viernes, 1 de marzo de 2019

Mitos supersticiones y supervivencias populares de Bolivia :Invocaciones a los Achachilas

En sus viajes es imposible que el indio deje de encomendarse a su Achachila favorito, pidiéndole su protección. Cuando en el camino encuentra un peñasco o pedruzco, se aproxima a él y se destoca el sombrero, le saluda y reverencia, ofrendándole coca mascada que arroja sobre él y en seguida descansa a sus pies.
«Cosa muy usada era antiguamente, dice Arriaga, ahora no lo es menos, cuando suben algunas cuestas o cerros, o se cansan en el camino llegando a alguna piedra grande, que tienen ya señalada para este efecto, escupir sobre ella (y por esto llaman a esta piedra y a esta ceremonia Tocanca) coca o maíz mascado, otras veces dejan allí las ojotas, o calzado viejo, o la Huarakca o unas soguillas, o manojillos de jichhus o paja, o ponen otras piedras pequeñas encima, y con esto dicen, que se les quita el cansancio».[23]
Esta costumbre con ligeras modificaciones, subsiste aún. El indio al llegar a la cumbre de alguna montaña, cerro o altura, casi involuntariamente repite la palabra sagrada de apachita y se aproxima al montón de piedras que siempre existe allí, formado por los pasajeros, y que constituye el altar eregido a la piedra del lugar, e inclinándose respetuoso, agrega al montón otro guijarro, diciendo: yo te ofrendo para que me des fuerzas, alejes el cansancio de mi cuerpo y me evites de infortunios. Después hace en el mochadero algunas combinaciones con piedrecillas, figurando ser casas o majadas, con ánimo de que su petición, así materializada, sea atendida o adorna alguna piedra con lanas o hilos de colores, manifestando ser industrias, a las que se dedica el ofrendante, y que pide vayan en auge. A continuación ofrece su sacrificio en este altar, sacando de su boca coca mascada, o de su alforja maíz tostado y arrojando con reverencia, al montón, o se descalza una sandalia y la pone encima, o hace una banderita con algún pedazo de tela de su vestido y la coloca allí, o pone entre las piedras alguna pluma de ave. Se hinca de rodillas y pide a las piedras con toda su alma que le deje pasar con salud; que aparte de su camino las desgracias o chhijis, y le dé vigor para seguir su viaje. Se para, arranca un pelo de sus pestañas o cejas y se las ofrece, soplando al aire sobre la palma de la mano y después descansa en el lugar.
Al llegar a la ribera de un río, lo primero que hace el indio en metiendo el pie dentro, es saludar a las aguas, y bebiendo en el hueco de la mano dos o tres buchadas de ellas, aun cuando el líquido esté turbio, pedirle que le deje pasar sin causarle ningún daño y después de ofrecerle un poco de coca o maíz mascado, arrojando a la superficie, atravesarlo ya sin temor ninguno.
Las lluvias torrenciales se suspenden cuando los ríos se llevan algunas personas. El agua aplaca su voracidad con ese tributo humano, como los individuos sedientos, se calman bebiendo tan preciado líquido.
No constituye para el indio una gran desgracia el morir de esa manera, soportable y aun de desear le parece recibir el abrazo de la deidad acuática que lo ha elegido para llevárselo lejos tal vez a una mansión de delicias. Por último, piensa que alguien debe sacrificarse para que las tormentas no causen más desgracias.
También cesan los aguaceros cuando el rayo mata a una persona.

Las pascanas son los sitios de descanso o de alojamiento, los tiene por sagrados y al llegar a ellos los reverencian, bajándose el sombrero.
Las cuestas cansan demasiado cuando el subsuelo encierra substancias metalíferas.
En el camino se vuelven más supersticiosos de lo que realmente son y cualquier cosa extraña, grito o sonido particular, los alarma y lo tienen por avisos de sus divinidades para no hacerse sorprender por algún accidente improvisto.


[23] Extirpación de la idolatría en el Perú por Pablo Joseph de Arriaga, pag. 64. Edición Urteaga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario