sábado, 16 de marzo de 2019

LA NOSTALGIA DE SAN PEDRO DE ESQUINA

Cuando se camina desde Codpa a Esquina, se cruzan las planicies de Callumpampa (lo que en aymará significa Pampa del Ganado) y Tantasahua (en quechua: unión matrimonial), esta última poblada de quiscos columnares enormes, y finalmente se llega a la roca de Campanani ("campana" es palabra castellana; "ni" significa lugar en aymará). Si se la golpea, suena, en efecto, cual una campana. Luego se baja al valle de Camarones por un sendero labrado en el barranco. Es éste de formas fantásticas, que evocan castillos, catedrales y gigantes. Han sido esculpidas en la roca gris porosa por las avenidas que han bajado durante milenios en veranos lluviosos desde el Altiplano.
La fantasía popular ha poblado ese sendero a través de aquellos seres que parecen extramundanos de una figura que es como una encarnación de ellos: el Padre Inune, sacerdote que, vestido de sotana y con el breviario en la mano, aparece repentinamente sobre una elevada peña al borde del camino y espanta a los viajeros. Se ignora la causa por la cual fue encantado, pero muchos han sido sorprendidos, sobre todo a avanzadas horas, por su repentino aparecimiento.
Finalmente, al pasar frente a un cerro de escasa altura, se llega de repente al pueblo. La frescura de sus verdes y apacibles campos, el agua cristalina del río —desgraciadamente salobre y que, por tanto, limita los cultivos— que corre sobre rocas lisas y azulosas, la plaza risueña, las pulcras viviendas con alguna arboleda, que ostentan bienestar de tiempos pasados: todo, en fin, parece confirmar el nombre aymará del pueblo, pues Hisquiña significa hermosísimo, excelso. Y, en efecto, tan feliz era antaño el pueblo, que tenía cura propio, y tres de sus párrocos se encuentran enterrados en el cementerio del lugar.
Fiesta principal era la del apóstol Santiago, que dicen que duraba un mes cabal. Concurrían a ella vecinos de todos los pueblos andinos cercanos, sobre todo del valle mismo, pero también de Codpa y del Altiplano.
Pero la riqueza engendra la lujuria, la envidia, la avaricia, la blasfemia y, en fin, todos los pecados mortales. Y cuando se celebró la fiesta del apostol en 1907, el demonio parece haber andado suelto por las calles de Esquina, pues un venerable sacerdote, el cura párroco de Codpa, don Juan Mariano Indacochea Zevallos, que concurrió a ella, echó sobre el pueblo un anatema, anunciando que pronto sería desolado. Y, en verdad, desde entonces Esquina se ha ido despoblando.
Había en la iglesia, fuera de las imágenes de Santiago, San Pedro —que es su patrón— y Santa Ana, una custodia de gran tamaño y de plata fina, excelentemente trabajada. Pues bien, el juez del distrito, individuo ávido de dinero, que estaba a cargo del tesoro del templo, vendió esa preciosa joya, orgullo de todos los feligreses, por el año 1920 a un "turco" de Codpa. Al enterarse el pueblo de la pérdida y reclamar la devolución de la custodia, ya era tarde, pues el mercader la había revendido en Arica. Comenzó a cumplirse así el anatema del cura Indacochea, pero los malhechores no escaparon a su castigo: aquel mal juez murió en plena juventud, y le siguieron a la tumba a corto plazo su esposa y dos Mijitos. AI comprador de la joya se le prohibió permanecer en Codpa, pero lo hizo ocultamente: fue descubierto en su escondite, arrastrado a un despoblado y muerto sin piedad, quedando el cadáver insepulto.
No puede extrañar que tanta maldad y la decadencia del pueblo afectara la sensibilidad de San Pedro, eximio guardián de la Iglesia y patrón del pueblo. Se le había llevado a Esquina desde el valle de Codpa, donde ocupaba su sitio en una capilla modesta y mantenida por gente sencilla y buena. No se conocía allá la exuberancia del valle de Camarones, pero el agua, aunque escasa, al menos era dulce. El nombre del valle —de corpa, lo que en quechua significa albergue— caracterizaba su espíritu acogedor.
Pues bien, hastiado por tanta desgracia, San Pedro bajó una noche de su pedestal en la iglesia, abrió su puerta, cruzó la plaza y se encaminó a la roca de Campanani, sobre el sendero a Codpa.
Lo divisó, sin embargo, un vecino que regresaba a deshora al pueblo desde su chacra. Alarmó a la población. No le querían creer en un principio, pero él los guió por el sendero. Tuvieron que apurarse, pues el Santo avanzaba a grandes trancos. Finalmente, ya al llegar a la roca, lo alcanzaron.
No quería desistirse de regresar a su antiguo caserío, y fue necesario que todos le prometieron cambiar la mala vida que llevaban, para que volviera a colocarse en la iglesia.

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