A todos los músicos y mágicos el demonio los
lleva en cuerpo y alma al infierno. Es por eso que, después
de sepultados, se encuentra encorvado el terreno donde
han sido colocados. A las almas de esos condenados, convertidas
ya en muías, el demonio las cabalga con rica montura
de oro, y sale a repartir dinero a sus compadres.
Cerca de Yacu-Pachac existe una piedra donde el diablo
anota con lápiz rojo el nombre de los músicos y brujos
del pueblo, con el fin de pedirles cuentas después de la
muerte. Solo que el alfabeto que emplea es incomprensible,
pero se ven los rasgos y dibujos.
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