sábado, 16 de marzo de 2019

El origen de las piedras (papago)

Hubo una lejana época en que no existían las piedras en la Tierra.
Las montañas, colinas y valles no eran ásperos y era muy fácil caminar
en la suave tierra. Por esa época no se conocían arbustos. Todos los
árboles eran muy altos y derechos y apartados entre sí, de modo que
el hombre de aquellos tiempos podía pasar entre ellos sin marcar un
camino.
Existía también un enorme búfalo que recorría aquellas tierras. El
tenía poder para cambiar cualquier cosa en las formas que se le antojaran.
Tomó ese gran poder de un agua mágica. Ese poder sería siempre
suyo cada vez que bebiera unos tragos de una fuente de cierto lugar
escondido.
Existía también una gran montaña sobre la cual el búfalo solía vagar.
La quería mucho, tanto que un día le preguntó si deseaba convertirse
en algo que le gustase más que ser una montaña.
La montaña le dijo que ella quería convertirse en algo que nadie
deseara subir. El búfalo dijo:
-Te cambiaré en una dura prominencia a la que nombraré «piedra».
Serás tan dura que nadie deseará romperte, y las tierras donde te asentarás
serán tan fértiles, bellas y suaves que nadie querría subir por ti.
Así la montaña fue convertida en una enorme piedra. El búfalo le
dijo que permanecería en su imponente forma y que podía convertirse
en cualquier cosa mientras no fuera quebrada.
En esta parte de la Tierra no existían hombres: solamente el búfalo
vivía allí.
Los búfalos sabían que los hombres habitaban al otro lado de la
montaña, que éstos eran crueles y que mataban a los animales, de manera
que trataban de vivir lejos de los hombres.
Pero un día el búfalo pensó que él debía ir al otro lado de la montaña
para ver a los hombres. Trataría de hacer amistad con ellos para lograr
que no continuaran matando a los búfalos.
Pasó sobre la montaña y pronto estuvo en el otro lado. Caminó y
se encontró a poco de andar con la tienda de un indio, hecha de pieles,
junto a la corriente de un arroyo. En la tienda vivían una anciana y su
nieto. Cuando el niño vio al búfalo, se alegró mucho y le dijo a su abuela
que fuera buena con él.
El búfalo se contentó con la abuela y el niño, de tal manera que
les ofreció convertirlos en lo que ellos desearan. El niño dijo que no
quería ser convertido en ninguna otra cosa que él mismo, pero sí quiso
volverse un corredor muy rápido. La abuela dijo que ella desearía ser
cambiada en algo que estuviera siempre al lado de su nieto dondequiera
que éste se encontrase.
El búfalo les dijo que él se los llevaría entonces para su casa, y que
él pediría a los búfalos que enseñaran al niño a correr velozmente, y
que le pediría al agua mágica que convirtiera a la anciana en algo que
pudiera estar con su nieto en todos los lugares en que éste se hallase.
De este modo el búfalo, la anciana y el niño se fueron sobre la montaña
hasta llegar a la Tierra de los búfalos. Estos dijeron que enseñarían
al niño a correr muy rápido si el niño prometía que ni él ni su gente
matarían más búfalos. El niño prometió que él lo haría, y los búfalos le
enseñaron a correr con tal rapidez que pronto pasó a todos los búfalos
en sus carreras. Por otra parte, el agua mágica convirtió en viento a la
anciana, de manera que ella podía seguir a su nieto donde quiera que
éste fuera. El niño estuvo con los búfalos hasta que se convirtió en un
hombre muy fuerte; entonces le fue permitido regresar a su pueblo. Ya
entre los suyos, el joven fue designado el jefe de los cazadores por su
rapidísima carrera.
Un día el jefe de la tribu le indicó que fuera a matar búfalos, porque
ellos no podían mantener el rápido paso de los búfalos y éstos se les
escapaban. El jefe dijo al joven que si tenía buen éxito como cazador
de búfalos, lo adoptaría como hijo y le designaría como jefe de la tribu
cuando él muriera. La gran ambición del joven era ser jefe de la tribu,
así es que aceptó la encomienda y determinó cazar a los búfalos.
Reunió a los cazadores y les indicó que le siguieran. Subió la montaña
y bajó hacia las tierras de los búfalos, pero lo hizo tan velozmente
que perdió de vista a sus compañeros. Los esperó, y viendo a los búfalos,
les acometieron. Éstos se acobardaron mucho ante los cazadores y
escaparon, pero el joven emprendió rápida carrera, los alcanzó y mató
un gran número de ellos. Pero el gran búfalo no se hallaba presente,
porque había ido a beber el agua de un arroyo que no era el mágico.
Cuando regresó y vio lo que habían hecho los cazadores, se enfureció
y trató de convertir a los cazadores en hierba, para comérselos, pero
como no había bebido del agua mágica, se encontró con que había perdido
su poder.
Se fue entonces a la montaña de piedra y le pidió que hiciera algo
para castigar a los malvados cazadores de búfalos. Y la piedra dijo:
-Le voy a pedir a los árboles que se unan estrechamente para que el
hombre tenga dificultades al pasar entre ellos. Después me voy a partir
yo misma en muchos pedazos y me despeñaré por las tierras del mundo,
de manera que los rápidos corredores no puedan pasar sobre mí sin
herirse los pies.
Entonces la piedra se quebró en millares de pedazos y se regó por
todas las tierras, y de este modo, cuando los veloces cazadores intentaban
correr por la montaña, las piedras herían sus pies y las ramas de los
árboles golpeaban sus cuerpos.
Por eso es que hay tantas piedras en el mundo.

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