miércoles, 20 de febrero de 2019

Orfeo

Existen diferentes versiones sobre la paternidad de este magnífico héroe civilizador, a la vez teólogo, reformador de la moral y las costumbres, poeta y músico célebre. Según unas versiones sus padres fueron la musa Calíope y el dios Apolo, de ahí sus especiales encantos artísticos. Otras leyendas afirman que sus padres fueron Eagro, rey de Tracia, y la propia Calíope, o, según diferentes mitos, de nuevo Apolo y otra musa, esta vez Clío.

Parece ser que de Apolo, o de Hermes, recibió una lira, a la que sumó dos cuerdas hasta un total de siete con las que tocaba ingeniosas y excepcionales melodías. Toda la naturaleza y, por supuesto, todos los hombres y dioses, quedaban embelesados al oírlo cantar junto a sus instrumentos. Incluso las rocas se le acercaban para escucharle y los ríos retrocedían su curso con el mismo fin. Amansaba las fieras que se reunían en su derredor. Además, su gran capacidad musical le resultó enormemente útil en diversas ocasiones: acompañó a los Argonautas en sus viajes y con ellos consiguió hazañas tales, mediante el empleo de su voz, como mover su barco desde la playa hasta el profundo mar, separar dos islas errantes que impedían el paso de los navíos, dormir al dragón que guardaba el vellocino de oro, (aunque otra versión del hecho no le da su paternidad), o liberar a los expedicionarios de los encantos mortales de las Sirenas.

Sin embargo, la ocupación del canto no era la favorita de Orfeo, pues éste era un personaje muy erudito y con importantes inquietudes filosóficas, y por eso se dedicó a investigar el mundo que le rodeaba. Viajó a Egipto, y allí se unió a los grandes sacerdotes del lugar, que le enseñaron los misterios de Isis y Osiris. En sus investigaciones religiosas también viajó a Fenicia, Asia Menor y Samotracia y a su vuelta a Grecia enseñó a los suyos todo lo que había aprendido instituyendo una importante disciplina religiosa conocida como "Orfismo". También instituyó algunos de los cultos a Dionisio y a Démeter. Tantos eran, pues, sus encantos y sabiduría, que muchas mujeres y ninfas le pretendían en matrimonio, si bien, solamente Eurídice, modesta pero encantadora, llamó la atención de Orfeo, quien se casó con ella y fue tiernamente correspondido a lo largo de su vida. Precisamente, al casarse con ella, Orfeo protagonizó una de las leyendas de amor más conmovedoras de toda la mitología, no sólo clásica, sino universal, junto con la de Eros y Psique. Veamos porqué.

Orfeo, a pesar de su enorme pudor, decidió casarse con Eurídice, para lo que pidió permiso a Zeus, quien se lo concedió sin dudarlo. Su unión fue extremadamente feliz, pero poco duradera. Un día Eurídice estaba huyendo de Aristeo quien la perseguía para tomarla por la fuerza, y pues Eurídice era mucho más veloz que él y más ágil e inteligente consiguió alejarse de su raptor, pero en su carrera, según unas leyendas, o tras ocultarse en unos matorrales, según otras, fue mordida en el talón por una serpiente cuyo veneno le provocó la pronta muerte. Orfeo quedó enormemente desconsolado y se propuso devolverle la vida costase lo que costase. Imploró a los dioses de los cielos su devolución al mundo de los vivos pero no tuvo ningún éxito así que se dispuso a bajar a los infiernos, donde pretendía obtener la ayuda de Hades y de su esposa. Se dirigió a tal lugar entonando canciones sobre su profunda tristeza. Éstas eran tan bellas que ablandaron los ánimos de Hades, quien le prometió devolverle a Eurídice a cambio de que mientras subiera de nuevo al mundo de la luz no podía mirar atrás. Llegó Eurídice al sitio donde todos se hallaban y detrás de Orfeo comenzó el ascenso al mundo del que provenía. Sin embargo, la subida era lenta pues Eurídice aún estaba herida y cuando estaban a punto de llegar a la salida, Orfeo gira la cabeza ansioso, la ve por un momento, intenta abrazarla, pero en ese instante su amada Eurídice se desvanece para siempre en el mundo de los muertos y Orfeo sólo puede alcanzar vapor. La desgracia le cegó e intentó de nuevo penetrar en el Hades, pero Caronte, el barquero, se negó a transportarle de nuevo. Orfeo se quedó en las puertas del infierno siete días más, pero, al ver que no obtendría lo que deseaba, se fue.

A partir de entonces, estuvo vagando por el desierto tocando su lira, encantando a piedras y animales, sin comer nada, y rechazando en todo momento la compañía humana. Terminó en una región de Tracia, donde muchas de las mujeres allí existentes intentaron desposarse con él pero no tuvieron éxito. Después, en venganza por los rechazos que sufrían, estas mujeres, durante unas fiestas en honor de Dionisio, acallaron con sus griteríos la voz de Orfeo para que no perturbara sus deseos asesinos, rodearon al héroe y lo mataron, despedazándolo en muchos trozos. Según otra versión, estas mujeres actuaron así movidas por los dioses del Olimpo, que no podían permitir que un hombre vivo conociera los secretos del submundo. Sea como fuere, su cabeza fue arrojada al río Hebro, y cuando llegó a las costas de Lesbos, las Musas la recogieron y la sepultaron. Durante todo este trayecto, Orfeo siguió llamando a Eurídice. Tras su muerte, la lira de Orfeo se transformó en la constelación Lira, que contiene a la estrella Vega, la más brillante de todas las que se pueden contemplar (desde el hemisferio norte).

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