Dédalo, era, según las tradiciones atenienses, hijo de Alcipe, que, a su vez, era hija de Crecops. La paternidad de Dédalo es más confusa y se atribuye a Eupálamo, Palamaón o a Metión. Dédalo era un magnífico escultor y arquitecto, protagonizando por estas virtudes diferentes leyendas de importancia. Su sobrino Talos trabajó con él como discípulo suyo pero pronto resultó incluso más inteligente que el propio Dédalo lo que demostró al inventar la sierra, una herramienta muy útil para sus labores, inspirándose en los dientes de las serpientes. Dédalo tenía mucha envidia de tal invento y lanzó a su sobrino desde lo alto de la Acrópolis, provocándole la muerte. El tribunal del Aerópago le expulsó de la ciudad y tuvo que marcharse a Creta. Según otra versión, la salida de Dédalo estuvo motivada por otras razones mucho más difusas, pero mató a un familiar, en este caso un primo, y, en cualquier caso, según esta leyenda, ocurrió siendo más joven. Sea como fuere, el caso es que Dédalo encontró una gran acogida en el reino de Minos, que lo tomó en su corte para desarrollar diferentes trabajos de importancia. Destacó, por ejemplo, por la construcción de Talos, otro diferente, una enorme estatua de bronce, que sirvió de defensa militar de la ciudad. Dédalo terminó encerrado en una isla y su huida es uno de los episodios más famosos de la mitología pero antes de llegar a tal situación ocurrieron importantes sucesos, que varían sustancialmente según las diferentes leyendas existentes. Dédalo construyó un enorme y complejo laberinto en la ciudad en el que fue encerrado el Minotauro, una horrible bestia. Estaba formado por multitud de pasillos de los que era imposible hallar la salida y que, como únicos signos distintivos, tenía un tablado en la entrada para los coros de danzantes que participaban en las diferentes consagraciones al Minotauro. La salida sólo era conocida por Dédalo y por Ariadna, hija de Minos, a quien el constructor se lo había contado. Cuando el joven Teseo llegó a la ciudad para matar al Minotauro, Ariadna le ayudó a salir del laberinto gracias a los conocimientos adquiridos de Dédalo. Éste, en otras ocasiones, también construyó una ternera, que, al parecer, sirvió para los divertimentos eróticos de Pasifae, esposa de Minos. Fuera por esto último o porque Dédalo hubiese permitido la victoria de Teseo sobre el Minotauro, el caso es que Minos decidió castigar a Dédalo por una de estas dos acciones y lo encerró en el laberinto junto con su hijo Ícaro. Quedaron allí presos durante mucho tiempo hasta que Dédalo pudo por fin hallar, gracias a su enorme inteligencia, una forma de liberarse de su cautiverio. Solicitó a sus carceleros plumas y cera con la excusa de querer hacerle un regalo al soberano Minos y con todo ello creó unas alas para él y para su hijo. Tras probarlas, comprobó que servían sin problemas para volar y se las colocó a su hijo, advirtiéndole muy seriamente que no se acercase mucho al sol, porque la cera se fundiría y caería muerto, pero tampoco al mar, porque la sal endurecería la cera y la haría demasiado pesada para sus pocas fuerzas. Emprendieron el vuelo, y se mantuvieron siempre en una posición adecuada para sus necesidades, pero cuando Ícaro se confió más empezó a subir en altura, admirado de todo cuanto le rodeaba, y se acercó tanto al sol que se desprendieron sus sujeciones, se derritió la cera y las plumas se separaron cayendo Ícaro hacia el mar. Cuando Dédalo pudo apenar oír sus gritos de espanto ya era tarde e Ícaro había muerto, dando nombre al mar Icario. Según una leyenda el propio Heracles se encargó de darle sepultura en la isla Doliquea. Dédalo, por su parte, llegó a Cumas, Italia, sin problemas y allí levantó un templo en honor de Apolo. Desde allí se fue a Sicilia, donde reinaba Cócalo, que le dio protección frente a Minos, que no luchaba más que por apresar al fugitivo, si bien no tuvo suerte y halló la muerte en tal empresa. Junto a Cócalo, Dédalo siguió dedicándose a la construcción, haciéndose cargo de un embalse en el río Alabón, unos baños en Selinunte, una fortaleza en Agrigento, y una terraza para el templo de Afrodita en el monte Érix. Dédalo en la tradición posterior es considerado el inventor por antonomasia, el supremo creador de instrumentos. De hecho, vació los ojos de las estatuillas por primera vez y separó sus piernas para dar sensación de mayor movilidad. No está claro si fue un personaje histórico o un símbolo de las capacidades creadoras del hombre griego. La fábula de la muerte de Ícaro pudo ser en una vertiente historicista, una alegoría de una huida por mar en bajeles de vela, método de navegación éste creado por Dédalo, en la que el barco de Ícaro habría terminado estrellado en unas rocas por su mala dirección.
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