sábado, 30 de marzo de 2019

Prisión y muerte de san Hermenegildo

En la Ronda de Capuchinos, y precisamente frente al convento de este nombre,
existe una iglesia siempre cerrada, unida a la muralla, y que lleva el nombre de iglesia
de San Hermenegildo. En su fachada podéis ver una lápida de mármol, a baja altura,
que tiene una inscripción, en la que se lee que este lugar está santificado por la
prisión y sangre de san Hermenegildo.
La prisión de San Hermenegildo, antigua puerta de Córdoba, en la Ronda de
Capuchinos.
Aclararemos que solamente la primera parte de esta afirmación es verdadera: la
de que en aquel lugar estuvo en prisiones san Hermenegildo. Pero en cambio no es
verdad que allí derramara su sangre en el martirio, como se verá a continuación.
Hermenegildo era hijo del rey Leovigildo, y de su primera esposa Teodosia, hija
del gobernador bizantino de Cartagena, Severiano. (En aquella época, Cartagena era
una base naval y militar del poderoso imperio de Bizancio).
Aunque Leovigildo, como todos los reyes godos, era fanáticamente arriano, su
esposa era católica, y educó a su hijo Hermenegildo en esta religión. Cuando
Hermenegildo tuvo edad de casarse, tomó por esposa a una princesa francesa,
también católica, Ingunda, lo que reforzó su catolicismo.
Por esa época, Leovigildo había enviudado, y se volvió a casar, con Goswinda,
princesa arriana, lo que motivó que entre ambas mujeres, suegra y nuera, estallase
una violenta rivalidad, y Leovigildo, en evitación de mayores disensiones familiares,
envió a Hermenegildo a Sevilla, con cargo de gobernador de la región Bética,
mientras que la corte real permanecía en Toledo.
Sea porque Ingunda, al verse lejos de Toledo, quisiera manifestarse de modo más
ostensible su catolicismo, bien sea por la influencia que el obispo de Sevilla, san
Leandro, ejerciera sobre Hermenegildo, que era pariente suyo lejano, por parte de
Severiano el bizantino, el hecho fue que Hermenegildo, poco después de su
asentamiento en Sevilla, se proclamó públicamente católico, asistiendo a los oficios
de la iglesia catedral que en aquel entonces estaría en donde hoy la iglesia de San
Julián.
Al conocer la noticia Leovigildo en Toledo, se puso furioso, y envió un severo
mensaje a su hijo recordándole que la religión oficial del Estado era el arrianismo, y
que por consiguiente, aunque en su corazón profesase cualquier otra religión, en sus
actos públicos como gobernador de la región Bética, debía atenerse a la religión
oficial del Estado. Terminaba conminándole con la destitución.
Hermenegildo, después de recibir el mensaje, y probablemente aconsejado por su
esposa Ingunda, decidió no solamente mantenerse en su postura, sino que reunió a los
nobles católicos, al clero, y a todos los vecinos de Sevilla de esta religión
comunicándole que la religión oficial debería ser la católica, y que en aquel momento
lo declaraba así en la región Bética. Y puesto que el rey su padre, pretendía imponer a
la fuerza la obediencia al arrianismo, que él, Hermenegildo, se salía de la obediencia
al rey, y que se nombraba a sí mismo rey de España. En efecto desde aquel momento
Hermenegildo usó las vestiduras y corona correspondientes a la realeza.
Leovigildo al conocer la rebelión organizó rápidamente un ejército poderoso y se
vino desde Toledo hacia Sevilla. Hermenegildo se procuró el apoyo de los bizantinos,
pidiendo el envío de una flota que estaba en Cartagena.
Pero Leovigildo que era un gran militar, para evitar que la flota bizantina pudiera
socorrer a Sevilla desvió el curso del Guadalquivir haciendo un muro en la Barqueta,
con lo cual, el río que hasta entonces circulaba por lo que hoy es la Alameda de
Hércules, Trajano, Tetuán, Avenida, y García de Vinuesa para desembocar en el
Arenal, pasó a tener el curso Barqueta-Cartuja-Puente de Triana-San Telmo-Tablada,
que hemos conocido hasta hace poco; con esta desviación, los barcos griegos no
pudieron socorrer a Hermenegildo, porque el ancho espacio que quedaba entre el
nuevo cauce del río, y la muralla que iba por San Martín a calle Cuna, estaba
enfangado, y los flecheros visigodos no permitieron desembarcar a los griegos, los
cuales pasados los primeros días, ante el temor de que les incendiasen la flota,
optaron por abandonar la empresa, huyendo río abajo, y dejaron a Hermenegildo
abandonado a su suerte.
Tras varios meses de asedio en que Sevilla fue víctima del hambre, Hermenegildo
apretado cada vez más por el cerco que le ponía su padre, huyó de Sevilla con sólo
veinte caballeros, refugiándose en el fuerte castillo de San Juan de Aznalfarache,
donde siguieron la defensa unos días más. Por fin, ante la falta de alimentos y agua
decidieron rendirse. Leovigildo desde abajo vio salir a su hijo, y se le enterneció el
corazón, derramando lágrimas paternales. Pero al acercarse, su ternura se convirtió en
furia al ver, que a pesar de todo, Hermenegildo venía con las insignias reales, y la
corona sobre la frente, desafiando a su autoridad.
Leovigildo ordenó poner a su hijo en prisión, y cargado de cadenas lo trajeron
desde San Juan de Aznalfarache a Sevilla, encerrándole en la torre de la Puerta de
Córdoba, que era el principal cuerpo de guardia de la muralla, en el sitio donde está
hoy la citada iglesia de San Hermenegildo. Allí permaneció algún tiempo preso, y a
pesar de que los prelados y clérigos arrianos trataron de convencerle a que
abandonase el catolicismo, y Leovigildo le prometió olvidar todo lo sucedido,
otorgarle el perdón y reponerle en su rango de príncipe heredero del trono visigodo.
Sin embargo Hermenegildo, se mantuvo firme en su doctrina, por lo que fue enviado
a Tarragona a fin de que fuera juzgado como traidor al Estado, al rey y a la religión
oficial (no atreviéndose a juzgarle en Sevilla por temor a un nuevo levantamiento de
sus partidarios que formaban el bando católico). Condenado a muerte, le decapitó el
alcaide de la prisión tarraconense llamado Sisberto.

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