viernes, 1 de marzo de 2019

La serpiente de oro

En cierto lugar vivía un brahmán llamado Haridatta. Era labrador, pero su trabajo le proporcionaba muy poco. Un día, al finalizar su jornada, el brahmán, abrumado por el calor, se tumbó a la sombra de un árbol a echar una cabezada. De repente vio a una enorme serpiente saliendo de un hormiguero cercano.

    «Seguramente es la deidad protectora de este campo. Nunca la he adorado, ¿será por eso por lo que mi trabajo no da fruto? Iré inmediatamente a presentarle mis respetos», pensó.

    Decidido, cogió un poco de leche, la vertió en un cuenco y se acercó al hormiguero.

    —¡Oh, guardián de este campo! Durante todo este tiempo no he sabido que morabas aquí. Era por eso por lo que todavía no te había presentado mis respetos; te ruego que me perdones.

    Y dejó allí el cuenco de leche y se marchó a su casa. A la mañana siguiente volvió y vio un dinar de oro en el cuenco. Desde aquel momento ocurrió lo mismo cada día: siempre encontraba un dinar de oro tras dar leche a la serpiente.

    Un día, el brahmán tuvo que ir a la aldea, así que ordenó a su hijo que llevara la leche al hormiguero. El hijo llevó la leche y regresó a casa. Al día siguiente volvió y encontró un dinar, así que pensó: «Este hormiguero debe estar lleno de dinares de oro. Mataré a la serpiente y me los quedaré todos». Así que al día siguiente, cuando la serpiente salió a beber la leche, el hijo del brahmán le golpeó la cabeza con un garrote. Pero la serpiente escapó de la muerte y, furiosa, mordió al hijo del brahmán con sus afilados colmillos, que cayó muerto al instante. Su familia le preparó una pira funeraria cerca del campo y lo incineraron.


   

    El brahmán regresó de su viaje dos días después, y cuando se enteró del destino de su hijo, se apenó y lloró mucho. Pero, pasado un tiempo, cogió el cuenco de leche, se acercó al hormiguero y llamó a la serpiente. Después de mucho, mucho tiempo la serpiente sacó la cabeza por el agujero del hormiguero para hablar al brahmán.

    —Es la codicia lo que te ha traído aquí, haciéndote olvidar incluso la pérdida de tu hijo. De ahora en adelante, nuestra amistad es imposible. Tu hijo me golpeó debido a la ignorancia de la juventud y mi mordedura lo mató. ¿Cómo podría yo olvidar el golpe que me propinó con el garrote? ¿Y cómo podrías tú olvidar el dolor y la pena por la muerte de tu hijo?

    Dicho esto, entregó al brahmán una valiosa perla y desapareció. Pero, antes de hacerlo, dijo:

    —No vuelvas más.

    El brahmán cogió la perla y volvió a casa, maldiciendo la insensatez de su hijo.

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