martes, 26 de febrero de 2019

SIMBOLOS: LA JERUSALÉN CELESTIAL Y EL PARAÍSO DE VAIKUNTHA

La imagen de la Jerusalén celestial reproducida en página contigua forma parte de un manuscrito del siglo XI, conocido con el nombre de “Apocalipsis de Saint-Sever”[32]. Se la encuentra, con muy pocas variantes en todo un grupo de manuscritos medievales, de origen español en su mayor parte, y cuyo prototipo es un comentario del Apocalipsis por el Beato de Liébana, un monje asturiano de la segunda mitad del siglo VIII; hay razones para creer que la composición de la miniatura en cuestión se remonta a ese manuscrito prototipo, hoy desaparecido.

  El artista empleó un tipo de perspectiva abstracta, familiar al lector medieval: representó la ciudad celestial como vista desde arriba, con el recinto amurallado proyectado en el plano horizontal. Así pudo mostrar las doce puertas de la ciudad, tres en cada una de las cuatro direcciones del espacio, según el texto sagrado: “Al oriente, tres puertas; al norte, tres puertas; al mediodía, tres puertas; y al occidente, tres puertas” (Apoc., XXI, 13). El esquema evidencia la forma cuadrada de la ciudad celestial: “La ciudad está dispuesta en cuadrado, y su longitud es igual a su anchura” (ibíd. 16). De hecho, es la cuadratura del ciclo celeste, sus doce puertas corresponden a los doce meses del año, así como a las divisiones análogas de ciclos mayores, tales como el de la precesión de los equinoccios. De hecho, la medida de “12.000 estadios”, que el texto atribuye al contorno de la ciudad (ibíd.) recuerda el “gran año” de los persas, que corresponde aproximadamente a la duración de la precesión y, más exactamente, de la “inversión” de los puntos equinocciales (12.960 años). Se sabe que la precesión de los equinoccios, según el antiguo sistema del mundo, representa la “medialímite” del tiempo.

  En cada una de las puertas de la ciudad celestial está representado uno de los doce apóstoles. Encima de ellas, entre las torres de la muralla, velan los ángeles, siempre conforme al texto sagrado (ibíd., 12-14). En cuanto a los doce círculos o esferas que se ven en las puertas, junto a los apóstoles, representan perlas, según las palabras: “las doce puertas eran doce perlas, cada puerta formada por una sola perla” (ibíd., 21). En ciertos manuscritos de la misma familia, estas doce perlas se confunden con las doce piedras preciosas que, con arreglo al texto (ibíd., 14), ornan los cimientos de la muralla. En el centro de la ciudad está en un trono el Cordero divino; a su derecha está el Evangelista, y a su izquierda el Ángel con la caña de oro, en acto de medir la ciudad (ibíd., 15).

  Precisemos que la Jerusalén celestial no tan sólo es cuadrada por su plano; en realidad es cúbica: “su longitud, su anchura y su altura eran iguales” (ibíd., 16). Es, pues, verdaderamente un cristal, por su substancia diáfana, incorruptible y luminosa, y, al mismo tiempo, por su forma. En realidad, es la “cristalización”, en el eterno presente, de todo cuanto el devenir –el mundo cambiante o temporal— implica de quintaesencias imperecederas.




    La Jerusalén Celestial del Apocalipsis de Saint-Sever (siglo XI).

 Bibliothèque Nationales, París (cod. lat. 8878, fol. 207, verso 208).

  Habiendo publicado esta imagen de la Jerusalén celestial en el marco de un estudio sobre el simbolismo de la catedral,[33] recibimos de la India un dibujo que reproducía el mandala del Paraíso de Vaikunta, la morada celestial de Vishnú, así como un extracto del Skanda Purâna que a él se refería.[34] El paralelismo con nuestra imagen de la Jerusalén celestial es impresionante; y aún es más explícito cuando se comparan los textos sagrados correspondientes.

  La morada divina de Vaikunta, igual que la Jerusalén celestial, posee doce puertas repartidas según las cuatro direcciones del espacio. El mandala representa esta disposición según la misma perspectiva que rige nuestra imagen de la Jerusalén celestial. Una cosa, sin embargo, distingue las dos imágenes: mientras que en el centro de la Jerusalén celestial se yergue el Cordero, el de Vaikunta está ocupado por el Árbol de la Vida. Pero esta diferencia sólo es aparente; se debe a la economía gráfica, pues el Apocalipsis también habla del Árbol de la Vida en medio de la ciudad celestial: “En medio de la plaza de la ciudad y en las dos orillas del río se encuentra el árbol de la vida, que da doce cosechas, produciendo sus frutos cada mes …” (XXII, 2). El artista hubiera tenido dificultades para colocar a la vez el árbol y el cordero en el centro de la ciudad.

  Se observará que el campo central del mandala de Vaikuntha está dividido en cuadrados; según el texto del Purâna, debería tener 12 x 12 compartimentos; nuestro dibujo presenta 13 x 12, sin duda por error. La misma división de la “plaza de la ciudad” en 12 x 12 cuadrados se encuentra en algunos de los más antiguos manuscritos de la obra del Beato de Liébana. El producto de 12 x 12 es 144; ésa es la medida de la muralla de la ciudad celestial, tal como está descripta en el Apocalipsis, y este número es, por otra lado, submúltiplo de 25.920, número de los años que dura la precesión completa de los equinoccios (144 x 180 = 25.920).

  Los cuatro ángulos del Vaikunta-mandala representan santuarios secundarios; éstos están divididos en 16 compartimentos cada uno, lo que hace la suma total de 64 cuadrados, número de la perfección cósmica. Además, es el número de los compartimentos del tablero del ajedrez, del astapâda, que es un mandala del cosmos, como hemos explicado en nuestro estudio sobre el ajedrez.

  Las puertas de Vaikunta, como las de la Jerusalén celestial en nuestra miniatura, están ornadas con doce círculos; probablemente, éstos indican los doce guardianes o Pratiharinis, que encarnan doce cualidades espirituales o divinas; estas cualidades corresponden a los doce ángeles de la Jerusalén celestial, así como a las doce piedras preciosas, cuya naturaleza es la incorruptibilidad y la luminosidad. Son las ventanas del piso superior de Vaikunta lo que está hecho de perlas.

  La sala sagrada (mandapa) de Vaikuntha, igual que la Jerusalén celestial, está construida de cristal y oro, de piedras preciosas y perlas. Ambas moradas son luminosas por sí mismas: según el Skanda Purâna, “en ella no lucen ni el sol, ni la luna, ni las estrellas”; según el Apocalipsis, “la ciudad no tiene necesidad ni del sol ni de la luna para que la iluminen, pues la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su antorcha” (XXI, 23).

  En la cúspide del tejado de Vaikuntha se encuentra un vaso lleno de Leche de inmortalidad. Este símbolo no tiene analogía directa en la descripción de la Jerusalén celestial; pero sí recuerda el simbolismo del Santo Grial. Señalemos de paso que el santuario del Santo Grial, tal como se describe en el Titurel, refleja directamente la Jerusalén celestial y se refiere a las mismas medidas cíclicas.

  Abajo confrontamos ciertos pasajes del Skanda Purâna (Utkala Khanda, cap. 48, Suta Sambitâ y Kapila Sambitâ) con los pasajes análogos del Apocalipsis.


            SKANDA PURANA

    APOCALIPSIS

        Mira el Templo de gemas que se alza en la isla blanca rodeada por el Océano de Leche.



 En medio del Océano de Leche se encuentra la sala de sacrificios hecha de piedras preciosas. Está construida de puro cristal, y es inconmovible.



 El interior del Templo está dividido en doce veces doce partes y reluce con el brillo fulgurante del sol.







 Descansa en dieciséis pilares hechos de esmeraldas y posee doce puertas frente a las cuatro direcciones del espacio.









 Inmortalidad (amrita), Beatitud (ânanda), crecimiento (pushti), felicidad (tustî), prosperidad (pushâ), dicha (rati), estabilidad (dhriti), brillo lunar (shashinî), iluminación (candrikâ), esplendor (Kânti), luz celestial (Yyoti) y fortuna (shrî), tales son los nombres de los doce guardianes de las puertas.

 Estos Pratiharinîs que guardan las puertas son todos muy jóvenes y hermosos.



 Los muros de los santuarios secundarios situados en las cuatro esquinas están hechos de rubíes y poseen ventanas perforadas con seis aberturas cada una.

 Son (cuatro veces) dieciséis puertas (kalâs) que dan por adición el número completo de 64 kalâs.



 La bellísima sala de sacrificios irradia una luz igual a una miríada de soles, y esa luz durará hasta el fin de todos los Kalpas.









 En el centro de la sala está el Árbol (de Vida) inmaculado que se alza en el resplandeciente Loto de cien pétalos.









 Su tejado tiene dos pisos y está recubierto de tejas de oro. Entre los pisos se encuentra un muro calado hecho de perlas.











 Sobre el caballete del tejado está colocado un hermoso Kalasha, un vaso de oro lleno de leche de inmortalidad.

 El asta de la bandera está hecho de coral, y la propia bandera está inmóvil.

 Dos aves divinas están posadas al lado del Kalasha en absoluto silencio.



 En ese santuario resplandeciente, luminoso por sí mismo, no lucen ni el sol, ni la luna, ni las estrellas.





 Tal es la morada de Nârâyana, que está más allá del mundo cambiante e incluso más allá de lo que no cambia.

 Adoro a ese Purushottama, que en los tres mundos es el más difícil de alcanzar.

    (El Ángel) me transportó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de junto a Dios, resplandeciente de la gloria de Dios.

 Su brillo era semejante al de una piedra preciosa, una piedra de jaspe cristalino (XXI, 10, 11)





 Midió también la muralla: tenía ciento cuarenta y cuatro (12 x 12) codos (XXI, 17)

 Y la plaza (interior) de la ciudad era de oro puro, semejante a un cristal transparente (XXI, 21)





 Tenía una muralla grande y alta, con doce puertas… al oriente, tres puertas; al norte, tres puertas; al mediodía, tres puertas; al occidente, tres puertas (XXI, 12, 13).

 Los fundamentos de la muralla de la ciudad estaban adornados de piedras preciosas de toda especie (XXI, 19).



 Y sobre las puertas había doce ángeles, y nombres escritos que son los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel … La muralla de la ciudad tenía doce fundamentos, sobre los cuales había doce nombres, los nombres de los doce apóstoles del Cordero (XXI, 12, 14).



 Y los fundamentos de la muralla de la ciudad estaban adornados de toda clase de piedras preciosas.

[32] Cod. Lat. 8878 de la Bibliothèque Nationale, París, fol. 207 verso, 208. <<
  

  
     [33] Cf. nuestro libro Chartres un die Geburt der Kathedrale, Olten, 1962. <<
  

  
     [34] Debemos esta documentación a miss Alice Boner, Benarés, autora de importantes estudios sobre el simbolismo geométrico subyacente al arte de los templos hindúes. <<
   

  
     [35] La Jerusalén celestial del Apocalipsis de Saint-Sever (siglo XI). Bibliothèque Nationale, París (cod. Lat. 8878, fol. 207 verso, 208) <<
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario