Descartes refiere que los monos podrían hablar si quisieran, pero que han resuelto guardar silencio, para que no los obliguen a trabajar. Los bosquimanos de África del Sur creen que hubo un tiempo en que todos los animales podían hablar. Hochigan aborrecía los animales; un día desapareció, y se llevó consigo ese don.
Tomado de :
Jorge Luis Borges
El libro de los seres imaginarios (1968)
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