viernes, 29 de marzo de 2019

BREVE HISTORIA DE LAS LEYENDAS MEDIEVALES : EL SALTO DE LA REINA MORA

El entorno de los castillos en la Edad Media puede parecer un mundo de hombres que
relega a la mujer a un papel secundario, pero esta afirmación no es del todo cierta,
doncellas como Abdelazia o Juana de Arco (de la que hablaremos más adelante)
demuestran que no siempre es así. Cuando los nobles y caballeros partían a la batalla,
las mujeres tenían que estar preparadas para administrar, gobernar y defender sus
dominios. La señora del castillo era una dama de la nobleza, y el matrimonio una
arma política para sellar la paz o ascender social y económicamente.
La leyenda de Abdelazia, reina mora del castillo de Siurana, es la historia de una
mujer fuerte, capaz de gobernar la corte y ocuparse de las funciones públicas de su
castillo en ausencia de su marido. La protagonista rompe con el ideal de dama culta,
caritativa y piadosa para asumir el rol masculino de un caballero que tiene en sus
manos el destino de un reino; de un ser humano capaz de enfrentarse en solitario a los
ejércitos cristianos del vizconde de Tarragona. Seguimos por tanto en la península
ibérica.
El castillo de Siurana era una fortaleza musulmana de gran valor estratégico en la
zona del Priorat, en lo que hoy es la provincia de Tarragona. Desde sus murallas se
controlaba un extenso territorio de la zona fronteriza con los reinos cristianos. Entre
1152 y 1153, el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV culminó la expansión
catalana en territorio musulmán con la conquista de las plazas fuertes de Miravet y
Siurana. Este castillo fue la última posición islámica en ser ocupada.
El salto de la reina mora es una leyenda que forma parte de la cultura popular
catalana recopilada por el folclorista catalán Joan Amades Gelats a mediados del
siglo XX. La marca del caballo de Abdelazia es otro ejemplo de cómo el hombre ha
visto en la forma de las rocas siluetas o señales que han servido para justificar
leyendas que se han trasmitido de padres a hijos. En el caso que nos ocupa, la marca
de una herradura en la piedra del castillo de Siurana sirve para recrear la historia
ficticia de la resistencia de la última plaza musulmana en Cataluña.
Las inexpugnables murallas de Siurana formaban un mismo cuerpo con la
montaña, pero tras la áspera fortaleza había un palacio donde vivía el rey Almemoniz
con su esposa Abdelazia, una mujer de gran belleza. No sería exagerado afirmar que
todos los hombres del castillo deseaban a la reina en secreto, por ello Almemoniz la
agasajaba con los mejores tesoros cada vez que volvía de sus expediciones guerreras.
Pero el mejor tesoro de Abdelazia era su regalo de bodas, un magnífico caballo
blanco que solo la obedecía a ella.
El principal enemigo del rey moro era Amat de Claramunt, vizconde de
Tarragona. Ambos se habían enfrentado muchas veces y las escaramuzas entre sus
ejércitos eran habituales, pero todavía ninguno se había podido proclamar vencedor
de las disputas. Un atardecer las armas sonaban con fuerza en el valle al pie de la
montaña, pero el ruido de la batalla no parecía molestar a Abdelazia, que se
encargaba de los preparativos del banquete para festejar los éxitos de su esposo.
En uno de los salones del castillo una alargada mesa generosamente decorada
estaba lista para celebrar la victoria. La reina mora presidía la escena rodeada por sus
damas y galanes de la corte. Los invitados intentaban disimular su preocupación por
el desenlace de la batalla, pero las armas retumbaban cada vez más cerca de la puerta
del castillo. La reina enojada preguntó: «¿Por qué no respondéis a mis saludos? ¿Por
qué no osáis probar lo que yo pruebo?».
Una flecha perdida entró por la ventana y se clavó en el centro de la mesa. Los
comensales se sobresaltaron, pero la reina permaneció inmóvil y mofándose de sus
cortesanos dijo: «¿Un arma pone rojo a un caballero y amarilla a una dama? Sería la
primera vez que mi corte tiene miedo». Entonces una intuición sobresaltó a la reina y
enseguida se escuchó una voz entre las armas que clamaba: «¡Viva Amat de
Claramunt, viva Ramón Berenguer!», en ese momento se dio cuenta de que la batalla
estaba perdida y había que huir. El castillo no se habría rendido si no fuera porque un
traidor de origen judío mostró el camino de acceso a la fortaleza de Siurana a cambio
de respetar las vidas y los bienes de la comunidad judía.
En pocos momentos los soldados del vizconde de Tarragona hundieron las puertas
del castillo y degollaron a todos los hombres al servicio de Almemoniz. Solo quedaba
una superviviente, que apareció ante las huestes cristianas montada en su elegante
caballo blanco, era la reina mora Abdelazia, la cual avanzó entre las compañías de
peones gritando: «Con mi caballo me basto».
Los caballeros de Amat de Claramunt ya la consideraban como un botín de la
conquista y confiados por su superioridad empezaron a burlarse de la osada reina.
Mientras la rodeaban clamaban frases como: «Hoy perderás la vida o la corona…
¡hoy perderás tus joyas y tu nombre!». Abdelazia respondió con orgullo: «Pues no
será si mi caballo quiere, antes de que vuestra sombra me alcance, he de salvarme yo
de tal manera que no pueda olvidarse aquí mi nombre». Dichas estas palabras, la
reina mora tomó su caballo al galope para saltar hacia el precipicio de 80 metros de
altura, pero en este punto la leyenda nos da dos versiones distintas: la primera afirma
que antes de saltar el caballo se dio cuenta del peligro y clavó sus patas delanteras en
la piedra cayendo Abdelazia al vacío. Una segunda versión dice que las huellas de la
piedra son el impulso hacia el infinito que tomó el caballo antes de hacer el salto
mortal.
Su cuerpo fue recuperado días más tarde y enterrado con honores por los
conquistadores. Pero la mezquita de Siurana se había reconvertido en una iglesia
cristiana y decidieron enterrarla en el exterior en una sepultura especial acorde con su
alto linaje; de forma que hoy todavía se puede visitar la tumba de Abdelazia. ¿Y qué
pasó con el traidor que abrió el castillo a los cristianos? La leyenda dice que salvó la
vida y asistió horrorizado a la matanza de los habitantes del castillo, los hechos lo
dejaron petrificado y puede observarse cerca del castillo una piedra con sus rasgos.
El castillo de Siurana dominaba un vasto territorio en la sierra de Prades y el Priorato. El origen de Siurana es
la palabra latina Severiana, que derivó al árabe como Xibrana tras la dominación musulmana. La fortaleza fue el
último reducto de la resistencia musulmana en la actual Cataluña.


La leyenda presenta contradicciones históricas. Atribuye a Siurana la categoría de
reino cuando no fue más que un castillo fronterizo, aunque puede que la vasta
extensión de territorio que controlaba contribuyera a generar tal idea. El asedio final
lo realizó el caballero Bertrán de Castellet y no Amat de Claramunt, vizconde de
Tarragona. También se ha puesto en duda el sangriento final de la historia, la
inaccesibilidad de la fortaleza hace pensar más en un prolongado asedio que acabó en
rendición por la falta de alimentos. Seguramente el valí de Siurana Almira
Almemoniz, de igual nombre que el rey legendario, se rindió tras conseguir la
garantía de que los defensores conservarían la vida y los bienes que pudiesen llevar
consigo. Actualmente en el castillo solo se conservan algunos muros de la época
musulmana y el resto de construcciones son claramente posteriores, por ello es difícil
imaginar su aspecto físico en la época de la leyenda.
El salto de la reina mora es una leyenda falsa fruto de la fantasía de algún juglar y
contextualizada dentro de un marco histórico. Puede que la leyenda se creara para
explicar la épica gesta de la conquista del último reducto musulmán en Cataluña y
que, con el paso del tiempo, se fuera adornando de elementos fabulosos. Está
documentado, no obstante, históricamente que en 1146 Ramón Berenguer IV, conde
de Barcelona, donó el castillo de Siurana a Berenguer Arnau, pero la conquista no
llegó hasta después de la capitulación de Lérida y Tortosa en 1148 y 1149,
respectivamente. El asalto definitivo se produjo en 1153, tras un asedio dirigido por
Bertrán de Castellet, señor de Reus. La conquista del castillo de Siurana y la frontera
de la zona de Tarragona estuvo llena de dificultades, ello justificaría la aparición de
leyendas épicas como esta.
Salgamos a continuación de la península Ibérica y lleguemos al corazón de
Francia para asistir a lo que de legendario puede tener la vida de una de las más

famosas e importantes mujeres de la Edad Media.

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