Sin embargo, viendo que no podía recuperar su sombra, Atarrabi pidió al sacristán que en el
momento de la elevación en la misa, lo matase. Y que le sacase el corazón y lo pusiera,
pinchado en un palo, a la puerta de la iglesia. Si se lo llevaban unos cuervos era que estaba
condenado, y si lo cogía una paloma, señal de que se había salvado.
El sacristán cogió una gran maza y mientras el sacerdote decía misa, espero a que se proyectase
su sombra en el suelo, y en ese critico momento descargo sobre su cabeza un fuerte golpe,
dejándolo tendido y muerto.
Después, tal como le había ordenado, le saco el corazón, lo clavo en un palo dejándolo a la
puerta de la iglesia y se quedo observando allí quien se lo llevaría.
Pronto llego una bandada de cuervos, que empezaron a dar vueltas por encima del corazón,
trazando círculos. Pero al instante surgió una paloma pequeña y blanquísima que se abalanzo
sobre el llevándoselo por los aires, y aun pudo ver el sacristán como se remontaba hasta el cielo.
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