miércoles, 20 de febrero de 2019
El amor de Pigmalión
Este varón sapiente, cansado y horrorizado a la vez del descoco de las propéticas, tomó resolución de no contraer matrimonio. Pero habiendo esculpido una estatua de mujer hermosísima, se empezó a enamorar de ella. Pasábase largas horas contemplándola... ¡Aquel rostro dulce!... ¡Aquellas maneras delicadísimas!... ¡Aquel cuerpo casto y sugestivo al mismo tiempo!... Y es que no le faltaba sino el calor sutil de la vida....
¡Violento amor el de Pigmalión! Acabó por no persuadirse de que fuera una estatua y se pasaba el tiempo besándola, abrazándola a ella. Decíale requiebros. Adornábala con flores y joyas. Vestíala y desnudábala con encendido instinto.
Por entonces llegó la diosa Venus a la ciudad de Amatonte. Llegó con el mismo esplendor con el que se manifestaba en la isla de Chipre. Llegó cuando se preparaban los sacrificios a los dioses sobre los altares de oro de los templos. Llegó para oír este ruego del enamorado Pigmalión: "¡Si es cierto que los dioses tenéis poder tanto, os ruego que deis vida a mi estatua para que pueda desposarme con ella!." Venus comprendió inmediatamente a Pigmalión. Y para presagiarle fortuna, hace tres veces que una llama ascienda al cielo en forma de pirámide.
De regreso a su hogar, Pigmalión besa por primera vez la estatua...¡Y nota que el frío del mármol ha desaparecido! La abraza y la besa por segunda vez... ¡Y nota que a la dureza del material sucede la blandura tersa de la carne! Después dar las gracias más sinceras a Venus, con palabras y con pensamientos, Pigmalión se acuesta con la estatua y redobla sus caricias... ¡La estatua vive ya! ¡La estatua siente el rubor y el amor!
Venus, que había hecho el milagro, protegió a los desposados, y al noveno mes, nacido Pafos, les entregó como regalo para éste la isla que había de llevar su nombre.
de OVIDIO. LAS METAMORFOSIS. Libro Décimo II-III
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