Un viejo vino del sur y fue hacia el norte, haciendo animales y pájaros
mientras pasaba. Hizo primero las montañas, las praderas, los árboles
del monte y del bosque. Así pasó, viajando hacia el norte, creando
cosas mientras pasaba: poniendo ríos aquí y allá; y cascadas, y poniendo
pintura roja en el suelo aquí y allá, y compuso el mundo como lo
vemos hoy. Hizo el Río de Leche (el Tetón), lo cruzó, y como estaba
cansado, subió por una colina y se acostó a descansar. Cuando yacía
de espaldas, estirado en el suelo y con los brazos extendidos, marcó
con piedras el contorno de su cuerpo, de su cabeza, de sus brazos, de
sus piernas y de todo. Allí pueden verse todavía esas rocas. Después
que hubo descansado fue hacia el norte, tropezó con un montecillo y
cayó sobre sus rodillas. Entonces dijo: «Es fácil tropezar contigo». De
manera que allí levantó dos grandes topes y los llamó «Rodillas», y así
se llaman hasta el día de hoy. Siguió hacia el norte y con algunas de las
rocas que llevaba con él construyó las Colinas del Pasto Dulce...
Un día el viejo determinó hacer una mujer y un niño; así pues, formó
con barro a una mujer y a un niño, su hijo. Después de haberle dado al
barro forma humana, le dijo: «Debéis ser gente». Entonces lo cubrió, lo
dejó y se fue. A la mañana siguiente fue al mismo lugar y quitó la cubierta
y vio que las formas del barro habían cambiado un poco. A la segunda
mañana habían cambiado más y a la tercera más. A la cuarta mañana fue
al lugar, quitó la cubierta, miró las imágenes, les dijo que se levantaran y
caminaran, y ellas así lo hicieron. Caminaron hacia el río con su hacedor
y él les dijo que su nombre era Na’ pi, el Viejo.
Cuando estaban parados cerca del río, la mujer le dijo:
-¿Cómo es esto? ¿Viviremos siempre y esto no tendrá final?
Él dijo:
-Nunca he pensado en eso, tendremos que decidirlo. Voy a tomar
una astilla del hueso de un búfalo y la tiraré al río. Si flota, cuando la
gente muera ha de resucitar en cuatro días. Pero si se hunde, el hombre
tendrá fin.
Tiró la astilla en el río y la astilla flotó. La mujer se volvió, levantó
una piedra y dijo:
-Yo voy a tirar esta piedra en el río; si flota viviremos siempre, si
se hunde la gente deberá morir y siempre han de sentir compasión los
unos por los otros.
La mujer tiró la piedra al agua y se hundió.
-Muy bien -dijo el Viejo-, has escogido. Todos habrán de perecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario