El unicornio chino o k’i-lin es uno de los cuatro animales de buen agüero; los otros son el dragón, el fénix y la tortuga. El unicornio es el primero de los animales cuadrúpedos; tiene cuerpo de ciervo, cola de buey y cascos de caballo; el cuerno que le crece en la frente está hecho de carne; el pelaje del lomo es de cinco colores entreverados; el del vientre es pardo o amarillo. No pisa el pasto verde y no hace mal a ninguna criatura. Su aparición es presagio del nacimiento de un rey virtuoso. Es de mal agüero que lo hieran o que hallen su cadáver. Mil años es el término natural de su vida.
Cuando la madre de Confucio lo llevaba en el vientre, los espíritus de los cinco planetas le trajeron un animal «que tenía la forma de una vaca, escamas de dragón y en la frente un cuerno». Así refiere Soothill la anunciación; una variante recogida por Wilhelm dice que el animal se presentó solo y escupió una lámina de jade en la que se leían estas palabras: Hijo del cristal de la montaña (o de la esencia del agua), cuando haya caído la dinastía, mandarás como rey sin insignias reales. Setenta años después, unos cazadores mataron un k’i-lin que aún guardaba en el cuerno un trozo de cinta que la madre de Confucio le ató. Confucio lo fue a ver y lloró, porque sintió lo que presagiaba la muerte de ese inocente y misterioso animal y porque en la cinta estaba el pasado.
En el siglo xiii, una avanzada de la caballería de Zingis Khan, que había emprendido la invasión de la India, divisó en los desiertos un animal «semejante al ciervo, con un cuerno en la frente, pelaje verde», que les salió al encuentro y les dijo:
—Ya es hora que vuelva a su tierra vuestro señor.
Uno de los ministros chinos de Zingis, consultado por él, explicó que el animal era un chio-tuan, una variedad de k’i-lin. Cuatro inviernos hacía que el gran ejército guerreaba en las regiones occidentales; el Cielo, harto porque los hombres derramaran la sangre de los hombres, había enviado ese aviso. El emperador desistió de sus planes bélicos.
Veintidós siglos antes de la era cristiana, uno de los jueces de Shun disponía de un «chivo unicorne», que no agredía a los injustamente acusados y que topaba a los culpables.
En la Anthologie Raisonnée de la Littérature Chinoise (1948), de Margouliès, figura este misterioso y tranquilo apólogo, obra de un prosista del siglo ix:
Universalmente se admite que el unicornio es un ser sobrenatural y de buen agüero; así lo declaran las odas, los anales, las biografías de varones ilustres y otros textos cuya autoridad es indiscutible. Hasta los párvulos y las mujeres del pueblo saben que el unicornio constituye un presagio favorable. Pero este animal no figura entre los animales domésticos, no siempre es fácil encontrarlo, no se presta a una clasificación. No es como el caballo o el toro, el lobo o el ciervo. En tales condiciones, podríamos estar frente al unicornio y no sabríamos con seguridad que lo es. Sabemos que tal animal con crin es caballo y que tal animal con cuernos es toro. No sabemos cómo es el unicornio.
Tomado de:El Libro de los Seres Imaginarios.
© 1978 por Emecé Editores, S. A., Buenos Aires.
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