sábado, 23 de marzo de 2019

EL ORIGEN DEL FUEGO EN CENTROAMERICA Y EN MEJICO

Los quichés de Guatemala hablan de una época en la que sus
antepasados no tenían fuego y padecían frío. Pero el dios Tohil
fue el creador del fuego y tenía un poco en su poder; así que los
quichés, desde su situación de necesidad le rogaron que les
proveyera fuego y él se lo dio. Pero, poco después, cayó una
lluvia torrencial, mezclada con granizo, que apagó todos los
fuegos de la tierra. No obstante, Tohil creó el fuego de nuevo
golpeando en el suelo con su sandalia. Varias veces les faltó el
fuego a los quichés, pero Tohil siempre se lo repuso.1
Los indios cora de Méjico cuentan cómo en los primeros
tiempos, la iguana, una especie de lagarto, se hallaba en posesión
del fuego, y cómo, tras haberse peleado con su esposa y con
su suegra, se retiró al cielo, llevándose el fuego con ella. No
hubo, pues, ya fuego en la tierra, porque la iguana se lo había
llevado y lo mantenía oculto lejos. Las gentes, por esto, echaban
mucho de menos el fuego, y decidieron reunirse en asamblea
para ver cómo podían conseguirlo. Jóvenes y ancianos se juntaron
y deliberaron durante cinco días, sin comer, ni beber, ni
dormir. Al fin, pasados los cinco días, averiguaron dónde estaba
el fuego. «Es en el cielo», dijeron, «donde está el fuego. La
iguana lo escondió. Ella está en el cielo. Luego está allí.» Formaron
consejo, y se preguntaron: «¿Cómo nos será posible traer
el fuego de allí?». Y dijeron: «Alguien debe subir allá para traerlo
». Comisionaron entonces al cuervo para llevar a cabo esa
misión, y le dijeron: «Ve, cuervo, e intenta ver si puedes subir
hasta el cielo». Había un acantilado cerca de aquel lugar, y el
cuervo fue y trepó por él. Empezó a subir, y ya estaba a la
mitad, cuando resbaló y cayó al suelo. Allí quedó inconsciente y
estalló. El cuervo quedó hecho trizas; el cuervo había fracasado.
Los hombres entonces llamaron a otro, llamaron al colibrí, y
éste fue. Pero tampoco pudo hacerlo. Al llegar a la mitad del
camino, se cayó. Se cayó, y se salvó con dificultad. También él
volvió y descendió al llano. Cuando estuvo de vuelta, dijo a los
ancianos: «Es imposible subir más arriba; hay allí una cascada;
no hay paso». Entonces enviaron a otro. Comenzó la escalada,
subió hasta donde los otros, pero no pudo ir más allá. También
él volvió, retornó a la tierra. Cuando estuvo de vuelta, dijo a los
ancianos: «Es imposible, no hay medio de subir más».
Todos los pájaros lo fueron intentando de la misma manera,
pero ninguno de ellos consiguió subir hasta el cielo. Llamaron
entonces al opposum. Al principio no quiso subir, pero cuando
ya habían logrado convencerlo, les dijo: «Si me es posible subir,
haced esto: si soy capaz de subir hasta allí, tened cuidado.
Estad atentos al momento en que empiece a caer el fuego, que
yo arrojaré. Preparad vuestras mantas para recogerlo y cuando
llegue abajo, no dejéis que caiga el suelo, o la tierra quedará
consumida por el fuego».
Empezó, entonces, el opposum a escalar el acantilado, y escaló,
y escaló hasta llegar a la mitad. Había allí un árbol texcallame,
y allí en él se puso el opposum a descansar. La subida era
muy suave, y llegó al fin a la cascada, logró superar con dificultad
este obstáculo, y después de sacudirse el agua, prosiguió su
camino, totalmente empapado. Cuando llegó a la cima, miró en
derredor y vio fuego. Se acercó hasta donde el fuego estaba y
junto al fuego había sentado un anciano. El opposum lo saludó:
«¡Buenos días, abuelo! ¡buenos días, abuelo!». El anciano se
levantó, y dijo: «¿Quién me está hablando?». El opposum respondió:
«Yo, tu nieto». Y le pidió permiso para calentarse. Al
principio el viejo se mostró reacio, pero el opposum insistió:
«Tengo mucho frío, me gustaría poder calentarme». El viejo
replicó: «Caliéntate, pero no vayas a llevarte el fuego». Así que .
el opposum se sentó junto a la hoguera, y al poco el anciano se
tumbó y se quedó dormido. Mientras el opposum asió con su
cola un tizón encendido y suavemente lo sacó de la hoguera. En
ese momento, el viejo se despertó; «¡Tú te llevas el fuego,
nieto!», dijo. «No, sólo estoy atizándolo», replicó el opposum.
Nuevamente cayó dormido el viejo, y esta vez el sueño era
profundo. Mientras dormía, el opposum se levantó con toda
suavidad, y tomando el tizón empezó a alejarse lentamente.
Cuando se había alejado ya un buen trecho, y estaba a punto de
llegar al precipicio, el viejo se despertó y lo vio todo. Se levantó
entonces e intentó darle alcance. Pero el opposum había llegado
ya al borde del barranco y arrojó desde allí el fuego. Cuando el
viejo llegó a su lado, empezó a golpearlo a placer con su palo, y
luego lo arrojó a la tierra. Y, cuando hubo hecho ésto, le dijo:
«Eso, para que no me cojas el fuego, opposum».
La gente de la tierra se hallaba esperando el fuego, y así les
vino. Esperaban poder recogerlo en sus mantas, pero no consiguió
caer en ellas, y cayó al suelo. Tomaron el fuego, e inmediatamente
la tierra empezó a arder. Mientras estaban recogiendo
el fuego, el opposum cayó a plomo sobre el suelo, y quedó
muerto. Los hombes lo cubrieron y lo envolvieron con sus mantas.
Después de un rato, empezó a moverse debajo de las mantas,
y volvió a la vida, se levantó con dificultad, y se sentó
derecho. Cuando recobró el conocimiento, preguntó: «¿Ha llegado
el fuego? L o arrojé hacia aquí. Mi abuelo me mató a palos»
«¡Valiente paliza me dio!». Le respondieron: «E l fuego está
aquí. Nadie pudo cogerlo mientras caía. Cayó al suelo, y la tierra
está ardiendo. ¿Cómo vamos a apagarlo? Nos es imposible apagarlo
». Llamaron entonces a nuestra Madre, la Diosa Tierra, y
fue ella quien apagó el fuego con su leche. Se llevaron entonces
el fuego, y aquí permaneció.2
En este mito cora, la iguana, tras llevar el fuego de la tierra al
cielo, desaparece de la historia y es sustituida por un anciano,
el guardián del fuego celeste. Pero el viejo puede ser simplemente
la iguana bajo su forma más o menos humana; ya que los
salvajes no establecen una clara distinción entre animales y
hombres. En una versión más breve del mito cora, el ser a quien
el opposum le roba el fuego es descrito como «el viejo buitre».3

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