Hace mucho tiempo Sol y Luna se habían unido en matrimonio. Habían creado
la pampa y regado las semillas del pasto; habían hecho llegar las nubes grises
para que lloviera en abundancia y crecieran las plantas.
¡Qué hermosa había quedado aquella pradera llena de flores! Tenía, incluso,
algunos árboles en la planicie; eran ombúes majestuosos, que permitían
orientarse en ese mar verde que era la pampa.
En ese momento todavía no había hombres sobre la Tierra, pero después,
cuando nacieron sus hijos, Sol y Luna los llevaron al hermoso jardín que ellos
habían cultivado.
Después crearon a los animales para que acompañaran a sus hijos, y aunque
les dieron permiso de cazarlos para que tuvieran comida en abundancia,
también les encargaron su cuidado.
Y los hijos de Sol y Luna aprendieron a manejar el arco y la flecha, y
aprendieron a usar el fuego para calentarse y para preparar sus comidas.
Cuando cazaban se movían con agilidad; corrían, saltaban y se escondían. Sus
toldos eran fáciles de armar y les prestaban abrigo, y también podían
transportarlos de un lugar a otro cuando se cansaban de una región, o cuando
ya no encontraban qué cazar ni qué comer.
Los hijos de Sol y Luna conocían toda la pampa, la dominaban, y eran felices
en las tierras que les habían regalado sus padres.
Sol y Luna habían vivido al lado de sus hijos y sus nietos por algún tiempo, y
les habían transmitido sus conocimientos y su sabiduría. Mas un día, se dieron
cuenta de que los hijos ya no los necesitaban, y entonces decidieron regresar
al cielo, no sin antes prometerles que les mostrarían la cara todos los días: Sol
los vigilaría de día y Luna de noche.
Pasaron los siglos y todo seguía igual. Los hijos de Sol y Luna no conocían
necesidades; la tierra les daba de todo. Y ellos, a su vez, bendecían a sus
padres y les agradecían tanta bondad, hasta que un día sucedió algo extraño;
¡algo que los habitantes de la pampa jamás habían visto! El Sol
resplandeciente se puso pálido y poco a poco fue perdiendo su color. ¿Qué
habla pasado? El terror se apoderó de los hombres y de los animales. Y
entonces se dieron cuenta de que un puma, conocido también como el león de
la pampa, se habla subido al cielo. Había perseguido a Sol durante todo el día,
y ahora estaba listo para agredirlo; ahora, en el preciso momento en que Sol
quedaba atrapado entre el cielo y la tierra, antes de desaparecer.
El puma abrió sus fauces, dejó entrever sus feroces dientes, y ya iba a atacar,
cuando los hijos del Sol acudieron en su ayuda.
Miles de flechas volaron hacia el cielo, y una de ellas atravesó a la fiera. El
puma cayó a la tierra, estremecido de dolor y herido de muerte. Nadie se
atrevía a acercarse para matarlo del todo. Mientras tanto, Sol, ya recuperado
del terror que le había causado el ataque del puma, volvió a mostrar su cara en
todo su esplendor, y antes de hundirse detrás del horizonte, enrojeció de
orgullo al recordar la valentía de sus hijos.
Luna, al salir, buscó por todas partes al animal que había tratado de darle
muerte a su esposo, hasta que lo divisó abajo. El puma no había muerto, sino
que seguía golpeando la arena con la cola y rugiendo que daba miedo.
Entonces Luna empezó a tirarle piedras a la fiera, tapándola por completo. Fue
así como se formaron las colinas del Tandil. La última piedra que arrojó Luna
cayó encima de una flecha y por eso sigue moviéndose. Parece que el animal
tampoco murió, porque en el momento en que Sol se levanta, la piedra
empieza a temblar.
El puma quiere atacarlo de nuevo; se levanta, luego se calma, y más tarde se
mueve otra vez. Y así continúa haciéndolo hasta hoy ...
¿Qué más se puede decir para probar que la leyenda es la pura verdad y que
así sucedió?
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