Una mañana encontrábase un venado en la espesura
del bosque bebiendo agua fresca de un manantial. Un
puma, que en ese momento caminaba por aquel sitio, vio
al inocente animal, midió con la vista la distancia que los
separaba y dio un salto sobre su víctima, devorándola en
seguida.
La parte que sobró del banquete la escondió entre
ramas y hojas secas, continuando, luego, satisfecho su
paseo.
Un zorro contemplaba desde lo alto de un árbol esa
escena. Sin más demora bajó del árbol, descubrió el tapado
y comió la carne. Con el estómago repleto, el zorro
prosiguió su camino.
Al caer la tarde, cuando el Sol daba ya sus últimos
reflejos, regresó el puma por el resto y no encontró nada;
entonces, lleno de ira, corrió por el bosque lanzando
terribles bramidos. Caminando y caminando encontró
al zorro que estaba durmiendo bajo un árbol; el puma
tomó un manojo de pajas y, burlonamente, sé lo pasó por
la boca; sintiendo el cosquilleo, el zorro, semidormido,
decía: «Quítense, quítense moscas, que recién acabo de
arrebatar su presa al puma».
El puma,5' sin esperar más, se lanzó sobre el zorro semidormido
y lo devoró.
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