conann
cayó en manos de Fergus, un caudillo nemediano. Pero Morc entró en la batalla con
un ejército fresco y desbandó totalmente a los nemedianos, dejando vivos solo a
treinta:
Los hombres todos de Erín estaban en la batalla,
cuando llegaron los fomoireos;
a todos se los tragó el mar,
salvo tan solo tres veces diez.
Poema de Eochy O’Flann, c. 960.
Los treinta supervivientes abandonan Irlanda desesperados. Según la creencia
más antigua perecieron, sin dejar descendientes, pero versiones posteriores,
queriendo hacer historia con estos mitos, establecen que una familia, la del caudillo
Britan, se asentó en Gran Bretaña dando su nombre al país, mientras que otras dos
familias regresaron a Irlanda, tras mucho deambular, como los firbolg y el pueblo de
Dana.
LA LLEGADA DE LOS FIRBOLG
¿Quiénes eran los firbolg y qué representaban en las leyendas irlandesas? El nombre
parece significar «hombres de los sacos» y en épocas posteriores se inventó una
leyenda para explicar esta denominación. Se decía que los firbolg, habiéndose
asentado en Grecia, fueron oprimidos por la gente del país, que los pusieron a
acarrear tierra desde los fértiles valles hasta las colinas rocosas, a fin de convertir
estas en terrenos cultivables. Para esa tarea utilizaban sacos de cuero. Al final, hartos
de aquella opresión, fabricaron botes o barcas con los sacos y zarparon rumbo a
Irlanda. Sin embargo, Nennio dice que vinieron de España, que todas las diversas
razas que habitaban en Irlanda provenían originalmente de España; «España», para
Nemio es una traducción racionalista de las palabras célticas que designan la Tierra
de los Muertos[76]. Llegaron en tres grupos, los fir-bolg, los fir-domnan y los galioin,
aunque todos reciben el nombre genérico de firbolg. No desempeñan ningún papel
importante en la historia mítica de Irlanda y a lo largo de su desarrollo parecen ir
adquiriendo un carácter de servilismo e inferioridad.
Uno de sus reyes, Eochy[77] mac Erc, tomó por esposa a Taltiu, o Telta, hija del
rey de la «Gran Llanura» (la Tierra de los Muertos). Telta tenía un palacio en el sitio
que hoy se llama Telltown (más correctamente Teltin). Allí murió, y en la Irlanda
medieval se celebraba en su honor una gran asamblea o feria anual en dicho lugar.
LA LLEGADA DEL PUEBLO DE LA DIOSA DANA
Entramos ahora en contacto con quienes son, sin duda alguna, los más importantes
invasores y colonizadores míticos de Irlanda, el pueblo de Dana. Su nombre, Tuatha
Dé Danann, significa literalmente «el pueblo del dios cuya madre es Dana». Esta
diosa, también conocida a veces con el nombre de Brigit, fue muy venerada en la
Irlanda pagana; sus atributos legendarios fueron transferidos en gran medida a la
santa Brígida cristiana del siglo VI. Su nombre también aparece en las inscripciones
galas como «Brigindo» y figura en varias inscripciones británicas como «Brigantia».
Era la hija del jefe supremo, el dios Dagda, «el Bueno». Este tenía tres hijos, de los
que se dice que tenían en común un único hijo, llamado Ecne —es decir,
«Conocimiento» o «Poesía[78]»—. Puede decirse que Ecne es el dios cuya madre era
Dana y que la raza a la que dio su nombre son los más claros representantes que
tenemos en los mitos irlandeses de los poderes de la luz y el conocimiento.
Recuérdese que, entre estas razas míticas, Tuan mac Carell dio solamente el nombre
de «dioses» al pueblo de Dana. Sin embargo, no aparecen como dioses en las
leyendas irlandesas, tal como han llegado a nosotros. Las influencias cristianas los
redujeron a la categoría de hadas o los identificaron con los ángeles caídos. Fueron
vencidos por los milesios, quienes son concebidos como una raza enteramente
humana y que establecieron con ellos toda clase de relaciones de amor y de guerra
hasta épocas muy recientes. Sin embargo, en las leyendas posteriores el pueblo de
Dana aparece investido de un cierto esplendor y exaltación que recuerda el alto sitial
del que fueran destronados.
LA CONCEPCIÓN POPULAR Y LA CONCEPCIÓN
BÁRDICA
Tampoco hay que olvidar que la concepción popular que los danaanos tenían de sus
deidades probablemente fuera distinta de la concepción bárdica y druídica, o, en otras
palabras, de la concepción erudita. Esta última las representa, según veremos, como
deidades tutelares de la ciencia y la poesía. Esto no es una noción popular; es el fruto
de la imaginación aria, céltica, inspirada por una concepción estrictamente
intelectual. La gente común, que constituía fundamentalmente el elemento megalítico
de la población, parece haber concebido a sus deidades como potestades de la tierra
—dei terreni, como se las llama explícitamente en el Libro de Armagh del siglo
VIII[79]—, guardianas, no de la ciencia y de la poesía, sino de la agricultura, de la
fecundidad de la tierra y del agua, moradoras de los montes, ríos y lagos. La
concepción aria sobresale en la literatura bárdica; la otra aparece en innumerables
cuentos tradicionales y prácticas populares; pero, por supuesto, tropezamos con un
nivel considerable de interpenetración por parte de ambas concepciones —en la
Antigüedad no se trazaba ninguna línea divisoria entre ambas, ni podría trazarse
ahora—.
LOS TESOROS DE LOS DANAANOS
Tuan mac Carell dice que llegaron a Irlanda «desde el cielo». Esto se entreteje en la
tradición posterior en un relato que cuenta cómo surgieron de cuatro grandes
ciudades, cuyos meros nombres poseen un aliento feérico y maravilloso: Falias,
Gorias, Finias y Murias. En ellas aprendieron ciencias y oficios con grandes sabios;
en cada ciudad había entronizado un sabio y de cada ciudad se llevaron un tesoro
mágico. De Falias trajeron una piedra llamada Lia Fail, o Piedra del Destino, a la que
se subían los grandes reyes de Irlanda para ser coronados y que supuestamente
confirmaba la elección de un monarca legítimo rugiendo bajo sus pies cuando el rey
se colocaba sobre ella. La piedra que tenía esta función en la inauguración de los
reinados existía en Tara desde tiempo inmemorial y fue enviada a Escocia a
principios del siglo VI para la coronación de Fergus el Grande, hijo de Erc, quien
suplicó a su hermano Murtagh mac Erc, rey de Irlanda, que se la prestara. Según una
antigua profecía, donde estuviese la piedra debía gobernar un rey de los escotos (esto
es, de los milesios irlandeses). Esta es la famosa Piedra de Scone, que nunca regresó
a Irlanda, sino que fue trasladada a Inglaterra por Eduardo I en 1297 y es actualmente
la Piedra de la Coronación en la abadía de Westminster. Pero la vieja profecía no ha
sido desmentida ya que a través de los Stuart y Fergus mac Erc el linaje de la familia
real británica puede rastrearse hasta los reyes históricos de la Irlanda milesia.
El segundo tesoro de los danaanos era la espada invencible de Lug del Brazo
Largo, de quien hablaremos más adelante, esta espada llegó desde la ciudad de
Gorias. De Finias se trajo una lanza mágica; y de Murias, el caldero del Dagda, una
vasija que tenía la virtud de alimentar a un ejército sin agotarse.
Con estas posesiones, según la versión del Libro de las invasiones, el pueblo de
Dana entró en Irlanda.
LOS DANAANOS Y LOS FIRBOLG
Transportados por una nube mágica, los danaanos hicieron su primera aparición en la
provincia occidental de Connacht. Cuando la nube se despejó, los firbolg los
descubrieron en Mag Rein, en un campamento que ya habían fortificado.
Los firbolg enviaron a uno de sus guerreros, llamado Sreng, para entrevistar a los
misteriosos recién llegados; y el pueblo de Dana, por su parte, envió como
representante a un guerrero llamado Bres. Cada embajador examinó con gran interés
las armas del otro. Se nos cuenta que las lanzas de los danaanos eran ligeras y
puntiagudas y las de los firbolg pesadas y romas. La intención evidente de la leyenda
es contrastar el poder de la ciencia con el de la fuerza bruta y nos recuerda el mito
griego de la lucha de las deidades olímpicas con los titanes.
Bres propuso a los firbolg que ambas razas se repartieran equitativamente Irlanda
y se unieran para defenderla de posteriores invasores. Luego intercambiaron armas y
cada uno regresó a su campamento.
Los dos embajadores
LA PRIMERA BATALLA DE MAG TURED
Sin embargo, la superioridad de los Tuatha Dé Danann no impresionó a los firbolg yestos decidieron rehusar su oferta. La batalla se libró en la llanura de Mag Tured[80],
en el sureño condado de Mayo, cerca del sitio llamado actualmente Cong. Los firbolg
iban liderados por su rey, Mac Erc y los danaanos por Nuada de la Mano de Plata,
que había obtenido su nombre a raíz de un incidente en esta batalla. Se dice que en la
refriega le cortaron una mano y uno de los hábiles artífices que abundaban en las filas
de los danaanos le hizo una mano de plata. Las artes mágicas y curativas de los
danaanos prevalecieron y consiguieron la victoria matando al rey de los firbolg.
Después llegó un acuerdo razonable: a los firbolg les fue asignado el territorio de la
provincia de Connacht y los danaanos se hicieron con el resto de Irlanda. Inclusive en
fecha tan tardía como el siglo XVII el analista Mac Firbis descubrió que el linaje de
muchos habitantes de Connacht se remontaba hasta aquellos firbolg. Probablemente
fueron una raza histórica y su conflicto con el pueblo de Dana bien pudiera ser un
fragmento de historia verdadera investido de algunos rasgos mitológicos.
LA EXPULSIÓN DEL REY BRES
Nuada de la Mano de Plata debía haber sido el gobernante de los danaanos, pero su
mutilación se lo impedía, pues ningún hombre incompleto podía ser rey en Irlanda.
Así pues, los danaanos escogieron como rey a Bres, hijo de una danaana llamada Eri,
pero de padre desconocido. Este Bres no era el embajador que había tratado con los
firbolg y que resultó muerto en la batalla de Mag Tured. Ahora bien, Bres, aunque
fuerte y hermoso, no tenía virtud para reinar, pues no solo permitió que los
fomoireos, el enemigo de Irlanda, reanudaran su opresión y sus gravámenes, sino que
también él infligió a sus súbditos agobiantes impuestos; y era tan mezquino que no
ofrecía hospitalidad a los jefes, ni a los nobles, ni a los arpistas. La falta de
generosidad y hospitalidad siempre fue considerada el peor de los vicios en un
príncipe irlandés. Se cuenta que un día llegó a su corte el poeta Corpry y fue
albergado en una habitación pequeña y oscura, sin fuego ni muebles, y tras larga
demora le fueron servidas tres tortas secas y ninguna cerveza. En venganza Corpry
compuso una estrofa satírica sobre su grosero anfitrión:
Sin comida prontamente servida,
sin leche de vaca, de la que se nutre un ternero,
sin una habitación digna de un hombre bajo la noche tenebrosa,
sin poder recibir la compañía de un bardo,
en tales condiciones se veía Bres.
En Irlanda se atribuía cierto poder mágico a la sátira poética. Los reyes la temían;
con ella se podía exterminar hasta a las ratas[81]. La estrofa de Corpry fue repetida
con delicia entre la gente y Bres tuvo que deponer su soberanía. Se ha dicho que esta
es la primera sátira compuesta en Irlanda. Entretanto, Nuada fue elegido rey en lugar
de Bres, ya fuera porque había obtenido su mano de plata mediante el arte de su
médico Dian Cecht, o porque un curandero aún mayor, el hijo de Dian Cecht, según
algunas versiones de la leyenda, había hecho crecer de nuevo en el muñón su
verdadera mano.
Entonces Bres, lleno de ira y rencor, fue a ver a su madre Eri y le rogó que lo
aconsejara y le revelara su linaje. Eri declaró que el padre de Bres era Elatha, un rey
de los fomoireos, quien vino a ella en secreto desde más allá del mar y que al partir le
había dado un anillo, ordenándole no entregarlo jamás a ningún hombre salvo a aquel
en cuyo dedo se ajustase. Ella le mostró el anillo y este se ajustó al dedo de Bres. De
inmediato Bres fue con ella hasta la playa donde desembarcara su amante fomoireo y
juntos zarparon rumbo al hogar de su padre.
LA TIRANÍA DE LOS FOMOIREOS
Elatha reconoció el anillo y proveyó a su hijo de un ejército para que reconquistase
Irlanda y lo envió a recabar la ayuda de Balor, el más grande de los reyes fomoireos.
Ahora bien, Balor tenía como sobrenombre «el del Ojo Maligno», pues la mirada de
su único ojo podía matar como un rayo a los que miraba con ira. Aunque Balor estaba
tan viejo y débil que sus hombres tenían que izar con cuerdas y poleas el párpado
inmenso que cubría su ojo mortífero cuando debía dirigirlo contra sus enemigos,
Nuada no tuvo mejor suerte contra él que Bres cuando era rey; y el país continuó
gimiendo bajo la opresión de los fomoireos y anhelando un héroe que lo redimiese.
LA LLEGADA DE LUG
Entra en el mito un nuevo personaje, nada menos que Lug, hijo de Kian, el dios sol
por excelencia del mundo celta, cuyo nombre aún se puede identificar en muchos
lugares históricos del continente europeo[82]. Para explicar su aparición hemos de
abandonar un momento la autoridad de los antiguos manuscritos, incompletos en este
punto, y es menester complementarlos con un cuento popular, afortunadamente
descubierto y tomado de la tradición oral en el siglo XIX por el gran anticuario
irlandés O’Donovan[83]. En este cuento se han preservado los nombres de Balor y su
hija Ethlinn (este último en la forma «Ethnea»), así como los de otros personajes
mitológicos, pero del nombre del padre de Lug hay apenas un eco en MacKineely; el
nombre de Lug no se menciona y la muerte de Balor es relatada de un modo
inconsistente con el mito antiguo. En la historia, tal como aquí la cuento, se preservan
los nombres antiguos y la trama mítica, pero he recurrido al cuento popular allí donde
es necesario, omitiendo de este último rasgos modernos que no son reconciliables en
el mito.
La historia cuenta que Balor, el rey fomoireo, escuchó en una profecía druídica
que su propio nieto lo mataría. Su única hija era una niña llamada Ethlinn. Para eludir
la maldición, Balor, como Acrisios, padre de Dánae, en el mito griego, la encierra en
una torre alta en un promontorio escarpado, la Tor Mōr, en la isla de Tory. Puso a la
muchacha bajo la tutela de doce matronas, a quienes se encomendó estrictamente que
jamás le dejasen ver el rostro de un hombre, o siquiera conocer que había seres de
sexo diferente al suyo. En su aislamiento, Ethlinn creció hasta convertirse —como
todas las princesas recluidas— en una doncella de belleza incomparable.
Entonces sucedió que en tierra firme había tres hermanos, llamados Kian, Sawan
y Goban el Herrero, el gran armero y artífice de la mitología irlandesa, equivalente al
herrero Weland de las leyendas germánicas. Kian tenía una vaca mágica, cuya leche
era tan abundante que todo el mundo ansiaba poseerla y tenía que mantenerla bajo
estricta protección.
Balor determinó hacerse con esta vaca. Un día Kian y Sawan fueron a la forja
para hacerse unas armas, llevando consigo buen acero para este propósito. Kian entró
en la forja y dejó a Sawan a cargo de la vaca. Entonces apareció Balor, bajo la forma
de un niñito pelirrojo, y dijo a Sawan que había oído a sus hermanos tramar un plan
dentro de la forja: pretendían usar todo el acero bueno en sus espadas, dejando metal
común para la de Sawan. Éste, lleno de ira, dio al chico el cabestro de la vaca e
irrumpió en la forja para detener el nefando complot. Balor, inmediatamente, se llevó
la vaca y la arrastró por el mar hasta la isla de Tory.
Sawan dio al chico el cabestro de la vaca
Kian decidió vengarse de Balor y para ello pidió consejo a una druidesa llamada
Birōg. Vestido con ropas de mujer, fue transportado mágicamente por el aire hasta elotro lado del mar, donde Birōg, que lo acompañaba, explicó a las guardianas de
Ethlinn que ellas eran dos damas nobles arrojadas en la playa huyendo de un
secuestrador, e imploraban refugio. Las dejaron entrar; Kian encontró el modo de
llegar hasta la princesa Ethlinn, en tanto las matronas caían, bajo el hechizo de Birōg,
en un sueño encantado, y cuando despertaron Kian y la druidesa habían desaparecido.
Pero Ethlinn se había entregado a Kian y sus guardianas no tardaron en descubrir que
estaba encinta. Temiendo la ira de Balor, las matronas la convencieron de que todo
había sido un sueño y guardaron el secreto; pero, a su debido tiempo, Ethlinn dio a
luz tres hijos.
La noticia llegó a oídos de Balor, quien, iracundo y asustado, ordenó que los tres
infantes fuesen ahogados en un remolino junto a la costa de Irlanda. El mensajero
encargado de llevar a cabo la orden enrolló a los niños en una sábana, pero al
transportarlos hasta el sitio indicado se soltó el broche que sujetaba la sábana y uno
de los niños cayó en una pequeña bahía, llamada actualmente Port na Delig, o el
Fondeadero del Broche. El sirviente ahogó a los otros dos niños, e informó que había
cumplido su misión.
Pero la druidesa velaba por el niño caído en la bahía; lo transportó por el aire
hasta el hogar de su padre, Kian, y este lo entregó en adopción a su hermano el
herrero, quien le enseñó su arte y lo hizo diestro en toda clase de oficios. Aquel niño
era Lug. Cuando Lug se convirtió en un joven los danaanos lo pusieron bajo la tutela
de Dúach «El Oscuro», el rey de la Gran Llanura (la Tierra de las Hadas, o el «País
de los Vivientes», que es también la Tierra de los Muertos), donde residió hasta
hacerse hombre.
Lug, por supuesto, estaba llamado a ser el redentor del pueblo de Dana. Su
llegada se narra en una historia que resalta sus atributos solares de poder universal y
lo muestra, semejante a Apolo, como la deidad tutelar del conocimiento humano y
toda habilidad artística y medicinal. Se nos cuenta que Lug se presentó a ofrecer sus
servicios ante Nuada de la Mano de Plata, y cuando el portero del palacio real de Tara
le preguntó qué sabía hacer, Lug contestó que era carpintero.
«No necesitamos carpinteros —dijo el portero—; tenemos uno excelente: Luchta
hijo de Luchad». «También soy herrero», dijo Lug. «Ya tenemos un maestro herrero»,
dijo el portero. «Entonces soy guerrero», dijo Lug. «Ninguno necesitamos —dijo el
portero—, mientras tengamos a Ogma». Lug continúa mencionando las ocupaciones
y oficios que le vienen a la mente —poeta, arpista, hombre de ciencia, médico,
despensero y así sucesivamente, recibiendo siempre la respuesta de que en la corte de
Nuada ya se encuentra instalado un supremo maestro de ese arte—. «Entonces
preguntad al rey —dijo Lug—, si tiene a su servicio un solo hombre que sea diestro
en todas estas artes, y si lo tiene, no me demoraré más aquí, ni pediré entrar en su
palacio». Lug es recibido y se le confiere el sobrenombre de Ildánach, que significa,
«el de las Mil Artes», el príncipe de todas las ciencias; otro nombre que suele llevar
es Lugh Lamfada, o Lug del Brazo Largo. De Jubainville señala su correspondencia
con el dios galo que César identifica con Mercurio, «inventor de todas las artes», a
quien los galos erigieron muchas estatuas. El mito irlandés complementa esta
información y nos revela el nombre celta de la deidad.
Cuando Lug llegó del País de los Vivientes llevó consigo muchos regalos
mágicos. Traía la Barca de Mananan, hijo de Lir, el dios del mar, una embarcación
que adivinaba los pensamientos y viajaba a dondequiera que un hombre desease ir; el
Caballo de Mananan, que podía galopar por la tierra y por el mar; y una espada
terrible llamada Fragarach («La que da respuesta»), capaz de atravesar cualquier
cota de malla. Así equipado, se apareció Lug un día ante una asamblea de jefes
danaanos que se habían reunido para pagar tributo a los enviados de los opresores
fomoireos; y se cuenta que, cuando los danaanos lo vieron, les pareció que
contemplaban el amanecer de un día de verano. En vez de pagar el tributo, liderados
por Lug, atacaron a los fomoireos y solo dejaron vivos a nueve de sus hombres y a
estos los mandaron de vuelta para decir a Balor que los danaanos lo desafiaban y que
ya no le pagarían tributo. Balor se aprestó a combatir y ordenó a sus capitanes que,
después de reducir a los danaanos, asegurasen la isla a sus barcos con cables y la
remolcasen bien lejos al norte, hacia las regiones fomoireas de hielo y oscuridad,
donde ya no les causaría más problemas.
La Barca de Mananan
LA GESTA DE LOS HIJOS DE TURENN
Lug, por su parte, se preparaba para el combate final; pero aún necesitaba ciertosinstrumentos mágicos para asegurar la victoria y tenía que conseguirlos. La historia
de la búsqueda de estos objetos, que incidentalmente narra también la muerte de
Kian, el padre de Lug, es una de las más valiosas y peculiares leyendas irlandesas y
conforma una tríada de cuentos míticos considerada como la flor de los romances
irlandeses[84].
Según este relato, Lug envió a Kian al norte para reunir en Ulster a los danaanos
que pudieran pelear y formar un ejército contra los fomoireos. En el camino, al cruzar
la llanura de Muirtemne, cerca de Dundalk, se encuentra con tres hermanos: Brian,
luchar y Iucharba, hijos de Turenn, con cuya casa la de Kian mantenía una enemistad
mortal. Kian procura eludirlos transformándose en cerdo y mezclándose con una
manada que hozaba en la llanura, pero los hermanos lo descubren y Brian lo hiere de
muerte con una azagaya. Viendo que había llegado su fin, Kian les ruega que le
permitan volver a su forma humana antes de matarlo. «Más grato para mí es matar a
un hombre que un cerdo», dice Brian, quien asume el papel protagonista en las
aventuras de los hermanos. Entonces Kian se yergue ante ellos en figura de hombre,
con la sangre del lanzazo de Brian chorreándole del pecho. «Os he engañado —grita
—, si hubierais matado un cerdo habríais pagado el eric [deuda de sangre] de un
cerdo, pero ahora pagaréis el eric de un hombre; jamás habrá eric mayor que el que
vosotros habréis de pagar; y las armas que me maten contarán mi historia al vengador
de la sangre».
«Entonces te mataremos sin armas», dice Brian lo apedrean hasta dejarlo muerto
y lo entierran en una fosa tan honda como la estatura de un hombre.
Cuando Lug pasa por allí poco después, las piedras de la llanura le gritan que su
padre ha muerto a manos de los hijos de Turenn. Lug descubre el cadáver y, jurando
venganza, regresa a Tara. Allí acusa a los hijos de Turenn ante el gran rey y este le
autoriza a ejecutarlos, o a nombrar el eric que estarían dispuestos a aceptar en
remisión de tal sentencia. Lug escoge el eric y seguidamente lo declara, ocultando
bajo nombres de objetos comunes cosas de incalculable valor, cuya consecución
involucra inauditas hazañas: tres manzanas, la piel de un cerdo, una lanza, un carro
con dos caballos, siete cerdos, un sabueso, un asador y, finalmente, dar tres gritos en
la cima de un monte. Los hermanos se comprometen a pagar la deuda, y Lug revela
entonces el sentido de los objetos. Las tres manzanas son las que crecen en el Jardín
del Sol; la piel de cerdo es una piel mágica que cura toda herida o enfermedad a quien
se cubra con ella y se halla en poder del rey de Grecia; la lanza es un arma mágica,
propiedad del rey de Persia (naturalmente, estos nombres son solo denominaciones
caprichosas de lugares del mundo misterioso de Faëry); los siete cerdos pertenecen al
rey Asal de los Pilares de Oro y se los puede matar y comer cada noche y, no
obstante, aparecen vivos al día siguiente; el asador pertenece a las ninfas acuáticas de
la isla perdida de Finchory; y los tres gritos hay que proferirlos en la colina de un
feroz guerrero, Mochaen, quien, con sus hijos, ha jurado que ningún hombre
levantará la voz en ese monte. Llevar a cabo cualquiera de estas empresas es una
tarea poco menos que imposible y los hermanos deben cumplirlas todas para quedar
libres de la culpa y del castigo por la muerte de Kian.
La historia prosigue contando cómo, con infinita audacia e ingenio, los hijos de
Turenn van cumpliendo todas las tareas, pero cuando les resta conseguir el asador y
dar los tres gritos en la colina de Mochaen, Lug les induce un olvido con sus artes
mágicas y los hermanos regresan a Irlanda con sus tesoros. Estos son —sobre todo la
lanza y la piel de cerdo— la ayuda que Lug necesita contra los fomoireos; pero su
venganza no está completa, y tras recibir los tesoros les recuerda a los hermanos lo
que les falta por obtener. Profundamente desalentados, comprenden la estratagema de
Lug y parten abatidos a tratar de conseguir, si pueden, el resto del eric. Tras mucho
deambular descubren que la isla de Finchory no está sobre del mar, sino debajo. Brian
desciende hasta ella con un mágico «vestido de agua», llega hasta el palacio de las
tres veces cincuenta ninfas y toma de una estufa el asador dorado. Después intentan la
terrible prueba de la colina de Mochaen. Tras un combate desesperado que termina
con la muerte de Mochaen y sus hijos, los hermanos, moribundos, elevan sus voces
en tres débiles gritos, y de esta manera se cumple el eric. Consiguen regresar con vida
a Irlanda, y su anciano padre, Turenn, implora a Lug que le preste la piel mágica para
curarlos; pero el implacable Lug se niega, y los hermanos y el padre mueren. Así
termina el cuento.
LA SEGUNDA BATALLA DE MAG TURED
La segunda batalla de Mag Tured tuvo lugar en una llanura en el norte del condado de
Sligo, que se destaca por la cantidad de monumentos sepulcrales que hay
desperdigados por su territorio. La primera batalla de Mag Tured fue, como hemos
dicho, la que libraron los danaanos contra los firbolg, en una llanura homónima que
se hallaba mucho más al sur, en el condado de Mayo. La batalla contra los fomoireos
está narrada con increíble riqueza de detalles maravillosos. Los artífices del pueblo de
Dana, Goban el Herrero, Credné el Orfebre y Luchta el Carpintero, reparan sin
descanso y con celeridad mágica las armas rotas de los danaanos: tres golpes del
martillo de Goban bastan para hacer una lanza o una espada, Luchta arroja una
empuñadura y esta se adhiere al instante y Credné con sus tenazas saca los remaches
con la misma rapidez que los fabrica, y luego cada uno vuela a su sitio. La piel
mágica de cerdo sana a los heridos. La llanura resuena con el clamor de la batalla:
Pavoroso era en verdad el fragor que atronaba sobre el campo de
batalla; los gritos de los guerreros, los escudos rompiéndose en
pedazos, el centellear y entrechocar de las espadas, las rectas
espadas de puño de marfil, la música y la armonía de los «dardos
del vientre» y el susurrar de las lanzas en vuelo[85].
LA MUERTE DE BALOR
Los fomoireos traen a su héroe, Balor, y ante la vista de su terrible ojo caen Nuada de
la Mano de Plata y otros danaanos. Pero Lug, aprovechando una oportunidad en que
el párpado se cerraba a causa del cansancio, se acercó a Balor y, cuando el ojo volvía
a abrirse, le arrojó una gran piedra que se incrusta en su cerebro y Balor cae muerto,
como se había predicho, a manos de su nieto. Los fomoireos entonces se desbandaron
totalmente y nunca más realizaron depredaciones importantes en Irlanda. Lug, el
Ildánach, es entronizado en lugar de Nuada, completándose así el mito de la victoria
del héroe solar sobre los poderes de las tinieblas y la fuerza bruta.
EL ARPA DEL DAGDA
Cabría insertar aquí un curioso incidente que demuestra el poder que ejercían los
danaanos mediante el influjo de la música. Se cuenta que los fomoireos fugitivos
habían hecho prisionero al arpista del Dagda y se lo habían llevado consigo. Lug, el
Dagda y el guerrero Ogma los siguieron y entraron sin ser advertidos en la sala de
banquetes del campamento fomoireo. Allí vieron el arpa colgada en la pared. El
Dagda la llamó y esta inmediatamente voló a sus manos, matando a nueve hombres
de los fomoireos en el trayecto. La invocación del Dagda de su arpa es muy singular
y no poco desconcertante: «Ven, dulce murmuradora de manzanas —exclama—, ven,
cuadrilátero de armonía, ven, Verano, ven, Invierno, desde las bocas de las arpas y las
gaitas y las flautas[86]».
La alusión al verano y al invierno nos remite a la práctica existente en la música
india de asignar ciertos modos musicales a las diferentes estaciones del año (e incluso
a distintos momentos del día) y también a una leyenda egipcia referida en Historia de
la música de Burney, donde las tres cuerdas de la lira correspondían supuestamente a
las tres estaciones, primavera, verano e invierno[87].
El cuento prosigue contando cómo el Dagda, en posesión del arpa, toca los «tres
nobles acordes» que todo gran maestro del arpa debe conocer: el Acorde del
Lamento, que hacía llorar a los que escuchaban; el Acorde de la Risa, que los
alegraba; y el Acorde del Sueño, o la Nana, que los sumergía a todos en un profundo
sueño. Y protegido por ese sueño, el héroe de los danaanos logra escabullirse y huir.
En toda la literatura legendaria de Irlanda se observa que la habilidad musical —el
arte cuya influencia se asemeja más a la de un misterioso hechizo o un don feérico—
es un atributo exclusivo del pueblo de Dana y sus descendientes. Así, en el Coloquio
de los antiguos, una colección de cuentos compilada alrededor del siglo XIII o XIV, le
presentan un juglar a san Patricio, Cascorach, «un joven apuesto, de cabello
encrespado y tez cetrina», que toca una tonada tan dulce que el santo y su comitiva se
rinden al sueño. Se nos cuenta que Cascorach era hijo de un juglar del pueblo de
Dana. El escriba de san Patricio, Brogan, comenta: «Nos has dado una muestra
admirable de tu arte». «Muy buena sería —dice Patricio—, de no ser por el feérico
tañido que la infesta, sin el cual nada habría más semejante a la armonía celestial[88]».
Tradicionalmente se supone que algunas de las melodías populares irlandesas más
antiguas —por ejemplo, la Coulin—, fueron escuchadas por arpistas mortales en las
francachelas de las hadas.
En la fiesta (o francachela) de las hadas
NOMBRES Y CARACTERÍSTICAS DE LAS
DEIDADES DEL PUEBLO DE DANACerramos este relato de la conquista danaana mencionando algunos de sus principales
dioses y sus atributos, que será de gran utilidad a los lectores de las páginas
siguientes. La mejor descripción que conozco es la que aparece en Historia crítica de
Irlanda de Standish O’Grady[89]. Esta obra resulta también extraordinaria por su
análisis crítico —fue publicada en 1881, cuando el estudio científico de la mitología
céltica era casi desconocido— y por su auténtica imaginación bárdica, análoga a la de
los antiguos creadores de mitos, capaz de retomar las formas muertas del pasado y
henchirlas con el aliento de la vida. Los bosquejos generales en que O’Grady ha
establecido los rasgos típicos de los principales personajes del ciclo danaano no
necesitan hoy corrección alguna y me han sido muy útiles en la elaboración del
siguiente resumen.
EL DAGDA
El Dagda Mōr era el padre y jefe del pueblo de Dana. A su figura y sus hechos le
acompaña una cierta noción de inmensidad. En la segunda batalla de Mag Tured sus
golpes aplastan filas enteras del enemigo y cuando arrastra la lanza por el suelo abre
en la tierra un surco como el foso que marca las lindes de una provincia. En algunos
de los relatos sobre esta deidad hay elementos de humor grotesco. Durante su visita al
campamento fomoireo, estos lo alimentan vertiendo gachas y leche en un gran hoyo y
él se las traga con una cuchara tan grande que en ella podían tenderse juntos un
hombre y una mujer. Con la cuchara raspa el hoyo, al acabarse las gachas, echándose
despreocupadamente tierra y gravilla en el gaznate. Ya hemos visto que el Dagda, al
igual que todos los danaanos, es un maestro de la música y de otros atributos mágicos
y posee un arpa que acude volando por el aire a su llamada. «La tendencia a atribuir
vida a los objetos inanimados se observa claramente en la literatura homérica, pero
ejerce una gran influencia en la mitología de este país. La lanza viva y llameante de
Lugh; la barca mágica de Mananan; la espada de Conary Mōr, que cantaba; la espada
de Cuchulain, que hablaba; la Lia Fail, Piedra del Destino, que rugía de júbilo bajo
los pies de los legítimos reyes; las aguas del Avon Dia, conteniéndose por miedo al
formidable duelo entre Cuchulain y Ferdia, son unos pocos entre muchos
ejemplos[90]». Una leyenda de épocas posteriores cuenta cómo una vez, a la muerte
de un gran erudito, todos los libros de Irlanda se cayeron al suelo desde sus estantes.
ANGUS ŌG
Angus Ōg (Angus el Joven), hijo del Dagda y de Boanna (el río Boyne), era el dios
irlandés del amor. Supuestamente tenía su palacio en New Grange, sobre el Boyne.
Cuatro pájaros brillantes se cernían sobre su cabeza —eran sus besos que encarnaban
en aquella forma encantadora— y al oír su canto el amor brotaba en los corazones de
los jóvenes y las doncellas. Cierta vez Angus enfermó de amor por una doncella que
había visto en un sueño. Contó a su madre Boanna la causa de su enfermedad y esta
buscó a la muchacha por toda Irlanda, mas no pudo encontrarla. Recurrieron al
Dagda, pero tampoco él la encontró, hasta que finalmente llamaron a Bōv el Rojo, rey
de los danaanos de Munster —el mismo que veremos en el cuento de los hijos de Lir,
muy diestro en toda clase de misterios y encantamientos—. Bōv emprendió la
búsqueda, y al cabo de un año declaró haber encontrado a la doncella del sueño en un
lugar llamado el Lago de la Boca del Dragón.
Angus va a ver a Bōv, quien lo hospeda durante tres días, y luego lleva a la
doncella a la orilla del lago, donde Angus ve tres veces cincuenta doncellas
caminando en parejas, cada pareja unida por una cadena de oro, pero una de ellas es
más alta que las otras por una cabeza. «¡Es ella! —exclama Angus—. Dime el
nombre por el que es conocida». Bōv responde que Caer es el nombre de la joven,
hija de Ethal Anubal, príncipe de los danaanos de Connacht. Angus se lamenta de no
ser lo bastante fuerte para raptarla, pero, aconsejado por Bōv, se presenta ante Ailell y
Maev, los reyes mortales de Connacht, para recabar su ayuda. Entonces el Dagda y
Angus se retiran al palacio de Ailell, quien los agasaja durante una semana y luego
les pregunta por la razón de su visita. Al conocerla, responde: «No tenemos autoridad
sobre Ethal Anubal». Sin embargo, envían un mensaje pidiendo para Angus la mano
de Caer, mas Ethal se niega a entregarla. Al final, Ethal es asediado por las fuerzas
combinadas de Ailell y el Dagda, y hecho prisionero. Cuando una vez más le exigen
que entregue a Caer, declara que no le es posible obedecer, «pues ella es más
poderosa que yo». Ethal explica que Caer vive alternativamente en forma de doncella
y de cisne, cambiando de un año al otro, «y el próximo primero de noviembre la
veréis con otros ciento cincuenta cisnes en el Lago de la Boca del Dragón».
Angus acude al lago en la fecha señalada y le grita: «¡Oh, ven y habla conmigo!».
Caer pregunta: «¿Quién me llama?». Angus le explica quién es y se ve entonces
transformado en un cisne. Esta es una señal de asentimiento y Angus se lanza al lago
para reunirse con su amor. Seguidamente ambos vuelan hasta el palacio sobre el
Boyne, entonando en el trayecto una música tan divina que todos los que la escuchan
se duermen plácidamente durante tres días con sus noches.
Angus es la deidad especial y el protector de la juventud hermosa. Dermot de la
Marca de Amor (de quien hablaremos más adelante), seguidor de Finn mac Cumhal y
amante de Grania, fue criado con Angus en el palacio sobre el Boyne. Dermot es el
amante típico de las leyendas irlandesas. Cuando lo mata el jabalí salvaje de Ben
Bulben, Angus lo resucita y se lo lleva a compartir su inmortalidad en su palacio
encantado.
LEN DE KILLARNEY
Se dice que Bōv el Rojo, hermano del Dagda, de quien ya hemos hablado, tenía un
orfebre llamado Len, quien «dio su antiguo nombre a los lagos de Killarney, antaño
conocidos como Locha Lein, los lagos de Len de los Muchos Martillos. En alusión al
lago que él creó, rodeado de arcoíris y surtidores de rocío ígneo[91]».
Ya hemos descrito a Lug[92]. Es la deidad celta que cuenta con atributos más
inequívocamente solares; y, como sabemos, su culto se expandió por todo el mundo
celta de la Europa continental. En el cuento de la búsqueda de los hijos de Turenn se
dice que Lug llegó hasta los fomoireos desde el oeste. Entonces Bres, hijo de Balor,
se levantó y dijo: «Qué extraño que el sol esté saliendo por el oeste hoy, si sale por el
este todos los días». «Ojalá fuera el sol», dijeron sus druidas. «Pero ¿qué podría ser si
no el sol?», dijo Bres. «Es el resplandor del rostro de Lug del Brazo Largo», le
respondieron.
Lug, en unión de Dectera, una doncella milesia, fue el padre de Cuchulain, la
figura más heroica de las leyendas irlandesas en cuya historia se evidencia un fuerte
elemento del mito solar[93].
MIDIR EL ORGULLOSO
Midir el Orgulloso es un hijo del Dagda. Su palacio encantado está en Bri Leith, o
Slieve Callary, en el condado de Longford. Midir suele figurar en leyendas que
versan en parte sobre personajes humanos y en parte sobre los danaanos, y siempre se
lo representa con gran esplendor en su atuendo y belleza personal. Cuando se le
aparece al rey Eochy sobre la colina de Tara, se le describe de esta forma[94]:
Ocurrió que Eochy Aírenme, rey de Tara, cierto día soleado del
verano se levantó y subió al monte de Tara[95] para contemplar la
llanura de Brega; hermoso era el color de aquella llanura y
espléndidas flores ardían sobre ella con todos los matices
conocidos. Y mientras el susodicho Eochy miraba a su alrededor,
vio a un guerrero joven y extraño junto a él en el monte. La
túnica del guerrero era de color púrpura, su cabello de un
amarillo dorado, y tan largo que llegaba hasta sus hombros. Los
ojos del joven guerrero eran lustrosos y grises; en una mano
blandía una lanza afilada y en la otra un escudo tachonado de
blanco con gemas de oro. Y Eochy enmudeció, pues sabía que ningún
guerrero como aquel había estado en Tara la noche anterior, y que
la puerta de entrada al Liss no se había abierto desde
entonces[96].
LIR Y MANANAN
O’Grady comenta que Lir «aparece bajo dos formas diferentes. En la primera es una
presencia vasta e impersonal, que se identifica con el mar; de hecho, con el océano
griego. En la segunda, es una persona bien diferenciada que mora invisiblemente en
Slieve Fuad», en el condado de Armagh. No se habla mucho de él en las leyendas
irlandesas, donde los atributos del dios del mar se confieren principalmente a su hijo,
Mananan.
Esta deidad es una de las más populares de la mitología irlandesa. Era el señor del
mar, y bajo el mar o más allá del cual se suponía que estaba la Tierra de la Juventud o
las Islas de los Muertos; por tanto Mananan era el guía de los hombres hacia ese país.
Era un maestro en ardides e ilusiones y poseía toda clase de objetos mágicos: la barca
llamada Barredor-del-océano, que obedecía los pensamientos de quienes navegaban
sin remos ni vela; el corcel Aonbarr, que viajaba tanto por mar como por tierra; y la
espada llamada Respondedora, que ninguna armadura podía resistir. Las olas de
blanca cresta eran llamadas los Caballos de Mananan, y el héroe solar, Cuchulain,
tenía prohibido mirarlas —este tabú se vincula con la diaria muerte del sol al
ocultarse entre las olas del oeste—. Mananan vestía una gran capa que podía adoptar
todos los colores, como ocurre con la extensa superficie del mar al ser contemplada
desde arriba; y como protector de la isla de Erín se decía que cuando una fuerza hostil
invadía Irlanda se escuchaba en la noche el restallar de la formidable capa del dios
mientras paseaba iracundo por el campamento enemigo. Se supone que la isla de
Man, que se distingue vagamente desde la costa irlandesa, era el trono de Mananan, y
que toma su nombre de esta deidad.
LA DIOSA DANA
Dana era la más importante de las diosas de los danaanos, «la madre de los dioses
irlandeses», como la llama un antiguo texto. Era la hija del Dagda y, como él, estaba
relacionada con las nociones de fertilidad y bendición. Según D’Arbois de
Jubainville, Dana no era otra que la diosa Brigit, tan adorada en el mundo celta. Se
dice que Brian, Iuchar e Iucharba eran sus hijos —en realidad estos representan a una
sola persona, a la típica manera irlandesa de concebir los poderes divinos en tríadas.
El nombre de Brian, quien lleva la iniciativa en las hazañas de estos hermanos[97], es
una derivación de una forma más antigua, Brenos, y bajo esta forma se invocaba al
dios al que los celtas atribuyeron sus victorias en el Alia y en Delfos, y al que los
cronistas romanos y griegos confundieron con un líder terrenal.
LA MORRÍGAN
Había también una diosa extraordinaria llamada la Morrígan[98], quien parece
encarnar lo perverso y horrible de los poderes sobrenaturales. Se deleitaba
imponiendo la guerra entre los hombres, y ella misma combatía adoptando formas
espantosas y a menudo sobrevolando los ejércitos en figura de cuervo. Se topó con
Cuchulain y le profesó su amor convertida en doncella. Él la rechazó, y a partir de
entonces ella lo persiguió constantemente. Peleando con él en mitad de un arroyo, se
transformó en una serpiente de agua y luego en un amasijo de algas marinas, con la
intención de enredarlo y ahogarlo. Pero él la venció y la dejó herida, y más adelante
ella se volvió su amiga. Antes de la última batalla de Cuchulain, la Morrígan alcanzó
a Emain Macha por la noche y rompió el asta de su carro a modo de advertencia.
LA OLA DE CLEENA
Uno de los accidentes geográficos más notables de Irlanda es la Tonn Cliodhna, la
«Ola de Cleena», en la costa de la bahía de Glandore, en el condado de Cork. De la
historia de Cleena hay en varias versiones que no coinciden, salvo en el hecho de que
ella parece haber sido una doncella danaana que vivió en el país de Mananan, la
Tierra de la Juventud más allá del mar. Una de las versiones cuenta que, habiendo
escapado de allí con un amante mortal, Cleena desembarcó en la costa meridional de
Irlanda y su amante, Keevan del Cabello Crespo, se internó en el bosque a cazar.
Cleena se quedó en la playa, donde los feéricos acordes de un juglar de Mananan la
hicieron quedarse dormida, y una gran ola del mar la devolvió al País de las Hadas,
dejando a su amante desolado. Desde entonces aquel sitio se llamó la playa de la Ola
de Cleena.
LA DIOSA AINÉ
Otra diosa relevante era Ainé, la patrona de Munster, todavía venerada en ese
condado. Ainé era hija de un druida llamado Owel, hijastro de Mananan. Es una diosa
del amor, que constantemente inspira pasión a los mortales. Se cuenta que fue violada
por Ailill Olum, rey de Munster, a quien luego ella mata con sus artes mágicas. Esta
historia se repite en épocas posteriores con otro amante mortal, Fitzgerald, con la
diferencia de que ella no lo mata, sino que tiene con él un hijo: el famoso mago
Earl[99]. La mayoría de las familias aristocráticas de Munster afirma descender de
esta unión. Su nombre perdura en la «Colina de Ainé» (Knockainey), cerca de Loch
Gur, en Munster. En la imaginación popular las deidades del pueblo de Dana eran
dioses de la tierra, dei terreni, vinculados a las nociones de fertilidad y prosperidad.
Ainé apenas figura en la literatura bárdica, pero es muy prominente en el folclore
local. A instancias de su hijo, Earl Gerald, sembró de guisantes toda la Colina de
Ainé en una sola noche. Era adorada por los campesinos y quizá aún lo sea. En la
Noche de san Juan llevaban antorchas de heno y paja, las sujetaban a unos postes y
las encendían alrededor de su colina. Después se dispersaban por los campos y los
pastizales, agitando las antorchas sobre los cultivos y el ganado para convocar la
suerte y la prosperidad del año siguiente. Una noche, según cuenta D. Fitzgerald[100],
quien ha recogido las tradiciones locales relacionadas con ella, no se celebró esta
ceremonia debido a la muerte de un vecino. Los campesinos vieron por la noche más
antorchas que nunca en torno a la colina, y a la propia Ainé al frente, dirigiendo la
procesión.
Otra Noche de san Juan varias muchachas se quedaron rezagadas en la colina
contemplando las cliars (antorchas) y retozando. Ainé apareció entre ellas, les
agradeció el tributo que le rendían, y les dijo que se fueran a casa, pues ahora ellos
querían la colina para ellos solos. Les mostró a qué se refería, pues hizo que algunas
muchachas miraran a través de un anillo y vieron la colina atestada de gente
anteriormente invisible.
«Aquí tenemos —comenta Alfred Nutt—, una realización del antiguo ritual en un
lugar consagrado a una de las antiguas potestades, supervisado por esas mismas
potestades, que incluso intervienen en él. Solo en el mundo gaélico puede encontrarse
un ejemplo tan fehaciente de la identificación de la clase feérica con esas venerables
potestades cuyo favor ha sido propiciado durante periodos sin cuento a través de ritos
y sacrificios, originalmente feroces y sangrientos, que son hoy un mero simulacro de
su forma prístina[101]».
SINEND Y EL POZO DEL CONOCIMIENTO
Hay un mito singular que, además de intentar explicar el nombre del río Shannon,
expresa la veneración de los celtas por la poesía y la ciencia, al tiempo que advierte
del peligro que ambas entrañan. Se cuenta que la diosa Sinend, hija de Lodan, hijo de
Lir, se acercó al llamado Pozo de Connla, que se halla bajo el mar —esto es, en la
Tierra de la Juventud, en el País de las Hadas—. «Este es un pozo —dice el relato
bárdico—, junto al cual se yerguen los avellanos de la sabiduría y de las
inspiraciones, esto es, los avellanos de la ciencia y de la poesía, y brotan de ellos
simultáneamente frutos, flores y hojas que caen sobre el pozo, levantando del agua un
surtidor de púrpura». No se dice qué ritos propiciatorios omitió Sinend al asomarse al
pozo, pero las aguas se levantaron coléricas y la arrastraron hasta la orilla del
Shannon, donde murió, y el río recibió su nombre[102]. En las leyendas irlandesas es
recurrente el mito de los avellanos de la inspiración y del conocimiento y su
asociación con un agua que brota; un poeta contemporáneo irlandés, G. W. Russell,
ha empleado bellamente este motivo en los siguientes versos:
Una cabaña escondida en la ladera en un recodo verde,
con puerta y ventana bien abiertas, por las que pueden asomarse
los astros favorables;
el tímido conejo puede corretear dentro y son libres de entrar
los vientos errantes
que vagan alrededor del trono de la montaña en un éxtasis de
vida.
Y cuando el sol se va hundiendo en la penumbra de la tarde y
el aire se llena de púrpura,
pienso que el avellano sagrado está dejando caer sus frutos,
desde las frondas estelares que ondulan donde rebosa el Pozo
de Connla;
a buen seguro, las aguas inmortales fluyen en cada ráfaga de
viento.
Cuando la alta noche se yergue y sacude el temblante rocío,
cada alto y solitario pensamiento que me embarga
parece una brillante avellana desprendida en el aire purpúreo,
y desde el mágico árbol de la vida los frutos caen por doquier.
Sinend y el pozo del conocimiento
LA LLEGADA DE LOS MILESIOS
Después de la segunda Batalla de Mag Tured los danaanos gobernaron en Irlanda
hasta la llegada de los milesios, los hijos de Miled. En las leyendas irlandesas se
concibe a los milesios como una raza enteramente humana, pero cuyo origen se
remonta, como el de los otros invasores de Irlanda, a un linaje divino y mitológico.
Miled, cuyo nombre es un dios en una inscripción céltica en Hungría, es representado
como un hijo de Bilé. Este último, al igual que Balor, es uno de los nombres del dios
de la muerte, esto es, del inframundo. Los milesios vienen de «España» —el término
usualmente empleado por los posteriores historiadores racionalistas para designar la
Tierra de los Muertos—.
El modo en que arribaron a Irlanda fue el siguiente: Ith, el abuelo de Miled, vivía
en una gran torre que su padre, Bregon, había construido en «España». Un claro día
de invierno, cuando miraba hacia el oeste desde su eminente torre, vio la costa de
Irlanda a lo lejos y decidió navegar hasta aquella tierra desconocida.
Se embarcó con noventa guerreros y desembarcó en Corcadyna, en el suroeste.
En relación con este episodio quisiera citar un pasaje de gran belleza e interés del
Ciclo mitológico de Irlanda de De Jubainville[103]:
Según un escritor desconocido citado por Plutarco, muerto
alrededor del año 120 de la era actual, y también por Procopio,
escritor del siglo VI, «la Tierra de los Muertos» es el extremo
occidental de Gran Bretaña, separada del territorio oriental por
una muralla impenetrable. Cuenta la leyenda que en la costa norte
de la Galia hay un pueblo de marineros que se dedican a
transportar los muertos desde el continente hasta su última morada
en la isla de Bretaña. Los marineros, despertados en la noche por
los susurros de una voz misteriosa, se levantan y bajan a la
playa, donde encuentran naves esperándolos que no son las
suyas[104] y, en ellas, seres invisibles, bajo cuyo peso los barcos
a duras penas se mantienen a flote. Suben a bordo y con un solo
golpe de remo —dice uno de los textos—, en una hora —dice otro—,
llegan a su destino; con sus propios barcos, utilizando velas, les
habría tomado por lo menos un día y una noche alcanzar la costa de
Bretaña. Al llegar a la otra orilla los invisibles pasajeros
desembarcan y, a medida que lo hacen, los barcos descargados se
van elevando sobre el nivel de las olas y se escucha una voz
anunciando los nombres de los recién llegados, que acaban de ser
añadidos a la población de la Tierra de los Muertos.
Basta un golpe de remo, un viaje a lo sumo de una hora, para la
travesía nocturna que lleva a los muertos desde el continente galo
hasta su morada final. Ciertamente, una ley misteriosa reúne por
la noche los grandes espacios que por el día separan los dominios
de los vivos y de los muertos. Esa misma ley permitió a Ith, en la
Tierra de los Muertos, divisar en una noche clara de invierno
desde la Torre de Bregon las costas de Irlanda, o la tierra de los
vivos. Este fenómeno tuvo lugar en invierno; pues el invierno es
una especie de noche; el invierno, al igual que la noche, levanta
las barreras entre las regiones de la muerte y de la vida; el
invierno, como la noche, da a la vida el aspecto de la muerte y
suprime, por así decirlo, el terrible abismo que se extiende entre
ambas.
Se cuenta que entonces gobernaban en Irlanda tres reyes danaanos, nietos del
Dagda. Sus nombres eran Mac Cuill, Mac Cecht y Mac Grené, y sus esposas se
llamaban respectivamente Banba, Fohla y Eriu. La costumbre celta de concebir a las
personas divinas en tríadas está aquí nuevamente ejemplificada. Cada tríada
representa una sola persona, y el carácter mítico del personaje se declara en uno de
sus aspectos, Mac Grené, hijo del Sol. Los nombres de las tres diosas han sido
aplicados en diferentes épocas a Irlanda, pero solo ha perdurado el de la tercera, Eriu,
que, en su forma dativa, Erinn, actualmente es un nombre poético del país. Que Eriu
sea la esposa de Mac Grené significa, como bien observa De Jubainville, que el dios
sol, el dios del día, de la vida y de la ciencia ha desposado a la tierra y reina sobre
ella.
Ith, al desembarcar, se encuentra con que el rey danaano, Neit, acaba de morir en
combate contra los fomoireos, y que los tres hijos, Mac Cuill y los otros, están en la
fortaleza de Aileach, en el condado de Donegal, dividiéndose la tierra. Al principio le
dan la bienvenida y le piden que zanje la cuestión de su herencia. Ith les da su
parecer, pero en sus palabras se revela su admiración por la tierra recién descubierta:
«Actuad —les dice—, de acuerdo con las leyes de la justicia, pues el país que habitáis
es bueno, rico en frutos y miel, en trigo y en peces; templado en el calor y en el frío».
A raíz de este panegírico los danaanos concluyen que Ith pretende adueñarse de su
tierra, lo apresan y lo matan. Pero sus compañeros recuperan el cadáver y se lo llevan
en sus barcos de regreso a «España»; entonces los hijos de Miled deciden tomar
venganza por el ultraje y se preparan para invadir Irlanda.
Navegaron comandados por treinta y seis jefes, llevando cada uno en el barco a su
familia y sus seguidores. Se cuenta que dos de ellos perecieron por el camino. Uno de
los hijos de Miled se ahogó al caerse del mástil al que había trepado para intentar
divisar la costa de Irlanda. Y la otra fue Skena, la mujer del poeta Amergin, hijo de
Miled, fallecida en el trayecto. Los milesios la enterraron al desembarcar, y llamaron
al lugar «Inverskena» en su honor; este era el antiguo nombre del río Kenmare en el
condado de Kerry.
Fue un jueves, primero de mayo y decimoséptimo día de la luna,
cuando los hijos de Miled llegaron a Irlanda. También Partholón
desembarcó en Irlanda un primero de mayo, pero otro día de la
semana y de la luna; y era también primero de mayo cuando llegó la
plaga que destruyó en una semana a toda su raza. El primero de
mayo estaba consagrado a Beltené, uno de los nombres del dios de
la muerte, el dios que da la vida a los hombres y se la vuelve a
quitar. Fue así que en la festividad de este dios los hijos de
Miled comenzaron su conquista de Irlanda[105].
La llegada de los milesios
EL POETA AMERGIN
Cuando el poeta Amergin puso pie en la tierra de Irlanda se dice que cantó una
extraña y mística canción:
Soy el viento que sopla sobre el mar,
soy el oleaje del océano;
soy el murmullo de las olas;
soy el buey de los siete combates;
soy el buitre sobre la roca;
soy un rayo del sol;
soy la más hermosa de las plantas;
soy un bravo jabalí salvaje;
soy un salmón en el agua;
soy un lago en la llanura;
soy el arte del artífice;
soy una palabra de la ciencia;
soy la punta de lanza que ofrece batalla;
soy el dios que crea en la testa del hombre el fuego del
pensamiento.
¿Quién, si no yo, ilumina a la asamblea en la montaña?
¿Quién, si no yo, dice las edades de la luna?
¿Quién, si no yo, señaló el lugar adonde el sol se va a
descansar?
De Jubainville, a cuya traducción me he atenido en lo esencial, comenta esta
extraña alocución: «Esta composición carece de orden, las ideas fundamentales y
subordinadas están entremezcladas sin método alguno; pero no cabe ninguna duda de
su significado: el filé [poeta] es la palabra de la ciencia, es el dios que otorga al
hombre el fuego del conocimiento; y como la ciencia no es distinta de su objeto y
Dios y la Naturaleza son uno, el ser del filé se entremezcla con los vientos y las olas,
con los animales salvajes y las armas del guerrero[106]».
Otros dos poemas se atribuyen a Amergin, en los que él invoca en su ayuda a la
tierra y a los accidentes geográficos de Irlanda:
Invoco a la tierra de Irlanda,
muy bañada por el fecundo mar;
fértil, fértil montaña;
¡bosque lleno de claros!
¡Generoso río, abundante en agua!
¡Lago repleto de peces[107]!
EL VEREDICTO DE AMERGIN
El ejército milesio, tras desembarcar, avanza hacia Tara, donde les esperan los tres
reyes de los danaanos, a quienes conminan a entregar la isla. Los danaanos piden un
plazo de tres días para considerar si renuncian a Irlanda, se someten, o presentan
batalla; y proponen dejar la decisión a Amergin. Amergin pronuncia su veredicto
—«el primer veredicto pronunciado en Irlanda»—. Propone que los milesios no
deben tomar por sorpresa a sus enemigos; deberán retirarse a una distancia de nueve
olas de la costa y después regresar; y si vencen a los danaanos la tierra les pertenecerá
con justicia por derecho de combate.
Los milesios se someten a esta decisión y regresan a sus naves. Pero no bien se
alejan a la distancia mística de nueve olas, los hechiceros danaanos provocan una
niebla y una tormenta; la costa de Irlanda desaparece de su vista y ellos vagan
dispersos por el océano. Para confirmar si la tempestad que los azota es natural o
druídica, ordenan a un hombre llamado Aranan que trepe a un mástil para comprobar
si sopla el viento. Aranan sufre una caída mortal desde lo alto del mástil
bamboleante, pero antes de estrellarse grita a sus compañeros: «No hay tormenta aquí
arriba». Amergin, quien, como poeta —es decir, como druida—, toma la iniciativa en
todas las situaciones críticas, canta entonces su invocación de la tierra de Erín. El
viento cesa y los milesios, exultantes, ponen proa hacia la playa. Uno de los jefes
milesios, Eber Donn, se regocija brutalmente con la idea de pasar por la espada a
todos los moradores de Irlanda; inmediatamente la tempestad se reanuda y muchos
barcos milesios naufragan, entre ellos el de Eber Donn. Finalmente los últimos
milesios logran llegar a la playa y desembarcan en el estuario del Boyne.
LA DERROTA DE LOS DANAANOS
Se produce una gran batalla con los danaanos en Telltown[108]. Mueren los tres reyes
y las tres reinas de los danaanos, junto con muchas de sus gentes, y los hijos de Miled
—los últimos invasores míticos de Irlanda— se convierten en los soberanos de
Irlanda. Mas el pueblo de Dana no se retira. Con sus artes mágicas se cubren con un
velo de invisibilidad, y así pueden entrar y salir a su antojo. Desde entonces hay dos
Irlandas, la espiritual y la terrenal. Los danaanos habitan la Irlanda espiritual,
repartida entre ellos por su jefe supremo, el Dagda. Donde el ojo humano no ve más
que verdes montículos y terraplenes, vestigios de fortalezas o sepulcros derruidos, allí
se alzan los feéricos palacios de las divinidades derrotadas; allí transcurren sus
algazaras a la luz de un día que no acaba, alimentándose con la carne y la cerveza
mágicas que conceden juventud y belleza inmortales; y de allí salen a veces a
mezclarse con los hombres mortales en el amor y en la guerra. La antigua literatura
mítica los concibe heroicos y espléndidamente fuertes y hermosos. En épocas
posteriores, a medida que se fortalecía la influencia cristiana, se redujeron hasta
convertirse en las hadas, el pueblo de los Sidhe[109]; pero nunca han perecido
totalmente; hasta el día de hoy la Tierra de la Juventud y sus habitantes viven en la
imaginación del campesino irlandés.
EL SENTIDO DEL MITO DANAANO
Todos los mitos elaborados por los pueblos primitivos son símbolos y si podemos
descubrir lo que simbolizan tendremos una pista valiosa sobre el carácter espiritual, y
también sobre la historia, del pueblo del que nacieron. El sentido del mito danaano tal
como aparece en la literatura bárdica resulta perfectamente claro, a pesar de haber
sufrido muchas distorsiones antes de llegar hasta nosotros. Los danaanos representan
la reverencia de los celtas por la ciencia, la poesía y la habilidad artística, mezclados,
por supuesto, con la concepción más primitiva de la divinidad de las potestades de la
luz. En su combate contra los firbolg queda bien plasmada la victoria del intelecto
sobre la tosquedad y la ignorancia —la comparación entre las armas pesadas y romas
de los firbolg y las lanzas ligeras y penetrantes del pueblo de Dana constituye un
indicio imposible de confundir—. Los fomoireos no solo representan la tosquedad y
la estupidez, sino las fuerzas de la tiranía, la crueldad y la codicia —una oscuridad
más moral que intelectual—.
EL SENTIDO DEL MITO MILESIO
Pero el mito de la guerra entre los danaanos y los hijos de Miled es más difícil de
interpretar. ¿Cómo es que los señores de la luz y la hermosura, blandiendo los
poderes del pensamiento (representados por la magia y la hechicería), sucumbieron a
manos de una raza humana y fueron desposeídos por ella de su disputada herencia?
¿Qué significa esta súbita reducción de sus poderes cuando los milesios entran en
escena? Los milesios no estaban del lado de los poderes de las tinieblas. Amergin era
su guía, una clara encarnación de la poesía y el pensamiento. Eran objeto de suma
veneración, y todas las familias dominantes de Irlanda remontaban su linaje hasta
ellos. ¿Estaba pues el Reino de la Luz dividido contra sí mismo? O, si no es así, ¿a
qué concepción de la mente irlandesa nos conduce el mito de la invasión y la victoria
milesia?
La única respuesta que puedo discernir para este enigma es que el mito milesio
tuvo su origen en una época muy posterior y que, en sus rasgos fundamentales, fue un
producto de las influencias cristianas. El pueblo de Dana era dueño del país, pero
eran divinidades paganas —no podían prevalecer ante los progenitores de una Irlanda
cristiana—. Había que deshacerse de ellos de una forma u otra y sustituirlos por una
raza de antecedentes menos vergonzosos. De modo que se trajo de «España» a los
milesios y se los invistió con las principales características, solo que más
humanizadas, de los danaanos. Pero estos últimos, en contraposición con la actitud
usual del cristianismo primitivo, son tratados con gran consideración en la historia de
su derrocamiento. Una milesia tiene el honor de dar su nombre a la isla, la brutalidad
de uno de sus conquistadores es castigada con la muerte, y aunque son desposeídos
del señorío de la tierra continúan disfrutando de la vida en el hermoso mundo que con
sus artes mágicas han hecho invisible para los mortales. No son ya dioses, pero son
algo más que humanos, y frecuentemente se los muestra saliendo de su mundo
feérico, siendo acogidos en el redil cristiano y entrando en la gloria celestial.
Cerraremos este capítulo sobre los mitos de las invasiones de Irlanda con dos casos
de esta redención de los danaanos.
El primero es el extraño y hermoso cuento de la transformación de los hijos de
Lir.
LOS HIJOS DE LIR
Lir era una deidad danaana, el padre del dios del mar, Mananan, que aparece en los
cuentos mágicos del ciclo milesio. Se había casado sucesivamente con dos hermanas,
la segunda llamada Aoife[110]. Con Aoife no tuvo descendencia, pero a Lir su anterior
esposa le había dejado cuatro hijos: una niña llamada Fionuala[111] y tres varones. El
intenso amor de Lir por estos niños despertó los celos de la madrastra, y finalmente
esta se propuso aniquilarlos. Véase cómo los del pueblo de Dana, aunque
impermeables al paso del tiempo, naturalmente inmortales, podían destruirse
violentamente unos a otros e incluso perecer a manos de los mortales.
Con vistas a ejecutar su culpable designio, Aoife emprende un viaje para visitar a
un rey danaano vecino, Bōv el Rojo, llevando consigo a los cuatro niños. Al llegar a
un paraje solitario junto al lago Derryvaragh, en Westmeath, Aoife ordena a sus
sirvientes que asesinen a los niños. Ellos se niegan y la reprenden. Entonces Aoife
decide hacerlo ella misma; dice la leyenda que «su condición de mujer fue más
fuerte» y en lugar de matarlos los transforma en cuatro cisnes blancos y lanza sobre
ellos la siguiente maldición: tendrán que pasar trescientos años en las aguas del lago
Derryvaragh, trescientos en el estrecho de Moyle (entre Irlanda y Escocia) y
trescientos en el Atlántico entre Erris e Inishglory. Después, «cuando la mujer del Sur
se reúna con el hombre del Norte», se romperá el encantamiento.
Cuando los niños no vuelven con ella al palacio de Bōv, la maldad de Aoife se
pone de manifiesto y Bōv la convierte en «un demonio del aire». Ella sale volando
con un chillido y no se la vuelve a mencionar en este cuento. Pero Lir y Bōv salen en
busca de los niños-cisnes y descubren que estos no solo conservan el habla humana,
sino también el don danaano de hacer música maravillosa. De todas las regiones de la
isla acuden grupos de danaanos al lago Derryvaragh a escuchar esta música
prodigiosa y a conversar con los cisnes, y durante este tiempo la tierra pareció gozar
de una gran paz y bondad.
Los danaanos escuchan la música de los cisnes
Pero, por fin, llegó para ellos el día de abandonar la compañía de su gente y vivir
junto a los acantilados agrestes y el colérico mar de la costa del norte. Allí conocieron
lo peor de la soledad, el frío y la tempestad. Al tener prohibido subir a tierra, sus
plumas congeladas se adherían a las rocas en las noches de invierno, y a menudo eran
azotados y dispersados por las tormentas. Como dice el canto de Fionuala:
Cruel con nosotros fue Aoife
al usar su magia contra nosotros,
y empujarnos hasta el agua;
cuatro cisnes níveos y maravillosos.
Nuestro baño es el piélago espumoso,
en bahías que custodian rocas rojas;
en lugar del hidromiel de la mesa paterna
bebemos del mar salado y azul.
Tres hijos y una única hija,
morando en las grietas de las frías rocas,
las duras rocas, crueles para los mortales;
la desolación nos embarga esta noche.
Fionuala, la mayor de los cuatro, lleva la iniciativa en todas sus aventuras y cuida
con devoción de madre a los menores, envolviéndolos en su plumaje en las noches
heladas. Finalmente les llega el momento de entrar en la tercera y última fase de su
condena, y emprenden vuelo hacia las costas occidentales de Mayo. También allí
sufren grandes penalidades; pero ahora los milesios han llegado a esa tierra, y un
joven campesino llamado Evric, que vive en la costa de la bahía de Erris, descubre
quiénes son esos cisnes y se hace su amigo. Ellos le cuentan su historia, y
supuestamente a través de él pudo preservarse y llegar hasta nosotros. Al acercarse el
fin de su último periodo de sufrimiento, deciden volar hacia el palacio de su padre,
Lir, quien habita en la Colina del Campo Blanco, en Armagh, para ver cómo le han
ido las cosas. Así lo hacen; pero ignorantes de lo que ha sucedido tras la llegada de
los milesios, se horrorizan y se desconciertan al no encontrar más que verdes colinas
cubiertas de yerbas y ortigas donde se alzaba —y todavía se alza, solo que ellos no
pueden verlo— el palacio de su padre. Se nos da a entender que sus ojos no
consiguen verlo pues un destino más alto que regresar a la Tierra de la Juventud les
estaba reservado.
En la bahía de Erris escuchan por primera vez el sonido de una campana cristiana.
Proviene de la capilla de un ermitaño que se ha instalado allí. Al principio aquel
«sonido débil y terrible» sorprende y aterroriza a los cisnes, pero más tarde se
aproximan y se presentan ante el ermitaño, quien los instruye en la fe, y ellos
comienzan a cantar junto a él en los oficios.
Entonces sucedió que una princesa de Munster, Deoca (la «mujer del Sur») se
comprometió con un jefe de Connacht llamado Lairgnen y le rogó que le consiguiera
como regalo de bodas los cuatro maravillosos cisnes cantores cuya fama había
llegado hasta ella. Él se los pide al ermitaño, quien se niega a entregarlos, ante lo cual
el «hombre del Norte» los agarra violentamente por las cadenas de plata con que el
ermitaño los tenía sujetos y los arrastra hasta Deoca. Esta es su última prueba. Al
llegar ante su presencia, les sobreviene una espeluznante transformación. El plumaje
de cisne se les cae, revelando no sus formas radiantes de divinidades danaanas, sino
cuatro seres humanos marchitos, encanecidos y miserables, reducidos a la decrepitud
de su larga ancianidad. Lairgnen huye espantado, pero el eremita se prepara a
bautizarlos, pues la muerte se les acercaba velozmente. «Ponednos en una misma
tumba —dice Fionuala—, y colocad a Conn a mi derecha y a Fiachra a mi izquierda y
a Hugh delante de mi cara, pues así les gustaba estar cuando yo los abrigaba en las
noches de invierno sobre los mares de Moyle». Así se hizo, y ellos fueron al cielo;
pero se cuenta que el eremita lloró por ellos hasta el fin de sus días terrenales[112].
En todas las leyendas célticas no hay cuento más tierno y hermoso que el de los
hijos de Lir.
EL CUENTO DE ETHNÉ
La imaginación del bardo celta siempre se deleitó en estos cuentos de transición,
cuyo tema era la reconciliación del cristianismo con el orden pagano. Esta misma
concepción encarna el cuento de Ethné, que ahora vamos a relatar.
Mananan mac Lir tenía una hija que fue entregada en adopción al príncipe
danaano Angus, quien tenía su palacio feérico en Brugh na Boyna. Este es el gran
túmulo sepulcral que hoy se llama New Grange, sobre el Boyne. Al mismo tiempo, el
senescal de Angus tuvo una hija cuyo nombre era Ethné y que le fue asignada como
sierva a la joven princesa.
Ethné se convirtió en una doncella adorable y gentil, pero un día se descubrió que
no tomaba alimentos de ningún tipo, aunque el resto de los sirvientes solía
alimentarse de los cerdos mágicos de Mananan, que podían ser devorados y aparecer
vivos para el festín del día siguiente. Mananan fue instado a resolver aquel misterio y
salió a la luz una curiosa historia. Uno de los jefes de los danaanos que había visitado
a Angus, fulminado por la belleza de la muchacha, intentó poseerla por la fuerza.
Esto despertó en el espíritu puro de Ethné la naturaleza moral propia del ser humano
y que las divinidades danaanas no conocen. Según el relato, su «demonio guardián»
la abandonó y fue reemplazado por un ángel del dios verdadero. Tras este suceso, ella
se abstuvo por completo de la comida feérica y fue alimentada milagrosamente por la
voluntad de Dios. Sin embargo, al cabo de un tiempo, Mananan y Angus, quienes
habían estado de viaje por Oriente, trajeron consigo dos vacas cuya leche nunca se
secaba y provenían supuestamente de una tierra sagrada; en adelante, Ethné se
alimentó de aquella leche.
Se supone que esto ocurrió durante el reinado de Eremon, el primer rey milesio de
toda Irlanda, quien fuera contemporáneo del rey David. Por tanto, cuando san Patricio
llegó a Iralanda, Ethné debía haber tenido unos ciento cincuenta años. Los danaanos
crecen desde la infancia hasta la madurez, pero a partir de entonces no se ven
afectados por el paso del tiempo.
Un día de verano sucedió que la princesa danaana a quien servía Ethné bajó con
sus doncellas a bañarse en el río Boyne. Más adelante, mientras se vestían, Ethné
descubre alarmada —y este incidente constituye un claro ejemplo del interés divino
por su suerte— que había perdido el Velo de Invisibilidad, concebido como un
talismán mágico que cubría a la persona y le permitía entrar a la tierra encantada de
los danaanos ocultándose a los ojos mortales. No consigue encontrar el camino de
vuelta al palacio de Angus y vaga errante por la orilla del río en busca de sus
compañeras y su hogar. Finalmente llega a un jardín amurallado y, buscando la
entrada, ve en su interior una casa de extraño aspecto y un hombre con una larga
túnica marrón. El hombre era un monje cristiano, y la casa una pequeña iglesia u
oratorio. El monje le hace señas de que entre y cuando ella le cuenta su historia, él la
lleva ante San Patricio, quien completa su ingreso en la familia humana
administrándole el bautismo.
Sigue un episodio extrañamente patético que revela la ternura, casi el
remordimiento, con que el cristianismo primitivo irlandés contemplaba el mundo
perdido del paganismo. Un día en que Ethné estaba rezando en la iglesita junto al
Boyne escuchó de repente en el aire un tropel de innumerables voces, que parecían
hallarse muy lejos, lamentándose y llamándola por su nombre. Eran sus parientes
danaanos, que continuaban buscándola inútilmente. Se puso de pie para responderles,
pero la embargó una emoción tan fuerte que cayó al suelo desmayada. Al cabo de un
rato volvió en sí, pero desde aquel día se vio aquejada de una enfermedad mortal y
falleció no mucho después, con la cabeza sobre el pecho de san Patricio, quien le
administró la extremaunción y ordenó que se diera su nombre a la iglesia, Kill Ethné
—un nombre que proviene sin duda de alguna iglesia real a orillas del Boyne en la
época en que se compuso esta historia[113]—.
Ethné escucha voces