Así los griegos los llamaron; en Roma les dieron el nombre de Faunos, de Panes y de Silvanos. De la cintura para abajo eran cabras; el cuerpo, los brazos y el rostro eran humanos y velludos. Tenían cuernecitos en la frente, orejas puntiagudas y la nariz encorvada. Eran lascivos y borrachos. Acompañaron al dios Baco en su alegre conquista del Indostán. Tendían emboscadas a las Ninfas; los deleitaba la danza y tocaban diestramente la flauta. Los campesinos los veneraban y les ofrecían las primicias de las cosechas. También les sacrificaban corderos.
Un ejemplar de esas divinidades menores fue apresado en una cueva de Tesalia por los legionarios de Sila, que lo trajeron a su jefe. Emitía sonidos inarticulados y era tan repulsivo que Sila inmediatamente ordenó que lo restituyeran a las montañas.
El recuerdo de los Sátiros influyó en la imagen medieval de los diablos.
Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)
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