viernes, 29 de marzo de 2019

La paciencia

Un joven letrado acababa de aprobar las oposiciones de mandarín. Antes de tomar
posesión de su primer destino oficial, organizó una fiesta con sus condiscípulos para
celebrar el acontecimiento. Durante la velada, uno de sus amigos, que ocupaba un
cargo desde hacía algún tiempo, le dio un consejo:
—Sobre todo, no olvides esto: la mayor virtud del mandarín es la paciencia.
El funcionario novato saludó respetuosamente al veterano y le agradeció
cordialmente esta preciada recomendación.
Un mes más tarde, durante un banquete, el mismo amigo le recomendó una vez
más que se esforzase mucho en la paciencia. Nuestro joven letrado le dio las gracias
con una sonrisa divertida.
Al mes siguiente, se cruzaron en los pasillos cubiertos con fieltro de un
ministerio. El veterano agarró por la manga al principiante, se lo acercó de un tirón y
le sopló al oído su sempiterno consejo. Contraviniendo la acolchada etiqueta que era
de rigor en los edificios oficiales, el otro retiró bruscamente su manga de seda y
exclamó:
—¿Me tomas por un imbécil o qué? ¡Es la tercera vez que me repites lo mismo!
Mientras un cortejo de dignatarios indignados se volvía, el mentor declaró:
—¿Ves?, hago bien en repetirlo. ¡Mi consejo no es tan fácil de poner en práctica!
Un momento de cólera es quemar en un instante
la madera acumulada desde hace mucho tiempo.

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