Al principio, muy al principio, no había noche, sino solamente día.
La noche estaba dormida en el fondo de las aguas. No había animales;
todas las cosas hablaban.
Se cuenta que la hija de la Gran Serpiente había tomado como esposo
a un hombre. Un día, el hombre, que tenía tres fieles servidores,
les dijo:
-Id a pasear, y con vuestra presencia intimidáis a mi mujer.
Los servidores se fueron a pasear y el hombre llamó a su mujer.
Ésta le dijo:
-¡Oh, esposo! Llevo mucho tiempo esperando que llegue la noche.
¿Por qué no acaba de llegar nunca?
El hombre contestó:
-No hay noche. En todo el tiempo no hay más que día.
-La noche la tiene mi padre -dijo la joven-. Envía a alguien por ella
a orillas del Gran Río.
El joven llamó a sus servidores. La joven le había ordenado que
enviase a buscar a casa de su padre una nuez de coco, en la que estaba
encerrada la noche.
Los servidores se pusieron enseguida en camino. Llegaron a casa de
la Gran Serpiente y le dijeron:
-Tu hija nos manda a buscar una nuez de coco en la que está encerrada
la noche. Te rogamos que nos la des.
La Gran Serpiente les entregó una nuez de coco bien cerrada y les
dijo:
-La noche está ahí; llevadla con vosotros. Pero tened cuidado de no
dejar que se abra la nuez, pues si sucede eso, todas las cosas se perderán.
Los servidores hicieron una reverencia a la Gran Serpiente, cogieron
la nuez y se pusieron en camino. Llevaban la nuez bien sujeta, y
dentro de ella oían un ruido; algo como «tin, tin, tin... chi, chi...»; era el
ruido de los grillos y de los pajarillos que cantaban por la noche.
Llevaban ya mucho camino andado y seguían oyendo el ruido. Y
uno de los servidores dijo a los otros:
-¿Qué puede ser ese ruido que oímos dentro de la nuez? Veamos de
lo que se trata.
Pero otro contestó:
-No; no hagamos esa locura. Estaríamos perdidos. Vamos, seguid.
Y siguieron remando, pues iban en canoa por el Gran Río.
Siguieron más lejos aún, y continuaban oyendo el ruido. Entonces
no pudieron contener su curiosidad y encendieron fuego; derritieron la
resina que cerraba la nuez y la abrieron. Entonces la noche se escapó y
las tinieblas cubrieron el mundo.
-¡Estamos perdidos! Y la joven hija de la Gran Serpiente sabrá ya
que hemos abierto la nuez y que hemos dejado escapar la noche.
En aquel momento las cosas de la selva se cambiaron en animales.
Las cosas que contenía el río formaron patos y peces. Así, el pescador y
su canoa dieron origen al pato: la cabeza del pescador forma la cabeza
y el pico; la canoa, el cuerpo, y los remos, las patas.
La hija de la Gran Serpiente había dicho a su esposo:
-¡Ah!, tus servidores han dejado escapar la noche -después, cuando
vio aparecer la estrella matutina añadió-: Pero el día va a aparecer, voy
a separar los días de las noches.
Cogió un hilo, lo arrolló y le dijo:
-Tú serás el cujubin (una especie de gallo); cantarás todas las mañanas,
cuando salgan los primeros rayos del sol.
Después arrolló otro hilo, lo espolvoreó con unas cenizas y le dijo:
-Tú serás el nhambu (una especie de perdiz) y cantarás a diversas
horas de la noche, hasta la mañana.
Desde entonces, cada pájaro canta a su hora, por la noche, y todos
juntos, por la mañana, al comienzo del día.
Cuando los tres servidores llegaron, el joven les di jo:
-No habéis sido fieles; habéis abierto la nuez de coco y habéis dejado
escapar la noche. Todas las cosas se han perdido y vosotros también.
Y desde aquel momento fueron cambiados en monos. Se asegura
que el color negro de la boca y las rayas que llevan en el brazo son
debidos a la resina que se derramó sobre ellos cuando abrieron la nuez
de coco.
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