domingo, 24 de marzo de 2019

La bruja castigada

En la catedral gerundense, en lo más alto del contrafuerte de la torre románica de seis
plantas conocida como «Torre de Carlomagno», destaca sobre la desnudez del muro
la gran figura oscura de una gárgola de aspecto humano. Al parecer, no siempre
estuvo la gárgola en ese lugar, sino que apareció cierto día de modo milagroso.
Hubo en la localidad una mujer de quien se aseguraba que era bruja, capaz no
solo de convertirse en gato, en cuervo y en sapo, animales a los que muy a menudo se
veía en los alrededores de su vivienda, sino de formular hechizos que producían entre
sus vecinos muy poderosos males de ojo. Hasta hubo quien aseguró haberla visto
volar sentada en una escoba, mientras cantaba esa canción que tanto les gusta entonar
a las brujas:
Lunes y martes y miércoles, tres;
jueves, y viernes, y sábado, seis.
El colmo de sus malas artes era que, por la noche, iba a tirar piedras contra la
catedral, mientras entre murmullos injuriaba a los santos apóstoles, a san Miguel, a
santa Elena y hasta a Nuestra Señora de la Predela y a la del Bell Ull, es decir, a todos
los santos y vírgenes objeto de culto y exaltación en el templo.
De todas las actividades de la bruja, parece que este diario apedreamiento de la
catedral era lo que más le molestaba a Dios Nuestro Señor, que por fin, harto de las
agresiones blasfemas de aquella malvada, decidió castigarla. Y dijo Dios: «pedres
tires, pedres tiraràs, de pedra restaràs», y la bruja quedó metamorfoseada en una
enorme gárgola.

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