jueves, 28 de marzo de 2019

LA VIDA DE HERACLES Y EL RETORNO DE LOS HERACLIDAS

El nacimiento de Heracles y sus primeros años en Tebas
Anfitrión llega con Alcmena a Tebas y organiza una campaña contra los telebeos
Aunque Heracles era un argivo descendiente del linaje de Perseo, nació en el extranjero, en Tebas, después de que su padre putativo Anfitrión partiese al exilio con su madre Alcmena. Como se describió al final del capítulo anterior, Anfitrión fue enviado al exilio por su tío Esténelo por haber matado a su otro tío (accidentalmente según el relato habitual) Electrión, rey de Micenas, y Alcmena, la hija de Electrión, que ya se había prometido a él en matrimonio, le acompañó a su nuevo hogar, al igual que Licimnio, el único superviviente de los hermanos de ésta. El resto de sus hermanos habían sido asesinados por invasores telebeos poco antes de la muerte de su padre (cf. p. 322 para conocer las circunstancias). Creonte, por entonces regente de Tebas, purificó a Anfitrión del homicidio y le dio la bienvenida a su ciudad. Aunque Anfitrión presionaba entonces a Alcmena para que se casase con él (o para consumar su matrimonio si ya estaban casados), ella proclamó que no le aceptaría en su lecho hasta que hubiese clamado venganza ante los telebeos por la muerte de sus hermanos.[1] De manera que Anfitrión ultimó de inmediato una campaña contra los telebeos, que vivían en un grupo de islas junto a la entrada del golfo de Corinto; su próxima ausencia proporcionaría a Zeus una oportunidad idónea para abordar a Alcmena y engendrar a su hijo Heracles.
Cuando Anfitrión pidió a Creonte que le prestase ayuda en su expedición, el rey prometió luchar como su aliado a condición de que primero librase a los tebanos de los ataques del zorro de Teumeso, un enorme y feroz zorro que había establecido su guarida en el monte Teumeso, a unas cinco millas al nordeste de Tebas. El zorro había sido enviado por los dioses para devastar el país y suponía un problema de enorme dificultad, pues estaba destinado a no ser cazado jamás. Sabiendo que Céfalo, hijo de Deyoneo, tenía un perro cuyo destino era dar siempre caza a su presa (cf. p. 485 para conocer su origen), Anfitrión le visitó en su casa del Ática y le pidió que le permitiese utilizarlo contra el zorro a cambio de una parte del botín de la guerra que se avecinaba. Según otra versión, Céfalo estaba ya en Tebas, a donde había ido para purificarse tras haber matado accidentalmente a su esposa Procris, y había traído el perro con él. En cualquier caso, Céfalo aceptó la petición de Anfitrión y tuvo lugar una situación paradójica cuando una bestia destinada a cazar siempre su presa fue enviada a perseguir a otra cuyo destino era no ser cazada jamás.[2] Zeus se vio obligado a intervenir y resolvió el problema admirablemente convirtiendo a los dos animales en piedra, para que, de este modo, el perro nunca fracasase en la caza y el zorro nunca fuese cazado. En una versión posterior de la literatura astronómica, que más bien estropea la historia, convirtió al zorro en piedra pero envió al perro al cielo para transformarlo en la constelación del Can Mayor (Canis Maior).[3]
Tras ganarse el apoyo de Creonte por estos medios, Anfitrión reunió más aliados, entre los que se encontraban Céfalo, Panopeo (de la Fócide, cf. p. 725) y Heleo, el hijo menor de Perseo,[4] y zarpó con ellos para atacar a los telebeos. Si bien devastó la mayor parte de sus islas con poca dificultad, inicialmente fue incapaz de hacerse con Tafos, la isla de Pterelao, rey de los telebeos, porque Poseidón le había implantado un cabello dorado en la cabeza que le hacía inmortal en tanto permaneciese en su lugar. Como vimos en el capítulo anterior (cf. p. 323), Pterelao descendía de Poseidón, y era nieto suyo según la versión habitual. Finalmente los asaltantes recibieron una ayuda inesperada cuando Cometo, la hija del rey, se enamoró de Anfitrión (o de Céfalo, según la versión) al verlo a lo lejos, y trató de ganarse su favor arrancando el pelo mágico de la cabeza de su padre. Al morir Pterelao como consecuencia de este hecho, Anfitrión pudo completar su conquista, pero, en lugar de pagar a Cometo como ella hubiera deseado, la mató, horrorizado por tamaño acto de traición filial.[5] Para conocer una historia muy similar situada en Mégara, cf. p. 445.
Concepción y nacimiento de Heracles
En cuanto hubo reunido el botín, Anfitrión puso rumbo a Beocia, ansioso por demostrarle su éxito a su amada y ganarse la entrada a su lecho. Poco antes de que él llegase, sin embargo, Zeus se le adelantó asumiendo su apariencia para seducir a Alcmena. Al asegurarle que la venganza contra los telebeos había sido ejecutada y habiendo recibido una magnífica copa procedente del expolio a modo de prueba, Alcmena recibió en sus brazos al dios disfrazado y él prolongó el tiempo de su encuentro amoroso alargando la noche tres veces más de su duración normal. Más tarde, la misma noche o a la noche siguiente, su auténtico marido llegó a casa para dar cuenta de su triunfo y reclamar así la recompensa prometida. Sorprendido y decepcionado por lo desapasionado de la bienvenida de su esposa, la interrogó sobre la cuestión y, cuando ella repuso que ya lo había recibido de forma suficientemente cálida muy poco tiempo antes, él consultó con el vidente Tiresias, que le informó del engaño de Zeus. Anfitrión hizo el amor con ella aquella noche de todos modos y Alcmena se quedó embarazada de gemelos de naturaleza opuesta: Heracles, un poderoso héroe y futuro dios, hijo de Zeus, e Ificles, un héroe de talla no excepcional, hijo de Anfitrión.[6]
No fue únicamente a causa de su belleza por lo que Zeus se propuso seducir a Alcmena, sino también porque quería engendrar con ella un gran héroe que beneficiase a la raza humana y a los mismos dioses, ayudándoles en su guerra contra los Gigantes. En un principio, pretendía además que este hijo fuese un poderoso regente en Argos, pero Hera frustró esta parte de su plan. Tal como se recoge la historia en la Ilíada, Zeus alardeó de sus intenciones con los demás dioses, contándoles que Ilitía, la diosa del parto, traería ese día a la vida un niño que reinaría sobre todos aquellos que viviesen a su alrededor (es decir, en Argos), y nacería de la raza de todos aquellos que procedían de la sangre de Zeus (es decir, de los Perseidas, que descendían de Perseo, hijo de Zeus). Al hacer esta imprudente declaración, alertó a Hera, que sentía rencor hacia todos los hijos ilegítimos de su esposo e inmediatamente planeó robar a éste su herencia prevista. Sabía además que Alcmena no era la única mujer que esperaba un hijo de ascendencia perseida, puesto que la esposa de Esténelo, rey de Micenas, también estaba en avanzado estado de gestación. De manera que persuadió a Zeus para que jurase solemnemente que el primer hijo de este linaje que naciese aquel día gozaría del destino que él había anunciado, luego instruyó a la Ilitía (diosa del parto) para que retrasase el alumbramiento de Alcmena, mientras que ella misma bajó apresuradamente del Olimpo para asegurarse de que la esposa de Esténelo diese a luz de inmediato en su séptimo mes de embarazo. Como consecuencia, Euristeo, el hijo de Esténelo, nació aquel día en lugar de Heracles y Zeus se vio, por tanto, obligado por su juramento a concederle la herencia que había planeado darle a Heracles.[7] Esto supuso que Euristeo se convirtió en el gran rey de Micenas (sucediendo a su padre, cf. p. 324), mientras que Heracles nunca tuvo reino propio. Heracles fue así destinado a pasar la mayor parte de su vida fuera de su patria ancestral y a subordinarse a Euristeo incluso cuando estaba en ella.
De acuerdo con una historia registrada por primera vez en época helenística, el ingenio de una sirvienta o amiga de Alcmena aceleró el nacimiento de Heracles. En la versión más conocida de Ovidio, la diosa del parto, que aparece aquí bajo su nombre latino de Lucina, retrasó el nacimiento del héroe siete días y siete noches sentándose a la puerta del dormitorio de Alcmena con las piernas cruzadas y los dedos entrelazados (gestos de cerrazón que lograrían su efecto gracias a una especie de magia empática). No obstante, Alcmena tenía una criada muy lista, que notó la actitud de la diosa y se percató de por qué la había adoptado. De modo que esta criada, Galantis, corrió de pronto hacia ella y exclamó: «¡Debes felicitar a mi señora, pues ha dado a luz un hijo!», provocando así que la diosa diese un brinco de asombro y desentrelazase los dedos y separase las piernas. En consecuencia, el encantamiento se deshizo y Heracles pudo al fin nacer. Enojada por el engaño de la muchacha y por su consiguiente risa, la diosa la convirtió en comadreja, animal que recorre la casa de forma muy similar a como Galantis había hecho como atareada sirvienta (ya que en la Antigüedad las comadrejas, o más estrictamente hablando, los hurones, es decir, los turones domesticados, se mantenían en el interior de las casas para controlar las plagas, de forma similar a los gatos en los tiempos modernos).[8]
En una versión griega atribuida al poeta helenístico Nicandro, Galintias, como es llamada aquí, era de alta cuna, hija de Preto (destacado tebano que dio nombre a la puerta de Preto de la ciudad) y, por tanto, amiga y antigua compañera de juegos de Alcmena en lugar de criada suya. La historia es prácticamente igual que en Ovidio, excepto por el hecho de que las Moiras (Parcas) ayudaron a la diosa del parto en su tarea y fueron ellas quienes convirtieron a Galintias en comadreja. Este relato griego se refiere a una cuestión importante, no obstante, que Ovidio pasa por alto, las implicaciones relativas al culto del mito, ya que se nos cuenta que Hécate hizo de la comadreja su dama de compañía por compasión hacia Galintias y que más tarde Heracles honró los servicios que ésta le había prestado erigiendo un altar en su honor en su casa de Tebas y ofreciendo sacrificio en él, de ahí los sacrificios que los tebanos acostumbraban ofrecer a Galintias antes de sus festividades de Heracles. Parecería así que Galintias era una heroína honrada en Tebas desde una época temprana y que alguien concibió esta transformación como etiología del culto porque su nombre recordaba al de la comadreja (gale en griego).[9] Pausanias recoge otra versión de la historia del engaño en la que las Farmacides (Brujas), los seres enviados por Hera para retrasar el nacimiento, fueron engañadas por Historis, una hija de Tiresias; no hay mención en este caso de transformación alguna.[10]
Infancia y educación de Heracles. Muerte de Lino
Cuando Heracles tenía ocho o diez meses, o incluso recién nacido, Hera envió dos enormes serpientes para atacarlo a él y a su hermanastro en su cuna, pero el héroe niño las agarró por el cuello, una en cada mano, y las asfixió hasta la muerte. En los dos relatos más completos del episodio por parte de Píndaro y Teócrito, llaman al adivino Tiresias para que comente el prodigio y aprovecha la oportunidad para predecir el extraordinario destino que aguardaba a Heracles, pronosticando que finalmente sería recibido entre los dioses tras superar muchos peligros de esta naturaleza.[11] En una versión alternativa, las serpientes no fueron enviadas por la diosa sino por Anfitrión, que las introdujo en la cuna de los niños para descubrir cuál de los dos era su hijo; cuando Heracles se enfrentó a las serpientes, mientras Ificles trataba de huir, se dio cuenta de inmediato de que era Heracles el niño que tenía sangre divina.[12]
Un relato adicional de la infancia del héroe cuenta cómo Hera fue engañada para amamantarlo. En la versión más popular de la historia, Hermes llevó al bebé Heracles al Olimpo y lo colocó sobre el pecho de Hera mientras ella dormía (o sin revelarle su verdadera identidad) y cuando ella despertó (o supo quién era), lo apartó de sí con tal violenta precipitación que un poco de leche cayó de su pecho para formar la Vía Láctea. Mediante esta acción involuntaria, Hera le otorgó la inmortalidad o, cuando menos, el episodio anunció su futura apoteosis.[13]
Como cabría esperar, la tradición decía que la educación del héroe había sido confiada a los más célebres expertos. Aprendió el manejo del arco de Éurito de Ecalia, que era nieto de Apolo (cf. p. 537) y un diestro arquero como su divino ancestro, al igual que todos los miembros varones de su familia. En una versión de su leyenda, de hecho, Éurito muere por las flechas de Apolo por haberse atrevido a retar al dios a un concurso de tiro con arco; pero más frecuentemente se afirmaba que había muerto a manos de su mejor pupilo, el propio Heracles (cf. p. 373). Autólico instruyó a Heracles en el arte de la lucha; es de suponer que un personaje tan artero (cf. p. 559) debía de haber sido un antiguo maestro de todas las artimañas propias del cuadrilátero. Heracles aprendió el arte de la conducción de carros de su padre, y el arte de la guerra de Cástor.[14] La música era menos de su gusto, sin embargo, y menos adecuada a sus aptitudes naturales. A su profesor de música, Lino, le exasperaba tanto su lentitud que finalmente perdió la paciencia y le golpeó, para gran indignación de su joven pupilo, que, lleno de ira, le devolvió el golpe con su lira o su plectro, con un resultado fatal. Si bien Heracles evitó ser juzgado citando una ley promulgada por el gran legislador cretense Radamantis (cf. p. 459) que justificaba la toma de represalias en defensa propia, su padre decidió que sería prudente poner fin a su educación en ese punto y le envió al campo para atender los rebaños de la familia.[15]
Hay tres cuerpos mitológicos asociados a músicos llamados Lino, los otros dos relativos a figuras con ese nombre que habrían vivido en un período anterior de la historia mítica. La idea en que todas estas historias están basadas en que una vez hubo un joven músico llamado Lino que encontró una prematura y penosa muerte, estaba inspirada en la existencia de una canción de cosecha conocida como la «canción de Lino», que tenía un estribillo de ailinon cuyo significado podía interpretarse como «¡ay de Lino!» (aunque se tratase en realidad de una palabra de origen extranjero).
De acuerdo con la tradición argiva, Apolo engendró un hijo de nombre Lino con una princesa de aquella tierra, Psámate, hija de un primitivo regente argivo llamado Crótopo. Ella mandó abandonar al niño, pero, en lugar de ello, el pastor que debía cumplir tal tarea lo crio como hijo suyo hasta que el niño fue destrozado por sus perros. Al enterarse de esto, Psámate se afligió tanto que contó toda la historia a su padre, quien se negó a creer que en verdad ella hubiese dado a luz al hijo de un dios y ordenó que le diesen muerte. Cuando Argos fue asolada por una plaga a consecuencia de la ira de Apolo, un oráculo aconsejó a los ciudadanos que apaciguaran a la madre y al hijo muertos, cosa que lograron por medio de oraciones y lamentaciones (de ahí el origen de la canción de Linos/Lino). En una versión bastante diferente, el niño Lino fue destrozado por los perros ovejeros del rey tras ser abandonado y Apolo reaccionó enviando a Poine (la Venganza personificada) contra Argos. Poine arrebató sus hijos a las madres de la ciudad hasta que un héroe llamado Corebo la mató. Cuando, tras ello, estalló una plaga, Corebo visitó el oráculo de Apolo en Delfos para descubrir cómo podía compensar esta muerte y recibió instrucciones para que tomase un trípode del santuario y erigiese un templo a Apolo en el lugar en que primero se le cayese. El trípode resbaló de sus manos en el monte Gerania, en la Megáride; la tumba de Corebo podía verse cerca, en el mercado de Mégara.[16]
Una tradición beocia sugería que Lino había nacido de un tal Anfímaro, hijo de Poseidón, y de la musa Urania. Como correspondía al hijo de una Musa, creció para convertirse en el más excelente de los músicos, pero pronto provocó su propia muerte a manos de Apolo al afirmar que podía rivalizar con el dios como cantante. Cuando la pena por su muerte se extendió por el mundo, fue concebida la canción de Lino como lamentación por él. De este Lino, que es también descrito como hijo del propio Apolo, se decía que estaba enterrado en Tebas.[17] Como en el caso de otros músicos legendarios como Orfeo o Museo, en tiempos históricos el nombre de Lino llegó a atribuirse a poemas apócrifos.
El león del Citerón, las hijas de Tespio y la primera campaña
Al alcanzar le edad de 18 años, Heracles se embarcó en su primera aventura partiendo a enfrentarse con el león del Citerón, una feroz bestia que merodeaba por la cadena montañosa del mismo nombre, en la frontera meridional de Beocia. Puesto que el león atacaba no sólo el ganado de Anfitrión, sino también el de Tespio, el regente epónimo de Tespias, en la zona suroeste de Beocia, Heracles permaneció en su corte durante cincuenta noches mientras trataba de seguir el rastro de la bestia. Ahora bien, el rey tenía cincuenta hijas y estaba tan impresionado por la fuerza del joven héroe que quería asegurarse de que cada una de ellas concibiese un hijo suyo. Según una versión, lo consiguió introduciendo en su cama una hija distinta cada noche, de manera que Heracles se acostó con cada una de ellas con el ingenuo convencimiento de que lo hacía con la misma muchacha en todas las ocasiones.[18] En versiones de gusto más folclórico, Heracles gozó de los favores de las cincuenta en siete noches, o de 49 de ellas en una sola noche.[19] En este último relato, una de ellas rechazó tener trato alguno con él y él se vengó forzándola a servirle como sacerdotisa virgen (historia que explicaba por qué en el templo de Heracles en Tespias servía una sacerdotisa virgen que permanecía en ese puesto hasta su muerte). Este episodio de las hijas de Tespio, con su parte cómica, como resulta frecuente con Heracles, no tiene una relación inherente con la de la caza del león. De hecho, Diodoro lo relata como historia independiente, afirmando que Tespio invitó al joven Heracles a un sacrificio y a un banquete con el propósito específico de asegurarse de que todas sus hijas diesen a luz hijos suyos.[20] En cualquier caso, cada una de sus hijas tuvo un hijo de Heracles, salvo la mayor (y también la más joven, según otra versión), que tuvo gemelos. A los niños se los conocía como Tepiadas, nombre derivado del de su abuelo. Cuando crecieron, Heracles envió a la mayoría de ellos a Cerdeña para fundar una colonia bajo el liderazgo de su sobrino Yolao, a excepción de unos pocos que se quedaron, siete en Tespias y uno o dos en Tebas, para convertirse en fundadores de familias nobles en su provincia de nacimiento.[21] En cuanto al mito de la caza del león, se vio por completo ensombrecido por la historia más entretenida de las hijas de Tespio, y no hay nada registrado más allá del hecho de que Heracles mató finalmente a la bestia.[22]
Apolodoro constituye una excepción al indicar que Heracles hizo su capa con la piel de este león; en otros relatos, la tomó del león de Nemea (cf. p. 338), que era invulnerable y, por tanto, debía de tener una piel impenetrable. De acuerdo con una leyenda que entra en conflicto con ésta, fue Alcátoo, hijo de Pélope, quien mató al león del Citerón, en lugar de Heracles (cf. p. 727).[23]
En su viaje de vuelta, Heracles se cruzó casualmente con unos heraldos enviados por Ergino, rey de Orcómeno, para recaudar un tributo anual que los tebanos estaban obligados a pagarle. Este tributo se les había impuesto en las siguientes circunstancias: algunos años antes, Clímeno, el padre de Ergino, había visitado Onquesto, una ciudad situada entre Orcómeno (influyente ciudad del nordeste de Beocia, cf. p. 715) y Tebas, para asistir al festival de Poseidón y, en el curso de las celebraciones, había sido asesinado por algunos tebanos a consecuencia de una disputa banal, o bien había sido fatalmente herido por una piedra lanzada por el auriga del padre de Creonte, Meneceo. Tras enterarse de la muerte de su padre (o tras recibir una orden directa de su padre moribundo), Ergino había dirigido una exitosa campaña contra los tebanos y les había forzado a enviarle un tributo anual de cien cabezas de ganado durante veinte años. A Heracles le enfurecía tanto esta imposición y el arrogante comportamiento de los heraldos que les cortó las narices, orejas y manos y se las colgó con cuerdas alrededor del cuello, ordenándoles que se las llevasen a su rey como tributo. Ergino respondió enviando una segunda expedición contra Tebas, pero en esta ocasión Heracles estaba disponible para dirigir a los tebanos y pronto mató a Ergino e hizo huir a sus adeptos. Luego obligó a los habitantes de Orcómeno a pagar un tributo a los tebanos, exigiéndoles aportar dos veces lo que habían estado recibiendo.[24]
En un relato helenístico recogido por Diodoro, Ergino había tomado precauciones contra una revuelta eventual privando a los tebanos de sus armas. De manera que cuando exigió que Heracles fuese vencido por haber asaltado a sus heraldos, Creonte estaba dispuesto a rendirse ante su superioridad. No obstante, Heracles consiguió armas para los tebanos y persuadió a los jóvenes de la ciudad para luchar por su libertad. Al enterarse de que Ergino avanzaba contra la ciudad, Heracles lo atacó a él y a sus tropas en una zona angosta para privarle de la ventaja de su superioridad numérica y lo mató, así como a gran parte de su ejército. Entonces pudo atacar Orcómeno por sorpresa y quemarla hasta sus cimientos.[25] Algunos decían que destruyó el poder de Orcómeno para siempre (cf. p. 716).
Heracles funda una familia en Tebas con Mégara, pero mata a sus hijos en un ataque de locura
Creonte recompensó a Heracles por sus servicios en la guerra entregándole a su hija Mégara por esposa. Vivió felizmente con ella en Tebas durante algunos años, engendrando varios hijos con ella (de dos a ocho según los diversos relatos), hasta que finalmente Hera intervino para infundirle un ataque de locura homicida. Mientras se encontraba en este estado asesinó a sus hijos, bien arrojándolos a una hoguera, bien disparándoles con sus flechas; en algunas versiones, mató también a todos los hijos de su hermanastro Ificles. Apolodoro sigue a Ferécides al afirmar que arrojó a sus hijos a una hoguera, y añade que infligió el mismo destinó a los hijos de Ificles.[26] En la versión de Diodoro, intentó matar primero a su sobrino Yolao, pero disparó a sus propios hijos cuando Yolao logró escapar.[27] En otra versión de Nicolás de Damasco (escritor relacionado con la corte de Herodes el Grande), Heracles mató a dos de los hijos de Ificles y luego a los suyos, arrancando al último del pecho de su madre, y habría matado también a Mégara de no haber sido rescatada por Ificles, quien también salvó a su hijo mayor Yolao.[28] De acuerdo con una tradición local de Tebas, Heracles habría matado también a su anciano padre, crimen aún más grave a ojos de los griegos, de no haber sino por la pronta intervención de Atenea, que le aturdió lanzándole una piedra; esta piedra, conocida por el nombre de sophronister (es decir, piedra de la sabiduría o de la ponderación), podía verse en la ciudad en tiempos históricos.[29]
Mégara es mencionada en la Odisea entre las mujeres famosas de épocas pasadas que Odiseo ve en los Infiernos; el poeta no nos cuenta nada sobre ella, salvo que era hija de Creonte y esposa de Heracles.[30] Esta historia del asesinato de sus hijos fue relatada por Estesícoro en la primera mitad del siglo VI a.C.[31] Al referirse al culto a los ocho hijos muertos de Heracles en la puerta Electra de Tebas, Píndaro los llama los de armadura de bronce (o los de armas de bronce, chalkoarai),[32] lo que implicaría que eran adultos en el momento de su muerte. El poeta o su fuente pueden haber alterado la historia para hacerla menos deshonrosa para Heracles, representando a sus víctimas como algo más que niños indefensos.
De acuerdo con Apolodoro, Creonte ofreció su hija más joven a Ificles al mismo tiempo que ofreció a Mégara a Heracles, pero Ificles ya había tenido a su único hijo importante, Yolao, con una esposa anterior, Automedusa, hija de Alcátoo.[33]
En una obra que conservamos de Eurípides sobre el episodio, La locura de Heracles, el autor proporciona una peculiar versión, aparentemente de invención propia. Mientras Heracles se encontraba fuera para traer a Cerbero del Hades en su trabajo final, un tal Lico (que descendía del famoso Lico cuya carrera tebana se describirá en el capítulo IX) mató a Creonte para hacerse con el poder en Tebas, y Mégara, viéndose amenazada, buscó refugio con sus hijos en el altar de Zeus. Al volver y descubrir que Lico había planeado quemarlos, Heracles fue a su rescate y mató al usurpador, pero Hera lo volvió loco enviando a Ira (Lyssa, la ira frenética personificada) contra él, provocando que matase a su esposa e hijos. Al oír rumores de que Heracles estaba bajo amenaza por parte de Lico, Teseo llegó a Tebas después de que el héroe recobrase la cordura y le invitó a volver a Atenas para su purificación.
Heracles recibe instrucciones de Euristeo para llevar a cabo doce trabajos
Cuando Heracles recobró la cordura y fue consciente de lo que había hecho, se exilió voluntariamente, visitando primero a su antiguo anfitrión Tespio, que accedió a purificarlo de acuerdo con las exigencias formales de la religión griega, y luego fue a Delfos para preguntar dónde debería establecerse en el futuro. La Pitia le indicó que fuese a Tirinto, en la Argólide, donde debía vivir durante diez años mientras llevaba a cabo una serie de trabajos que le serían impuestos por Euristeo, rey de Micenas; al mismo tiempo, pudo darle otro mensaje, mejor recibido, de que ganaría la inmortalidad como fruto de sus penurias y humillaciones.[34] En la versión ofrecida por Nicolás de Damasco, Euristeo lo invita a ir a Tirinto cuando parte al exilio y él acepta la oferta, recordando que Anfitrión había recibido una vez una predicción del oráculo que decía que Heracles tendría que servir a Euristeo y ganaría la gloria en consecuencia.[35] O, según el relato de Diodoro, Euristeo había reclamado su presencia para realizar los trabajos antes de su locura, pero él no había prestado atención al requerimiento hasta que Zeus le había hecho saber por algún medio que tendría que hacerlo. Entonces consultó al oráculo de Delfos y éste le dio el mismo mensaje que en la versión relatada más arriba. Mientras consideraba aún la cuestión (pues estaba comprensiblemente deprimido ante la idea de verse sometido a un hombre muy inferior a él), Hera le había vuelto loco, haciéndole matar a sus propios hijos, y finalmente se embarcó en sus trabajos tras un largo período de duelo.[36]
En ocasiones se afirmaba que la sacerdotisa de Delfos dio por primera vez el nombre de Heracles al héroe cuando le habló de sus trabajos venideros, y que originariamente se llamaba Alceo (o Alcides), como su abuelo putativo; en ese caso, se supone que Apolo le dio el nombre de Heracles porque adquiriría una gloria imperecedera, kleos, haciendo favores, era, a la humanidad, es decir, a través de sus trabajos (êra gar anthropoisi pheron kleos aphthiton héxeis).[37] Sin duda es cierto que su nombre, que en realidad significa «Gloria de Hera», parece inapropiado para un héroe que nada recibió de Hera sino hostilidad (al menos hasta su apoteosis). Otros mitógrafos concibieron variadas explicaciones, indicando, por ejemplo, que los argivos le otorgaron su nombre tras su primera hazaña al estrangular a la pareja de serpientes cuando era un bebé, para indicar que había ganado gloria, kleos, a través de Hera (¡que había enviado a las serpientes con la intención de matarlo!).[38]
Los trabajos de Heracles
El ciclo de los trabajos
En algún punto del desarrollo de la mitología de Heracles, tal vez tan tardío como el siglo V a.C., llegó a establecerse una lista canónica de las tareas que se suponía que Heracles había realizado para Euristeo. Éstas eran conocidas por los griegos como las athloi, término generalmente traducido al latín como labores, de ahí nuestra expresión moderna, «los trabajos», aunque ninguna de estas traducciones recoge del todo los matices del original; un athlos era literalmente una competición, en especial por un premio y, por extensión, una lucha o experiencia desafiante que implica grandes esfuerzos y conflictos. El término podría, por tanto, aplicarse de forma más apropiada para describir las arduas tareas que Heracles llevó a cabo para Euristeo, tanto más cuanto que se suponía que había ganado la inmortalidad como recompensa última por sus trabajos. Homero ya utiliza esta palabra (aunque no todavía en este último sentido) al referirse a los duros trabajos, chalepous aethlous, que le fueron impuestos al héroe por Euristeo.[39] No hay razón para suponer, sin embargo, que Homero tuviese conocimiento de ningún ciclo de trabajos ordenado. Aunque algunas de las hazañas que más tarde se incluyeron en el ciclo canónico fueron recogidas tan pronto como en el siglo VIII a.C. en obras de arte, y hay constancia de todas salvo una —la limpieza de los establos de Augías— en el siglo VI, no se sabe cuándo vinieron a ser clasificadas como el ciclo de los trabajos que él realizó para Euristeo. La secuencia canónica completa aparece por primera vez en una serie de relieves de las metopas del templo de Zeus en Olimpia, que pueden datarse alrededor del 460 a.C. Algunos autores han afirmado que dichas esculturas desempeñaron un papel decisivo a la hora de establecer la lista canónica y que el número habitual de los trabajos fue así determinado por razones arquitectónicas; o bien la secuencia pudo haberse impuesto a través de un relato épico anterior, tal vez en la Heraclea del tío de Heródoto, Paniasis, pero este punto sigue siendo tema de especulación.
De acuerdo con una clasificación concebida por los primeros mitógrafos griegos, las proezas de Heracles podían dividirse en tres clases principales. Estos athloi o trabajos, se distinguían, por una parte, de los parerga, o incidentes, las aventuras casuales que le sucedían al héroe mientras estaba realizando sus trabajos, y, por otra, de los praxeis o hazañas, las proezas mayores que él llevó acabo por voluntad propia, sin órdenes de otro. Por artificial que pueda parecer, este esquema resultó muy conveniente para que los mitógrafos pudiesen dar cierto orden a la multitud de mitos sobre Heracles. Las leyendas situadas en zonas asociadas con los trabajos podían agruparse con el trabajo correspondiente como parerga, aun cuando en origen no tuviesen conexión alguna con éstos, y las demás hazañas principales del héroe (aparte de una o dos protagonizadas durante su juventud en Beocia) podían relegarse al período posterior a los trabajos como sus varios praxeis. A continuación, seguiremos los trabajos con sus parerga asociados para proseguir con el resto de las aventuras que fueron relegadas a la última parte de la vida de Heracles.
Mientras realizaba sus trabajos, Heracles recibía órdenes de Euristeo desde Micenas, pero vivía en otra parte, habiéndose establecido en la antigua ciudadela de Tirinto, al sur. Fue acompañado a la Argólide por su sobrino Yolao, que le ayudaba como auriga en sus trabajos, y también por su hermanastro Ificles, pero Mégara permaneció en Tebas hasta que Heracles la visitó tras sus trabajos para zanjar sus asuntos maritales (cf. p. 359).
Diodoro y Apolodoro aportan prácticos resúmenes de los trabajos.[40] En el relato a continuación, los consideraremos en el orden en que son relatados por Diodoro, aunque otras listas o narraciones presentan ligeras variaciones a este respecto; en particular, el viaje de Heracles al reino de Hades en busca de Cerbero, que ciertamente podría considerarse su empresa más desalentadora, se consideraba a veces su último, trabajo en lugar del penúltimo, como aparece más abajo. Los trabajos entran claramente en dos grupos de seis, puesto que los seis primeros tienen lugar en el norte del Peloponeso, no lejos de Micenas, mientras que los seis finales llevan al héroe más lejos, inicialmente a Creta, Tracia y Asia Menor, y, finalmente, a los confines de la tierra y al más allá.[41]
De acuerdo con una tradición mencionada únicamente por Apolodoro, las sacerdotisas de Delfos dijeron originalmente al héroe que tendría que realizar diez trabajos a lo largo de doce años, pero fue finalmente obligado a realizar doce porque Euristeo se negó a reconocer dos de ellos, alegando que Yolao le había ayudado a matar a la hidra (ver más abajo) y que había exigido una retribución a Augías por limpiar sus establos.[42]
Normalmente se creía que Anfitrión había muerto con anterioridad a la época de los trabajos de Heracles, pero Apolodoro afirma que cayó muerto mientras luchaba valientemente junto a Heracles en la guerra contra Orcómeno. No obstante, a veces se le incluía en la historia de la locura de Heracles, como sucede en la tradición local mencionada más arriba en la que era salvado por Atenea, o en la obra superviviente de Eurípides sobre la cuestión (en la que se vio amenazado por Lico junto con la esposa e hijos de Heracles).[43] Hay constancia únicamente de una aventura de sus últimos años en Tebas, su victoria sobre Calcodonte de Eubea (cf. p. 670), a quien mató en una batalla cerca de Tebas cuando trataba de exigir un tributo a los tebanos.[44]
En ocasiones se decía que Alcmena se había casado con el héroe cretense Radamantis tras la muerte de Anfitrión (cf. p. 460); vivió hasta una edad avanzada para compartir las dificultades de los Heraclidas tras la muerte de su hijo (cf. p. 378). En cuanto a su hermano Licimnio, al haberla acompañado a Tebas, se casó con la hermana de Anfitrión, Perimede, que le dio tres hijos, primero Eono, cuya posterior muerte haría que Heracles dirigiese una campaña contra Esparta (cf. p. 367), y luego Argeo y Melas, que morirían durante la campaña final de Heracles (cf. p. 372). La única historia significativa que se conserva sobre el propio Licimnio es la de su muerte (cf. pp. 385-386)
Primer trabajo: el león de Nemea
Como primer trabajo, Heracles recibió la orden de matar al monstruoso león de Nemea, que vivía en las montañas cercanas a Nemea, en un rincón del noroeste de la Argólide. Según Hesíodo, era vástago de Orto y Quimera (o posiblemente Equidna, cf. p. 105), y había sido criado por Hera, que le hizo vagar por las colinas de Nemea, con evidente intención de someter a Heracles a una ordalía.[45] Según otra tradición, era hijo de la diosa-luna Selene (o, cuando menos, había nacido en la luna) y vivió allí hasta que Selene lo expulsó a la tierra con una pavorosa sacudida a petición de Hera.[46] Se trataba de un ser verdaderamente extraordinario porque era invulnerable (excepto quizá en la versión más primitiva, ya que algunas imágenes de las artes plásticas sugieren que podría haber habido una versión en la que se le había matado con una espada). Aunque Heracles pronto descubrió que sus flechas y espada no podían penetrar la piel del león, pudo utilizar su garrote y sus propias manos desnudas de forma mucho más ventajosa. En la versión habitual más tardía, le infundió miedo amenazándole con su garrote, haciéndole huir hacia su guarida, una cueva con dos bocas situada en el monte Treto (Montaña Perforada), cerca de Nemea, y luego bloqueó una de las bocas de la cueva antes de entrar por la otra para atraparlo por el cuello y estrangularlo.[47] En otra versión, aturdió al león apaleándolo con su garrote en su primer encuentro y luego lo estranguló a cielo abierto.[48]
Tras matar al león, Heracles le quitó la piel para proveerse de su vestimenta habitual, que le proporcionaba una excelente protección dado que resultaba impenetrable para cualquier arma. De acuerdo con Teócrito, no sabía cómo podía cortarla hasta que algún dios le inspiró con la idea de que debía, al menos, ser vulnerable a las propias garras del león.[49] Aunque Apolodoro afirma que únicamente se le había ordenado conseguir la piel del animal, habitualmente se dice que llevó al mismo león ante Euristeo como prueba de su muerte (tal y como describe Apolodoro).[50] Euristeo se alarmó de tal forma ante la visión del animal que negó a Heracles la entrada a Micenas a partir de aquel momento, diciéndole que exhibiese sus trofeos a las puertas de la ciudad. Para mayor seguridad, el cobarde rey mandó enterrar una tinaja de bronce para esconderse en ella cada vez que Heracles llegase con sus trofeos más pavorosos, como Cerbero o el jabalí de Erimanto, y desde entonces emitió sus órdenes a través de un intermediario, el heraldo Copreo (hombre-estiércol), quien ya es mencionado a este respecto en la Ilíada.[51]
En la tradición más primitiva, Heracles vestía una armadura metálica como cualquier otro guerrero. Se le muestra vistiendo una piel de león por primera vez en obras de arte que datan desde finales del siglo VII a.C. y no es hasta la segunda mitad del siglo VI que la piel de león se convierte en su vestimenta habitual en la pintura de vasijas ática.[52] En el siglo siguiente, Píndaro y Baquílides son los primeros autores en indicar que la piel era impenetrable.[53] Sacando la cara por el hueco de la mandíbula, el héroe podía utilizar el cuero cabelludo de la bestia como una especie de casco. Apolodoro es el único que afirma que hizo su capa con la piel del león del Citerón (cf. p. 331).[54]
Se decía que Heracles había cortado su garrote de un olivo silvestre en Nemea o en la costa este de la Argólide, antes de partir en busca del león;[55] o, según Teócrito, lo obtuvo en el monte Helicón en Beocia, arrancando un olivo entero.[56] En otra parte se habla de un garrote de bronce o con regatón de bronce; este último podría ser el garrote que se decía que había recibido de Hefesto.[57] Sus armas más convencionales y la armadura se las regalaron varios dioses como recompensa por su valentía, bien tras demostrarla por primera vez al derrotar a los habitantes de Orcómeno, bien tras completar los primeros cinco trabajos; según Apolodoro, Hermes le dio una espada, Apolo un arco y una flecha, Hefesto una coraza de oro y Atenea un manto.[58]
Antes de enfrentarse al león de Nemea, Heracles pasó por Cleonas, una ciudad no lejos de Nemea, y se alojó en casa de un pobre peón llamado Molorco a cuyo hijo había matado el león. Molorco quería sacrificar un carnero en honor de su invitado, pero Heracles le dijo que esperase treinta días e hiciese luego el sacrificio, ofreciéndoselo a Zeus Soter (Salvador) si regresaba sin contratiempos de la caza o a él mismo si resultaba muerto en ella. Tanto los dioses como los héroes muertos eran honrados en el culto griego, los últimos mediante ritos ctónicos distintivos. Tras perseguir al león durante veintiocho días, Heracles lo mató al vigésimo noveno e inmediatamente después cayó dormido de agotamiento; al despertar, cargó el león sobre sus hombros y se apresuró a volver con él junto a Molorco, arrancando rápidamente un poco de perejil silvestre (selinon) para hacer una corona para el sacrificio. Llegó justo a tiempo de impedir a Molorco que hiciese el sacrificio en su honor como héroe muerto. Antes de seguir su camino, Heracles reorganizó los Juegos Nemeos (que habían sido instituidos por Adrasto y los Siete, cf. p. 419) como festival en honor a Zeus; se exigió entonces que los vencedores fuesen premiados con una corona de perejil silvestre porque el héroe había lucido una en el mencionado sacrificio a Zeus. Una versión de esta historia fue relatada por Calímaco, el primer autor que la menciona del que se tiene constancia.[59] En la mitología astral, se decía que Hera había recompensado al león enviándolo a los cielos para convertirse en la constelación del León (Leo).[60]
Segundo trabajo: la hidra de Lerna
Ésta era una enorme serpiente policéfala que vivía en los pantanos de Lerna, a algunos kilómetros al sur de Argos. De acuerdo con la Teogonía, era hija de Tifón y Equidna y la había criado la propia Hera para que se enfrentara a Heracles;[61] aunque Hesíodo no ofrece descripción alguna, regularmente se la representa policéfala en relatos posteriores y así se muestra en imágenes a partir del siglo VIII a.C. En cuanto al número de cabezas, las cifras varían desde solo unas pocas hasta tantas como cincuenta o cien.[62] Por obvias razones de índole práctica, los artistas suelen retratarla con relativamente pocas cabezas. A menudo se decía que había sido excepcionalmente difícil de matar porque en cuanto se le cortaba una cabeza, una nueva, o más habitualmente dos, le crecía en su lugar.[63] Hidra, que significa simplemente serpiente de agua, no es nombre propio en griego y no necesariamente tiene connotaciones monstruosas.
Tras viajar hasta Lerna en su carro en compañía de Yolao, Heracles entabló lucha con este formidable adversario, pero pronto se vio en dificultades, pues sus cabezas retoñaban con tanta rapidez como él las cortaba (o las arrancaba con su garrote). Por si esto fuera poco, Hera proporcionó un aliado a la hidra, enviando un enorme cangrejo para que mordiese a Heracles en el pie. No obstante, consiguió matar al cangrejo, aplastándolo bajo sus pies y se sintió entonces justificado para pedir la ayuda de Yolao como aliado. De modo que Yolao preparó unas teas y cada vez que Heracles cortaba una de las cabezas de la hidra, él le ayudaba cauterizando el tocón para evitar que creciese una nueva cabeza (o cabezas). Tras eliminar sus cabezas de esta manera y matarla, Heracles sumergió sus flechas en su sangre o su hiel, haciéndolas así tan venenosas a partir de aquel momento que el menor rasguño resultaría fatal. De acuerdo al menos con Apolodoro, una de sus cabezas (que aquí son nueve) era inmortal y el héroe tuvo por tanto que enterrarla bajo una pesada roca.[64] Algunos decían que Heracles pidió la ayuda de Yolao cuando le atacaban a la vez la hidra y el cangrejo, de ahí el origen del proverbio «Ni el mismo Heracles puede luchar contra dos enemigos a la vez».[65] En la mitología astral se dice que Hera honró al cangrejo enviándolo a los cielos para convertirse en la constelación del Cangrejo (Cáncer).[66]
Tercer trabajo: el jabalí de Enmanto
Ésta es tal vez la menos interesante de todas las aventuras, a pesar de haber inspirado algunas imágenes memorables a los pintores de vasijas áticas, a quienes les gustaba mostrar a Euristeo escondiéndose en su tinaja de bronce mientras Heracles presentaba el jabalí ante él. Esta bestia, que no era de origen divino ni contaba con poder especial alguno, vivía en el monte Erimanto, en el noroeste de Arcadia, y acostumbraba a hacer incursiones en las laderas del monte para devastar las tierras. Habiendo recibido órdenes de capturarlo vivo, Heracles lo hizo salir de su cubil asustándolo con fuertes gritos (o con certeras pedradas) y lo acorraló en una zona de nieve profunda donde pudo atraparlo con una red. Luego lo llevó hasta Micenas sobre sus hombros, lo que de por sí era una hazaña.[67]
Cuando andaba en busca del jabalí, Heracles visitó al centauro Folo, que vivía en una cueva en el monte Fóloe, al sur del monte Erimanto. Folo le ofreció carne asada en tanto que él comía carne cruda (indicio de su condición semianimal), pero dudó si ofrecer vino a su invitado, porque el cántaro de vino que había en su cueva pertenecía a todos los Centauros. Heracles insistió a pesar de todo y lo abrió, para enojo de los otros centauros, que pronto detectaron el olor del vino y se presentaron en la cueva armados con piedras y abetos arrancados. En otra versión, Dioniso le había dado el cántaro a un centauro cuatro generaciones antes para que lo guardara, ordenándole que no debía ser abierto hasta que Heracles llegase allí como visitante, y cuando Folo lo abrió para Heracles, el aroma del vino añejo provocó tal frenesí en los centauros de la zona que atacaron la cueva. En cualquier caso, tuvo lugar una pelea entre los Centauros y el héroe, que disparó a algunos de ellos allí mismo e hizo huir a los demás. Éstos buscaron refugio junto a Quirón, que por entonces vivía en el cabo Malea, en el extremo sudeste del Peloponeso, tras haber sido expulsado del monte Pelión por los lapitas. Cuando trataban de esconderse junto al noble centauro, Heracles, que les había perseguido hasta allí, les disparó una flecha e hirió accidentalmente a Quirón en la rodilla. Puesto que el virulento veneno de la flecha de Heracles (que procedía de la ponzoña de la Hidra) hacía incurable la herida, Quirón renunció de buena gana a su inmortalidad como pago por la liberación de Prometeo (cf. p. 357). Heracles regresó al monte Fóloe para enterarse de que su anfitrión Folo había encontrado la muerte entretanto, ya que, mientras examinaba una de las flechas envenenadas de Heracles, la dejó caer accidentalmente sobre su propio pie, o bien se había cortado con una flecha al extraerla del cuerpo de uno de los centauros caídos para prepararlo para el entierro.[68]
Los Centauros estaban asociados principalmente con el norte de Tesalia; se decía que se habían refugiado en Arcadia tras haber sido expulsados de su tierra natal por Pirítoo y los lapitas (cf. p. 711). De los que sobrevivieron a este enfrentamiento con Heracles, Neso se estableció en el río Eveno, en Etolia (cf. p. 370), mientras que otros fueron acogidos en Eleusis por Poseidón, que los escondió bajo una montaña. Heracles mató a otro centauro, Euritión, mientras visitaba a Dexámeno (el Hospitalario), rey de Óleno, en Acaya, tras limpiar los establos de Augías. Euritión había forzado al rey a consentir que se casase con su hija y Heracles le disparó cuando llegó para reclamarla. En otra versión, Heracles le mató cuando trataba de violar a la hija del rey en su banquete nupcial (cf. p. 706).[69] Quirón y Folo eran de carácter más noble que otros centauros, de más alta cuna (cf. p. 712)
Cuarto trabajo: la cierva de Cerinia
La cierva de cuernos de oro de Cerinia, que estaba consagrada a Ártemis, vivía junto al río Cerinites (o en el monte Cerinia), en el nordeste de Arcadia. A Heracles se le ordenó que la capturara viva y, puesto que se trataba de un animal sagrado, sería impropio por su parte causarle el menor daño. De acuerdo con Apolodoro, la persiguió por Arcadia durante un año entero hasta que la echó al suelo de un diestro flechazo (sin herirla, evidentemente) cuando se disponía a cruzar el río Ladón. Cuando la llevaba a Micenas sobre sus hombros, se encontró con Ártemis y su hermano Apolo. Ésta le recriminó que hubiese intentado matar a su animal sagrado y quiso arrebatárselo, pero Heracles aplacó su ira con sus explicaciones y ésta le permitió seguir su camino.[70] Tras mostrar la cierva a Euristeo, la puso en libertad sana y salva. Diodoro recoge otras formas diversas en que se decía que la había capturado, bien mediante el uso de redes, siguiendo su rastro hasta que pudo sorprenderla mientras dormía o corriendo tras ella hasta que cayó exhausta.[71] Aunque en el relato habitual la persecución estaba restringida al Peloponeso central, Píndaro ofrece una versión más extravagante en la que Heracles perseguía al animal desde Arcadia hasta el Istro (Danubio) y desde allí hasta la mítica tierra septentrional de los hiperbóreos.[72]
Píndaro observa que Taígete (epónima del monte Taigeto, en los límites occidentales de Laconia, nombrada en otra parte como hija de Atlas) había consagrado la cierva a Ártemis y le había dado el nombre de la diosa. De acuerdo con los comentaristas antiguos del poeta, Ártemis había convertido una vez a Taígete en cierva para salvarla de ser violada por Zeus y Taígete le había mostrado su gratitud posteriormente consagrando esta cierva a su salvadora.[73] No hay forma de determinar, sin embargo, si se trata de una historia antigua auténtica o simplemente inventada por algún mitógrafo para justificar la alusión de Píndaro. Cualquiera que sea su origen, no es fácilmente conciliable con la tradición comúnmente aceptada de que Taígete tuvo de Zeus al fundador de la línea dinástica espartana (cf. p. 675). Calímaco ofrece un relato diferente del origen de la cierva, afirmando que cinco de estos animales, grandes como toros, habían vivido una vez en Parrasia, en el sur de Arcadia, donde Ártemis las había visto, capturando a cuatro de ellas para que tirasen de su carro, pero Hera se aseguró de que la quinta pudiese escapar al monte Cerinia para proporcionar un trabajo para Heracles en el futuro.[74] Aunque Eurípides afirma que se trataba de una bestia peligrosa que causaba problemas a los habitantes de la zona, esto no formaba parte de la tradición original; como apunta Diodoro, éste era un trabajo que debía lograrse mediante el ingenio, que no implicaba ningún peligro ni el uso de la fuerza.[75]
Quinto trabajo: las aves de Estínfalo
Las boscosas orillas del lago Estínfalo, en el nordeste de Arcadia, proporcionaban un hábitat perfecto a enormes bandadas de aves. Como siguiente trabajo, a Heracles se le ordenó que las espantase a todas. En la historia original, las aves no eran peligrosas; en las pinturas de las vasijas parecían más bien gansos, con cuerpos cortos y largos cuellos. Era de suponer que podían presentar problemas a Heracles simplemente por su gran número. En relatos literarios, el héroe ahuyentó a las aves fuera de sus escondrijos, haciendo un gran estrépito con una matraca o unas castañuelas de bronce, y luego las abatió con sus flechas cuando alzaban el vuelo. En una versión primitiva del poeta épico Pisandro de Rodas, se limitó a ahuyentarlas sin matarlas. No había acuerdo con respecto a si hizo él mismo el artefacto para ahuyentar a las aves o si fue un regalo de Atenea, que lo había obtenido de Hefesto. No aparece en las pinturas de vasijas ni otras imágenes, que simplemente muestran al héroe disparando a las aves con sus flechas, atacándolas con su garrote o con una honda, o incluso con sus propias manos.[76] Al mencionar a las aves de Estínfalo en relación con las aves de la isla de Ares, en el mar Negro, que podían disparar sus plumas como si fuesen flechas (cf. p. 509), Apolonio es indirectamente responsable de algunos relatos tardíos que atribuían esta capacidad a las aves arcadias.[77] Pausanias sigue, sin duda, una tradición tardía cuando las describe como devoradoras de hombres y las compara con ciertas amenazadoras aves árabes cuyos picotazos podían atravesar una armadura de bronce o hierro.[78]
Sexto trabajo: los establos de Augías
Augías, hijo de Helios (el Sol), que reinaba en la Élide, era el orgulloso propietario de unos vastos rebaños de ganado (que le habían sido regalados por su padre según algunas versiones). Como sus establos, o mejor dicho, sus rediles, se habían dejado sin limpiar, se había acumulado gran cantidad de estiércol y Heracles recibió la orden de limpiarlo en un solo día. Antes de comenzar el trabajo, negoció una compensación de una décima parte de sus tierras con Augías, que se la prometió de buena gana porque creía que Heracles no sería capaz de realizar la tarea al completo. Sin embargo, en lugar de tratar de hacerlo a mano, cosa que sin duda hubiera resultado tan poco práctica como humillante, Heracles recurrió a su ingenio y limpió el estiércol desviando un río (o ríos) para que el agua cruzase por los rediles. En versiones divergentes, desvió el cauce del Peneo y del Alfeo, los dos principales ríos de la zona, con este propósito, o bien únicamente el Alfeo o el Menio, un afluente del Alfeo que cruzaba la ciudad de Elis. Heracles volvió triunfante ante Augías para reclamar sus honorarios, únicamente para descubrir que el rey había averiguado que actuaba bajo las órdenes de Euristeo y no tenía intención de pagarle un trabajo que hubiera tenido que hacer de todos modos. De acuerdo con Apolodoro, Augías negó incluso haberle prometido recompensa alguna y afirmó que estaba dispuesto a someterse a arbitraje sobre la cuestión, pero cuando la causa fue llevada ante un tribunal, el hijo de Augías, Fileo, testificó a favor de Heracles, dando fe de que efectivamente se había ofrecido una recompensa. Augías se enfureció tanto que expulsó a Heracles de su reino junto con Fileo antes de que se pudiesen contar los votos. Puede que Homero tuviese conocimiento de esta historia, al menos en cierta manera, puesto que menciona que Fileo partió al exilio tras una disputa con su padre. Cuando más tarde Heracles regresó a Elis para vengar el ultraje, mató a Augías e invitó a Fileo a ocupar el trono del reino (cf. pp. 365-366).[79]
Una historia cómica sobre una competición de comida llegó a asociarse con este trabajo. Cuando Heracles intentó reclamar su recompensa por haber limpiado los establos, un tal Lepreo (epónimo de la ciudad de Lepreon, en la Élide) aconsejó a Augías que lo encadenase. Heracles se sintió herido por tal insulto y visitó más tarde la casa de Lepreo para enfrentarse a él, pero consintió en hacer las paces con él a instancias de su madre, y luego compitió con él en una serie de concursos lanzando el disco, achicando agua y viendo quién podía comer un buey entero en menos tiempo. Lepreo resultaba inevitablemente vencido en cada ocasión y cuando fue derrotado una vez más en un concurso de beber, perdió los estribos y provocó su propia muerte retando a Heracles a un combate cuerpo a cuerpo.[80] Según otra versión, Lepreo fue capaz de igualar a Heracles en glotonería en un concurso de comer buey y, en consecuencia, se volvió demasiado seguro de sí mismo, retándole a un duelo.[81]
Séptimo trabajo: el toro de Creta
De acuerdo con la tradición común, éste era el toro enviado del mar por Poseidón en respuesta a las plegarias de Minos, pero había sido convertido en salvaje por el dios cuando Minos se negó a sacrificarlo por él (cf. p. 444); en ese caso, tendría que ser verdaderamente difícil de capturar. En un relato divergente del primitivo mitógrafo argivo Acusilao,[82] se trataba del toro que había llevado a Europa hasta Creta (cf. p. 442, normalmente considerado como el propio Zeus en forma animal). Heracles recibió órdenes de traerlo vivo. Aunque Diodoro afirma que Minos le ayudó en su empresa, Apolodoro dice más bien lo contrario, afirmando que buscó la ayuda de Minos pero éste le dijo que atrapase a la bestia él solo. Para obtener información acerca de cómo se supone que lo logró, dependemos de las pinturas de las vasijas, que indican que forzó al toro a ponerse de rodillas y luego le trabó las patas. Diodoro señala que cruzó el mar hasta el Peloponeso montado en su lomo. Se lo mostró a Euristeo y luego lo dejó ir; el toro vagó durante algún tiempo y finalmente se estableció en Maratón, en el norte del Ática, donde fue posteriormente muerto a manos de Teseo (cf. p. 452).[83] En algunas versiones latinas, Heracles lo mató, o Euristeo tuvo el poco tacto de consagrarlo a Hera, que lo expulsó al Ática porque atestiguaba la gloria de Heracles.[84]
Octavo trabajo: los caballos de Diomedes
Como siguiente trabajo, Heracles fue enviado al norte para capturar los caballos salvajes de Diomedes, hijo de Ares, rey de los bistones de Tracia. Los cuatro caballos en cuestión, que constituirían el tiro del carro de Diomedes, eran alimentados con carne humana; normalmente se los describe como yeguas (si bien Higino, el único autor que les da nombre, utiliza nombres masculinos: Podargo, Lampón, Janto y Deino).[85] En la que es probablemente la forma más antigua de la historia, según afirman Píndaro y Eurípides, el héroe realizó la tarea por sí solo. Aunque el fragmento de Píndaro relativo a este punto está mal conservado, parece que Heracles arrojó a algún desgraciado a los caballos para distraerles mientras les ponía los arreos; y al parecer Diomedes murió al tratar de oponerse a él. Eurípides alude a los establos ensangrentados de los caballos y menciona que Heracles los domó y los llevó de vuelta a Micenas en un carro tirado por ellos.[86] También en la versión de Diodoro parece que Heracles no tenía compañía. Tras referir que los pesebres de los caballos estaban hechos de bronce y que los animales estaban atados a ellos con cadenas de hierro, Diodoro explica que Heracles los domó arrojándoles a su propio amo, haciéndoles dóciles al alimentarles con la carne del hombre que les había enseñado sus hábitos antinaturales.[87]
En la otra versión principal de la historia, tal como la relata Apolodoro, Heracles navegó hasta Tracia con una compañía de voluntarios, llevando también a su joven favorito Abdero, quien era hijo de Hermes, y había nacido en Opunte (Lócride). Tras dominar a los hombres que estaban a cargo de los establos, Heracles secuestró a las yeguas y las guió hasta el mar, pero Diomedes y sus seguidores llegaron para recobrarlas antes de que pudiese zarpar y las dejó a cargo de Abdero mientras se enfrentaba a las fuerzas enemigas. Pronto mató a Diomedes e hizo huir a los bistones, pero regresó para descubrir que entretanto los caballos habían matado a Abdero. De manera que lo enterró allí mismo y fundó la ciudad de Abdera en su memoria (en la costa norte del Egeo, a medio camino entre la península de Calcídica y el Helesponto). Luego llevó los animales ante Euristeo, quien los liberó.[88] Vagaron hacia el norte, hacia su tierra natal hasta que llegaron al monte Olimpo, donde fueron despedazadas por bestias salvajes; o bien, según Diodoro, Euristeo los consagró a Hera y su casta pervivió hasta la época de Alejandro Magno.[89] Ovidio e Higino afirman que Heracles les dio muerte,[90] pero evidentemente se trata de una variante tardía. Fue durante su viaje a Tracia cuando Heracles salvó a Alcestis de la muerte, según la versión de la historia de Eurípides (cf. p. 212).
Noveno trabajo: el cinturón de Hipólita
Como siguiente trabajo, Heracles fue al país de las Amazonas a buscar el cinturón o «faja» de su reina, Hipólita. Se trataba de un pesado cinturón de guerrero (zoster) más que de la ligera faja que hubiera formado parte de la vestimenta femenina habitual. Apolodoro lo llama el cinturón de Ares e indica que era símbolo de la soberanía de Hipólita.[91] Si bien el mismo autor continúa explicando que Euristeo lo mandó buscar porque su hija Admete quería poseerlo, un objeto de esta naturaleza no hubiera sido deseable en sí mismo ni adecuado para servir como señal de éxito, y no se debe suponer que ninguna explicación de este tipo se hubiera ofrecido o sido necesaria en la tradición primitiva. Según Eurípides, el cinturón estaba depositado en Micenas, posiblemente en el Heraion, junto con una túnica con bordados de oro que había pertenecido a la reina.[92]
Habitualmente se creía que el país de las Amazonas estaba situado en las orillas meridionales del mar Negro, en el extremo nororiental de Asia Menor. Tras haber superado trabajos en el sur y en el norte, Heracles se dirigió al este. En la versión más sencilla de la historia, como se encuentra en Apolonio, ganó él solo el cinturón sin derramamiento de sangre, capturando a la hermana de la reina, Melanipe, en una emboscada y exigiendo el cinturón como rescate. Sin embargo, parece que era más comúnmente aceptada la versión de que navegó hasta la zona con un cuerpo de aliados y entabló una batalla con las Amazonas, en la que, bien se hizo con el cinturón, bien capturó a la comandante enemiga, Melanipe, para exigir el cinturón como rescate.[93] La batalla es un tema muy popular en las pinturas de vasijas a partir de la primera mitad del siglo VI a.C. (si bien no hay indicación alguna de que un cinturón tenga un papel significativo en la historia, y la oponente de Heracles es generalmente una tal Andrómaca, cuando se especifica algún nombre). En ocasiones se decía que Teseo había acompañado a Heracles como aliado (cf. p. 467).[94]
Apolodoro ofrece una versión peculiar de este trabajo, en la que dice que Hipólita visitó el barco de Heracles para averiguar la razón de su visita después de que hiciese escala en Temiscira, la principal ciudad de las Amazonas en la ribera del río Termodonte. Ella prometió darle el cinturón, y el asunto podría haberse resuelto amigablemente de no haber sido por las maquinaciones de Hera, que se mezcló con las seguidoras de Hipólita disfrazada de amazona y les dijo que su reina había sido raptada. En consecuencia, ellas cabalgaron completamente armadas hasta el barco, haciendo pensar a Heracles que había sido traicionado. De manera que mató a Hipólita, la despojó de su cinturón y batalló contra las Amazonas antes de zarpar con su trofeo.[95]
Mientras navegaba hacia este trabajo (o a su regreso de él), Heracles salvó a Hesíone, la hija del rey de Troya, de ser devorada por un monstruo marino, pero su padre Laomedonte se negó a pagarle la recompensa prometida y él volvió a Troya tras completar sus trabajos para ejecutar una devastadora venganza (cf. p. 362). Se puede consultar a Apolodoro para obtener información sobre varios episodios menores asociados con el viaje de Heracles.
Décimo trabajo: el ganado de Gerión
El monstruoso Gerión (o Gerioneo, o Geriones), que eran tres hombres unidos en uno solo, ya ha aparecido antes como hijo de Crisaor (cf. pp. 104-105). Heracles recibió la orden de ir a buscar su ganado a su isla de Eritía (Isla Roja), en el Océano exterior, hacia poniente, en el lejano oeste. El héroe viajó por el norte de África, matando a muchas bestias salvajes en su camino para preparar la zona para asentamientos humanos. Conforme se acercaba a los límites occidentales de África, se exasperó a causa del calor del sol y apuntó con su arco de forma amenazante al rey-sol Helios, quien quedó tan impresionado por su audacia que le ofreció su copa de oro para cruzar el Océano hasta Eritía.[96] Ésta era la extraordinaria embarcación en que Helios surcaba el Océano cada noche desde poniente hasta naciente (cf. p. 82). De manera que Heracles recibió la copa de Océano o del dios-mar Nereo,[97] evidentemente durante el día, cuando Helios no la utilizaba, y alcanzó Eritía con mucha mayor facilidad de lo que hubiera esperado. De acuerdo con Ferécides, Océano trató de poner a prueba su coraje provocando una fuerte marejada, pero abandonó su propósito alarmado cuando el héroe lo amenazó con su arco.[98]
A su llegada a Eritía (que originariamente pertenecía a una esfera puramente mítica, pero que más tarde se creyó que estaba situada en algún punto cercano a la costa meridional de España), Heracles acampó en una montaña y aguardó una oportunidad para robar el ganado, que era de color púrpura y estaba bajo el cuidado del boyero Euritión y el monstruoso perro Orto (cf. p. 104), que tenía dos o más cabezas. El perro detectó enseguida la presencia del extraño y corrió al ataque, pero Heracles lo mató a mazazos, así como a Euritión cuando salió en ayuda de la bestia. Al enterarse del alboroto por Menetes, que andaba pastoreando el ganado de Hades en la isla, Gerión salió en búsqueda de Heracles y lo encontró conduciendo el ganado por la ribera de un río. Entonces tuvo lugar una encarnizada lucha en la que Gerión resultó muerto de un flechazo. Haciendo uso de nuevo de la copa de Helios, Heracles transportó el ganado robado hasta la costa Ibérica y luego lo condujo a través de los Pirineos y por todo el sur de Europa y Grecia, visitando Italia y Sicilia en su camino.[99
En este punto debemos considerar las múltiples aventuras acaecidas a Heracles en su viaje de ida y vuelta al extremo occidente. Su viaje exterior fue relativamente tranquilo (a no ser que, como Diodoro sugiere, fuese en este momento, y no durante su viaje a las Hespérides, cuando se enfrentó a Anteo y Busiris cf. p. 356). Al alcanzar el extremo occidental de la costa libia (es decir, norteafricana), alzó las Columnas de Heracles para marcar los confines occidentales del mundo habitado. Normalmente éstas se identificaban con el peñón de Gibraltar (monte Calpe) y la montaña que corona Ceuta (monte Abyla), a ambos lados del estrecho de Gibraltar;[100] algunos afirmaban que Heracles abrió entonces el estrecho para proporcionar una salida al Océano, o bien que hizo más angosto el estrecho existente para que los monstruos del Océano no pudiesen pasarlo.[101] En otra versión, las columnas fueron alzadas al principio de los tiempos por Briareo (uno de los Hecatonquires, cf. p. 108) y fueron posteriormente consagradas a Heracles en reconocimiento a sus servicios;[102] o bien las columnas de Heracles eran columnas corrientes del templo de Melkart, dios fenicio que se identificaba con Heracles, en Gadira (Cádiz), en el sur de Iberia.[103]
Heracles se encontró con frecuentes problemas durante su viaje de regreso, puesto que la gente se sentía tentada a robar las cabezas del ganado que él conducía por sus tierras. Los ligures del sur de Francia, por ejemplo, lo atacaron por este motivo no lejos de la ciudad de Arlés (que se decía que había sido fundada por él, dándole el nombre de Alesia en conmemoración de su periplo, alē). Aunque intentó repelerlos usando su arco, se quedó sin flechas y pidió ayuda a su padre Zeus, que hizo caer del cielo enormes cantidades de guijarros, permitiéndole así arrojárselos a sus atacantes hasta que se retiraron. La zona hoy conocida como la Plaine de la Crau, cubierta de gran cantidad de guijarros que hacen de ella una tierra completamente baldía, fue señalada como el lugar exacto en que tuvo lugar este asombroso acontecimiento.[104]
Las más interesantes son las historias relacionadas con el periplo de Heracles por Italia y Sicilia. Si bien Apolodoro no les presta atención, Diodoro, que, como griego siciliano, sentía un natural interés por esta parte de la mitología de Heracles, ofrece una práctica y accesible antología.[105] Dejando aparte otras relaciones y vestigios de su paso por la zona (sus mismas pisadas podían verse en Apulia, conservadas como las de un dinosaurio),[106] nos centraremos en dos historias interrelacionadas sucedidas en el escenario más meridional de su viaje. En Rhegion (Rhegium), en la orilla italiana del estrecho de Mesina, un toro escapó de la manada y cruzó a nado hasta Sicilia; puesto que Heracles vagaba por la zona preguntando a la población local si había visto un becerro perdido (italos o vitulus según la correspondiente denominación latina), esta tierra pasó a ser conocida como Italia a partir de entonces. Se explicaba también que Rhegion fue así llamada porque el becerro «se escapó» (como si el nombre derivase del verbo griego rhegnymi o aporrhegnymi).[107] Al no encontrar rastro del toro en Italia, el héroe cruzó el estrecho hasta Sicilia, donde descubrió que Érix, regente local del oeste de la isla, había tomado posesión del animal y lo había mezclado con su propio ganado. Este Érix era epónimo de la montaña siciliana del mismo nombre (hoy monte San Giuliano), sede de un importante santuario de Afrodita; era hijo de Afrodita y Butes (un argonauta a quien ella había rescatado, cf. p. 515) o Poseidón. Cuando éste se negó a devolver el toro a menos que Heracles le derrotase en un concurso de lucha, el héroe lo hizo caer al suelo tres veces (requisito habitual para la victoria) antes de proceder a darle muerte.[108] Según otra versión, Heracles fue retado por Érix a un concurso de lucha cuando recorría la isla con el ganado, y luchó con él a condición de quedarse con el reino si ganaba, y entregar el ganado si perdía. Tras derrotar a Érix, confió el reino a la población local a condición de que lo entregasen si alguno de sus descendientes llegaba a la zona para reclamarlo en el futuro. Dorio, miembro de la familia real espartana (que supuestamente descendía de Heracles, cf. p. 383), llegó a Sicilia a finales del siglo VI a.C. y reclamó el territorio con estos argumentos (pero enseguida murió a manos de enemigos procedentes de la propia isla).[109] Para conocer dos aventuras menores de Heracles en la «punta de la bota» italiana, cf. p. 743.
El culto a Heracles (o Hércules, como se le conocía en latín) se introdujo en Roma en un período relativamente temprano, donde varios autores romanos desarrollaron una serie de leyendas etiológicas en las que se le atribuía la introducción de innovaciones en el culto cuando visitó el emplazamiento de la ciudad con el ganado de Gerión. La más interesante y conocida es, con mucho, la creada para explicar el origen de su culto romano más antiguo, en el Ara Maxima (Altar Mayor) del Foro Boario. En origen, se trataba de un culto privado administrado por dos vetustas familias patricias, los Potitio y los Pinario, y se consideraba de venerable antigüedad (aun cuando no podía ser verdaderamente tan antiguo puesto que en él se practicaban ritos griegos). Entonces, ¿qué podía ser más natural que imaginar que podría haber sido fundado por el propio Heracles/Hércules en el principio de los tiempos cuando se encontraba en Italia, antes de ser dios y de que la ciudad existiese siquiera? Según dice la historia, cuando se encontraba descansando a orillas del Tíber con el ganado, un monstruo o bandido de la zona llamado Caco, avistó los animales desde su guarida de la colina Palatina (o la Aventina, según otra versión) y robó algunos de ellos mientras el héroe yacía dormido. Arrastrándolos por el rabo hasta su cueva, bloqueó la entrada con una enorme roca y esperó a que su dueño partiese. Aunque el héroe notó su ausencia y trató de encontrarlos, fracasó en sus esfuerzos porque todos los rastros parecían salir de la cueva, por lo que finalmente se vio obligado a marchar sin ellos. Sin embargo, cuando se alejaba con el resto de los animales, algunos de ellos comenzaron a mugir y sus compañeros que estaban dentro de la cueva (o sólo uno de ellos) mugieron en respuesta. Cogiendo apresuradamente su garrote, Hércules corrió colina arriba hasta el origen del sonido, se abrió camino hasta la cueva y mató a Caco a mazazos o por estrangulamiento para recuperar el ganado. En la versión tradicional, Caco era un monstruo escupidor de fuego de apariencia semihumana que trató de defenderse lanzando llamaradas; en versiones más racionalistas, se trataba simplemente de un rufián de talla excepcional. Al tener noticia de la muerte de Caco, Evandro (Euandros en griego), un arcadio de quien se decía que gobernaba la zona en la época, se dirigió al héroe para expresarle su gratitud y le contó que su madre (una ninfa profética) había predicho que estaba destinado a alcanzar el cielo como dios. Evandro, que deseaba ser el primero en rendirle honores divinos, levantó el Ara Maxima como primer altar en su honor y le sacrificó un ternero; según otra versión, Hércules, que nunca se caracterizó por su modestia, levantó el altar en su propio honor en respuesta a la profecía.[110] Para explicar por qué el culto había sido originariamente controlado por los Potitio y los Pinario (hasta que el estado se hizo con él a finales del siglo IV a.C.), algunos autores añadían que Hércules había instruido a miembros de estas dos familias en los ritos griegos que debían practicarse en él.[111]
Si bien en una época se afirmaba generalmente que este relato del robo de ganado era un mito antiguo que se había desarrollado de forma independiente en Roma siguiendo un patrón indoeuropeo común, es mucho más probable que se trate de una leyenda de invención bastante tardía creada a imitación de los diversos relatos griegos (algunos bastante antiguos) en que se decía que gentes de una serie de regiones habían intentado robar al héroe su ganado durante su largo viaje. El propio Caco era, como cabría esperar, de origen italiano. Se le asociaba en particular con la colina Palatina (aun cuando Virgilio traslada su cueva a la Aventina); en la vertiente sur de la colina, se talló una escalinata, conocida como la Scala Calci o «Escalera de Caco», que subía hasta el Circo Máximo. Como deidad asociada al fuego, Caco podía fácilmente pasar a ser un monstruo de aliento ígneo, digno rival de Hércules, y el hecho de que su nombre pudiese identificarse con kakos, el adjetivo griego para malvado o maligno, puede haber propiciado esta reinterpretación de su naturaleza. El detalle más imaginativo del relato resultante, el ardid del monstruo de hacer caminar al ganado hacia atrás hasta su cueva, seguramente fue tomado del famoso episodio del temprano mito griego en que Hermes trataba de ocultar su robo del ganado de Apolo mediante este recurso (cf. p. 222).
Tras su desvío por Italia, Heracles conduce el ganado bordeando el Adriático y descendiendo luego hasta Grecia. Pero durante este recorrido, Hera trató de frustrar sus planes enviando un tábano contra el ganado, que hizo que éste se dispersase por las faldas de las montañas de Tracia. Con gran dificultad, Heracles reunió de nuevo la mayor parte de las reses, si bien unas pocas quedaron atrás para convertirse en las antecesoras del ganado salvaje de Tracia. Cuando finalmente llegó a Micenas, entregó el ganado a Euristeo, que lo sacrificó a Hera.[112]
De acuerdo con un pintoresco relato de Heródoto, los viajes de Heracles lo llevaron a Escitia, donde una mujer-serpiente robó sus caballos de tiro y le exigió que durmiese con ella como condición para devolvérselos. De cintura para arriba tenía forma de mujer, pero por lo demás era como una serpiente. Logró retenerlo por un tiempo, dándole tres hijos: Agatirso, Gelono y Escites. Llegado el momento de su marcha, dejó uno de sus arcos y un cinturón, diciendo a la mujer que debería heredar el reino aquel de sus hijos que lograse tensar el arco y ponerse el cinturón correctamente. Cuando más adelante resultó que únicamente el más joven, Escites, podía hacerlo, su madre expulsó a los otros dos, obedeciendo las órdenes de su padre. Los tres hermanos eran epónimos ancestros míticos de los escitas y de otros dos pueblos vecinos, los agatirsos y los gelonos, y esta historia explicaba el origen del arco distintivo de los escitas, similar al que se suponía que había utilizado Heracles.[113]
Undécimo trabajo: la captura de Cerbero
El más arduo de los trabajos de Heracles es también del que pueden encontrarse vestigios más tempranos, puesto que la Ilíada menciona ya cómo «Euristeo lo envió a la casa de Hades, guardián de las puertas, para traer del Érebo el perro de caza del odioso Hades». La épica homérica también informa de que recibió una ayuda inestimable de Atenea y Hermes.[114] Descendió a los Infiernos por la ruta comúnmente preferida por los aventureros míticos, la cueva sin fondo del cabo Ténaro en el sur del Peloponeso.[115] De acuerdo con fuentes romanas tardías, el barquero Caronte se alarmó tanto al verlo que accedió a cruzarlo hasta la tierra de los muertos aun estando vivo y fue castigado por esta infracción de su deber siendo encadenado durante un año.[116] Apolodoro indica que todos los espectros huyen cuando ven al héroe, a excepción de Meleagro y la gorgona Medusa. La historia de su encuentro con Meleagro se relata al completo en una oda de Baquílides, quien describe cómo Meleagro le cuenta la triste historia de su muerte prematura, haciéndolo sollozar por primera y única vez en su vida y le recomienda a su hermana Deyanira por esposa (consejo que el héroe seguiría finalmente, cf. p. 368).[117] En cuanto a la gorgona, Heracles saca su espada con intención de repelerla hasta que Hermes le hace ver que no es más que un fantasma inofensivo. Al adentrarse en la tierra de los muertos, se encuentra con Teseo y Pirítoo, que permanecen allí como prisioneros desde su entrada en el Hades, aun estando vivos, con la alocada intención de secuestrar a Perséfone (cf. p. 472) y Heracles saca a Teseo de su silla para liberarlo (así como a Pirítoo, según algunas versiones). Trata también de ayudar a Ascálafo, habitante del Hades que había sido enterrado bajo una piedra por Deméter (cf. p. 184 para más información). Deseoso de procurarse sangre que ofrecer a los espectros (para devolverles el buen juicio, cf. p. 161), sacrifica parte del ganado de Hades, para enojo de su pastor, Menetes, que lo reta a un combate; Heracles lo agarra firmemente y le rompe las costillas, pero es obligado a dejarle ir por intervención de Perséfone.[118]
Cerbero no se dejaría capturar fácilmente, y era un oponente formidable aun para el mayor de los héroes, pues no sólo era corpulento y poderoso, sino que tenía además tres cabezas (al menos en la tradición habitual) y una serpiente por cola. Las versiones literarias del episodio son todas relativamente tardías. Según Apolodoro, Heracles pide permiso a Hades para llevárselo y éste le dice que puede hacerlo si es capaz de dominarlo sin utilizar arma alguna; confiando en la protección de su coraza y su piel de león (que era invulnerable), agarra la cabeza de Cerbero con los brazos y aprieta con fuerza, ignorando las mordeduras que recibe de la serpiente de su cola, hasta que el animal se rinde.[119] En una versión ligeramente distinta, en la que Heracles recibe la orden de dominar a Cerbero sin utilizar su escudo o cualquier otra arma metálica, utiliza su piel de león a modo de escudo e intimida al animal arrojándole afiladas piedras (o quizá lanzando flechas con punta de piedra). Cuando Hades trata de cerrarle el paso después de haber capturado al animal, Heracles, comprensiblemente, se enoja y amenaza al dios con su arco.[120] Diodoro constituye una excepción al sugerir que Perséfone le entregó a Cerbero encadenado.[121] Los documentos visuales nos llevan hasta el siglo VI a.C., pues las pinturas de vasijas de este período muestran a Heracles enfrentándose o apaciguando al perro, a menudo con Hermes o Atenea (o ambos) al lado o ayudándole. Otras imágenes muestran al héroe dirigiéndose previamente a Perséfone o Hades; dado que uno u otro aparecen a veces observando cómo el héroe apacigua a Cerbero, parecería que obtuvo su permiso previamente, como se dice en las versiones literarias precedentes.
Tras lograr intimidar o amansar a Cerbero, Heracles lo lleva al mundo superior para mostrárselo a Euristeo, ascendiendo en el cabo Ténaro (o a través del templo de Ártemis en Trezén, a través de una grieta en la tierra, en las cercanías de Hermíone o a través de una cueva sin fondo en Heraclea, a orillas del mar Negro).[122] En cuanto demuestra el éxito de su misión, provocándole a Euristeo un susto considerable al hacerlo, devuelve a Cerbero a las puertas del Hades para que retome sus quehaceres habituales.
Varios cuentos menores con origen bien en tradiciones locales, bien en la imaginación de poetas posteriores, acabaron asociándose a este mito. Se afirmaba, por ejemplo, que el acónito, una conocida planta muy venenosa, brotó por primera vez de la hiel escupida por Cerbero a su llegada al mundo superior (en Heraclea Póntica según esta versión).[123] O, según una leyenda argiva, Cerbero escapó de Heracles junto al manantial de Cinadra, en el camino entre Micenas y el cercano gran santuario de Hera, por lo que el agua de este manantial pasó a ser conocida desde entonces como el Agua de la Libertad (eleutherion hydor); los esclavos que pasaban a libertos bebían de ella tras su liberación.[124] Otra historia afirmaba que el terrible aspecto del perro infernal hizo que un hombre se convirtiese en piedra al verlo.[125] Se decía que Heracles se había preparado para su viaje al Hades iniciándose en los Misterios de Eleusis (lo que parece buena idea, puesto que se suponía que los iniciados gozaban de un mejor destino en el Hades, si bien después de muertos, por supuesto). Como los extranjeros de fuera del Ática no podían ser iniciados, hubo de ser adoptado primero por un autóctono, un tal Filio y, como estaba mancillado por la matanza de los Centauros, Deméter fundó los misterios menores (ritos preliminares celebrados en Agra, a las afueras de Atenas) para purificarlo de su derramamiento de sangre. Luego fue iniciado por Eumolpo (cf. p. 484) o Museo. En el futuro, cualquiera que hablase griego podía iniciarse, a menos que estuviese mancillado por un asesinato.[126]
Duodécimo trabajo: las manzanas de las Hespérides
Como último trabajo (o penúltimo según algunas versiones, anterior al descenso al Hades), Heracles recibió órdenes de recoger algunas de las manzanas de oro de las Hespérides. Éstas crecían en un prodigioso árbol (o árboles) del jardín de los dioses, en los confines de la tierra, donde eran guardadas por un grupo de bellas ninfas, las Hespérides (cf. p. 63) y protegidas por una enorme serpiente, a veces llamada Ladón[127] en la tradición posterior. Para descubrir el camino a este remoto y misterioso lugar, Heracles consultó a las ninfas del Erídano (un río mítico más tarde identificado con el Po, cf. p. 78), quienes le aconsejaron que preguntase a Nereo, el Viejo del mar; de modo que atrapó a Nereo mientras dormía y lo mantuvo amarrado mientras éste se transformaba una y otra vez, negándose a soltarlo hasta que le reveló la ruta verdadera.[128]
Tradicionalmente, se consideraba que las Hespérides vivían en el lejano occidente, como indica su nombre (hijas de la noche), su proximidad al Atlas (cf. infra) y otros factores de diversa índole. En tal caso, Heracles habría tenido que abrirse camino hasta el extremo noroccidental de África. En las versiones ofrecidas por Ferécides y Apolodoro,[129] sin embargo, viaja hasta los márgenes septentrionales del mundo por una ruta extrañamente sinuosa: partiendo junto al Océano, al oeste, viaja a través de toda África hasta alcanzar de nuevo el Océano en el extremo opuesto del mundo y navega por él hasta el Cáucaso, donde conoce a Prometeo, para continuar a pie hasta el Atlas y las Hespérides, que aquí se sitúan en el remoto norte, cerca de los hiperbóreos. Esta reubicación era evidentemente necesaria debido al papel que se le atribuía a Prometeo, prisionero en el Cáucaso, en esta versión de la historia (cf. infra).
Nosotros comenzaremos siguiendo en detalle el viaje exterior tal y como se describe en esta última versión. Este curioso itinerario tiene cierto sentido si se recuerda que el punto de partida habría sido en origen la meta del viaje, y que Heracles habría viajado hacia el oeste, cruzando África, para alcanzarla. En este caso, también debió llegar al oeste por alguna ruta producto del interrogatorio a Nereo. Partiendo desde Tarteso, en el sur de Iberia, Heracles viajó primero por África hasta Egipto, tropezándose con el gigante Anteo en su camino. Anteo tenía por costumbre retar a los extranjeros que por allí pasaban a luchar con él, y los mató a todos hasta que llegó Heracles. Píndaro añade que tomaba sus calaveras para techar el templo de Poseidón[130] (que era comúnmente considerado su padre). De acuerdo con una historia popular que aparece por primera vez en fuentes romanas, era invencible para cualquier luchador normal debido a que su fuerza aumentaba cada vez que entraba en contacto con el suelo.[131] Invirtiendo el procedimiento normal del combate, en que se lograba la victoria al obligar al perdedor a tocar tierra, Heracles lo levantó en el aire y lo estrujó hasta la muerte.[132] Si bien esta particularidad de la leyenda de Anteo se originó posiblemente en Grecia, tal vez en el período helenístico, nada se sabe con seguridad de la época de origen; no existe ninguna evidencia clara de ella en las artes anterior a su aparición en los relatos literarios de Ovidio y Lucano. Se explicaba que Anteo era hijo de la Tierra y obtenía fuerza adicional al tocarla, como ya se afirmaba en Ovidio.[133]
Píndaro y Ferécides sitúan a Anteo en Irasa, cerca de Cirene, en la región de África del Norte colindante con Egipto; según esta última versión, Heracles durmió con la esposa de Anteo, Ifínoe, tras su muerte, engendrando un hijo, Palemón (el Luchador, sobrenombre también del propio héroe).[134] De acuerdo con una tradición tardía, la esposa de Anteo era Tinge (epónimo de Tingis, la actual Tánger, en el extremo noroccidental de África), y el hijo que Heracles tuvo con ella era Sófax, ancestro mítico de los reyes de Mauritania, la provincia más occidental de África del Norte.[135] El relato se ha trasladado al oeste en esta versión para permitir que la familia real mauritana se proclame descendiente del gran héroe. Sófax posiblemente recibió su nombre de Syphax, gran potentado númida del siglo III a.C. La supuesta tumba de Tinge podía verse cerca de Tánger. Según un cuento no muy fiable, Heracles fue atado por los pigmeos mientras dormía después de su encuentro con Anteo (cf. p. 742).

Tras su llegada a Egipto, Heracles tuvo otro peligroso encuentro, en esta ocasión con el faraón ficticio Busiris (cuyo nombre deriva del de una ciudad del delta del Nilo, Per-Usire o Casa de Osiris). Éste atrapó a Heracles y le hizo prisionero con la intención de sacrificarlo, como era su práctica habitual para con los extranjeros, pues cuando una vez su reino permaneció estéril durante nueve años, un vidente de Chipre, un tal Frasio, le había revelado que la fertilidad le sería devuelta sí sacrificaba a Zeus un visitante extranjero masculino cada año. Tras iniciar el proceso asesinando al propio vidente, Busiris había continuado con el sacrificio de extranjeros desde entonces. Pero Heracles rompió sus grilletes cuando era llevado hacia el altar y mató a Busiris y a su hijo.[136] Se consideraba que Busiris era hijo de Poseidón y Lisiánasa, hija de Épafo, aun cuando Épafo, como hijo de Ío (cf. pp. 307-308), debía haber vivido muchas generaciones antes.[137] En su paradójica defensa de Busiris, el orador ateniense Isócrates utiliza esta inconsecuencia cronológica como pretexto para desacreditar toda la historia.[138]
En este punto, la geografía del viaje de Heracles se hace un tanto confusa. Según Ferécides (si podemos fiarnos del sumario que ha sobrevivido) a continuación siguió camino hasta Tebas (es decir, remontando el Nilo hasta el Egipto superior) y cruzó las montañas hasta la Libia «exterior», que limpió de animales salvajes utilizando su arco.[139] Diodoro afirma, de modo similar, que remontó el Nilo hasta Etiopía, donde mató al regente local Ematión, hijo de Eos, al sufrir un ataque injustificado por parte de éste.[140] En el relato más bien embrollado de Apolodoro (quien también menciona un viaje a Rodas), mata a Ematión después de pasar por Arabia y luego cruza Libia hasta el mar exterior.[141] Tomando estos documentos en conjunto, tiene cierto sentido imaginarlo viajando hacia el sur por Egipto, hasta el borde de lo desconocido y, luego, por una poco definida África oriental imaginaria (o Libia exterior), colindante con el Océano exterior. En cualquier caso, llegó a algún punto de la costa oriental africana y tomó prestada la copa de Helios una vez más para navegar hacia el norte, por el Océano exterior hasta llegar al Cáucaso. Prometeo, encadenado a una roca en el Cáucaso desde que provocara la ira de Zeus robándole el fuego para los mortales (cf. p. 145), estaba sometido a un tormento constantemente renovado, pues un águila picoteaba cada día su hígado, que volvía a crecer cada noche. Heracles se apiadó de él y mató al águila, pidiendo luego permiso a Zeus para liberarlo por completo.[142]
De acuerdo con Apolodoro, lo logró presentándole a Quirón como ser inmortal dispuesto a morir en lugar de Prometeo. Ahora bien, Quirón, como hemos visto anteriormente (cf. p. 341), padecía un dolor insoportable desde que Heracles le hiriera accidentalmente con una de sus flechas envenenadas; Apolodoro escribe a este respecto que «deseaba morir, pero no podía porque era inmortal. Sólo cuando Prometeo se ofreció a Zeus para hacerse inmortal en su lugar pudo morir».[143] Puesto que Prometeo era de origen divino, esto no puede interpretarse literalmente como que Quirón intercambió su inmortalidad por la mortalidad de Prometeo, ni puede explicarse fácilmente, en ese caso, por qué Zeus accedería a liberar a Prometeo en consecuencia. Seguramente debamos suponer que, al aceptar la muerte como ser inmortal, Quirón asume el castigo de Prometeo, que, por tanto, puede retomar su existencia normal como dios. Podemos encontrar una confirmación de esta idea en el Prometeo encadenado, en el que Hermes le dice a Prometeo que no puede esperar ser liberado «hasta que algún dios se muestre dispuesto a asumir tu sufrimiento y descienda por voluntad propia y libre al sombrío Hades».[144] Aunque pudiera parecer prácticamente imposible que un ser inmortal accediese a sacrificarse de este modo, Quirón estaba dispuesto a aceptar la muerte como precio a pagar para liberarse del insoportable dolor de su herida.
Prometeo pagó los servicios de Heracles aconsejándole sobre la mejor manera de llevar a cabo su búsqueda. Le indicó que no tratara de coger las manzanas él mismo, sino que debía pedirle a Atlas que lo hiciese por él, ofreciéndose a soportar entre tanto su carga celestial. Feliz de liberarse de sus esfuerzos por un rato, Atlas se puso en camino, procuró las manzanas de las Hespérides y se las llevó a Heracles; pero era comprensiblemente reacio a retomar su arduo deber y le pidió a Heracles que siguiese sosteniendo el firmamento un poco más, prometiéndole que él mismo le llevaría las manzanas a Euristeo. Prometeo había previsto que esto podría suceder y había sugerido un ardid en ese caso y engañó a Atlas para que cogiese de nuevo el firmamento, pidiéndole que se lo sostuviese por un instante mientras le preparaba una almohadilla para ponerse en la cabeza. Las evidencias artísticas indican que esta versión de la historia, relatada por primera vez por Ferécides, era popular a mediados del siglo VI a.C.[145]
En la otra versión principal, que aparece por primera vez en la tragedia, pero de la que igualmente pueden encontrarse vestigios más antiguos en las artes visuales, Heracles coge las manzanas él mismo tras matar al dragón que las guarda.[146] Con casi total seguridad, puede decirse que ésta debía de ser la versión original de la leyenda. Si bien las fuentes literarias no ofrecen los detalles de la matanza, podemos imaginarla con bastante claridad a partir de su representación en las pinturas de vasijas, que muestran al héroe alzando su garrote contra la serpiente enroscada alrededor del árbol. En la mitología astral, se dice que Zeus puso una imagen de este enfrentamiento entre las estrellas; representando a Heracles como la constelación Engonasin (el Arrodillado, ahora conocida como Hércules), en la que se puede ver al héroe arrodillado sobre una pierna apuntando con su garrote a la serpiente representada en la vecina constelación de Draco.[147] Teniendo en cuenta que la serpiente no era un monstruo dañino, sino una sirviente de los dioses que protegía una propiedad divina, podría pensarse que sería inadecuado por parte de Heracles matarla y, de hecho, en una versión recogida en las pinturas de vasijas y otras imágenes a partir del siglo V, se suprime esta muerte, y Heracles consigue las manzanas de las ninfas Hespérides de forma pacífica. Casualmente, éste es el modo en que se decía que Atlas las había conseguido.
Tras obtener las manzanas, bien por medios directos o indirectos, Heracles las llevó a Micenas y se las ofreció a Euristeo. Tan pronto como Euristeo se hubo asegurado de que la tarea había sido completada, le devolvió las manzanas a Heracles. El héroe se las entregó a Atenea para que fuesen devueltas al jardín de los dioses, pues eran demasiado sagradas para permanecer en cualquier otro lugar.[148] Al completar este último trabajo (tanto si se trataba de la recogida de las manzanas, como de la captura de Cerbero, según la otra tradición), Heracles se liberó de su servidumbre al innoble Euristeo.
Servidumbre de Heracles a Ónfale y campañas principales del héroe
Heracles trata de obtener la mano de Yole, asesina a su hermano Ífito y se convierte en siervo de Ónfale
Ahora que Heracles podía dedicar sus pensamientos a cuestiones personales, decidió que había llegado el momento de buscar una nueva esposa y fundar una nueva familia. Dado que no podía plantearse volver con su primera esposa después de haber matado a los hijos producto de su unión, viajó primero hasta Tebas para cerrar sus asuntos con Mégara, acordando su casamiento con su sobrino Yolao.[149] Después de oír que Éurito, rey de Ecalia, ofrecía la mano de su hija Yole a quien pudiese vencerlo a él y a sus hijos tirando con arco, viajó hasta Ecalia (al parecer, en Eubea, cf. p. 373) para asumir el reto. Ya nos habíamos encontrado con Éurito antes, como el personaje que había instruido al joven Heracles en el tiro con arco (cf. p. 329), y su padre Ménalo era hijo del dios arquero Apolo. Aunque Heracles derrotó a Éurito y a sus hijos en el concurso, el rey se negó a entregarle a su hija, alegando que temía que el héroe matase a los hijos que ésta pudiera tener con él, como había hecho con los de su anterior matrimonio. A Éurito lo apoyaban en su decisión todos sus hijos menos el mayor, Ífito, que argüía que Yole debía ser entregada de acuerdo con los términos de la competición. Aun furioso, Heracles tuvo que partir sin ella, pero prometió volver en busca de venganza cuando las circunstancias lo permitiesen.[150] Pero los acontecimientos hicieron que su regreso se retrasase muchos años, hasta mucho después de haber tomado a otra mujer, Deyanira, como esposa. El saqueo de Ecalia y el secuestro de Yole le traerían la desgracia tanto a él como a Éurito (cf.pp. 373-374).
Poco después de la desgraciada visita de Heracles a Ecalia, fueron robadas algunas yeguas de los rebaños de Éurito (o de su hijo Ífito). No hay acuerdo entre las fuentes sobre la identidad del ladrón. Es posible que Heracles las robara como primer acto de venganza, o que fuese simplemente un robo más de Autólico, el príncipe de los ladrones. En este último caso, es posible que Heracles se hiciese con las yeguas comprándoselas a Autólico.[151] En cualquier caso, las sospechas recayeron sobre Heracles e Ífito fue a Tirinto para hacer averiguaciones, dando lugar al episodio más deshonroso de la trayectoria del héroe, en el que éste mata a Ífito tras recibirlo como invitado en su casa. De acuerdo con Diodoro, lo llevó a una elevada torre de la ciudadela y le preguntó si podía ver a las yeguas pastando abajo. Cuando Ífito respondió negativamente (puesto que las habían escondido previamente), Heracles lo precipitó a la muerte diciendo que había sido falsamente acusado.[152] Aunque se acepta comúnmente que se trató de un asesinato premeditado, también se desarrolló una versión exculpatoria en la que se decía que el héroe había matado a Ífito durante un arrebato de locura transitorio, como cuando mató a sus hijos.[153]
A consecuencia de su crimen, a Heracles le sobrevino una terrible enfermedad y partió en busca de purificación. Tras toparse con la negativa de Néstor, rey de Pilos, que no estaba dispuesto a purificarlo debido a la amistad que le unía a Éurito, viajó a Amiclas, en Laconia, donde un tal Deífobo, hijo de Hipólito, por lo demás desconocido, efectuaba esos ritos.[154] Ya que, a pesar de todo, la enfermedad persistía, Heracles partió a Delfos para consultar el oráculo. Pero la sacerdotisa Pitia se negó a darle una respuesta, porque estaba mancillado por un asesinato, y él se enfureció tanto que comenzó a saquear el templo y se llevó el trípode de Pitia (cf. pp. 205-206) con la intención de fundar un oráculo propio. Apolo no tenía intención de permitir tal cosa y trató de arrebatarle el trípode, pero Zeus evitó que hubiese violencia separando a sus dos hijos mediante un rayo. Se acordó entonces que Heracles debía recibir una respuesta, y se le dijo que quedaría liberado de su aflicción si se le vendía como esclavo y se entregaba el precio de su venta a Éurito a modo de compensación.[155] De modo que Hermes dirigió una subasta en la que Ónfale, reina de Lidia, lo compró por tres talentos (tal vez cien veces más del precio habitual de un esclavo en la Atenas clásica). El dinero fue debidamente ofrecido a Éurito, pero él consideró que era impuro y se negó a aceptarlo.[156]
El enfrentamiento entre Heracles y Apolo por el trípode era un tema muy popular en la pintura de vasijas de mediados del siglo VI al siglo V a.C., y puede rastrearse hasta el siglo VIII a.C. en las artes visuales. Una observación pasajera de Pausanias sugiere que también era tema popular para los primeros poetas, aun cuando no hay demasiados indicios de ello en la literatura que ha sobrevivido.[157] La tradición local de Giteo, en Laconia, afirma que Heracles y Apolo se unieron para fundar la ciudad tras resolver su disputa por el trípode.[158]
Ónfale, hija de Yárdano, era una viuda que había asumido el poder en Lidia, en la costa occidental de Asia Menor, tras la muerte de su marido Tmolo. Autores y artistas de los períodos helenístico y romano se divertían imaginando cómo se comportaba con su inaudito siervo. Una idea popular sugería que lo obligaba a vestir con delicadas túnicas color azafrán y ayudar a tejer a las mujeres de la corte mientras ella lucía su piel de león y tomó posesión de su maza.[159] Se podía suponer, además, que él consentía voluntariamente este tratamiento porque se había enamorado de ella, y a veces se decía que había concebido uno o varios hijos con ella, bien durante el período de su servidumbre o después de que ella le concediese una pronta liberación.
También hay algunas historias serias en las que él realizaba tareas propias de un héroe en favor de la población local. Un notable villano de la zona era Litierses, hijo ilegítimo de Midas, que acostumbraba a retar a los viajeros a competir con él en la recolección de la cosecha (o simplemente les obligaba a ayudarle en sus campos) y luego les cortaba la cabeza con su guadaña al final de la jornada e introducía sus cuerpos en las gavillas de mijo. Cuando tuvo la imprudencia de intentar hacérselo a Heracles, el héroe lo decapitó con la guadaña que le había dado para el trabajo.[160] En otra versión, Heracles lo mató para salvar a Dafnis (cf. p. 283), que había llegado a la región desde su Sicilia natal y había sido forzado a trabajar por Litierses.[161] El nombre de Litierses derivaba de una antigua canción de cosecha frigia, la canción de Litierses. Otro villano local era Sileo, que acostumbraba a obligar a los extranjeros que por allí pasaban a cavar sus viñas; Heracles lo mató con su propia azada, así como a su hija Jenodice, y quemó sus viñas hasta la raíz.[162] En una versión cómica de una obra satírica de Eurípides, Heracles fue vendido a Sileo (que probablemente sustituía a Ónfale en la obra), y pronto dio razones a su comprador para arrepentirse de la temeridad de haberlo comprado, pues el tosco héroe provocó el caos en su viña, mató a uno sus bueyes y arrasó sus bodegas para satisfacer su enorme apetito.[163] Había también una versión de la historia en la que Heracles se casaba con Jenodice tras matar a su padre, pero permanecía lejos de ella durante tanto tiempo que moría con el corazón roto.[164] Durante este período, Heracles también se tropezó con los Cércopes, un par de hombrecillos de aspecto simiesco célebres por sus latrocinios. Éstos intentaron robarle las armas mientras dormía, pero él se despertó y los atrapó en el acto, y luego los colgó cabeza abajo de ambos extremos de un poste para llevárselos (del mismo modo en que se transportaban las piezas después de la caza). Ahora bien, su madre les había prevenido contra el «hombre de trasero negro» y cuando, desde su posición invertida, observaron que las nalgas de Heracles eran oscuras y peludas por donde no las cubría la piel de león, se dieron cuenta de que la advertencia materna se había cumplido y rieron y bromearon sobre la cuestión, divirtiendo tanto a Heracles que decidió dejarlos libres. Acabaron mal, sin embargo, pues fueron finalmente convertidos en piedra por intentar engañar al propio Zeus.[165] En cuentos menos conocidos, Heracles derrotó también a los itones, predadores vecinos de Ónfale, y mató a una enorme serpiente a orillas del Ságaris, un río de la zona.[166]
Heracles inicia una serie de campañas: el ataque a Troya
Tras haber expiado el asesinato de Ífito, Heracles regresó a Tirinto para reunir un ejército para una expedición contra Laomedonte, rey de Troya, que le había ofendido durante la etapa de sus trabajos. Esta campaña marca el inicio del período de sus mayores hazañas (praxeis, por oposición a sus athloi o trabajos, cf. pp. 335-336), pues tras concluir con éxito la campaña troyana, se implicó en un conflicto con el pueblo de Cos durante su regreso, y a continuación dirigió tres grandes campañas dentro del propio Peloponeso. Dado que la guerra contra Troya y la subsiguiente campaña contra Augías en el Peloponeso vengaban diferentes afrentas sufridas durante sus trabajos, y dado que las tres campañas del Peloponeso constituyen un grupo natural, estas «hazañas» de Heracles pueden asignarse de forma plausible a un período común mientras todavía vivía en el Peloponeso después de sus trabajos. Podría decirse que el cuarto y último período de su vida comenzó cuando abandonó el Peloponeso para casarse con la princesa etolia Deyanira. De acuerdo con las biografías de Diodoro y Apolodoro, vivió en Grecia central a partir de entonces, primero en la ciudad de Deyanira, Calidón y más tarde en Traquis, y las aventuras que de él se han documentado en Grecia central y septentrional (aparte de los primeros episodios de cuando estaba establecido en Tebas) fueron atribuidas a este último período de su vida.
Durante el tercer y penúltimo período de su vida que ahora nos ocupa, Heracles, bien siguió viviendo en Tirinto como lo había hecho durante sus trabajos, bien fue expulsado de la ciudad por Euristeo después de un tiempo y se trasladó a Feneo, en el norte de Arcadia, ciudad natal de su abuela Laónome. Según una tradición posterior, Euristeo lo mandó marchar tras su primer y fracasado ataque a Augías (cf. p. 365) alegando que Heracles planeaba hacerse con el poder en Argos. Heracles ayudó a las gentes de Feneo excavando unas cuevas (que todavía pueden verse) para drenar el exceso de agua de la llanura situada a las afueras de la ciudad.[167]
A continuación seguiremos la historia de las principales campañas de Heracles en el orden en que se decía que habían tenido lugar. Cuando se dirigía al país de las Amazonas para hacerse con el cinturón de Hipólita (cf. pp. 346-348), había bordeado la costa de Troya y se había quedado impactado por la terrible situación de una doncella que estaba atada a una roca de la orilla. Se trataba de Hesíone, la hija del rey, que había sido allí expuesta por orden de un oráculo para servir de presa a un monstruo marino enviado contra el país por Poseidón (cf. p. 674). Apiadándose de la princesa y viendo la oportunidad de obtener algún beneficio, Heracles se había dirigido a su padre Laomedonte para ofrecerse a matar al monstruo a cambio de una recompensa determinada: los caballos divinos que Tros había recibido en compensación por el rapto de Ganímedes (cf. p. 672); pero después de haber realizado la tarea, Laomedonte se había negado a entregar la recompensa prometida (o había intentado sustituir los caballos divinos por caballos corrientes). El héroe se había visto obligado a seguir su camino, pero había jurado regresar en el futuro para tomar venganza.[168]
De acuerdo con una tradición alternativa del período helenístico, Heracles se enfrentó al monstruo cuando navegaba hacia Cólquide con los Argonautas.[169] Heracles no tomó parte en ninguna de las grandes aventuras panhelénicas de la tradición anterior y aunque se le introducía de este modo en la historia de los Argonautas, habitualmente se decía que lo habían dejado atrás en una fase temprana del viaje (cf. p. 501), pues no había constancia de ninguna historia concreta suya a este respecto y podría haber hecho sombra a Jasón, un héroe más «soso». Algunos autores más interesados en inventarse una buena historia que en observar la tradición dieron fe de este último punto convirtiendo a Heracles en el líder de la expedición. Si en efecto se unió a los Argonautas, debió navegar con ellos durante el período de sus trabajos o poco después de haberlos completado.
Heracles reunió un ejército considerable para el asalto a Troya, reclutando a algunos héroes formidables, entre los que se encontraban Telamón, el padre de Áyax (cf. p. 686), y Oícles, el padre de Anfiarao, y los condujo a través del Egeo en dieciocho naves (o solamente ocho, según la Ilíada).[170] Tras la llegada a la Tróade, dejó atrás a Oícles para que custodiase las naves mientras él avanzaba contra la ciudad con el batallón principal. Cogido por sorpresa y viéndose, en consecuencia, superado en número, Laomedonte trató de debilitar la posición de los invasores avanzando contra sus naves con la intención de prenderles fuego, pero aunque Oícles resulto muerto en el enfrentamiento subsiguiente, sus seguidores huyeron hasta las naves y remaron alejándose de la costa. Laomedonte retrocedió entonces hacia la ciudad y resultó muerto junto con la mayoría de sus seguidores al enfrentarse a Heracles y el batallón principal en el exterior de las murallas de la ciudad.[171] O bien resultó muerto durante el asalto a la ciudad. Telamón fue el primero en penetrar las murallas de la ciudad, entrando en Troya por delante de Heracles, que se enfureció tanto al ser superado que amenazó a Telamón con su espada. Pensando rápidamente, Telamón apiló varias piedras y apaciguó al héroe diciéndole que estaba construyendo un altar en honor a Heracles el Noble Vencedor (Kallinikos, uno de los títulos de culto de Heracles).[172] Todos los hijos de Laomedonte, salvo Príamo, murieron en la batalla. Tras la victoria, Heracles hizo las paces con Telamón ofreciéndole a la hija del rey, Hesíone, como premio de guerra y permitió a Hesíone elegir a una sola persona de entre los prisioneros para ser liberada. Cuando ella eligió al único de sus hermanos que había sobrevivido, le dijo que debía ofrecer un rescate por él, y ella pagó con su velo. Por este motivo, se decía, el hijo y sucesor de Laomedonte, que en origen se llamaba Podarces, pasó a ser conocido como Príamo (como si el nombre derivase de priamai, comprar).[173] Puesto que Telamón ya estaba casado, tomó a Hesíone como concubina en lugar de como esposa y engendró con ella un hijo, Teucro, que más tarde lucharía en Troya al lado de su hijo legítimo Áyax.[174]

Viendo la oportunidad de hacer daño a Heracles, Hera envió vientos tormentosos contra sus naves cuando navegaban de regreso a casa desde Troya, obligándole a dirigirse a la isla de Cos, al sureste del Egeo. Creyendo que los extranjeros debían de ser piratas, los habitantes de Cos trataron de repelerlos lanzándoles piedras, pero ellos desembarcaron por la fuerza después del anochecer y tomaron la capital. Heracles mató al rey de Cos, un tal Eurípilo, hijo de Poseidón y Astipalea.[175] A partir de entonces la isla sería gobernada por descendientes del héroe, pues engendró un hijo, Tésalo, con Astíoque, la hija del rey muerto. Los habitantes de Cos lucharían en Troya bajo el mando de dos hijos de este Tésalo.[176] Fue después de este episodio cuando Atenea partió en busca de Heracles para ayudar a los dioses en su batalla contra los Gigantes (cf. p. 136).
En otra versión, Heracles perdió cinco de las seis naves en la tormenta y naufragó en Cos con la última de ellas. Al llegar a la orilla, se encontró con Antágoras, un hijo del rey que estaba guardando los rebaños reales, y le pidió una oveja para calmar su hambre, pero Antágoras lo retó a una pelea y tuvo lugar una batalla general cuando los habitantes de Cos acudieron en ayuda de Antágoras y Heracles recibió también el apoyo de sus seguidores. Al darse cuenta de que el desarrollo de la batalla se volvía en su contra, Heracles buscó refugio en una casa habitada por una vieja tracia que le disfrazó vistiéndolo con ropas de mujer. A continuación volvió a la batalla, derrotó a los habitantes de Cos y durmió con la hija del rey como en la versión mencionada, engendrando a Tésalo. Ésta era una versión local de la leyenda diseñada para explicar por qué el sacerdote de Heracles en Antimaquia acostumbraba a vestirse con ropas de mujer cuando le ofrecía sacrificio.[177]
Tres campañas en el Peloponeso: contra Augías en la Élide, contra Neleo en Tilos y contra Hipocoonte en Esparta
De vuelta en Tirinto, Heracles hizo preparativos para su primera campaña en el Peloponeso, dirigida contra Augías, rey de la Élide, en el noroeste de la península. Augías lo había enfurecido de un modo muy similar a Laomedonte, negándose a pagarle la recompensa prometida por un valioso servicio que le había prestado, en este caso, la limpieza de sus establos (cf. p. 344). Al enterarse de las intenciones de Heracles, Augías reunió un ejército propio y lo puso bajo el mando de Éurito y Ctéato, los Moliónidas (o Molíones), que demostraron ser rivales aun para el propio Heracles, pues eran dos hombres unidos en uno solo. En la versión habitual, estaban unidos por la cintura (o compartían un único torso) pero tenían muslos y cabezas independientes, formando así un único ser con cuatro piernas, cuatro brazos y dos cabezas.[178] Poseidón los habían engendrado con una tal Molíone, que estaba casada con el hermano de Augías, Actor.[179] Homero los menciona en la Ilíada (llamándoles Molíones en una ocasión y Actoriones en otra) sin hacer mención explícita de que eran siameses.[180] Un fragmento de Íbico, poeta lírico del siglo VI a.C., afirma que habían nacido como un único ser de un huevo de plata.[181]
Los Molíones demostraron las ventajas militares de su forma compuesta infligiendo una rara derrota a Heracles cuando avanzó por primera vez contra la Élide. Provocaron el caos en su ejército, matando a su hermanastro Ificles, y le obligaron a retirarse a la Argólide.[182] O, en otra versión, obviamente creada para dispensar a Heracles de la vergüenza de la derrota, negoció una tregua con los Moliónidas tras caer enfermo, pero éstos le atacaron igualmente cuando supieron de su condición y se vio obligado a retirarse tras sufrir fuertes pérdidas.[183] Heracles recurrió a una argucia para librarse de estos problemáticos oponentes, tendiéndoles una emboscada en Cleonas, en el extremo noroeste de la Argólide, cuando se dirigían a los Juegos Ístmicos como enviados de los eleos y se suponía, por tanto, que estaban bajo la protección de una tregua religiosa.[184] Los eleos exigieron una compensación a los argivos y se abstuvieron de participar en los Juegos Ístmicos a perpetuidad cuando se les fue negada.[185] Sin el obstáculo de los Moliónidas, Heracles tomó la ciudad de Élide sin apenas dificultad, matando a Augías y a todos sus hijos salvo Fileo, que había estado viviendo en Duliquio desde que su padre lo desterrara por haber testificado a favor de Heracles (cf. p. 344). En agradecimiento por su apoyo previo, éste mandó llamar a Fileo para que gobernase el reino y fundó además el festival y los Juegos Olímpicos, que tenían lugar en la región de la Élide cada cuatro años.[186]
Heracles condujo su siguiente campaña contra Neleo, el rey de Pilos, en Mesenia (cf. p. 350), por haberse negado a purificarlo tras el asesinato de Ífito (cf. p. 360), o por haber intentado robarle el ganado de Gerión.[187] Néstor, un hijo de Neleo, narra este episodio en la Ilíada, indicando que su padre había sido asesinado junto con sus once hermanos.[188] El más formidable de los hijos de Neleo era el mayor, Periclímeno, pues su abuelo Poseidón le había otorgado el poder de cambiar de aspecto a su antojo.[189] Pero esto no le supuso ventaja alguna, en la ocasión que nos ocupa, puesto que en el transcurso de la lucha fue traicionado por Atenea, quien indicó a Heracles que se había posado en el yugo de su carro en forma de abeja, permitiendo así al héroe matarlo con una certera flecha. Tal es la versión primitiva ofrecida en el Catálogo atribuido a Hesíodo. Apolodoro añade que antes Periclímeno había tomado la forma de un león y de una serpiente.[190] En otras versiones, era muerto a mazazos en forma de mosca o de un flechazo como águila; o a la inversa, huía de la muerte volando como mosca o como águila.[191] Tras enzarzarse en una encarnizada batalla con las tropas supervivientes (y tal vez incluso con algunos dioses, como se verá más adelante), Heracles venció finalmente y conquistó la ciudad, matando a Neleo y a todos sus hijos salvo a Néstor, que era demasiado joven para luchar y se encontraba ausente en el momento porque estaba siendo criado en Gerenia, una ciudad vecina. Como en Troya, Heracles permitió a Néstor asumir el trono como único heredero superviviente, y siguió gobernando Pilos hasta mucho después de la guerra de Troya (cf. p. 550).[192]
Diversos documentos sugieren que Heracles se enfrentó a varios dioses en el transcurso de la lucha. Según un pasaje de la Ilíada, disparó a Hades en Pylo entre los muertos, pero es bastante improbable que se refiera a la arenosa Pilos. Como sugiere un escolio, puede que tuviese las puertas (pylos o pyl, normalmente pylai en plural) del Hades en mente, en cuyo caso el incidente podría haber ocurrido cuando Heracles andaba a la busca de Cerbero. En cualquier caso, Hades subió al Olimpo para pedirle una cura al dios-sanador Peán. En su Olímpica IX, Píndaro afirma que Heracles se enfrentó a Poseidón con su garrote cuando el dios ayudaba a defender Pilos (cosa comprensible, pues Neleo era hijo suyo), y luego continúa diciendo que el héroe también se enfrentó al arquero Apolo y a Hades cuando éste reunía a los muertos con su vara. Tampoco está del todo claro si debemos entender que estos últimos enfrentamientos también tuvieron lugar en Pilos; el escoliasta declara que se trataba en realidad de incidentes distintos, relativos al robo por parte de Heracles del trípode de Delfos y a la captura de Cerbero, respectivamente. Algunos autores posteriores dan por sentado, sin embargo, que Heracles hirió a Hades en Pilos, adonde bien podía haber acudido para reunir a los muchos muertos en la batalla, si no para luchar como aliado de los de Pilos.[193] En el Escudo, dentro del Corpus de Hesíodo, se afirma, además, que Ares fue herido por el héroe en Pilos, así como Hera en un relato del poeta épico Paniasis.[194]
Después de su campaña contra Neleo, Heracles atacó a Hipocoonte, rey de Esparta (cf. p. 676) y a sus doce o veinte hijos para castigarlos por haber luchado como aliados de Neleo (o por haberse negado a purificarlo tras el asesinato de Ífito).[195] También le había enfurecido la muerte de su primo Eono, hijo de Licimnio, a quien habían matado en Esparta en las siguientes circunstancias: cuando, durante una visita a Esparta, contemplaba el palacio de Hipocoonte, Eono se alarmó ante la presencia de un perro guardián que se echó a correr hacia él y lo derribó de una certera pedrada, a lo que los hijos de Hipocoonte reaccionaron atacándole con sus clavas y apaleándole hasta la muerte.[196] Por lo demás, Eono era recordado como vencedor de la prueba de marcha de los primeros Juegos Olímpicos.[197]
Puesto que Hipocoonte podía contar con la ayuda de sus numerosos hijos, Heracles visitó a Cefeo, rey de Tegea, cuando cruzaba Arcadia y lo invitó, junto con sus veinte hijos, a aliarse con él en la lucha. Como Cefeo era reacio a dejar su ciudad desprotegida, el héroe lo convenció entregándole a su hija un mechón de pelo de la gorgona que, si se mantenía en lo alto de los muros de la ciudad (cf. p. 737), haría huir a cualquier atacante.[198] Con la ayuda de estos y otros aliados, Heracles mató a Hipocoonte y a sus hijos en una batalla en las cercanías de Esparta y conquistó la ciudad. Pero la victoria le salió cara, ya que Cefeo fue muerto junto con todos sus hijos (o todos menos tres), así como Ificles, el hermanastro de Heracles (al menos en una de las tradiciones, pues también se dice que lo mataron los Moliónidas).[199] En una de las versiones de la historia, Heracles se enfureció tanto al enterarse de la fortuna de Eono que inició un ataque inmediato sin la ayuda adecuada y fue gravemente herido, viéndose obligado a retirarse a Terapne (en el valle del Eurotas, al suroeste de Esparta), donde Asclepio curó su herida.[200] Este relato justificaba el culto local a Asclepio Kotyleus, que se decía que había sido fundado por Heracles; se explicaba que Heracles le había dado este título de Kotyleus porque allí le había curado la articulación de la cadera (kotylē). Tras recuperarse de la herida, Heracles reunió un ejército y dirigió un exitoso ataque como se relata arriba. Como Tindáreo, legítimo rey de Esparta, había sido expulsado por Hipocoonte y sus hijos (cf. p. 676), Heracles lo mandó llamar para que asumiera el trono.[201]
Últimos años de Heracles en Grecia central y en el norte
Heracles se casa con Deyanira y vive con ella en Calidón hasta que mata accidentalmente a un paje
Tras su campaña contra Hipocoonte, que sería la última de sus guerras en el Peloponeso, Heracles decidió abandonar definitivamente la península para afincarse en Etolia, en el extremo suroeste del continente, ya que deseaba casarse con Deyanira, hija de Eneo, rey de Calidón, y fundar una nueva familia en la tierra natal de ésta. Como explicación adicional de su partida del Peloponeso, algunos autores añaden que también quería comenzar de nuevo debido al dolor que le habían provocado las muertes de su primo Eono y su hermanastro Ificles.[202]
No fue fácil para Heracles ganarse a Deyanira como esposa, pues también era cortejada por Aqueloo, el dios del gran río del mismo nombre que recorría los límites occidentales de Etolia. Sófocles relata cómo éste visitaba el palacio de su padre para pedir su mano, para horror de Deyanira, pues era un ser pavoroso que se manifestaba ya en forma de toro, de hombre o de hombre con cabeza de toro. Heracles visitó a Aqueloo junto a su propio río para luchar con él por Deyanira, que observaba el combate ansiosamente desde la orilla. Aunque el dios-río tomó la forma de un toro, y tal vez otras, Heracles lo agarró fuertemente y finalmente logró someterlo rompiéndole uno de sus cuernos.[203]
Aqueloo recuperó su cuerno ofreciendo a cambio el de Amaltea, un cuerno mágico que tenía el poder de proporcionar tanta comida y agua como cualquiera pudiera desear.[204] Este cuerno había sido un regalo de Zeus a la ninfa (o ninfas) que lo había criado de niño. Al menos en una versión (cf. p. 119), Zeus había sido criado por una ninfa llamada Amaltea, que lo había alimentado con la leche de una cabra; cuando creció, le arrancó un cuerno a la cabra para convertirlo en uno de la abundancia que regaló a su niñera. O bien Amaltea era la propia cabra.[205] Apolodoro afirma que la cornucopia de Amaltea era un cuerno de toro, en una evidente mala interpretación debida al hecho de que fue intercambiada por el cuerno de toro de Aqueloo. En el mundo romano, el cuerno mágico era conocido como el cornu copias (es decir, cuerno de la abundancia), o en latín tardío cornucopia; y podía interpretarse como atributo de Copia, la personificación de la Abundancia (y también de Ceres, la diosa de la cosecha, como diosa de la abundancia). Ovidio combina los motivos griegos y romanos al sugerir que las Náyades llenaron el cuerno roto de Aqueloo de frutos y flores y que Copia tomó posesión de él como cuerno de la abundancia. Higino documenta una historia similar en la que se dice que Heracles dio el cuerno roto a las Hespérides, que crearon la cornucopia llenándolo de fruta.[206] Ovidio dice prácticamente lo mismo sobre el cuerno de Amaltea en otra parte, afirmando que su cabra se rompió el cuerno contra un árbol, y ella lo llenó de fruta y se lo llevó al infante Zeus.[207]
Heracles vivió unos años en Calidón con su nueva esposa, quien le dio varios hijos, entre ellos: Hilo, a quien volveremos a encontrar más adelante como primer líder de los Heraclidas, Ctesipo, el abuelo de Deifontes (cf. p. 384), y una de sus escasas hijas, Macaria (cf. p. 378).[208] El héroe tuvo oportunidad de honrar a sus anfitriones en un momento dado, ayudándoles en su guerra contra los tesprotos, que vivían al norte, en el sur de Epiro. Tras conquistar su capital, Éfira, engendró un hijo célebre, Tlepólemo (cf. p. 385), con Astíoque, hija de su monarca Filante.[209]
A consecuencia de un desafortunado incidente, Heracles se vio finalmente obligado a buscar un nuevo hogar, pues, un día, durante una celebración en su palacio, un paje lo enfureció de alguna forma cuando le echaba agua para que se lavase las manos, y lo golpeó con más fuerza de la pretendida, provocándole la muerte (de forma muy similar a como había hecho con Lino mucho tiempo atrás, cf. p. 330). Se decía que el muchacho había provocado su reacción al utilizar agua de lavar los pies, o sencillamente por su torpeza. El desgraciado paje, a quien se dieron diversos nombres como Éunomo (Buena Conducta) o Ciato (Escudilla de vino), era de origen noble, o incluso pariente del rey y, aunque su padre estaba dispuesto a perdonar a Heracles porque había reconocido que la muerte había sido accidental, el héroe insistió en partir al exilio y comenzar de nuevo.[210] Decidió viajar al sur de Tesalia para buscar refugio al lado de su viejo amigo Ceix, rey de Traquis (posteriormente Heraclea), en la entrada del golfo de Malis. En su viaje lo acompañaron su esposa y su joven hijo Hilo, y tal vez también sus otros hijos.
Heracles se enfrenta al centauro Neso y a los dríopes de camino a su último hogar
El viaje no careció de riesgos y aventuras. En primer lugar, Heracles y su esposa tuvieron un desagradable encuentro con un centauro al llegar al río Eveno, en el este de Etolia. Este centauro, Neso, solía ayudar a la gente a cruzar el río a cambio de remuneración y en esta ocasión se ofreció a hacerlo, alegando que los dioses le habían asignado su puesto de barquero debido a su excelente carácter. Aunque Heracles era bastante capaz de cruzar por sí mismo, pagó a Neso de buena gana para que llevase a Deyanira, pero el centauro no tenía en realidad mejor carácter que el de la mayoría de su casta y trató de violar a Deyanira al llegar a la otra orilla (o bien en medio del río). Pero ella alertó a su esposo con sus gritos y Heracles lo abatió con una de sus flechas envenenadas. Conforme la vida abandonaba su cuerpo, Neso le dijo a Deyanira que si quería obtener una poderosa poción de amor para utilizar con su esposo, debía recoger parte del semen que había derramado en el suelo y mezclarlo con la sangre que manaba de su herida. Ella creyó su palabra y lo hizo, sin darse cuenta de que la mezcla era un terrible veneno, ya que la sangre estaba contaminada por el veneno de la flecha de Heracles (es decir, la ponzoña de la hidra, cf. p. 374).[211] Como veremos (cf. p. 374) Deyanira aplicó su desagradable poción a unas ropas de su esposo con un terrible resultado, exactamente lo que Neso pretendía.
Más adelante, durante el viaje, Heracles y su familia cruzaron el país de los dríopes, que vivían en una zona situada entre el monte Parnaso y el sur de Tesalia. Al cruzarse con Tiodamante, que guiaba un par de bueyes, Heracles le pidió un poco de comida para su joven hijo Hilo y, cuando éste se la negó, se hizo con unas buenas reservas de comida matando a uno de los bueyes. Tiodamante volvió corriendo a su ciudad para movilizar a sus conciudadanos contra el agresor y Heracles se vio en graves dificultades en la lucha, encontrándose en tal peligro que tuvo que armar a su esposa, quien sufrió una herida en el pecho.[212] En una versión bastante diferente, Heracles no se encontró con problemas inmediatos tras matar al buey, sino que regresó para una campaña contra los dríopes después de establecerse en Traquis.[213]
En la otra versión principal de la historia del conflicto de Heracles con los dríopes, éste los expulsó de su país de origen para castigarlos por el grave sacrilegio de saquear el templo de Apolo en Delfos bajo el mando de su monarca, Filante. Con ayuda de un ejército de malios (es decir, hombres de Traquis y sus cercanías), Heracles los derrotó en la batalla, matando a su rey, y los llevó a Delfos como ofrenda a Apolo. El oráculo ordenó que fuesen llevados al Peloponeso, y se establecieron en la Argólide, en Ásine, una ciudad costera al este de Nauplion, pero fueron expulsados posteriormente por los argivos y se afincaron en una ciudad mesenia de igual nombre.[214] Los habitantes de la Ásine de Mesenia, que se enorgullecían de sus antecedentes dríopes, tenían sus propias ideas acerca de su historia y preferían suponer que sus ancestros habían abandonado la ciudad del monte Parnaso antes de que Heracles tuviera ocasión de capturarlos, navegando luego hasta la Argólide por voluntad propia, donde, debido a su odio por Heracles, Euristeo se había complacido en proporcionarles un nuevo hogar en Ásine.[215] En tiempos históricos, también se podían encontrar pueblos considerados de origen dríope en partes de Tesalia, Epiro, Eubea y Chipre.[216]
Dado que la tradición local consideraba a los dríopes los habitantes originales de la Dóride, mientras que los dorios del Peloponeso (que, acertadamente, creían proceder del norte) consideraban Dóride su tierra ancestral, esta historia de la expulsión de los dríopes resolvía una contradicción de la mitología de Grecia central. El hecho de que los dríopes hubieran sido expulsados por Heracles explicaba por qué los dorios habían tomado su lugar, trasladándose desde la zona más septentrional de Tesalia para ocupar la tierra vacante y viviendo allí hasta que invadieron el Peloponeso bajo el liderazgo de los Heraclidas (cf. más adelante). Este patrón de los acontecimientos es atestiguado por primera vez en Heródoto, quien alega que los dorios se habían trasladado de Tesalia a la Dóride (que anteriormente recibía el nombre de Dríope) y de allí al Peloponeso.[217]
Apolodoro menciona de pasada que Heracles mató a Laógoras, rey de los dríopes, un hombre violento y aliado de los lapitas, durante una celebración en el santuario de Apolo. Este último detalle sugiere que Laógoras era otro de los nombres del rey dríope que supuestamente había saqueado Delfos.[218]
Tras superar los peligros del viaje, Heracles llevó a su familia sana y salva a Traquis, que sería su hogar durante el resto de su vida.[219] Poco hay documentado sobre su anfitrión Ceix, aparte del hecho de que era buen amigo de Heracles (si bien no lo suficientemente poderoso para proteger a su familia tras su muerte, cf. p. 378). Este Ceix, de ascendencia desconocida, debe distinguirse del Ceix que fue convertido en pájaro (cf. pp. 533-534). Tenía un papel de gran relevancia en un poema hesiódico perdido, La boda de Ceix, en el que también aparecía Heracles. Se le atribuyen dos hijos: un hijo, Hípaso, que resultó muerto durante la última campaña de Heracles (cf. p. 373), y una hija, Temistonoa, que se convirtió en esposa de Cicno, un violento rival de Heracles con quien nos encontraremos en breve.[220]
Últimas campañas y enfrentamientos
Cuando Heracles vivía en Traquis, Egímio, hijo de Doro, el rey de los dorios, lo invitó a ayudar a los dorios en una guerra territorial contra el pueblo vecino, los lapitas (cf. p. 711), prometiéndole una parte del reino en recompensa. Como indica su proximidad a los lapitas, los dorios vivían en el norte de Tesalia en este momento anterior a su llegada a la Dóride (cf. supra). Tras marchar hacia el norte junto con algunos seguidores arcadios, Heracles contribuyó a derrotar a los lapitas, matando a su líder, Corono, hijo de Ceneo, con sus propias manos. Sin embargo, rechazó tomar la recompensa prometida, pidiendo en su lugar que la guardasen para entregarla a sus descendientes. En consecuencia, se forjó un vínculo duradero entre los dorios y los hijos y descendientes del héroe, los Heraclidas, que finalmente conducirían a los dorios a su hogar final del Peloponeso.[221]
Durante su viaje de regreso, Heracles se vio envuelto en dos enfrentamientos individuales. Su primer oponente, Cicno, era un cruel hijo de Ares que tenía por costumbre retar a los extranjeros que por allí pasaban a un combate cuerpo a cuerpo y, al menos según algunas versiones, les cortaba la cabeza para utilizar sus calaveras para construir un templo en honor a Ares (o Apolo).[222] En el relato más antiguo de los conservados, incluido en el hesiódico Escudo, Cicno se enfrentó a Heracles y su auriga Yolao en la arboleda de Apolo en Págasas (el puerto de Yolco, en el extremo septentrional del golfo de Págasas) con la intención de robarles sus espléndidas armaduras.[223] Pero Heracles, cuyo ardor estaba alimentado por Apolo, lo derribó en el consiguiente duelo alcanzándole con su lanza en el cuello.[224] Cuando posteriormente Ares trató de vengar la muerte de su hijo, Atenea desvió su lanza en pleno vuelo y Heracles lo abatió en el combate cuerpo a cuerpo que se produjo a continuación, hiriéndolo en el muslo con su lanza.[225] Ceix se hizo cargo del enterramiento de Cicno (descrito aquí como su yerno), pero Apolo provocó que su tumba y su mausoleo fuesen barridos por el río Anauro por haber saqueado las ofrendas al dios en vida.[226] Algunos relatos posteriores ubican el episodio en Itono, en el sudeste de Tesalia;[227] y en ocasiones se dice que Zeus puso fin a la lucha entre Ares y Heracles separándolos mediante un rayo.[228] En una versión atribuida a Estesícoro, Heracles huye del enfrentamiento inicial porque Cicno contaba con la ayuda de su padre, pero más tarde sorprendió a Cicno a solas y lo mató.[229]
La segunda de estas historias, que relata el enfrentamiento de Heracles con el rey de Ormenio (cerca del monte Pelión), es de menor interés y de origen probablemente posterior. Según Diodoro, quien llama Órmeno al rey y es el primero en dar cuenta de la historia, Heracles pidió la mano de su hija Astidamía, pero fue rechazado con el argumento, sumamente razonable, de que Deyanira ya era su legítima esposa; de manera que el héroe se tomó la justicia por su mano, mató al rey, conquistó la ciudad y se hizo con su hija. En la versión de Apolodoro, en la que el rey recibe el nombre de Amíntor, Heracles lo mató cuando cometió la imprudencia de tratar de impedirle atravesar su territorio.[230
Heracles decidió entonces que había llegado el momento de llevar a cabo su largamente pospuesta venganza contra Éurito, quien se había negado a entregarle a su hija Yole tras haber ganado su mano en una competición de tiro con arco (cf. p. 359). Como ya se ha dicho, no había una tradición definida acerca de la ubicación de la ciudad de Éurito, Ecalia, pues se identificaba indiferentemente con lugares de Arcadia, Mesenia, noroeste de Tesalia y Eubea. Puesto que, al parecer, no estaba a gran distancia de Traquis por vía marítima, y Heracles hizo una parada en el cabo noroccidental de Eubea durante su viaje de regreso, la ubicación en Eubea parece la más plausible en relación con esta historia. En ese caso, la ciudad debía estar situada cerca de Eretria, en la región del centroeste de la isla, frente al sur de Beocia. El poeta épico arcaico Creófilo situaba la ciudad de Éurito en Eubea, en su poema perdido La toma de Ecalia, al igual que Sófocles en Las traquinias.[231] Heracles reunió un gran ejército para la empresa, compuesto por sus seguidores arcadios y hombres de las cercanías (es decir, malios de la región de Traquis y locrios orientales). A su llegada a Eubea, conquistó rápidamente Ecalia, matando a Éurito y a todos los hijos que le quedaban. Las pérdidas más relevantes de su bando fueron las de Argio y Melas, dos de los hijos de su tío Licimnio, e Hípaso, hijo de Ceix. Tras encargarse de sus entierros y saquear la ciudad, partió hacia Traquis, llevándose a Yole, la hija del rey muerto, en su barco.[232]
Higino documenta un desagradable relato en que Heracles trata de forzar a Yole a casarse con él amenazándola con matar a sus parientes, pero ella siguió rechazándole aun cuando él comenzó a matarlos uno tras otro en su presencia.[233] Según otro relato, Licimnio era inicialmente reacio a permitir que su joven hijo Argio se uniese a la expedición, pero cedió cuando Heracles le juró traerlo de vuelta a su hogar y cumplió lo prometido incinerando el cuerpo del joven tras su muerte y llevando sus cenizas en una urna.[234]

Muerte y apoteosis de Heracles
En el transcurso de su viaje de regreso, Heracles visitó el cabo Ceneo, en el extremo sudoeste de Eubea, para ofrecer un sacrificio a su padre Zeus. No obstante, no pudo realizarlo inmediatamente, pues carecía de las ropas adecuadas, por lo que envió a su heraldo Licas a Traquis en busca de su túnica ceremonial. Cuando estaba cumpliendo con su tarea, Licas le comentó casualmente a Deyanira que su esposo traía a Yole como prisionera, o incluso que Heracles estaba enamorado de la princesa. Alarmada por la desagradable noticia, Deyanira recordó la supuesta poción amorosa que había obtenido al recoger la sangre y el semen del agonizante Neso (cf. p. 370). Como vimos anteriormente, Neso le había dicho que la mezcla le garantizaría la fidelidad de su esposo, pero se trataba en realidad de una poción venenosa dado que la sangre del centauro se había contaminado de la ponzoña de la hidra que impregnaba la flecha de Heracles. Creyendo la palabra de Neso, Deyanira frotó las ropas de su esposo con parte de la poción antes de entregárselas a Licas. Cuando Heracles se puso las ropas y se acercó al fuego para llevar a cabo el sacrificio, el veneno se activó con el calor de las llamas y comenzó a arder sobre su piel, provocándole un dolor insoportable.[235]
En la versión, bastante diferente, de Las traquinias de Sófocles, Licas viaja a Traquis adelantándose a su señor y llevando a Yole consigo, junto con otras prisioneras de Ecalia, y Deyanira envía las ropas a Heracles por iniciativa propia, y no en respuesta al mensaje de su esposo.[236] En esta obra se afirma que Heracles y su familia se habían exiliado de Tirinto a Traquis a consecuencia del asesinato de Ífito.[237] Baquílides relata en una de sus odas que Heracles se detuvo en el cabo Ceneo para sacrificar parte de su botín tras haber incendiado Ecalia, con la intención de ofrecer nueve toros a Zeus Kenaios (Ceneo), dos a Poseidón, y una vaquilla a Atenea. Al enterarse de que Heracles enviaba a Yole a su casa para tomarla por esposa, Deyanira envió la túnica envenenada como en el resto de las versiones.[238]
Suponiendo que Licas era el culpable de su sufrimiento, Heracles lo alzó por los pies y lo arrojó al mar por el acantilado.[239] Mientras caía, Licas se quedó petrificado por el miedo y se convirtió en una roca que podía verse en la costa desde lejos a partir de entonces. Los marineros procuraban no pisarla, como si hollar esa tierra pudiese causar dolor.[240] Esta historia puede haber sido inspirada por la presencia de unas pequeñas islas cercanas a la costa, llamadas las Lícades.[241] Heracles trató de liberarse de la terrible quemazón desgarrando la túnica envenenada (o «camisa de Neso», como a veces se la llama), pero esto no hizo más que aumentar su agonía, puesto que el tejido se había adherido a su piel y, al tirar, arrancaba trozos de su propia carne. Con el veneno quemándole hasta los huesos, fue llevado a su nave y transportado de vuelta a Traquis. Cuando Deyanira vio las consecuencias de su acto, se ahorcó (o se apuñaló) llena de arrepentimiento.[242]
Entonces, convencido de que la muerte era el único remedio que le quedaba, Heracles viajó —o hizo que le llevaran— hacia el este, hasta la cumbre del monte Eta, donde construyó una pira y se subió a ella.[243] O bien fue Hilo quien construyó la pira por orden de su padre, ya solo o con ayuda de sus hermanos.[244] O, según la versión de Diodoro, Licimnio y Yolao viajaron a Delfos por orden de Heracles para pedir una cura, pero, en su lugar, se les dijo que debían construir una pira en la montaña para Heracles y hacer que lo llevasen allí con sus armas y armadura.[245] Cuando Heracles subió a la pira y pidió a los allí presentes que la encendiesen, nadie se atrevió a hacerlo hasta que Peante, padre del gran arquero Filoctetes, que pasaba por allí en busca de sus rebaños, accedió a poner una antorcha sobre la madera. Heracles le recompensó regalándole su arco y sus flechas, que más tarde serían usados por Filoctetes en Troya; o, según otras versiones, Filoctetes encendió la pira y, por tanto, recibió el arco y las flechas del héroe en persona.[246]
En la versión más temprana, Heracles muere y parte al Hades como cualquier otro mortal. De acuerdo con esto, Aquiles afirma en la Ilíada que está dispuesto a aceptar la muerte cuando los dioses decidan dársela, «ni la pujanza de Heracles logró escapar de la parca, aunque fue el mortal más amado del soberano Zeus Cronión, sino que el destino lo doblegó y además la dura saña de Hera».[247] Asimismo, Odiseo lo ve entre las sombras de los muertos en la Odisea, haciendo que todos los demás espectros se dispersen como pájaros al avanzar con una flecha en su arco, clavando su fiera mirada a su alrededor como si fuese a disparar. De hecho, en el texto de la Odisea se introducen tres líneas para explicar que se trataba simplemente de un fantasma, puesto que el verdadero Heracles estaba arriba con los dioses, pero es claramente una interpolación añadida para conciliar el relato homérico con la creencia posterior.[248] Las líneas de la Teogonía que refieren la presencia de Heracles en el Olimpo pueden considerarse igualmente de origen posterior, puesto que pertenecen a una sección del poema que casi con seguridad fue añadida en una época posterior a la hesiódica.[249] Si bien es difícil determinar exactamente cuándo se comenzó a creer que Heracles se había convertido en dios, la evidencia de las artes visuales sugiere que la idea de su ascensión al cielo ya se había consolidado a principios del siglo VI a.C. En las pinturas de vasijas áticas de ese siglo y el siguiente, se le puede ver habitualmente subiendo a un carro conducido por Atenea, Hermes o alguna otra deidad, para su ascenso al hogar de los dioses, o bien elevándose en el aire subido a un carro mientras la pira se consume debajo, o caminando en presencia de los dioses al final de su viaje. En los relatos literarios, se dice que fue subido al cielo en una nube, con el acompañamiento de un trueno, cuando yacía sobre su pira, o que había sido conducido por Zeus en un carro tirado por cuatro caballos.[250] Según una idea documentada inicialmente durante el período helenístico, todo lo que tenía de mortal se quemó en las llamas, quedando únicamente la parte divina que había heredado de su padre Zeus.[251] Diodoro no recoge prodigio alguno, limitándose a afirmar que la pira se consumió por completo a consecuencia de un rayo, y que se suponía que Heracles había entrado en el plano divino porque no se pudieron encontrar sus huesos.[252]
Después de que Heracles fuese admitido entre los dioses del Olimpo, Hera accedió finalmente a reconciliarse con él, y le permitió casarse con su hija Hebe, la diosa de la juventud, en una unión que simbolizaba su victoria sobre la edad y la muerte.[253] En una fuente se registra que Hebe tuvo dos hijos de él, Alexíares y Aniceto,[254] pero ambos son figuras insustanciales, cuyos nombres se basan en títulos de culto de Heracles. Algunos autores afirmaban que Hera lo adoptó formalmente como hijo mediante una ceremonia de renacimiento en la que, acostada en una cama lo acercó a su cuerpo y lo dejó caer al suelo por entre sus ropas. En otra historia de este tipo, lo adoptó ofreciéndole su pecho.[255] Tras su memorable vida como héroe, pasó entonces a disfrutar de la existencia atemporal de un dios, que sin duda le resultaba muy placentera, pero que deja poco de lo que informar al biógrafo.
El retorno de los Heraclidas
Euristeo encuentra la muerte cuando trata de exterminar a los Heraclidas
Las posteriores aventuras de los hijos y descendientes de Heracles y Deyanira conforman una importante saga, la del regreso de los Heraclidas (Herakleidai), que proporcionó un relato mítico de la invasión doria del Peloponeso. Aunque Euristeo trató de destruir la familia de Heracles tras la muerte del héroe, él y sus hijos resultaron muertos en el consiguiente conflicto, y los Heraclidas tomaron entonces la ofensiva tratando de invadir el Peloponeso. Con Euristeo y sus hijos fuera de juego, podían reclamar los territorios micénicos y perseidas de la Argólide en virtud de la ascendencia perseida de Heracles; y dado que Heracles había establecido la sucesión en el otro centro principal del Peloponeso, en Esparta (cf. p. 368) y en Pilos (cf. p. 366), que era por entonces capital de Mesenia, podían tratar de erigirse en señores supremos de gran parte de la península. Sin embargo, sus ambiciones iniciales se vieron frustradas y su conquista final del Peloponeso se pospuso hasta bastante después de la guerra de Troya (cincuenta años más tarde, según la mayoría de las versiones). A consecuencia de la alianza que Heracles había forjado con los dorios (cf. p. 372), los Heraclidas fueron ayudados en su empresa por una fuerza invasora compuesta principalmente por dorios; y, dado que los dorios (que, como era sabido, habían vivido en el norte en el principio de los tiempos) no tenían derecho a reclamar ningún otro territorio del Peloponeso, esta leyenda en la que se los presenta conducidos por los Heraclidas (fundadores de las dinastías reales de las tierras conquistadas), proporcionaba una justificación mítica de su ocupación de este nuevo territorio.
No debemos esperar descubrir información valiosa sobre los movimientos demográficos históricos a partir de estas leyendas (no más que a partir del relato legendario de la colonización jónica de Asia Menor, cf. p. 532). La saga de los Heraclidas no parece haber sido más que una construcción mítica y hay buenos motivos para suponer, además, que la historia de la invasión doria se relacionó con el mito del regreso de los Heraclidas en una fase secundaria del mismo. Debería recordarse, por otra parte, que la migración de los dorios a las zonas dorias del Peloponeso no hubiera sido una invasión en sentido estricto, sino un proceso gradual.
Aunque todos los vástagos y descendientes de Heracles podían denominarse Heraclidas (de igual forma que los descendientes de Ínaco eran Ináquidas), el nombre se utilizaba generalmente para aludir a los descendientes de Heracles y Deyanira que se introdujeron en el Peloponeso. El nombre griego de su «retorno», kathodos, era doblemente adecuado, ya que podía significar en griego tanto retorno como descenso; al descender desde Grecia central hacia el Peloponeso, los Heraclidas regresaban a la tierra de sus antepasados.
Puesto que Heracles no podía proteger ya a sus hijos, Euristeo intentó exterminarlos para asegurarse de que su rama de la familia mantenía el dominio en las tierras perseidas de la Argólide. Los Heraclidas buscaron refugio inicialmente junto a Ceix, en Traquis, pero éste no tenía el poder suficiente para protegerlos de las amenazas de Euristeo,[256] y se vieron obligados a huir hacia el sur, a Atenas, donde pidieron asilo ocupando el altar de la Piedad (Eleos, la Compasión personificada). Los atenienses, por entonces gobernados por Teseo (o por su hijo Demofonte), no sólo se negaron a entregarlos a Euristeo cuando éste llegó en su busca, sino que se ofrecieron para luchar junto a ellos en el subsiguiente conflicto.[257] Cuando un oráculo afirmó que Atenas tendría la victoria asegurada si una hija de Heracles (o simplemente una doncella de alta cuna) fuese sacrificada, Macaria, la única hija de Heracles y Deyanira, se ofreció en sacrificio o se quitó la vida.[258] Euristeo fue debidamente vencido en la dura batalla que se produjo a continuación, perdiendo a todos sus hijos, pero él escapó en su carro y trató de regresar a su hogar por el Istmo de Corinto. Sin embargo, Hilo o Yolao se le adelantó en la Megáride y fue capturado o muerto de inmediato. En una versión de la historia, Hilo, el hijo mayor de Heracles y Deyanira, lo decapitó y devolvió su cabeza a Alcmena, quien le arrancó los ojos con agujas de tejer;[259] o, según la obra sobre este tema que ha sobrevivido de Eurípides, Los Heraclidas, Euristeo fue capturado por Yolao, el anciano sobrino de Heracles, que lo devolvió encadenado al Ática, donde Alcmena ordenó su muerte. Eurípides indica que Yolao había pedido a Zeus y Hebe que le devolviesen la juventud por un día para vengarse de Euristeo.[260] Una tradición de Tebas sugería que, en realidad, Yolao estaba muerto en esta época y se le permitió levantarse de su tumba con este fin.[261]
El retorno de los Heraclidas se pospone hasta mucho después de la guerra de Troya
Aunque los Heraclidas podrían entonces creer que estaban en situación de volver a su patria ancestral en el Peloponeso, era voluntad de los dioses que retrasasen su vuelta por muchas décadas. No podía ser de otra manera, pues se sabía que Heracles había muerto antes de la guerra de Troya e igualmente era sabido que Micenas y Esparta estuvieron bajo poder pelópida durante la guerra y tiempo después. Había dos historias para explicar por qué el regreso de los Heraclidas llegó a retrasarse tanto tiempo. En el relato más simple, que ya menciona Heródoto, Hilo, hijo de Heracles, se enfrentó cuerpo a cuerpo con un campeón peloponesio cuando los Heraclidas intentaron invadir por primera vez el Peloponeso, y permanecieron alejados durante cincuenta o cien años (esto es, el tiempo completo de su retraso) tras su derrota de acuerdo con lo pactado para el duelo. En un relato más elaborado, que aparece bien documentado en Apolodoro, un oráculo ordenó que se retiraran después de su primera entrada en el Peloponeso, y durante sucesivas generaciones fueron derrotados cuando, al interpretar mal posteriores oráculos, insistían en invadir el Peloponeso. La segunda versión indica más claramente que el retraso no era un mero accidente, sino que estaba providencialmente ordenado.
Para empezar con la versión más simple de la historia, los Heraclidas intentaron entrar por la fuerza en el Peloponeso justo después de la muerte de Euristeo, pero se les opuso un ejército peloponesio en el Istmo de Corinto. Con la intención de evitar un innecesario derramamiento de sangre, el jefe de la expedición, Hilo, propuso que la cuestión se resolviese en combate singular entre él mismo y un campeón del ejército contrario. Como condiciones definidas para el duelo, se acordó que se permitiría que los Heraclidas reclamasen sus derechos ancestrales en el Peloponeso si Hilo vencía, pero no emprenderían más invasiones del Peloponeso durante cien años (o cincuenta) si era derrotado. Équemo, el rey de Tegea en Arcadia, se prestó voluntario para luchar en nombre de los peloponesios y acabó con Hilo en el combate que siguió. Así que los Heraclidas fueron obligados a retirarse, y estuvieron fuera de allí hasta que el período acordado se cumplió. Muchos de los Heraclidas de la generación involucrada vivieron como huéspedes de los dorios en la Dóride, en Grecia central.[262]
En la otra versión fundamental de la leyenda, los Heraclidas tuvieron éxito en su primera invasión del Peloponeso y se hicieron con muchas de sus ciudades. Pero una plaga se desencadenó apenas un año después, y un oráculo manifestó que esto había sucedido porque los Heraclidas habían regresado antes del momento indicado. Así que se retiraron al Ática y se establecieron, por el momento, en Maratón. Bien a causa del mismo oráculo o por otro diferente, se ordenó a los antiguos súbditos de Euristeo en Micenas que eligieran a un pelópida como nuevo gobernante. Resultó que Aireo y Tiestes, dos hijos de Pélope, estaban viviendo en la zona tras haber sido exiliados por su padre, y Atreo subió al trono tras una amarga disputa con su hermano (cf. pp. 650 y ss.). Su entronización marcó el inicio de un período de mandato pelópida en las dos grandes ciudades del Peloponeso, primero en Micenas y más tarde en Esparta, cf. capítulo XIV. Después de guiar a los Heraclidas de vuelta fuera del Peloponeso, Hilo consultó el oráculo de Delfos, que reveló que deberían esperar «hasta la tercera cosecha» antes de volver. Dando por sentado que aquello significaba tres años, Hilo esperó durante este período y después invadió el Peloponeso otra vez, aparentemente por el Istmo de Corinto, y resultó muerto, supuestamente a manos de Équemo. Sin embargo, en esta versión los Heraclidas no habrían jurado que permanecerían fuera durante cien años en caso de que él muriese, ya que los descendientes de Hilo dirigieron invasiones en cada generación posterior hasta que al final tuvieron éxito.
Tras un breve vacío debido a la naturaleza incompleta de nuestras fuentes, retomamos de nuevo la historia en el momento en que el nieto de Hilo, Aristómaco, hijo de Cleodeo, consultó el oráculo de Delfos acerca de una invasión reciente. Como le dijeron que la invasión sería un éxito si los Heraclidas se aproximaban al Peloponeso «por el camino estrecho», Aristómaco los guió a través del estrecho Istmo de Corinto, pero fue derrotado y muerto igualmente. Cuando el hijo mayor de Aristómaco, Témeno, alcanzó la mayoría de edad, consultó el oráculo de Delfos una vez más (en compañía de sus dos hermanos en una versión) y se sorprendió al recibir el mismo consejo de nuevo. Tras más preguntas, el dios explicó que los Heraclidas debían su mala fortuna anterior a que habían malinterpretado sus oráculos, puesto que cuando había mencionado la tercera cosecha, se refería a la tercera generación de hombres más que a la tercera cosecha de la tierra; y cuando había mencionado el camino estrecho, hablaba del corto camino marítimo a través del estrecho golfo de Corinto y no de la ruta por tierra a través del istmo. Como Témeno y sus hermanos pertenecían a la tercera generación después de Hilo y ya estaban enterados de la ruta correcta, podrían hacer preparativos con la confianza de que el triunfo estaba ya a su alcance.[263]
Los Heraclidas invaden el Peloponeso con sus aliados dorios. El sorteo de los tres reinos principales
Témeno reunió un ejército en Naupacto, en las orillas septentrionales del golfo de Corinto, y construyó una flota de barcos para transportarlos hasta la costa peloponesia.[264] La fuerza estaba constituida en su mayor parte por dorios. Mientras estaban a la espera en Naupacto, un sacerdote de Apolo, de nombre Carno, llegó allí y deambuló entre las tropas pronunciando oráculos en trance frenético. Aunque no representaba amenaza alguna, ellos lo tomaron por un hechicero enviado por el enemigo para provocar su destrucción. Así que Hipotes, hijo de Filas, uno de los Heraclidas, lo mató con su lanza, haciendo que Apolo afligiese a la tropa con una hambruna y causara la destrucción de la flota. Cuando Témeno buscó el consejo del oráculo délfico, se le dijo que el asesino tendría que ser desterrado por diez años y que los Heraclidas deberían tomar como guía «al de los tres ojos».[265] El significado de las últimas palabras fue un misterio para ellos hasta que dieron con un hombre que montaba un caballo con un solo ojo (o que llevaba una mula con un solo ojo). Éste era Óxilo, hijo de Andremón, miembro de la familia real etolia que había sido exiliado por matar a su hermano, o a alguna otra persona, y volvía ahora a casa después de pasar un año en la Elide. Su caballo tenía un único ojo porque una flecha le había alcanzado en el otro. Aceptó ejercer de guía para los Heraclidas y sus aliados dorios, y les aconsejó cruzar más hacia el oeste, partiendo de Molicrio.[266] Después de que llegaran al Peloponeso, los llevó a través de Arcadia para atacar a Tisámeno, un hijo de Orestes, el último gobernante pelópida de Argos y Esparta. Los peloponesios fueron derrotados como había augurado el oráculo, y el propio Tisámeno cayó en la batalla o bien huyó a Egialo (Aquea) en la costa norte, donde igualmente fue asesinado poco después (cf. p. 528). Entonces los Heraclidas pudieron tomar posesión de los principales centros en el Peloponeso.[267]
En recompensa por sus servicios, Óxilo solicitó que se le otorgase el trono de Elis en el Peloponeso noroccidental. Como en su origen la familia real etolia había llegado de la Élide (cf. pp. 535-536), su mandato tenía cierta legitimidad.[268] Otra región del Peloponeso que nunca estuvo bajo el poder heraclida fue Arcadia, porque su gobernante, Cípselo, contó con la protección de los Heraclidas mediante una alianza matrimonial (cf. p. 706).
La importante ciudad de Corinto, aún regida por descendientes del deucaliónida Sísifo (cf. p. 558), pasó en una generación a ser gobernada por un soberano heraclida y poblada por dorios a la vuelta de los Heraclidas. Hipotes, hijo de Filas, el heraclida que fue desterrado por matar al vidente en Naupacto (cf. supra), tuvo un hijo, Aletes (Vagabundo) durante sus subsiguientes vagabundeos; y cuando Aletes fue mayor de edad, atacó Corinto con un ejército de dorios y ahuyentó a los corintios después de derrotarlos en combate. Los gobernantes sisífidas, dóridas y ayántidas se sometieron a él, y se les permitió permanecer en la ciudad. Aletes y sus descendientes mandaron en Corinto durante cinco generaciones hasta que la monarquía fue sustituida por la oligarquía de los Baquíadas (en 747 a.C. según la creencia tradicional).[269] Tras hacerse con el control de Corinto, Aletes también intentó conquistar Ática, pero su intentó quedó frustrado por la autoinmolación de Codro, el último rey de Atenas (cf. p. 491). De Sición, vecina a Corinto por el oeste, se decía que también había sido conquistada por un heraclida, en este caso Falces, hijo de Témeno. Al descender el rey de Sición (un tal Lacéstade) de un hijo de Heracles, Falces le permitió compartir el trono.[270]
Después de completar su conquista del Peloponeso, el líder heraclida echó a suertes quién debería quedarse con los tres reinos principales: Esparta, Argos y Mesenia. Los Heraclidas mayores de esta generación eran Témeno, Cresfontes y Aristodemo, los tres bisnietos de Hilo, hijo de Heracles (cf. Tabla 6). Pero, por lo general, se decía que Aristodemo había muerto alcanzado por un rayo mientras el ejército estaba en Naupacto, o bien que había sido asesinado en Delfos por Medón y Estrofio, hijos de Pilades y Electra, dos primos de Tisámeno cuya familia tenía buena razón para temer las ambiciones de los Heraclidas.[271] Fueran cuales fueran las circunstancias exactas de su muerte, estaba representado en el sorteo por sus hijos gemelos, Proeles y Eurístenes. Éste era, al menos, el relato habitual. Pero los espartanos tenían sus propias ideas sobre el asunto, como veremos. Cresfontes estaba tan ansioso por conseguir la posesión de Mesenia, la fértil región del sudoeste del Peloponeso, que manipuló el sorteo a su favor. Como después se había acordado que los tres participantes depositarían su ficha dentro de una jarra de agua, Cresfontes propuso que las primeras fichas que se sacaran deberían adjudicar los reinos de Esparta y Argos, dejando Mesenia para aquel cuya ficha permaneciera en la jarra. Él echó a la jarra una bola de tierra compacta en vez de un guijarro, asegurándose así que sacarían las otras dos, puesto que la suya se disolvería en el agua.[272] Este relato se concibió para justificar (o al menos para narrar) la división de poder en el Peloponeso desde el siglo VII a.C. hasta más adelante, cuando Mesenia cayó bajo el control de Esparta, de forma que podría decirse, en términos míticos, que los gobernantes Heraclidas de Mesenia al final perdieron sus ganancias hechas con malas artes en favor de quienes las reclamaban con legitimidad.
En otra narración del truco de Cresfontes, los dorios premiaron a Témeno con Argos (en apariencia porque el mejor reino debía ir al hermano mayor), y Cresfontes dijo que a él debería permitírsele elegir Mesenia, ya que también había nacido antes que Aristodemo. Pero se opuso a su deseo Teras (cf. p. 431), que representaba a los jóvenes hijos de Aristodemo, ya fallecido, así que aquél recurrió a un truco para cumplir su deseo. Tras persuadir primero a Témeno para conspirar con él, propuso que el asunto se resolviese por sorteo. Entonces, Témeno puso dos fichas en una jarra de agua, una por los hijos de Aristodemo y otra por Cresfontes, con la intención de que el participante cuya ficha fuese sacada eligiera entre los reinos restantes. Ahora bien, Témeno había hecho ambas fichas con arcilla, pero había cocido en el fuego la de Cresfontes mientras que sólo había secado al sol la otra. Así que cuando las pusieron en el agua, esta última se disolvió, y la de Cresfontes era la única que se podía sacar. Esta versión ofrece también una explicación mítica para la prolongada hostilidad entre Esparta y Argos, de la que se puede decir que tuvo su origen en la trampa de Témeno.[273]
Los gobernantes Heraclidas de Esparta, Mesenia y Argos. Exilio de Tlepólemo
Como resultado del sorteo, con todo lo insatisfactorio que fuera, Témeno se convirtió en el primer rey heraclida de Argos y Cresfontes de Mesenia, mientras Esparta cayó en suerte a Proeles y Eurístenes, los niños hijos de Aristodemo. Como hermano de la mujer de Aristodemo, Teras, hijo de Autesión, que descendía de los reyes de Tebas, gobernaría Esparta como regente hasta que los hijos de Aristodemo alcanzaran la mayoría de edad (cf. p. 733). Los espartanos diferían de la mayoría de los griegos en que creían que Aristodemo había sobrevivido para convertirse en el primer rey heraclida de su tierra. En este caso, Proeles y Eurístenes habían nacido en Esparta poco antes de su muerte; y cuando él murió, se decidió que los gemelos fuesen cogobernantes del país, porque eran indistinguibles y no había forma de decir cuál era el mayor.[274] Tanto si heredaron el trono en estas circunstancias, como si se les asignó en sorteo tras la muerte de su padre como en la tradición más extendida, su acceso conjunto al trono dio una explicación mítica a la peculiar institución de la monarquía dual en Esparta. Como parece apropiado, se casaron con dos hermanas gemelas, Latria y Anaxandra, hijas del heraclida Tesandro, hijo de Agamedides.[275] La casa real Agiada, a la que se otorgaba al menos cierta prioridad en asuntos ceremoniales, hacía descender su linaje de Eurístenes a través de su hijo Agis, mientras la familia real Euripóntida descendía del otro gemelo, Proeles, a través de su nieto Euripon, hijo de Soas. De acuerdo con el esquema común en el que los gemelos míticos son bien los mejores amigos, bien los peores enemigos, se decía que Proeles y Eurístenes habían reñido toda su vida, de donde venía la discordia que casi siempre prevaleció entre las dos casas reales en tiempos históricos.[276]
Los primeros soberanos Heraclidas de Mesenia y Argos tuvieron ambos finales violentos. Cresfontes se casó con Mérope, la hija de Cípselo, rey de Arcadia, quien le dio tres hijos; pero fue asesinado junto a dos de sus hijos cuando otro heraclida, Polifontes, organizó una revuelta contra él y se hizo con el trono mesenio. Sin embargo, su hijo menor Épito (o Cresfontes) sobrevivió, porque estaba al cuidado de Cípselo en Arcadia o porque su madre se lo envió a Cípselo en secreto en tiempos de la revuelta. En la versión del Cresfontes de Eurípides, por lo que se puede reconstruir mediante fragmentos y otras fuentes, Polifontes estaba al corriente de que el niño, aquí llamado Cresfontes, había sobrevivido, y prometió una recompensa en oro a cualquiera que lo matara. Pero creció indemne y más tarde volvió a Mesenia para vengar la muerte de su padre. Se dirigió a Polifontes bajo un nombre falso y le dijo que había llegado para reclamar la recompensa por haber matado al príncipe. Mientras dormía como huésped en el palacio, su madre Mérope, que entremedias había sido obligada a casarse con Polifontes, entró en la habitación con un hacha para matarlo en la creencia de que él había asesinado a su hijo. Pero un viejo sirviente que estaba enterado de su verdadera identidad, la avisó a tiempo. Entonces, ella sugirió a Polifontes que debería invitar a su huésped a ayudar en un sacrificio. Cuando al joven se le entregó una espada para ese propósito, se la clavó a Polifontes y así recobró el reino de su padre.[277] En otra versión, el hijo del rey asesinado, aquí llamado Épito, su nombre en la tradición tardía, regresa sin secreto a Mesenia y recupera el trono a la fuerza con la ayuda de algunos aliados arcadios y otros reyes peloponesios.[278] Épito ganó tal reputación entre los ricos y los pobres por su mandato, que los reyes mesenios fueron más conocidos desde entonces como Epítidas que como Heraclidas.[279] No obstante, el linaje estaba condenado a extinguirse en un período relativamente temprano, cuando los espartanos establecieron su dominio sobre el país.
Durante su reinado en Argos, Témeno provocó conflictos dentro de su propia familia al favorecer a Deifontes, el marido heraclida de su hija Hirneto, sobre sus tres hijos. Temiendo por su herencia, los hijos de Témeno tramaron el asesinato de su padre. Esto se volvió en su contra de acuerdo con una versión de la historia, pues los argivos quedaron tan afectados por su crimen que los desterraron y asignaron el reino a Hirneto y su marido.[280] En otra versión, Ceso, el hijo mayor de Témeno, asumió el control del trono, y Deifontes se retiró a Epidauro con muchos seguidores argivos.[281] El hecho histórico es que la monarquía en Argos no fue una institución duradera como lo fue la diarquía en Esparta. Según el relato de Pausanias sobre la tradición legendaria, los argivos rebajaron la autoridad de la monarquía en un período tan temprano, que incluso Medón, el hijo y sucesor del antes mencionado Ceso, fue monarca sólo de nombre, y la propia institución fue abolida nueve generaciones después.[282]
Los reyes de Macedonia afirmaban ser Heraclidas de la estirpe teménida. Según cuenta Higino, basándose probablemente en el perdido Arquelao de Eurípides, Arquelao, un hijo de Témeno, fue expulsado de Argos por su hermano y viajó hasta la corte de Ciseo, un rey macedonio. Como en ese momento estaba siendo atacado por enemigos vecinos, Ciseo le prometió a su hija y su reino si él lo libraba de sus enemigos. Pero cuando volvía a por su recompensa, después de haberlo logrado, Ciseo ordenó a sus criados que preparasen un foso con fuego y lo cubriesen con ramitas finas para que Arquelao cayera dentro y muriera. En un mito más antiguo, se cuenta que Ixión había provocado la muerte de su suegro por este sistema (cf. pp. 711-712); pero en la historia que nos ocupa, la posible víctima recibió el aviso de un esclavo. Al descubrir la conjura, Arquelao atrajo al rey a un encuentro en privado y lo arrojó a su propio foso de fuego. Después, aconsejado por un oráculo, se marchó sirviéndose de una cabra (aiga) como guía y la siguió al sitio de Egas, donde fundó la capital real de Macedonia.[283] Esta historia podría haber sido inventada por el propio Eurípides, que pasó los últimos años de su vida en Macedonia, en la corte de un Arquelao histórico (que reinó hacia 413-399 a.C.). Otros relatos que registran la fundación de la monarquía por descendientes más lejanos de Témeno se pueden encontrar en Heródoto y Diodoro.[284]
Una historia más, relacionada con los Heraclidas, merece mención: la antigua leyenda del exilio del heraclida Tlepólemo, que era hijo de Heracles y de la princesa epirota Astíoque (cf. p. 369), o de Astidamea, hija de Amintor.[285] Homero ya menciona que mató a Licimnio, tío materno de Heracles, y que por eso fue obligado a partir al exilio; construyó una flota de naves, reunió a muchos seguidores y navegó hasta la isla de Rodas.[286] Autores posteriores añaden más detalles del asesinato. De acuerdo con Píndaro, que sitúa el incidente en Tirinto, Tlepólemo golpeó a Licimnio con un bastón de olivo cuando éste salía de la habitación de su madre Midea. En apariencia el acto fue cometido por ira, aunque las circunstancias exactas no se explican.[287] En versiones posteriores se cuenta que Tlepólemo golpeó a su tío abuelo por accidente, bien porque falló al pretender golpear a un esclavo que guiaba al anciano Licimnio, o porque éste se interpuso sin querer mientras él golpeaba a un esclavo.[288] Apolodoro (que aporta la última versión) mantiene que el incidente ocurrió cuando los Heraclidas invadieron por primera vez el Peloponeso poco después de la muerte de Euristeo. En otra narración, los ciudadanos de Argos invitaron a Tlepólemo y a Licimnio a su ciudad, mientras los otros Heraclidas quedaron excluidos tras el fallecimiento de Hilo, y la muerte accidental ocurrió en Argos, después de que hubieran llegado allí.[289] Tlepólemo navegó hasta Rodas después de aquello por orden del oráculo de Delfos,[290] acompañado por muchos partidarios dorios, y fundó las tres grandes ciudades dorias de la isla: Lindos, Yaliso y Camiro.[291] En su nueva patria amasó riqueza y poder, y más tarde condujo a la guerra de Troya al ejército rodio en nueve barcos. La Ilíada describe cómo murió en batalla a manos del héroe licio Sarpedón.[292

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